MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 35: CAPÍTULO 35

 

Capítulo Treinta y Cinco

 

—Eres un afortunado hijo de puta—dijo Jasper mientras los dos hombres estaban de pie en la cocina. Edward acercó una cerveza a Jasper y asintió con la cabeza.

—Lo sé. Créeme, lo sé.

—Si ella no estuviera tan colgada de ti, te juro que la arrastraría a su casa y la ataría a la cama. Nunca la dejaría salir de mi habitación.

Edward se echó a reír. Podía entender el sentimiento, porque era lo que él sentía. Su sonrisa desapareció cuando recordó lo mucho que la estaba engañando.

— ¿Qué está mal?—preguntó Jasper cuando se sentó en un taburete. Edward tomó una sartén y la puso sobre el mostrador con un golpe.

—Sólo espero que ella lo entienda cuando le explica la verdad sobre por qué estoy aquí.

Jasper quedó en silencio por un momento.

—Yo creo que lo hará. Quiero decir, yo estoy contigo, yo no vi la necesidad de decirle lo que estaba pasando, pero también entiendo el deseo de Charlie de protegerla. ¿Quién puede culparlo? Bella sólo inspira a los hombres protección y amparo.

Edward asintió con la cabeza.

—Exactamente. He venido aquí decidido a decirle la verdad y a la mierda con lo que Charlie quiere, pero cuando llegué aquí, ya no pude. Me encontré dispuesto a hacer lo que fuera para evitar cualquier daño.

—Es el amor—dijo Jasper en voz baja. Edward se detuvo un momento, dispuesto a negarlo. Pero no, él no podía. No cuando era cierto.

—Sí, lo sé.

—Esto ciertamente complica las cosas.

Edward volvió la mirada hacia Jasper.

— ¿Qué quieres decir con eso?

Jasper se encogió de hombros.

—Tú vives en Dallas. Tu trabajo está ahí. Bella vive aquí. La familia es importante para ella.

Edward se lo quedó mirando durante un largo momento y apartó la vista. Él no respondió. No estaba seguro de qué decir. Una parte de él se avergonzaba del hecho de que desde que llegara a Houston había pensado muy poco sobre su trabajo o Alex. En realidad había sido capaz de levantarse cada mañana sin tener que esforzarse. Había recibido su trabajo con entusiasmo, no con miedo. Y luego estaba Bella.

—Oye, yo no tenía la intención de deprimirte—dijo Jasper. —Sólo quería decir que tienes mucho acerca de lo qué pensar.

—Sí—dijo con gravedad. —Parece que sí.

Jasper tamborileaba con los dedos sobre la barra.

—Mira hombre, yo voy a salir de aquí. Vosotros dos podrías utilizar el tiempo a solas, creo, tengo que volver y ver qué demonios está pasando.

Edward asintió con la cabeza.

—Llámame. Mantenme informado. No quiero tener a Bella de nuevo en Houston hasta que sepamos que es seguro.

—Por supuesto—dijo Jasper mientras se puso de pie. —Y bueno, si alguna vez quieres volver a hacerlo, házmelo saber. Bella... bueno, no tengo que decirte lo caliente que es.

Edward sonrió.

—Nos vemos. —Hizo una ligera ondulación mientras Jasper se dirigió hacia la puerta.

Cuando oyó cerrarse la puerta principal, bajó la mirada a la sartén delante de él. De repente, no tenía ganas de cocinar. Lo que quería hacer era hablar con Bella. Decirle que la amaba. Decirle la verdad sobre todo.

Miró el reloj y vio que sólo había transcurrido una media hora desde que Bella se había ido a dormir. Estaba cansada. Él y Jasper habían sido duros con ella. Necesitaba descansar. Por mucho que ardía en deseos de que se despertase, iba a dejarla dormir.

En cambio, él podía cocinar una buena comida y mimarla cuando se despertase. Y entonces ellos podrían tener una larga conversación sobre su relación.

 

Bella se estiró y bostezó. Su cuerpo protestó con sus movimientos, pero ella amaba cada pequeña punzada y dolor. Era demasiado fácil recordar cómo habían surgido los dolores.

Se sentó y dejó que sus piernas colgaran de la cama. Edward no había dicho si ella podía vestirse o no, pero con Jasper allí, no se sentía cómoda paseando desnuda. Siempre podría desnudarse más tarde.

Con una sonrisa, se puso en pie y se acercó a la maleta donde revolvió buscando un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Se puso la camiseta luego empujó sus pies en un par de chanclas en el suelo. Antes de salir de la habitación, se miró en el espejo del tocador. En una palabra, se veía arrugada. Bien amada. Sus labios estaban hinchados, y sus ojos brillaban con suprema confianza femenina, del tipo que solamente se podía conseguir al saber lo bien que habías satisfecho a un hombre.

Se pasó una mano por el pelo luego empujó un mechón detrás de las orejas antes de finalmente dejarlo suelto. Cuando entró en la sala, vio a Edward de pie entre las puertas francesas, mirando por encima del agua. Ella lo miró en silencio, disfrutando de la silueta de su poderoso cuerpo. Entonces, como si sintiera su presencia, se volvió y la vio.

Su rostro se suavizó, y sus ojos se iluminaron. Un estremecimiento disparó a través de su espalda al ver su reacción ante ella.

—Hey—dijo en voz baja. — ¿Has dormido bien?

Ella sonrió y asintió con la cabeza. Él abrió los brazos.

—Ven aquí—Fue con mucho gusto, y ella cerró los ojos por el placer mientras la envolvía con sus brazos y tiraba con fuerza contra él. Abrió los dedos sobre su pelo y dejó caer mechones entre los dedos. Entonces él la apartó.

—Jasper se ha ido. —Ella sintió una oleada de euforia. Por mucho que había disfrutado de la experiencia erótica de tener dos hombres, hubiese sido demasiado tenerlos a los dos ahora.

—Ven y siéntate conmigo en el sofá. Quiero hablar contigo—dijo en voz baja mientras él la guiaba hasta el sofá.

La sentó y le quitó un mechón. Tomó su mano y le besó las yemas de los dedos antes de bajarla lentamente a su regazo.

Ella lo miró inquisitivamente. Era obvio que quería decirle algo. La anticipación golpeaba pesadamente su pecho.

—Bella, los últimos días... han sido simplemente increíbles. No tengo palabras para describirlo.

Ella sonrió.

—Lo sé—dijo. —Para mí también. —Ella tomó una respiración profunda sabiendo que ese era el momento. Necesitaba decirle como se sentía. Era la oportunidad perfecta.

Ella bajó la mirada por un momento mientras tomaba valor, pero Edward elevó su barbilla hacia arriba con el dedo.

—He oído un pero en alguna parte—dijo. Ella sacudió la cabeza. Le miró directamente a los ojos con la esperanza de que él pudiera ver el amor que brilla en ellos.

—Edward, te amo. —El fuego surgió en sus ojos con su declaración. Él empezó a hablar, pero ella puso un dedo sobre su boca.

—Déjame terminar. Tengo mucho que decir. —Él asintió con la cabeza y dejó que sus dedos se apartaran.

—Me siento débil ahora mismo. Ceder el control de la manera en que lo hice me hacía sentir más pequeña de alguna manera. Pero ya no. De hecho, nunca me he sentido con más poder que en estos momentos. Más en control de mi propio destino. Tal vez antes no sabía exactamente lo que quería, pero ahora sí. Te quiero a ti. Y me di cuenta de por qué otro hombre nunca ha sido capaz de satisfacerme. Se debe a que no conecté emocionalmente con ellos como lo he hecho contigo. No confiaba de ellos. Y la confianza lo es todo. Sin ella, no podía ceder realmente el control, y durante el tiempo que me aferraba a él, yo estaba destinada a permanecer decepcionada.

Juntó sus manos de nuevo y las levantó hasta su boca. Le besó primero una y luego la otra.

—Eres una mujer increíble, honesta—dijo con voz temblorosa. — ¿Débil? No creo que puedas ser débil. ¿Qué podría ser más poderoso que la admisión de tus necesidades y no sentir vergüenza o miedo de abrazarlas? Las personas pasan toda su vida ocultándose de su yo verdadero, viviendo mentiras y fantasías, no abarcando la realidad. Al ofrecer tu renuncia, al cumplir con tus necesidades y deseos ocultos, te has liberado de la peor clase de esclavitud. Y nada es más poderoso que eso. O más valiente.

Extendió la mano y le acarició la mejilla con el dorso de su dedo.

—Te quiero, Bella. Dios sabe que he tratado de no hacerlo. Quería creer que estaba jugando. Que no podías darme lo que yo quería. Pero tú eres lo que quiero. Lo que yo siempre he querido.

Ella lo miró fijamente, demasiado abrumada para hacer otra cosa que abrir la boca, aturdida en estado de shock. Cerró los ojos y no queriendo que vinieran las lágrimas. Sin embargo, una se deslizó por su mejilla.

Con ternura la alejó.

—Abre los ojos, Bella, y mírame. —Ella parpadeó, en su rostro una mirada reluciente mientras ella lo miraba a través de un brillo de lágrimas espesas. —Hay algo más de lo que tenemos que hablar—dijo en voz baja.

Ella frunció el ceño ante la preocupación que escuchó en su voz. Antes de que pudiera preguntarle por ello, la puerta estalló hacia adentro. Edward la empujó al suelo y salió disparado a sus pies.

—No muevas un músculo, o tu compañero de aquí lo lamentará. —Bella miraba frenéticamente alrededor de Edward desde su posición en el suelo para ver a un hombre extraño con una pistola en la cabeza de otro hombre. El miedo y la desesperación irradiaban sobre el hombre armado, y su rehén parecía molesto. Pero extrañamente sin miedo.

Edward sostuvo los brazos de una manera apaciguadora, pero por dentro estaba maldiciendo por los codos.

Junto a él, Bella se levantó del suelo. Edward la agarró de la muñeca y tiró de ella detrás de él. Su primera prioridad era la seguridad.

—Voy a ver si lo adivino, ¿eres Aro?—dijo Edward con voz serena.

El pistolero se burló.

— ¿Realmente importa quién soy?

—Lo hace si matas a mi pareja. —Bella se acurrucó cerca de la parte posterior de Edward, aferrándose a él con las manos. Él todavía tenía una mano en la muñeca mientras la sostenía tras su espalda y le frotaba arriba y abajo la piel de manera suave. Podía sentir lo asustada que estaba, y le molestó aún más.

¿Cómo diablos los había encontrado Aro? Y para el caso, ¿cómo había terminado Mick metido en esto? La amenaza de Mick acerca de coger a Aro por su cuenta hizo eco en su mente. Idiota va a conseguir que lo maten.

— ¿Qué quieres?—Exigió Edward. — ¿Cómo diablos has llegado hasta aquí?

—Quiero a la chica—dijo Aro. Edward sintió a Bella temblar contra su espalda, y le apretó la mano para tranquilizarla.

—Eso no va a suceder—dijo Edward en una voz peligrosamente baja.

— ¡Que se vaya!—dijo Mick amargamente. —Ella no tiene importancia.

—Cierra la boca, Mick—gruñó Edward. — ¿En qué estabas pensando, para ir detrás de Aro solo? ¿Estás tratando de matarnos?

—Callaos los dos—ladró Aro. —La madre de la puta está ansiosa por verla. Estoy seguro de que su antiguo hombre estará dispuesto a escupir un poco de dinero si quiere verla con vida de nuevo. —Vella se puso rígida, y antes de que él pudiera empujar su espalda, salió de detrás de él y se quedó mirando a Aro.

— ¿Qué tiene mi madre que ver con esto? ¿Qué está pasando?

—Bella, ponte detrás de mí—dijo Edward lentamente.

Aro apretó el cuello de Mick y apuntó el arma hacia Bella.

—Hazte a un lado—le ordenó, señalando a la izquierda con su pistola. —Muévete, o te mato.

Bella se quedó quieta, ya sea por miedo o por el hecho de que ella estaba en estado de shock.

— ¿Cómo conoces a mi madre?—exigió. Y luego la comprensión brilló en sus ojos. —Tú eres el hombre con el que estaba mi madre. ¿Por qué estaba llamando y pidiendo dinero? Eres el que oí en el fondo. —Volvió la mirada confundida hacia Edward. —Pero, ¿qué tiene eso que ver con tu amigo?

—Te han utilizado como carnada, cariño—dijo Aro. —Es una lástima que sean tan incompetentes. Ahora, muévete. No tengo tiempo para otro drama.

El corazón de Edward se encogió al ver el dolor y la confusión en los ojos de Bella. Pero más que eso, las cosas se estaban volviendo desesperadas. No podía derribar a Aro, no cuando estaba apuntando con una pistola a Bella.

— ¿Qué quieres decir con que me usaron como cebo?—dijo.

—Lo envié a Houston—dijo Mick, con el rostro rojo como su creciente cólera estalló.

—Mick, cállate—dijo Edward.

— ¿Por qué lo enviaste a Houston?—Preguntó en voz baja.

—Para estar cerca de ti.

— ¿Pero por qué? No lo entiendo. —Su voz se hizo eco de su desconcierto.

En un instante, Aro empujó Mick, enviándolo por accidente a través de la sala de estar. Extendió la mano y tiró de Bella hacia su pecho, reposicionando la pistola en la sien de ella.

—Ahora, esto está mejor—dijo Aro, con satisfacción en su voz. —Permíteme hacer esto más simple para ti, cariño. Sólo para que sepas lo hijo de puta que es tu amante. El anciano de allí envió al chico a Houston para adularte, porque él sabía que yo había conectado con tu madre. Y entonces tu amante te trajo aquí para atraerme. —Aro miró a Edward. — ¿Pensabas sacarme por tu cuenta? Apuesto a que no les dijiste eso a tus amigos en Houston. Con la operación encubierta que ellos tenían. El señuelo se parecía mucho a Bella. Probablemente habría caído en la trampa si el anciano no hubiera dejado que se escapara cuando tú la estabas protegiendo. Pero entonces, supuse que era parte del plan. Sólo me decidí a cambiar un poco las cosas. No soy del todo estúpido.

Bella miraba en shock. El dolor y la confusión emanaban de cada poro de su cuerpo.

— ¿Es cierto?—susurró. Edward no iba a perder el tiempo pidiendo su comprensión. Eso podría venir más adelante. En este momento su atención se centró en mantener a Aro lejos de ella. Él ignoró la pregunta y se ajustó a la traición en su mirada.

—No vas a llegar muy lejos—dijo de manera uniforme. Estás en una isla, por amor de Dios. ¿Cómo crees que vas a salir con un rehén?

—De la misma manera que entré con uno—dijo Aro con una sonrisa.

Por el rabillo de sus ojos, vio a Mick hacer un movimiento. Edward trató de llegar hasta él, para evitar una acción estúpida, pero Mick se precipitó hacia adelante, como un loco, fuera de control.

No importaba Bella, o si ella se lastimaba, sólo veía al asesino de su hijo. Todo pasó muy rápido. La fuerte detonación del arma de fuego. El grito de Bella. Mick doblado en el suelo. Era igual que en la noche de Alex otra vez, y él era incapaz de pararlo. Otro disparo sonó, y un agudo dolor ardió a través de su brazo. Lo último que recordaba fue como se desplomó en el suelo con la mirada de miedo y traición en los ojos de Bella.

 


Capítulo 34: CAPÍTULO 34 Capítulo 36: CAPÍTULO 36

 


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