EL BESO DE LA NOCHE

Autor: andrea_Black
Género: + 18
Fecha Creación: 30/07/2012
Fecha Actualización: 26/10/2012
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 64
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Capítulos: 45

**********FIC FINALIZADO!!!! ANIMENSE A ENTRAR**********

¿Cómo enamorar a alguien que no es capaz de recordarte? ...¿Como enamorarte de aquel enemigo al que estás destinado a matar?...¿Como poner todas tus últimas esperanzas de sobrevivir en aquel ser que ha matado a tantos de tu especie?

Jamás recordaría su tacto. Su beso. Su nombre… Su cuerpo sólo calmaría al de él por unos pocos minutos. No haría nada por aliviar la soledad de su corazón, que anhelaba que alguien lo recordara.

 Jacob Wolf Black es un cazafor oscuro, cuyo don es la amnesia para todo ser que lo haya visto. Después de 5 minutos nadie lo podrá recordar.

 Renesmee Cullen es una semi-vampiro con los dias contados, con una muerte lenta y dolorosa que la espera al cumplir 27 años.

...Esta es una historia basada en la saga Dark Hunter de la escritora Sherrilyn Kenyon...

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Capítulo 19: CAPITULO 18

Renesme dio vueltas por la enorme casa. Era como andar por un museo. Había antiguos artefactos nórdicos por todos lados. Sin mencionar pinturas al óleo de artistas famosos que jamás había visto antes, pero estaba segura de que eran auténticas.

Había una en particular fuera de su habitación realizada por Jan van Eyck, de un hombre de cabello oscuro y su esposa. En algunos aspectos le recordaba al famoso retrato Arnolfini, pero la pareja en éste se veía completamente diferente. La mujer rubia estaba vestida de un enérgico rojo, y el hombre de azul marino.

—Es el retrato de bodas de dos de mis descendientes.

Renesme se sobresaltó ante el profundo sonido de la voz de Jacob detrás suyo. No lo había oído acercarse.

—Es hermoso. ¿Tú lo mandaste a hacer?

Él asintió y señaló a la mujer del cuadro.

—Isabella era una admiradora del trabajo de van Eyck, así que pensé que sería un regalo de bodas perfecto para ellos. Ella era la hija mayor de otra familia de Escuderos, quien fue enviada para casarse con mi Escudero, Leif. Seth desciende de su tercera hija.

—Wow –susurró ella, impresionada—. Toda mi vida he luchado por descubrir algo sobre mi herencia y mi linaje, y aquí estás tú, un libro andante para Seth. ¿Tiene alguna idea de lo afortunado que es?

Jacob se encogió de hombros.

—He aprendido que, a su edad, la mayor parte de las personas no están interesadas en su pasado. Sólo en su futuro. Querrá saberlo cuando crezca.

—No lo sé –dijo Renesme, pensando en el modo en que los ojos de Seth se encendían cuando intentaba enseñarle Inglés Antiguo—. Me parece que él sabe mucho más de lo que imaginas. Es un estudiante estrella en las clases. Deberías escucharlo. Cuando estábamos estudiando, parecía saber todo sobre tu cultura.

Los rasgos de Jacob se suavizaron, transformándolo en el dulce hombre que había visto en sus sueños.

—Así que en verdad escucha.

—Sí, lo hace. —Renesme se encaminó a su cuarto—. Bueno, se está haciendo tarde y ha sido una noche realmente larga. Estaba por ir a dormir.

Jacob tomó su mano y la detuvo.

—Vine a buscarte.

—¿Por qué?

Él la miró fijamente.

—Ahora que estás embarazada de mi hijo, no quiero que duermas aquí arriba donde no puedo llegar a ti en caso de que necesitaras protección. Sé que dije que podías ir y venir a la luz del día, pero preferiría que no lo hicieras. Los Vampiros tienen ayudantes humanos al igual que nosotros. Sería demasiado fácil para uno de ellos llegar hasta ti.

La primer reacción de Renesme fue decirle que se callara, pero algo dentro suyo la retuvo.

—¿Me estás dando una orden?

—No –dijo él con calma—. Te lo estoy pidiendo. Por tu seguridad, y la del bebé.

