Capítulo Trece
Edward estacionó su coche fuera de la oficina y apagó el motor. Ya era tarde. Las diez en punto del viernes en la noche. Todo el mundo probablemente tenía planes que no involucraban estar en ningún lugar cerca de la oficina. Por esa razón estaba de regreso.
Se deslizó fuera del coche y miró con recelo a derecha e izquierda. No se había molestado en estacionarse a la vuelta, porque si lo veían, no quería parecer como si tuviera algo que ocultar. Si Charlie o cualquier otro pasaba por allí, siempre podía decir que había olvidado algo.
Le dio la bienvenida al aire frío que le golpeó en plena cara cuando entró en el interior del edificio oscuro. Desconectó el sistema de seguridad antes de entrar, y luego, sin molestarse en encender las luces, se dirigió por el pasillo hacia su oficina.
La espera fue irritante, pero no podía escuchar la grabación de la conversación de Bella hasta no estar malditamente seguro que no había nadie cerca, y no quería arriesgarse a ser descubierto. Se acercó a su escritorio e insertó la llave en la cerradura que había cambiado por lo que sólo él tendría acceso.
Se sentó y sacó el pequeño dispositivo de grabación digital. Saltó a través de varias llamadas telefónicas de rutina antes de finalmente llegar a la que él quería. Cuando la voz de la madre de Bella salió al aire a través de la grabación, se inclinó hacia adelante, intentando descifrar cada sonido, cada palabra.
Cuando llegó a la parte en que Bella preguntó a su madre, “¿Quién era ese?” se detuvo y dio marcha atrás para escuchar de nuevo. En el tercer intento pudo distinguir la voz masculina en el fondo y la amenaza que había emitido. Aro. Tenía que ser.
Escuchó y se encogió en la cruda emoción en la voz de Bella, sus pequeños sollozos mientras se filtraban en el aire de la tranquila noche en torno a él. Ahora sabía sin duda que no había manera de que Bella fuera una participante activa en cualquier plan que idearon Reneé Martin y Vulturi.
Estaba muy aliviado, pero también le inquietaba estar engañando a una mujer inocente. Estaba siendo utilizada por su madre, y ella estaba siendo usada por él.
Joder.
Se metió la grabadora en su escritorio y cerró con llave. Luego se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la superficie de madera pulida. Alisó sus dos manos por el pelo y cerró los ojos ante la frustración.
¿Estaba su madre en camino hasta aquí? ¿Se valía del hecho de que Charlie le había pagado en el pasado? ¿Y a ella le molestaba involucrar a Bella, o utilizaría el deseo de Charlie para proteger a Bella en su contra?
Infierno de desastre. Tantas vidas involucradas. Y la justicia estaba en el corazón de todo el jodido grupo. Alex estaba muerto. Su asesino tenía que pagar.
El fin justifica los medios. Si el asesino de Alex estaba tras las rejas, todo esto valdría la pena. Incluso el enojo de Bella.
Si estaba realmente convencido de esto, ¿por qué entonces la culpa pesaba tanto sobre él? ¿Por qué la imagen de la dulce sonrisa de Bella, recordar la sensación de su piel contra la suya, sus labios en los de él? ¿Y por qué quería más?
Fue estúpido y temerario iniciar cualquier tipo de enredo romántico con ella. Él soltó un bufido. ¿Romántico? ¿Quién dijo algo sobre romance? Hasta donde sabía, querer follar a una mujer hasta la inconsciencia no era interpretado como romance.
Tenía mucho en qué pensar. Tenía que llamar a Mick para que juntos idearan el mejor plan de acción. Edward aún no estaba convencido que él y Mick pudiesen manejar esto correctamente, pero con Billings siguiéndoles los pasos y sin dedicar los recursos necesarios para llevar al asesino de Alex de la justicia, Edward no veía que tuviesen un montón de opciones en el asunto.
Se echó hacia atrás de su escritorio, se levantó y dirigió hacia la puerta. Al pasar por la oficina de Bella, se detuvo y dio marcha atrás. Mejor se aseguraba que la llave estuviera en su lugar en caso que la madre llamara de nuevo.
Moviéndose rápidamente, dio la vuelta a su escritorio en la oscuridad y encendió la luz del pequeño escritorio para poder ver. Examinó su teléfono y se aseguró que todo estaba a su entera satisfacción. Entonces puso todo lo que estaba sobre su escritorio tal como lo había encontrado. Su mirada se cruzó con su planificador de jornada mientras buscaba el botón de la luz.
Su mano se detuvo, y la alejó mientras leía la fecha encerrada en un círculo rojo. La Casa. 23:00 viernes por la noche. Estaba escrito para el día de hoy, y por debajo había una dirección en el norte de Houston.
El nombre le era familiar, y buscó en su memoria el por qué. Podía jurar que era el nombre del club pervertido al que Jasper fue un día durante el almuerzo. ¿Pero por qué en la tierra Bella tenía planes para visitarlo, sería el mismo lugar?
Abrió el cajón y sacó una pluma y un pedazo de papel de un bloc de notas. Anotó la dirección y luego cerró el cajón de nuevo. Después de apagar la luz, se apresuró a regresar a su despacho, donde encendió su computadora.
Tamborileó sus dedos con impaciencia mientras esperaba a que prendiera. Tan pronto como la pantalla se iluminó con sus iconos de escritorio, hizo clic en el navegador y se fue a una página de buscadores.
Allí, él escribió el nombre y la dirección que había sacado del planificador de Bella y esperó los resultados. Cuando hizo clic en el primer enlace, dijo una maldición. La Casa de Bella y la de Jasper eran la misma. De alguna manera Edward sabía que Bella no era un miembro habitual, pues no cabía duda que eso no se habría escapado a la atención de Jasper.
¿Qué coño estaba haciendo ella al hacer una cita en ese pervertido club? ¿Acaso no tenía idea de lo que ocurría ahí? Infiernos, nunca había puesto un pie en el lugar, pero las cosas que Jasper le contó eran más que suficientes para crear un cuadro vívido en la mente del Edward de lo que sucedía detrás de las grandes puertas de hierro forjado.
Lo que sólo podía significar que ella no tenía idea de en que se estaba metiendo. Y la idea de otro hombre, poniéndole las manos encima lo hizo sentir un poco asesino. Ni siquiera quiso entrar en los porqués de ese capricho particular.
—Jesús, María y José. —murmuró Edward. —Contrólate.
Debía llamar a Charlie y dejar que él o Jacob se encargaran de eso. Pero tan pronto como ese pensamiento le vino a la cabeza, lo arrojó a un lado. No era un chico cotilla con los dimes y diretes, por amor de Dios. Bella era una mujer adulta. Tal vez estaba haciendo un poco de experimentación. No había necesidad de avergonzarla al tener a su hermano recorriendo el lugar.
Lo que lo dejaba a él. De ninguna manera podía dejarla meterse en ese tipo de situación. Ella era dulce. Demasiado inocente para los gustos que un lugar como La Casa ofrecía a sus clientes. Mierda, conociendo su suerte, iba a terminar como esclava sexual de alguien esa noche.
Ese pensamiento lo impulsó a ponerse de pie. Salió por la puerta en pocos segundos. Buscó a tientas los códigos de seguridad al salir antes de dirigirse hacia el estacionamiento y a su coche.
Abrió su teléfono celular y marcó el número de Jasper. El maldito club era exclusivo, y no podía entrar sin ayuda de Jasper. Infiernos, tal vez no lograra entrar de todos modos. Pero malditamente iba a ver si podía.
Intentó con el número de la casa de Jasper y su celular sin ninguna suerte. Gruñó de frustración, pisó el acelerador y se dirigió hacia el complejo de apartamentos.
Cuando derrapó en el estacionamiento a los pocos minutos, vio la camioneta de Jasper estacionada fuera de su unidad. Bella se había ido.
Saltó del coche y corrió hasta la puerta de Jasper. Llamó a la puerta con fuerza y esperó. Cuando Jasper no respondió de inmediato a la puerta, golpeó más fuerte.
Unos segundos más tarde, la puerta abrió de golpe, y Jasper estaba en la puerta sujetando una toalla alrededor de su cintura. Miró a Edward.
—Más vale que sea muy importante, Masen.
Antes que pudiera responder Edward, escuchó una voz femenina en el fondo que le preguntó a Jasper quién era. Jasper se volvió y le tendió una mano apaciguadora.
—Dame sólo un minuto, cariño.
Edward suspiró. Interrumpir a Jasper durante el acto sexual no podría ser tan poco común, teniendo en cuenta que el tipo tenía una nueva chica cada dos días. No tenía tiempo para esa mierda.
Jasper se dio vuelta para mirarlo de nuevo, su ceño era feroz.
—Ahora, ¿qué coño quieres?—exigió.
—Necesito entrar en La Casa o como sea que lo llaman.
Jasper parpadeó varias veces. Su boca se abrió, y una mirada de incredulidad, se repartió en sus rasgos.
— ¿Vienes aquí a joder a las once de la noche porque tienes un picor que deseas rascarte?
—Yo no, imbécil. Al parecer, Bella tiene una cita allí. Mientras hablamos.
La expresión de Jasper cambió rápidamente de molestia a agudo interés. Él levantó la mano.
—Whoa. Espera un minuto. ¿Bella va a ir a La Casa?
—Eso es lo que he estado tratando de decir—dijo Edward con impaciencia. — ¿Hay alguna manera que me puedas dejar entrar? ¿Mover algunos hilos o algo así?
Jasper ignoró la pregunta de Edward y negó con la cabeza confundida.
— ¿Qué diablos está haciendo ahí? Ese no es un lugar para una chica como ella.
Edward alzó las manos y rugió frustrado.
—Bueno, bueno, mira—dijo Jasper, levantando ambas manos apaciguándolo. —Deja que me vista. Iré allí a ver qué coño está pasando.
—No.
Jasper miró sorprendido.
—Yo iré. Solo haz que me dejen entrar ahí—dijo Edward enfáticamente. —Además, ya tienes compañía para entretenerte. Yo me ocuparé de Bella.
Jasper le dirigió una larga mirada evaluando. Con los ojos entrecerrados y frunció el ceño.
— ¿Qué diablos está pasando entre tú y Bella?
Edward suspiró. Estaban malditamente perdiendo un montón de tiempo.
—Nada está pasando entre Bella y yo. Solo estoy preocupado cuando me enteré de dónde iba. No creo que ella tenga una idea de donde se está metiendo. No quiero verla salir herida.
—En eso estamos de acuerdo—dijo Jasper. —Dirígete hacia allá. ¿Sabes dónde queda?
Edward asintió.
—Bueno, anda. Voy a llamar y haré los arreglos necesarios para que te dejen entrar. Soy un buen amigo del dueño del lugar.
Edward se volvió sin responder y se apresuró a regresar a su coche. Se sintió un poco tonto al hacer de esto una gran cosa, y arriesgarse a parecer un tonto aún más grande por venir donde Jasper así, pero no podía evitar la sensación de que Bella se estaba precipitando.
|