Jacob estaba en el cuarto de niños con Erik. Estaba sentado en la antigua mecedora con su hijo dormido sobre su hombro mientras observaba distraídamente la pared frente a él. Estaba cubierta con fotos de bebés que habían nacido en su familia durante los últimos doscientos años.
Los recuerdos lo inundaron.
Miró al bebé que tenía en brazos. El tupido cabello negro, el sereno y diminuto rostro. La boca de Erik se movía mientras dormía, y el bebé sonreía como si estuviese en medio de un agradable sueño.
—¿Estás hablándole, D'Aria? –preguntó Jacob, preguntándose si la Cazadora de Sueños cuidaría a su hijo al igual que a él.
Tocó la punta de la nariz de Erik. Incluso dormido, el bebé giró para chupar su dedo.
Jacob sonrió, hasta que captó el débil aroma a rosas y talco en la piel del bebé.
El aroma de Renesme.
Intentó imaginarse el mundo sin ella. Un día en que no estuviese para iluminarlo todo. Para poner su sedosa mano sobre su piel, para pasar sus graciosos dedos entre su cabello.
El dolor laceró su pecho. Su vista se nubló.
Eres un alma errante, buscando una paz que no existe. Estarás perdido hasta que encuentres la única verdad interna. Jamás podemos escondernos de lo que somos. La única esperanza es aceptarlo.
Al final, comprendía las palabras de la vidente.
—Esto es una porquería –dijo, en voz baja.
No había modo de que dejase escapar a lo mejor que le había sucedido en la vida.
Jacob Wolf Black era una sola cosa en la vida.
Era un bárbaro.
Renesme estaba en el dormitorio de Jacob, buscando su caja, cuando escuchó que la puerta se abría detrás suyo.
Estaba casi totalmente perdida en sus pensamientos cuando sintió que dos fuertes y poderosos brazos se envolvían a su alrededor y la hacían girar para enfrentarse a un hombre que sólo había visto una vez antes.
La noche en que se habían conocido.
Este era el peligroso guerrero capaz de hacer trizas a un Vampiro con las manos desnudas.
Jacob acunó su rostro entre las manos y la besó desesperadamente. Ese beso llegó profundamente dentro de Renesme e incendió su sangre.
—Eres mía, preciosa –susurró Jacob. Su tono era posesivo—. Para siempre.
La apretó contra él, fuertemente. Ella esperó que la tomara. No lo hizo. En cambio, hundió los colmillos en su cuello.
Renesme no pudo respirar mientras sentía el momentáneo dolor, que fue rápidamente seguido por la sensación más erótica que jamás había conocido.
Su boca se abrió mientras respiraba entrecortadamente, con la cabeza dando vueltas. Veía colores girando ante sus ojos, sentía sus latidos sincronizándose con los de Jacob mientras todo a su alrededor se volvía confuso, vertiginoso. El placer explotó a través de su cuerpo con un orgasmo tan fuerte que la hizo gritar.
Mientras gritaba, sintió que sus incisivos crecían. Sintió a sus colmillos regresando…
Jacob gruñó profundamente mientras la saboreaba. Jamás se había sentido tan unido a nadie en la vida. Era como si fuesen una sola persona compartiendo un solo latido.
Sentía todo lo que ella sentía. Cada esperanza, cada miedo. Toda la mente de Renesme estaba abierta de par en par ante él, y eso lo abrumó.
Y entonces sintió que lo mordía en el hombro. Jacob jadeó ante la inesperada sensación. Su pene se hinchó, haciéndolo desear estar dentro de ella.
Renesme estiró la mano entre sus cuerpos mientras bebía de él, y bajó la cremallera de sus pantalones. Jacob gimió gravemente mientras ella lo guiaba directamente dentro suyo.
Sin control sobre sí mismo, él la tomó salvajemente, ferozmente, mientras unían sus fuerzas vitales.
Llegaron juntos a un furioso orgasmo que los golpeó exactamente en el mismo momento.
Débil y agotado, Jacob se apartó del cuello de Renesme. Ella lo miró, con los ojos brillantes mientras se lamía los labios y sus dientes se retraían.
Jacob la besó profundamente, abrazándola con fuerza.
—Wow –susurró Renesme—. Aún veo las estrellas. —Él se rió. También las veía—. ¿Crees que realmente funcionó? –le preguntó.
—Si no funciona, voto por que sigamos el consejo de Paul de agarrar a Sam y golpearlo.
Renesme rió nerviosamente.
—Supongo que en unas semanas lo sabremos.
Sólo que no tomó tanto tiempo. Los ojos de Renesme se ensancharon y comenzó a jadear en busca de aire.
—¿Renesme? –preguntó Jacob. Ella no respondió—. ¿Bebé? –preguntó otra vez.
Su mirada estaba llena de dolor mientras se estiraba, colocaba su mano sobre la barbuda mejilla y temblaba. En menos de tres segundos, estaba muerta...
FIN
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