MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 25: CAPÍTULO 25

Capítulo Veinticinco

 

En los últimos tres días, Bella había sido más sexual y aventurera de lo que había sido en toda su vida. Ella también había quedado en ridículo frente a más hombres de los que había dormido. Lo cual era muy triste cuando se dio cuenta.

Se hundió más en la bañera mientras miraba sus uñas recién pintadas. Pero ni siquiera el color rosa brillante, alegre, logro levantarle el ánimo.

Las palabras de Edward resonaron en su cabeza una y otra vez, una letanía interminable de cuan tonta había sido. Ahora que se lo había explicado, estaba todo claro. Su idea de que un hombre tomara el control, con una lista de cosas que hacer. Habría sido mejor contratar un gigoló y darle un guión. Pero en medio de su lamentación, un pensamiento tomó forma y se apoderó de ella.

Con el hombre adecuado no hacían falta instrucciones, y el hecho era que nunca había estado con el hombre adecuado. Eso era evidente. Ella había respondido a la frustración de la única forma que sabía. Pero Edward se había negado a su control sutil. Era un hombre acostumbrado a hacer las cosas a su manera. Habría sido perfecto para ella, si ella no lo hubiera convencido para realizar esos frívolos juegos estúpidos.

Estaba más confundida que nunca. Su mirada se deslizó al teléfono inalámbrico que se había llevado con ella al baño. Tenía dos opciones. Podía llamar a Jasper, pero estaba segura que le responderían con una invitación y aun no estaba preparada para ello. O podía llamar a Carlisle y pedirle su opinión. Parecía lo suficientemente abierto y se sentía cómoda hablando con él. Después de un instante de vacilación, cogió el teléfono y marcó el número privado que Carlisle le había dado. Al segundo tono, lo cogió.

—Carlisle, soy Bella. Espero no haberte cogido en un mal momento.

—Por supuesto que no—dijo cálidamente— ¿Qué puedo hacer por ti?

Dudo por un largo segundo.

—Necesito hablar contigo. ¿Hay alguna forma que nos encontremos para una copa tardía? Quiero decir, si no estás ocupado—se apresuró a decir.

—Enviare al chofer a por ti—le dijo

— ¿Chofer? Yo puedo encontrarme contigo.

—No es ningún problema. Enviare al chofer en, digamos, ¿una hora? ¿Te da suficiente tiempo? Conozco un lugar agradable cruzando el pueblo que tendremos la privacidad asegurada.

—Si—dijo ella finalmente—Una hora está bien.

—Perfecto. Te veré luego.

Dejo que el teléfono se deslizase de sus dedos. Luego se levantó de la bañera para secarse. ¿Un chofer? ¿Quién demonios envía un conductor? Sonaba positivamente decadente. ¿Era su posición de manager del club lo que pagaba eso o solo su trabajo?

Él había dicho privado y cruzando el pueblo. Esto, sumado a lo del chofer, le hacía pensar en algo más elegante que vaqueros y deportivas.

Exactamente una hora después abría la puerta. Llevaba un elegante vestido negro, con tirantes finos y llevaba los sexy tacones ultra—altos que Carlisle le había devuelto solo días antes. Había apilado su pelo de forma artística sobre su cabeza, y había elegido unos sencillos pendientes de diamantes en forma de lágrima. Comprobó su lápiz de labios en el espejo del hall, antes de abrir la puerta.

Fue recibida por un hombre con vestido con traje oscuro como las sombras. Llevaba gafas oscuras, a pesar de que eran más de las nueve de la noche.

— ¿Señorita Swan?

—Sí, soy yo—dijo con una sonrisa tentativa. Él le devolvió la sonrisa y le ofreció el brazo.

—Al Sr. Cullen le gustaría que se reúna con él. La llevaré a su destino.

Sus ojos se agrandaron cuando vio en el coche que había llegado. Tal vez había estado esperando una limusina, pero ver un maldito Bentley le hizo dar un vuelco. ¿Quién demonios tenía un Bentley a su disposición? ¿Eran los clubes de sexo tan lucrativos?

El chofer la ayudó a entrar en el asiento trasero, y luego cerró la puerta tras ella. Se sentó en el cuero blando, del color de la mantequilla y cerró los ojos con apreciación. Mientras se alejaban, miraba por los cristales tintados el coche de Edward. Emitió un suspiro triste y volvió su atención al interior del coche. Las notas de una suave melodía clásica llenaban el aire. Volvió la cabeza disfrutando de las luces de la ciudad.

