EL BESO DE LA NOCHE

Autor: andrea_Black
Género: + 18
Fecha Creación: 30/07/2012
Fecha Actualización: 26/10/2012
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 64
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Capítulos: 45

**********FIC FINALIZADO!!!! ANIMENSE A ENTRAR**********

¿Cómo enamorar a alguien que no es capaz de recordarte? ...¿Como enamorarte de aquel enemigo al que estás destinado a matar?...¿Como poner todas tus últimas esperanzas de sobrevivir en aquel ser que ha matado a tantos de tu especie?

Jamás recordaría su tacto. Su beso. Su nombre… Su cuerpo sólo calmaría al de él por unos pocos minutos. No haría nada por aliviar la soledad de su corazón, que anhelaba que alguien lo recordara.

 Jacob Wolf Black es un cazafor oscuro, cuyo don es la amnesia para todo ser que lo haya visto. Después de 5 minutos nadie lo podrá recordar.

 Renesmee Cullen es una semi-vampiro con los dias contados, con una muerte lenta y dolorosa que la espera al cumplir 27 años.

...Esta es una historia basada en la saga Dark Hunter de la escritora Sherrilyn Kenyon...

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Capítulo 5: CAPITULO 5

—Hola, Ness –la saludó Kat mientras Renesme tomaba asiento a la mesa del desayuno.

Renesme no respondió. Una y otra vez veía a Jacob. Continuaba sintiendo las manos de él sobre su cuerpo.

Si no estuviera segura, podría jurar que aún estaba con ella.

Pero ella no sabía quién era el amante de sus sueños. Porqué se le aparecía.

Era tan extraño.

—¿Estás bien? –le preguntó Kat.

—Sí, supongo. Es sólo que no dormí bien anoche.

Kat puso su mano sobre la frente de Renesme.

—Pareces afiebrada, pero no lo estás.

Era cierto que estaba afiebrada, pero no enferma. Había una parte de ella que no quería hacer más que volver a dormir, encontrar a su misterioso hombre, y seguir haciendo el amor con él durante todo el día.

Kat le pasó los cereales.

—Ah, Sophia llamó y me dijo que te diera las gracias por presentarle a Joseph anoche. Quiere verla nuevamente esta noche en el Inferno y quería saber si podemos acompañarla.

Renesme se sobresaltó cuando las palabras de Kat refrescaban algo perdido en su memoria.

De repente, vio el Inferno la noche anterior. Vio a los Vampiros.

Recordó el terror que había sentido.

Pero más que nada, recordó a Jacob.

No el tierno amante de sus sueños, sino el oscuro y terrorífico hombre que había matado a los Vampiros enfrente suyo.

—Oh, dios mío –susurró mientras todo se volvía claro como el agua.

"Dentro de cinco minutos ningún humano que estuviera en ese bar va a recordar haberme visto."

Las palabras de él se precipitaron en su mente.

Pero ella lo recordaba.

Muy bien.

¿Él había regresado a casa con ella?

No. Renesme se tranquilizó un poco al recordarlo claramente abandonándola. Ella regresando al club y reuniéndose con sus amigas.

Se había ido sola a la cama.

Pero había despertado desnuda. Con el cuerpo húmedo y saciado…

—Ness, estoy empezando a preocuparme.

Renesme respiró hondo y se liberó de todo. Era un sueño. Tenía que serlo. Ninguna otra opción tenía sentido. Pero tratar con cosas tan sobrenaturales como Vampiros y Cazadores Oscuros rara vez tenía sentido.

—Estoy bien, pero no iré a mi clase matutina. Creo que debemos investigar y hacer un mandado.

Kat parecía aún más preocupada que antes.

—¿Estás segura? Tú no faltas a una clase por nada.

—Sí –dijo, sonriéndole—. Ve a buscar la laptop y veamos que podemos encontrar sobre los Cazadores Oscuros.

Kat arqueó una ceja al escucharla.

—¿Por qué?

En todos los años que Renesme había sido perseguida por la gente de su madre, sólo se había confiado completamente a dos de sus guardaespaldas.

Uno que había muerto cuando Renesme tenía sólo trece años, en una pelea que casi había terminado con ella.

El otro había sido Kat, quien había tomado la verdad más fácilmente que el primer guardaespaldas. Kat apenas la había observado, parpadeado y dicho: “Genial. ¿Puedo matarlos y no ir a prisión?”

Desde entonces, Renesme nunca le había guardado ningún secreto a Kat. Su amiga y guardaespaldas sabía tanto de los Semi-vampiros y sus costumbres como Renesme.

Lo que no era demasiado. Los Semi-vampiros tenían el molesto hábito de no permitir que nadie supiese que existían.

Aún así, había sido un tremendo alivio encontrar a alguien que no pensaba que estaba demente o alucinando. Y en el curso de los últimos cinco años, Kat había visto a suficientes Vampiros y Semi-vampiros que la perseguían como para saber la verdad.

Durante los últimos meses, mientras Renesme se acercaba al final de su vida, los ataques de los Vampiros habían disminuido lo suficiente como para que tuviera una pequeña apariencia de normalidad. Pero Renesme no era tan tonta como para pensar que estaba a salvo. Jamás estaría a salvo.

