MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
Visitas: 113017
Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 62: CAPÍTULO 62

Capítulo SESENTA Y DOS

Esme contuvo el aliento, pero eso solo le hizo que se le apretase el pecho. La polla de Carlisle estaba dura y extendida, alzándose hacia arriba, hacia su cintura, fuera por completo de sus pantalones.

—Levántate—ordenó en voz baja tirando de su pelo.

Ella colocó sus manos sobre sus rodillas y se empujó para levantarse. La mano de él cayó de su cabello cuando ella se puso de pie delante de él, de espaldas a los dos hombres sentados a la mesa.

Se agarró la polla y se la acarició para mantener la erección, mientras su mirada se paseaba por todo su cuerpo.

—Date la vuelta.

Con sus ojos mirando hacia abajo, se dio la vuelta hasta que se enfrentó a la mesa. Detrás de ella, Carlisle se puso en pie, con sus manos deslizándose por la espalda de ella. La tomó de los hombros y la empujó hacia abajo hasta que su cuerpo estuvo sobre la mesa, con el culo en el aire y las piernas colgando, en una posición vulnerable.

Sus pechos se apretaron contra la madera pulida, la fría superficie contra su piel. Su mejilla estaba contra la mesa, la mirada ahora centrada en los dos hombres que se habían levantado de las sillas.

Eran hombres atractivos, uno sobre la edad de Carlisle y otro un poco mayor. Las protuberancias en sus entrepiernas le dijeron a Esme que la deseaban, que deseaban que les diera placer con su boca y su cuerpo, solo que Carlisle se había mostrado inflexible en su negativa.

Y luego, para su sorpresa, uno de los hombres cogió su brazo y tiro de él hacia arriba, hasta que la palma se apoyó en la mesa y sus dedos formaron una prisión ajustada a su muñeca. Había perdido de vista al otro hombre, pero luego su otra muñeca fue atrapada contra la mesa. Se quedó sin aliento, y los nervios la recorrían. Estaba cautiva e indefensa, atrapada contra la mesa y vulnerable.

Los dedos de Carlisle se apoderaron del tapón, y antes de que pudiera respirar, el todavía lubricado dispositivo se deslizó fuera de su cuerpo. Su ano se estremeció como reacción, que seguía extendido por el tapón.

Antes de que su cuerpo pudiera relajarse y retomar su forma, la cabeza chata de la polla de Carlisle presionaba con fuerza su esfínter. Los hombres la retenían con fuerza, como si esperaran que se resistiera. Ella podía oír sus rápidas respiraciones. Podía sentir la chispa tangible de su excitación mientras veían como Carlisle la esclavizaba.

Con un impulso, Carlisle la inmovilizó contra la mesa, deslizando su polla profundamente en su culo. La sensación de aspereza a través de los delicados tejidos de su ano era más de lo que casi podía soportar. Gritó, intentando separar su cabeza de la mesa, pero uno de los hombres la empujó de nuevo, la palma de la mano firmemente contra su mejilla. La fuerza y la dominación enviaron una gran cantidad de excitación a través de su cuerpo tembloroso.

Él la extendió hasta lo imposible, sus huevos apretaban contra su coño mientras se esforzaba hacia delante. Ella fue llenada por completo, la mordedura del dolor haciéndola que su cabeza nadara en los límites del éxtasis, llamándola a seguir el camino de la decadencia.

La mano de él se deslizó por la espalda enredándose en su pelo, pelo que aún no había cepillado, como había prometido. El otro hombre movió su mano de su cara, y los dedos de Carlisle, atraparon su pelo húmedo y tiró, obligándola a mover la cabeza.

Ella sabía lo que quería, sabía que querría ver a los hombres sujetándola, para entender, que si bien podían ver y tocar, pero nunca podrían tenerla.

Su cuerpo estaba sobre el de ella, la montaba posesivamente, una muestra de su propiedad. Por un largo momento, se quedó asentado en ella, sujetándola a la mesa mientras los dos hombres miraban con los ojos brillantes, sus dedos clavándose en sus muñecas.

