Hay estaba yo, caminando por los pasillos del área de llegada del aeropuerto, tratando de divisar a Edward.
En un instante mágico, pude encontrar la mirada de mi Superman, de nuevo con la ternura en las facciones. Era oficial, no podía esperar mas, tenia que correr a abrazarlo, después de tres semanas sin verlo, y prácticamente sin hablar con el. En unos instantes, estábamos abrazados, dando vueltas en medio de la gente, que al pasar sonreían.
-No sabes cuanta falta me hiciste.- susurro a mi oído.
-Y tu tampoco sabes cuanta falta me hiciste.- dije recostando mi cabeza en su hombro.
-Te divertirás este fin de semana, ya lo veraz.
-Seguro que si.- me bajo y nos encaminamos a buscar mi maleta. A media hora del aeropuerto estaba la casa de Edward, que de nuevo presentaba ese jardín aburrido y abatido por el fuerte sol del verano.
-En algún rato de este fin de semana voy a encargarme de ese jardín, por Dios es asqueroso.- le dije mientras cruzábamos la puerta de la casa, un poco apurados por la cercanía de la hora de la boda, y yo todavía tenia mucho que hacer.
No le di chance ni de tocarme, antes de escabullirme escaleras arriba, directo al baño.
Me di un baño rápido, con agua caliente para relajar los músculos para la noche que prometía ser larga, aunque esperaba que divertida.
Salí de este, hacia el cuarto que ocupe la vez pasada que fui a casa de Edward, envuelta en una toalla, con la esperanza de que Edward hubiera subido mi maleta, pero me encontré con que no era así.
-Por aquí bonita.- escuche la voz de Edward desde su cuarto. Camine hasta allí, tiritando de frío, deseando vestirme al instante.
Me encontré con Edward, llevando un pantalón de vestir negro, y una camisa blanca a medio abotonar, que se ceñía perfecta a su cuerpo y daba un toque exquisito a sus ojos verdes. También me di cuenta que con su cuerpo resguardaba el acceso a mi maleta.
-Por Dios Edward me congelo, aparte estoy tarde, así que quítate ahora mismo.- le dije una vez que trate de pasar para tomar la maleta y no me dejo.
-¿Te abrazo para que se te pase el frío?.- pregunto con ese tono pícaro que tanto amaba, y el lo sabia.
-No Edward, quiero que te quites del camino de la maleta, antes de me muera de hipotermia, y te toque ir solo a la fiesta...- me sonrío, antes de apartarse de mi camino, dándome alcance a la maleta, la cual arrastre a la otra habitación mientras temblaba del frío.
-Ganaste esta vez, pero para la próxima no te arriendo las ganancias.- me dijo, mientras salía de su cuarto. Lo único que hice fue reír a carcajada suelta ante su comentario.
Me vestí, me maquille y luego alise mi cabello ondulado.
Llevaba un vestido azul rey un poco mas arriba de la rodilla, de escote y flores negras que adornaban la parte superior del vestido hasta difuminarse en la caída a la falda en capaz.
Baje las escaleras, para encontrarme a Edward, de traje negro, camisa blanca y corbata azul rey, mismo tono de mi vestido. Se veía tan hermoso con esa combinación de colores.
-Te vez hermosa.- me dijo tomando mi mano, una vez que nos encontramos en el ultimo escalón.
-Y tu también te vez hermoso, eres todo un hombre, no te pareces en nada al niño con el que solía armar pasteles de barro.- sonreí al recordar las muchas veces que terminábamos llenos de barro después de armar una gran franquicia de restaurantes donde vendíamos nuestras delicias de fango.
-Y definitivamente tú dejaste de ser la niña flacuchenta que corría con coletas y calcetines en las manos por las escaleras de mi casa. Te volviste un hermosa mujer al paso de los días, y me enorgullece saber que conocí a la niña juguetona, y ahora conozco a la mujer emprendedora y sexi.- no pude evitar sonrojarme con el final de su frase.- Vamos mi sexi y escondida novia, no quiero llegar tarde.
Al bajarme del carro, me encontré con un precioso salón de fiestas, decorado entre rosas blancas y azules, con guirnaldas de telas brillante suave que daban una perfecta armonía con la luz blanca alta, que te permitía ver todo con mucha claridad.
-Por Dios Bella deja de analizar la decoración, despréndete de tu trabajo un rato.- y era verdad, debía seguir el consejo de Edward y desprenderme de mi trabajo por un rato.
A los minutos llegaron los novios para ocupar la pista de baile con su primer "baile de recién casados".
-Pronto vamos a ser tu y yo los que bailemos esa canción.- me susurro Edward al oído mientras yo analizaba el hermoso y fino vestido de la novia, que giraba con una facilidad asombrosa al ritmo del vals.
Me deje llevar por unos momentos por la hermosa música y por la imaginación estimulada por el comentario d Edward.
Imagine a mi padre, sonriente, vestido de traje negro, llevándome por un hermoso pasillo de pétalos de rosas blancas, hasta depositarme en las manos de Edward, frente a un padre, quien nos uniría hasta más allá de lo eterno.
No pude evitar botar algunas lágrimas al imaginar que mi padre estaría en mi próxima boda, sin aproximarme demasiado a la realidad de los hechos, que mi padre no estaría allí, para entregarme, ni para bailar conmigo como lo estaba haciendo el padre de la novia en ese momento.
-Mi Bella ¿Por que lloras?.- me escruto Edward, tomándome por el brazo para sacarme del circulo de gente que se había formado. Una vez afuera, me abrace a el, tratando de encontrar un poco de respaldo, para no seguir llorando.
-Estas triste porque te acordaste de tu padre cuando viste al de Giovanna ¿Verdad?.- me dijo Edward, alejándome de el para ver mi rostro.- Mi vida, cuanto lo siento, se que te afecta, si quieres nos vamos, pero por favor no llores.
-No nos vamos a ir. Vamos a entrar y vamos a ser felices en la fiesta. Andando.- tome su mano para entrar juntos a la fiesta, que al parecer estaba comenzando y prometía divertirnos mucho.
|