Ella sonrió al escuchar eso, y la mordacidad en su voz le demostró que no estaba acostumbrado a pedir nada a nadie. Lo había oído ladrar suficientes órdenes a Seth como para saber que “Jacob” y “libertad” no eran exactamente sinónimos.

—Está bien –respondió, sonriéndole apenas—, pero sólo porque me lo pediste.

Los rasgos de Jacob se relajaron. Por dios, el hombre era hermoso cuando tenía esa apariencia.

—¿Hay algo que necesites de tu apartamento? Puedo enviar a alguien a buscarlo.

—Algo de ropa sería agradable. Maquillaje y un cepillo de dientes aún más.

Él extrajo su teléfono y marcó. Renesme lo escuchó presentarse a sus hombres de seguridad mientras abría la puerta de su habitación y él la seguía. Kat, que estaba sentada en una silla leyendo, los miró sin hacer ningún comentario.

—Espera un segundo. –Le alcanzó el teléfono a ella—. Aquí tienes, diles lo que necesitas y dónde vives.

—¿Por qué?

—Porque si yo se los digo, olvidarán lo que dije dentro de cinco minutos y no se irán del lugar. Siempre tengo que tener a alguien, generalmente Sam, Seth, o mi amigo Emmet, para que les digan que necesito que hagan, o les envío un e-mail. Y ahora mismo un e—mail o un mensaje de texto llevaría demasiado tiempo.

¿Hablaba en serio?

—Puedo ir con ellos –se ofreció Kat mientras dejaba el libro a un lado—. Sé lo que ella usa y quiero buscar algunas cosas para mí también.

Jacob les transmitió el mensaje a los guardias y luego hizo que Renesme repitiera cada palabra.

Una vez que terminó de hablar con el guardia, colgó el teléfono. Dios misericordioso, y ella pensaba que su vida estaba jodida.

—¿Entonces estás diciéndome que los humanos ni siquiera pueden recordar una conversación contigo?

—No, jamás.

—¿Entonces cómo tienes guardado a Seth en secreto? ¿No puede simplemente decirles que tú estás de acuerdo con que él se vaya de la casa?

Jacob rió.

—Es que cada orden que involucre su seguridad tiene que ser aprobada primero por Sam, y Seth lo sabe. Los guardias de seguridad jamás se moverían sin órdenes directas de Sam.

Wow, el hombre era estricto.

Kat le sonrió amablemente a Renesme mientras ella tomaba la ropa que Jacob le había dado de adentro del placard.

—Me alegro de que hayas manejado tan bien esto esta vez. Y Jacob también. Hace las cosas mucho más sencillas.

Renesme asintió. En verdad, así era.

Si tan sólo Jacob pudiese aceptar su herencia tan fácilmente como había aceptado al bebé. ¿Pero qué bien haría eso si ella estaba destinada a morir?

Quizás este era el mejor modo de que funcionara. De este modo él no sufriría por ella.

No, le dijo la voz en su cabeza. Quería más que eso de Jacob. Quería lo que habían compartido en sus sueños.

Deja de ser egoísta.

Renesme tragó con fuerza ante el pensamiento. Tenía razón. Sería más bondadoso mantenerse alejada de Jacob. Lo último que quería era saber que él se lamentaría por ella.

Mientras menos gente se apenara, mejor. Odiaba la idea de que alguien sufriera por ella del modo en que a ella le había dolido lo de su madre y sus hermanas. No había un día en que no estuvieran en sus pensamientos. En que una parte de ella no sufriera porque jamás podría verlas de nuevo.

Una vez que tuvo la remera y el pantalón de gimnasia en sus manos, Jacob caminó junto a ella por la casa. Su poderosa presencia tocaba algo muy profundo dentro de Renesme. Jamás había imaginado sentirse así.

—Sabes, tienes un lugar bastante bueno aquí –le dijo.

Él miró alrededor, como si no se hubiese percatado de eso en bastante tiempo.

—Gracias. Fue construido a fines del siglo pasado por la tatara-tatara-abuela de Seth. Tenía quince hijos varones y quería espacio suficiente como para criarlos a ellos y a sus hijos.

