EL BESO DE LA NOCHE

Autor: andrea_Black
Género: + 18
Fecha Creación: 30/07/2012
Fecha Actualización: 26/10/2012
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 64
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Capítulos: 45

**********FIC FINALIZADO!!!! ANIMENSE A ENTRAR**********

¿Cómo enamorar a alguien que no es capaz de recordarte? ...¿Como enamorarte de aquel enemigo al que estás destinado a matar?...¿Como poner todas tus últimas esperanzas de sobrevivir en aquel ser que ha matado a tantos de tu especie?

Jamás recordaría su tacto. Su beso. Su nombre… Su cuerpo sólo calmaría al de él por unos pocos minutos. No haría nada por aliviar la soledad de su corazón, que anhelaba que alguien lo recordara.

 Jacob Wolf Black es un cazafor oscuro, cuyo don es la amnesia para todo ser que lo haya visto. Después de 5 minutos nadie lo podrá recordar.

 Renesmee Cullen es una semi-vampiro con los dias contados, con una muerte lenta y dolorosa que la espera al cumplir 27 años.

...Esta es una historia basada en la saga Dark Hunter de la escritora Sherrilyn Kenyon...

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Capítulo 2: CAPITULO 2

Jacob aún pensaba en la desconocida mujer cuando se bajó de su Expedition verde oscuro dentro de su garaje para cinco autos. Frunció el ceño al ver el Hummer rojo estacionado contra la pared lejana, y apagó el auto.

¿Qué diablos estaba haciendo Seth en casa? Se suponía que pasaría la noche en casa de su novia.

Jacob entró para averiguar.

Encontró a Seth en la sala de estar, armando un enorme… algo. Tenía brazos metálicos y cosas que le recordaban a un robot pobremente diseñado.

El negro cabello ondulado de Seth caía hacia adelante, como si lo hubiese estado tironeando, con frustración. Había pedazos y papeles esparcidos por toda la habitación, junto con varias herramientas.

Jacob lo observó con una risa irónica, mientras Seth luchaba con el largo palo metálico que estaba intentando encajar en la base.

Mientras Seth trabajaba, uno de los brazos cayó y lo golpeó en la cabeza.

Maldiciendo, dejó caer el palo.

Jacob se rió.

—¿Has estado mirando el canal de compras por tv nuevamente?

Seth se frotó la nuca y luego pateó la base.

—No comiences a molestarme, Jacob.

—Niño, –dijo Jacob severamente— será mejor que controles ese tono.

—Sí, sí, me asustas –dijo Seth irritablemente—. Me estoy mojando los pantalones ante tu terrorífica y espeluznante presencia. ¿No me ves temblando y tiritando? Uuuh, ahhh, uuuh.

Jacob sacudió la cabeza al mirar a su Escudero. El chico no tenía absolutamente nada de juicio para burlarse de él.

—Sabía que tendría que haberte llevado al bosque cuando eras pequeño y dejarte ahí para que murieras.

Seth resopló.

—Uuuh, un poco de malicioso humor vikingo. En realidad estoy sorprendido de que mi padre no tuviera que presentarme para que me inspeccionaras cuando nací. Qué bueno que no pudieras permitirte el barnaútbur∂dr, ¿eh?

Jacob lo observó con rabia –y no porque pensara por un segundo siquiera que eso lograría algo. Era sólo la fuerza de hábito.

—Sólo porque eres el último de mi descendencia no significa que tengo que soportarte.

—Sí, yo también te quiero, grandullón.

Seth retomó su proyecto.

Jacob se quitó la chaqueta, y la colgó encima del respaldar de su sillón.

—Juro que voy a cancelar nuestra suscripción al cable si continúas con esto. La semana pasada fueron el banco de pesas y la máquina de remo. Ayer esa cosa facial, y ahora esto. ¿Has visto las porquerías que hay en el ático? Parece una venta de artículos usados.

—Esto es diferente.

Jacob puso los ojos en blanco. Había escuchado eso antes.

—De cualquier modo, ¿qué diablos es?

Seth no se detuvo, mientras volvía a colocar el brazo.

—Es una lámpara solar. Se me ocurrió que podías estar cansado de tu tez demasiada pálida.

Lo miró extrañado. Gracias a los oscuros genes galos de su madre, Jacob no era realmente pálido, más que nada tomando en cuenta que no había estado a la luz del sol en más de mil años.

—Seth, resulta que soy un Vikingo en medio del invierno de Minnesota. La ausencia de un intenso bronceado armoniza con todo el territorio nórdico. ¿Por qué crees que tomamos por asalto a Europa?

—¿Porque estaba ahí?

—No, porque queríamos descongelarnos.

Seth no le prestó atención.

—Sólo espera, vas a agradecerme por esto una vez que lo tenga conectado.

Jacob pasó por encima de las piezas.

—¿Por qué estás aquí, jodiendo con esto? Pensé que tenías una cita esta noche.

—Así era, pero veinte minutos después de que llegué a su casa, Pam terminó conmigo.

—¿Por qué?

Seth se interrumpió para darle una mirada odiosa y malhumorada.

—Piensa que soy traficante de drogas.

Jacob estaba completamente sorprendido por esa inesperada declaración. Seth medía apenas un metro ochenta y tres, con un cuerpo larguirucho, y un rostro franco y honesto.

Lo más “ilegal” que había hecho ese chico era pasar frente a un Papá Noel del Ejército de Salvación, una vez, sin dejar dinero en la caldera.

—¿Qué la hizo pensar eso? –preguntó Jacob.

—Bueno, veamos. Tengo veintiún años, y conduzco un Hummer de un cuarto de millón de dólares hecho a medida, blindado, con neumáticos y ventanillas a prueba de balas. Vivo en una finca enorme y remota fuera de Minnetonkaü, solo, hasta donde todos saben, excepto por los dos guardaespaldas que me siguen cada vez que abandono la propiedad. Tengo horarios extraños. Generalmente me llamas tres o cuatro veces mientras estoy en una cita para decirme que me ponga a trabajar y te dé un heredero. Y ella accidentalmente vio algunos de tus increíblemente maravillosos juguetes que recogí de lo de tu distribuidor de armas en el almacén de carga.

—No estaban afilados, ¿verdad? –lo interrumpió Jacob.

Seth no tenía permitido manejar armas afiladas. El tonto podría cortarse una porción vital del cuerpo, o algo así.

Seth suspiró e ignoró la pregunta mientras continuaba con su perorata.

—Intenté explicarle que era independientemente adinerado, y que me gustaba coleccionar espadas y cuchillos, pero no me creyó. –Observó a Jacob con otra glacial mirada furiosa—. Sabes, hay veces en que este trabajo realmente apesta. Y lo digo intencionalmenteü.

Jacob se tomó su malhumor con calma. Seth estaba perpetuamente enojado con él, pero como Jacob lo había criado desde el instante en que nació, y Seth era el último miembro sobreviviente de su descendencia, Jacob era extremadamente tolerante con él.

—Entonces vende el Hummer, cómprate un Dodge, y múdate a un remolcador.

—Oh, sí, seguro. ¿Recuerdas el año pasado, cuando cambié el Hummer por un Alpha Romeo? Quemaste el auto y me compraste un nuevo Hummer, y amenazaste con encerrarme en mi cuarto con una prostituta si lo hacía de nuevo. Y en cuanto a los beneficios… ¿Te has tomado la molestia de inspeccionar este lugar? Tenemos una piscina interna calefaccionada, un teatro con sonido envolvente, dos cocineras, tres sirvientas y un chico que limpia la piscina al que puedo mandonear, sin mencionar todo tipo de entretenidos juguetes. No voy a abandonar Disneylandia. Es la única parte buena de este arreglo. Quiero decir que, diablos, si mi vida tiene que apestar no hay modo de que vaya a vivir en un Mini—Winniü. Y, conociéndote, me obligarías a aparcar en el frente, con guardias armados esperando en caso de que me clave un clavo.

—Entonces estás despedido.

—Muérdeme.

—No eres mi tipo. —Seth le tiró una llave francesa a la cabeza. Jacob la atrapó y la dejó caer al suelo—. Nunca voy a lograr casarte con alguien, ¿verdad?

—Demonios, Jacob. Apenas soy mayor de edad. Tengo tiempo de sobra para tener hijos que puedan recordarte, ¿está bien? Por dios, eres peor de lo que era mi padre. Obligaciones, obligaciones, obligaciones.

—Sabes, tu padre tenía sólo…

—Dieciocho años cuando se casó con mi madre. Sí, Jacob, lo sé. Me dices eso únicamente tres o cuatro veces por hora.

Jacob lo ignoró mientras seguía pensando en voz alta.

—Lo juro, eres el único hombre que conozco que se perdió toda la oleada hormonal de la adolescencia. Algo no anda bien contigo, niño.

—No voy a tomar otro maldito examen físico –dijo Seth bruscamente—. No hay nada malo conmigo o mis habilidades aparte del hecho de que no soy un perro en celo. Preferiría conocer bien a una mujer antes de quitarme la ropa frente a ella.

Jacob sacudió la cabeza.

—Definitivamente algo anda mal contigo. —Seth lo maldijo en Nórdico Antiguo (escandinavo). Jacob ignoró su blasfemia—. Quizás deberíamos pensar en contratar a un sustituto. Quizás comprar un banco de esperma.

Seth gruñó por lo bajo, y cambió de tema.

—¿Qué sucedió esta noche? Pareces más enfadado ahora que cuando te fuiste. ¿Alguna de las panteras te dijo algo desagradable en su club?

Jacob gruñó mientras pensaba en la manada de panteras que era dueña del club al que había ido esa noche. Lo habían llamado inmediatamente para informarle que uno de sus hombres había detectado a un grupo desconocido de Vampiros en la ciudad, buscando algo. Era el mismo grupo que le había causado problemas a las panteras algunos meses atrás.

El Inferno era uno de los muchos santuarios montados en el mundo donde Cazadores Oscuros, Licántropos, y Semi-vampiros podía reunirse sin temor de que un enemigo los atacase mientras estaban dentro del edificio. Diablos, los were-beasts incluso toleraban a los Vampiros siempre y cuando no se alimentaran dentro del local o atrajeran la atención hacia ellos.

Aunque los Licántropos eran muy capaces de asesinar a los Vampiros por sí mismos, en general se abstenían de hacerlo. Después de todo, eran primos de los Semi-vampiros y de los Vampiros, y como tales tenían un método de no intervención al tratarse con ellos. Además, los Weres no eran demasiado tolerantes con los Cazadores Oscuros que mataban a sus primos. Trabajaban con ellos cuando tenían que hacerlo o cuando los beneficiaba, pero de otro modo, mantenían la distancia.

En cuanto Dante había sido informado de que los Vampiros se dirigían a su club, le había avisado a Jacob con una alerta.

Pero tal como Seth había insinuado, las panteras tenían un modo de ser poco amigable hacia cualquier Cazador Oscuro que estuviera demasiado tiempo en su local.

Quitando de un tirón las armas de su ropa, Jacob las regresó al armario que se encontraba en la pared del fondo.

—No –dijo, respondiendo a la pregunta de Seth—. Las panteras se portaron bien. Simplemente pensé que los Vampiros darían más pelea.

—Lo siento –dijo Seth compasivamente.

—Sí, yo también.

Seth se quedó callado, y por su expresión, Jacob podía decir que el chico había dejado de lado sus bromas e intentaba alegrarlo.

—¿Tienes ánimos para entrenar?

Jacob encerró sus armas.

—¿Para qué tomarme la molestia? No he tenido una pelea decente en casi cien años. –Irritado ante esa idea, se frotó los ojos, que eran sensibles a las brillantes luces que Seth tenía encendidas—. Creo que iré a insultar a Emmet un rato.

—¡Ah, hey! —Jacob se detuvo para mirar a Seth—. Antes de irte, di “parrillada.”

Jacob gruñó ante el habitual último recurso de Seth para intentar animarlo. Era una vieja broma que Seth había usado para irritarlo desde que era pequeño. Se debía a que Jacob aún tenía su antiguo acento nórdico que lo hacía tener un dejo cuando hablaba, especialmente cuando decía ciertas palabras, como “parrillada.”

—No eres gracioso, niñito. Y no soy sueco.

—Sí, sí. Vamos, haz de nuevo los ruidos de Chef Suecoü.

Jacob gruñó.

—Jamás debería haberte permitido mirar los Muppets.

Peor aún, no debería haber fingido que era el Chef Sueco cuando Seth era un niño. Todo lo que consiguió fue darle al chico una cosa más para exasperarlo.

Pero aún así, eran familia, y al menos Seth estaba intentando hacerlo sentir mejor. Aunque no estuviera funcionando.

Seth hizo un sonido desagradable.

—Está bien, viejo Vikingo decrépito y gruñón. Ah, mi madre quiere conocerte. De nuevo.

Jacob gruñó.

—¿Podrías posponerlo por un par de días?

—Puedo intentarlo, pero ya sabes cómo es.

Sí, lo sabía. Conocía a la madre de Seth desde hacía más de treinta años.

Desafortunadamente, ella no sabía nada de él. Así como todos aquellos que no eran de su sangre, ella lo olvidaba cinco minutos después de que él salía de su vista.

—Está bien –cedió Jacob—. Tráela mañana en la noche.

Jacob fue hacia las escaleras que llevaban a sus habitaciones debajo de la casa. Como la mayoría de los Cazadores Oscuros, prefería dormir donde no hubiese ninguna posibilidad de exponerse accidentalmente al sol. Era una de las contadísimas cosas que podría destruir sus cuerpos inmortales.

Abrió la puerta, pero no se molestó en encender la luz, ya que Seth había prendido la pequeña vela que estaba junto a su escritorio. Los ojos de un Cazador Oscuro estaban diseñados para no necesitar prácticamente nada de luz. Podía ver en la oscuridad mejor de lo que los humanos veían a plena luz.

Quitándose el suéter, punzó delicadamente las cuatro heridas de bala de su costado. Las balas habían pasado limpiamente a través de su carne y la piel ya había comenzado a sanarse.

La herida escocía, pero no iba a matarlo, y en un par de días no quedaría más que cuatro diminutas cicatrices.

Utilizó su remera negra para quitarse la sangre, y fue al baño para lavar y vendar la herida.

En cuanto estuvo limpio y vestido con un par de jeans azules y una remera blanca, Jacob encendió su radio. Las canciones preprogramadas comenzaron con My Oh My de Slade, mientras él tomaba su teléfono inalámbrico y levantaba el monitor de su computadora para entrar al sitio cazador—oscuro.com para actualizar a los demás acerca de sus últimas cacerías.

A Callabrax le agradaba tener al día la cantidad de Vampiros que eran cazados cada mes. El guerrero Espartano tenía la extraña idea de que los cruzamientos y los ataques de los Vampiros estaban relacionados con los ciclos lunares.

Personalmente, Jacob pensaba que el espartano tenía demasiado tiempo libre. Pero, para el caso, siendo inmortales, todos lo tenían.

Sentado en la oscuridad, Jacob escuchó la letra de la canción que sonaba.

Creo en las mujeres, dios, oh dios. Todos necesitamos a alguien con quien hablar, dios, oh, dios

Contra su voluntad, esas palabras conjuraron imágenes de su antiguo hogar, y de una mujer con el cabello tan blanco como la nieve, y ojos tan azules como el mar.

Leah.

Jacob no sabía porqué aún después de todos esos siglos pensaba en ella, pero así era.

Respiró hondo mientras se preguntaba qué habría sucedido si se hubiese quedado en la granja de su padre y se hubiese casado con ella. Todos lo habían esperado.

Leah lo había esperado.

Pero Jacob se había rehusado. A los diecisiete años había deseado una vida diferente a ser un simple granjero y pagar impuestos. Había deseado aventuras, y batallas.

Gloria.

Peligro.

Quizás si hubiera amado a Leah, eso hubiera sido suficiente para lograr que se quedara.

Y si hubiera hecho eso…

Se hubiera muerto de aburrimiento.

Lo cual era su problema esta noche. Necesitaba algo emocionante. Algo que agitara su sangre.

Algo similar a la cálida y tentadora pelirroja que había dejado en la calle…

A diferencia de Seth, desnudarse frente a una extraña no era algo que esquivara.

O al menos no era algo a lo que en general escapara. Por supuesto que su buena voluntad para desnudarse con mujeres extrañas era lo que lo había conducido a su destino actual, así que tal vez Seth tenía un poco de razón, después de todo.

Buscando una distracción que lo apartara de los pensamientos irritantes, Jacob marcó el número de Emmet y apretó el control remoto para cambiar su canción a “Immigrant Song”, de Led Zeppelin.

Emmet contestó su teléfono móvil al mismo tiempo que Jacob entraba a los paneles de mensajes privados de los Cazadores Oscuros.

—Hola, niñita –dijo Jacob burlonamente, poniéndose los auriculares para poder hablar y escribir al mismo tiempo—. Hoy recibí tu remera de 'Dirty Deeds Done Dirt Cheap'ü. No eres gracioso, y yo no trabajo barato. Espero obtener mucho dinero por lo que hago.

Emmet se mofó.

—¿Niñita? Será mejor que dejes de molestarme, o iré hasta allí a patear tu vikingo trasero.

—Esa amenaza podría ser al menos un poco real si no supiera cuánto odias el frío. —Emmet rió gravemente—. Entonces, ¿en qué estás esta noche? –preguntó Jacob.

—Más o menos en un metro noventa y ocho.

Jacob gruñó.

—Sabes, esa broma de porquería no se vuelve más graciosa cada vez que la escucho.

—Sí, lo sé. Pero sólo vivo para agobiarte.

—Y tienes tanto éxito. ¿Has estado tomando lecciones con Seth? –Escuchó que Emmet cubría el teléfono y ordenaba café negro y beignetsü—. ¿Así que ya estás en la calle, y preparado? –le preguntó a Emmet luego de que la camarera se había alejado.

—Ya sabes. Es Mardi Gras y los Vampiros abundan.

—Mierda. Te escuché ordenando café. Escapaste nuevamente, ¿verdad?

—Cállate, Vikingo.

Jacob sacudió la cabeza.

—Realmente necesitas conseguirte un Escudero.

—Sí, claro. Voy a recordártelo la próxima vez que estés quejándote de Seth y su boca.

Jacob se reclinó en la silla mientras leía los mensajes de sus compañeros Cazadores Oscuros. Era reconfortante saber que él no era el único que se aburría terriblemente entre un trabajo y otro.

Como los Cazadores Oscuros no podían reunirse físicamente sin absorber los poderes del otro, Internet y el teléfono eran los únicos modos en que podían compartir información y mantenerse en contacto.

La tecnología era un regalo de dios para ellos.

—Hombre –dijo Jacob—, ¿es idea mía o las noches parecen cada vez más largas?

—Algunas son más largas que otras. –La silla de Emmet chirrió a través del teléfono. No cabían dudas de que el celta se estaba inclinando para estudiar a alguna mujer que pasaba junto a su mesa—. Entonces, ¿qué te tiene deprimido?

—Estoy inquieto.

—Ve a acostarte con alguien.

Jacob resopló ante la trillada respuesta de Emmet para todo. Peor aún, sabía que el Celta realmente creía que el sexo era la cura absoluta para toda dolencia.

Pero entonces, cuando sus pensamientos regresaron a la mujer del club, Jacob no estuvo tan seguro de que no fuera a funcionar.

Al menos por esta noche.

De cualquier modo, al final, no le atraía tener una noche con otra mujer que no lo recordaría.

No le había interesado en mucho tiempo.

—Ese no es el problema –dijo Jacob mientras revisaba los mensajes—. Estoy desesperado por una buena pelea. Diablos, ¿cuándo fue la última vez que encontraste a un Vampiro que se defendiera? Los que exterminé esta noche se dejaron matar. Uno de ellos incluso gimió cuando lo golpeé.

—Hey, deberías estar feliz de que los mataste antes de que te mataran a ti.

Quizás…

Pero Jacob era un Vikingo, y ellos no veían las cosas del mismo modo que los Celtas.

—Sabes, Emmet, matar a un Vampiro chupa—almas sin una buena pelea es como el sexo sin juego previo. Una absoluta pérdida de tiempo y completamente… insatisfactorio.

—Hablas como un verdadero Escandinavo. Lo que necesitas, hermano mío, es aguamiel, un vestíbulo con chicas sirviéndote y vikingos listos para luchar por su camino hacia el Valhala.

Era cierto. Jacob extrañaba a los Vampiros Spathi. Ellos eran una clase de guerreros que se divertían en la guerra.

Bueno, al menos a su modo de pensar.

—Los que encontré esta noche no sabían nada acerca de pelear –dijo Jacob, frunciendo los labios—. Y estoy harto de esa mentalidad “mi revólver lo resolverá todo.”

—¿Te dispararon otra vez? –preguntó Emmet.

—Cuatro veces. Lo juro… desearía poder traer a un Vampiro como Victoria. Me encantaría tener una buena pelea por una vez.

—Ten cuidado con lo que deseas, porque podrías obtenerlo.

—Sí, lo sé –de una manera que Emmet ni siquiera podía imaginar—. Pero, demonios. Por una vez, ¿no pueden dejar de escapar de nosotros y aprender a luchar como lo hacían sus ancestros? Extraño el modo en que eran las cosas.

Hubo una pausa en el otro lado mientras Emmet soltaba un largo suspiro apreciativo.

Jacob sacudió la cabeza. Definitivamente, había una mujer cerca.

—Te lo digo, lo que más extraño son las Talpinas.

Jacob frunció el ceño. Era un término que no había escuchado nunca.

—¿Qué son esos?

—Cierto, estuvieron antes que tú. En la mejor parte de las Épocas Oscuras, solíamos tener un clan de Escuderos cuyo único propósito era ocuparse de nuestras necesidades carnales. –Era agradable saber que su amigo no podía pensar en más que una sola cosa, y Jacob pagaría lo que fuera para conocer a la mujer que pudiera descarrilar al Celta de sus modos terrenales—. Hombre, eran geniales –continuó Emmet—. Sabían lo que éramos y estaban más que contentas de acostarse con nosotros. Diablos, los Escuderos incluso las entrenaban para saber cómo complacernos.

—¿Qué les sucedió?

—Más o menos cien años antes de que nacieras, un Cazador Oscuro cometió el error de enamorarse de su Talpina. Desafortunadamente para el resto de nosotros, ella no pasó la prueba de Artemisa. Artemisa estaba tan enojada que intervino y las desterró, e implementó la maravillosa regla de “se supone que duermas sólo una vez con ellas.” Como contragolpe, Sam inventó la ley de “nunca toques a tu Escudero.” Te lo digo, no has vivido realmente hasta que has intentado encontrar una relación de una sola noche en la Gran Bretaña del siglo VII.

Jacob resopló.

—Ese jamás ha sido mi problema.

—Sí, lo sé. Te envidio por eso. Mientras el resto de nosotros tuvimos que alejarnos de nuestras amantes para no traicionar nuestra existencia, tú podías actuar sin miedo.

—Créeme, Emmet, no todo es lo que parece. Vives solo por propia decisión. ¿Tienes alguna idea de lo frustrante que es no tener a nadie que te recuerde cinco minutos después de que los abandonas?

Era lo único que molestaba a Jacob de su existencia. Tenía inmortalidad. Riqueza.

Lo que deseara, solo nómbralo.

Excepto que si Seth moría sin haber tenido hijos, no quedaría ningún humano vivo que pudiera recordarlo.

Era un grave pensamiento.

Jacob suspiró.

—La madre de Seth ha venido aquí tres veces sólo en la última semana para conocer a la persona para la que él trabaja. ¿La conozco hace cuánto? ¿Treinta años? Y no olvidemos esa vez, hace dieciséis años, cuando llegué a casa y ella llamó a la policía porque pensó que había entrado a la fuerza en mi propio hogar.

—Lo siento, hermanito –dijo Emmet sinceramente—. Al menos nos tienes a nosotros y a tu Escudero, que podemos recordarte.

—Sí, lo sé. Gracias a los dioses por la tecnología moderna. De otro modo me volvería loco –se quedó callado por un instante.

—No es que quiera cambiar de tema, pero, ¿te enteraste de a quién llevó Artemisa a Nueva Orleáns para tomar el lugar de Jasper?

—Escuché que era María –dijo Jacob incrédulo—. ¿En qué estaba pensando Artemisa?

—No tengo idea.

—¿Jasper lo sabe? –preguntó Jacob.

—Por razones obvias, Sam y yo decidimos no decirle que la nieta y vivo retrato del hombre que lo crucificó y destruyó a su familia estaba mudándose a la ciudad, a una cuadra de su casa. Pero, desafortunadamente, estoy seguro de que va a enterarse en algún momento.

Jacob sacudió la cabeza. Supuso que las cosas podrían haber sido peores para él. Al menos no tenía los problemas de Jasper o los de María.

—Hombre, humano o no, Jasper va a matarlo si alguna vez se cruzan… no es algo con lo que uno necesite enfrentarse en esta parte del año.

—Ni lo digas –coincidió Emmet.

—Así que, ¿a quién le tocó la tarea de Mardi Gras de este año? –preguntó Jacob.

—Están importando a Paul.

Jacob maldijo ante la mención del Cazador Oscuro de Fairbanks, Alaska. Los rumores abundaban acerca del ex – esclavo que había destruido la villa y a los humanos que tenía bajo su protección.

—No pensé que Sam lo dejara salir alguna vez de Alaska.

—Sí, lo sé, pero fue la propia Artemisa quien dijo que lo quería allí. Parece que tendremos una reunión de psicópatas esta semana… Oh, espera, es Mardi Gras. Duh.

Jacob rió nuevamente.

Escuchó a Emmet suspirar alegremente.

—¿Llegó el café? –le preguntó.

—Oh, sí —Jacob sonrió, deseando poder encontrar placer en algo tan sencillo como una taza de café. Pero apenas ese pensamiento cruzó su mente, cuando escuchó a Emmet gruñendo—: Ah, hombre…

—¿Qué?

—Mierda, Fabio a la vistaü —Emmet escupió las palabras con desprecio.

Jacob arqueó una ceja mientras pensaba en el rubio cabello de Emmet.

—Hey, tú mismo estás cerca de esa marca, rubiecito.

—Muérdeme, Vikingo. Sabes, si fuera una persona negativa, estaría seriamente enojado contigo ahora.

—Te escucho enojado.

—No, esto no es estar enojado. Es una leve perturbación. Además, deberías ver a estos tipos. —Emmet abandonó su acento celta mientras inventaba una conversación para los Vampiros. Elevó su voz a un nivel artificialmente alto—. Hey, me parece que huelo a un Cazador Oscuro.

—Oh, no, Demonios –dijo, dejando caer su voz dos octavas—, no seas idiota. No hay ningún Cazador Oscuro aquí.

Emmet regresó a su falsetto.

—No lo sé…

—Espera –dijo Emmet, nuevamente con voz profunda—, huelo a turista. Turista con una gran… y fuerte alma.

—¿Podrías terminar? –dijo Jacob, riendo.

—Hablando de manchas de tinta –dijo Emmet, usando el término despectivo que los Cazadores Oscuros tenían para los Vampiros. Derivaba de la extraña marca negra que aparecía en el pecho de todos los Vampiros cuando pasaban de ser simples Semi-vampiros a asesinos de humanos—. Diablos, todo lo que quería era tomar un café y un pequeño beignet. –Jacob escuchó que Emmet chasqueaba. Y entonces su amigo comenzó a debatir en voz alta—. Café… Vampiros… Café… Vampiros…

—Creo que en esta ocasión será mejor que ganen los Vampiros.

—Sí, pero es café de achicoria.

Jacob chasqueó la lengua.

—Emmet deseando ser frito por Sam al fallar en proteger a los humanos.

—Lo sé –dijo con un suspiro irritado—. Déjame ir a expirarlos. Hablamos luego.

—Hasta luego.

Jacob colgó el teléfono y apagó la computadora. Miró el reloj. Ni siquiera era medianoche.

Demonios.

Capítulo 1: CAPITULO 1 Capítulo 3: CAPITULO 3

 
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