MI RENDICIÓN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 07/11/2014
Finalizado: NO
Votos: 47
Comentarios: 274
Visitas: 112996
Capítulos: 64

A veces el primer paso para tomar el control es rendirse.

Bajo el engañosamente suave exterior Bella Swan es una mujer que sabe exactamente lo que quiere. Un hombre fuerte que la tome sin preguntar, porque está dispuesta a darlo todo...

El policía de Dallas Edward Masen, está en una misión: encontrar el hombre que mató a su compañero y llevarlo ante la justicia. Hasta ahora, ha encontrado un vínculo entre el asesino y Bella, y si Edward ha de acercarse a ella para atrapar al asesino, que así sea.

Bella es dulce y femenina, todo lo que Edward necesita y desea en una mujer, pero sospecha que ella está jugando. De ninguna manera va a permitir que un hombre tenga la última palabra en su relación. ¿O sí?

Bella ve en Edward un hombre fuerte, dominante como ella necesita, pero él parece decidido a mantener a distancia. Entonces decide tomar el asunto en sus propias manos para demostrarle a él que no es un juego. Ella está dispuesta a entregarse al hombre correcto. A Edward le gustaría ser ese hombre. Pero la captura del asesino de su compañero tiene que ser su primera prioridad. Hasta que Bella se ve amenazada y Edward se da cuenta que va a hacer todo por protegerla.

BASADA EN SWEET SURRENDER DE MAYA BANKS

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Capítulo 32: CAPÍTULO 32

Capítulo Treinta y Dos

 

 

En el mundo nebuloso entre el sueño y el despertar, Bella permaneció inmóvil, contenta y letárgica. Manos calientes se deslizaron sobre su pecho y luego la agarraron de los hombros. Sus ojos se abrieron cuando se dio la vuelta y su cara se encontró con la almohada.

Ambas manos se retiraron detrás de ella hasta que se encontraron en la parte baja de su espalda. Edward las sostuvo con una mano, y luego ella sintió el roce de una cuerda enroscada alrededor de sus muñecas.

Su corazón dio un vuelco contra el colchón, y su respiración salió a borbotones mientras intentaba asimilar lo que estaba sucediendo.

Cuando sus manos dejaron sus muñecas, ella tiró tentativamente, pero la cuerda la sujetaba apretada. Volvió la mejilla hacia la almohada e intentó relajarse, pero la emoción agitándose en sus venas mantuvo su tensión con anticipación.

Manos firmes amasaron y masajearon sus nalgas. Sus piernas fueron extendidas, y ella quedó expuesta.

Su culo, su coño. Y no podía hacer nada contra lo que él quisiera hacer.

Cerró los ojos y jadeó cuando un subidón de adrenalina como nunca había experimentado se estrelló contra su cuerpo.

¿Por dónde la tomaría? ¿Su coño? ¿Su culo?

Sólo la idea de él tomándola tan primitivamente la tenía patinando precariamente cerca de su liberación.

Su pregunta fue respondida cuando la levantó lo suficiente para deslizarse en su coño tembloroso.

Gimió mientras él se apretaba contra ella, llenando con cada centímetro de su polla su estrecho pasaje.

Él se inclinó sobre ella, colocando sus manos a ambos lados de su cabeza. Su cuerpo la cubrió mientras sus caderas se arqueaban en su culo. Su vientre apretado rozó sus manos atadas mientras trabajaba su polla de ida y vuelta en su cuerpo.

Su boca rozó contra su oído.

—Dime, Bellaa, ¿te ha jodido alguna vez alguien el culo?—Susurró. — ¿Sería yo el primero?

La piel de gallina diminuta punteó sus brazos.

—Sí. —Jadeó.

—Sí, ¿qué?

—Serías primero. —Dijo ella en voz baja. Sus caderas se mecieron adelante, empujando con fuerza y con urgencia en ella. Él hizo un sonido de satisfacción mientras mordisqueaba su oído.

— ¿Quieres que te joda el culo?—Preguntó. — ¿La idea de algo tan travieso y prohibido te enciende?

—Sí. —Gimió ella. — ¡Sí!

— ¿Quieres que te desate?—Preguntó. — ¿O quieres que te joda así? Indefensa. Incapaz de moverte. A merced de como quiera tomarte.

Sus palabras eróticas se deslizaron sobre ella, apretando cada terminación nerviosa a su paso. Sus caderas empujaban mientras esperaba su respuesta. Ella se sentía llena, estirada. ¿Cuánto más apretado se sentiría él en su culo?

Él recogió su pelo en un puño y tiró ligeramente.

—Responde a la pregunta. —Ordenó.

—Quiero que me folles justo así. —Susurró ella.

Su agarré se aflojó, pero su mano se quedó en su pelo, manoseando los hilos mientras él reanudaba el lento, medidos empujes. Luego se retiró.

La cama se hundió cuando él se inclinó, y ella oyó un leve sonido de chorro. ¿Lubricante? Los dedos separaron los globos de su culo, y luego ella sintió el choque frío del gel resbaladizo.

Él aflojó una yema del dedo sobre la apertura y luego insertó la punta lentamente. Ella gimió con la sensación mientras él trabajaba perezosamente el dedo dentro y fuera. Un dedo y lo sentía como si él hubiese metido toda su polla a través de la pequeña apertura.

Él se retiró, añadió más lubricante y luego insertó dos dedos. Estiró el estrecho canal, preparándola para lo que vendría.

Ella apretó los dedos en las palmas en su espalda y se tensó cuando él quitó sus dedos. Él le abrió las piernas más amplias y se inclinó sobre ella. Su brazo le rozó las nalgas cuando él alcanzó entre sus piernas posicionando su polla.

Se deslizó entre sus mejillas, y luego le tomó ambas manos y extendió los globos. La cabeza presionó contra el anillo de músculos, y ella por instinto se tensó contra la invasión.

Él gimió cuando ella apretó la punta de su polla, pero no cedió. Sus dedos se clavaron en su espalda, extendiéndola más amplia mientras empujaba dentro de ella.

Se inclinó adelante, forzando a su polla ir más profundo.

—Relájate. —Murmuró. —Esto va a doler. Pero voy a hacerte sentir tan bien. Déjame entrar, cariño. Tómalo todo de mí.

Las sensuales palabras fluyeron sobre ella como miel caliente, y se obligó a relajarse. Tan pronto como él sintió su rendición, embistió hacia adelante, asentándose hasta la empuñadura.

Ella se resistió hacia arriba, la mordedura de dolor la inquietó. Se retorció y se mordió el labio mientras fragmentos de placer insoportable siguieron de cerca los pasos del dolor nervioso.

—Bella, cariño, tienes que parar. —Gimió él. —Estate quieta, o me voy a perder. Me estás matando.

Él golpeó su culo ligeramente para reforzar su agónica súplica, y ella se calmó, aspirando bocanadas profundas de aire mientras luchaba contra la fuerza creciente en su interior.

Él agarró sus caderas con ambas manos y se retiró parcialmente. Se detuvo allí, y ella pudo sentirle temblar.

— ¿Tienes alguna idea de cuan jodidamente caliente te ves con tu sexy culo envuelto alrededor de mi pene?—Empujó de nuevo adelante, y ella se quedó sin aliento con la sensación. —Ni siquiera parece posible que puedas tomarme. Estás estirada tan apretado alrededor de mí. Se siente jodidamente increíble.

Se levantó un poco más en sus rodillas, y levantó sus caderas con él. Entonces se retiró.

—Hermosa. —Murmuró.

Antes de que pudiera pedirle que no se detuviera, él le dio la vuelta, y ella se esforzó por colocarse con las manos atadas. Por primera vez desde que se despertara, ella le miró a los ojos. Ella se estremeció ante la posesión que vio tan claramente definida.

Él separó sus piernas y las empujó de nuevo hacia su cuerpo hasta que su culo fue claramente accesible otra vez. Deslizó su mano sobre su coño y manoseó su clítoris mientras empujaba su polla profundamente en su orificio anal.

Ella gritó.

—Deja ir el dolor. —Dijo él con voz ronca. —Abraza el placer. Alcánzalo.

Su pulgar rozó y pulsó en su clítoris. Luego trabajó su dedo más abajo y empujó en su coño. Ella se arqueó hacia él, deseando que se moviese, que empujase. Pero él se mantuvo todavía contra ella, enterrado tan profundamente como podía.

—Por favor. —Rogó ella.

Poco a poco él se retiró y luego se acomodó hacia adelante. Él cerró sus ojos, y su mandíbula se apretó tan fuerte que parecía estar luchando por el control.

—No puedo ir más despacio. —Dijo. Envistió adelante mientras su dedo acariciaba el clítoris. —Oh, Dios, Bella.

Empezó a empujar, abofeteando sus caderas contra su culo. La humedad inundaba su coño mientras su orgasmo se construía y volaba fuera de control. No hubo una lenta concentración para la explosión, en cambio hubo varias explosiones, una tras otra. Cada una fue sacada fuera de ella en una mezcla de dolor y placer nervioso. Todo esto se mezclaba y arremolinaba conjuntamente hasta que estuvo inconsciente en su éxtasis.

Y luego cuando se enterró por última vez, y ella sintió la fiebre caliente de su liberación profundamente en su cuerpo, ella perdió el sentido de tiempo y lugar.

Gritó cuando su cuerpo voló lejos.

Él siguió empujando contra ella hasta que finalmente se detuvo. Se apoyó en ella por un momento mientras su polla se sacudía y tenía los últimos espasmos de su liberación. Entonces dejó su cuerpo con un pop suave. Ella sintió el caliente deslizamiento del derrame de su semilla sobre su carne dolorida cuando la dejó.

Con manos suaves, él le dio la vuelta a su lado. Ella acurrucó sus piernas hasta que sus rodillas se escondieron en su estómago. Los músculos le dolían, y se estremecía de pies a cabeza. Pero se sentía más viva de lo que se había sentido alguna vez. Excitada, agotada y completamente saciada. Él se inclinó y la besó en la cadera antes de deslizarse de la cama. Ella cerró sus ojos, demasiado cansada para hacer algo más que quedarse allí esperar a que volviese.

En pocos segundos, él tiró de la cuerda en sus manos. Cuando sus manos estuvieron libres, él le dio la vuelta sobre su espalda y la tomó en sus brazos. La levantó de la cama y la besó en la parte superior de su cabeza mientras caminaba hacia el cuarto de baño.

El agua seguía corriendo cuando él la introdujo en la bañera. Ella suspiró con satisfacción cuando el agua caliente rodó sobre su cuerpo.

Él se arrodilló junto a la bañera y pasó una mano por su pelo.

— ¿Estás bien?

Ella sonrió, permitiendo a la alegría correr a través de ella para mostrársela.

—Nunca he estado mejor.

Sus ojos brillaron, y ella pudo ver la satisfacción que su respuesta le había llevado.

Él la lavó suavemente atendiendo a cada centímetro de su cuerpo. Cuando hubo terminado, se agachó y la levantó del agua. La dejó fuera de la bañera y cogió una de las grandes toallas que colgaban en el perchero.

A medida que envolvía la toalla alrededor de ella, la agarró por los hombros y tiró de ella cerca de él. Le levantó la barbilla con un nudillo y luego bajó la boca a la suya.

Su beso fue tierno, cariñoso. Enmarcó con los dedos su cara mientras profundizaba el beso. Ella dejó escapar un suspiro de satisfacción que él tragó tan pronto como se le escapó.

—Eres tan increíblemente dulce. —Murmuró él. —Tan perfecta.

Ella se calentó bajo su aprobación, y le ofreció una sonrisa tímida cuando él se apartó.

Él tomó su mano en la suya cuando la sacó del cuarto de baño. Ella lo siguió hasta la sala, y él se detuvo en el sofá.

Sin mediar palabra, él le pasó un brazo a su alrededor y la colocó en el extremo del sofá. Los reposabrazos eran grandes y mullidos y ella tuvo que ponerse de puntillas cuando él la inclinó sobre el rechoncho cojín.

Sus pies dejaron el suelo cuando él la empujó hacia atrás hasta que su mejilla descansó contra el cojín del asiento. Su culo mantenido en alto al aire mientras su abdomen era sostenido por el brazo del sofá.

Él la dejó por un momento y luego volvió y le llevó las manos a la espalda como había hecho antes. Envolvió la cuerda alrededor de sus muñecas y las ató. Luego le abrió las piernas para que su coño y culo estuvieran expuestos y vulnerables.

—Justo así. —Murmuró. —Voy a entrar en la ducha. Espero encontrarte justo como te he puesto cuando regrese.

La clara advertencia en su voz envió un escalofrío encantado sobre su piel. Oyó el ruido sordo de sus pies cuando regresó a través del piso de madera al cuarto de baño.

Ella se quedó allí, su cuerpo ya tarareaba con la creciente excitación. No creía que fuese posible recuperarse tan rápidamente de su último orgasmo. Había sido una fuerza como nunca había experimentado. Nadie había sido capaz de darle tanto, había sido capaz de tomar tanto.

¿Era Edward el elegido? Su mente, su corazón le decían que sí. Inequívocamente sí. Su cuerpo le decía que sí. ¿Se atrevería a esperar que ella y Edward pudiesen forjar una relación?

Cerró los ojos, con miedo a la esperanza, con miedo que esto fuera una decepción que no podría soportar si las cosas no funcionaban.

Sintiendo su presencia otra vez, abrió los ojos para verle de pie junto al sofá. Su visión se centró en su mano a su lado y el látigo que descansaba contra su pierna.

El calor inundó cada poro de su cuerpo. Iba a azotarla.

Él extendió el látigo para tocar su mejilla, la punta de cuero arrastrándose hacia abajo por su mandíbula. Siguió una línea por su cuello y sobre su hombro. Trazó su columna descendiendo por su espalda, y ella se estremeció cuando le acarició las nalgas.

Dejó su cuerpo y luego, una fracción de segundo después, la golpeó en el culo. Al rojo vivo el dolor quemó el lugar donde aterrizó el látigo, dejándola sin aliento. Tan pronto, sin embargo, el dolor fue reemplazado por un calor sensual que irradiaba desde su culo. Pasó zumbando a través de su cuerpo, apretando sus pezones y haciendo apretarse de necesidad su coño.

Otro golpe cayó en la otra mejilla, y ella se estremeció cuando un grito de sorpresa se derramó de sus labios.

Dos más aterrizaron en rápida sucesión hasta que ella se retorció, suspendida entre el dolor y excitación profunda.

—Te gusta el dolor. —Dijo él.

Ella gimió suavemente en respuesta. Lo hacía. No podía explicarlo. Con cada golpe llegaba el malestar inicial, pero al mismo tiempo, cada ataque le daba más placer que el anterior.

—Me encanta ver mi marca en ti. Me encanta como se ruboriza tu culo con cada golpe del cuero. Me encanta ver cómo te retuerces de dolor y luego darte el placer que le sigue.

—Más. —Susurró. —Por favor.

Él golpeó el globo suave de su culo otra vez, más fuerte que antes. Ella gritó y luego tembló cuando su mano acarició lejos la quemadura. Una vez más el látigo descendió, y el golpe seco del cuero reuniéndose con la carne cortó a través del cuarto.

— ¿Pero quieres saber lo que me gusta aún más?—Preguntó en voz baja.

Ella gimió suavemente.

—La idea que después de poner tu culo rojo te voy a follar. Voy a montarte con fuerza mientras tu culo sigue ardiendo, mientras mi marca es aun visible en tu piel.

Ella se iba a correr. Simplemente a partir de sus palabras, de la paliza. Ella iba a explotar fuera de control.

— ¿Cuántos más?—Preguntó. — ¿Cuántos golpes más crees que debería darte antes de llevar mi polla tan profundo en tu coño que me saborees?

—Por favor, por favor. —Jadeó ella. —Necesito…

Ella se estremeció cuando él la golpeó otra vez. Luego otra vez. Oh Dios.

— ¡¿Una docena más?! ¿Puedes tomarlo, Bella? ¿Debería parar?

— ¡No!—Gritó. —Por favor, no pares.

—Esto es lo que me gusta oír. —Ronroneó él.

Él llevó el látigo a su culo luego lo movió un centímetro en la otra dirección y la golpeó de nuevo. Cinco, seis, siete veces. Perdió  la cuenta cuando su culo ardió. Estaba perdida en un mundo de dolor nervioso y placer eufórico.

Más duro. Cada golpe era más fuerte que el último. Él había comenzado ligeramente y había aumentado la intensidad con cada golpe. El calor insoportable floreció hasta que todo lo que pudo sentir fue el hormigueo en su culo.

Entonces se detuvo. El látigo cayó al suelo, y él le agarró el culo en sus manos, abriéndola. Antes de que pudiera asimilar lo que estaba pasando, él se estrelló contra su coño. Todo su cuerpo ardió con un fuego que sólo él podía darle.

Él alzó la mano y enroscó sus dedos con fuerza alrededor de sus manos atadas. Él la sujetó mientras la follaba por la espalda.

No había forma de que ella pudiera soportarlo un segundo más. Empujada al borde mucho antes de que él penetrara en su cuerpo, ahora caía en una explosión cataclísmica. Gritó y volvió a gritar mientras él la montaba sin piedad.

—Córrete para mí. —Le ordenó.

Ella sintió un chorro de humedad y se dio cuenta de que era ella. Los golpes de sus caderas encontrándose con su culo llenaban el cuarto. Sonidos húmedos, eróticos que sólo estimularon su orgasmo más alto.

—No puedo…—Comenzó, pidiendo algo que ni siquiera entendía o comprendía.

Su agarre se apretó en sus manos y él golpeó de nuevo hacia adelante. Su culo, sensible desde la paliza, hormigueaba con cada empuje.

—Vamos. —Dijo él suavemente, su tono en una contradicción directa con el poder de sus empujes.

Y lo hizo. Su estómago se anudó. Su coño se apretó y tuvo espasmos alrededor de su polla. Cerró los ojos y apretó los labios mientras una fuerza terrorífica se construía y bramaba en su interior, exigiendo que la dejasen salir, forzando su salida.

Justo cuando pensó que no podría soportar otro segundo de la insoportable tensión, el mundo explotó a su alrededor. El cuarto cambió y se desenfocó. Su cuerpo adquirió vida propia mientras se estremecía y temblaba.

Las lágrimas se deslizaron por debajo de sus párpados mientras su cuerpo parecía una goma elástica totalmente estirada. Alivio.

Como un dulce, doloroso alivio.

A medida que lentamente bajó de su orgasmo, notó que él aún seguía meciéndose contra su culo, su polla sondeando las profundidades de su coño.

Era casi doloroso. Ella estaba demasiado delicada, demasiado sensible de un orgasmo tan volátil. Él estaba estirándola, llenándola. Ella gimió contra el doloroso dolor de sus atenciones.

Entonces él retiró e hizo girar su cuerpo hasta que su cadera se apoyó en el brazo del sofá. Ella se movió en sus piernas para aliviar la incomodidad de la posición, mientras él caminaba por el lado del sofá. Él se arrodilló y se bajó a sí mismo hasta su cara.