Entonces, él comenzó a moverse. Suavemente al principio, se retiró, deslizándose por el agujero distendido, la apertura ampliada para él. Entonces, cuando la corona de su pene llego de nuevo a su esfínter, se lanzó de nuevo hacia delante, golpeando sus caderas contra su culo.

Intentó procesar el aluvión de sensaciones. Trató de poner nombre a la emoción deliciosa de tener a un hombre enterrado profundamente en su culo. Nunca antes había sentido algo igual, entre la mordedura del dolor y el beso del placer, mezclados tan bien, que cuando acababa uno y empezaba el otro, no sabría decirlo.

El alivio cuando se retiraba, y cuando llegaba a la plenitud arrolladora, era intensamente placentero. Pero cuando empujó de nuevo hacia delante, la volvía a abrir a sus avances, el remolino oscuro del dolor cortaba el placer, y esperó hasta que se quedó sin aliento para respirar. Por misericordia.

Su mano dejó su pelo, y sus dedos se apoderaron de sus nalgas, apretándola cuando su gorda polla trabajaba dentro y fuera de ella.

Ella estaba allí, indefensa ante su pasión, y vio a ambos hombres a su lado tan tenues como los contornos de lo demás. Solo existía Carlisle y el placer que le daba, el placer que le obligaba a tomar.

Se retiró, saliendo del todo de ella, dejando la cabeza de su polla entre sus nalgas.

—Dime qué quieres—dijo con voz gutural, áspera y ronca por la necesidad. — Dime que quieres mi polla en tu culo.

—Por favor—murmuró.

—No puedo escucharte—dijo duramente.

— ¡Por favor!

—Dime qué quieres Esme.

—Tu polla. En mi culo. Por favor—pidió.

Colocó su glande contra su entrada arrugada y empujó hacia delante, reabriéndola suavemente. Luego se retiró. Por completo. Su culo dolía con un dolor pulsátil y palpitaba.

Las manos dejaron sus muñecas en libertad. Carlisle se apoderó de sus caderas y la volcó sobre la mesa de manera que su espalda estaba pegada en la mesa. Por primera vez, ella lo miró a los ojos, y lo que vio, le quitó el aliento. Había una luz salvaje. Intensa, implacable, como si el hombre tranquilo, culto, hubiera sido sustituido por un animal gruñendo para dominar a su cautiva.

Él le abrió las piernas y los dos hombres la cogieron de los brazos, obligándolos a subirlos por encima de la cabeza. Esa nueva posición ponía sus pechos hacia arriba, y Carlisle se inclinó, con los labios hambrientos, para devorar los rígidos picos. Su boca era áspera, hambrienta, con los dientes raspando los pezones mientras mordía fuertemente. Ella se movió inquieta, con muchas ganas de tocarlo, pero sus captores la sujetaban con fuerza contra la mesa.

Cuando Carlisle se alejó, él empujó bruscamente las piernas y los dos hombres agarraron cada uno un tobillo, y tiraron hacia arriba y hacia fuera, dejando su culo y su coño desnudos, incapaz de hacer nada, a merced de Carlisle. Él tomó sus nalgas, amasándolas con fuerza.

Los hombres la forzaron hasta lo imposible cuando Carlisle apoyó su gorda polla contra su nuevamente cerrado recto. Oh, Dios. Él no era suave. La volvió a abrir con una presión implacable, y su nueva posición hacia que estuviera en un ángulo para el que no estaba preparada. Gritó y empujó hacia arriba, pero incluso cuando el dolor hizo mella en ella, dio paso a un placer oscuro, nervioso, envuelto en un abrazo de dolor. Su mirada se mantenía ahora en ella, mientras flexionaba las caderas y se hundía más en ella. Empujó hasta que estuvo completa y totalmente abierta para él.

