MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 47: CAPITULO 47

 

Capítulo cuarenta y siete

 

Esme leyó el archivo del cliente potencial con ceño fruncido, concentrándose mientras asimilaba toda la información en su cabeza. La fantasía era factible, y le encantó el reto de planear los detalles. Los estaba estableciendo ya en su mente cuando terminó el último de los cuestionarios.

El caballero de mediana edad quería ser un jugador importante por una noche. Quería ir vestido de un jugador ultra-rico, alguien que mirara después por los casinos, y todos sus caprichos fueran atendidos. Quería un coche caro, y una magnífica mujer en su brazo. Esme puso los ojos un poco en blanco por eso, pero bueno, el caramelo en su brazo era parte de la fantasía, por lo que haría lo que pudiera.

Su mente ya estaba corriendo. Una cita para vestirle apropiadamente. Traje caro, todos los complementos necesarios para pulir la fachada. Tendría que pedir una limusina para llevarlo a Lake Charles, Lousiana, un lugar donde uno de sus contactos en los casinos le cumpliría con toda brillantez lo que se ofrecía a sus jugadores regulares.

Tendría que llamar y arreglar un momento en el casino, cuando este no estuviera lleno de jugadores reales. El dinero que el cliente apostaría era propio, y sería su elección si quería gastarlo, pero el boato y las reverencias lo arreglaría ella.

Era una situación mutuamente ventajosa, para el casino porque podrían ganar en realidad a un nuevo cliente regular, y, para ella ya que se beneficiaría haciendo a su cliente muy feliz.

Si cada una de las fantasías pudiera ser así de simple.

Fue interrumpida cuando Carrie llamó por el interfono.

—Esme, el Sr. Cullen está en la línea dos para ti.

Su corazón se agitó y golpeó contra su pecho mientras cogía el teléfono. ¿Acabaría de haber leído su e-mail? ¿Tendría algo que decir sobre el hecho de ella se había revelado como la clienta? Oh, ¿por qué no se habría atrevido y ser honesta y directa desde el principio?

—Sr. Cullen—dijo suavemente cuando puso el teléfono en su oído. Estaba orgullosa del hecho de que su voz no saliera en un chillido.

—Creía que estábamos de acuerdo en que me llamarías Carlisle.

Su acento perezoso, le dio una sacudida caliente, y se relajó inmediatamente.

—Está bien… Carlisle. ¿Qué pudo hacer por ti?

—Bueno, espero que sea yo el que pueda hacer algo por ti. ¿Estás libre para el almuerzo?

Ella sonrió y aflojó su apretón en el teléfono. Tal vez esto no fuera tan malo después de todo. No actuaba para nada diferente ahora que él sabía que era ella la que buscaba un hombre para hacerla su esclava.

Encogiéndose relajó sus hombros. Realmente iba a tener que encontrar una mejor descripción para su fantasía.

—Estoy intrigada—dijo ella. — Estoy libre. Ahora, ¿qué es lo que vas a hacer por mí?

Una sonrisita ligera sonó en su oído.

—Encuéntrame para el almuerzo, y te diré.

—Un hombre que se burla—reflexionó. — Está bien, tragaré. ¿Dónde quieres que nos encontremos?

—Enviaré un coche.

—No—dijo después de pensárselo un momento. — ¿Por qué no te recojo yo a ti esta vez? Comeremos en mi territorio.

Hubo una leve pausa.

—Ahh, eres un hombre acostumbrado a salirse con la suya.

—Siempre—dijo con un gruñido ronco.

Un temblor sin control bajó por su espalda, y sus pezones se contrajeron contra la seda de su sujetador.

—Me gusta darle a un hombre sus opciones en las circunstancias apropiadas—dijo a la ligera. — Te diré lo que puedes hacer. Vienes y me recoges y comemos donde yo elija.

—Estaré allí en media hora—dijo con voz suave.

—Lo espero con mucha ilusión.

Sonreía cuando dejó el teléfono en su sitio. Se recostó en su silla y dobló los dedos de sus pies bajo su escritorio. Qué demonios estaba haciendo coqueteando con Carlisle Cullen, cuando él solo estaba planeando conseguirle una lista de hombres para que ella consiguiera su fantasía, pero el diablo acababa de tomar el control cuando llamó el hombre.

¿Habría encontrado a alguien ya? El nerviosismo se clavó en su estómago y le dio una sensación ligeramente nauseosa. ¿Podría acostarse con un total desconocido? Más que eso, ¿podría dejarle su bienestar, confianza y su ser entero en sus manos?

Tal vez no hubiera estudiado esto de la manera adecuada.

Un gesto de preocupación se marcó en sus labios, y se frotó la cara con las manos. No era demasiado tarde para echarse atrás. Podría reunirse con Carlisle y decirle que había cambiado de idea, ¿verdad?

Por supuesto que puedes, idiota.

No era como si esto fuera algún convenio de negocios de todo o nada. Era sexo, y ella podría decir que no en cualquier momento.

Sintiéndose mejor sobre sus opciones, se volvió a poner los zapatos y se puso de pie. Un viaje rápido al cuarto de baño le diría si tenía que hacer alguna reparación importante en su peinado o maquillaje.

Veinte minutos más tarde, entró en el vestíbulo y se alegró de haber elegido sus tacones más elegantes hoy.

Estos hacían que la atención se dirigiera a sus piernas, que ella sabía, sin falsa modestia, habían atraído la atención de un hombre en más de un par de ocasiones. Su falda llegaba a la parte superior de su rodilla, así que tenía mucho para mostrar.

Para su sorpresa, Carlisle entraba a zancadas por la puerta del complejo de su oficina. Le sonrió en saludo cuando él entró. Estaba vestido casualmente, tan de sport como un hombre podría lucir en unos pantalones caros y una camisa de polo.

—Llegas temprano—le dijo ella mirando su reloj.

—Trato de no hacer esperar nunca a una bella mujer—dijo con su fácil encanto.

—Es una buena filosofía. ¿Estás listo entonces?

Él le ofreció su brazo, pero no esperó que lo tomara. La alcanzó con la otra mano y sus dedos se envolvieron firmemente de la suya, antes de meterla cómodamente bajo su codo.

Caminaron en el ambiente cálido, y buscó alrededor al Bentley. En cambio, la dirigió a un coche elegante, un BMW negro, estacionado frente a la entrada.

Le abrió la puerta y la ayudó a colocarse en el interior, antes de caminar alrededor al lado del conductor. Mientras se deslizaba a su lado, ella echó un vistazo con apreciación al interior.

—Tú conduces por ti mismo—dijo innecesariamente.

—Eso parece—dijo con una sonrisa divertida. — Entonces, ¿dónde vamos?

—Al Cattleman’s. ¿Sabes dónde está?

Hizo una mueca.

— ¿Por qué las mujeres hermosas como tú y Bella van a pasar el rato a un sitio como ese? es algo que no comprendo.

—Tiene carácter—dijo ella con cara seria. — Pero si no te gusta, podemos ir a otro sitio.

Se metió entre el tráfico y maniobró por la calle llena.

—No, estuve de acuerdo en ir al sitio que eligieras, por lo que será el Cattleman’s.

—Eres un esnob—dijo con aire de suficiencia.

Él le lanzó una mirada sorprendido y luego vio claramente que ella estaba bromeando.

—No soy un snob. Sólo disfruto… digamos que me gustan las mejores cosas.

Esme asintió con la cabeza.

—No hay nada de malo en eso, pero tengo que decirte, que soy una chica de cerveza y de aros de cebolla.

—Bárbaro—dijo con fingido horror. — No tengo nada contra un poco de comida grasienta para tomarla con los dedos, y una buena cerveza, pero no le hago ascos a un buen filete y a una copa de buen y añejo vino tampoco.

—Mmmm, filete. Adoro el filete. Adoro la carne. Soy una carnívora total. El Cattleman’s tiene buenos filetes.

—Estaré asombrado si no pides una ensalada de chicas. ¿Qué hay para que las mujeres siempre pidan ensaladas, de todas formas?

Ella fingió considerarlo.

—Está bien, pediré una ensalada si esta tiene un filete en ella.

Él se rió.

—Entonces creo que tendremos filete para el almuerzo.

Condujeron al aparcamiento, y cuando Esme alcanzó para abrir la puerta, Carlisle la paró con la mano en su brazo.

—Déjame—le dijo.

Salió y caminó alrededor para abrir su puerta. Luego le extendió su mano bajo la de ella. Pequeñas chispas se dispararon por su brazo, cuando ella deslizó sus dedos a través de su palma. El tiró suavemente, y ella salió para estar de pie a su lado.

—Gracias—murmuró.

Una vez más, metió su mano bajo su brazo, y la condujo hacia la entrada. Cuando pasaron al interior, la anfitriona les dio la bienvenida, y Carlisle se inclinó para murmurar algo en voz baja a la joven.

Ella sonrió y asintió de inmediato. Luego le indicó a él y a Esme para que la siguieran.

Fueron llevados lejos de  la bulliciosa sala, donde una muchedumbre almorzaba. Serena se instaló y levantó una ceja ya que la dueña se marchó.

— ¿La sobornaste?—le preguntó. — Esta área está por lo general cerrada para el almuerzo.

Carlisle sonrió.

—Digamos que estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero.

Esme resopló.

—Ya me había dado cuenta.

—Quería un lugar donde pudiéramos hablar en privado—dijo. — Tengo algo para ti.

— ¿Ah, sí?

Su corazón golpeó contra su pecho cuando deslizó un sobre a través de la mesa hacia ella. No se había dado cuenta que lo había llevado desde el coche, pero su concentración en esos momentos había estado en otras cosas. En cómo de malditamente bien lucía él.

Con dedos temblorosos, abrió el sobre. Antes de desplegar las páginas, lo miró pensativa. Estaba bastante segura de que era lo que ella había pedido, pero ahora que estaba aquí, delante de ella, estaba un poco asustada y totalmente insegura.

—Dudas—dijo él en voz baja.

—Estoy nerviosa—admitió.

—Muy natural. ¿Tienes dudas?

Ella se sonrojó.

—Nunca dijiste una palabra sobre el hecho de que era yo…

Él se encogió de hombros.

—Me imaginé que tenías tus motivos. No me debes una explicación.

Se quedó mirando el papel, y poco a poco lo abrió. Edad, dirección, detalles físicos, apariencia, eran los datos enumerados en primer lugar. Sus ojos pasaron sobre la hoja, mientras trataba de recoger tanta información como pudiera inmediatamente.

Ningún antecedente penal, trabajo e ingresos estables. Su mirada volvió a la página, y luego vio el nombre, mirándolo con valentía. Carlisle Cullen.

Ella jadeó bruscamente, y levantó su cabeza para mirar a Carlisle.

—No entiendo.

Levantó una ceja mientras la observaba atentamente.

— ¿No?

— ¿Por qué?—exigió.

Si hubiera tenido la intención de cogerla con la guardia baja, seguramente lo había logrado. Ella estaba tan agitada que sus manos temblaban, y el sudor perló su frente.

— ¿Por qué no?—le preguntó él con calma.

—No juegues conmigo. Este no era nuestro acuerdo.

—Nuestro acuerdo consistía en que querías que yo te encontrara a un hombre adecuado para vivir una fantasía sexual. Soy ese hombre. No veo el problema. — Se inclinó hacia adelante en su asiento y la miró fijamente. — ¿Preferirías que fuera un completo extraño el que te tomara y poseyera? ¿Si no nos hubiéramos encontrado como lo hicimos, si otro hubiera llegado a la reunión, te opondrías a que yo fuera el hombre que controlara tu fantasía?

— ¿Pero, por qué?—susurró. — ¿Por qué no te ofreciste voluntario desde un primer momento?

—No sabía que eras tú la mujer—dijo simplemente. — Cuando lo averigüé, sabía que era el adecuado para tenerte.

Ella lo miró boquiabierta, como una idiota, sus labios separados por el impacto.

— ¿Tú me deseas?

— ¿Por qué te sorprende? Eres una mujer hermosa, Esme. Te deseé desde el primer momento que entraste en el restaurante. Después de que leí tu elocuente e-mail, y vi que lo habías escrito, nunca se me planteó ninguna duda que sería yo. Ningún otro hombre te va a tener.

El calor ardió por su abdomen, quemando un camino a su ingle. Su clítoris palpitó y latía, y sus pezones se endurecieron hasta doler. Sus promesas susurradas en sus oídos llegaron hasta rebotar y resonar, seductoras y atractivas.

Había cruda arrogancia en su expresión. Confianza. Más que eso, había conocimiento.

Poder. Ella lo anheló con todo su ser. Quería eso y más de lo que había querido otra cosa, y todo lo que tenía que hacer era extender la mano y tomarlo.

—Dime, Esme. ¿Me quieres a mí?—le preguntó suavemente. — ¿Te duele por mí? ¿Quieres que te posea? ¿Te despiertas por la noche deseando a un hombre lo bastante fuerte como para dominar tu sexualidad, acariciarte hasta que ardas en una hoguera, y luego darle rienda suelta, liberándote?

—Sí—susurró, su voz atrapada en su garganta. — Sí.

—Hay muchas cosas que deberíamos discutir—le dijo. — Pero no aquí. Limaremos los aspectos técnicos y sentaremos las bases, pero para los detalles más íntimos… nos encontraremos en un ambiente mucho más privado.

Cuando dijo lo último, la alcanzó y le arrastró un dedo hacia abajo por su mejilla, y luego empujó un zarcillo de su pelo de su cara, metiéndolo detrás de su oreja.

—Yo espero con interés esa conversación—murmuró él.

El rubor subió por sus mejillas, y ella se apoyó en su contacto antes de que pudiera pensárselo mejor.

—No sé qué decir.

—No hay nada que decir, salvo sí. A menos que hayas cambiado de opinión. Yo puedo, por supuesto, encontrar otro candidato apropiado, pero no puedo ser el único que ha sentido la chispa entre nosotros, Esme, y después de leer tu correo electrónico, no te tomo por una cobarde.

Ella estaba simplemente abrumada.

Él se inclinó a través de la mesa una vez más y capturó su mano en la suya. Su pulgar frotó distraídamente por encima de sus nudillos, de forma sensual y distraída.

—Vamos a discutir los detalles de la realidad básica, para quitarlos de en medio—dijo. — Podemos establecer una cita para discutir los aspectos más… personales después de que hayas tenido tiempo para digerir todo esto.

— ¿Realidad básica?—graznó ella.

Él recogió su mano y la llevó despacio a sus labios. Su respiración se atascó en su garganta y se negó a salir por sus labios, mientras esperaba el toque de su boca. Un rayo de electricidad chispeó a lo largo de sus venas. Las corrientes, cálidas y vibrantes, subieron por su brazo y enviaron diminutos alfileres de conciencia de la base de su cuello hasta los diminutos pelos de su nuca que se erizaron.

Sus labios se movieron suavemente hasta el pliegue de sus dedos, hasta descansar sobre sus nudillos.

—La realidad básica son los detalles desagradables, el lado no tan romántico de nuestro arreglo. Árido quizás, pero necesario.

Ella levantó su ceja en una pregunta silenciosa, porque en este momento ella no podría haber hablado aunque quisiera.

Él alcanzó una hoja de papel debajo de las demás y se la dio. Con cuidado, ella tiró su mano lejos de la suya, y lamentó la pérdida de su calor. Recogió el papel y exploró su contenido.

Era un informe médico. Y luego se dio cuenta.

—Ah—dijo suavemente. — Debes pensar que soy la tonta más grande. Yo no hice… Dios, que idiota soy.

Él le sonrió suavemente.

—No eres idiota, Esme. Sólo estás nerviosa y querías avanzar antes de que perdieras tu coraje. Habrías pensado en ello, sin duda, y habrías exigido que yo te diera lo que acabo de entregarte.

—Pero no lo tengo, quiero decir, realmente visito a un doctor con regularidad, pero no me he hecho pruebas…

—Puedo arreglarlo con mi médico si lo aviso en un momento—le ofreció. — Es importante que te sientas segura conmigo, y es importante que nuestra buena salud sea confirmada. Quiero cumplir tu fantasía, Esme, y no quiero que ninguna fealdad se entrometa.

—Llamaré a mi doctor mañana—dijo ella.

— ¿Significa que estás de acuerdo?—le preguntó Carlisle.

Ella tomó un aliento para estabilizarse, mientras miraba al guapo hombre sentado frente a ella. Sí, era magnífico. Se mostraba confiado, llevaba la arrogancia como una capa, y Dios, ella adoraba a los hombres arrogantes, seguros, pero él no venía como un gilipollas. ¿Este hombre era el verdadero? ¿O estaba simplemente interpretando un papel?

Quiso averiguarlo tanto que casi podía saborearlo.

Se lamió los labios y luego asintió.

—Quiero oír que lo dices—apuntó él.

—Sí. Estoy de acuerdo.

Su sonrisa fue triunfal, y algo oscuro y primitivo brilló en sus ojos. En ese momento se imaginó lo que sería ser suya, y esto la llenó de un potente deseo.

—Cena conmigo este fin de semana—le dijo. No era una petición, y parecía absolutamente nada compungido por lo que era, en esencia, una orden. — Eso te dará tiempo para ver a tu médico y pensar en mí. Y en ti. En nosotros. Entonces podremos encontrarnos para hablar de los detalles más íntimos de nuestro acuerdo.

Sólo la forma como dijo íntimo, hizo que todas sus partes de chica vibraran. Y luego esto la hizo darse cuenta que iba a hacerse completamente íntima con este hombre. Con todas las fantasías a un lado, él le ofrecía dar su realidad.

Con él.

La vería desnuda. La tocaría, tendría sus manos y boca en su cuerpo. Se estremeció de pies a cabeza y sus rodillas entrechocaron juntas hasta que tuvo que poner una mano sobre una de sus piernas para pararlo.

¿La comida? Olvidada por completo. No tenía ninguna esperanza de poder comer el almuerzo. No cuando lo único que podía imaginarse era a que sabría. Abrasadoras llamas quemaban en sus mejillas, cuando recordó como de descriptivo había sido su e-mail.

—Y yo que pensé que Bella era la única mujer en la tierra que podía sonrojarse tan vivamente—dijo con su voz teñida de diversión.

Ella gimió y cerró los ojos.

—No tengo forma de evitarlo. Has golpeado total y absolutamente mis pies debajo de mí.

—Como lo hiciste tú, cuando leí tu nombre en el e-mail. — Le dijo en voz baja. — No puedo permitir que otro hombre tome lo que yo ya considero mío.

Su estómago se apretó y un rubor siguió por su cuerpo.

—Ya suenas posesivo—dijo ligeramente.

—Y es así, exactamente como me quieres, ¿cierto?

Se retorció un poco bajo su escrutinio, pero ella no iba a engañar o fingir ser tímida, aunque ella estaba dispuesta a dejarse caer bajo la mesa. Nada acerca de su enfoque había sido tímido hasta ahora, y no había necesidad de empezar ahora.

—Lo es—confesó. — Quiero… quiero pertenecer. A un hombre—agregó después de suspirar profundamente. — Sé que parece muy loco.

—Para—dijo con una tranquila autoridad. — No voy a permitir que te degrades por expresar tus deseos. Son los tuyos. Eso los hace importantes. Válidos. No hay nada loco en ellos.

—No es sólo acerca de la posesión. — Hizo una pausa un momento, pero estaba decidida a continuar, explicar lo que deseaba incesantemente dentro de ella. — Quiero la seguridad de saber que soy… poseída. Ah, pero es una palabra terrible, y aun así no puedo pensar en una mejor. Quiero ser querida, protegida, mimada… valorada. Quiero que el hombre me conozca tan bien como lo hago yo. Quiero que anticipe mis necesidades y las realice, pero además quiero ser importante para él. Quiero que sea fuerte. Capaz. Dominante, sin ser un gilipollas. Por un rato, quiero estar en sus manos. Entregarme a su cuidado, mantenimiento y ser capaz de confiar en él para ser un refugio, que me de placer y me enseñe como complacerle.

De repente se sintió vulnerable, como si se hubiera expuesto del más brutal de los modos. Se sentía desnuda, despojada por sus propias palabras.

—Mírame—le dijo suavemente.

Su barbilla subió y ella se encontró con su mirada fija.

—No confías en mí aún, y no deberías hacerlo ya que acabamos de conocernos. Pero llegarás a confiar, y cuando esto pase, te entregarás a mi cuidado y mantenimiento. Cuando hagas eso, te daré lo que más deseas. Lo que necesitas. Y voy a adorar cada maldito minuto.

 


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