MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 57: CAPITULO 57

 

Capítulo Cincuenta y siete

 

Después de una relajante ducha en la que Carlisle volvió a hacerse cargo y lavó cada centímetro de su cuerpo, la secó y luego la colocó entre sus piernas en la cama mientras le cepillaba el cabello.

Que crepitaba y brillaba en el momento en que puso el cepillo hacia abajo, y pasó sus manos a través de sus cabellos.

—Tu cabello es hermoso. No creo que alguna vez haya visto un pelo tan caramelo y brillante.

Ella sonrió de placer mientras seguía acariciando su cabello con ligeros toques.

Se levantó de la cama y extendió su mano hacia ella. La puso de pie y dio un paso hacia atrás para examinarla. Su desnudez no le molestaba tanto como la noche anterior. Así que fue, hasta que se dirigieron hacia la cocina, donde se acordó que él empleaba un personal completo.

Cuando se encontraron con Sam en la sala, rápidamente se escondió detrás de Carlisle y se pegó detrás de él. Sam se limitó a asentir cuando Calisle le dio los buenos días y continuó hacia la puerta de la entrada.

Cuando se fue, Carlisle dio la vuelta y suavemente quitó su mano de su espalda.

—Me doy cuenta que esto es nuevo para ti, y es por eso que voy a ser paciente, pero nunca debes ocultar tu cuerpo.

—Pero me dijiste que tú eras el único que disfrutarías, que verías...

Levantó un dedo a sus labios.

—Solamente yo te voy a tocar. Solamente yo te voy a poseer. Mis empleados son discretos y no van a mirar. Con el tiempo, no te va a molestar estar desnuda delante de ellos.

Ella abrió la boca para protestar de nuevo, pero eficazmente la calló.

—Estos son mis deseos. Y los va a obedecer.

La palabra no se cernía peligrosamente sobre sus labios, pero recordó también que había dicho que en el momento en que ella dijera que no, todo  acabaría. Él había sido honesto con ella. Le dijo que la iba a provocar, que sería exigente y arrogante. Pero ella podía decir que no. Y si lo hacía, él se echaría atrás de inmediato. La desventaja sería que lo perdería todo. Su fantasía. Su oportunidad de satisfacer sus deseos más profundos y sus antojos.

—Sí—susurró.

Él sonrió y tomó su mano en la suya mientras se inclinaba para rozar sus labios contra los de ella. Él le apretó la mano cuando la besó, mostrando más que con palabras que ella lo había complacido con su respuesta.

Una emoción vertiginosa revoloteó en su pecho. Ella quería complacerlo. Realmente lo quería.

Le dio a su mano un último apretón y luego tiró de ella hacia la cocina. Pasaron junto a un formal comedor en su camino hacia la cocina gourmet de gran tamaño. Que era absolutamente magnífica y casi hacía que deseara saber cocinar. Casi. Esa fue una habilidad que nunca había dominado, y ella no estaba muy desilusionada por eso realmente.

Había una mesa pequeña en una pequeña y acogedora sala frente a un ventanal que afortunadamente tenia portezuelas, cerradas. El desayuno estaba previsto ya para ellos, una selección de panecillos, pan tostado, sémola de maíz, huevos y galletas. Y zumo. De naranja y uva.

Luego vio que sólo había una silla. Ella frunció el ceño y miró al suelo. Ciertamente él no se esperaría que se sentara en el suelo.

Suspiró y la condujo hacia adelante. Tiró de la silla y se sentó antes de tirar de ella hacia abajo para que se sentara sobre su regazo. La acomodó transversalmente para que reposara de costado sobre su pecho.

— ¿Siempre me vas a dar de comer?—preguntó. — Me parece bien, a veces, ¿pero siempre?—Tarde o temprano irritaría sus nervios, después de un tiempo.

—Te voy a dar de comer cuando tenga ganas de hacerlo—dijo simplemente. — Y esta mañana tengo ganas.

Ella tuvo que sonreír. Podía ser exasperante, si ella dejaba que la afectara. Era un bastardo tranquilo. Calmado y seguro. Ella simplemente amaba a un hombre con seguridad. Rayando en lo arrogante era aún mejor, pero después de todo nada en él era limitado. Él era absolutamente arrogante y sexy como el infierno y follaba como un sueño.

Hizo un pequeño ruido de satisfacción y se acurrucó en su pecho.

— ¿Prefieres el zumo de uva o de naranja?—preguntó.

—Me encanta el de uva.

El vertió el zumo en un vaso pequeño y luego se lo llevó a sus labios, inclinándolo hacia ella lo suficiente para que pudiera saborear el líquido sin derramarlo. Después de varios tragos largos, lo retiró.

— ¿Suficiente?

Ella asintió con la cabeza y lamió el zumo de sus labios.

Alternó dándole bocados de huevos y de sémola de maíz. Después rompió un pedazo de biskuit y lo sostuvo en sus labios. A menudo limpiaba delicadamente sus dedos en su lengua, e incluso eso se convirtió en un ejercicio de lo sensual. ¿Quién sabía que el acto de alimentarse podía ser tan íntimo?

Se dio cuenta que él no había comido mucho todavía, y ella estaba casi llena, lo cual le dio una idea. Ella después de todo, se suponía que era su esclava, pero hasta ahora la había tratado como si él fuera el esclavo y ella fuera de la realeza o algo así.

La próxima vez que le ofreció un pedazo del bísquet, alargó la mano para detener la suya. La sorpresa se mostró en su rostro cuando ella tomó el pan de sus dedos y lo llevó a sus labios.

Él abrió su boca, y ella deslizó sus dedos, dejando que el pan se desmoronara en su lengua y las puntas de sus dedos rozaran su calor. A medida que se retiró, cerró la boca alrededor de su dedo y chupó ligeramente.

Maldita sea, pero ahora sabía por qué le gustaba darle de comer tanto. Alentada por su respuesta y el hecho de que no había indicado que se había excedido en sus límites, ella tomó el tenedor y pinchó un trozo de huevo.

Guió el tenedor a su boca y suavemente le dio de comer un bocado.

—Los dedos—dijo mientras sacaba el tenedor. — Usa tus dedos.

Con una sonrisa, ella se inclinó y recogió con su dedo la sémola de maíz y rápidamente lo llevó a su boca. Algunos se resbalaron en su barbilla cuando ella no fue lo suficientemente rápida, y después que le había chupado el dedo dejándolo limpio, ella se inclinó y lamió la mancha de su piel.

Él contuvo el aliento y se tensó en su contra. Ah, sí, le gustaba esto de alimentarlo.

Cuando alargó la mano para alcanzar el zumo para dirigirlo hacia a su boca, le puso una mano en la muñeca.

— ¿Qué es lo que estás haciendo?—preguntó. No había reproche en su voz, sólo curiosidad.

—Yo soy tu esclava—dijo. — ¿No se supone que debo cuidar de ti? ¿Mirar por tus necesidades?

Algo brilló en sus ojos. Primitivo y oscuro. Sus pupilas se dilataron y destellaron por un breve momento antes de volver a su tamaño normal. Mientras movía el vaso cerca, el separó sus labios para que ella le diera de beber. Su mirada no se apartaba de la suya mientras sorbía el jugo. Cuando lo retiró, ella levantó la mano y suavemente limpió una pequeña gota en la comisura de su boca.

Él le agarró la mano y le besó la palma.

—Te gusta que te den de comer—dijo.

Una de las esquinas de su boca se arqueó hacia arriba en una sonrisa.

—Nadie se ha ofrecido cuidar de mí antes. Encuentro que realmente me gusta.

Tocó su mejilla y acarició suavemente su fuerte mandíbula.

—Entonces espero que podamos hacer de esto algo mutuo. Tengo muchas ganas de complacerte, no sólo por ceder a tus deseos, sino al cuidarte y mirar por tus necesidades como tú miras por las mías.

Parecía sorprendido por su declaración. La confusión se arremolinó por un momento antes que él parpadeara y se esfumara. Parecía que lo había dejado sin habla, pero también parecía excesivamente satisfecho con su petición.

—Eso me gustaría mucho—dijo en voz baja.

Ella no podía ocultar su sonrisa. Él extendió la mano y pasó los dedos por sus labios.

—Tienes una sonrisa tan hermosa, y abierta—dijo—Se ilumina todo tu rostro y hace que el café de tus ojos cambie espectacularmente a otra tonalidad.

Durante mucho tiempo se limitaron a mirarse el uno al otro, sus miradas se encontraron, como si cada uno buscara profundamente en el alma del otro.

Finalmente, le acarició la mejilla y bajó la cabeza, moviéndose primero de una forma y, cuando ella se movió, cambio de dirección para ajustarse de nuevo para que sus labios estuvieran alineados. Cuando la tenía justo donde quería, puso sus dos manos en su cara y la sostuvo mientras bajaba sus labios a los suyos.

Fue mucho más de lo que había previsto. El primer contacto de sus labios fue como una descarga eléctrica a lo más profundo de su ser. Fue el más ligero de los toques. Tan exquisitamente suave que suspiró en su boca.

Él la trataba como a un fino pedazo de vidrio soplado. Su lengua, tentativa en un principio, lamió sus labios, persuadiéndola a que se abriera a sus avances. Ella rápidamente lo complació, separando sus labios para permitir la entrada.

El sabor dulce del zumo de uva llenó su boca mientras sus lenguas estaban batiéndose en duelo. Esto no era un apasionado, y urgente beso, maltratándose las bocas. Más bien, era caliente y lento, perezoso como un día de verano ardiente.

Comodidad. Si hubiera una palabra para describir el sentimiento que inundaba su corazón, sería la comodidad.

Compañía. Confianza. Qué raro era que esas fueran las cosas que le venían a la mente mientras se daba a si misma a las deliciosas sensaciones que sus labios ejercían sobre ella.

A ambos les faltaba aire, pero no se apartaron. Sus brazos se envolvieron alrededor de su cuello mientras las manos de él enmarcaban su cara para acercarla más. Ligeros sonidos de besuqueos sonaban, del suave clic de labios en labios, y de lengua contra lengua.

Esto fue más que amo y esclavo, sexo caliente, vividas fantasías. Había una tangible conexión que se forjó en este momento, que ella no quería separarse. Había tantos sentimientos en ese beso que ella quería que durara por siempre.

Hambrienta de aire, se separó lo suficiente como para tragar una bocanada de aire antes que él reclamara su boca.

Sus labios rozaron los de ella y descendieron en la esquina de su boca. El salpicó una línea de besos hacia abajo, hacia su mandíbula y la delicada piel debajo de su oreja y bajando hasta su cuello.

Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia arriba para darle un mejor acceso mientras se dirigía al frente de su garganta. Poco a poco, deslizó la lengua y los labios hacia arriba otra vez hasta que mordisqueó su barbilla y luego finalmente regresó a la boca, donde la besó más fuertemente esta vez, con más ferocidad.

Este fue un beso como ninguno que jamás había recibido. No fue un beso rápido. No había sido un descuidado revoltijo de lenguas. Sin golpes de labios. El hombre seriamente sabía besar.

—Podría hacer esto todo el día—dijo ella mientras se acurrucaba en sus brazos.

— ¿Comiste suficiente?

Ella asintió.

— ¿Tu?

Él acaricio su brazo y su mano.

—Sí gracias, creo que podría ser un hombre mantenido.

Ella sonrió.

—Eres un completo controlador del orden para serlo.

—Dudas de tus habilidades, Esme mía. Un hombre tendría que estar loco para objetar a que una mujer como tú cuidara de él. Me encuentro esperando más que nunca este mes.

Sus mejillas se sonrojaron mientras se deleitaba con sus palabras. Había tenido su buena porción de relaciones. Había tenido aventuras amorosas y cosas por el estilo pero jamás se había sentido tan apreciada como lo hizo en el poco tiempo que había estado con Carlisle. No tenía ningún sentido que pudieran tener este tipo de conexión tan rápido, pero no dudaba de que fuera verdadera.

Él la hacía que quisiera esforzarse al máximo por él. Quería su aprobación, quería ver sus ojos brillar con satisfacción.

—Necesito vestirte—anuncio él.

Ella se inclinó hacia atrás y levanto su ceja.

— ¿Qué pasó con quererme mantener desnuda todo el tiempo?

Él se echó a reír.

—Aunque encuentre atractivo ese camino. No te puedo llevar a la calle usando solamente las joyas que te di—Su mano se deslizó hacia su trasero, y le dio un leve apretón. — Te voy a llevar de compras por ropa apropiada para este mes.

—Hmm un hombre al que le gusta ir de compras. A que ha llegado el mundo.

—No solo me gusta comprar sino también me gusta gastar dinero en mi mujer—Dijo guiñándole el ojo.

—Solamente por eso con gusto me voy a vestir—dijo ella sonriéndole de oreja a oreja.

Cuando empezaba moverse de su regazo, recordó que se suponía que tenía que llamar a Rose. Y conociéndola, si no la llamaba seguramente iba a tener a los policías tocando la puerta de Carlisle, si Esme no se reportaba.

—Mierda—masculló—Carlisle necesito usar tu teléfono. Mi amiga Rose. La conociste en Cattleman´s. Estaba algo preocupada, pensando que me ibas a matar anoche, así que a menos que la llame por teléfono, vas ha tener a la policía tocando tu puerta.

Carlisle echó su cabeza hacia atrás.

—Por favor llama a tu amiga, parece ser toda una tigresa.

Ella sonrió.

—Sus intenciones son buenas, y tiene un gran corazón, aunque a veces su boca es más grande.

—Entonces te dejo para que hagas tu llamada. Voy a subir a preparar una muda de ropa de tu maleta. — La levantó de su regazo y se paró. — Te voy a llevar a mi oficina para que tengas algo de privacidad.

Esta vez ella rápidamente entrelazó sus dedos a los suyos cuando la acompañó afuera de la cocina hacia la sala. La llevó hacia una pequeña habitación fuera de la sala y señaló hacia su escritorio.

—Toma el tiempo que necesites. Estaré en la sala, así que sal cuando estés lista.

Le dio un beso en la frente y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Capítulo 56: CAPITULO 56 Capítulo 58: CAPÍTULO 58

 


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