Deslizó su polla en su boca y se mantuvo profundo. Se inclinó y agarró el respaldo del sofá con la mano izquierda y sujetó contra el cojín de asiento junto a su cabeza con la derecha. Entonces empezó a empujar en su boca.

—Trágalo. —Gruñó él.

Fue toda la advertencia que tuvo antes de que el primer chorro de semen inundara su boca. Él hizo una pausa para dejar que tragase antes de empujar una vez más, profundamente, y se mantuvo en la parte posterior de su garganta mientras su polla pulsaba más semillas calientes.

Él montó su boca igual que había montado su coño. Dura, profunda e implacablemente. Sus labios se estiraron alrededor de la base para acomodarse a su tamaño. Él no se detuvo hasta que derramó hasta la última gota en su garganta. Poco a poco y con aparente renuencia, él se apartó, pero hizo una pausa mientras su polla resbalaba de sus labios y colgó unos centímetros de distancia.

—Lámelo para limpiarlo. —Dijo con voz ronca.

Él lo bajó hasta que ella lo chupó de nuevo en su boca, arremolinando su lengua alrededor de su cabeza.

Él gimió mientras bombeaba sus caderas hacia adelante. Cuando ella hubo lamido cada gota de humedad de su piel, él se apartó y quedó de pie en toda su altura junto al sofá.

Llegó detrás de ella para desatarle las manos y luego la arrastró hasta que ella estuvo en una posición sentada.

—Dame un segundo para conseguir unos pantalones cortos, y ahora vuelvo. —Dijo él.

Ella se sentó allí, su cuerpo temblando, adormecida, su culo aún ardía por la paliza que él le había dado. Él regresó un momento después y se sentó en el extremo opuesto del sofá. Luego se estiró y la alcanzó.

Ella fue de buena gana a sus brazos, y él la tiró sobre la parte superior de su cuerpo. La colocó con su espalda contra el respaldo del sofá y le envolvió los brazos alrededor mientras ella recostaba su mejilla contra su pecho.

—Eres increíble. —Susurró él en su pelo. —Nunca imaginé encontrar a alguien como tú.

Ella sonrió y se acurrucó profundamente en su abrazo. Él continuó pasando sus dedos por su pelo, tirando suavemente de los hilos separados.

—Estaba equivocado contigo. —Siguió él. —Te traté tan mal, y todo porque creí algo sobre ti que no era cierto.

Ella levantó la cabeza para mirarlo a los ojos. La sinceridad brillaba en sus ojos verdes. Y el arrepentimiento. Ella bajó su cabeza hasta que sus labios se tocaron. Lo besó dulcemente, suavemente, demasiado cansada, para infundir más pasión en el acto. No parecía importarle. Él la apretó más en sus brazos, y le devolvió el beso, explorando su boca con la lengua.

Entonces él se volvió para que ella se deslizase hacia abajo por el respaldo del sofá y se enfrentaran entre sí.

—Me has desgastado. —Admitió él. —Eres demasiado joven para mí. No puedo seguir el ritmo.

Ella se rió.

—Gracias a Dios que estás cansado, porque no puedo mover otro músculo.

—Entonces vayamos a dormir. —Dijo en voz baja. —Sólo quiero abrazarte un rato. Nos prepararé algo para comer cuando te despiertes.

Su corazón se llenó, y sintió una emoción vertiginosa mientras él frotaba su mejilla con la suya. Nada en sus fantasías, en sus sueños más vívidos se había acercado a la realidad de su forma de hacer el amor. Era la combinación perfecta de fuerza y ternura.

Ella acarició su cuello y dio un beso a su piel caliente. Él la apretó un poco más fuerte, y ella cerró los ojos, dejando que él hiciese exactamente lo que quería: abrazarla.


Capítulo 31: CAPÍTULO 31 Capítulo 33: CAPÍTULO 33

 


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