Había un matiz de ternura en su voz cada vez que hablaba de su familia. Era evidente que había amado a cada uno de ellos profundamente.

—¿Y qué sucedió con ellos, Seth es el único que queda?

La tristeza oscureció los ojos de Jacob e hizo que el corazón de Renesme se apenara por su dolor.

—El hijo mayor falleció con varios de sus primos y su tío como pasajeros en el Titanic. La plaga de influenza de 1918 mató a tres más de ellos y dejó a otros dos estériles. La guerra se llevó a otros cuatro. Dos murieron siendo pequeños y uno falleció en un accidente mientras cazaba siendo joven. Los otros dos, Stephen y Craig, se casaron. Stephen tuvo un niño y dos niñas. El hijo murió en la Segunda Guerra Mundial, y una de las hijas falleció enferma a los diez años, y la que quedaba murió en el parto antes de que el bebé pudiera nacer. —Renesme dio un respingo ante sus palabras y el dolor que notaba en su voz. Era tan evidente que había amado mucho a cada uno de ellos—. Craig tuvo cuatro hijos varones. Uno de ellos murió en la Segunda Guerra Mundial, otro siendo pequeño, otro en un accidente de autos con su esposa, y el otro era el abuelo de Seth.

—Lo siento –le dijo, tocando su brazo compasivamente. No era de extrañar que cuidara a Seth tan celosamente—. Me asombra que hayas permitido que tantos de ellos fuesen a la guerra.

Él cubrió la mano de Renesme con la suya. La expresión de sus ojos le demostraba cuánto apreciaba su toque.

—Créeme, intenté detenerlos. Pero sólo se puede intentar mantener a un hombre terco en casa hasta cierto punto. Finalmente comprendo cómo se sintió mi padre cuando Seth y yo nos fuimos de casa, contra sus deseos.

—Pero no comprendes porqué tu madre se rehusó a acogerlos en su hogar.

Él se detuvo en sus pasos al oírla.

—¿Cómo supiste eso?

—Yo… —Renesme se quedó callada al darse cuenta de lo que había hecho—. Lo siento. De vez en cuando puedo leer pensamientos pasajeros. No es que quiera hacerlo, y no tengo control sobre eso, simplemente sucede. –Los ojos de Jacob eran tormentosos otra vez—. Sabes –intentó nuevamente, esperando poder consolarlo un poco—, a veces las personas dicen cosas en el momento de furia que luego lamentan. Estoy segura de que tu madre los perdonó.

—No –dijo él, con la voz baja y grave—. Yo había abandonado las creencias con las que me había criado. Dudo que alguna vez lo superara.

Renesme tironeó la cadena plateada que estaba alrededor de su cuello mientras sostenía el collar entre sus manos. Al igual que en su sueño, era el martillo de Thor y un pequeño crucifijo.

—No creo que hayas abandonado nada. ¿Sino por qué usas esto?

Jacob miró los dedos de Renesme, que acunaban la cruz de su madre y el talismán de su tío. Antiguas reliquias que había llevado por tanto tiempo que apenas recordaba su presencia.

Eran el pasado, y ella era su futuro. La dicotomía lo alcanzó muy dentro.

—Es para recordarme que las palabras dichas con furia jamás pueden ser retiradas.

—Y sin embargo hablas con furia con tanta frecuencia.

Él resopló.

—Algunos defectos no pueden cambiarse.

—Tal vez.

Renesme se puso en puntas de pie y lo besó, con la intención de que fuera un gesto amistoso.

Jacob gruñó ante su sabor mientras la acercaba y la abrazaba fuertemente contra su pecho para poder sentir cada centímetro de su femenino cuerpo.

Cuánto la deseaba. Deseaba desgarrar su ropa y saciar el ardiente dolor que sentía en la entrepierna cada vez que ella lo miraba. Se sentía tan bien tener a una mujer que lo conocía.

Que recordaba su nombre y todo lo que él le decía.

No tenía precio.

Renesme gimió profundamente ante la sensación de los labios de Jacob sobre los suyos. Sus colmillos rozando suavemente sus labios, su lengua luchando contra la de ella.

Sentía los músculos flexionándose bajo su mano, el acero enroscado de un cuerpo que era sutilmente afilado y vigorosamente peligroso.

Jacob era tan abrumador. Tan feroz y sin embargo tan extrañamente tierno. Una parte de ella no quería dejarlo ir jamás.

Una parte de ella le exigía que lo hiciera.

Sufriendo ante esa idea, profundizó su beso, y luego se apartó, renuentemente.

Jacob no quería nada más que traerla de regreso a sus brazos. La observó mientras su corazón se aceleraba y su cuerpo ardía. ¿Por qué no la había encontrado mientras era humano?

¿Qué hubiese importado? Ella aún sería una Semi-vampiro y él de otra especie.

La suya era una relación imposible, y aún así habían sido unidos por una diosa conspiradora. Él estaba cautivado por el espíritu y la pasión de Renesme. Su voz, su olor. Todo acerca de ella le llegaba al corazón.

Su relación estaba condenada desde el principio.

Ella va a morir.

Las palabras lo cortaron por dentro. Había estado solo tanto tiempo, con el corazón herido y sangrando por la pérdida. Y ella iba a ser otra cicatriz. Lo sabía. Podía sentirlo.

Jacob sólo esperaba que ésta sanara, aunque algo le decía que no sería así. Su presencia persistiría dentro de él así como la de los demás lo habían hecho.

Su rostro lo perseguiría…

Para siempre.

En ese momento, odiaba a Artemisa por su interferencia. La odiaba por haberlo forzado a esta vida y por darle a una mujer que no tenía más opción que perder.

No estaba bien.

¿Y por qué? ¿Porque Apolo se había enojado y había maldecido a su propia gente?

—Las descendencias son tan frágiles.

No se dio cuenta de que había hablado en voz alta hasta que Renesme asintió.

—Eso explica porqué proteges a Seth del modo en que lo haces.

Ella no tenía idea.

Él la condujo hacia abajo por los escalones que descendían a su alojamiento.

—Debo admitir que me sorprende que Apolo no haya cuidado mejor a los suyos. Especialmente considerando lo importante que es.

—Al igual que tú, comenzamos siendo muchos, y rápidamente disminuimos hasta quedar yo. Claro que no ayudó en nada que fuésemos cazados hasta la extinción.

Jacob se detuvo fuera de su puerta cerrada con llave, la cual tenía un panel con teclas al lado, en la pared.

—¿Paranoico? –preguntó Renesme.

Él apenas sonrió con irónica diversión mientras ingresaba el código.

—Tenemos a muchos sirvientes que trabajan aquí durante el día y no saben nada de mí, ya que no pueden recordar que existo. De este modo, no entran de casualidad en mi habitación y salen gritando que hay un intruso mientras Seth está en la universidad.

Para Renesme, eso tenía mucho sentido.

—¿Cómo es ser tan anónimo?

Él abrió la puerta y encendió una débil luz del techo.

—A veces es como ser invisible. Lo que me resulta extraño es poder verlas a ti y a Kat nuevamente sin tener que volver a presentarme.

—Pero Sam y Emmet también te recuerdan.

—Es verdad. Los Cazadores Oscuros y los Licántropos  pueden recordarme, pero no puedo estar en presencia física de otros Cazadores Oscuros por mucho tiempo, y los Licántropos se ponen nerviosos y malhumorados cada vez que me acerco a ellos. No les agrada la idea de tener a alguien que no sea de los suyos.

Renesme miró alrededor mientras él se dirigía hacia su cama. La habitación era enorme. Contra una pared había una estación de computadoras que le recordaba a la NASA, justo ahí había una computadora plateada Alienware sobre el escritorio negro contemporáneo.

Pero lo que la sobresaltó fue la gran cama negra en el fondo de la esquina derecha. Era exactamente igual a como había sido en su sueño. Las paredes alrededor de ellos eran de un mármol negro tan brillante que reflejaba, aunque a diferencia de sus sueños, Jacob no se reflejaba en ellas ahora. Y tampoco había ventanas.

En la pared a su izquierda había más retratos, y debajo de ellos un largo aparador de caoba. La parte superior del aparador estaba regado por cientos de portarretratos de plata. Un sofá de cuero negro y un reclinador como los que había arriba estaban ubicados delante, junto a un TV de pantalla gigante.

