Mañana a las diez. Te amo
Decía el mensaje que Edward me había enviado esa noche para darme una hora exacta para encontrarnos. Sin duda esta era una locura, pero bastante divertida para ser sincera.
Estaba intentando dormir, pero la idea de verlo mañana hacia eco en mi mente, negándome la oportunidad de relajarme, aun cuando estaba en una de las camas más cómodas de mi vida, en la habitación del hotel donde me quedaría por esta noche.
El viaje había sido agotador y para ser sincera no lo había disfrutado para nada porque mi miedo irracional a las alturas se confabulo contra mi ayudada por la soledad.
Pero ya en este momento nada de eso importa, lo unido que tenia que tener presente es que mañana vería a Edward....
La claridad chocaba con mis ojos que mantenían mi mente en una oscuridad anaranjadaza por el sol que luchaba por entrar en mi imagen.
Era de día, Edward y yo nos veríamos.
Mi corazón salto de emoción al saber que esta noche no dormiría sola. Los niños se movieron frenéticos como entendiendo el significado de mis palabras no dichas.
Pase algún tiempo seleccionando la ropa adecuada para la "cita". Parecía una adolescente tirando una prenda tras otra de ropa sobra la cama luego de probármela.
Al fin y después de poner todo mi empeño en creer en que me veía bien, pude vestirme. Llevaba un vestido materno marrón chocolate que dejaba denotar muy bien mi pancita y unas sandalias bajas para evitar accidentes.
Después de algo de maquillaje ligero, peinarme y una ultima vista en el espejo, me convencí de salir.
Todo en el hotel era mas hermoso de lo que recordaba, claro estaba algo dormida la última vez.
Por petición del mismo Edward, deje las maletas en este hotel, hasta que nos viéramos para decidir si haríamos el cambio.
Toda Roma era maravillosa...Cada estructura era exacta y elegante, al mejor estilo italiano.
Pero si duda lo que mas me impresiono del camino fue mi destino de llegada.
La Fontana de Trevi era una estructura imponente y magnifica. Se respiraba el aire de esperanza de las diferentes personas del mundo que venían a arrojar una moneda con un sueño, un deseo.
Me baje del taxi y comencé a recorrer entre la gente que rodeaba la fuente.
En definitiva el tallado de Neptuno en su ostra era despampanante.
Algo mucho más asombroso era el bullicio e varios idiomas que se escuchaba.
Estaba concentrada identificando los idiomas y detallando cada cosa de mi alrededor, cuando sentí que alguien se me acerco.
-Mi fai sospirare e si è sempre presente nei miei sogni la mia principessa.- la voz perfecta de Edward me imnundo todo el cuerpo. Su aliento perfecto como el rocé delicado de una flor me acaricio la mejilla, dejando a su paso un casto beso con el que me declaraba derrotada en sus brazos, los de mi caballero de ensueño.
Me voltee lentamente para encontrarme como su hermosa mirada que emanaba los más hermosos deseos hacia mi, podía sentirlo.
En sus ojos había una mezcla perfecta de amor y felicidad, encontradas con un manto cristalino que le daba cierta irrealidad a el perfecto mar verde de mis sueños.
Su sonrisa era un perfecto refugio para las inseguridades de cualquier persona, y un santuario donde cualquier creyente podría reafirmar su fe.
Un ángel había llegado del cielo y tenia su nombre, respondiendo a mi amor y lo poco que yo le podía ofrecer en comparación a todo lo que el con solo respirar y mirarme me regalaba.
Sentí que unas lagrimas estaban próximas a salir de mis ojos ante semejante belleza y al saber que de una manera superficial era mío
Eran míos esos ojos perfectos que me mostraban un alma pura y perfecta que no escondía secretos y que llevaba consigo besos dulces.
Era mía esa sonrisa de felicidad que me regalaba cada vez que me veía o cada vez que sentía que nuestros hijos respondían a el, a mi amor eterno
Lo que ninguno de los dos decía con las palabras, lo expresaba a través de esa mirada cómplice que explicaba cuanto nos habíamos extrañado y cuando se podía amar a alguien.
Su mira me condujo a lo más recóndito de su mente. Allí entre sueños por cumplir y esperanzas, estaba yo. Yo estaba envuelta en un manto único que me protegía de todo, como a una niña pequeña, la niña de Edward.
La mano de Edward se abrió ante mi sacándome de su mente. En ella vi tres monedas de un resplandeciente amarillos, mas bien de oro.
-Son tres deseos. Dicen que si las monedas son de oro los deseos son mas seguro, y yo contigo quiero todo lo mas seguro posible.- deposito en mi mano las monedas.
No dije nada. Me voltee y me encontré con la orilla de la fuente.
-1ro: Que nunca te me escapes.- lance la primera moneda, con toda mi ilusión puesta en ella
-2do: Que siempre puede ser lo suficientemente fuerte para atar esa mirada tuya a la mía, para siempre.- lancé la segunda. Era mi último deseo, tenia que ser el mejor el que más ilusión sobre mí despertara.
-3ero: Que me amas siempre tanto como yo hoy, mañana y siempre se que te amare.- y cayo la ultima moneda. El me sonrío y luego saco de su bolsillo 3 monedas más.
-1ro: Poder ser eterno, para velar siempre por ti.- lanzo la primera moneda
-2do: Poder ser un padre ejemplar para nuestros hijos.- lanzo la segunda
-3ero: Ser suficiente para complacerte y que así puedas ser mía eternamente.- su ultimo deseo me llego hasta el fondo del alma.
-Isabella, te amo.- me abrazo y luego beso mis labios con determinación pero con dulzura transmitiendo de uno al otro todo lo que sentíamos.
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