Cerró los ojos y abrió la boca en un grito silencioso de agonía. De placer. Del más dulce y oscuro éxtasis que hubiera conocido jamás. Que la abrumaba. Que la hacía hervir una y otra vez, él envió la espiral de placer hacia abajo, hasta que ella no pudo pensar. Solo sentir.

Él la tenía en ese momento. No solo tomaba posesión de su cuerpo de la forma más primitiva, sino que poseía su alma. Suya. Tomada. Poseída.

Los otros hombres fueron olvidados, y ya no eran parte de su fantasía. No significaban nada, no se mantenían en sus deseos. Solo existía Carlisle y la forma en que la hizo sentir. Apreciada. Protegida. Poseída.

Se inclinó sobre su cuerpo y barrió con su lengua los pezones que había asolado pocos minutos antes. Los labios calientes le acariciaron, lamieron y besaron mientras murmuraba palabras dulces contra su piel.

Sus músculos apretados y por encima de ella, fueron recorridos por un escalofrío. Sus manos se deslizaron por su cintura aun cuando el agarre de los hombres la apretaban y tiraban con fuerza de sus brazos y piernas. Sosteniéndola firmemente en su lugar, bombeando contra su culo, forzando violentamente contra ella como si tratara de insertarse en cada rincón de su alma.

Se abrió a él. Se soltó y lo abrazó, permitiéndole verla vulnerable, sus esperanzas y temores, sus más secretos deseos.

—Voy a correrme, Esme—susurró mientras levantaba la cabeza de su pecho. — Voy a correrme tan profundamente dentro de ti que sabes que voy a estar ahí. Una parte de ti…

Cerró los ojos e inhaló, permitiendo que esas dulces palabras que fluían como miel sobre su cuerpo. Él se movía más rápido y más fuerte, sus caderas empujando sobre su culo, el sonido de unión de la carne con la carne resonando fuerte en el aire.

Y luego se calmó. Enorme e hinchado dentro de ella, impulsándose con su polla le partió el culo y se derramó en su interior.

Los dos hombres a su costado la dejaron ir tan abruptamente que Carlisle se quedó allí, su eje duro y grueso dentro de ella. Oyó los impacientes tirones y las suaves maldiciones, llenando sus oídos.

—Mírame a mí, Esme—dijo Carlisle con fuerza mientras permanecía de pie entre sus piernas, insertado profundamente dentro de ella. — No quites la vista de mí.

Asintió con la cabeza, su letargo la hacía lenta y confusa.

Oyó suaves gemidos y vio a los dos hombres en su periferia. Tuvo la tentación de mirar, pero Carlisle se lo había prohibido, envió una onda a la carne viva de su entrada anal, estirándola de tal manera que se ajustó a su alrededor.

—A mí, Esme. Solo a mí.

Líquido caliente la salpicó en el pecho y emitió un grito de sorpresa al darse cuenta de que los dos hombres se corrían en su piel. Salpicaron sus pechos, pezones y el revestimiento suave del interior de sus muslos. Un chorro cayó sobre su mejilla y otro en los labios. La cálida ducha de la parte superior de su cuerpo, incluso mientras su ano exprimía el último semen de Carlisle.

Se percató de la diferencia. Carlisle se había corrido en su interior. A los hombres solo se les habían permitido correrse sobre su cuerpo, y no se les había permitido entrar en ella.

Finalmente, los suaves gemidos se disiparon y el líquido caliente que le caía sobre su cara y sus pechos cesaron.

Cuando el último chorro de semen de Carlisle fue expulsado, se apoyó fuertemente sobre ella, su respiración en rachas irregulares. Todavía incrustado en su culo, su polla se estremeció, y finalmente, se suavizó en un estado semi erecto.

Se levantó sobre ella, enviando a su polla más profundamente. Ella gimió suavemente mientras su entrada se extendía y protestaba.

Suavemente, se retiró dejando salir un poco de semen. La ayudó a levantarse de la mesa para quedarse de pie con piernas temblorosas. El líquido corría por la parte posterior de sus piernas, pero aun así, se puso de pie, esperando sus órdenes.

