MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
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Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 6: CAPÍTULO 6

 

Capítulo Seis

 

Edward bostezó y estiró los músculos cansados mientras salía de su apartamento. Sólo tuvo algunas horas de descanso. Tenía suerte. Pero el micrófono en el teléfono de la oficina de Bella, estaba en su lugar, y todo lo que faltaba era entrar en su apartamento para poner otro en su línea personal.

Una puntada de culpabilidad punzó en su vientre cuando palpó la llave que cogiera en la oficina de su padre. Charlie tenía todas las copias de las llaves de los apartamentos allí, y así fue como Edward cogió la del apartamento de Bella.

Necesitaba entrar hoy, después de que se fuera a trabajar, y colocar la llave antes que la echaran en falta. Cuando se quitó su camisa y la colgó en el sofá, vio que la luz del contestador automático estaba parpadeando. Sabiendo que sólo podía ser Mick, o uno de los tipos del trabajo, apretó el botón Play.

—Bella, soy Mick. Llámame, a la hora que sea…

Doce y cuarto. Había urgencia en la voz de Mick, Edward se acordó de su letargo. Mirando el reloj, se encogió de hombros y cogió el teléfono. Mick dijo que no importaba la hora.

Pocos segundos después, la enfadada voz de Mick contestó el teléfono.

—No te mandé de fiesta. ¿Dónde diablos estabas?

Edward suspiró irritado.

—Estaba colocando el micro en el teléfono. No es posible hacer eso, precisamente, a plena luz del día. Ahora, ¿qué es tan tremendamente importante?

—Vulturi fue visto en Huntsville hoy más temprano. La mujer estaba con él…

— ¿Crees que está dirigiéndose hacia aquí?—preguntó Edward.

—Creo que es una muy buena posibilidad. Permanece cerca de la chica. Apuesto que Vulturi y la madre están dirigiéndose directos hacia ella. Probablemente, acordaron una reunión cuando llamó la madre el otro día.

Edward hizo una mueca. ¿Era eso lo que había puesto a Bella tan nerviosa? ¿Y tenía alguna idea de en lo que estaba metida su madre, o estaba sólo actuando como una hija obediente?

—Voy a mantener los ojos bien abiertos, Mick. Lo sabes…

—Sólo quería que lo supieses—dijo Mick bruscamente. —Déjame saber si descubres algo con la escucha.

Edward colgó el teléfono, no le gustaban las implicaciones de lo que Mick le había contado. Bella estaba involucrada, ¿o estaba sólo siendo usada por su manipuladora madre? Frotó la mano en el pelo y, rápidamente, la frotó por la cara. Tal vez pudiese encontrarse mal esta mañana. Eso le daría tiempo para escapar hasta el apartamento de Bella, después de que se marchase a trabajar, entonces podría volver para casa y dormir un poco.

Se arrastró al dormitorio y colocó la alarma para las seis. Dos horas. Iba a dormir por dos horas, rápidamente se levantaría y esperaría a que Bella se marchase.

Cuando la alarma sonó, Edward gimió y golpeó con la mano para detener el molesto ruido.

Después de varios minutos de duración, en los cuales se convencía de levantarse, finalmente balanceó las piernas al lado de la cama y se sentó, la cara enterrada en las manos. Sabiendo que Bella se marcharía a las siete, como hacía todas las mañanas, se encaminó a la ducha.

A las seis y cuarenta y cinco, llamó al móvil de Charlie y le dijo que estaba enfermo y que se quedaría en casa durante el día. Después de sufrir un serio sermón para que descansara mucho, Edward colgó y tomó su taza de café.

A las seis y cincuenta y cinco, fue a la ventana de la sala que daba al aparcamiento y empujó la cortina a un lado para poder ver el coche de Bella. Como esperaba, a las siete en punto, salió corriendo de su apartamento y entró en su vehículo.

Uno ya se fue, faltan tres.

Mantuvo la vigilancia al lado de la ventana hasta que uno por uno, Jacob, Emmett y Jasper también entraron en sus furgonetas y se marcharon. Sabiendo que necesitaba ser rápido, cogió la llave de Bella sobre la mesa de la cocina y salió de su apartamento.

No perdió el tiempo mirando a su alrededor. No quería levantar sospechas. Cuando llegó a su puerta, metió la llave en la cerradura y entró.

Cuando examinó la sala, sonrió. Si fuese como la mayoría de las mujeres debería estar monstruosamente ordenada. Había un gran desorden, parecía que había realizado un striptease de camino a su habitación. Piezas de ropa dejadas a un lado, formando un camino de la puerta al pasillo.

Su mirada paró en el ordenador a varios metros de distancia. Encima de una mesa de madera, con pilas de papel y libros desparramados por toda la superficie. El protector de pantalla no había saltado todavía, y lo que salía en la pantalla lo dejó parado.

¿Pornografía? ¿Estaba mirando pornografía? A pesar de la urgencia de la tarea en sus manos, simplemente no conseguía distanciarse. La idea de que estuviera navegando en páginas pornográficas parecía incompatible con la imagen que proyectaba.

Se aproximó y se inclinó más cerca. Hmm, no era una página porno, por lo menos no de la forma típica. La página era realmente de información sobre el bondage y la sumisión. En la página se veían parejas en una variedad de posturas, Edward no podía dejar de ver el rostro de Bella en lugar de la mujer.

¿Ella tenía fantasías oscuras? La dulce Bella, que se ruborizaba, ¿tenía una inclinación por el sexo excéntrico? Las dos personalidades de ella, lo alcanzó dejándolo intrigado como el infierno. Después, frunció el ceño. ¿Sería ella sólo otra mujer muy dispuesta a dejar el control en el dormitorio, viviendo su fantasía, para rápidamente olvidarse de ello a la mañana siguiente? No era como si no hubiese tenido su cupo de esas mujeres.

Ah, estaban más que dispuestas a desempeñar un papel, que sólo implicaba el dormitorio, pero cuando iba con más, se volvían unas mujeres completamente diferentes. Él no estaba en la mierda de fingir. No era un maldito muñeco para mover sus cuerdas y, entonces, ser colocado de vuelta en la estantería hasta la hora de volver a jugar.

Movió la cabeza y sonrió con pena. Estaba pensando en eso para nada. Y dejando que las experiencias del pasado juzgasen sobre la percepción de algo que no sabía. Quién sabía lo que quería Bella, o porqué estaba mirando páginas de sumisión. No era de su incumbencia.

Acordándose en ese momento de que tenía un trabajo que hacer, que no incluía descubrir una docena de maneras de joder a Bella, corrió a la cocina. Después de colocar el micrófono, fue al dormitorio de ella, esperando encontrar otro teléfono allí, pero después de una rápida búsqueda por la casa, sólo descubrió el de la cocina.

Rápidamente miró la sala y la cocina para asegurarse de que no había dejado nada atrás, caminó hasta la puerta, abrió una pequeña ranura y miró hacia fuera. No viendo a nadie, salió, cerrando detrás de él. Entonces volvió a su apartamento con la promesa de una buena larga siesta.

Bella levantó la mano para golpear la puerta de Edward, pero vaciló en el último minuto.

—No seas loca—murmuró. —Sólo porque no pueda permanecer ni dos segundos a su alrededor sin ruborizarme, no significa que sea una cobarde.

Cambiando de posición la bolsa que llevaba en el brazo, apretó los labios y golpeó. Esperó varios segundos, y después golpeó nuevamente, esta vez más fuerte. Finalmente la puerta se abrió, y entrecerró los ojos cuando Edward salió a la puerta sin camisa. Él se inclinó sobre el marco por un minuto, y ella dejó su mirada vagar por su cuerpo. Usaba tan sólo unos pantalones vaqueros, y los pies descalzos por fuera del pantalón.

Cuando miró su cuerpo, paró en su pecho. Él cruzó los brazos sobre su caja torácica, y ella no podía dejar de admirar los músculos que sobresalían de ambos brazos y de la parte superior del pecho.

Tenía solamente un puñado de pelo en la parte cóncava, y, una fina línea bajando hacia su ombligo. Sentía el calor de un temible rubor cuando sus ojos pararon sobre el botón de los vaqueros.

Finalmente, retiró su mirada. Él estaba mirándola lentamente, los ojos verdes estudiándola, tanto como ella lo estaba estudiando.

