Mientras íbamos camino a casa de Edward, algunas preguntas rondaban mi cabeza. ¿Cuando me había escapado de el?... ¿a que se refería con "no sabes todo lo que pasa por mi mente en este momento"?..
El vecindario de Edward parecía ser el más exclusivo de los caminos que habíamos recorrido en la ciudad.
-Llegamos.- me dijo una vez que apago el auto frente a una casa hermosa, con un pequeño jardín algo seco que te daba la bienvenida y unas dimensiones que te invitaban a una casa familiar no la casa de un soltero que se la pasaba en un hospital trabajando.
-Este jardín necesita ayuda.- le dije en tono burlón mientras pasábamos por el camino de cemento hacia la casa.
-¿Sabes a que se debe eso? A que no tengo una esposa que se encargue de el. Es falta de cuidado.- su comentario me dejo asombrada. Falta de una esposa. Ahora estaba comenzando a ver algo en Edward que no había visto, le hacia falta una persona con quien levantarse, con quien interactuar, con quien mantener una relación estable y hacer planes para el resto de sus vidas, alguien que regara el jardín y ordenara el desastre de casa que estaban viendo mis ojos en este instante.
-Mas falta de amor.- dijo con una sonrisa en sus labios que no llego nunca a sus ojos mientras observaba mi expresión de asombro ante el desorden. Había un caja de pizza vacía en la mesa central de la sala. Una sabana revuelta sobre el muble, sin contar la presencia de polvo en todas las piezas que componían la sala y sus alrededores. Continúe caminando, y me encontré una segundo sala, solo poblada por tres sillas a juego y el hermoso piano de la casa de los Cullen en Forks.
-¿Te trajiste el piano de tu familia?.-le pregunte con cierto tono juguetón
-Nunca fue de mi "familia" como tal, siempre fue mío, porque era el único que tocaba, así que cuando me mude de casa mi madre no me lo pudo dar porque vivía en apartamento. Después de tuve éxito, compre esta casa e hice traer mi piano.
-Tengo tanto tiempo que no te escucho tocar.- le dije recordando las muchas veces que en su casa me había desvelado escuchando las bellas canciones que componía, hasta me había compuesto una.
-Bueno, tenemos 2 semanas para que me escuches.- me sonrío mientras dentro de el analizaba la perspectiva de tenerme 2 semanas para el, después de tanto tiempo de distancia.
-No te daré descanso, ni al piano
-¡Genial!
Tome un baño, y remplace la ropa negra por mi pijama favorita de color verde. Sentí un poco de hambre, así que hice un recuento mental de las recetas italianas que conocía para sorprender a Edward por su amabilidad y amistad.
Tenia que registrar el refrigerador esperando encontrar algo para hacer una pasta con salsa bechamel, una receta sencilla, tampoco podía hacer algo complicado porque dudaba de la presencia de suficientes ingredientes para ello en la casa.
Antes de bajar las escaleras escuche risas, y una voz femenina desconocida para mis oídos. ¿Con quien demonios estaba Edward?...un momento Bella a ti eso que te importa, esta es su casa y el trae a quien quiera ¿que demonios te pasa Bella?...
-Buenas noches.- dije en un tono bastante hostil que hasta a mi misma me sorprendió.
-Bella, ven, quiero presentarte a un amiga muy cercana.- dijo Edward con ese tono seductor que solía usar cuando quería conseguir algo que una chica podía ofrecer.
-Andrina, quiero presentarte a Bella, mi única mejor amiga, para siempre así.- Señalo Edward mientras tomaba mi mano para que caminara, así acortara la distancia y tomara la extendida mano de Andrina.
-Mucho gusto Bella, ni te imaginas todo lo que mi Edward me ha hablado de ti.- ¿Mi Edward?... ¿que demonios?....
-Si me imagino.- dije volteando a ver a Edward.- Un gusto.- Camine, saliendo de la habitación, y caminando a la cocina.
-Bella.- escuche que me dijo Edward. Escuche algunos pasos, y después lo pude visualizar caminando hacia la cocina.
-¿Te cae mal mi amiga?.- pregunto con una sonrisa picara mientras se apoyaba de la puerta, bloqueando mi paso hacia la misma.
-¿Tu amiga?, si claro. Esa...señorita no es tu amiga Edward, lo que quiere contigo es...cualquier cosa menos jugar damas chinas.- no tengo la menor idea porque dije damas chinas, pero fue lo único que se me paso por la mente.
-Claro que es mi amiga, y si quiere jugar damas chinas conmigo.- ante mi expresión cambio un poco su postura y dio un giro a la conversación.- De cualquier modo no pienso pelear contigo por si es o no mi amiga. Voy a ir con mi amiga Andrina a comprar comida italiana, tu favorita, ¿vienes?
-No, prefiero quedarme limpiando este establo que tienes por casa.
-Ya te lo dije, esto es falta de mano femenina, de amor.- se acerco y me dio un corto beso en la mejilla.- Te quiero amiga, y no te pongas celosa, que hay suficiente buen amigo Edward para los dos.
-No estoy celosa.- dije molesta, esquivando su cuerpo para salir de la cocina, antes de que su brazo me sujetara con fuerza.
-Hoy después de la comida, concierto de piano, voy a tocar tu canción cuantas veces quieras, y te prometo que a ella no le voy a componer una aunque me lo ruegue.- río entre dientes al final de la frase.
-Como quieras.- le dije indiferente mientras intentaba zafarme de su brazo.
-No como quiera yo, como quieras tú.- susurro en mi oído mientras me liberaba, y reía ante el escalofrío que me causo su aliento en mi cuello. Lo vi como caminaba y tomaba de la mano a Andrina para salir de la casa. No podía negar que su bien cuidado y formado cuerpo se veía muy bien con esa camisa azul que combinaba a la perfección con su piel blanca-rosada y sus ojos verde esmeralda, que hacían sintonía con su cabello a ese estilo peinado-despeinado que hacia suspirar a todas. Ese era mi amigo, el chico lindo que hacia suspirar a todas, menos a mi.
|