MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 28: CAPÍTULO 28

Capítulo Veintiocho

 

Bella tomó una ducha y se vistió apresuradamente. Su estómago estaba revuelto, y ella no estaba segura de que fuera capaz de comer nada. Secó su largo pelo y luego lo cepilló, dejándolo colgar suelto sobre sus hombros. Sabía que a Edward le gustaba de esa manera.

Mía.

Su declaración aún resonaba en su mente y enviaba chispas a todo su cuerpo cada vez que recordaba la mirada posesiva de su cara cuando él lo había dicho. Se decidió por unos vaqueros y un top rosa de manga corta, se vistió y buscó un par de tacones. Se miró por última vez en el espejo, y luego fue a la sala donde la esperaba Edward.

Él estaba de pie junto a las puertas francesas, los pulgares metidos en los bolsillos. Sus ojos verdes brillaban de apreciación cuando dejó vagar su mirada sobre ella.

—Te ves hermosa—le dijo.

Ella sonrió.

—Estoy lista si tú lo estás.

Él buscó las llaves en sus bolsillos, y luego caminaron hacia la puerta. Cuando llegó a ella, le tendió la mano. Ella deslizó su pequeña mano en la de él, mucho más grande, y sus dedos se curvaron alrededor de los de ella.

Juntos, fueron al Volvo, y como lo había hecho la noche en La Casa, él la colocó en el asiento de pasajeros. Durante el trayecto a Galveston, estuvieron en silencio, pero Edward metió su mano en la de ella y frotó el pulgar a través de sus nudillos.

Ella tomó la comodidad de ese gesto íntimo. Esto la puso menos nerviosa. Como si esto fuera una cita cualquiera. Tan pronto como ese pensamiento cruzó su mente, casi se echa a reír. Esto no era como cualquier otra cita. Esto era lo que estaba buscando, esperando, deseado. No había mucha presión aquí.

— ¿Te apetecen mariscos?—le preguntó él, rompiendo el silencio.

Ella asintió con la cabeza.

Redujo la velocidad, y fue a la izquierda, metiéndose en un estacionamiento. A continuación, apretó sus manos y examinó sus ojos. Ella le sonrió tímidamente a la aprobación que vio reflejada en su mirada. Se inclinó sobre el asiento y la besó, cálido y suave, no agresivo. Luego se apartó y salió del coche.

Cuando entraron, Edward habló en voz baja con la dueña, quien le dio una rápida sonrisa y asintió con la cabeza. Echó un vistazo por delante de él a Bella y sonrió otra vez. Luego tomó dos menús y les hizo señas para que la siguieran.

— ¿Qué le dijiste?—susurró Bella mientras caminaban detrás de la dueña.

—Sólo que queríamos un poco de intimidad.

Y, por supuesto, la dueña de la casa los sentó en un rincón en la parte trasera del restaurante. Las personas más cercanas estaban al menos a seis mesas de distancia.

Cuando ellos se sentaron, un camarero apareció y tomó la orden de las bebidas. Unos segundos más tarde, ellos estaban finalmente solos. Edward alcanzó a través de la mesa y entrelazó los dedos con los suyos.

—Hemos… bueno, he pasado demasiado tiempo evitándote. Las cosas han sido una locura entre nosotros, se han movido demasiado rápido. Quiero ir más lento sólo por esta noche para que podamos conocernos un poco más el uno al otro.

Un brillo de felicidad calentó su pecho.

—Eso me gustaría—dijo ella suavemente. —No sé mucho sobre ti. Sólo lo que Charlie me dijo. Eres un poli. Vives en Dallas. Perdiste a tu compañero este año, y estás descansando un poco para aclararte. Me gustaría saber más.

Él pareció un poco disgustado, como si hubiera esperado que ella ofreciera la información sobre ella primero.

— ¿Cuándo fue tu última relación?—le preguntó ella. Su boca reuniéndose con su ceño.

— ¿Relación?—No estoy seguro que yo llamara relaciones a mis encuentros sexuales con el sexo opuesto.

Ella arqueó una ceja.

— ¿Cómo los llamarías entonces?

—Sexo—dijo sin rodeos.

