MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 15: CAPÍTULO 15

Capítulo Quince

 

Se puso de pie y le tendió la mano. Ella se la tomó y le permitió ayudarla a levantarse. Sus piernas temblaban, y esperaba que pudiera evitar que sus rodillas se golpearan entre sí. Descubrió que no estaba tan nerviosa como emocionada. Intrigada. Y un poco más que excitada.

—Estaré contigo en cada paso del camino. Si tienes alguna pregunta, alguna preocupación, con mucho gusto te las contestaré.

Bella sonrió.

—Está bien, entonces. Estoy lista.

Él metió la mano bajo su brazo y la condujo hacia la puerta de la sala de estar.

—Daremos un tour por las habitaciones sociales del nivel inferior primero. Te darán una idea de cómo funcionan las cosas de relajadas aquí. Nadie espera que interactúes o los saludes, a no ser que sea tu deseo. Todo el mundo aquí está perfectamente acostumbrado a la circunspección.

Ella le apretó el brazo con los dedos. Él se volvió y la miró inquisitivamente.

—Verdaderamente aprecio lo que has hecho para que me sienta a gusto. Si haces esto con otros miembros, puedo entender por qué tu establecimiento tiene tanto éxito.

Él sonrió y puso su mano sobre la suya.

—Sólo espero que encuentres lo que sea que estés buscando.

Yo también.

Entraron en una habitación más grande, donde varias personas estaban de pie y sentadas alrededor hablando. Era una fiesta por el ambiente, pero no de la variedad fuerte y estridente. Era más como una reunión de alto nivel donde la charla era baja. Música suave de piano sonaba de fondo, y un camarero caminaba entre los reunidos, distribuyendo vasos de vino y canapés.

Unos pocos se volvieron y le sonrieron a Carlisle, pero ninguno se acercó a él.

—Esta es la sala de reuniones principal. Habitualmente la primera parada para cualquiera que venga a la casa. De aquí, la gente se separa o va a las escaleras para otras actividades. No siempre el sexo o el deseo están en juego. Muchos de nuestros miembros sólo vienen aquí a reunirse con personas de ideas afines y a pasar la noche hablando y visitando.

Pasaron unos momentos rodeando la habitación, y Bella se esforzó por no estudiar a los otros miembros. Sin duda ellos agradecerían su cortesía de no mirarlos. Pero aun así, no pudo resistirse a dar rápidas miradas por las esquinas de sus ojos.

Había una mezcla interesante de personas. Algunos estaban vestidos en blanco, mientras que otros habían adoptado un aspecto mucho más informal. Jeans, camisetas, tenis. Se alegró de haber optado por un conjunto entre elegante y muy casual.

Ausentes, para su alivio, estaban los trajes de cuero Klingon que se sentía avergonzada de admitir que había pensado vería. Para su sorpresa, la gente tenía un aspecto normal, de gente común y corriente.

Tal vez esperaba réplicas de las rarezas que había encontrado al mismo tiempo que había recorrido internet, pero claramente, esos no se encontraban aquí.

Carlisle le tocó el brazo, y ella lo miró.

— ¿Estás lista para seguir adelante?—le preguntó.

Ella asintió, y él la sacó de la habitación y bajaron a una sala más pequeña, más íntima de reuniones. Ahí, la mayoría de las personas estaban sentadas en grupos muy unidos. Dos hombres estaban sentados en un sofá, y una mujer estaba encaramada en uno de sus regazos conversando con los dos chicos. El segundo hombre movía la mano arriba y abajo de su pierna, mientras que las manos del otro hombre apretaban libremente sus caderas.

Las mejillas de Bella entraron en calor otra vez. Era obvio que la mujer ocupaba la atención de los hombres. Una sonrisa de satisfacción curvaba los labios de la hermosa mujer. La mirada de Bella se clavó en la escena ante ella tan intensamente que tuvo que esforzarse por arrastrar su mirada lejos, a los otros ocupantes de la habitación.

A varios metros de distancia, un hombre alto se dio la vuelta, y cuando vio a Carlisle, una amplia sonrisa subió a su cara. Hizo un gesto y se acercó a ellos. Bella tuvo un momento de pánico cuando Carlisle empezó a avanzar.

Carlisle la miró y sonrió tranquilizador.

