EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117577
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

Mis otras historias:

EL ESCRITOR DE SUEÑOS

EL ESCRIBA

BDSM

INDISCRECIÓN

EL INGLÉS

SÁLVAME

EL AFFAIRE CULLEN

NO ME MIRES ASÍ

EL JUEGO DE EDWARD

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 31: CAPÍTULO 13

Capítulo XIII

 

Las oficinas de la «Radiodifusión Sinclair», en Los Ángeles, estaban en el piso más alto de un edificio de veinte plantas, en el Boulevard Wilshire en Beverly Hills; el despacho de Edward se encontraba en la cara sur del inmueble y miraba hacia Hollywood, y hacia la ciudad. Cuando a la mañana siguiente entró Emmett en su oficina, Edward estaba de pie y con una taza de café en la mano, mirando por la ventana.

—Desde aquí, en una mañana clara, se puede ver el monte Baldy —dijo—. Casi está a sesenta y cinco kilómetros.

—Sí... —observó Emmett—; pero, ¿cuántas mañanas claras tenemos aquí?

—Más de las que crees —contestó Edward—. La niebla tiene más propagandistas de las que se merece.

Desde el intercomunicador que había sobre la mesa de Edward, se oyó la voz de la secretaria.

—Señor Cullen, tengo al teléfono al señor Brachman, de Supercolor, de Nueva York.

—Ahora me pongo —dijo Edward. Luego, dirigiéndose a su mesa, apretó un botón y cogió el teléfono—. ¿Ernie?, buenos días...

—Eso de buenos días será para ti, muchacho —exclamó Brachman—. Para nosotros, pobres esclavos que estamos en Nueva York, es casi la hora de comer, ya llevamos medio día de trabajo sobre la espalda.

— ¡Cuentista! —dijo Edward, riéndose—. Bueno. He leído vuestro informe anual. Vosotros sois los únicos del negocio que ganáis dinero. Lo único que hacéis es tirar copias e ingresar en el banco.

Brachman se rió a su vez.

—No está mal —admitió—. ¿Qué te pasa? ¿Estás contento de nuestro servicio?

—El servicio es bueno —dijo Edward—. Ahora, desearía que me hicieras un pequeño favor.

En el tono de Brachman se notó cierto alivio.

—Lo que quieras, sólo tienes que pedir.

—He oído que estás presionando sobre Jacob Black, y lo que quiero es que lo dejes en paz.

Hubo un momento de silencio.

—No sé si puedo hacer eso; está fuera de mi jurisdicción, Edward. Ha pasado a los abogados.

—Eres el presidente de Supercolor, ¿no? —la voz de Edward era fría—. Nada queda fuera de tu jurisdicción.

—Un momento, Edward, a mí me sucede como a ti. También tengo que responder  ante los accionistas. Mira, le prestamos a Black doscientos de los grandes para su película y él los ha usado para saldar una deuda que tenía con su cuñado. Si abandonamos este asunto, la película podría pasar a manos de otros acreedores y en tal caso, ¿qué haríamos?

—No me fastidies, Ernie. Vosotros le hicisteis el préstamo a Black para aseguraros todo el trabajo de impresión. No por otro motivo. No puede importarte nada lo que él haya hecho con el dinero.

—De acuerdo, si la cosa marchara bien y no hubiera problemas. Pero también hicimos una garantía sobre la película, para cubrirnos.

La voz de Edward continuaba tranquila, pero ahora tenía la dureza del acero.

— ¿Quién es tu mejor cliente, Ernie?

—Vosotros.

La respuesta fue inmediata, y sin ninguna vacilación. Era cierto y los dos lo sabían. Supercolor hacía todas las copias de los programas filmados de la Sinclair.

—Y nunca hemos pedido préstamo, ni anticipo, ¿verdad?...

—Es verdad, pero...

Edward lo interrumpió. Su voz seguía siendo engañosamente suave.

—El contrato para el próximo año se hará pronto. Como siempre, «Technicolor», «Deluxe» y «Pathe» nos harán una oferta. Y como siempre tú vendrás con los mismos precios aproximadamente. Yo tengo que presentar esas ofertas a la junta con mis recomendaciones.

Brachman se estaba poniendo furioso, pero respondió amablemente:

—De acuerdo, Edward, me pides un favor y yo lo hago. Ya te he dicho que sólo tenías que pedir. Espero, no obstante, que no nos cause perjuicio.

—No temas, es una gran película —afirmó Edward—. Muchas gracias, Ernie, te lo agradezco.

Colgó el teléfono y se volvió hacia Emmett. Este se lo quedó mirando.

— ¿Has perdido la cabeza, Edward?... Te has puesto un dogal al cuello. Ese Ernie Brachman es un mal bicho, y si pierde ese dinero, es capaz de presentarse ante Sinclair y decirle que te valiste de tu posición para empujarlo a ello.

—Bueno, ahora es asunto nuestro el lograr que las cosas no se vayan al diablo, ¿no?

Emmett se quedó sin saber qué decir. Al cabo de un rato, se puso en pie.

— ¿No tienes por ahí algo que sea más fuerte que el café? Necesito un trago.

Edward le señaló el bar y mientras Emmett se servía una copa, él se volvió a llenar la taza de café. Emmett apuró su bebida y volvió hacia la mesa.

—Mal asunto verse metido en un fregado tan de mañana —dijo Edward suavemente.

—De acuerdo —dijo Emmett—; y tengo la corazonada de que no has acabado aún con ese enredón amigo tuyo. Veamos qué hay más.

Edward lo miró sonriendo y se sentó.

—Tus corazonadas llevan camino de ser realidad. Tienes un nuevo cliente.

— ¿Yo? ¿Quién es?

—Jacob Black —contestó Edward—. Vas a hacer el trato para la distribución de su película.

— ¿Cómo diablos quieres que haga eso cuando él tiene su propia compañía de distribución?

—No se trata del ámbito nacional, vas a venderle los derechos para la distribución en el extranjero.

Emmett se lo quedó mirando perplejo.

— ¿Quieres decir que no tiene contrato para la distribución en otros países?

Edward negó con la cabeza.

—Sé que no lo tiene. Yo he contratado la película para la Televisión, y todos los contratos de distribución los hacemos nosotros.

— ¡Caramba!..., una película así puede hacer más dinero en el extranjero que aquí. Les encanta ese tipo de películas.

—Ahora ya lo sabes. Pero quiero cifras altas.

— ¿Como cuánto?

—Medio millón o más.

—Eso es mucho. Solamente los más importantes pueden hacer ese desembolso, y nunca pagan tanto dinero por los derechos de distribución fuera del país.

—Trans—World Pictures lo pagará —dijo Edward.

 

 

Era la una de la madrugada y Jacob estaba sentado al lado de la ventana contemplando como un buho la iluminada fachada de la embajada americana, que se encontraba al otro lado de la calle.

Tomó una copa de champaña de la mesa que había a su lado, hizo una mueca y volvió a la habitación.

— ¡Bebed! —Dijo—, todavía quedan cuatro botellas.

Las chicas sentadas en el sofá se rieron tontamente. El miró a Carlos.

—Lo menos que podías hacer era traerte unas putas que hablen inglés —dijo refunfuñando—. Tradúceles lo que les he dicho.

Carlos empezó a hacerlo, pero él le interrumpió.

—No, espera un momento, se me ha ocurrido algo mejor.

Se puso en pie, y de un modo algo inseguro se acercó al sofá. Luego se quedó mirando a las muchachas.

—Diles que a la primera que consiga excitarme, le daré una botella.

Se volvieron a reír. El se volvió a Carlos.

— ¿Estás seguro de que no hablan inglés?

Carlos asintió, y luego empezó a hablarles con gran rapidez; ellas le contestaron. Carlos se volvió hacia Jacob:

—Dicen que no son putas. Son artistas y que quieren ser tratadas con respeto.

Jacob se las quedó mirando y al cabo de un rato gritó:

— ¡Échalas!

Volvió a su silla y se sentó dándoles la espalda. Cogió su copa de champaña y de nuevo hizo una mueca.

— ¡Rayos y centellas! ¿Es que no queda aquí un poco de whisky decente?

—No —contestó Carlos—, y no puedo conseguirlo. Esta tarde nos han cortado el crédito.

—Me parece muy mal —exclamó Jacob severamente.

Tomó otro sorbo de champaña.

— ¡Esto es una mierda!..., ni siquiera se puede emborrachar uno de un modo respetable con estos pishachs (orines). Si algún día tengo dinero no beberé más que whisky. Sin agua, sin hielo, nada: puro whisky. Así por lo menos, cuando quiera estar shikker (borracho), lo estaré de verdad.

Se levantó de la silla y de nuevo se acercó a las muchachas.

—He oído de chicas que utilizan Sevent—Up y Coca—Cola para ducharse, pero, ¿habéis probado hacerlo con Dom Perignon del 55? Tiene que ser mucho mejor.

Las muchachas se rieron y una de ellas habló rápidamente con Carlos; éste se rió.

— ¿Qué dicen esas, putas? —Preguntó Jacob—. Dímelo.

—Dicen que aquí estamos perdiendo el tiempo y que por qué no nos vamos todos a la cama.

—Me parece muy bien —dijo Jacob—, pero si opinan que estamos perdiendo el tiempo aquí, espera a que lleguemos al dormitorio. Entonces sí que se darán cuenta de que pierden el tiempo.

Carlos dijo algo a las chicas y éstas se levantaron y se fueron al dormitorio.

—Podéis empezar vosotras —les dijo Jacob—. No me esperéis.

La puerta se cerró tras ellas y se volvió hacia Carlos.

—Nunca te prometí un trabajo seguro, ¿verdad?

Carlos negó con la cabeza.

—No te tomes las cosas así, jefe —repuso suavemente—. Algo saldrá de aquí.

—Seguro... —repuso Jacob sarcásticamente—, y sé lo que será: ¡yo! —Luego miró en torno a la estancia. — Dime, ¿cómo se las arregla uno para dar el vuelo de una suite como ésta, sin pagar?

Carlos no contestó.

—Vamos —Jacob cogió una botella y se encaminó al dormitorio. En la puerta se volvió a mirar a Carlos.

— ¿Adelante?

Sin prisas, Carlos se acercó. Jacob abrió la puerta y quedó clavado en el suelo.

— ¡Caray!, creo que dijiste que no entendían inglés, pero han empezado sin mí.

Por encima del hombro de Jacob, Carlos echó un vistazo al cuarto. Las dos muchachas se encontraban sobre la cama.

Jacob se volvió hacia él.

—No debemos molestarlas —dijo cerrando la puerta suavemente. Cuando se dirigían de nuevo a la salita, el teléfono empezó a sonar.

— ¿Quién diablos será?

Carlos cogió el aparato.

— ¿Pronto?...

Una voz carraspeó en el auricular. Carlos miró a Jacob.

—Es Emmett Savitt que te llama desde Los Ángeles.

— ¡Que se vaya a la mierda! Dile que no estoy; posiblemente se ha enterado de los cheques que endilgué a unos clientes suyos.

Carlos empezó a hablar de nuevo, pero se quedó cortado. Permaneció en silencio, escuchando atentamente y luego se volvió a Jacob otra vez.

—Dice que no es nada de los cheques; que tiene un negocio para ti sobre la película.

—Dame el teléfono, ¿a qué esperas? —Gritó Jacob casi arrancándoselo de las manos—. Hola, Emmett... —dijo en el micrófono—. ¿Qué es lo que se te ha ocurrido?...

Permaneció a la escucha y poco a poco el sudor empezó a inundar su frente. Sacó un pañuelo y se secó. Al cabo de un rato, dijo:

—Sí, sí..., adiós.

Colgó el teléfono y se volvió hacia Carlos. De pronto lo cogió por la cintura y abrazándolo lo levantó en el aire.

— ¡Tenías razón, bastardo moreno, tenías razón...!

—Bájame —chilló Carlos—. ¿Estás loco? ¿Quieres romperme algo?

Los gritos atrajeron a las muchachas hasta la puerta del dormitorio y se quedaron petrificadas observándolos. Jacob cogió dos botellas de champaña y les dio una a cada una.

—Volved a vuestro sitio, amantes —les dijo mientras las empujaba hacia el dormitorio y cerraba la puerta tras ellas.

Luego se volvió a Carlos.

— ¡Vamos! ¡Salgamos de aquí y busquemos un bar en donde se pueda beber verdadero whisky! Tenemos que celebrarlo.

— ¿Celebrarlo? —Preguntó Carlos—. ¿Qué es lo que tenemos que celebrar?

—Nos hemos salvado por el gong —explicó Jacob. En la cara de Carlos apareció una expresión de asombro—. De verdad. Emmett Savitt llega pasado mañana con el presidente y el jefe de ventas internacional de la «Trans—World Pictures». ¡Quieren proponernos un trato para la distribución de nuestra película en el extranjero!...

 

Capítulo 30: CAPÍTULO 12 Capítulo 32: CAPÍTULO 14

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
14444609 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios