MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 18: CAPÍTULO 18

 

Capítulo Dieciocho

 

Edward se movió fuera de la habitación y en el oscuro camino al hall, tan pronto como estuvieron lejos de miradas indiscretas, la empujó contra la pared, levantando sus manos sobre su cabeza. Sus labios se encontraron con los de ella en una carrera frenética.

Su cuerpo, aún tembloroso por su explosivo orgasmo, casi se dobló. Él bajó sus brazos y luego movió sus manos a su cintura, y luego a su cuerpo y a sus pechos.

—Quería tocarte—dijo con voz ronca. —Quería tocarte en todas partes…

Empujó la camisola hasta que sus manos encontraron sus pechos. Los tomó, rozando con sus pulgares los sensibles picos. Luego inclinó la cabeza y chupó uno de sus pezones con su boca. Sus rodillas se doblaron. Ella se agarró a sus hombros, envolviendo sus manos alrededor de su cuello y se aferró a él. El aire se reunió a su alrededor. Destellos brillantes, relucientes pareciendo suspendidos en el aire.

Cada terminación nerviosa estaba sobrealimentada por su caricia anterior, y su boca en sus pezones enviaba un infierno a través de su sistema.

Sus manos se deslizaron por su cuerpo hasta el dobladillo de su falda, y él se la levantó, dejando al descubierto sus muslos y su vagina. Mamó su pezón y luego movió su cabeza al otro, trabajando su boca rítmicamente sobre él. Le separó los muslos con la mano y deslizó sus dedos por sus pliegues húmedos. Ella se quejó por la doble sensación de sus dedos en su vagina y su boca en su pecho.

Él soltó su pezón y la miró a los ojos mientras deslizaba dos dedos profundamente en su apertura. Su pulgar encontró su clítoris, y se lo acarició.

—Vente por mí—gruñó. —Dame uno más…

Mientras sus dedos trabajaban profundamente en ella, un descontrolado temblor rodó sobre su cuerpo. Se inició en la profundidad de su ingle y se irradió hacia el exterior. Se apretó a él hasta que se sintió cerca de la explosión. Y entonces lo hizo.

Mientras gritaba, dejó caer la cabeza hacia su cuello, besándolo y mordiéndole la piel debajo de su oreja.

Él la abrazó mientras la otra mano se deslizaba dentro y fuera de su vagina.

Ella cerró los ojos con el repentino estallido de placer. Era demasiado y no lo suficiente todo al menos al mismo tiempo.

—Oh, Dios—jadeó.

Ella se aferró desesperadamente a él mientras subía la feroz tormenta de su liberación. Le dio un beso, apasionada, salvaje, teniendo todo lo que ella tenía y ofreciéndole a cambio una de las más intoxicantes experiencias sexuales de su vida.

Mientras sus estremecimientos disminuían, él retiró su mano de entre sus piernas, y ella gimió en voz baja. Poco a poco, él la ayudó hasta que sus pies estuvieron sólidamente plantados en el suelo. Su mirada parpadeó a su ingle.

En las sombras del hall, no podía ver el bulto cubierto en la oscuridad, pero lo había sentido hace un momento. Bajó las manos y se lo tomó.

Él se puso rígido en su contra.

—Enséñame a complacerte—dijo en voz baja. Él vaciló y luego puso una mano sobre su hombro. La empujó hasta estar de rodillas, mientras la dirigía hacia él con la otra mano.

Buscó a tientas su botón y cremallera. Mientras los separaba, metió la mano y sacó su pene. Otro movimiento de deseo líquido ardió en sus venas.

Su mano se enredó en su pelo mientras ahuecaba la parte de atrás de su cuello. Con la otra mano, condujo su pene a su boca.

—Tómame lo más profundo que puedas—jadeó.

Ella abrió la boca y lo dejó deslizarse entre sus labios.

—Oh, sí, así—dijo con un gruñido.

Él se acercó, empujando su cabeza contra la pared, con su mano izquierda en su cabeza, colocó las dos manos por encima de ella, se apoyó en ella.

Ella lo probó, curiosa, queriendo absorber su sabor, su esencia, todo lo que lo hacía un macho poderoso. Le gustaba la textura áspera de su pene y el suave terciopelo, suave de su cabeza mientras la frotaba con su lengua una y otra vez. Allí, en el hall, en donde cualquiera que pasara los podría ver, con él follando su boca contra la pared. Ella estaba tan alto que nunca podría bajar. Era apasionante y estimulante de una manera que nunca había experimentado.

Él se hundió más profundo, y ella se obligó a relajar la garganta a su alrededor. Sus caderas se movían de ida y vuelta, y deslizó sus manos alrededor de su trasero bien musculoso.

De nuevo él se agachó, enredando sus dedos en su pelo, sosteniéndola mientras le daba largos golpes. Luego tomó su cabeza con ambas manos.

—Trágate eso—dijo. —Tómalo todo…

Ella cerró los ojos mientras lo tragaba. Sus embestidas se hicieron más urgentes, más cortas y más rápidas. Luego se deslizó profundamente y se mantuvo en su contra, tomando sus piernas y nalgas debajo de sus manos.

El pulso caliente primero le golpeó la parte trasera de la garganta, y ella debió tragar con rapidez para evitar asfixiarse. Él retrocedió y luego empujó hacia delante de nuevo en su boca llenándola con su almizcle.

Sus manos se relajaron en su cabeza, pero siguió acariciándole el pelo mientras se mecía hacia atrás y se acomodaba en su boca. No había fuerza en sus movimientos, sin embargo, hacía eco de mucha dulzura.

Era una combinación adictiva.

Con aparente renuencia, se alejó de ella, con su pene semi erecto cayendo de su boca. Se lo metió de nuevo en los pantalones y se subió el cierre. Ella se arrodilló allí, demasiado aturdida, demasiado fuera de sí para levantarse. No estando segura de tener la fuerza de todos modos.

Él se agachó, movió las manos debajo de sus brazos y la levantó para ponerla de pie.

—Es hora de salir de aquí—dijo con brusquedad. Pasó un brazo alrededor de su cintura y comenzó a llevarla a las escaleras. Mientras ella miraba hacia atrás al camino del hall, Carlisle estaba de pie en la puerta de entrada a la gran sala. ¿Cuánto hacía que había estado allí? ¿Habría visto la escena entera?

Curiosamente no sintió pánico ante la idea. Edward la empujó por las escaleras, más allá de las habitaciones sociales y de la puerta que daba al pequeño estacionamiento. Una ráfaga de aire húmedo golpeó su cara, sacando el aliento directo de sus pulmones. No era que tuviera mucho aire que perder.

Cuando subió la acera, se dio cuenta que no había tomado sus zapatos. Se detuvo y ahogó una risita.

Edward se detuvo y le lanzó una mirada de reojo.

— ¿Pasa algo?

Ella lo miró con curiosidad. Parecía tan... molesto. Como de mal humor.

—Mis zapatos—dijo. —Los dejé. Tengo que volver…

—No volveremos allí—murmuró él. Ella abrió la boca para protestar, pero él la silenció con una mirada.

—Te compraré otro par. No volveremos…

Una parte de ella quiso decirle que se fuera al infierno, pero otra parte, la parte prudente e inteligente de ella le advirtió que no lo presionara en esos momentos.

Él la urgió a ir de nuevo hacia delante, con la mano a su lado. La guió entre su automóvil y el de ella, pero en lugar de abrir la puerta, abrió el lado del pasajero de su coche.

—Entra—ordenó.

— ¡Pero éste no es mi coche!

—Vendremos a recogerlo más tarde—dijo. —Entra para llevarte a casa…

Ella lo miró fijamente durante un largo rato antes de suspirar. Con un resignado uff!! Se subió, y él cerró la puerta detrás de ella. Se sentó en la oscuridad, mirando al frente hasta que él pasó y abrió el lado del conductor. Se deslizó a su lado y empujó la llave en el encendido.

Ella observó la periferia, pero nunca lo miró. Él se retiró del estacionamiento y se dirigió por el camino largo, con su mirada cruzándose delante de él.

— ¿Me quieres decir qué fue todo eso?—le preguntó cuando volvieron a la carretera.

Oyó algo que sonó como un gruñido. No queriendo que el silencio continuara, se volvió en su asiento para mirarlo de frente.

—No fue nada—murmuró.

Su rostro se contrajo con incredulidad.

— ¿No fue nada?—Ella lo miró en estado de shock. —Aún puedo sentir las marcas en mi trasero, sentir tus dedos en mi vagina. Aún puedo saborearte en mi boca.

Él la miró boquiabierto, con los ojos desorbitados por la sorpresa.

—No seas bruta, Bella. No te conviene…

— ¿Por qué te presentaste aquí, Edward? ¿Cómo supiste que estaría aquí? Porque no creo en las coincidencias…

Él miró por la ventanilla, con su mandíbula apretada.

— ¿Edward?

—Vi tu agenda—murmuró.

—Eso no explica por qué te presentaste, la razón por la que entraste, por qué…

—Está bien, Bella capto el punto. Realmente lo hago. ¿Podemos ya dejar el tema?

Ella se chupó las mejillas hasta que sus labios se fruncieron. Luego, con una sacudida de cabeza, le dio la espalda y miró por la ventana.

El tráfico pasaba en una nebulosa. El lejano resplandor del horizonte de Houston se reflejaba en la ventana y bañaba la noche con un brillo iridiscente.

¿Habría imaginado toda la maldita cosa?

Porque ahora al parecer era el producto de un sueño demasiado vívido. Los buenos sueños, te abrían la mente. Realmente sueños buenos.

Desafortunadamente para ella, el hombre detrás de esos sueños la trataba como a su peor pesadilla.

¿Qué rayos había ocurrido allí? Y ¿Cuál era el problema de Edward? Actuaba como un celoso, que no era nada como él. Un beso robado no le concedía una licencia para azotar su trasero. Aunque a ella le hubiera encantado cada minuto de él.

—Necesitas ayuda—murmuró ella. El tipo de realmente acostarse—en—un—sillón—con—un loquero, ese tipo de ayuda.

Ella apoyó la frente contra el cristal caliente y cerró los ojos. ¿Cómo habían llegado las cosas a estar tan arruinadas? Ni siquiera podía culpar a Edward. La había rescatado de lo que de otra forma hubiera sido un ejercicio decepcionante.

¿Por qué había reaccionado a él y no a Brent?

Debido a que había sido real con Edward. No era un pretexto. No era un espectáculo montado sin más para que el espectador participara. Brent sólo había jugado con ella. Le había dado la apariencia de dominación.

Con Edward era una historia completamente diferente.

Una historia fascinante, seductora. Que ella quería ver desarrollarse. Quería experimentar su desarrollo.

No sabía lo que infiernos estaba mal con él, pero había aprendido mucho esa noche. A saber, que lo que estaba buscando estaba justo debajo de su nariz. Su nombre era Edward. Y era más que capaz de alimentar sus más oscuros, más secretos deseos. Cuando entraron en el estacionamiento del complejo de apartamentos, Bella no respondió de inmediato para abrir la puerta. Edward la abrió y caminó para abrir la de ella, pero aun así, ella se quedó sentada allí.

—Bella—dijo tendiéndole la mano. —Es hora de que llegues a casa…

Su pecho dio un tirón mientras dejaba escapar una risa seca. Luego volvió su mirada a él.

— ¿No harás más que ignorar lo que pasó?—Ella descendió y puso su mano en la de él, estirando el cuello para mirar sus ojos. —Edward, no sólo compartimos un beso, avanzamos a tientas y retrocedemos un poco…

Él volvió la cabeza hacia arriba para contemplar el cielo, con su cara apretada.

—Fue mucho más que eso, y ¿harás cuenta que no pasó?

Él bajó la cabeza otra vez, pero no la miró a los ojos.

—Tengo que ir a buscar tu coche—dijo. —Entra. Nos vemos mañana…

— ¿Cómo irás por mi coche?—le preguntó con exasperación.

—Bella, por favor. Sólo tienes que ir dentro.

Ella alzó las manos y se alejó hacia la puerta. Lo que sea que estuviera en su trasero no sería discutido esa noche. Pero, maldita fuera, mañana hablaría con ella.

Ella metió la llave en la cerradura y empujó la puerta. Una mano tocó su hombro mientras empezaba a entrar. Se dio la vuelta para ver a Edward allí. Un aumento de esperanza se levantó en su interior.

—Necesito las llaves—dijo simplemente.

Con el ceño fruncido, ella le tiró las llaves a su pecho, y sin esperar a que él las tomara, se dio la vuelta y lo dejó en la puerta. Cerró la puerta detrás de ella, echando humo todo el tiempo.

Se pasó los brazos alrededor de su cintura y se dirigió al cuarto de baño. En ese momento un largo baño caliente era lo primero en la agenda. Poner sus problemas juntos en una tarde podría venir más tarde.

Capítulo 17: CAPÍTULO 17 Capítulo 19: CAPÍTULO 19

 


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