— ¿Y es lo que soy para ti? ¿Sólo sexo?—le preguntó suavemente.

Él la contempló durante un largo momento.

—No. Y eso es lo que me asustó como una mierda. Por lo que te puse a distancia y traté como el infierno de alejarme de ti.

— ¿Por qué enloquecen los tíos tanto por la idea de que una mujer sea algo más que sexo?—le preguntó con curiosidad.

—Eso es ciertamente un cliché. ¿Tú madre nunca te abrazó o algo así?

Sus ojos se agrandaron por la sorpresa, y luego se rió.

—No, no puedo culpar a mi madre por mis problemas con las relaciones. Yo no la conocí lo suficientemente bien para que ella me enseñara sobre la población femenina.

Esperó a él que siguiera, sin saber que parte de esta declaración quería abordar en primer lugar.

Él dejó sus manos y se recostó en su silla. Levantó su copa hacia sus labios y tomó un largo trago antes de volverla a dejar en la mesa.

—Mis problemas con las relaciones vienen de mi frustración con no encontrar lo que quiero.

—Parece que tenemos algo en común—dijo ella.

Él asintió con la cabeza.

—Vi en ti cosas que me atrajeron. Vi a una mujer que imaginaba que se me ajustaría perfectamente, pero la vieja frase de ser demasiado bueno apara ser verdad siguió viniendo a mi mente.

—Espero que no te decepcione—dijo ella irónicamente. —Sólo puedo ser yo misma. Al igual que tú no quieres adherirte a un guión, yo tampoco.

—No quiero cambiarte, Bella. Me gustas tal y como eres. Incluso si no funcionáramos.

—Pero no sabes nada sobre mí—señaló Bella.

Él negó con la cabeza en desacuerdo.

—Sé que eres hermosa. Leal. Inteligente. Femenina. Sabes exactamente lo que quieres, y no te conformas con menos. No tienes miedo de entregarte a un hombre. —Se inclinó de nuevo hacia adelante, fijándola con su seria mirada. —Hay dos tipos de mujeres con los que nunca podría involucrarme.

Ella ladeó la cabeza con ostensible curiosidad. El funcionamiento del interior de la mente de un hombre… bien esto definitivamente valía el precio de la entrada.

—Una mujer que juega. Juegos mentales, juegos sexuales, lo que sea. Me gusta que la mujer sea honesta, no que se esconda detrás de una máscara. La segunda es una mujer que no sea lo suficientemente fuerte como para someterse.

Esto le valió otra ceja levantada. Ella también se inclinó hacia adelante, con creciente curiosidad.

—No quiero una mujer que se involucre hasta convertirse en una marioneta sin mente, más de lo que quiero convertirme yo en otra. Esto hace que se necesite una mujer muy especial para someterse a un hombre, pero que aún conserve todo lo que la hace fuerte y única. Su propio yo.

—Has pensado mucho es esto—musitó.

Él encogió los hombros.

—Es lo que quiero.

— ¿Y qué hay fuera del dormitorio?—preguntó ella. — ¿Se extiende tu control a todos los aspectos de la relación? Deduje que las jugadoras a las que haces referencia son aquellas mujeres que sólo quieren un buen sexo, perverso y luego quieren salir de ese papel tan pronto como salen del dormitorio.

Él la miró atentamente, con una expresión de absoluta seriedad.

—No tengo ningún deseo de ser un tirano. Sólo me conozco. Soy un fanático del control. Me siento cómodo cuando soy yo el que tomo las decisiones. Cuando tú emparejas eso con la clase de mujer por la que me siento atraído, una mujer suave, femenina a la que yo pueda proteger y cuidar, entonces supongo que realmente quiero una relación que lo abarque todo, en la que yo lleve la voz cantante dentro y fuera de la cama. ¿Hace que te asuste esto?

Ella sonrió.

—No. ¿Me hace parecer débil por confesarte que deseo a un hombre que pueda cuidarme?

Un destello de satisfacción brilló en sus ojos. Él la miró con la promesa reflejándose en todas las facetas de su rostro.

—Creo que tú eres probablemente una de las mujeres más fuertes que he encontrado alguna vez, Bella.

Se sintió calentada por los elogios y la admiración de su voz. Y ella tendría que ser una tonta ciega para no ver la lujuria en sus ojos. Cada vez que la miraba, era como si la estuviera desnudando, centímetro a centímetro. Había esperado una eternidad por un hombre que la mirara así. Como si ella fuera la única mujer en el mundo. No, ella no se sentía débil. En este momento, se sentía muy poderosa.

Fueron interrumpidos cuando el camarero trajo su comida. Se relajaron y comenzaron a comer. De vez en cuando, Edward le ofrecía un bocado de su comida, y parecía que él disfrutaba alimentándola.

Cuando tuvieron suficiente, el camarero tomó sus platos y dejó la nota, pero de todas maneras, ellos se retrasaron en la mesa. Bella estaba nerviosa por la vuelta a la casa de la playa. No un nerviosismo malo. Todavía estaba insegura de que esperarse, pero se sentía liberada de que ella no tendría que iniciar los movimientos. Ese era claramente el territorio de Edward.

Charlaron de cosas inofensivas. Edward le dijo que había crecido en una comunidad infestada de delitos y como esto influyó para que se hiciera poli. Le habló sobre su compañero y Mick, su figura pseudo—paterna.

Ella ya había sospechado que Edward era un tipo de blanco o negro, y después de oírle hablar sobre su trabajo, la justicia, y la muerte de su compañero, estaba más convencida de que no era alguien que viera tonos intermedios. Todo era correcto o incorrecto.

Edward hizo un gesto al camarero para que rellenara sus bebidas. Luego miró fijamente a Bella mientras bebía un sorbo de su copa.

—Cuando fuiste al club sexual…

Ella dio un respingo por la descripción. Le pareció de mal gusto.

—La Casa—corrigió.

Se encogió de hombros.

—Cuando fuiste a La Casa, ¿qué querías que sucediera?

—Yo creía que era obvio—dijo. —Viste lo que pasó.

—Yo solo estuve unos minutos—dijo él. —Tú obviamente habías estado un rato. ¿Lo que viste  ahí,  hizo que te interesara?

Su cara se calentó.

—Parte de ello—confesó ella.

Él levantó una ceja.

— ¿Qué parte?

Ella bajo la mirada por un momento.

—Fue en parte sorprendente. Quiero decir que he visto películas porno, pero nunca he visto o he experimentado algo así en persona.

— ¿Te excitó?—le preguntó.

Ella asintió lentamente.

—Mucho.

— ¿Alguna cosa más que otra?

De nuevo asintió con la cabeza.

— ¿Qué fue lo que más te gustó?—la presionó él.

Su lengua estaba espesa en su boca. Sus labios se separaron mientras ella trabajaba para vencer su torpeza.

—Cuando llegué, en las habitaciones de abajo, había una mujer sentada entre dos hombres. Su atención estaba enfocada únicamente en ella. Era obvio que ambos la deseaban. Yo me sentí celosa de ella.

Él la miró, con un penetrante interés en su expresión.

—Continúa.

—Luego cuando fuimos arriba había dos hombres. Yo nunca había visto a dos hombres teniendo sexo, ni siquiera en una película. Fue impactante, sin embargo, yo estaba tan atrapada que no podía apartar la mirada. Era una de las escenas más eróticas que alguna vez recuerde haber visto. Y luego había una mujer que tenía sexo con dos hombres. En aquel momento, desee  ser ella.

— ¿Tener dos hombres te intriga?—le preguntó Edward.

Ella se ruborizó.

—No te avergüences. ¿Te sorprendería saber que muchos hombres fantasean sobre compartir a su mujer con otro hombre?

Ella ladeó la cabeza, intrigada por su declaración.

— ¿De verdad? ¿Tú?

Él se encogió de hombros.

—Hay algo primitivo, por no hablar de erótico y excitante, sobre todo debido a otro hombre que posea lo que es tuyo, para llenar más de uno de los orificios de la mujer. Simultáneamente.

Su cara se puso aún más caliente.

—Estás excitada por esto—observó él.

— ¿Qué mujer no lo estaría?—ella habló sin tino.

