EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117562
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

Mis otras historias:

EL ESCRITOR DE SUEÑOS

EL ESCRIBA

BDSM

INDISCRECIÓN

EL INGLÉS

SÁLVAME

EL AFFAIRE CULLEN

NO ME MIRES ASÍ

EL JUEGO DE EDWARD

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 63: CAPÍTULO 15

Capítulo XV

 

El siguiente día de visita se negó a verme.

—No nos lo ha dicho hasta esta mañana —se excusó la doctora Davis—. He intentado localizarle, pero ya había salido de casa.

—No comprendo...

—Eso forma parte de su juego —me explicó—. Es una forma de castigarlo por no sacarla de aquí. Se trata de esto o bien de alguna idea que se le ha ocurrido para convencerlo de que la saque.

No dije nada.

—Siento mucho que haya tenido que hacer el viaje en vano —añadió.

—No tiene importancia.

—Aunque no lo parezca, estamos haciendo progresos. Ha pasado un mes, y su reacción física al verse privada de las drogas ha disminuido considerablemente. Incluso ha ganado algo de peso; pero continúa sin querer ayuda psiquiátrica. Ni siquiera quiere hablar con el psiquiatra.

— ¿Y cómo piensa lograr esto? —le pregunté.

—Continuaremos probando —contestó—. Más pronto o más tarde querrá hablar con alguien; aunque sólo sea para que la escuchen comprensivamente. Todos lo hacen; pero por ahora, todavía se muestra hostil a nosotros.

En aquel momento compareció la señora Graham y dejó un sobre encima de la mesa.

—Me ha dado esta carta para que la eche al correo.

Al verme me sonrió.

— ¿Qué tal está, señor Cullen? Nuestra paciente se muestra hoy algo testaruda, pero no se preocupe. La vamos a ayudar en todo.

Abandonó la oficina y la doctora Davis se quedó mirando el sobre. Me lo pasó, sin decir palabra.

Iba dirigido a mí; lo abrí. La carta estaba escrita a lápiz y con garabatos casi infantiles.

 

Querido Edward:

Cuando viniste a verme ayer, te dijeron que yo no quería recibirte. Mentían. Me tienen prisionera, me pegan cada día y abusan de mí. Lo único que les interesa es cobrar el dinero cada semana. Ya he perdido el hábito y aún no están satisfechos.

Esta carta te debería convencer. Tengo muchísimas ganas de verte. Ven y sácame de aquí. Te quiero.

Tu Darling Girl.

 

—Léala —dije pasándole la carta—. Creo que tenía usted razón.

La estuvo mirando sin hacer ningún comentario. Me puse en pie.

—La próxima semana tengo que ir a Nueva York; para una reunión. Así que pasarán diez días hasta que pueda volver.

—No se preocupe, señor Cullen, le llamaré si surge algún problema, pero realmente, no creo que suceda nada.

Esta vez la doctora estaba equivocada.

 

 

El día anterior a la reunión, Jasper Hale había presentado su demanda contra Jacob. Exigía doscientos cincuenta mil dólares y el diez por ciento de comisión sobre el lote de películas que nos había vendido, más los daños y perjuicios, y para complicar más las cosas, nos incluía en el pleito. Atacaba específicamente a «Radiodifusión Sinclair», a toda la corporación y personalmente a mí, como cómplices de la conspiración de Jacob, acusándonos de organizar un fraude para privarle de sus legítimas comisiones.

En sus declaraciones a la prensa afirmó que a menos que sus peticiones fueran atendidas al momento, expondría lo que él llamaba «la práctica incestuosa de los negocios que existía entre Sinclair y Samarkand, y alguno de sus ejecutivos».

Llegué a Nueva York el día de la reunión y Emmett me estaba esperando en mi despacho.

—Ya te dije que no podíamos confiar en ese hijo de perra —dijo.

Hice una mueca burlona.

— ¿A cuál te refieres?

Se me quedó mirando fijamente.

—Tienes razón; nunca había pensado en eso; no hay mucha diferencia entre Hale y Jacob. Los dos son unos asquerosos bastardos.

—Será mejor que no digas eso en público —repuse riéndome—. Esta no es manera de hablar de nuestro consocio en el pleito.                                      

—No te entiendo —añadió moviendo la cabeza—. Tienes un sentido del humor muy extraño.

La señorita Fogarty nos trajo café.

—El señor Sinclair quiere verlo cuando usted esté libre.

— ¿Ya ha llegado él?

Ella lo sabía todo.

—Está en su despacho desde las ocho de la mañana.

Emmett esperó a que se hubiera marchado.

—Probablemente ha entrado por el tejado.

Di un sorbo a mi café sin responder nada.

— ¿No piensas ir arriba? —me preguntó finalmente.

—Claro. Pero a su debido tiempo. Por el momento tenemos cosas más importantes que hacer en vez de ir a darle la mano.

— ¿Crees que serías capaz de soportar buenas noticias?

—Sería un agradable cambio.

—El show de rock está resultando un gran éxito —empezó a contarme—. Estamos obteniendo un cuarenta por ciento de espectadores y los patrocinadores se están matando entre ellos para poder llevárselo.

— ¡Estupendo!

—Estaba pensando dar este programa dos veces a la semana.

—No lo hagas. Hay mucha gente empeñada en convertir ese gran éxito en un fracaso.

