EL HEREDERO

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2012
Fecha Actualización: 25/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 75
Visitas: 117576
Capítulos: 65

 

Fic recomendado por LNM

BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

El éxito es su religión: el talonario de cheques su arma de dominio; la competencia su infierno cotidiano. Una vez más, se nos muestra al desnudo un mundo vertiginoso, implacable: el mundo de los grandes negocios, que forma parte ya de la mitología del siglo. Sus héroes son hombres que pervierten cuanto tocan, que destruyen y se destruyen en un juego escalofriante de posesos. Gentes como Edward Cullen, que entre negocio y negocio, en una pausa en cualquiera de sus viajes, se complace en prostituir a una muchacha en aniquilar a un hombre indefenso. Hombres como Jacob Black, gozador insaciable de placeres, cercado siempre por un ejército sumiso de aspirantes a estrellas o de estrellas fracasadas a la caza del último contrato. BASADO EN THE INHERITORS DE ROBBINS

 

Mis otras historias:

EL ESCRITOR DE SUEÑOS

EL ESCRIBA

BDSM

INDISCRECIÓN

EL INGLÉS

SÁLVAME

EL AFFAIRE CULLEN

NO ME MIRES ASÍ

EL JUEGO DE EDWARD

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 4: CAPITULO 3

Capítulo III

 

Pasando entre los ascensoristas bajé por la escalera al restaurante. Charles me estaba esperando en la puerta. Me pasó el brazo por los hombros.

—Te he hecho preparar una mesa, en un rincón de atrás del bar —me dijo—. Emmett Savitt te está esperando. Te lleva dos martinis de delantera.

—Gracias, Charles —dije.

—De nada, compañero —sonrió, mientras por encima de mi espalda contemplaba la gente que iba entrando detrás de mí.

Atravesé el bar, que estaba llenísimo. El camarero se apresuró a señalarme la mesa.

Emmett levantó la vista, su cabello rubio oscuro cortado al raso hacía juego con su chaqueta a cuadros. Con voz nerviosa me preguntó:

— ¿Qué?

Me senté.

—Calma, amigo —le dije—. Lo hemos logrado.

— ¿Todo? —La pregunta fue hecha en un tono suave que rezumaba admiración—. ¿Tal como habíamos hablado?

Asentí.

—Presidente de la «Sinclair Televisión».

— ¡Dios mío! —dijo—. ¿Así, tan sencillo?

El camarero nos puso delante dos martinis. Emmett levantó la mano.

—Dobles —dijo. Luego me hizo una mueca y añadió—: ¿No tenía yo razón sobre el modo de tratarlo?

Levanté mi martini hacia él.

—Tenías razón —no quise desilusionarlo. No tenía por qué saber que yo escondía otro as bajo la manga. Pero yo no me engañaba. Bella me había conseguido el empleo más que cualquier otra cosa. Apuré la bebida. Me hacía bien al sentirla bajar por la garganta.

— ¿Has hablado de dinero, de contrato, de condiciones?

Negué con la cabeza.

—Para qué. Eso es cosa tuya.

— ¡Buen chico! —me dijo, sonriendo—. No te preocupes, te conseguiré un buen contrato.

—Estoy seguro —dije, sonriéndole a mi vez. Ante todo era un agente; y como todos ellos, una vez has conseguido un empleo, son ellos los que lo han logrado.

— ¿Dónde diablos te has metido esta tarde? —me preguntó. Lo único que he logrado de ti ha sido una nota diciendo que nos encontráramos aquí, y luego te has esfumado. Este no era momento para desaparecer. Mis úlceras se han agravado...

Me reí.

—No me he esfumado, pero tenía un asunto importante que no podía esperar.

Como por arte de magia, apareció ante mí otro martini. Lo cogí y miré a Emmett:

—Ahora necesito que sueltes a toda tu gente y me obtengas una información. Quiero un completo «curriculum» de todo el personal de la red. De programación, ventas, investigación, propaganda e ingeniería de ambas costas. Luego lo mismo estación por estación de todo el país. Después de esto, quiero un completo análisis de programas, producción y estimación nacional y por mercados. Además, necesito una lista de todos los «pilotos» en antena actualmente y en proyecto; y la quiero completa, de Sinclair y de todas las otras redes.