—Yo, uh, discúlpame por molestarte. Charlie dijo que no te encontrabas bien—Le ofreció la bolsa. —Traje un poco de pollo y albóndigas caseras.

Él sonrió cuando cogía la bolsa. Entonces se apartó.

—Entra, por favor.

Bella dudó por un minuto, y después lo siguió a dentro.

—Fue muy amable por tu parte. No deberías haber venido todo el camino hasta aquí. Me estoy sintiendo mucho mejor ahora.

Colocó la bolsa sobre el mostrador que separaba la pequeña cocina de la sala de estar, rápidamente, miró de nuevo para atrás.

—Déjame ponerme una camisa y ya vuelvo.

Se retorcía mientras él caminaba por el pasillo hacia su dormitorio, y cuando desapareció, soltó un largo suspiro. Volvió su atención a la bolsa en el mostrador, y sacó el recipiente plástico que tenía el pollo y las albóndigas.

No queriendo quedarse allí como una idiota, caminó alrededor del mostrador hacia la cocina y comenzó a buscar una fuente. Cuando encontró una, transfirió rápido el contenido del recipiente de plástico, y lo metió en el microondas.

Lo puso a calentar por dos minutos, y rápidamente buscó una cuchara. Así cuando el reloj del microondas paró, Edward estaba de vuelta, de esta vez vestido con una camiseta. Era todo lo que podía hacer para no suspirar de decepción.

—No tienes que hacer eso—protestó cuando le hizo un gesto para que se sentase.

—Siéntate—dijo. —Está todo hecho, de todas formas.

Retiró la fuente y removió las albóndigas antes de colocarlas en un plato delante de él.

— ¿Quieres algo para beber?

Él colocó una mano en su brazo.

—Bella, siéntate. No me tienes que servir.

—Probablemente debería irme—se limitó a decir.

— ¿Te pongo nerviosa?—Preguntó mientras la miraba fijamente.

— ¿P-Por qué preguntas eso?

—Porque estás haciendo un hábito de huir de mí—dijo él.

Se hundió en la silla enfrente de él como un globo desinflado.

—Oh, no, quiero decir, bien, sí, me pones nerviosa.

Mortificada, se tapó la boca con la mano. ¿Ella dijo eso?

Él se rió.

—Por lo menos eres honesta.

—Hice un pacto conmigo misma para empezar a ser más directa—explicó. Dios, Bella, ¡cállate!

Sus ojos brillaron y él sonrió.

—Entonces tal vez me puedas decir por qué te pongo nerviosa.

—No tan directa—murmuró.

Él se rió y cogió la cuchara.

—Hum, esto está muy bueno. No solamente eres bonita y adorable, sino que también eres una excelente cocinera. Me estoy muriendo de curiosidad por saber por qué todavía estás soltera.

Ella le mantuvo la mirada. Estaba intentando totalmente de sacarle información[1].

—Tal vez no he encontrado un hombre digno de mi belleza y talento culinario—dijo alegremente.

Levantó la cuchara en un saludo.

—Acertaste…

—Realmente debería marcharme. Mi hora de la comida está casi acabando y tengo un montón de papeleo que hacer por la tarde.

— ¿Comiste ya algo?—Preguntó.

—Voy a tomar alguna cosa cuando vuelva a la oficina. Solamente quería ver como estabas.

Su mirada acarició su cara, su expresión intensa.

—Aprecio eso.

 

Avergonzada, alisó las arrugas inexistentes en sus vaqueros. Metió la mano en su bolsillo cogiendo sus llaves, y se dirigió alrededor del mostrador. Cuando pasó, él cogió su muñeca. Una ola de calor la atravesó hasta su brazo mientras sus dedos apretaban su piel.

—Gracias—dijo con voz ronca.

Por un minuto, pensó que iba a besarla, como pensó que lo haría la noche pasada. Pero, de nuevo, quedó decepcionada, porque dejó que sus dedos se deslizaran de su muñeca.

—Te veo más tarde—dijo ella mientras se iba nuevamente hacia la puerta.




 

Capítulo 5: CAPÍTULO 5 Capítulo 7: CAPÍTULO 7

 


Capítulos

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