Miró su cuerpo con satisfacción, y se preguntó qué veía él, con su cuerpo cubierto con los fluidos de otros hombres, y el semen de Carlisle corriendo por la parte de atrás de sus piernas.

—Ve a limpiarte—dijo suavemente. — Y después vuelve.

Cuando Esme regresó media hora más tarde, los hombres ya se habían ido y Carlisle estaba sentado en la sala de estar, el colchón donde había dormido la noche anterior colocado a sus pies. Se acercó sin decir nada y se arrodilló sobre la almohada. Las manos de Carlisle encontraron su cabeza y la guiaron a su regazo. Cerró los ojos y le acarició la mejilla contra la pierna mientras con la mano le acariciaba el pelo.

—Date la vuelta, que voy a cepillarte el pelo—dijo después de varios minutos de silencio.

Ella obedeció y se instaló entre sus piernas mientras el cepillo corría por su pelo largo. Un suspiro de satisfacción se le escapó mientras el placer de su atención se establecía como una neblina caliente. Durante mucho tiempo estuvieron en silencio, reacios a romperlo con sus preguntas. Cuando tiró de su pelo por última vez y puso el cepillo a un lado, se volvió para mirarlo.

Ella ladeó la cabeza hacia un lado, no estando segura de darle voz a su curiosidad.

Acarició su mejilla, trazando una línea desde su sien a su mandíbula con el dedo.

—Haz tu pregunta, Esme mía. La veo a punto de estallar en tus impacientes labios.

Ella sonrió y se inclinó ante ese toque.

— ¿Por qué te desviaste de la fantasía?

Hizo una pausa, su dedo en la comisura de la boca.

— ¿Te molesta que no quisiera sus pollas en tu boca o dentro de ti?

—No—admitió. — No creo que me hubiera gustado la fantasía como yo imaginaba. Quiero decir, en teoría, parecía sexy, atrevida incluso. En realidad, la idea que…—No se atrevía a decir que chupar pollas no era tan atractivo como le había parecido en la intimidad de sus fantasías.

—Me complace—dijo simplemente. — Traté de seguir siendo fiel a tu fantasía, pero quería que supieras que yo no comparto lo que considero mío.

Ella frotó la mejilla contra su palma.

—Estoy contenta—dijo con sinceridad. — Yo pensé…creo que lo que hice, fue interesante. — Suspiró cuando Carlisle le acarició la cara con la palma de la mano mientras la escuchaba con atención. — Sonaba… No sé, como que podría ser excitante, cuando hable con Bella de ello. Tener a más de un hombre centrado en mí o verme obligada a atender sus necesidades de más de un hombre.

Tomó la mano de Carlisle entre las suyas, se la llevó a sus labios, la única necesidad de tenerle cerca.

—Cuando llegó el momento para ello… esta mañana, cuando pensé que me mandarías que le diera placer a esos hombres, porque era algo que yo quería hacer… estaba asustada. Yo no quería eso. Yo sólo te deseaba a ti.

Carlisle sacó las manos de su agarre y la instó a subir a su regazo. El acarició la barbilla abrazándola estrechamente.

—Si hay algo que te dé miedo, me lo dices. No voy a ser parte de algo que te asusta. En cuanto a los otros hombres, me alegro de que no tengas deseo de sus atenciones, porque es algo que no voy a tolerar.

Ella sonrió.

—Suenas muy posesivo. Me gusta.

Le devolvió la sonrisa, pero su expresión era grave. Un escalofrío recorrió su piel y le dio una punzada en el corazón. Ningún hombre la había querido jamás de esa forma.

La verdad la golpeó con una fuerza desgarradora.

Esto no era real.

Se trataba de una elaborada farsa. Eran actores en una obra. Un guion escrito por ella. Él actuaba en un papel que ella le había pedido. Su lujuria podía ser real pero solo era sexo.

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