—Pero necesitamos algo de impacto para el programa de fin de semana.

—Has comprado esas películas de Jacob —dije—. Úsalas.

—Las guardaba para la próxima temporada.

—Tienes ocho meses para preparar las cosas del próximo otoño —repuse— y sólo ocho semanas de esta temporada antes de empezar con los reprises.

Se puso a mirar su previsión de programación, sin decir palabra.

Terminé mi café, y me puse en pie.

—Te voy a decir lo único que he aprendido durante estos años que llevo en el negocio: lo único que compran los patrocinadores es éxito. Las cosas de calidad que ven hoy las compran para mañana y ahora están interesados en nuestro show.

Lo dejé, y subí por el ascensor privado a la oficina de Carlisle.

Estaba sentado tras su mesa, recién llegado de sus vacaciones en el Caribe.

Nos dimos un apretón de manos.

— ¿Cómo te ha ido el vuelo? —me preguntó con su peculiar cortesía.

—Uno de tantos —contesté—. ¿Y tus vacaciones?

—Bien. Estoy pensando en comprarme una casa de invierno allá abajo, para cuando me retire. Ya estoy un poco cansado de Palm Beach.

—No es mala idea —dije, sentándome frente a él.

—Los directores se han pasado la mañana llamándome por ese pleito de Jasper Hale.

—También yo he tenido varias llamadas.

—No sé nada de ese asunto de Black, pero he hablado con Harley, y me ha dicho que no tenemos ninguna responsabilidad legal en tal materia.

Harley Garrett era nuestro consejero general, un abogado muy formal y conservador.

—No me inquieta el pleito —añadió—, sino los alegatos de Hale. ¿Hay algo más que tú sepas y yo no?

—Puede. —A continuación le conté el préstamo que le había hecho a Jacob, respaldado por sus valores. Me estuvo escuchando atentamente hasta que acabé. Luego, movió la cabeza pensativo.

—No ha sido una cosa muy oportuna.

Me quedé algo sorprendido: el Sinclair que yo había conocido diez años atrás, cuando empecé a trabajar con él, hubiera estallado ante un hecho tal.

—Pero mi amistad con Jacob —aclaré— no tiene nada que ver con la compra de esas películas. Emmett las adquirió sin mi conocimiento. Me enteré del trato cuando ya se había formalizado.

—Tendrás que explicar eso a la junta.

Me puse en pie.

—Esa es mi intención.

Los directores no se mostraron sobre el asunto tan tranquilos como él. Empezaron a airear todos los espantajos: la FCC, la SEC, el antitrust y las rentas internas; al cabo de un rato empezaron a enzarzarse entre ellos, sobre la adecuada réplica que había que darle.

—Quizá deberíamos negociar un arreglo —dijo Harley finalmente—, pues si tenemos que presentarnos ante los tribunales, ese tipo de publicidad no nos beneficiará.

—Me opongo —dije.

—No podrá impedir que se diga que usted personalmente aprobó el trato, porque de ese modo usted se beneficiaba, a causa de las acciones que tiene de la Samarkand.

—Por el momento no poseo acciones de la Samarkand —repuse—, sólo las retengo como garantía de un préstamo.

— ¿Cree usted que hay alguna probabilidad de que le devuelva el préstamo? —preguntó Harley.

—No tengo la menor idea.

—Incluso el reembolso del préstamo podría ser mal interpretado en beneficio de usted. Creo que tendríamos que llegar a un acuerdo. Al fin y al cabo no se trata de tanto dinero.

—No —repuse pausadamente—. Esto es un chantaje, y no me gusta. En cuanto cedes a un chantaje surgen otras mil tonterías que te vienen a atormentar.

En torno a la mesa había un gran silencio. Miré a Sinclair. Su cara no denotaba ninguna expresión. En aquel momento empezó a sonar el teléfono que estaba a mi lado.

—Excusen, señores —dije, y descolgué.

Era Fogarty.

—No quisiera molestarle, señor Cullen, pero llama la doctora Davis desde Santa Bárbara, California, y dice que es urgente.

—Pásemela —ordenó. Se oyó un chasquido—. ¿Doctora Davis?

—Tengo malas noticias, señor Cullen. La paciente se ha escapado esta mañana.

— ¿Cómo?

—No lo sabemos —admitió—. Cuando la señora Graham fue a llevarle el desayuno ya se había ido. Hemos mirado por todos los rincones del jardín, pero no está. —Hizo una pausa. — ¿Quiere que lo notifiquemos a la policía?

Me quedé pensándolo por unos momentos. Era lo que faltaba. Ya estaba viendo los titulares de los periódicos.

—No —dije—, no haga nada. Tomaré el próximo avión.

Miré en torno mío. Mientras había estado al teléfono, ellos habían hablado entre sí.

—Creo que tenemos que poner el asunto a votación —dijo Harley—. Haré una propuesta para que negociemos un acuerdo en el caso de Jasper Hale contra Radiodifusión Sinclair, Edwar Cullen, y otros.

Poniéndome en pie, avancé hasta la puerta.

—Espere un momento, Edward —dijo Harley—, acabo de hacer una propuesta ante la junta y usted debe votar.

Le miré de hito en hito.

—Vote usted... —dije—. ¡Maldito lo que me importa...!

 

Capítulo 62: CAPÍTULO 14 Capítulo 64: CAPÍTULO 16

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
14444457 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios