EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117556
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

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Capítulo 27: CAPÍTULO 9

Capítulo IX

 

Cuando Roger entró en el despacho, Jacob levantó la cabeza. Roger puso una hoja de papel delante de él.

—Aquí están las últimas cifras de Carlos Luongo, de Roma, sobre la película de Barzini. ¿Qué te parecen? —preguntó.

Jacob se encogió de hombros.

—Es simplemente el informe del interventor. Conocía esas cifras desde hace dos semanas.

— ¿Por qué no me dijiste nada? —preguntó Roger.

Estaba enfadado consigo mismo. Debía haberse acordado de que los interventores llevaban dos semanas de retraso.

— ¿Qué había que decir? —Preguntó Jacob—. Estamos metidos, no nos queda otro remedio que continuar.

—De todos modos, podías habérmelo dicho. —Roger estaba enfadado. — Soy tu socio.

—No quise preocuparte. Pensé que con Ana a punto de dar a luz, ya tenías bastante en qué pensar.

— ¿Bastante en qué pensar? —La voz de Roger tenía ahora un tono duro—. ¿Crees que soy un niño? ¿Crees que no me doy cuenta de que estamos a punto de quebrar? Te dije que no teníamos que habernos metido en esa condenada película.

Jacob se lo quedó mirando sin decir palabra.

—Tú eres el experto —continuó Roger en tono sarcástico—. Dijiste que este film iba a lograr todos los premios, pero lo único que conseguirá será llevarnos al juicio de quiebra.

—Espera un momento —exclamó Jacob—. Esta película es condenadamente buena. Le enseñé a Edward Cullen los dos primeros rollos y le gustó enormemente.

— ¿Conque le gustó, eh?... —dijo Roger—. Pues todavía no he visto que haya aportado nada de dinero.

—Sabes que ahora no puede hacerlo —dijo Jacob—. Hasta que esté terminada.

—Se te está burlando, Jacob. ¿Cómo no lo ves? —Roger estaba ahora ofensivo. — Ese muchacho es frío como el hielo; ahora comprendo su reputación. Se sirve de todo el mundo. ¿Crees que no conozco a este tipo de persona? El simpático goy (gentil), siempre sonriente, mientras que a tus espaldas piensa el modo de eliminarte.

Jacob no levantó la voz.

—Está bien, Roger, estás furioso, así que te lo perdono. Ahora vuelve a tu despacho, cálmate y ya hablaremos cuando estés más tranquilo.

—Estoy tranquilo ahora —repuso Roger—, completamente tranquilo. Devuélveme mi dinero, simplemente. No soy ambicioso. Si crees que el asunto es tan bueno quédatelo todo para ti.

— ¿No hablarás en serio? —dijo Jacob.

— ¿No lo crees? Pruébalo.

Jacob removió los papeles que tenía sobre la mesa, y tomó una carta con un cheque adjunto. Se lo tendió a Roger.

—Ahí tienes un cheque de «Laboratorios Supercolor», por doscientos de los grandes, que me prestan a cuenta del arreglo que hice de darles todo el trabajo de revelado y copias. Iba a mandarlo a Italia para pagar facturas de la producción. Ahora de ti depende. SÍ sigues pensando igual, quédatelo, pero si crees que todo el mundo en este negocio está tan loco como piensas que lo estoy yo, y que no saben lo que hacen, algún día lo sentirás. Decídete. Puedes dejarlo para la cuenta de la producción o quedártelo. Pero hagas lo que hagas no quiero oír de ti más quejas.

Roger se lo quedó mirando.

—Si lo tomo, ¿qué haces?

Jacob se enfrentó con su mirada.

—Hasta ahora me las he arreglado, me las arreglaré hasta el final.

Los dos sabían que tanto le costaría a Roger poner el cheque sobre la mesa como a Jacob pedírselo. Pero habían ido demasiado lejos. Jacob estaba rabioso. Jamás se lo pediría. Hacerlo se hubiera parecido demasiado a mendigar; y tenía su orgullo.

Cuando aquella noche llegó a casa, pudo notar por la expresión de Denise que su mujer ya lo sabía. Sin decir nada se fue directamente al dormitorio y empezó a cambiarse de ropa. Se puso una camisa y unos pantalones, se calzó las zapatillas; y se encaminó a la salita de estar. Sobre la mesita de café ya estaban el whisky y el hielo. Se preparó la bebida, puso en marcha el televisor para escuchar las noticias de las siete y se sentó en el sofá. Luego dio un largo trago.

Según tenían por costumbre, los niños aparecieron en la estancia después de la cena. Se encaramaron a su lado en el sofá y le dieron un beso.

— ¡Hola, papá!

Les sonrió.

— ¡Hola!, ¿habéis cenado bien?

Renesmee asintió y Júnior, que estaba mirando la televisión, ni siquiera se preocupó de contestar.

— ¿Qué estás mirando, papá? —preguntó Renesmee.

—Las noticias —repuso.

—En el canal dos están dando Persecución en el mar —dijo Júnior.

—Puedes verla después de las noticias —dijo Jacob.

—Entonces ya estará casi a la mitad —repuso el niño.

Jacob sonrió y le despeinó la cabeza.

—Está bien, puedes ir a verlo en tu televisión, si quieres.

—Gracias, papá —dijo Júnior, y antes de terminar las palabras ya había desaparecido.

Jacob se quedó mirando a su hija.

— ¿Y tú? ¿No quieres ir a verlo?

—Prefiero quedarme contigo.

Jacob<se la quedó mirando. Eso no era normal, ordinariamente en cuanto les daba permiso desaparecían. Ella se encaramó en su regazo. Durante unos minutos permanecieron en silencio; cuando comenzaron los anuncios, ella le tiró de la manga.

—Papá, ¿somos ricos?

Jacob sonrió burlonamente.

—No lo creo.

— ¿Somos pobres?

—No somos pobres.

—Entonces, si no somos pobres, somos ricos —dijo con su suave voz como llegando a una gran conclusión.

—Nunca lo había pensado de esta manera —dijo él—. Es un modo de verlo.

— ¿Somos tan ricos como el tío Roger?

— ¿Qué es lo que te hace preguntarme eso?

—Tía Ana se ha marchado poco antes de que tú llegaras. Ella y mamá han estado hablando. Ella ha dicho que el tío Roger tenía más dinero que nosotros.

—Es cierto, pero no hay nada malo en eso.

—También ha dicho que el tío Roger estaba harto de mantenernos —en su carita se notaba una expresión perpleja—. Yo creía que eras tú el que nos mantenías.

—Así es —repuso—. Por eso voy cada día a trabajar.

—Entonces, ¿por qué mamá se puso a llorar?

— ¿Eso hizo?

En aquel momento, la atención de la niña fue atraída por la pantalla. Jacob le volvió la cara hacia sí.

— ¿Cuándo lloró mamá?

—La tía Ana dijo que si no eras más amable con el tío Roger, no te daría más dinero y que entonces seríamos pobres porque lo perderíamos todo.

— ¿Eso dijo? —la voz de Jacob era suave.

—Sí —contestó Renesmee—. Entonces se marchó y mamá empezó a llorar.

Jacob permaneció en silencio un momento. Dio unos sorbos al whisky y miró la televisión, pero no podía concentrarse. Ana no estaba tan equivocada. Si no encontraba el dinero para terminar la película, podían llegar a ser pobres. No tanto como lo habían sido sus padres cuando él era niño, pero sí, comparado con lo que ahora poseían.

Renesmee se escurrió de su falda.

—Creo que voy a ver Persecución en el mar.

—Bien...

— ¿No seremos pobres? —Preguntó de nuevo—. ¿Quiero decir como esos niños de la India para los cuales hacemos colectas en el colegio? ¿Que se mueren de hambre y no tienen ropa que ponerse?...

—No te preocupes, eso nunca sucederá.

—Me alegro —dijo sonriendo repentinamente—. Creo que no me gustaría.

 

 

—No has comido nada —dijo Jacob mientras abandonaban la mesa.

—No tenía hambre.

Denise lo siguió hasta la salita de estar. El puso en marcha la televisión y levantó la tapa de la cubeta de hielo.

—Está derretido —dijo enfadado.

—Te traeré más. —Tomó el recipiente que se encontraba sobre la mesita y abandonó el cuarto.

El probó varios canales hasta encontrar algo interesante, y se acomodó en el sofá; se sirvió whisky en el vaso y lo mantuvo en la mano hasta que ella apareció con el hielo. Puso varios trozos y empezó a revolverlos con los dedos.

—Es una fea costumbre —dijo ella.

—Le da cierto sabor.

Se volvió y se dedicó a mirar la pantalla.

— ¿Otra película del Oeste? ¿No sabes mirar nada más?

—Me gustan las películas del Oeste —repuso defensivamente.

—Yo me voy a la cama —dijo antes de que él tuviera tiempo de añadir nada más.

Durante unos segundos permaneció mirando la pantalla, luego se levantó y la siguió al dormitorio, con el vaso todavía en la mano.

—Está bien —dijo mientras cerraba la puerta—. Desahógate de una vez.

Desde el armario donde acababa de colgar su traje se volvió hacia él.

—No me gusta la forma como estás procediendo. Ya no consultas tus ideas con nadie. Haces todo sin pensar en los demás. Actúas como si fueras la única persona que lo sabe todo.

Jacob echó un trago.

—Has cambiado —dijo ella—. No sé lo que te ocurre; antes no eras así.

— ¿Es esto lo que te ha dicho tu hermano?

—No he hablado con él —exclamó.

—No. Has hablado con Ana, y él le ha indicado lo que debía decirte.

—Ana puede verlo sin que se lo digan, y yo lo mismo.

— ¿Qué quieres que haga?

—Puedes llamar a Roger y darle una explicación. Está herido. Quizá de esta manera te devolverá el cheque.

—No —repuso—. No hay nada que explicar. Roger ha cogido el cheque porque le interesaba. Yo no le he forzado. Roger ha tenido toda la razón. He sido yo el equivocado, pero no sólo en esta ocasión, sino siempre. Nunca debí tener un socio. No soy de esta clase de personas; necesito ser el dueño absoluto. Por eso principalmente me metí en los negocios.

—Pero él era tu socio... Había puesto dinero.

—Se lo devolví. Ya lo sabes. Hasta el último céntimo, todo lo que había puesto. Aquellos doscientos mil eran su participación en el negocio antes de que emprendiéramos esta película.

—Roger dice que Edward Cullen te ha hecho perder la cabeza con sus promesas.

— ¡Roger es un saco de mierda! —Exclamó por primera vez con un tono de enfado—.Edward no me ha prometido nada. Lo único que ha dicho es que hasta el momento le gusta la película, nada más —vertió el último contenido de la botella en su vaso—. Roger debería haberse quedado en la administración de fincas. Es lo único que conoce.

—Pero, ¿y qué hay respecto al dinero? —preguntó ella—. Lo necesitas para terminar la película.

—Lo encontraré donde sea.

— ¿Dónde?

—No lo sé todavía —contestó mirándola—. Pero lo encontraré y con mis condiciones. Desde ahora el único socio que tendré serás tú.

Dejó la bebida y se encaminó hacia ella. Denise se arrojó en sus brazos y él apoyó la cabeza en su pecho.

—Estoy preocupada, Jacob.

—Yo también —confesó él—. Pero mañana habla con Renesmee. Ha oído tu conversación con Ana y cree que vamos a ser pobres. No hace falta que ella también se preocupe.

— ¿Nos ha oído?

Jacob asintió.

—Me ha dicho que tú estabas llorando, y ha llegado a la conclusión de que tendría que ir sin ropa y pasar hambre.

De pronto, las lágrimas acudieron a los ojos de Denise.

— ¡Pobre niña...!

Se acercó al armario y sacó un pañuelo.

—Ya estoy bien —dijo; se sonó—. Me parece que me iría bien una bebida.

Volvieron a la salita y él preparó algo para los dos. Precisamente se sentaron cuando empezaba un nuevo programa.

— ¡Dios mío!, otra película del Oeste —dijo Denise levantándose para cambiar de canal.

—No lo cambies. Edward me ha hablado de esa película. Es un nuevo tipo de «western». Psicológico. Cree que causará un gran impacto.

Ella lo estuvo mirando durante unos minutos.

—Me parece como todos los demás —dijo volviéndose a él—. Siguen disparándose unos a otros. Edward no sabe lo que dice.

Pero Jacob ni siquiera la oía, absorto en lo que ocurría en la pantalla. Ella estaba equivocada; esta película era diferente. Comprendió que Edward tenía razón. Iba a ser un éxito.

Cuando estaba terminando el programa, ella se volvió a mirarlo.

—Jacob, ¿qué vamos a hacer?

El la miró.

—En primer lugar voy a marcharme a Italia para echar un vistazo a la película yo mismo y averiguar qué es lo que realmente está sucediendo, y cuánto dinero más necesitaremos para acabarla. Quizás encuentre el modo de cortar algunos gastos. Ya veremos.

— ¿Y luego?

—Veremos lo que pasa —repuso.

De nuevo volvió su mirada a la televisión para ver el momento culminante de la película. La pequeña pantalla lo hipnotizaba. Lo arrancaba de sus problemas, y parecía como si lo transportara a otro mundo.

Y en cierto modo, así fue. Porque finalmente fue Edward Cullen quien le encontró la solución.

Capítulo 26: CAPÍTULO 8 Capítulo 28: CAPÍTULO 10

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
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