EL BESO DE LA NOCHE

Autor: andrea_Black
Género: + 18
Fecha Creación: 30/07/2012
Fecha Actualización: 26/10/2012
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 64
Visitas: 46386
Capítulos: 45

**********FIC FINALIZADO!!!! ANIMENSE A ENTRAR**********

¿Cómo enamorar a alguien que no es capaz de recordarte? ...¿Como enamorarte de aquel enemigo al que estás destinado a matar?...¿Como poner todas tus últimas esperanzas de sobrevivir en aquel ser que ha matado a tantos de tu especie?

Jamás recordaría su tacto. Su beso. Su nombre… Su cuerpo sólo calmaría al de él por unos pocos minutos. No haría nada por aliviar la soledad de su corazón, que anhelaba que alguien lo recordara.

 Jacob Wolf Black es un cazafor oscuro, cuyo don es la amnesia para todo ser que lo haya visto. Después de 5 minutos nadie lo podrá recordar.

 Renesmee Cullen es una semi-vampiro con los dias contados, con una muerte lenta y dolorosa que la espera al cumplir 27 años.

...Esta es una historia basada en la saga Dark Hunter de la escritora Sherrilyn Kenyon...

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Capítulo 11: CAPITULO 10

Renesme se había sentido tan rara estando en el Inferno esta noche. Su mente regresaba una y otra vez a la noche anterior. Hasta Kat sentía su incomodidad.

Había dos voces luchando en su cabeza. Una que le decía que se fuera inmediatamente, y otra diciéndole que se quedara.

Estaba comenzando a temer que estuviese esquizofrénica o algo así.

Sophia y Joseph se acercaron a ellas.

—Hey, chicas, odio dejarlas plantadas, pero Joseph y yo nos vamos a algún sitio tranquilo a conversar, ¿está bien?

Renesme les sonrió.

—Seguro. Diviértanse —En cuanto se fueron, miró a Kat—. No hay necesidad de que nos quedemos, ¿eh?

—¿Estás segura de que quieres irte?

—Sí, creo que sí.

Renesme se levantó de la silla y tomó su cartera. Mientras se ponía el abrigo no prestó atención a nada, hasta que chocó con alguien que estaba quieto como una pared.

—Oh, lo lamen… —sus palabras se detuvieron cuando miró unos diez centímetros hacia arriba y se encontró con el rostro que había rondado sus sueños.

¡Era él!

Ella conocía cada centímetro de ese sólido y espléndido cuerpo masculino en el sentido bíblico.

—¿Jacob?

Jacob quedó estupefacto más allá de lo comprensible cuando escuchó su nombre en los labios de ella.

—¿Me conoces?

Un atractivo rubor coloreó su rostro y fue entonces que él lo supo…

No habían sido sueños.

Ella comenzó a alejarse de él.

—Renesme, espera.

Renesme se quedó helada al escuchar su nombre en los labios de él.

Él sabía su nombre…

“¡Corre!” Sonó como la voz de su madre en su cabeza, pero la orden fue ahogada por la parte de ella que no quería apartarse de él.

Él estiró la mano hacia ella.

Renesme no podía respirar mientras lo miraba fijamente, deseando su contacto. Su verdadero contacto.

Antes de poder detenerse, se estiró hacia él.

Justo cuando estaba a punto de tocarlo, un resplandor sobre el hombro de Jacob le llamó la atención.

Miró más allá de él y se encontró con que una extraña imagen parecida a un espejo aparecía en la pista de baile. Del medio de la misma salió un hombre que era la encarnación del mal.

Medía al menos dos metros diez, vestía de negro y con el corto cabello color ébano que enmarcaba el rostro de la perfección. Era tan apuesto como Jacob. Y al igual que Jacob, llevaba un par de anteojos de sol oscuros. El único color que llevaba era un brillante sol amarillo con un vampiro negro en el centro, pintado en el frente de su chaqueta de motociclista.

A pesar de su cabello negro, era un Vampiro. Lo sabía, con cada instinto Semi-vampiro que poseía. Y además, fue seguido a través de la apertura por más Vampiros. Los cuales eran todos rubios y vestían de negro.

Exudaban una atracción y virilidades inhumanas. Más que nada, exudaban una precisión mortal.

No estaban aquí para alimentarse. Estaban aquí para matar.

Dio un paso atrás con un jadeo.

Jacob giró para ver qué había sobresaltado a Renesme. Sintió que se le aflojaba la mandíbula mientras veía a los Vampiros salir de un portal en el centro del club.

Dante llegó corriendo del frente en forma humana, y se transformó en pantera mientras corría. Antes de que pudiera acercarse, el Vampiro de cabello oscuro lanzó un rayo divino directo hacia él.

El licántropo cayó al suelo con un grito mientras el rayo eléctricamente cargado lo transformaba de pantera a humano nuevamente.

El bar se enloqueció.

—¡Escuden mentalmente a los humanos! –gritó el DJ por el intercomunicador, alertando a los licántropos que estaban presentes de que los humanos necesitaban ser reunidos y sus recuerdos de la noche debían ser reorganizados y/o purgados, como hacían rutinariamente cada vez que algo “extraño” sucedía en su club.

Más que nada, los humanos necesitaban ser protegidos.

Los Vampiros se abrieron en abanico, rodeando el club y atacando a cualquiera que se acercara a ellos.

Jacob se lanzó a través de la multitud para atacar.

Atrapó al Vampiro que tenía una coleta rubia y lo hizo girar. El Vampiro saltó hacia atrás, apartándose de su alcance.

—Esta no es tu guerra, Cazador Oscuro.

Jacob extrajo dos de sus largas dagas de adentro de las botas.

—Me parece que sí lo es.

Atacó, pero para su asombro, el Vampiro se movió como un rayo. Cada movimiento que Jacob hacía para atacar era contrarrestado y devuelto.

Mierda. Jamás en su vida había visto que los Vampiros se movieran así.

—¿Qué eres? –le preguntó Jacob.

El Vampiro rubio rió.

—Somos Spathis, Cazador Oscuro. Somos lo único que es verdaderamente mortal en la oscuridad de la noche. Mientras que tú… —dio una repugnante mirada al cuerpo de Jacob—. Tú eres sólo un simulador.

El Vampiro lo tomó del cuello y lo tiró al piso. Jacob se tumbó con fuerza. Perdió el aliento con un violento woof mientras los cuchillos volaban de sus manos.

El Vampiro saltó encima suyo, aporreándolo como si fuese un bebé indefenso.

Jacob se lo quitó de encima, pero fue difícil. Había peleas por todo el lugar mientras los Licántropos libraban combate con los Vampiros.

Preocupado por Renesme, miró y la encontró escondida con una mujer rubia en un rincón lejano.

Tenía que sacarla de ahí.

El Vampiro con el que estaba luchando miró hacia donde Jacob había observado.

—Padre —gritó—La heredera —. Señaló directamente a Renesme.

Jacob tomó ventaja de su distracción y pateó al Vampiro.

Como una unidad cohesiva, los Spathi abandonaron a sus oponentes y saltaron desde sus lugares al sitio donde Renesme y la mujer rubia estaban escondidas.

Literalmente cayeron del cielo y aterrizaron en formación.

Jacob corrió hacia ellas, pero antes de que pudiera alcanzar a las mujeres, la rubia que estaba acuclillada con Renesme se puso de pie.

El líder Vampiro se quedó helado instantáneamente.

La rubia estiró los brazos como para mantener alejados a los Vampiros de Renesme. De repente, un viento de origen desconocido azotó el club.

Los Vampiros quedaron petrificados.

Otra brillante puerta se abrió en la pista de baile.

—Es la laminas –dijo con desprecio el Vampiro que había estado peleando con Jacob.

Giró hacia la mujer rubia y la miró con rabia.

Con los rostros enfurecidos, los Spathi desarmaron la formación y caminaron uno por uno de regreso a través de la puerta.

Excepto el líder.

Con una mirada sin titubeos, observó furiosamente a la mujer rubia.

—Esto no ha terminado —gruñó.

Ella no se movió ni retrocedió. Era como si estuviese hecha de piedra. O en un coma.

El líder Vampiro dio la vuelta, y caminó lentamente a través del portal. Desapareció en el instante en que lo atravesó.

—¿Kat? –preguntó Renesme mientras se ponía de pie.

La mujer rubia se tambaleó hacia atrás.

—Oh, dios, pensé que estaba muerta —susurró Kat, con el cuerpo temblando—. ¿Los viste? —Renesme asintió mientras Jacob se les unía—. ¿Qué eran? –preguntó Kat.

—Vampiros Spathi —susurró Renesme. Miró incrédula a su acompañante—. ¿Qué les hiciste?

—Nada –dijo Kat, con una expresión inocente—. Simplemente me paré ahí. Tú me viste. ¿Por qué se fueron?

Jacob miró a Kat sospechosamente. No había razón para que se fueran. Habían estado ganando la pelea.

Por primera vez en su vida, en realidad había sentido una duda momentánea sobre su habilidad para derrotarlos.

Emily se acercó a ellos.

—¿Atrapaste a alguno? —Jacob negó con la cabeza, preguntándose cuándo había regresado Emily. Ni siquiera se había dado cuenta del desgaste de sus poderes, pero dado el modo en que los Spathis estaban pateando su trasero, no era nada raro. Emily se frotó el hombro como si estuviera lastimada por la pelea—. Yo tampoco.

El impacto de esa declaración no pasó desapercibido para ninguno de ellos.

Los dos giraron hacia Renesme.

—¿Venían por ti? –preguntó Jacob. Renesme se veía extremadamente incómoda—. Ocúpate de Dante y su equipo –le dijo a Emily—. Yo me ocupo de esto. —Emily se fue mientras Jacob regresaba a las mujeres—. ¿Cómo puedes recordarme? —Pero la respuesta era tan obvia que ya lo sabía—. Eres Semi-vampiro, ¿verdad?

Era seguro que no era una Licántropo. Tenían un aura inconfundible.

Renesme dejó caer la mirada al piso mientras susurraba:

—Mitad.

Él maldijo. Ya le parecía.

—¿Entonces tú eres la heredera Semi-vampiro que tienen que matar para terminar con su maldición?

—Sí.

—¿Es por eso que has estado jodiendo mis sueños? ¿Pensaste que iba a protegerte?

Ofendida, ella lo abarcó con una mirada furibunda.

—No he estado haciéndote nada, compañero. Eres tú quien ha estado viniendo a mí.

Oh, ésa era buena.

—Sí, claro. Bueno, no funcionó. Mi trabajo es matar a los de tu especie, no protegerte. Estás sola, princesa.

Él giró y se alejó con un paso impresionante.

Renesme estaba atormentada entre el deseo de golpearlo y llorar.

En lugar de eso, fue detrás de él y lo hizo detener.

—Que conste que no te necesito a ti ni a nadie más para que me proteja, y lo último que haría sería pedirle al Satanás de mi gente que me ayudara. No eres más que un asesino y ni un poquito mejor que los Vampiros a los que cazas. Al menos ellos aún tienen sus almas.

Con el rostro endurecido, Jacob liberó el brazo de su agarre y partió.

Renesme quería gritar por el modo en que habían salido las cosas. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que una parte de ella en realidad había comenzado a gustar de él. Había sido tan tierno en sus sueños.

Amable.

Y ahí quedaba la idea de preguntarle sobre su gente. No era el mismo hombre con el que había soñado. En carne y hueso era horrible. ¡Horrible!

Miró alrededor del club donde las mesas habían sido volcadas, y los licántropos estaban intentando ordenar el lío.

En qué pesadilla se había convertido todo esto.

—Vamos –dijo Kat—. Vayamos a casa antes de que esos Vampiros regresen.

Sí, ella quería irse a casa. Quería olvidar que esta noche había ocurrido, y si Jacob venía a ella esta noche…

Bueno, si pensaba que los Spathis eran duros con él, no había visto nada.

 

Aro dejó a sus hombres en el salón y fue a ver a Didime. Era el único Spathi que tenía permitido estar en su presencia.

Su templo era el edificio más grande de todo Kalosis. El mármol negro resplandecía incluso con la débil luz de su infierno. Adentro, el templo estaba custodiado por un par de violentos ceredons (criaturas con cabeza de perro, cuerpo de vampiro, y cola de escorpión). Los dos le gruñeron, pero se mantuvieron alejados. Habían aprendido mucho tiempo atrás que Aro era uno de los cuatro seres que la Destructora permitía que se le acercaran.

Encontró a su madre en su sala de estar con dos de sus demonios Carontes flanqueando su sillón. Xedrix, su propio guardia personal, estaba a su derecha. Su piel era color azul marino, sus ojos de un vibrante amarillo. Cuernos negros sobresalían de su azul cabello y sus alas eran de un oscuro rojo sangre. Estaba parado, inmóvil, con una mano cerca al hombro de la Destructora.

El otro demonio era de una orden menor, pero por alguna razón, su madre prefería a Sabina. Ella tenía largo cabello verde que complementaba su piel amarilla. Sus ojos eran del mismo color que el cabello, y sus cuernos y alas eran de un extraño tono de anaranjado.

Los demonios lo observaban de cerca, pero no se movieron ni hablaron mientras su madre estaba sentada, como perdida en sus pensamientos.

Las ventanas estaban abiertas y daban hacia un jardín donde sólo crecían flores negras, en memoria de su hermano muerto. El otro hijo de la Destructora había perecido indescriptiblemente siglos atrás, y hasta este día ella lloraba su muerte.

Así como se regocijaba con la vida continuada de Aro.

Su largo cabello rubio plateado caía a su alrededor en perfectas ondas. Aunque era más antigua que el tiempo, Didime tenía el rostro de una hermosa joven de veinticinco años. Su vestido de gasa negra se entremezclaba con el negro de su sillón, dificultando ver dónde terminaba uno y empezaba otro.

Estaba inmóvil mientras miraba hacia afuera, aferrando un almohadón de satén negro sobre su falda.

—Están intentando liberarme.

Él se detuvo ante sus palabras.

—¿Quién?

—Esos estúpidos griegos. Piensan que me pondré de su lado por gratitud –rió amargamente.

Aro sonrió irónicamente ante la sola idea. Su madre odiaba fervorosamente al panteón griego.

—¿Tendrán éxito?

—No. El Elekti los detendrá. Como siempre hace.

Ella giró la cabeza para mirarlo. Sus pálidos, pálidos ojos no tenían color. El hielo brillaba en sus pestañas, y su translúcida piel era iridiscente, otorgándole una apariencia frágil y delicada. Pero no había nada frágil acerca de la Destructora.

Ella era, tal como su nombre lo declaraba, destrucción. Había consignado a cada miembro de su familia al reino de muerte del cual jamás regresarían.

Su poder era absoluto y era sólo por la traición que había terminado aprisionada aquí en Kalosis, desde donde podía observar el mundo humano, pero no participar en él. Aro y sus compañeros Vampiros podían usar las aberturas astrales para ir y venir de este reino, pero ella no.

No hasta que el sello de la Atlántida fuese destruido, y Aro no tenía idea de cómo hacerlo. Didime jamás se lo había revelado.

—¿Por qué no asesinaste a la heredera? –le preguntó.

—La Abadonna abrió el portal.

Nuevamente su madre estaba tan quieta que no parecía real. Luego de varios segundos, ella rió. El sonido era suave y gentil, sonando a través del aire como música.

—Muy bien, Artemisa –dijo en voz alta—. Estás aprendiendo. Pero no va a salvarte a ti ni a ese despreciable hermano tuyo al que proteges. –Se levantó del sillón, depositó el almohadón, y caminó hacia Aro—. ¿Te lastimaron, m'gios?

Siempre sentía un arrebato de calidez cuando ella se refería a él como su hijo.

—No.

Xedrix se movió para susurrar en el oído de la Destructora.

—No –dijo en voz alta—. La Abadonna no será tocada. Tiene lealtades divididas y no tomaré ventaja de su bondadosa naturaleza, a diferencia de algunas diosas que puedo mencionar. Ella es inocente en esto, y no la castigaré por eso. —La Destructora tamborileó dos dedos contra su mentón—. La pregunta es, ¿qué está planeando esa arpía de Artemisa? –Cerró los ojos—. Katra –susurró, llamando a la Abadonna. Luego de algunos segundos, Didime dejó escapar un sonido disgustado—. Se rehúsa a contestar… Bien –dijo en un tono que Aro sabía que podía trascender este reino y ser escuchada por Katra—. Protege a la heredera de Artemisa y de Apolo si debes hacerlo. Pero ahora no puedes detenerme. Nadie puede hacerlo. –Le dio la espalda a Aro—. Tendremos que separar a Katra de la heredera.

—¿Cómo? Si la Abadonna continúa abriendo el portal, estamos indefensos. Sabes que debemos atravesarlo cada vez que se abre.

La Destructora rió nuevamente.

—La vida es un juego de ajedrez, Aro, ¿aún no has aprendido eso? Cuando te mueves para proteger a los peones, dejas a la reina abierta al ataque.

—¿Y con eso quieres decir…?

—La Abadonna no puede estar en todos lados al mismo tiempo. Si no puedes acercarte a la heredera, entonces ataca otra cosa que a la Abadonna le importe.

Él sonrió.

—Estaba esperando que dijeras eso.

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LO PROMETIDO CHICAS, COMENTEN Q TAL LES PARECE LA HISTORIA, HAY ALGO QUE LES GUSTARIA?? ESTE FIC ES PARA USTEDES, SOLO LES PIDO UNOS VOTITOS =)

Capítulo 10: CAPITULO 9 Capítulo 12: CAPITULO 11

 
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