—Está bien—murmuró.

El hombre que se acercó y estudió con interés no disimulado a Bella. Era un hombre mayor. No viejo pero de más edad que Bella. Ella calculó que estaría pasando la treintena.

—Carlisle, es bueno verte—dijo el hombre, tendiéndole la mano.

Carlisle sonrió y le estrechó la mano.

—Tony, me alegro de verte. —Miró de nuevo a Bella. —Bella, quiero que conozcas a Tony. Tony, esta es Bella. Es mi invitada especial de esta noche.

Bella se estremeció al contemplar a Tony con la intención parpadeando hacia ella. Poco a poco extendió su mano a ella.

—Muy contento de conocerte, Bella.

Cuando ella deslizó su mano en la suya, en vez de sacudírsela, se la subió para besar el dorso de su mano. Ella se ruborizó como loca.

Tony se rió encantado cuando le soltó la mano.

—Me encanta una mujer que se sonroja.

—No te entretenemos—le dijo Carlisle a Tony. —Tengo un tour que dar.

—Fue un gusto conocerte, Bella. Espero verte de nuevo—dijo Tony en voz baja.

La descarada invitación hizo que la piel de gallina llegara a su piel. Su estómago se revolvió nervioso con ansiedad, y estuvo agradecida porque Carlisle tirara de ella alejándola.

Sus dedos se curvaron sólo un poco más apretados alrededor del brazo de Carlisle mientras él la llevaba hacia las escaleras. Así, pasaron por las dos habitaciones al otro lado, donde la gente se había esparcido en pequeños grupos que hablaban y socializaban.

— ¿Lista?—le preguntó al llegar a la parte inferior de las escaleras.

Ella respiró hondo y trató de aplacar a las mariposas que hacían volteretas en su estómago.

—Lista.

Sonrió y empezó a subir las escaleras. Cuando llegaron a la cima, se sorprendió por las puertas cerradas. Carlisle llegó a la perilla.

—Las paredes de aquí son a prueba de ruidos. Es para reducir las distracciones al mínimo.

Cuando abrió la puerta, el murmullo de voces llegó a sus oídos. Ella se esforzó por oír más mientras entraban en el hall. Pasaron varias puertas cerradas, y Carlisle no hizo ningún movimiento para abrirlas. Debía ser el tipo de alojamiento privado que él había mencionado. Lo que no daría por saber lo que estaría pasando detrás de esas puertas.

Mientras se aventuraban más abajo a lo largo camino del pasillo, otros sonidos le hicieron cosquillas en los oídos. Sonaban curiosos.

Gemidos, unos pocos jadeos, un sonido de bofetadas, como el golpe de piel sobre piel. Se hicieron más fuertes hasta que ella y Carlisle hicieron una pausa dentro de la puerta de entrada a una gran sala común.

Aunque no había una división real, la habitación estaba organizada en varias secciones, simplemente por la disposición de los diversos muebles. La decoración también era diferente para los segmentos.

Mujeres, hombres, algunos desnudos, otros no, algunos en abrazos apasionados, algunos en posiciones que no podía discernir cuál era su propósito, estaban en la habitación.

Carlisle pareció darse cuenta que necesitaba tiempo para ordenar la avalancha de imágenes que llegaban demasiado duro y rápido para que ella las digiriera de inmediato.

—Empecemos por la derecha—le murmuró a ella. —Haremos el círculo.

Carlisle saltó cuando alguien le tocó el brazo y se inclinó para susurrarle en la oreja. Parecía ser una de las personas que trabajaban para él, aunque ella no podía estar segura. Carlisle frunció el ceño a continuación, poniendo una mano en su espalda.

—Hay una llamada que debo tomar. Será sólo un momento. Joseph se quedará aquí contigo hasta que regrese.

Le apretó la mano con la otra antes de apartarse y retirarse camino del pasillo.

Joseph estuvo atento a su lado mientras su mirada se acercaba de nuevo la sala. Había tanto que asimilar que tenía dificultades para procesarlo. A su derecha inmediata, donde Carlisle había tenido la intención de que comenzaran, dos hombres estaban enredados en un abrazo apasionado que le recordó algo que podría encontrar en una habitación japonesa.