Observando la miríada de rostros del pasado, Renesme pensó en la mujer que estaba escaleras arriba, en el retrato junto a la que ahora era la habitación de Kat. Jacob sabía mucho sobre ella, y eso la hacía preguntarse cuánto sabría acerca de cada rostro que había en esa pared y sobre el aparador. Rostros de personas que probablemente habían sabido muy poco de él.

—¿Tenías que presentarte constantemente a Isabella?

Él cerró y trabó la puerta tras de sí.

—Con ella era un poquito más sencillo. Como pertenecía a una familia de Escuderos, comprendía que yo era el Cazador Oscuro maldito, así que cada vez que nos encontrábamos ella sonreía y decía “Tú debes ser Jacob. Es un placer conocerte nuevamente.”

—¿Entonces todas sus esposas saben acerca de ti?

—No, sólo las que pertenecen a familias de Escuderos. No puedes explicar exactamente a los humanos normales que hay un Vikingo inmortal viviendo en el sótano, a quien no recordarán haber visto o hablado. Así que quienes son como la madre de Seth nunca saben que existo.

Ella lo miró mientras él se sentaba y se quitaba las botas. El hombre tenía unos pies excepcionalmente grandes…

—¿La madre de Seth no es una Escudera? –preguntó, intentando distraerse del hecho de que esos pies desnudos la hacían anhelar ver más partes desnudas de él.

—No. Su padre la conoció mientras ella trabajaba en un restaurante local. Él estaba tan enamorado de ella que no interferí.

—¿Por qué tuvieron sólo a Seth?

Jacob suspiró mientras colocaba sus botas debajo del escritorio.

—Ella no podía tener hijos fácilmente. Tuvo tres abortos antes de su nacimiento. Incluso Seth fue prematuro por siete semanas. Una vez que nació, le dije a su padre que no quería que ninguno de ellos pasara otra vez por otro embarazo.

Renesme se sorprendió, dado lo importante que era su linaje para él.

—¿En verdad lo hiciste?

Él asintió.

—¿Cómo podía pedirles que continuaran haciéndolo? Dar a luz casi la mató, y los abortos siempre rompían su corazón.

Era admirable lo que había hecho. Estaba feliz de saber que él no era en realidad el bárbaro que había temido que fuese anteriormente.

—Eres un buen hombre, Jacob. La mayoría de la gente no hubiese pensado en los demás.

Él resopló.

—Seth no estaría de acuerdo contigo.

—Creo que Seth discreparía con un poste indicador.

Fue recompensada por una verdadera carcajada de Jacob. Era profunda y agradable, y envió un crudo estremecimiento a través de ella. Realmente amaba el sonido de su voz acentuada.

Oh, no empieces con eso…

Tenía que hacer algo para mantener sus pensamientos apartados de lo delicioso que era.

—Bueno –dijo, bostezando—, estoy cansada, apenas embarazada, y me vendría realmente bien una buena noche de descanso. –Señaló la puerta detrás suyo—. ¿Baño? —Él asintió—. Bueno. Voy a cambiarme y luego a dormir.

—Hay un cepillo de dientes nuevo en el botiquín.

—Gracias.

Renesme lo dejó para prepararse para ir a la cama. Sola en el baño, abrió el botiquín y se detuvo. Dentro había todo tipo de provisiones médicas, incluyendo un bisturí y suturas. Jacob no debía poder ir al médico más que ella.

Mientras buscaba el nuevo cepillo de dientes, recordó los disparos que le habían dado los Vampiros.

Su mirada regresó a las provisiones.

Él debía haber tenido que ocuparse de sus propias heridas. Solo. Ni siquiera había dicho una palabra acerca de ellas. Ni habían existido en sus sueños.

Entonces pensó en el modo en que Aro se había curado cuando ella lo apuñaló, y se preguntó si el cuerpo de Jacob tendría la misma habilidad regenerativa.

—Pobre Jacob –susurró mientras se cambiaba la ropa.

Salió del baño para encontrarlo sentado, completamente vestido excepto por sus pies desnudos, sobre el reclinador en el área para sentarse.

