EL BESO DE LA NOCHE

Autor: andrea_Black
Género: + 18
Fecha Creación: 30/07/2012
Fecha Actualización: 26/10/2012
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 64
Visitas: 46365
Capítulos: 45

**********FIC FINALIZADO!!!! ANIMENSE A ENTRAR**********

¿Cómo enamorar a alguien que no es capaz de recordarte? ...¿Como enamorarte de aquel enemigo al que estás destinado a matar?...¿Como poner todas tus últimas esperanzas de sobrevivir en aquel ser que ha matado a tantos de tu especie?

Jamás recordaría su tacto. Su beso. Su nombre… Su cuerpo sólo calmaría al de él por unos pocos minutos. No haría nada por aliviar la soledad de su corazón, que anhelaba que alguien lo recordara.

 Jacob Wolf Black es un cazafor oscuro, cuyo don es la amnesia para todo ser que lo haya visto. Después de 5 minutos nadie lo podrá recordar.

 Renesmee Cullen es una semi-vampiro con los dias contados, con una muerte lenta y dolorosa que la espera al cumplir 27 años.

...Esta es una historia basada en la saga Dark Hunter de la escritora Sherrilyn Kenyon...

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Capítulo 41: CAPITULO 38

CHICAS UN CAPI MUY TRISTE, MUERE ALGUIEN MUY IMPORTANTE EN LA HISTORIA..... SI SE QUEDARON INTRIGADAS SIGAN LEYENDO,,,, GRACIAS POR SUS COMENTARIOS Y VOTITOS. Y GRACIAS ARI-LOK-ROB POR RECOMENDAR ESTE FIC, SIN MAS COMENTARIOS AQUI LES DEJO ESTE CAPI

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Jasper extrajo su espada y extendió el cuchillo mientras Emmet sacaba su srad circular. Edward desenvainó su espada Griega.

Paul y Sam no se movieron para tomar sus armas.

Tampoco Jacob. Su meta era proteger a Simi, Erik, y Renesme.

El portal destelló un segundo antes de que Aro saliera a través del mismo. Una legión completa de Vampiros salió junto a él, incluyendo a Alec.

El rostro de Alec era completamente estoico al encontrarse con la mirada de Jacob. Era difícil creer que este era el hombre que lo había casado con Renesme. No había nada en su rostro ni en sus ojos que indicara que lo conocía. Kat tenía razón, el hombre era un tremendo actor.

—Qué agradable –dijo Aro con una risa malévola—. Trajiste la cena para mis hombres. Si tan sólo todos fuesen tan considerados.

Varios de los Vampiros rieron.

Paul también.

—Sabes, casi me agrada este tipo, Sam. Es una lástima que tengamos que matarlo.

Aro miró de reojo a Paul antes de que su mirada fuera hacia Sam. Los dos se miraron fijamente sin una palabra ni emoción.

Pero Jacob vio la momentánea confusión en el rostro de Alec en cuanto vio a Sam.

—¿Padre?

—Todo está bien, Alec. Sé todo sobre el Atlante. ¿No es verdad, Sam?

—No. Sólo crees que lo sabes, Aro. Yo, por otro lado, conozco cada defecto tuyo, incluso el que te permite confiar en la Destructora mientras ella juega contigo.

—Mientes.

—Tal vez. Pero tal vez no.

Oh, sí, nadie podía jugar el juego de la vaguedad mejor que Sam. Era un maestro en no decir nada y hacer que la gente dudase hasta del aire que respiraba.

Finalmente, Aro se volvió hacia Jacob. Su mirada descendió hasta el bebé que Jacob sostenía. Inclinó la cabeza y sonrió.

—Qué dulce. Te tomaste tantas molestias, ¿cierto? Todos ustedes. Debería sentirme halagado.

Una mala sensación atravesó a Jacob. Algo no estaba bien.

¿El Vampiro sabía que Simi no era suya?

Aro fue a pararse junto a Alec. Pasó un brazo sobre los hombros de su hijo y lo besó en la mejilla.

Alec frunció el ceño ante ese gesto, y se puso rígido.

—Los hijos son la razón por la que vivimos, ¿verdad? –Preguntó Aro—. Nos traen alegría. A veces nos traen dolor. —Alec frunció el ceño aún más mientras su padre jugaba con los lazos de cuero que mantenían el rubio cabello de Alec en una trenza—. Por supuesto, jamás comprenderás el dolor al que me refiero, Jacob. Tu hijo no vivirá lo suficiente como para traicionarte.

Antes de que alguien pudiera moverse, Aro cortó la garganta de Alec con su mano, que ya no era humana. Tenía la forma de la garra de un vampiro.

Empujó a Alec lejos suyo. Alec cayó al suelo jadeando, sosteniendo las manos contra el cuello para contener el flujo de sangre mientras su padre enfrentaba a los Cazadores Oscuros.

—¿Realmente no pensaron que era lo suficientemente estúpido como para caer con este truco, verdad? –Su mirada sostuvo la de Jacob, y cuando habló, no era la voz de Aro la que se escuchaba… era la voz del padre de Renesme—. Sabía que jamás me traerías al bebé. Sólo necesitaba sacar a los guardianes de Elysia por un rato.

Jacob maldijo ante sus palabras, y se movió para atacar.

Aro desapareció en una nube de humo negra mientras los Vampiros atacaban.

—¡Ak'ritah tah! –gritó Sam.

El portal se abrió.

Uno de los Vampiros rió.

—No tenemos que atravesar…

Antes de que pudiera terminar la oración, el Vampiro fue violentamente succionado por la abertura.

Los demás lo siguieron rápidamente.

Sam corrió a través del lugar hacia donde Alec estaba recostado en un charco de sangre.

—Sh –susurró Sam, cubriendo las manos de Alec con las suyas. Los ojos de Alec estaban llenos de lágrimas mientras miraba a Sam—. Respira despacio y con calma –dijo Sam, su tono de voz era tranquilizante y profundo.

Jacob y los demás observaron en un asombrado silencio cómo Sam curaba al Vampiro.

—¿Por qué? –preguntó Alec.

—Lo explicaré más tarde. —Sam se paró y levantó el borde de su remera hasta que su delgado y bien definido estómago estuvo a la vista—. Simi, regresa a mí.

La bebé salió inmediatamente disparada de las manos de Jacob. Se convirtió en un diminuto vampiro, y se recostó sobre la piel de Sam hasta convertirse en un tatuaje sobre sus costillas izquierdas.

—Siempre me pregunté cómo se movía tu tatuaje –dijo Jasper.

Sam no habló. En lugar de eso, levantó las manos.

Un segundo estaban en el Inferno; al siguiente, estaban en medio de Elysia.

Se había desatado algo peor que el infierno desde que Jacob y Kat se habían ido, más temprano. Gritos interminables rasgaban el aire. Había cuerpos de hombres, mujeres y niños Semi-vampiro esparcidos por todas partes. Aparentemente, ellos no se desintegraban como los Vampiros a menos que muriesen en sus cumpleaños.

El pavor y el miedo desgarraron a Jacob.

—¡Elizabeth! –gritó Alec, corriendo hacia su apartamento.

Jacob no se molestó en llamar. Nadie podía escuchar sobre los gritos. Así que corrió lo más rápido que podía hacia su esposa y su hijo.

Varios Vampiros intentaron detenerlo. Con la mirada nublada por la furia, Jacob los atravesaba a cortes.

Nadie se interpondría entre él y su familia.

Nadie.

Llegó al apartamento para ver que la puerta había sido abierta a patadas. El cuerpo muerto de Shanus estaba tirado en el living.

Jacob se ahogó con el terror hasta que escuchó sonidos de pelea en su habitación. Mejor aún, escuchó los enojados chillidos de su hijo.

Corriendo a través de la habitación, llegó al dormitorio y se detuvo. Seth estaba parado en la esquina más lejana, sosteniendo a Erik contra su pecho. Sus dos amigas Semi-vampiros, Kyra y Ariella, estaban frente a él como si fuesen una barrera para proteger a Seth y a Erik.

Aro y tres Vampiros más estaban atacando a Kat y a Renesme, quienes peleaban contra ellos con un admirable talento y habilidad.

—No puedes sostener tu escudo por siempre, Katra –gruñó Aro.

Kat miró a Jacob y sonrió.

—No tengo que hacerlo. Sólo tenía que sostenerlo lo suficiente para que la caballería llegara.

Aro vaciló, luego miró sobre su hombre al mismo tiempo que Jacob atacaba.

Jacob mató a un Vampiro, y entonces fue a por Aro. Aro giró y golpeó a Jacob con un rayo dorado que lo lanzó contra la pared.

Siseando de dolor, Jacob vio movimiento por el rabillo del ojo.

Eran Sam y Paul.

Kat desapareció inmediatamente mientras Aro maldecía.

Jacob y Paul fueron tras los dos últimos Vampiros mientras Sam y Aro se enfrentaban.

—Ve a casa, Aro –dijo Sam—. La guerra ha terminado.

—Jamás terminará. No mientras mi padre… —escupió la palabra—… viva.

Sam sacudió la cabeza.

—Y yo pensé que mi familia era disfuncional… Ya basta. Has perdido. Mi dios, mataste a tu propio hijo, ¿y para qué?

Aro rugió con furia y atacó a Sam.

Jacob tomó a su hijo de los brazos de Seth al mismo tiempo que Paul colocaba a Renesme detrás suyo. Jacob quería llevarlos a un sitio a salvo, pero no podían ir hacia la puerta mientras Sam y Aro peleaban frente a ella.

Aro le lanzó un rayo dorado a Sam, quien lo recibió sin sobresaltarse. En cambio, dio un golpe al Vampiro que lo levantó en el aire y lo estrelló contra la pared.

Jacob silbó bajo. Todos sabían que Sam era poderoso, pero jamás había visto al Atlante hacer algo así.

Aro atacó nuevamente. Pero, por alguna razón, Sam no lo mató. Los dos hombres se aporrearon como si fuesen humanos y no…

Lo que diablos fueran.

Con el rostro ensangrentado, Aro lanzó otro golpe hacia Sam.

Él lo desvió. Sam levantó su mano, y mientras lo hacía, Aro fue elevado del piso.

Aro realizó otro golpe que causó que Sam se tambaleara y lo soltase.

El Vampiro cayó al suelo. Envolvió sus brazos alrededor de Sam y lo apretó contra la pared.

Pero antes de que pudiera golpear a Sam otra vez, un demonio amarillo apareció de la nada. Con los ojos destellando, envolvió sus brazos alrededor de Aro y luego desapareció.

Sam refunfuñó.

—Ya que estás en eso, Didime –gritó Sam—, será mejor que lo mantengas allí.

—¿Qué diablos eres? –le preguntó Jacob a Sam mientras él giraba para enfrentarlos.

—No hagas preguntas que no quieres que te respondan –dijo Paul—. Créeme. No estás para nada preparado para saber la verdad.

—¿Aro se ha ido? –preguntó Renesme.

Sam asintió.

Renesme abrazó a Jacob, y luego tomó a Erik de sus manos y lo sostuvo contra su hombro, para calmarlo.

—Lo sé, bebé –lo arrulló—. Pero el hombre malo se ha ido.

—¿Qué agarró al Vampiro? –Preguntó Kyra—. ¿Adónde fueron?

Sam no respondió.

—Ahora están a salvo, chicos. Al menos durante un tiempo.

—¿Regresará? –preguntó Renesme.

Sam rió a medias.

—No lo sé. Él es una de las pocas criaturas que está más allá de mis poderes. Pero como él dijo, no ha terminado. Podría regresar en unos pocos meses o dentro de algunos siglos. El tiempo pasa de un modo diferente donde él vive.

Jasper, Emmet, y Edward entraron a la habitación.

—Los Vampiros han desaparecido –dijo Emmet—. Matamos a algunos, pero el resto…

—Está bien –dijo Sam—. Gracias por la ayuda.

Ellos asintieron, luego salieron de la habitación hacia el caos del living.

—Hombre, llevará días limpiar esto –dijo Seth, mirando a su alrededor con incredulidad.

Entonces, ante sus ojos, la destrucción fue deshecha. Lo único que quedaba eran los cuerpos.

Paul bufó.

—Será mejor que te detengas mientras llevas ventaja, Sam.

—No llevo ventaja, P. No puedo arreglar lo que fue realmente dañado aquí esta noche.

La mirada de Sam fue hacia el cuerpo de Shanus.

Jacob sacudió la cabeza mientras levantaba a Shanus para llevarlo hacia el centro de la ciudad.

Había Semi-vampiros en todos lados, llorando y gritando por sus muertos.

—Ellos no merecían esto –le dijo Jacob a Sam.

—¿Quién lo merece? –preguntó Sam.

Una mujer se acercó a Jacob. Tenía el porte de la realeza, y no hacía falta mucho para comprobar quién era.

—¿Shanus? –dijo, con los ojos llenos de lágrimas.

Jacob recostó el cuerpo para que ella lo viera.

—¿Eres su esposa?

Ella asintió mientras las lágrimas resplandecían en sus ojos. Puso la cabeza de su esposo sobre su regazo y lloró silenciosamente.

Renesme se adelantó.

—Lo siento tanto.

La mujer levantó la mirada, con los ojos llenos de odio.

—Salgan. ¡Todos ustedes! Ya no son bienvenidos aquí. ¡Los ayudamos, y ustedes nos destruyeron!

Paul se aclaró la garganta.

—Ese no sería un mal consejo –le dijo a Jacob, viendo alrededor a los demás, que dirigían miradas asesinas hacia ellos.

—Sí –concordó Sam—. Ayuden a Jacob y a su familia a salir de aquí. Tengo que ir a ver a alguien.

Jacob supo que se refería a Alec.

—¿Quieres que te esperemos?

—No. Habrá un par de SUVs esperándolos arriba. Vayan a casa y nos encontraremos más tarde.

—¿SUVs? –preguntó Jasper.

—Nuevamente, repito, no hagas preguntas que no quieres que te respondan –dijo Paul—. Simplemente acepta el hecho de que Sam es un fenómeno de la naturaleza, y basta.

Sam lo miró con diversión.

—Podré ser un fenómeno, pero al menos no le lanzo relámpagos a mi hermano.

Paul rió malignamente.

—Al menos no lo he golpeado con uno de ellos… aún.

Sam observó mientras Paul conducía al grupo fuera de la ciudad.

Él se quedó parado en el centro, inspeccionando el daño que lo rodeaba. Comenzó a aclararlo tal como había hecho en la casa de Jacob y en el apartamento, y entonces se detuvo. Los Semi-vampiros necesitarían algo en qué concentrarse además de su dolor.

Reconstruir la ciudad apartaría sus mentes del sufrimiento. Al menos por un rato.

En lo profundo de su corazón, lloró con ellos.

Sólo porque puedes, no significa que deberías…

Se forzó a sí mismo a caminar por el corredor sin rendirse a la necesidad de arreglar todo.

Para el momento en que había llegado al apartamento de Alec, Sam estaba asqueado por el derramamiento de sangre que Aro había forjado en nombre de Didime.

Esto no tenía sentido, pero por otro lado, ella era la diosa de la Destrucción. Y por eso era que él debía asegurarse de que ella jamás fuera liberada de su prisión.

Sam encontró a Alec arrodillado en el centro del living. El hombre sostenía un pequeño relicario de oro en sus manos, mientras lloraba en silencio.

—¿Alec? –dijo Sam en un tono bajo y firme.

—¡Vete! –gruñó—. Déjame en paz.

—No puedes quedarte aquí –dijo Sam—. Los Semi-vampiros se volverán contra ti.

—Como si me importara. –Miró hacia arriba, y el dolor empático que Sam sintió por Alec lo hizo dar un paso atrás. Hacía mucho tiempo desde la última vez que Sam había estado en contacto directo con tanto sufrimiento desesperado—. ¿Por qué no me dejaste morir, también? ¿Por qué me salvaste?

Sam respiró hondo mientras se lo explicaba.

—Porque si no lo hubiese hecho, habrías vendido tu alma a Artemisa por esto, y hubieses matado a tu padre.

—¿Piensas que no voy a matarlo por ésto? –Se volvió hacia Sam con un gruñido—. No queda nada de ella. ¡Nada! Ni siquiera tengo algo para enterrar. Yo… —sus palabras se cortaron mientras sollozaba.

—Lo sé –dijo Sam, colocando su mano sobre el hombro de Alec.

—¡No lo sabes!

Sam lo tomó del mentón y lo levantó hasta que sus miradas se encontraron.

—Sí, Alec, lo sé.

Alec luchó por respirar mientras veía imágenes atravesando los cambiantes ojos plateados de Sam. Había tanto dolor en ellos, tanta agonía y sabiduría.

Era difícil mantener el contacto visual con él.

—No quiero vivir sin mi Elizabeth –dijo Alec, con la voz quebrada al hablar.

—Lo sé. Por esa razón, estoy dándote una opción. No puedo estar siguiendo a tu padre para vigilarlo. Necesito que lo hagas por mí. Porque, tarde o temprano, él regresará en busca del linaje de Apolo.

—¿Por qué los protegería? ¡Elizabeth murió por su culpa!

—Elizabeth vivió por ellos, Alec. ¿Recuerdas? Tú y tu padre fueron responsables de matar a toda su familia. ¿Alguna vez le dijiste a Elizabeth que fuiste tú? ¿Tú, quien mató a su abuela? ¿O a sus primos?

Alec apartó la mirada, avergonzado.

—No. Jamás la habría lastimado.

—Sin embargo, lo hiciste. Cada vez que tú, tu padre o uno de tus Spathis mataba a alguien de su familia, ella sentía el dolor que tú sientes ahora. Las muertes de su madre y de sus hermanas la desgarraron. Para empezar, ¿no fue por eso que salvaste a Renesme?

—Sí. —Sam se apartó de él mientras Alec se secaba las lágrimas—. ¿Dijiste que tengo una opción?

—La otra es que borraré tus recuerdos de todo. Estarás libre de todo esto. De todo tu sufrimiento. Del pasado, del presente. Puedes vivir como si nada de esto te hubiese sucedido.

—¿Me matarás si te lo pido?

—¿Realmente deseas que lo haga?

Alec miró fijamente el piso. Para la mayoría de la gente sus pensamientos serían desconocidos. Pero Sam lo sabía. Los oía tan claramente como escuchaba los propios.

—Ya no soy un Vampiro, ¿cierto? –preguntó Alec luego de una breve pausa.

—No. Ni tampoco eres exactamente Semi-vampiro.

—Entonces, ¿qué soy?

Sam respiró hondo mientras decía la verdad.

—Eres único en este mundo.

A Alec no le gustó eso mucho más de lo que a Sam le gustaba ser único. Pero algunas cosas jamás podían ser cambiadas.

—¿Cuánto más viviré? –preguntó Alec.

—Eres inmortal, excepto que estés muerto.

—Eso no tiene sentido.

—La mayor parte de la vida no lo tiene.

Sintió la frustración de Alec con él, pero al menos estaba disminuyendo un poco del dolor del hombre.

—¿Puedo caminar bajo la luz del sol?

—Si lo deseas, así puedo hacerlo. Si eliges la amnesia, te haré completamente humano.

—¿Puedes hacer eso? —Sam asintió. Alec rió amargamente mientras echaba una fría mirada al cuerpo de Sam—. Sabes, Sam, no soy estúpido, ni tan ciego como Aro. ¿Él sabe sobre el demonio que llevas en tu cuerpo?

—No, y Simi no es un demonio, es una parte de mí.

La mirada de Alec se hundió en la suya.

—Pobre Aro, está tan jodido, y ni siquiera lo sabe. —La intensidad de la mirada de Alec quemaba—. Sé quién y qué eres, Sam Parthenopaeus.

—Entonces sabes que si alguna vez pasas ese conocimiento a alguien, me aseguraré que lo lamentes. Eternamente.

Él asintió.

—Pero no comprendo por qué te escondes.

—No estoy ocultándome –dijo Sam con sencillez—. Lo que sabes no puede ayudar a nadie. Sólo puede destruir y dañar.

Alec pensó en eso un minuto.

—No puedo ser más un Destructor.

—¿Entonces qué eres?

Alec dejó que sus pensamientos vagaran a través de los eventos de esta noche. Pensó en el doloroso sufrimiento dentro suyo, que gritaba por la pérdida de su esposa. Era tan tentador permitir que Sam lo borrase todo, pero con eso él también perdería los buenos recuerdos.

Aunque él y Elizabeth habían tenido unos pocos años juntos, ella lo había amado de un modo en que nadie más lo había hecho. Había tocado un corazón que él hacía tiempo que pensaba que estaba muerto.

No, dolía vivir sin ella, pero no quería perder toda su conexión con Elizabeth.

Ajustó el relicario de su esposa alrededor de su cuello y se puso de pie lentamente.

—Soy tu hombre. Pero te advierto ahora. Si alguna vez tengo la oportunidad de matar a Aro, la tomaré. Y malditas sean las consecuencias.

Capítulo 40: CAPITULO 37 Capítulo 42: CAPITULO 39

 
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