Treinta minutos después, el Bentley aparcó bajo un toldo, donde un portero abrió la puerta y le ayudo a salir.

—Por aquí, señorita Swan—le dijo.

Arqueó las cejas, sorprendida e impresionada por toda la pompa. Ella estaba más intrigada que nunca por la posición de Carlisle como gerente de un club de sexo. Fue escoltada hasta un oscuro e íntimo restaurante, donde fue entregada inmediatamente al maître, que se inclinó le besó la mano. Le ofreció un brazo y la condujo más adentro.

El mobiliario gritaba exclusivo, solo con reserva. Lamentó no haber prestado más atención cuando llegaron, aunque dudaba que pudiera reconocer el nombre, de todos modos. El único lugar que frecuentaba era Cattleman’s, y exclusivo no era.

Para su sorpresa, el maître la acompañó más allá del restaurante a una pequeña sala privada en la parte trasera del restaurante.

Cuando entraron, Carlisle se levantó de una pequeña mesa del otro lado de la habitación y sonrió. Extendió la mano y después asintió con la cabeza hacia el maître.

—Esto es todo, Phillip.

Phillip sonrió y volvió a la habitación.

Carlisle cogió una silla de la mesa y le hizo un gesto para que se sentara. Después, rodeó la mesa y se sentó en su silla. Alzó la mano y se aflojó la corbata, desabrochándose los puños de la camisa de vestir de manga larga.

—Espero que no te importe que me ponga cómodo—le dijo.

—No, para nada—murmuró.

Dejo su brazo sobre la mesa y se encontró con su mirada.

—Estás preciosa.

Se removió incomoda en la silla. Por alguna razón, sentía que el Carlisle con el que había hablado, el que había conocido en La Casa, no era el mismo hombre que estaba frente a ella. Y ahora se sentía una loca por llamarle para hablar con él.

— ¿Qué quieres para beber?—le pregunto—Tienen una gran selección de vinos, o si lo prefieres, algo más fuerte.

Suspiró.

—No creo que tengan zarzaparrilla aquí. —Lo último que necesitaba era alcohol. Su cabeza ya estaba lo suficientemente abochornada sin añadir nada más.

Se echó a reír, con los perfectos dientes blancos destellando.

—Zarzaparrilla, pues. Vivo para servir.

Hizo un gesto a un camarero que estaba en el rincón que Bella no había visto. Cuando el joven se movió al lado de Carlisle, le pidió un vino que Bella no conocía y una botella de su mejor zarzaparrilla.

Se rió entre dientes, mientras que el camarero no tardó más que un abrir y cerrar de ojos.

—Soy desesperadamente inoportuna—dijo a Carlisle a modo de disculpa.

—Eres deliciosa—le dijo con una sonrisa— ¿Tienes hambre?

Sacudió la cabeza, sabiendo que su estómago no toleraría los alimentos después de la agitación del día. Un incómodo silencio se extendía entre ellos y Bella jugueteó con su servilleta para encubrir su malestar. El camarero regresó con sus bebidas y ella cogió agradecida el frío vaso.

A medida que el camarero se alejaba, Carlisle fijó su mirada en ella.

—Ahora, ¿qué te molesta?—le preguntó. Bebió un sorbo de su zarzaparrilla y luego dejó el vaso con un suspiro. —Primero tienes que decirme como un hombre que la gente cree que es un simple gerente de un club sencillo de alguna forma ha conseguido convertirse en el señor GQ.

Le ofreció una sonrisa irónica.

—Creo que nunca he dicho que fuera un simple manager de club.

—No, no creo que lo hicieras—admitió—El Bentley podría haber sido un poco demasiado, sin embargo.

Él se rió y tomo un sorbo de vino.

—Okay, lo admito, estaba tratando de impresionarte. ¿Funciona?

Se encogió de hombros.

—Estoy más confundida que impresionada, pero me parece que me regodeo en la confusión últimamente.

El brillo divertido de sus ojos desapareció y fue reemplazado por auténtica preocupación. Atravesó la mesa y posó su mano sobre la de ella:

—Si hay algo que pueda hacer por ti, Bella, lo haré.

Apartó su mano poco a poco y la puso en su regazo.

—Admito que hay cosas que quería discutir contigo, un tema en el que pensé que podrías tener una considerable experiencia, pero ahora…

—Ahora, ¿qué?—saltó él.

Se retorció en su asiento.

—Ahora me pregunto cuánto de tu papel como “manager” de La Casa es un juego, como todo lo demás. Estoy teniendo dificultades para averiguar que es real y que no.

—Ah.

— ¿Qué significa eso?—preguntó, frustrada por la mirada de aparente conocimiento de su cara.

Se echó hacia atrás y respiró hondo.

—Bella, soy el dueño de La Casa. Por lo que mi posición como manager o propietario es legítima. La Casa es mi forma de escapar. Es el lugar donde puedo ir, donde puedo ser libre para ser yo mismo o disfrutar de un estilo de vida diferente.

—Entonces ¿es un hobby?—preguntó.

Él le miro inquisitivamente.

—Puedo sentir tu enojo y frustración. En este momento te sientes que han jugado contigo, que te han mentido.

Sus cejas se levantaron. Si, había acertado acerca de lo que pasaba por su cabeza. En realidad, se sentía más como si se hubieran quedado atrapados en un mundo de fantasía sin fin, donde todo el mundo leía uno de esos guiones de los que Edward se quejaba tanto.

—Te admiro, realmente te admiro, Bella.

— ¿Perdón?

—Sabes lo que quieres, y no te vas a conformar con menos, y vas a tener fallos mientras buscas.

Ella se rió. No podía encontrar ayuda allí. ¿Saber lo que quería? Lo deseaba. Haría las cosas mucho más fáciles.

Negó con la cabeza cuando ella hubo hablado.

—Puedes estar confundida en este momento, pero en el fondo sabes lo que quieres. Solo que no sabes cómo conseguirlo. Es por eso por lo que fuiste a La Casa. No porque no supieras lo que querías, sino porque no sabías donde encontrarlo.

—O como encontrarlo—dijo con tristeza.

— ¿Quién era el hombre?—pregunto Carlisle con curiosidad. —Se presentó en La Casa buscándote, como si quisiera romper a Brent miembro a miembro.

Bella le miró e hizo una mueca.

—Se llama Edward.

—Parecía que sabía un poco demasiado sobre ti—dijo simplemente.

Ella suspiró.

—Creo que me entiende demasiado bien, también.

— ¿Qué quieres decir?

—Es una larga historia. Una larga, real y jodida historia.

—Tengo toda la noche—dijo perezosamente.

Vaciló por un momento y después le contó toda la historia, a partir de su ruptura con John y su encuentro posterior con Edward, primero en La Casa y luego en su apartamento.

—Y lo más triste es que él está en lo correcto—dijo cuando terminó.

Carlisle la miró pensativamente mientras rellenaba su copa de vino.

—Esperaba que pudieras ofrecerme alguna idea. ¿Estoy jugando? ¿Estoy haciendo lo mismo que tanto despreciaba en La Casa? ¿Estoy deseando algo que realmente no existe fuera del papel y de elaboradas fantasías?

Se inclinó y le acarició la mejilla.

—No creo eso en absoluto. Creo que, como he dicho antes, eres una mujer que sabes lo que quieres. Simplemente no has sabido ir hacia ello, ni has conocido al hombre adecuado, un hombre que no tendrá que necesitar ni direcciones, ni sugerencias ni guiones.

— ¿Soy retorcida?

—No. Eres la mujer que cualquier hombre sueña con tener. Entre los que me incluyo. He pasado mucho tiempo en La Casa, y en parte es porque yo también estoy buscando. El qué, ni siquiera estoy seguro, pero creo que va mas allá de los juegos inofensivos a puerta cerrada. No envidio ninguno de los patrones sexuales de mis clientes. Estoy muy comprometido a darles un ambiente seguro para jugar a sus fantasías sexuales…

— ¿Qué es lo que quieres?—preguntó suavemente.

Sonrió y negó con la cabeza.

—Te provocaría un shock.

Ella alzó una ceja.

—Si tenerte a ti mirando mientras le hago una mamada a otro hombre no me ha provocado un shock, no creo que nada de lo que digas me lo provoque.

Se atragantó con el vino y sacó un pañuelo para cubrir su boca. Le tomó un minuto para darse cuenta que él se estaba riendo.

—Eres tan refrescante, Bella. Me parece que no puedes imaginártelo. A simple vista, eres de lo más femenina, pero sin embargo, muy contundente.

— ¿Y bien? ¿Vas a decirme que clase de mujer, estas buscando?

Él la miró por un momento y puso la servilleta encima de la mesa.

—Tú y la mujer de mis sueños compartís un montón de cualidades. Pero me gustaría llevar las cosas más allá.

Se inclinó hacia delante.

—Oh, ahora me has intrigado.

Sonrió.

—Quiero una mujer completamente sumisa. Supongo que en algunos círculos, se podría considerar una esclava.

Los ojos de Bella se agrandaron.

— ¿Una esclava?

—He dicho en algunos círculos—dijo secamente—Ves, la gente está demasiado encasillada en las etiquetas. Quiero una mujer completamente dedicada a mí y a mis necesidades. A cambio, me haría cargo de ella y le cubriría cada necesidad. Pero me gustaría tener el control.

—Pero eso es lo que yo quiero—dijo suavemente.

Asintió.

—Triste, ¿verdad? Aquí estamos, un hombre y una mujer que buscan lo mismo, y sin embargo, no te sientes atraída por mí.

Ella empezó a protestar, pero él sonrió.

—Vamos, sabes que es verdad. Si, respondiste a mi tacto. Pero cuando Edward intervino, bueno, fue otra cosa.

No había mucho más que ella pudiera decir.

—Entonces, con lo que te he dicho ¿crees que no tengo ninguna posibilidad con Edward? Lo digo en serio, suena como tú. Él quiere una mujer sumisa, sin juegos. ¿Cómo puedo demostrarle que quiero lo mismo también?

Carlisle sacudió la cabeza.

—No sé qué decirte, Bella. Suena como si estuviera luchando contra su atracción hacia ti. ¿Por qué? No lo sé. Si hubieras mostrado interés hacia mí, te habría cogido y atado a la cama en dos segundos.

El calor le pasó por su columna vertebral y subió a sus mejillas.

—Te gusta la imagen, ¿verdad?—bromeó.

—Idiota—murmuró ella—Maldita sea, ¿por qué estoy tan colgada de él? ¿Por qué conmigo y con nadie más? ¿Sabes que desde que he empezado a perseguir a un hombre que cuide de mí he recibido más ofertas que en toda mi vida?

—Los hombres adoran a las mujeres sumisas—dijo Carlisle simplemente. —Incluso cuando dicen que no. Hay algo acerca de una mujer hermosa, suave, esperando que ellos la protejan y la cuiden que inspira a un hombre a la grandeza.

—Parece que hay un montón de espacio para este abuso de poder, sin embargo—remarcó.

Carlisle asintió.

—Eso es. Si más hombres actuaran de forma responsable, entonces a más mujeres no les importaría dejarles la situación de liderazgo.

— ¡Oh, Dios mío! ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¡Fue lo que yo dije! Se lo dije a Edward la semana pasada. Si muchos hombres no hubieran renunciado a su responsabilidad, más mujeres estarían dispuestas a dejarles ser el jefe de la casa.

Carlisle le sonrió, y de nuevo, ella maldijo el hecho de que Edward dominara sus pensamientos y deseos. Aquí, de nuevo, había un hombre dispuesto a mostrarle lo que ella quería. Y, de nuevo, ella huiría después de pasar tanto tiempo buscando un hombre en primer lugar.

Era suficiente para hacerla gruñir de frustración.

—Necesito unas vacaciones —dijo—Necesito tiempo para averiguar qué demonios voy a hacer con mi vida.

Le tomó la mano y frotó sus dedos contra su palma.

—Tengo una casa en la playa. Podría darte la llave. Puedes pasar un tiempo allí. Unos días para ti misma. Nadie te molestará.

Ella lo estudió, tentada de aceptar su oferta. Unos pocos días en la playa sonaban celestiales. E impedirían que tuviera que ver a Edward hasta que se hiciera más fuerte.

—Le diré al chofer que te lleve en el Bentley—dijo engatusándola.

Ella se rió.

—Está bien. Carlisle, no sé cómo agradecértelo.

—No me lo agradezcas. Tengo motivos ocultos.

— ¿Oh?

Él sonrió.

—Sí, si las cosas no van bien entre Edward y tú, espero que vengas a mí.

Un escalofrío caliente le recorrió los brazos mientras sus dedos seguían acariciando su palma.

—Lo tendré en cuenta—dijo. Y lo decía en serio. Si le daba una oportunidad a Carlisle, podría encontrarse con que eran compatibles.

— ¿Cuándo quieres irte?—preguntó—Dime cuando y enviaré al chofer para que te lleve.

Miró su reloj.

—Honestamente, no quiero irme a casa aún, porque me lo estoy pasando bien contigo. Y si tu chofer no está demasiado cansado, podría llevarme a casa más tarde y esperarme mientras hago una maleta. Siempre puedo dormir cuando llegue allí.

Carlisle sonrió.

—Bueno, está todo arreglado. Ahora, ¿quieres más zarzaparrilla?

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