-Bella, ya tenemos que irnos.- Alice insistía desde afuera pero yo simplemente no podía detener las lágrimas. Estaba apunto de casarme con el hombre que mas amaba y mi padre no estaba. Ese sueño loco que tenemos todas de que nuestro padre nos de unas palabras y después nos diga: "Siempre serás mis pequeña" no llegaría en este caso. No habría vals, ni palabras, ni un: "Cuida a mi niña" al final del pasillo nupcial. De cualquier modo debía salir de este cuarto y de esta depresión que me daba cuenta ahora que jamás había superado.
-Toma lo mejor de la vida, y lo demás simplemente olvídalo.- me repetí antes de sacar las lagrimas de mi mejilla y terminar de abrochar mis zapatos.- Se feliz, el lo quiere así
Abrí la puerta para encontrarme a Alice desesperada.
-Estabas llorando.- afirmo.
-Lo siento.- dije tratando de contener el llanto.
-Tranquila Bells nosotros estamos aquí, no estas sola. - No estoy sola, me recordé rozando mi vientre.
-No están solos.- corrigió Alice.
Bajamos las escaleras, y mi Superman esperaba al pie de estas con la mano extendida y una hermosa sonrisa.
-¿Por que lloras mi amor?.- me pregunto preocupado una vez que nuestras miradas se encontraron.
-Las mujeres embarazadas lloramos mucho.- trate de sonreír pero fue bastante falso.
-No te creo, pero no voy a discutir eso el día mas importante de mi vida.- su sonrisa me llego al corazón y mi hizo sentir segura y lista para cualquier cosa.
-Permiso.- pasó Emmet, no sin antes cargarme como si fuera una niña pequeña.
-¡Emmet!- grite encontrándome ya a en sus brazos.
-Lo siento pequeña, pero así no saldremos nunca.- camino conmigo brazos sin la más minima intención de bajarme. Me sentó en la parte trasera de su Jeep mientras buscaba a Edward con la mirada.
-No vendrá contigo, olvídalo.- exclamo Alice desde el asiento delantero.
-Bien, creo que me resignare.- salimos de la casa de los Cullen mientras Alice y Emmet bromeaban.
Me perdí en los hermosos paisajes de Forks, el pueblo que había sido mi casa, y donde había vivido las mejores aventuras de mi vida. Aquí había crecido, había jugado, hecho amigos, una vida, y había dejado de ser niña.
Un estrago extraño se hizo presente cuando vi que nos dirigíamos a La Push.
-¿Que hacemos aquí?- ¿No se supone que la boda era en Las Vegas, estilo fugitivos?
-Calma Bella, no te podemos decir nada.- repentinamente Emmet se detuvo frente a una de las mas hermosas vistas de Forks, la mañana viva en la playa.
-Abajo damisela.- Emmet me abrió la puerta y me ayudo a bajar del súper Jeep.
Caminamos mientras yo me preguntaba que hacíamos aquí.
A pocos pasos pude divisar a Edward parado frente al mara, tan hermoso como siempre con su traje blanco y algo con lo que estaba jugando en las manos. No me contuve y corrí hasta el. Me abrasé de su cuello mientras el frotaba sus manos por mis espalda.
-Isabella.- me separo un poco de el.- Se que este no era el plan, pero para serte sincero no creo en el matrimonio de firmar un papel. Un papel no te hará fiel eternamente a mi, ni a mi me hará eterno para cuidarte. Te ofrezco esto.- señalo la playa.- Una boda donde lo único que cuenta sea lo que yo te tenga que decir y lo que tu quieras para mi. No te prometo que será eterno, porque no controlo el tiempo, y no podré definir que tanto podré estar en el mundo para amarte. Te prometo a cambio que lo mucho o poco que el cielo nos permita, será especial. Estaré allí todos los días, esperando que despiertes. Velare tu sueño, cuidare tus esperanzas de que no sean acosadas por las desilusiones. Si quieres que nos volvamos a esconder entonces lo haremos. Si quieres que tengamos muchos hijos los tendremos. Si quieres que tengamos una casa y Tokio, la comprare. Te ofrezco que, cada día que pases a mi lado será único, y ser en definitiva la mejor aventura de nuestras vidas. Por ti, por mi, y por el hermoso ser que llevas dentro, te pido hoy que seas mi esposa y no para siempre, sino tanto como pueda vivir.- me quede congelada con sus palabras. Eran mas que perfectas, eran únicas, eran todo lo que quería escuchar.
-Yo lo único que puedo ofrecerte es una familia, este niño que llevo dentro y todo lo que soy. Te amo Edward y no me importa si tenemos una casa en Tokio o no, igual te amare, y me encanta la idea de ser tu esposa, aunque sea sin leyes.- me acerque a el y lo bese. Trate de transmitir todo lo que sentía por el, y lo feliz que me estaba haciendo con esta boda improvisada. Me separo de el, para colocar en mi dedo una hermosa alianza de matrimonio. ¿De donde la saco?
-Desde el día que te pedí matrimonio, soñaba con pedirte que nos casáramos así, y se me había ocurrido pedírtelo hoy, así que estaba preparado. En caso de que dijeras que no, las guardaría.- me sonrío como niño pequeño.
-A mi me toca ponerte un anillo.- le exprese. Coloco en la palma de mi mano otra alianza un poco más grande que la que yo llevaba en el dedo.
-Gracias por todo, esto es lo mejor que me ha pasado.- deslice el anillo por su dedo y entrelace mis dedos con los de el.
-Te amo.- susurro mientras me abrazaba.- Los amo.- corrigió mientras acariciaba mi vientre.
-Igual nosotros.- conteste. Definitivamente ninguna mujer normal ve este tipo de boda como romántica, pero yo no me imaginaba una mejor unión de almas que esta. No me imaginaba algo mejor que lo que hoy me ocurría. Solo el día que naciera mi hijo, podría encontrar con que comparar tan lindo suceso. No seria para siempre, pero lo que durara seria mi mejor aventura
Gracias por su apoyo y comentarios...todas han sido muy lindas conmigo y eso me ha llegado al corazon...gracias por todo...beitos y nos estamos leyendo..
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