Ahora le tocaba cantar a él. Se agachó hacia la mesa que tenía al lado, y apareció con un grueso libro de hojas cambiables forrado de cuero negro. Observé las letras doradas de la cubierta. Era la primera vez que lo veía impreso, y era un cargo de verdad:

 

Confidencial para

EDWARD CULLEN

Presidente, «Sinclair Televisión»

 

—Me he adelantado, muchacho —dijo, con una mueca—. Todo, aquí está todo lo que me has pedido. Esta es la clase de servicio que recibes de mi Compañía. Desde que la semana pasada me hablaste de tu cita con Sinclair he tenido a todo mi departamento de investigación ocupado en eso. Ahora tengo a todos mis muchachos a punto, y estamos dispuestos a pasar la noche contigo, revisándolo todo punto por punto.

Le sonreí.

—Debería haber supuesto que lo tendrías todo preparado.

—Y no sólo eso —añadió—, he subrayado con rojo los «shows» que creo resultarán ganadores, y que podemos obtener para la próxima temporada.

—Estupendo —exclamé—. Pero, ¿qué me dices de lo que queda de ésta?

Su voz sonó de manera pontifical:

—Vamos, estamos en octubre. Ahora ya no tenemos tiempo de encontrar nada bueno. No puedes remediarlo.

— ¿Por qué no?

—Exageras mi capacidad. Sabes tan bien como yo que para esta temporada ya está todo comprometido desde hace meses.

—Yo no sé nada. Lo único que sé es que me he metido ahí, que estoy en la línea de fuego y que seré el blanco de los tiros de todos los que están resentidos por mi entrada. Y tú conoces a Sinclair mejor que yo. Espera que haga algo.

—No puede esperar milagros.

— ¿Qué te apuestas?

No me contestó.

— ¿Por qué crees que he logrado ese puesto? Supone que soy capaz de hacer milagros. Acuérdate de lo que hice por «Great World».

Bebió su martini todavía en silencio.

— ¿Qué compañía de cine está ahora pasando por un mal momento? —pregunté.

Miró tristemente a su vaso.

—Todas van mal. Ninguna ha logrado este año ni el olor de beneficios. Están como locos tratando de amañar su contabilidad para no enseñar el cáncer.

—De acuerdo. Quiero que mañana por la mañana salgas por ahí y compres tantas películas de alta calidad como puedas. Única condición: que sean posteriores al cuarenta y ocho.

—Estás bromeando —exclamó.

Sabía a lo que se refería. Hasta el momento, ninguna productora cinematográfica había cedido a la televisión película alguna producida después de 1948. Di a mi voz una entonación fría y dura. Tenía que dejar bien claro quién era el jefe allí.

—Con lo único que no bromeo es con mi negocio.

Esta frase dio con él el mismo resultado que con Sinclair. Hubo un sutil cambio en su voz.

—Costará una fortuna.

—No tiene importancia. ¿Has visto el último balance de la Sinclair? Más de cien millones de beneficio.

— ¿Qué harás con ellos cuando los tengas?

—Me ocuparé del espacio del sábado por la noche, de nueve a once.

Advertí que me había dicho «cuando», no «si».

Su voz denotaba desconcierto.

—Pero esto es volver a lo que la televisión ha hecho hasta ahora. Han pasteleado el negocio de películas para ellos.

—Te referirás a las otras empresas —recalqué—. La Sinclair está en el «vertedero». Lo único que tienen es dinero y yo intento usar un poco para que participen en el mercado.

—Pero estás equivocado —protestó—. Podemos hacer nuestros propios espectáculos.

Yo sabía lo que lo chinchaba. Las películas no daban el diez por ciento, y él no tenía ganas de perder ese jugoso ingreso de cada semana.

—Tienes razón —dije—, lo haremos el año próximo. Tú mismo has dicho que éste no era posible.

—Toda la industria se va a reír de ti.

— ¡Que se rían! Me tiene sin cuidado. Lo que importa son las estadísticas. No se reirán tanto cuando salgan las de Nielsen.

— ¿Cuándo quieres que empecemos? —preguntó.

Podía ver su mente trabajando a todo vapor. A mayor presión más alto precio, e iba a sacar un buen bocado. Era su negocio y no me importaba, con tal de que cumpliera.

—En enero —dije.