—Puedes tomar la cama –le dijo—. Yo me quedaré con el sofá.

—Sabes, no tienes que hacer eso. No es como si pudieras dejarme embarazada o algo así.

Él no pareció divertido por sus palabras.

Renesme achicó la distancia entre ellos y lo tomó de la mano.

—Vamos, Grandullón. No hay necesidad de que aprietes ese cuerpo extremadamente alto en un pequeño sillón cuando hay una cama perfectamente buena esperándote.

—Jamás he ido a la cama con una mujer. –Ella arqueó una ceja—. Para dormir –le aclaró—. Jamás he pasado la noche con alguien.

—¿Nunca? –Él negó con la cabeza. Bueno, entonces eran mucho más parecidos de lo que ella hubiese imaginado—. Bien, nunca eres demasiado viejo para tener nuevas experiencias. Bueno, quizás tú lo eres, pero en la mayoría de los casos esa es una declaración verdadera.

El ceño de Jacob se profundizó hasta ese nivel familiar.

—¿Todo es una broma para ti?

—No –dijo ella sinceramente mientras lo conducía hacia la cama—. Pero con humor es como atravieso los horrores de mi vida. O sea, vamos… Es reír o llorar, y llorar toma demasiada energía, que necesito para pasar el día, ¿sabes?

Renesme lo soltó para poder trenzarse el cabello.

Jacob tomó sus manos entre las suyas y la detuvo.

—No me gusta que hagas eso.

Ella tragó con fuerza ante la hambrienta mirada de sus ojos de medianoche. Tenía una extraña sensación de déjà vu, aquí en su habitación, con esa expresión en su rostro. Aunque no debía, le gustaba ver el fuego en su mirada oscura. Le gustaba la sensación de esas manos sobre las suyas.

O mejor aún, la sensación de esas manos sobre su cuerpo…

Jacob sabía que no tenía sentido estar con ella, ni compartir la cama ni ninguna otra cosa, y aún así no podía impedirse hacerlo.

Quería tocar su piel realmente esta vez. Quería tener sus piernas enroscadas alrededor suyo mientras permitía que el calor del cuerpo de ella calmara a su cansado corazón.

No lo hagas.

La orden fue tan fuerte que casi le hizo caso, pero Jacob Wolf Black jamás había sido el tipo de hombre que sigue órdenes.

Ni siquiera las suyas.

Inclinó la cabeza de Renesme hacia arriba, para poder ver el apasionado calor de sus ojos verdes. Eso lo quemó. Los labios de ella se separaron, dándole la bienvenida.

Pasó suavemente sus dedos por la línea de su mandíbula hasta enterrarlos en el cabello rubio—rojizo. Luego tomó posesión de su boca. Ella sabía a calidez.

Ella lo acercó, sus brazos apretados y exigentes mientras pasaba las manos por la espalda de Jacob. El cuerpo de él se agitó, su pene se endureció inmediatamente.

Gimiendo, la levantó en sus brazos. Para su sorpresa, ella levantó las piernas y las enroscó alrededor de su cintura.

Él rió ante su respuesta justo cuando el calor de su cuerpo lo aguijoneaba. Su núcleo estaba presionado contra su entrepierna, haciéndolo consciente de lo cerca que estaba esa parte de ella.

Con los ojos oscurecidos por la pasión, le quitó la remera.

—¿Tienes hambre, preciosa? –murmuró contra sus labios.

—Sí –jadeó ella, para su deleite.

Jacob la recostó en su cama. Ella bajó la mano entre sus cuerpos y le desabrochó el pantalón. Él gruñó profundamente en el instante en que su hambrienta mano lo tocó. La sensación de esos dedos acariciando su vara estremeció cada parte suya. Ella incluso recordaba cómo le gustaba que lo tocara. Acariciara.

Casi sentía ganas de llorar ante ese milagro. Quizás debería haber tomado a una Semi-vampiro o a una licantropo como amante siglos atrás.

No, pensó mientras enterraba sus labios contra la columna de su garganta e inhalaba el aroma a rosas. No habría sido Renesme, y sin ser ella, tampoco habrían tenido lo que él necesitaba.

Había algo en esta mujer que lo llenaba. Que lo hacía arder de un modo que nadie había logrado.

Sólo por ella él rompería el código que le prohibía llevar a una Semi-vampiro a su cama.

Renesme levantó los brazos mientras Jacob le quitaba la remera. Ella gimió por lo bien que se sentía el calor del cuerpo desnudo de Jacob apretado contra el suyo. Toda esa gloriosa piel masculina era un festín divino para sus ojos.

Él pasó el revés de sus dedos sobre sus pechos, dejándolos endurecidos y anhelantes. Tomó el derecho en su boca y la saboreó de un modo que hizo que el corazón de Renesme latiera violentamente. La lengua de Jacob era ligera y suave mientras golpeteaba rápidamente una y otra vez. Su estómago se agitó en respuesta al intenso placer que le estaba dando.

Entonces, él descendió el camino de sus besos, sobre su abdomen. Se detuvo para mordisquear el hueso de su cadera mientras sus manos le bajaban el pantalón.

Renesme levantó la cadera para que pudiera deslizarlos. Él los tiró sobre el piso y luego usó sus manos para abrirle las piernas.

Ella lo miró fijamente, con una expectativa llena de necesidad mientras él observaba la parte más privada de su cuerpo. Él se veía salvaje y hambriento. Posesivo. Y eso envió una oleada eléctrica a través de ella.

Renesme siseó mientras él pasaba los dedos por su hendidura. Su toque la provocaba y la excitaba. Su toque era divino. Saciando e incitando.

Jacob observó el placer en su rostro mientras ella se frotaba contra su mano. Amaba el modo en que ella le respondía. El modo en que estaba completamente abierta e indefensa.

Trepando sobre la cama, recostó su cuerpo sobre el de ella, y luego rodó con ella. Renesme envolvió su cuerpo alrededor del de Jacob mientras se besaban hambrientamente. Su piel se deslizaba contra la de él en una sensual sinfonía que lo encendía aún más. Jacob se sentó, con Renesme sobre su falda. Ella enroscó sus largas piernas alrededor de su cintura mientras sus manos acariciaban el cuero cabelludo de Jacob, y sus dedos se enredaban en su pelo.

Jacob estaba sinceramente atemorizado de lo que sentía mientras Renesme se levantaba y lo tomaba dentro de su cuerpo. Lo cabalgó ávidamente, mientras su cuerpo lo exprimía para tomar lo que ella necesitaba y darle lo que él deseaba ardientemente.

Jacob no quería dejarla ir. No quería abandonar esta cama nunca más.

Renesme se mordió los labios ante el éxtasis de tener realmente a Jacob profundamente dentro suyo. Era tan duro y grueso. Se sentía aún mejor en carne y hueso que en sus sueños.

El suave vello de su pecho tentaba a sus pechos sensibles mientras él ahuecaba su trasero e incitaba sus movimientos. Ella miró fijamente sus ojos, que estaban oscurecidos por la pasión.

Sus respiraciones estaban sincronizadas mientras ella chocaba su cadera contra la entrepierna de Jacob una y otra vez.

Renesme jamás le había hecho el amor a un hombre de este modo. Sobre su falda, sus cuerpos envueltos. Era la cosa más íntima que había experimentado.

Inclinó la cabeza hacia atrás cuando Jacob chupó sus pechos. Sosteniendo su cabeza, se sintió abrumada por el placer.

Y cuando se corrió, gritó.

Jacob levantó la cabeza para observarla mientras alcanzaba el clímax. Era tan hermosa a sus ojos. La recostó sobre la cama sin abandonar su cuerpo, y entonces tomó el control. Cerrando los ojos, no pensó en nada excepto la sensación de la calidez y la humedad de Renesme debajo suyo.

No había pasado, no había mañana. Ni Cazador Oscuro. Ni Semi-vampiro.

Eran sólo ellos dos. Las manos de Renesme en su espalda, sus piernas enredadas con las suyas mientras embestía profundamente dentro de ella.

Necesitando esto más de lo que jamás había necesitado algo, enterró su rostro en el cabello de Renesme y se liberó dentro de ella.

Renesme abrazó fuertemente a Jacob mientras lo sentía convulsionar. Su respiración le hacía cosquillas en el cuello. Su cuerpo estaba húmedo por la transpiración, y su largo cabello negro tentaba a su piel. Ninguno de los dos se movió mientras respiraban desigualmente, con una sensación de bienestar.

Ella se reconfortó en el peso de Jacob aplastándola. La sensación de su áspero cuerpo masculino pinchando el suyo. Renesme paseó sus manos por la musculosa espalda, sobre sus cicatrices, y luego trazó perezosamente el tatuaje en su hombro.

Él se levantó para poder mirarla a los ojos.

—Creo que soy adicto a ti.

Ella sonrió ante su declaración, aunque una parte de ella se entristecía al escucharlo. El cabello de Jacob caía alrededor de su rostro, que era suave y tierno bajo la débil luz. Colocándole el cabello detrás de las orejas, lo besó.

Los brazos de Jacob se apretaron a su alrededor. Ella amaba esa sensación. La hacía sentir protegida. A salvo.

Suspirando soñadoramente, se apartó.

—Necesito ir a limpiarme.

Él no la soltó.

—No quiero que lo hagas. –Ella levantó la cabeza, mirándolo confundida—. Me agrada ver mi semilla en ti, Renesme –dijo agitadamente en su oído—. Mi aroma en tu piel. El tuyo en la mía. Más que nada, me agrada saber que en la mañana recordarás lo que hicimos esta noche y aún sabrás mi nombre.

Ella apoyó su mano contra la barbuda mejilla. El dolor en sus ojos la tocó intensamente. Lo besó suavemente y se acurrucó contra él.

Jacob se retiró sólo lo suficiente como para poder acomodarse detrás de ella. Renesme descansó su cabeza sobre su bíceps mientras él la acunaba tiernamente. Su corazón latía con alegría mientras lo escuchaba respirar.

Él levantó la cabeza, la besó en la mejilla y luego se recostó con una mano enterrada en el cabello de ella.

A los pocos minutos estaba completamente dormido.

 

Mientras estaba allí recostada, se preguntó cuántos siglos habría estado Jacob confinado a un área como esta. Él le había dicho que su casa tenía poco más de cien años.

Mirando alrededor, intentó imaginar cómo sería estar aquí sola, día tras día, década tras década.

Debía ser solitario para él.

Descendió su mano y la colocó sobre su panza mientras intentaba imaginar al bebé que estaba allí. ¿Sería un niño o una niña? ¿De cabellos claros como ella, u oscuros como su padre?

Probablemente jamás sabría el verdadero color de pelo del bebé. El cabello de la mayoría de los bebés se caía, y uno no podía saberlo hasta que empezaban a gatear.

Para entonces estaría muerta. Muerta antes de su primer diente. Su primer paso o su primera palabra.

No conocería a su hijo.

No llores...

Pero no pudo evitarlo.

—¿Renesme? –No respondió a la soñolienta llamada de Jacob. Su voz la traicionaría si lo hiciera. Él la hizo rodar, como si supiera que estaba llorando, y la atrajo a sus brazos—. No llores.

—No quiero morir, Jacob –sollozó contra su pecho—. No quiero abandonar a mi bebé. Hay tanto que necesito decirle. Ni siquiera sabrá que existí alguna vez.

Jacob la abrazó con más fuerza mientras escuchaba esas sinceras palabras.

Cómo deseaba poder decirle lo tontos que eran sus miedos, pero no lo eran. Renesme lloraba por un destino que ninguno de ellos podía cambiar.

—Tenemos tiempo, Renesme. Cuéntame todas las historias acerca de ti, tu madre y tus hermanas, y me aseguraré que el bebé sepa cada una de ellas. Y cada bebé luego de este. No dejaré que te olviden. Jamás.

—¿Me lo prometes?

—Te lo juro, así como juro que los mantendré siempre a salvo.

Sus palabras parecieron calmarla. Acunándola gentilmente en sus brazos, Jacob se preguntó para quién era peor. La madre que no podría ver al bebé crecer, o el padre que estaba condenado a ver al bebé y a todos los que lo siguieran morir.

Capítulo 18: CAPITULO 17 Capítulo 20: CAPITULO 19

 
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