MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 51: CAPITULO 51

 

Capítulo Cincuenta y uno

 

Esme entró en el aparcamiento con la mano de Carlisle ligeramente en la parte baja de su espalda. A propósito mantuvo el paso con él para que su mano no se deslizara.

El atardecer había caído, y una tenue brisa soplaba a través de su pelo. Estaba menos húmeda de lo habitual esa noche, y los sonidos de la ciudad los rodeaban.

Después que Carlisle acomodó a Esme en su coche, caminó alrededor y se metió en el asiento del conductor. En lugar de encender el motor, sacó su teléfono móvil, y ella escuchó como dirigió a su chofer para reunirse con ellos en el restaurante para recoger las llaves del coche.

—Sam conducirá tu coche a tu apartamento después que te haya llevado de vuelta a casa esta noche para que te pueda dar las llaves. Me aseguraré que te llame con anticipación para que lo estés esperando.

Esme puso una mano en la muñeca de Carlisle cuando éste iba a meter la llave al encendido.

—No tienes que hacer esto, Carisle. Siempre me puedes traer de nuevo aquí para recoger mi coche después que hayamos cenado…

Arrancó el coche y luego extendió la mano para tocarle la mejilla.

—No es ningún problema en absoluto, Esme. Mejor acostúmbrate a que cuide de ti, porque te aseguro que mientras que seas mía, velaré por todas tus necesidades.

La garganta se le atoró, y miles de mariposas alzaron el vuelo en su estómago. Lo hacía sonar tan atractivo, tan hermoso. No, en absoluto, como la imagen sombría que la palabra esclava invocaba.

—Creo que me gustará—dijo ella en voz baja.

—Tengo la intención de que lo haga.

Mientras conducía por el estacionamiento, él se acercó y deslizó su mano sobre la suya. Su pulgar suavemente le frotó de arriba a abajo uno de sus dedos mientras maniobraba por las ocupadas calles.

—Me gusta tocarte—dijo cuando la vio mirando su mano. — Tienes una piel infinitamente táctil.

—No me importa—dijo ella con voz ronca. — Tus manos son fuertes. Me gustan sobre mi piel.

Sus ojos se posaron en el resplandor de los faros fundidos por numerosos autos.

—Pronto me sentirás con cada parte de tu cuerpo, Esme. ¿Estás preparada para eso? ¿Te quedarás despierta por la noche y pensarás en que te toco los senos? ¿Tus labios? ¿Entre los muslos?

Sus sentidos cobraron vida como si él les hubiera dado una orden. Un escalofrío erótico corrió de su pelvis a sus pechos, apretando sus pezones hasta volverlos puntos de tensión.

—Sí—susurró.

—Me encuentro impaciente por poseerte—murmuró él. — Es por eso que te invité a salir esta noche. Quería decirte que los acuerdos para la subasta se han hecho.

Ella se estremeció, y él apretó en su mano como para calmarla.

—Tenemos que hablar sobre lo que sucederá después—dijo ella.

—Sí, lo haremos. Me gustaría una semana donde te tuviera total y completamente para mí mismo. Mencionaste el marco de un mes de tiempo para tu fantasía, y me doy cuenta que no puedes tomarte todo el mes fuera de tu negocio, pero ¿puedes hacer arreglos para una semana de descanso inmediatamente después de la subasta?

Ella se lamió los labios y se encontró aferrando a su mano.

—Estoy segura de que sí. ¿Qué sucederá después esa semana, sin embargo? ¿Cuándo volveré a trabajar?

Él sonrió.

—Vas a trabajar como cualquier otro día. Pero al final de tu jornada de trabajo, volverás a mí y te entregarás a mi cuidado y mantenimiento.

— ¿Y cuando tenga obligaciones fuera del trabajo?

—Las harás, por supuesto, las mantendrás. No soy un monstruo, Esme. Lo único que pido es que cuando estés conmigo, el tiempo sea mío.

Ella asintió.

—Está bien. Puedo estar de acuerdo con tus términos.

—Esos son los términos—dijo con calma. — Sólo estoy cumpliendo tus deseos más profundos.

—Sí, lo sé. Y gracias. Creo.

Ella sonrió y su voz salió toda temblorosa. Él sonrió y le apretó la mano tranquilizadoramente.

—Dame la oportunidad de hacerte feliz, Esme.

Ella ladeó la cabeza hacia un lado para mirarlo.

—Sabes, de alguna manera no puedo imaginar no ser feliz contigo.

Él levantó la mano y le rozó los labios a través de sus nudillos.

—Mi objetivo es que puedas disfrutar de cada momento juntos.

Ella se recostó en su asiento, brumosa, con alegría. Carlisle le hacía eso. La relajaba y la hacía sentir a gusto. Igual podía confiar en él. Lo que era absurdo cuando pensaba en ello.

Lo había conocido un período tan corto de tiempo, pero él la tenía. Sin lugar a dudas, sin reserva. No la juzgaba. La aceptaba.

Él mantuvo la mano en su regazo durante la duración del viaje. Cuando no estaba acariciando sus dedos, movía la punta de los dedos arriba y abajo de su muñeca y la parte interior de su brazo.

Era adictivo. Él era adictivo, y lo que le daba más miedo era que su relación aún no había ido más allá de un simple toque, de una suave caricia o una mirada candente. Eso podría significar un gran problema para ella, uno grande si no tenía cuidado.

Él se dirigió al mismo restaurante dónde había tenido su primer encuentro, y fueron llevados de vuelta al comedor privado. Por la noche, tenía un ambiente totalmente diferente. La iluminación era tenue y más íntima. Las cortinas estaban corridas desde el gran ventanal, y la ciudad en el horizonte centelleaba brillante en el horizonte.

—Me siento decididamente mal vestida—murmuró ella con tristeza mientras miraba sus pantalones vaqueros y camiseta.

—Yo no estoy usando nada más elegante—le recordó. — Además, estamos solos, y nadie nos verá.

Su expresión se alivió mientras ella sonreía. Lo hacía tan fácil que se relajó y no se preocupó por nada más allá del momento inmediato.

Él la acomodó en su silla y se sentó frente a ella. Un camarero rondaba cerca, y Carlisle pidió una botella de vino.

— ¿Te gustaría ver el menú?—Carlisle le preguntó.

Ella se recostó en su silla, sosteniendo su copa de vino en los labios.

—Tú elige—dijo en voz baja. Sabía que le complacía hacerlo, y ella no pondría en duda su ardiente deseo de adaptarse a sus deseos.

Carlisle le dijo su decisión al camarero en voz baja, y al siguiente momento, los dejó solos.

—Cuéntame más sobre ti—dijo ella mientras dejaba su copa sobre la mesa. — Ni siquiera sé lo que haces para ganarte la vida. ¿Tienes familia? ¿Estás solo?

Él hizo una mueca de auto-conciencia, y esa fue la primera grieta que ella le veía en la manera segura de sí mismo que siempre llevaba.

—Tuve la suerte de a una edad temprana haber conseguido un gran local que resultó ser muy lucrativo. Me encantan los retos, y por eso lucho por comprar empresas y hacerlas exitosas.

— ¿Y alguna vez has fallado?—le preguntó Esme, aunque ya sabía la respuesta.

Él la miró.

—No. — dijo simplemente.

— ¿Cuál fue tu última adquisición?

Él dio unos golpecitos con los dedos sobre la mesa, y un brillo emocionado entró en sus ojos.

—Compré dos fábricas de chips más al este que se encontraban al borde de la quiebra. Confío plenamente en que muestren beneficios en menos de un año. Todo está en contratar personas y hacer buena gestión de decisiones.

—Suenas mucho más feroz de lo que soy cuando se trata de negocios—dijo. — Admito totalmente que no siempre tomo las mejores decisiones en los negocios y dejo que mi corazón vaya por delante de mi cerebro. Carrie me dice que soy demasiado blanda y que nunca voy a tener bolas de bronce.

Carlisle sonrió y se recostó en su silla estudiándola.

—Y sin embargo, tu negocio es rentable, no tienes deudas y tienes clientes felices.

—Has estado comprobándome otra vez—murmuró.

—No de nuevo. Sólo una vez. Sólo me aseguré que fuera una investigación muy a fondo. Tengo mucha curiosidad en cuanto ha cómo has podido estar en este tipo de negocios. Nunca he conocido otro como él.

Ella se encogió de hombros, pero no pudo evitar la picazón de emoción que se apoderó de ella cuando hablaba de su negocio y la idea que la había inspirado detrás.

—Empezó muy fantasiosa, en realidad. Siempre he sido una especie de soñadora. Bueno, una gran soñadora. Mi madre jura que pasé el noventa por ciento de mi tiempo con mi cabeza en las nubes.

—Los soñadores nunca mueren—dijo Carlisle.

Esme sonrió.

—Eso es muy cierto y es un sentimiento tan hermoso. En cualquier caso, incluso a una edad temprana, quería satisfacer los deseos de otras personas. Si por casualidad un amigo o un miembro de la familia expresaba un deseo por algo, si estaba en mi poder dárselo, lo hacía.

—Después de graduarme con mi MBA, me pasé un par de años trabajando en gestión de oficinas. Lo suficiente como para saber que me aburría, y no quería trabajar para otros.

—Ah, una rebelde—dijo él con diversión.

Ella arrugó la nariz.

—Me temo que sí. No es que no pueda llevarme bien con la gente o que cuestione la autoridad. Sólo que soy feliz cuando estoy tomando mis propias decisiones y estoy trabajando en algo que me motiva. En resumen, no me gustaba lo que estaba haciendo. Lo que hago ahora, hace que todo sea muy diferente.

—Apuesto a que tienes un montón de peticiones interesantes.

Ella puso los ojos en blanco.

—Eso es una subestimación. Algunas son obviamente de chiflados y te ríes, pero lo peor son las inesperadas y locas peticiones serias. Esas provienen de personas que realmente desean y esperan que pueda cumplir sus extravagantes fantasías, y tan raras como puedas encontrarlas, siendo sólo de personas que tienen muchas ganas de algo simplemente fuera de su alcance. Es difícil tener que decirles que no puedo ayudarlas.

—Tienes un corazón tierno—dijo con voz suave.

Ella hizo una mueca.

—Viniendo de ti, no creo que eso sea un cumplido. Mis decisiones de negocios probablemente te horrorizarían.

Él la miró con sorpresa.

— ¿Me encuentras tan cruel? Sinceramente lo entiendo como un cumplido. Y como tu negocio es un éxito, y has hecho a tanta gente feliz, no creo que tus decisiones me horroricen.

Un placer caliente impregnó sus mejillas con la aprobación que vio en su expresión.

—Lo siento. No quise dar a entender que eras implacable. Es sólo que, como habrás descubierto en tu investigación, he subvencionado más de unas pocas fantasías de mis clientes, cuando estaba claro que no podían pagar los gastos que conllevaban.

—Y crees que eso es una debilidad—afirmó.

Ella se movió incómoda.

—Tal vez no sea una debilidad, pero me digo que debería establecer límites y entonces me veo incapaz de decirle no a un cliente porque su fantasía no se ajusta a su presupuesto. No me malinterpretes, soy exigente. Particularmente no lo siento por un hombre cuya fantasía es organizar una sesión de fotos para la edición de Sports Illustrated, pero es cuando una madre viene porque su hija está enferma y quiere ser princesa en un crucero, no voy a decirle que no puedo porque tiene varios miles de dólares menos.

—Creo que lo que percibes como una debilidad es tu mayor fortaleza y atributo—dijo Carlisle mientras se atravesaba para tomarle la mano. — Tienes un alma generosa, pero también práctica.

Ella dejó que le pusiera la mano sobre los nudillos para que descansara sobre la mesa. Él tocó con un dedo la palma de su mano y trazó un camino a través de su piel. A su vez, le acarició cada uno de sus dedos, como si saboreara la sensación de su carne.

Cuánto le gustaba su tacto. Podía sentarse durante horas y simplemente dejar que sus dedos se deslizaran sobre sus manos, sus brazos. Se estremeció al recordar cómo sus manos se sentían enredadas en su pelo, masajeando su cuero cabelludo y acariciando su cuello.

—Dijiste…—Ella se detuvo y se aclaró la garganta. — ¿Dijiste que habías organizado la subasta?

Poco a poco, él retiró su mano y se sentó en su silla de modo que hubiera poco espacio entre ellos.

—Lo hice. ¿El próximo fin de semana es demasiado pronto?

La adrenalina se disparó en sus venas, surgiendo como una inundación repentina. Emoción. Temor. Terror. Todas eran descripciones precisas de las emociones que la maltrataban.

Ella se secó la boca y tragó rápidamente.

—No. El próximo fin de semana está muy bien. Arreglaré mi horario de trabajo para irme la semana siguiente de la subasta. ¿Qué tengo que hacer?

Carlisle sonrió.

—Nada. Haré que mi chofer te recoja y te lleve a la casa donde el portero te esperará. Él te ayudará a prepararte para la subasta. Seguirás estando bajo su cuidado hasta que yo te reclame.

El deseo vibró pesado en sus venas. Un calor líquido se agrupó entre sus muslos y se coció a fuego lento, esperando agitarse a mayores alturas.

— ¿Por qué haces esto?—le preguntó. Era algo que ya le había preguntado, pero no podía evitar tener la necesidad de conocer más acerca de este intrigante hombre.

—Es muy simple—dijo con calma. — Te deseo, Esme. Te he deseado desde el momento en que te conocí. Cuando descubrí que eras la que deseaba, una fantasía para ser cumplida, nunca hubo una posibilidad de que te cediera a otro hombre.

—Y seré tuya—murmuró ella, degustando las palabras y su significado.

—Sí. Me pertenecerás a mí.

La satisfacción brillaba en sus ojos castaños. Habían sido oscuros y cálidos, con promesas.

—Dime, Esme. ¿Te has abierto a la posibilidad de vivir experiencias nuevas y atrevidas? ¿Has pensado precisamente en lo que significa pertenecer a un hombre? Y no a cualquier hombre, ¿sino lo que significará que me pertenezcas?

Ella hizo una pausa mientras lo miraba.

—Creo que me he preparado para nuevas experiencias. Estoy un poco nerviosa porque no sé hasta qué punto un hombre -tú- te tomes las cosas. Pero confío en ti. Tal vez no debería, pero me haces sentir muy a gusto.

—Estoy contento—dijo él en voz baja. — No me gustaría que estuvieras asustada de mí.

—Me encuentro entretenida con pensamientos locos—admitió. — Algunos tan lejos del reino de mi experiencia personal que me pregunto si aún debería hacerlos realidad o si serán mejor como una fantasía.

—Espero que explorares tus límites cuando estés conmigo y no sea demasiado pronto para retirarte. Quiero que abras tu mente y tu corazón. No juzgues. No creas. Sólo que sientas. Pero…—Agregó—si alguna vez hay un momento en que tengas miedo, quiero que seas sincera conmigo. No haré nada para hacerte daño intencionalmente o asustarte.

—Lo sé—dijo ella con voz ronca. — Realmente lo sé.

En el fondo, ella quería que él la presionara de su zona de confort. Quería que él tomara el control, para que no tuviera opción. No quería que le preguntara, y quería que él tomara, no que le pidiera, para darse.

—Quería verte esta noche, que será la última vez que estaremos juntos hasta la subasta—Carlisle dijo.

Ella miró con sorpresa.

Él sonrió.

—Me gusta la consternación que brilla en tus ojos. Coincide con la mía. Y a la parte arrogante de mí le gusta que te guste pasar tiempo conmigo.

— ¿Entonces por qué…?

—Porque quiero que pienses de mí durante toda la semana. Quiero que te imagines la noche de la subasta cuando te reclame. Esa primera vez que te toque y te establezca como mi propiedad. Quiero que te anticipes a ella.

—Estás muy seguro de ti mismo—dijo en voz baja. Pero tenía razón. Podría pensar en él toda la semana. No podía pensar en otra cosa.

—No, sólo estoy esperanzado. E independientemente de lo que vaya a estar en tu mente esta semana, serás la que ocupe mis pensamientos. No he sentido este grado de anticipación en un largo, largo tiempo.

Ella sonrió.

—Tu arrogancia iguala la mía—dijo él con una ligera inclinación de boca. — Me gusta.

— ¿Y los contratos?—preguntó ella.

—Te los enviaré por mensajería el lunes a primera hora. Quiero todos los trámites hechos antes de la subasta. No quiero nada inmiscuyéndose en nuestro tiempo una vez que nos embarquemos en tu fantasía.

Su respiración se aceleró, y asintió que estaba de acuerdo. Finalmente. Eso era todo. Estaba haciendo eso.

Le sorprendía que estuviera sentada a la mesa con un magnífico, fuerte, hombre haciendo planes para cumplir un anhelo de su interior que había pasado de ser una curiosidad a una necesidad plena y directa.

En poco más de una semana, ella caminaría en el club de Carlisle y la subastarían como esclava sexual. Que supiera quién sería su amo no disminuía el temor a la adrenalina y a la emoción mezclada que corría a través de su cuerpo. En todo caso, saber que Carlisle mandaría en su cuerpo aumentaba su anticipación cada vez más.

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