A pesar que sus besos eran salvajes, rápidos, calientes, se dedicaron a quitarse la ropa en un proceso lento, medido. Cuando se dio cuenta de lo mucho que los estaba mirando, ella apartó la mirada, avergonzada de sus miradas lascivas.

—Está bien—susurró Joseph cerca de su oído. —A nadie en las zonas comunes les importa ser mirados. Muchos de nuestros clientes habituales observan rutinariamente esas exhibiciones. El voyerismo sexual es un muy legítimo placer.

Su mirada se disparó a su cara, y el calor se arrastró hasta llegar a su cuello y orejas. Sólo la palabra voyerismo sonaba fea y más que un poco repulsiva. Joseph le sonrió pacientemente como si comprendiera su malestar.

Pero a pesar que estaba avergonzada por la estrecha vigilancia de los dos hombres, su mirada se desvió de regreso. La visión de dos hombres encerrados en un abrazo tan erótico la fascinaba.

Sus ojos se abrieron más cuando uno de los hombres le quitó los pantalones al otro, liberando su turgente erección. Sus labios se separaron, un poco en estado de shock, un poco porque su respiración se aceleró, rápida.

Cuando el primer hombre movió suavemente sus labios sobre el pene del otro hombre, el pulso de Bella comenzó a correr.

La vista le debería dar rechazo. Algo le decía que lo debería hacer, pero con la misma rapidez la descontó como una idea absurda.

Los ojos del hombre se desviaron en su dirección, y por un momento sus miradas se entrelazaron. Ella debió haber desviado la mirada, pero se sintió incapaz de hacerlo. Una sonrisa, secreta curvó los labios del hombre mientras dirigía su boca hacia arriba y abajo del pene de su amante. Después, le guiñó el ojo con descaro a Bella. Ella sonrió y le hizo un guiño pero después rápidamente se reprendió por ser tan descarada. Dio un salto cuando Carlisle puso su mano sobre su brazo. No se había dado cuenta que había regresado. Él le sonrió.

—Mis disculpas. Tuve que tomar una llamada de uno de nuestros miembros. ¿Estás lista para continuar?

Su mirada se volvió a los dos hombres haciendo el amor en la cubierta de seda antes de asentir.

La siguiente área tenía dos parejas, una en un sofá y la otra en el suelo, con almohadas rodeándolos. La mujer en el sofá, apoyaba la espalda, con las piernas abiertas frente al hombre arrodillado frente a ella. Tenía la cabeza inclinada hacia su sexo, y pasaba la mano por su pelo, acariciándolo.

La mujer en el suelo, estaba sobre sus manos y rodillas, mientras el hombre detrás de ella se impulsaba con entusiasmo en su cuerpo.

—Intercambio de pareja—dijo Carlisle en voz baja.

Los ojos de Bella se abrieron.

—Ah, ¿Quieres decir cómo cambiar los unos con los otros?

Carlisle sonrió.

—Supongo que podrías ponerlo de esa manera.

Le tomó el codo con su mano y señaló con la otra mano un área en la esquina.

—Creo que lo siguiente podría interesarte.

Cuando levantó la vista y vio lo que estaba señalando, se le secó la boca. Una mujer estaba atada a una cama, con los brazos levantados encima de su cabeza y estaba asegurada a los postes de la cama. Tenía los ojos vendados y estaba amordazada. Un hombre tenía las piernas separadas y los tobillos cubrían sus hombros cuando la penetraba en varias ocasiones. A pesar de la mordaza, Bella podía oír sus gemidos de placer. Mezclados con los golpes fuertes de los muslos del hombre contra la parte trasera de sus piernas, sonaba increíblemente erótico.

Un cosquilleo en el estómago de Bella comenzó y se abrió camino hacia abajo hasta su clítoris que se apretó con tensión entre sus piernas. Sus pezones se erizaron y formaron puntos tensos. Cruzó los brazos tímidamente sobre el pecho, no queriendo que nadie viera su reacción visible a la escena de juego ante ella. Sus ojos estaban clavados, y no pudo apartar la vista ni los sonidos de la pareja. Parpadeó sorprendida cuando otro hombre se acercó a la cama, con una mano envuelta alrededor de su pene que sobresalía.

El primer hombre, se alejó de la mujer, mientras el segundo se acomodaba entre sus piernas e inmediatamente comenzaba a mecerse en su contra. El primer hombre se movió hasta la cama y comenzó a jugar con los pezones de la mujer, tomándolos entre sus dedos. Luego se inclinó y comenzó a chuparlos y a apretarlos mientras el segundo hombre parecía decidido a follarla.

Al mismo tiempo, la mujer se retorcía debajo de ellos, con los brazos esforzándose contra sus ataduras. Los ojos de Bella estaban pegados a las cuerdas en las muñecas de la mujer, y un dolor peculiar se estableció en su pecho mientras se imaginaba en el lugar de la mujer.

— ¿Te gusta esto?—Carlisle le preguntó en voz baja.

Bella asintió, incapaz de darle voz a su acuerdo.

—Entonces ven. Hay más—dijo él simplemente.

Ella lo siguió, aunque se mostró reacia a dejar al trío. Quería ver su desempeño hasta el final. Hasta que los hombres cedieran y la mujer fuera liberada.

Se movieron a la parte trasera de la sala, justo frente a la puerta por la que habían entrado. Bella ladeó la cabeza con curiosidad cuando vio a un hombre empujar a una mujer de rodillas delante de él. Alargó la mano hacia la cremallera de sus pantalones y unos segundos más tarde empujó su pene.

Con su mano libre, ahuecó el mentón de la mujer y ladeó su cabeza para que su boca rozara su erección.

—Abre—ordenó.

Ella obedeció.

Él arqueó sus caderas hacia delante, deslizando su pene en su boca. Con su mano tomando su mandíbula, y con su pulgar presionado en su mejilla para mantener su boca abierta. Deslizó la otra mano de la espalda a su cabeza, con sus dedos enredándose en su pelo mientras la penetraba más fuerte.

Durante varios segundos, el único sonido fue el ruido de succión húmeda mientras sus caderas se reunían con sus mejillas.

La imagen hacía más por ella que la acción. He aquí un hombre que, obviamente, ejercía el control sobre una mujer. No era fuerte o desagradable, de hecho, pronunciando sus órdenes en voz muy baja, pero había un hilo de autoridad en su voz que la hizo temblar bordeando la espalda de Bella.

El hombre retrocedió de pronto.

—Levántate—le ordenó a la mujer.

La mujer se levantó con piernas temblorosas, con sus pechos desnudos flotando mientras contenía el aliento. El hombre alcanzó una paleta de madera que descansaba sobre una mesa cercana y le hizo una seña a la mujer con la mano. La mirada de Bella siguió a la mujer mientras ella se movía hacia un objeto con forma extraña, que era una extraña mezcla de metal y cuero acolchado.

En el centro había un lugar que le recordó a Bella una silla invertida. Su uso se hizo claro, cuando la mujer se inclinó sobre ella, con la muesca acunando su abdomen. Sus piernas se apoyaron en la V invertida que surgía desde la cuneta hasta que su cuerpo se mantuvo en línea exacta con el aparato.

Su cabeza cayó por el otro lado, con sus brazos colgando, y luego sus manos se agarraron de la base para mantener el equilibrio.

La mirada de Bella revoloteó de nuevo al hombre, que dio la vuelta detrás de la mujer, con sus pasos lentos y medidos. Sus dedos se curvaron alrededor de la paleta que se asemejaba a un palo de disciplina de la vieja escuela.

Su mano tomó y acarició el trasero desnudo de la mujer. Luego levantó la parte trasera de la paleta y le dio contra la nalga. Bella dio un salto mientras el chasquido del sonido llenaba el aire.

La mujer también brincó y luego dejó escapar un gemido cuando se reacomodó en su posición.

—No debes hacer ningún ruido—el hombre le ordenó. Él la golpeó de nuevo, esta vez en la otra nalga.

La sangre subió a la cabeza de Bella, y su pulso se golpeó duro en sus sienes. Sus dedos se sacudieron, y los dobló en equilibrio a su lado. El hombre continuó su programa de dominación, y Bella tuvo poco tiempo para reflexionar sobre su reacción extrema a esa escena en particular.

Estaba demasiado ocupada absorbiendo, experimentando todo eso tan confuso.

—Dime, ¿Te gustaría probarlo?—le preguntó Carlisle.

Capítulo 14: CAPÍTULO 14 Capítulo 16: CAPÍTULO 16

 


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