—No hay mucho tiempo. Resultará caro.

—Eso ya lo has dicho antes. ¿Conoces el «slogan» que usan las compañías cinematográficas?: «Las películas son la mejor diversión.» Bueno, pues yo opino igual.

—Espero que aciertes —dijo sombríamente, y apuró su vaso.

—Estoy seguro. Ahora pidamos la cena, y di a tus muchachos que nos encontraremos en mi apartamento a las once en punto.

Se adelantó a coger el teléfono que había sobre la mesa.

— ¿La misma dirección: Central Park West veinticinco?

—No —contesté—. Ático B, de Waldorf Towers.

Casi solté una carcajada al ver la expresión de sorpresa en su cara.

—No sabía que te habías cambiado —dijo.

—Eso ha sido precisamente una de las cosas que he hecho esta tarde. Me gusta vivir cerca del despacho.

 

Capítulo 3: CAPITULO 2 Capítulo 5: CAPITULO 4

 


Capítulos

Capitulo 1: Aquel día de la primavera pasada, por la mañana Capitulo 2: Nueva York, 1955 _ 1960 Libro primero Capitulo 3: CAPITULO 2 Capitulo 4: CAPITULO 3 Capitulo 5: CAPITULO 4 Capitulo 6: CAPÍTULO 5 Capitulo 7: CAPÍTULO 6 Capitulo 8: CAPÍTULO 7 Capitulo 9: CAPÍTULO 8 Capitulo 10: CAPÍTULO 9 Capitulo 11: CAPÍTULO 10 Capitulo 12: CAPÍTULO 11 Capitulo 13: CAPÍTULO 12 Capitulo 14: CAPÍTULO 13 Capitulo 15: CAPÍTULO 14 Capitulo 16: CAPÍTULO 15 Capitulo 17: CAPÍTULO 16 Capitulo 18: CAPÍTULO 17 Capitulo 19: Nueva York, 1955_1960 Libro segundo Capitulo 20: CAPÍTULO 2 Capitulo 21: CAPÍTULO 3 Capitulo 22: CAPÍTULO 4 Capitulo 23: CAPÍTULO 5 Capitulo 24: CAPÍTULO 6 Capitulo 25: CAPÍTULO 7 Capitulo 26: CAPÍTULO 8 Capitulo 27: CAPÍTULO 9 Capitulo 28: CAPÍTULO 10 Capitulo 29: CAPÍTULO 11 Capitulo 30: CAPÍTULO 12 Capitulo 31: CAPÍTULO 13 Capitulo 32: CAPÍTULO 14 Capitulo 33: Aquel día de la primavera pasada, por la tarde Capitulo 34: CAPÍTULO 2 Capitulo 35: CAPÍTULO 3 Capitulo 36: Hollywood 1960_1965 Libro tercero Jacob Black Capitulo 37: CAPÍTULO 2 Capitulo 38: CAPÍTULO 3 Capitulo 39: Capítulo 4 Capitulo 40: CAPÍTULO 5 Capitulo 41: CAPÍTULO 6 Capitulo 42: CAPÍTULO 7 Capitulo 43: CAPÍTULO 8 Capitulo 44: CAPÍTULO 9 Capitulo 45: CAPÍTULO 10 Capitulo 46: CAPÍTULO 11 Capitulo 47: CAPÍTULO 12 Capitulo 48: CAPÍTULO 13 Capitulo 49: Hollywood 1960_1965 Libro cuarto Edward Cullen Capitulo 50: CAPÍTULO 2 Capitulo 51: CAPÍTULO 3 Capitulo 52: CAPÍTULO 4 Capitulo 53: CAPÍTULO 5 Capitulo 54: CAPÍTULO 6 Capitulo 55: CAPÍTULO 7 Capitulo 56: CAPÍTULO 8 Capitulo 57: CAPÍTULO 9 Capitulo 58: CAPÍTULO 10 Capitulo 59: CAPÍTULO 11 Capitulo 60: CAPÍTULO 12 Capitulo 61: CAPÍTULO 13 Capitulo 62: CAPÍTULO 14 Capitulo 63: CAPÍTULO 15 Capitulo 64: CAPÍTULO 16 Capitulo 65: Aquell día de la primavera pasada, por la noche

 


 
14444606 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios