MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
Visitas: 113029
Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 31: CAPÍTULO 31

Capítulo Treinta y Uno

Bella tragó en seco, después tragó de nuevo. Nunca había deseado a otro hombre tanto como deseaba a Edward. Nunca. Ella deseaba su tacto. Su boca. Su polla. Cada centímetro de él.

Su comida fue olvidada. No es que la hubiese probado de todos modos.

— ¿Has terminado?—Le preguntó.

Ella asintió, sin confiar en sí misma para hablar.

Se levantó y recogió los platos.

—Ve a la sala de estar y toma asiento en el sofá. Iré tan pronto como tenga los platos recogidos.

Ella se levantó vacilante, pero huyó de la habitación. Necesitaba de tanto tiempo como le fuera posible para reagruparse, antes de que él terminase. Cuando llegó al sofá, se sentó sobre el cuero blando y cubrió tanto de sí misma como pudo mientras pudiese inclinarse hacia adelante.

Si fuese valiente, se habría extendido en una provocativa pose, jugando a la seductora. Pero la verdad era que estaba nerviosa como el infierno.

Oyó el estruendo de los platos, y luego todo quedó en silencio. La anticipación le lamió la columna vertebral. Levantó la vista y lo vio parado en la puerta mirándola. Apretó sus dedos hasta que las uñas se le clavaron en las palmas de las manos mientras él se dirigía hacia ella. Se detuvo a unos centímetros de distancia, con los pulgares metidos en los bolsillos de sus vaqueros.

Él irradiaba poder. Un calor sensual que hizo que se le apretasen los nervios de anticipación. Con lentitud, movimientos metódicos, él alcanzó su bragueta y se desabrochó el botón. Ella observaba, hipnotizada, mientras se bajaba la cremallera.

Metió la mano derecha dentro de sus pantalones y sacó su polla. Sus ojos se abrieron con reconocimiento. Antes, en el pasillo oscuro de La Casa, sólo había sido capaz de sentir y saborear.

Ahora ella podía ver el grueso, colorado miembro sobresalir hacia el exterior desde un nido de pelo castaño claro.

Su mano se apoderó de la base, y la amplia cabeza se dirigió a su boca. Ella se lamió los labios. Su aliento se escapó en un silbido.

—Tienes la boca más sexy—Dijo.

La alcanzó con su otra mano y la enroscó en la parte de atrás de su cuello. Luego la empujó hacia adelante mientras le colocaba la polla en su boca.

—Ábrela para mí. —Jadeó.

Ella abrió los labios, y él se deslizó en su interior. Ella cerró los ojos mientras procesaba el bombardeo de sensaciones. Él llenaba su boca, suave en su lengua y rígido en sus labios.

Él empujó profundamente, robándole el aliento. Movió la mano de su polla y la pasó a través de su pelo hasta que se encontró con la otra en la base de su cráneo. La mantuvo en su lugar mientras empujaba más profundo.

La cabeza rozó la parte trasera de su garganta, y ella inhaló profundamente por la nariz.

—Trágalo. —Ordenó. —Trágalo con el empuje y relaja la garganta. Tómame profundamente.

Ella hizo lo que le dijo, y en su siguiente empuje, él se tensó hacia adelante, deslizándose más profundamente con su trago. Se mantuvo a si mismo profundo. Sus dedos se curvaron sobre su cuero cabelludo. Finalmente, se retiró y luego liberó su cabeza. Agarró de nuevo su polla mientras la mantuvo inmóvil cerca de sus labios.

—Lámela. —Dijo con voz ronca.

Ella pasó la lengua alrededor de la corona satinada y rodeó la pequeña apertura de la punta. Él gimió y ella sonrió con satisfacción.

—Contenta contigo misma, ¿verdad?

Ella respondió rodeando la cabeza con su lengua, haciendo una pausa para prestar especial atención a la costura expuesta cuando empujó la piel del prepucio.

—Chúpala. —Gruñó.

Ella abrió los labios e introdujo la punta dentro de su boca. Ella chupó ligeramente mientras él aun la mantenía frente a ella.

—Ahora llévala profundo.

Ella abrió su boca más amplia y le chupó dentro.

—J—joooder. —Jadeó.

Él puso la mano sobre la parte superior de su cabeza y agarró su pene con la otra.

—No te muevas. —Dijo con voz ronca.

Comenzó a sacudir su pene con un rápido movimiento adelante y atrás. Ella cerró los ojos y se relajó, permitiéndole tomar el control. Un ligero chorro golpeó la parte posterior de su garganta mientras sus movimientos se hacían más frenéticos.

Él salió de su boca, un chorro caliente de esperma salpicó sus pechos. Abrió los ojos para verle con la cabeza echada hacia atrás, una mirada de pura agonía en su rostro.

Su mano sacudía su polla mientras dirigía el líquido hacia su pecho. El cremoso líquido se deslizó por sus senos hasta su vientre.

Cuando él abrió los ojos, le brillaban de satisfacción. Su mirada la acarició hacia abajo siguiendo el mismo camino por donde había caído su semen. Acercó un dedo y lo arrastró desde la parte inferior de su pecho hasta su pezón, donde recogió una gota que continuaba el descenso. Luego llevó el dedo a sus labios.

Entonces la empujó a abrir la boca, embadurnando con el semen sus labios y luego su lengua.

—Límpialo. —Dijo con voz ronca.

Ella saboreó la suave, almizclada esencia y chupó su dedo hasta que lo retiró de nuevo.

Él se apartó. A ella le dolía el cuerpo y se estremeció. Quería su toque. Necesitaba liberarse. Estaba más excitada ahora de lo que lo había estado la noche pasada, cuando él la llevó suavemente al orgasmo.

—Me encanta como te ves. —Dijo. —Sexy como el infierno con mi semen sobre ti.

Sus ojos brillaban con el poder masculino, un hombre seguro de su auto control. Y si era sincera, la idea de que él la marcase le producía un delicioso escalofrío.

Parecía una tontería, dicho en voz alta, por lo que permitió que la idea quedase implícita.

Él le tendió una mano, y ella se acercó y permitió que la ayudara. Su mirada bajó una última vez hacia las pistas de semen descendentes por su pecho antes de tirar de ella hacia el baño.

Una vez allí, abrió la ducha, y después de que el agua se hubiese calentado, la atrajo con él. Inclinó la cabeza y capturó sus labios con los suyos. Su boca se movía con fuerza sobre la de ella mientras el agua caía sobre los dos.

Sus manos la tomaron por los codos y deslizó suavemente sus brazos hasta que él la sujetó por la espalda. Él no la dominaba, pero abrumaba sus sentidos. Su beso fue suave, pero ella lo sintió en cada matiz de su alma.

No había nadie más. Nada más que él y ella. Y como la hacía sentir.

Ella deslizó los brazos alrededor de su cintura y extendió las manos sobre su musculada espalda mientras sus labios se movían de su boca, por la mandíbula, y luego a su cuello. Su polla le presionaba en el vientre. Ella retrocedió un centímetro y deslizó una mano entre ellos, con ganas de tocarlo, acariciarlo, pero él sujetó su muñeca y detuvo su progreso.

—Todavía no. —Murmuró. —Si me tocas, no duraré.

Ella lo miró a la cara, absorbiendo la forma en que la miraba, como si fuese la única mujer que alguna vez le hubiese importado. Se quedó paralizada por la emoción sin cautela que vio allí. Eso envió un montón de mariposas volando de su estómago a su garganta.

—Me encanta como me miras. —Dijo, alcanzando el jabón.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado.

— ¿Cómo te estoy mirando?

Sus ojos verdes brillaban cuando le devolvió la mirada.

—Cómo si fuese todo—poderoso. Como si fuese el único hombre. Si alguna vez mirases a otro hombre así, lo mataría.

Sus mejillas se apretaron, y ella sonrió.

—Yo estaba pensando en que me encanta la forma como me miras.

Él arqueó una ceja.

— ¿Y cómo es?

—Cómo si fuese hermosa. —Susurró. —Cómo si fuese la única mujer que te afectase de esta manera. Cómo si en una habitación llena con otras mujeres, solo pudieses verme a mí.

—Todo cierto. —Dijo mientras daba un paso más cerca de ella.

Él comenzó a enjabonar su cuerpo, su toque alternativamente firme y suave. Cuando terminó, ella le frotó con el jabón, a pesar de sus protestas, y comenzó a enjabonar su gran cuerpo.

Mientras sus dedos se deslizaban sobre cada músculo liso, se maravilló ante la perfección de su físico. Ni un centímetro de carne sobrante marcaba su cuerpo.

Trazó las líneas de su paquete de seis siguiendo después la ruta de la línea de pelo desde su pecho hasta el ombligo.

—Ten cuidado. —Gruño, cuando su mano mojada descendió.

Ella se rió y saltó cuando él le dio una palmada en el culo.

—Si has terminado de jugar, salgamos de aquí. —Dijo mientras alcanzaba los grifos para cerrar el agua.

Se secaron el uno al otro, aunque él hizo la mayor parte del trabajo. Cuando hubo terminado, lanzó la toalla a un lado y le dio una palmada juguetona en el trasero.

—En el dormitorio. Sobre la cama.

Ella no perdió el tiempo. Se volvió y se apresuró a salir del baño y se metió en la cama para esperar.

Él caminó sin prisas un momento y se quedó mirando mientras ella se apoyaba sobre un codo. Sus piernas estaban ligeramente separadas y su pene estaba semi erecto. En una palabra, parecía perfecto. Magnífico. Duro. Magro. Como un depredador. Todo un hombre. Todo suyo.

Se acercó lentamente a la cama donde estaba tumbada. Él puso la mano en su pierna y la deslizó sobre la curva de su cadera. Con un tirón firme, la empujó sobre su espalda.

La cama se hundió mientras él se arrastraba sobre el colchón con ella. Permaneció sobre ella, mirando hacia abajo con su intensa mirada. Bajo la cabeza y beso su vientre.

—He esperado demasiado tiempo para saborearte. —Dijo mientras echaba hacia atrás el cuerpo de ella.

Agarrándola por las caderas, deslizó las manos alrededor de su culo hasta que ahuecó los globos con sus manos. Luego trabajó las manos hacia abajo hasta que se apoderaron de la parte posterior de sus muslos. Hizo girar sus manos, hasta que descansaron en la parte superior de sus piernas, a centímetros de su coño.

Luego extendió lentamente sus muslos.

Empujó hacia afuera y luego hacia arriba, obligándola a doblar sus rodillas. Ella cerró los ojos y clavó los dedos en las sábanas a sus lados. Su boca estaba muy cerca de su clítoris. Si él respirase sobre ella, se correría.

Estaba dolorida, palpitante. Cada parte de su cuerpo hormigueaba como un diamante brillando en catorce direcciones. Con un dedo, él separó sus pliegues.

Luego añadió otro dedo y los mantuvo separados.

—Tan hermoso. —Murmuró. —Rosa y tan femenino. Suave. Apuesto a que tu sabor es tan dulce como parece.

Ella se estremeció y arqueó las caderas, deseando más, deseándolo a él.

Entonces él la lamió. Sus ojos se abrieron y sacudió la cabeza hacia arriba mientras su lengua golpeaba a través de su entrada y hacia arriba a su clítoris.

Cada músculo de su cuerpo se tensó cuando sufrió un espasmo, como si su cerebro ya no tuviese ningún control sobre sus movimientos.

—Mmm, tenía razón. Sabes deliciosa. —Ronroneó.

—Oh Dios. —Jadeó ella.

Él lamió nuevamente, y ella apretó los dientes, cuando un rayo de placer exquisito sacudió su núcleo. Necesitaba más, solo un poco más duro.

Pero él pareció darse cuenta de lo cerca que estaba y lo mucho que lo necesitaba para enviarla por el borde, porque se contuvo. Suavemente, burlándose, lamió y mordió a lo largo de su tierna carne.

Ella gemía y se retorcía nerviosamente debajo de él. Él levantó la cabeza para mirarla.

—Puedo ver que tendré que atarte si tengo alguna esperanza de mantenerte todavía.

Oh, él sabía el efecto que esa declaración podría tener en ella. Ella pudo ver el brillo petulante en sus ojos cuando sus pezones se arrugaron y un escalofrío se acumuló en su cuerpo.

Bajó la cabeza y chupó suavemente su clítoris con la boca. Ella trató de no moverse. Dios, lo intentó. Pero cuando comenzó a chupar rítmicamente, perdió el control.

Se arqueó hacia él y se sorprendió al oírse suplicar. ¿Había abierto la boca? Estaba cerca. Tan cerca. Necesitaba...

Él se lanzó sobre el nudo sensible y lamió su camino descendente hasta que bordeó la entrada con su lengua. Ella se desplomó sobre la cama de nuevo mientras su urgencia disminuía desde su casi orgasmo.

Demasiado pronto, empezó a remontar de nuevo cuando él lamió su apertura. La tensión comenzó a crecer en su ingle. Su pelvis se puso en tensión. Su estómago se anudó. Sus manos se apretaron en puños, atrapando las sábanas en ellos. Cerró los ojos mientras sus ligeras caricias reconocían sus más sensibles regiones una y otra vez.

Casi... casi.

Él alzó la cabeza, y ella gritó frustrada cuando él dejó de mantenerla allí. Un solo toque. Era todo lo que necesitaba. Automáticamente su mano fue hacia su coño, necesitando que algo la catapultase hacia la cima. Pero él le agarró la mano y rió entre dientes.

—Oh, no. Bella. Aún no. Esto es sobre mí, ¿recuerdas? Y me estoy divirtiendo mucho…

Ella suspiró con frustración.

La besó en la piel de la pelvis justo por encima del nido de rizos Castaños. A partir de ahí, la beso en una línea ascendente sobre su vientre hasta que él colocó su cuerpo entre sus piernas abiertas.

Todavía sin prisa, se inclinó y perezosamente pasó la lengua por un pezón y luego se volvió hacia el otro y le dio la misma atención.

 Ella canturreó con alegría. Le encantaba que sus pezones fuesen estimulados. Sus dientes rozaron un punto sensible y luego la mordieron más fuerte, lo que la hizo gritar cuando una ráfaga de placer estalló en su vientre. Él chupó la punta con su boca y trabajó hacia atrás y hacia adelante, tirando de ella con sus dientes y después con un suave golpe de su lengua.

Él capturó el otro pezón entre los dedos mientras seguía chupando. Tiró del pico fuertemente, mientras lo pellizcaba entre los dedos, pulgar y corazón. Luego lo rodó y presionó de nuevo.

Ella estaba jadeando cuando su boca finalmente dejó sus pechos y se trasladó para capturar su boca. Él estableció su gruesa polla entre sus piernas mientras la besaba con una intensidad que rallaba la violencia. Le succionó el aliento de sus pulmones. Ella ardió. Dolía. Nunca había experimentado una pasión tan volátil.

Su coño ahuecó la erección, y no importaba lo mucho que se moviese y arquease, no conseguía posicionarse de forma que pudiese tenerle dentro de su cuerpo. Él la besó en los labios, las mejillas, los ojos, el cuello. Le mordisqueó los lóbulos de las orejas por turnos, y luego hundió sus dientes en la curva de su cuello, y ella dejó escapar un gemido.

Estaba desesperada por él. Ardiendo. Fuera de control. Y aun así, él era tierno, feroz, controlador y dominante. Era una combinación que nunca había experimentado.

Por último, finalmente, llegó entre ellos y colocó su polla en su apertura. Se apoyó en un codo y la miró con los ojos inundados con cosas que ella no podía empezar a describir.

La cabeza violó su apertura, y ella cerró los ojos mientras él comenzaba a trabajar dentro de su cuerpo. Poco a poco. Casi reverencialmente. Él era grueso. Estaba duro. La extendió hasta que ella se preguntó cuánto más podría tomar. Y aún seguía empujando. Las lágrimas corrían por su rostro cuando él, pacientemente, se tomó su tiempo, sus caderas arqueándose hacia adelante. Él abrazó su torso entre sus brazos, acunándola contra cuando finalmente se detuvo en lo profundo de su coño.

—Estás tan apretada. —Susurró. —Encajamos como un guante. Hecha para mí. Sólo para mí.

Arrastró tiernos besos desde su oreja, hasta la mandíbula, y sobre los labios. Su boca se deslizó por su cuello, chupando y lamiendo en los puntos de su pulso.

Envolvió sus brazos alrededor de él, sus dedos extendiéndose sobre sus fuertemente agrupados músculos. Sus caderas se movieron hacia delante, sólo retirándose para deslizarse adelante de nuevo.

¿Cómo podía ser tan absolutamente suave, y aun estar atestado de tanto poder y mando? Parecía inexplicable para ella, y sin embargo, con cada golpe, con cada roce, caricia, beso, la hacía sentirse querida, protegida, amada.

Colocó los brazos a ambos lados de su cabeza mientras sostenía el peso de su cuerpo. Encajaban como dos piezas de un rompecabezas que se complementan. Él estaba metido con fuerza entre sus piernas, y le pasó los dedos por las mejillas alisando los zarcillos de su pelo húmedo.

Él la miró, sus ojos parecían absorber cada una de las facetas de ella. Había una extraña mezcla de ternura y posesión primarias en su expresión. Ella se acercó para ahuecarle la cara, y él cerró los ojos mientras los dedos rozaron ligeramente sobre su pómulo. Cuando los abrió de nuevo, la necesidad resplandecía, brillante e implacable. Él flexionó la cadera, conduciéndose más profundamente.

—Pon tus piernas a mí alrededor. —Dijo.

Ella le pasó los tobillos por la cintura, y pasó sus manos por su cuerpo hasta ahuecarle el culo. Él empujó más fuerte. Sus caderas presionaron la parte posterior de sus muslos, mientras él se trabajaba más profundo.

Él cerró los ojos, como si estuviese en medio de una dulce agonía. Su orgasmo se escondía. Estaba en el borde de un huracán que se construía lentamente. Había estado en la cima, en el borde tantas veces y había sido apartada. Ahora no sería negado.

Él aceleró el ritmo y los golpes de la carne contra carne llenaron la habitación. Ella enrolló las manos alrededor de su cuello, entrelazando los dedos en su nuca. Se aferró para salvar la preciosa vida.

—Por favor, no pares. —Susurró.

—No, cariño, no esta vez. —Dijo. —Vamos. Te sujeto. Te tengo.

Sus palabras la enviaron la distancia final. Su corazón se sacudió con tierno cariño. Su cuerpo estalló en un millón de direcciones diferentes. Por una vez, su corazón y su mente estaban en armonía con su cuerpo. Nunca se había sentido tan completa. Tan satisfecha. Tan contenta. Tan convencida de que este era el lugar donde se suponía debía estar.

Nuevas lágrimas rodaron por sus mejillas mientras cada músculo de su cuerpo se apretaba insoportablemente. Y, finalmente, su liberación la inundó, relajando la tensión. Flotó, ligera, acunada en sus brazos. Se dio cuenta de que él la estaba besando en el oído y murmurando palabras tranquilizadoras. Entonces, él se tensó contra ella. Empezó a empujar con impaciencia en ella, como si no pudiese conseguir estar lo bastante profundo lo suficientemente rápido. Susurró su nombre justo cuando colapsó sobre su cuerpo. Ella le abrazó, amando la sensación de su peso, sus latidos de su corazón contra su pecho. Durante un largo momento, él estuvo tendido allí, respirando con dificultad en su oído. Luego se incorporó y la besó largamente.

—No te hice daño, ¿verdad?—Preguntó con voz ronca mientras se retiraba.

Ella sonrió y le acarició la dura mandíbula con la mano.

—Estuviste perfecto.

—Ahí estás mirándome de esa forma otra vez. —Flexionó sus caderas, deslizando su pene aún duro contra las paredes de su coño.

Él se retiró de ella, deslizándose fuera de su cuerpo en una caliente corrida de fluidos.

—Cogeré una toalla. —Dijo. —Quédate ahí.

Ella le observó mientras caminaba desnudo hacia el cuarto de baño. Había tanta confianza en su paso. No arrogancia. No falso pavoneo. Sólo el paso de un hombre tremendamente confiado.

Cerró los ojos y revivió como le había hecho el amor. Su cuerpo estaba saciado. Un cálido, somnoliento rubor la rodeó. Satisfacción final. Placer. La cama se hundió de nuevo, y él gentilmente le abrió las piernas y apretó la toalla contra su aun temblorosa carne. Se obligó a abrir los ojos para ver que la miraba. Él arrojó la toalla a un lado y se subió a su lado.

—Me encanta el aspecto de mujer muy satisfecha. —Murmuró mientras la empujaba en sus brazos. —No hay nada que precipite más a un hombre que saber que es responsable de poner ese tipo de expresión en el rostro de una mujer.

Ella se acurrucó en su pecho y deseó como el infierno poder ronronear como un gato. Él envolvió sus brazos a su alrededor y colocó su cabeza sobre su hombro.

Su mano alisó su espalda hasta que tomó posesivamente la parte inferior.

—Duerme un poco. —Susurró.

Ella bostezó, dispuesta a seguir su consejo. Mientras vagaba hacia el sueño, él cruzó una de sus piernas sobre las suyas, y ella registró débilmente que no había parte de su cuerpo que él no tuviese envuelto de alguna manera.

Se quedó dormida con una sonrisa en su rostro.


Capítulo 30: CAPÍTULO 30 Capítulo 32: CAPÍTULO 32

 


Capítulos

Capitulo 1: CAPÍTULO 1 Capitulo 2: CAPÍTULO 2 Capitulo 3: CAPÍTULO 3 Capitulo 4: CAPÍTULO 4 Capitulo 5: CAPÍTULO 5 Capitulo 6: CAPÍTULO 6 Capitulo 7: CAPÍTULO 7 Capitulo 8: CAPÍTULO 8 Capitulo 9: CAPÍTULO 9 Capitulo 10: CAPÍTULO 10 Capitulo 11: CAPÍTULO 11 Capitulo 12: CAPÍTULO 12 Capitulo 13: CAPÍTULO 13 Capitulo 14: CAPÍTULO 14 Capitulo 15: CAPÍTULO 15 Capitulo 16: CAPÍTULO 16 Capitulo 17: CAPÍTULO 17 Capitulo 18: CAPÍTULO 18 Capitulo 19: CAPÍTULO 19 Capitulo 20: CAPÍTULO 20 Capitulo 21: CAPÍTULO 21 Capitulo 22: CAPÍTULO 22 Capitulo 23: CAPÍTULO 23 Capitulo 24: CAPÍTULO 24 Capitulo 25: CAPÍTULO 25 Capitulo 26: CAPÍTULO 26 Capitulo 27: CAPÍTULO 27 Capitulo 28: CAPÍTULO 28 Capitulo 29: CAPÍTULO 29 Capitulo 30: CAPÍTULO 30 Capitulo 31: CAPÍTULO 31 Capitulo 32: CAPÍTULO 32 Capitulo 33: CAPÍTULO 33 Capitulo 34: CAPÍTULO 34 Capitulo 35: CAPÍTULO 35 Capitulo 36: CAPÍTULO 36 Capitulo 37: CAPÍTULO 37 Capitulo 38: CAPÍTULO 38 Capitulo 39: CAPÍTULO 39 Capitulo 40: CAPÍTULO 40 Capitulo 41: CAPÍTULO 41 Capitulo 42: CAPITULO 42 Capitulo 43: CAPITULO 43 Capitulo 44: CAPITULO 44 Capitulo 45: CAPITULO 45 Capitulo 46: CAPITULO 46 Capitulo 47: CAPITULO 47 Capitulo 48: CAPITULO 48 Capitulo 49: CAPITULO 49 Capitulo 50: CAPITULO 50 Capitulo 51: CAPITULO 51 Capitulo 52: CAPITULO 52 Capitulo 53: CAPITULO 53 Capitulo 54: CAPITULO 54 Capitulo 55: CAPITULO 55 Capitulo 56: CAPITULO 56 Capitulo 57: CAPITULO 57 Capitulo 58: CAPÍTULO 58 Capitulo 59: CAPÍTULO 59 Capitulo 60: CAPÍTULO 60 Capitulo 61: CAPÍTULO 61 Capitulo 62: CAPÍTULO 62 Capitulo 63: CAPITULO 63 Capitulo 64: CAPÍTULO 64

 


 
14440423 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10758 usuarios