— ¿Qué más viste en La Casa?

—Zurrar.

—Te gustó eso.

Ella se movió en su asiento.

—No era tanto la zurra. Era su control en la otra mujer. Su autoridad. Era tan oscuro y sexy. Comenzó un deseo en mí que me hizo sentir que yo volvía mi piel del revés.

—Sin embargo, cuando tomaste su lugar, la zurra no hizo nada para ti—dijo él silenciosamente.

Ella asintió con la cabeza.

— ¿Cómo lo sabías?

Él sonrió amablemente.

—Era obvio. Pude ver tu decepción y frustración. Necesitabas más de lo que te estaba dando.

—Sí—susurró ella. —No era real, y yo lo sabía.

Él se inclinó hacia delante, alcanzando su barbilla, ahuecándola con su mano. Sus miradas se encontraron y se clavaron.

—Esto será real, Bella. Yo no juego.

Ella se estremeció delicadamente cuando la promesa presentada con su voz ronca se deslizó sobre su cuerpo.

—Lo sé.

Se sentaron en silencio durante un rato, bebiendo sus bebidas. Bella se relajó y dejó aparte sus nervios. La tarde había sido perfecta. La idea de que ellos tenían una semana para explorarse el uno al otro añadía emoción. Ella no podía esperar a descubrir si Edward era realmente el hombre que podría darle todo lo que ella había soñado.

En un momento, Edward posó su bebida y la miró de nuevo. Podía sentir la próxima pregunta. Ella le miró con curiosidad.

— ¿Llevas algún control de natalidad?—le preguntó sin rodeos.

—Sí—dijo con calma.

—Mi último encuentro sexual fue hace más de seis meses—dijo él. —He tenido un reconocimiento médico después. Y existe el hecho de que siempre he llevado un condón cuando he tenido sexo con una mujer.

Ella se movió un poco incómoda.

—Bien, mi último examen fue hace poco más de un par de meses. El tipo con el que me estaba viendo hasta hace poco, se hizo análisis de sangre antes de que yo durmiera con él. Pero también usamos condones.

Edward asintió con la cabeza.

—Mi pregunta es cómo te sentirías acerca si nosotros no los utilizáramos.

Una gran cantidad de imágenes a todo color pasaron por su cabeza. La idea de tomar a Edward en su cuerpo, piel contra piel, la excitaba mucho.

— ¿Tú siempre has llevado preservativo?—le preguntó ella.

—Si. Y si lo prefieres, puedo tener los resultados de mis últimos análisis enviados por fax mañana por la mañana. Yo no soy ningún adolescente caliente dispuesto a decir cualquier cosa para conseguir meterme dentro de tus pantalones.

Ella sonrió.

—Te creo. Y la verdad, me encantaría que no tuvieras que meterte en un preservativo. —Ella arrugó la nariz. —Sin una buena cantidad de lubricante, son muy incómodos para mí. Pero tengo que ser honesta. La última vez que tuve relaciones sexuales fue justo antes de conocerte. Usamos preservativos. Los dos estábamos limpios, pero tienes derecho a saber la situación en la que te estás metiendo—dijo claramente.

—Tengo muchas ganas de sentir cada milímetro de tu delicioso coño—dijo con voz ronca.

Un temblor incontrolable rodó sobre su cuerpo. Edward miró a su reloj, y ella supo que la cena había terminado. Tantas cosas burbujeaban. Deseo. Emoción. Curiosidad. Miedo. Sus manos temblaban cuando ella las apretó juntas en su regazo.

— ¿Estás lista?—le preguntó suavemente.

Ella asintió y se puso de pie, levantándose de su asiento. Él la tocó con su mano en la espalda y la condujo fuera del restaurante.

La brisa cálida y salada los golpeó tan pronto como salieron. A lo lejos, se mezclaban los sonidos del tráfico que pasaba, y la suave música del océano que llenaba la noche.

—Vamos a regresar—le dijo Edward cerca de su oído. Ella asintió con la cabeza, y subieron al coche.


Capítulo 27: CAPÍTULO 27 Capítulo 29: CAPÍTULO 29

 


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