En frente de mi estaba una "hermosa" si ese adjetivo calificativo se le puede dar a semejante articulo, urna.
Una urna blanca con acabados de primera y adornos en dorado le daba "vida" a un salón velatorio en un color gris pobre que te invitaba a tu propia destrucción.
Rostros semejantes se escondían bajo mascaras de arlequines deprimidos, ocupando las sillas alrededor de este fatídico elemento.
Las lágrimas solo eran visibles una vez que abandonaban los rostros escondidos de sus dueños y se impactaban contra la alfombra blanca, dejando una visible marca negra. Al analizar todo la alfombra podías ver millones de puntos negros en esta, representando ese millón de lágrimas que se habían derramado.
Tres figuras enmascaradas mostraban una estatura que se juzgaría como la de unos niños. Sus rostros al igual que los demás estaban escondidos bajo expresiones diseñadas en plástico, representando parte de la cultura veneciana.
Por un instinto irreconocible, me lleve las manos al vientre y fije mi vista, buscando a mis hijos, para encontrar un vacio.
El vacio en mi vientre, y la presencia de estos tres niños, de los cuales a dos se les podía ver una hermosa y larga cabellera representando a unas niñas se confabularon para aterrorizarme hasta los huesos.
Corrí para acortar la distancia desde la puerta donde me encontraba hasta posicionarme frente a la urna.
Dentro de esta vi lo que nunca quise encontrarme: Edward.
Con una expresión serena y los ojos cerrados, Edward descansaba dentro de este elemento poco agraciado mientras lo arlequines desde afuera de ese entorno cerrado en el que el descansaba lloraban.
-No...No...No...Esto es un error...un juego...-reflexione demasiado calmada mientras continuaba viendo a mi esposo encerrado en la muerte.
-Despierta, sal de ahí....vamos esto es una estupidez....Edward escúchame...-comencé a suplicar sin obtener éxito -¡POR FAVOR DESPIERTA!...-me importo muy poco encontrarme en una funeraria, de igual manera grite, esperando ser escuchada.
-¡NO! QUE INTENTAS....-los gritos continuaban saliendo de mí ahora sin control alguno.
-No podemos hacer nada ya Bellita, cálmate, piensa en tus hijos ellos también están muy alterados, tienes que ser fuerte por ellos. Ahora debes luchar sola por tus hijos, el ya no te puede ayudar, el se fue.- la voz de Esme salía de esa figura cubierta por una bata negra que se perdía en un difuminado llevándolo a transparente al final de la misma. Su cara al igual que los demás estaba cubierta por esa expresión deprimida de arlequín.
-Me dejaste Edward.- dije con sollozos intentando abrazar esa figura, que a pesar de ser espeluznante y no parecerse en nada a esa segunda madre que yo siempre había visto en Esme, quería abrazar. Pero al igual que se difuminaba su bata al final, ella también se perdió, convirtiéndose en un humo traslucido cuando mis brazos intentaron rozarla.
-Despierta.- se escuchaba otra voz, una que sonaba suave pero preocupada, era la voz de Edward.
-¿Es un sueño?-pregunte mirando estúpidamente al cielo.
La claridad del sol naciente estaba entrando por la puerta del salón funerario tratando de aclarar la oscuridad de ese lugar. Una vez que los rayos de sol alcanzaron esa sombra también cubierta en batas difuminadas y con rostros de arlequín que reconocí como mi hijo, esta bata negar cayó al suelo descubriendo a un hermoso niño de unos 4 años por el tamaño. También cayo la mascara que oprimía ese hermoso rostro que no era más que una copia exacta del hermoso rostro de Edward de pequeño, que había conocido en las fotos cuando nos hicimos amigos a los 7años. Sus ojos chocolates estaban levemente enrojecidos y de estos pendía una lágrima mediamente cristalina, que se volvía negra en su parte más próxima al suelo. Su hermoso cabello chocolate como el mío estaba alborotado al igual que el de su padre.
-Despierta.- se escucho de nuevo la voz de Edward.
Aunque el niño me había cautivado lo suficiente como para arrodillarme y aferrarme a el aunque fuera en este escenario absurdo y carente de vida, mi impulso fue el de correr hacia la puerta, hacia la luz, aunque dejara atrás el primer vistazo de mi hijo, de mi Christopher.
Corrí y corrí, hasta alcanzar la salida, donde el sol resplandecía tanto que tuve que cerrar los ojos para evitar perder la visión. Aunque los tuviera cerrados, los rayos de sol luchaban por irrumpir mis parpados, eran tan insistentes que decidí entonces volver a abrirlos para contemplar la llamarada del sol.
Me encontré con un techo en declive bastante conocido para mí.
Al girar mi vista hacia un extremo, lo primero que halle fue una pared blanca, en la cual mi cuerpo se sostenía, por estar justo a la orilla de la cama.
Frente a mi, algunos rayos de sol luchaban por billar por encima de las grisáceas nubes que siempre acompañaban el cielo de Forks.
A mi otro lado, en la cama, con una mirada inquisidora y muchas dudas sembradas en la misma, estaba Edward, viéndome, esperando una respuesta.
Estaba vivo, todo había sido otra maldita pesadilla, de nuevo había soñado con que Edward había muerto, pero esta vez fue mucho más atemorizante, sumándole los arlequines que surcaban los rostros de mi familia.
Estábamos en Forks, desde ayer en la tarde, esperando para ir hoy a buscar a Alice al aeropuerto para su cumpleaños. Estábamos a 26 de mayo, el cumpleaños de Alice.
Volterra había quedado como un recuerdo en mi mente, una vez que la abandonamos antes de ayer para esperar en Roma el vuelo que nos traería de nuevo ha América.
Hoy llegaría Alice de San Francisco y Edward había prometido en la cena de la noche anterior a su familia que la iríamos a buscar, el como buen hermano quería felicitarla primero. Los planes de mi vida no habían cambiado, todo estaba en su lugar aun, todo había sido un sueño.
-¿De nuevo había muerto?- pregunto mi esposo mientras seguía analizándome.
-Fue horrible.- fue todo lo que pude decir antes de echarme en sus brazos a sollozar al recordar lo real que había sido ese sueño.
-Me imagino que así seria, gritabas con gran desesperación mi nombre y otros alaridos sin sentido. No quiero juzgarte Bella, pero creo que seria conveniente que busquemos un profesional, no me parece normal que siempre estés soñando con mi muerte.- estaba serio mientras me hablaba.
-Esto solo por el embarazo, tengo todo alterado.- le conteste intentando tranquilizarme para ser algo creíble.
-Aunque no quiero creer, como profesional se que el embarazo altera las emociones humanos en la mujer, así que voy a dejar convencerme, pero si esto persiste después del parto, entonces veremos un medico, ¿quedo claro?- pregunto
-Si amor, iremos hasta Egipto si quieres.- lo bese y desvié el tema.
-No quiero Egipto, quiero que dejes de alucinar con hecho fatídicos ¿desde cuando no sueños algo bonito, mas normal?
-Desde...-"desde tu accidente" quise contestar pero entonces el seguiría insistiendo con el temita.
-Había algo lindo en mi reciente pesadilla.- me salí por la tangente
-¿La decoración de la sala velatorio?- pregunto irónico.
-No, estaba Christopher, es hermoso, se parece tanto a ti, solo que con mis lodosos ojos marrones, pero es igual a ti. Tiene el cabello igual de despeinado que tu siempre, pero con mi color de cabello, es lo más hermoso que he visto, aparte de ti.- exprese con una sonrisa que se hizo mucho mas ancha cuando termina la frase.
-Seguro y así será cuando nazca, y por si tienes dudas, tus ojos no son lodosos son hermosos, y me enorgullece que nuestro hijo pueda tener tus brillantes y preciosos ojos.- me sentí de nuevo en casa cuando para no perder la costumbre alabo mis ojos como siempre desde que éramos amigos ha hecho. Todo al menos en la realidad seguía estando en su lugar, y Edward y yo seguíamos en la misma página, aunque mi mente se empeñara en construir lo contrario.
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