No hasta el día en que muriera.

—Creo que conocimos a un Cazador Oscuro anoche.

Kat frunció el ceño.

—¿Cuándo?

—En el club.

—¿Cuándo? —repitió.

Renesme dudó en contarle. Varios detalles estaban incompletos incluso para ella, y hasta que recordara más, no quería preocupar a Kat.

—Lo vi entre la gente.

—¿Entonces cómo sabes que era un Cazador Oscuro? Pensé que habías dicho que eran fábulas.

—En realidad no lo sé. Puede haber sido cualquier tipo raro con el cabello oscuro y colmillos, pero si tengo razón y él está en la ciudad, quiero saber, porque él podría decirme si voy a caerme muerta dentro de ocho meses o no.

—Está bien, buen punto. Pero, sabes, también puede haber sido uno de los falsos vampiros Godos que suelen pasar el tiempo en el Inferno.

Kat fue a su habitación a buscar la laptop e instalarla sobre la mesa de la cocina mientras Renesme terminaba de comer.

En cuanto estuvo lista, Renesme entró en línea y se condujo a Katoteros.com. Era una comunidad en línea que había encontrado poco más de un año atrás, donde los Semi-vampiros podían comunicarse. En la parte pública, parecía un sitio de historia Griega, pero había áreas protegidas por contraseña.

No había nada en el sitio acerca de los Cazadores Oscuros. Así que Kat y ella pasaron algún tiempo intentando meterse en las áreas privadas, lo que resultó ser aún más imposible que meterse en los servidores del gobierno.

¿Qué pasaba con los seres sobrenaturales, que no querían que otros descubrieran su paradero?

Bueno, ella entendía la necesidad de discreción. Pero era una tremenda molestia para una mujer que necesitaba algunas respuestas.

Lo más cercano a una ayuda que pudo encontrar fue un enlace a “Pregúntale al Oráculo.” Cliqueándolo, Renesme tipeó un simple e-mail.

—¿Los Cazadores Oscuros son reales?

Luego de eso, hizo una búsqueda de Cazadores Oscuros y obtuvo tonterías. Era como si no existieran en ningún lado.

Antes de desconectarse, le regresó el e-mail del Oráculo con sólo tres palabras como respuesta.

¿Lo eres tú?

—Quizás sólo son leyendas –dijo Kat nuevamente.

—Quizás.

Pero las leyendas no besaban a las mujeres del modo en que Jacob la había besado, ni encontraban el modo de meterse en sus sueños.

Dos horas más tarde, Renesme decidió utilizar su último recurso… su padre.

Kat condujo hasta la oficina de su padre, que quedaba en un edificio de muchos pisos en el centro de St. Paul. Considerando todos los puntos, el tráfico de media mañana era leve y Kat se las había arreglado para darle sólo un pequeño ataque al corazón con su evasivo estilo de conducción.

Sin importar el momento del día, o qué tan mala fuera la congestión del tráfico, Kat siempre conducía como si los Vampiros las estuviesen persiguiendo.

Kat metió el auto a toda velocidad en el estacionamiento, golpeando el portón automático en el camino antes de dar la vuelta rápidamente alrededor de un lento Toyota y golpearlo en un buen sitio.

El conductor las insultó, y luego continuó andando.

—Lo juro, Kat, conduces como si estuvieras en un video juego.

—Sí, sí. ¿Quieres ver la pistola de rayos láser que tengo bajo el capó para destruirlos si no se apartan de mi camino?

Renesme rió, aunque una parte de ella se preguntó si tal vez Kat tenía algo realmente escondido allí. Conociendo a su amiga, era posible.

En cuanto dejaron el auto en el aparcamiento y entraron al edificio, atrajeron mucha atención. Pero siempre lo hacían. No todos los días la gente veía a dos mujeres que medían más de un metro ochenta. Sin mencionar que Kat era tan sorprendentemente hermosa, Renesme hubiese tenido que cortarle la cabeza para lograr que encajara en cualquier lugar que no fuera Hollywood.

Como una guardaespaldas decapitada no servía de mucho, Renesme estaba forzada a tolerar a una mujer que debería estar trabajando para LA Models.

Los guardias de la compañía las saludaron con un asentimiento en la puerta y las hicieron pasar con un gesto de la mano.

El padre de Renesme era el infame Carlisle. Cullen de Farmacéuticos Cullen, Swan, y Smith, una de las compañías de desarrollo e investigación de medicamentos más grande del mundo.

Mucha de la gente que pasó a su lado mientras caminaba a través del edificio la miraba con recelo. Sabían que era la única heredera de su padre, y todos pensaban que se daba la buena vida.

Si sólo supieran…

—Buen día, señorita Cullen –la saludó la asistente administrativa cuando finalmente llegó al vigésimo segundo piso—. ¿Desea que llame a su padre?

Renesme le sonrió a la mujer, delgada y extremadamente atractiva, quien era muy dulce pero siempre la hacía sentir como si debiese perder diez kilos y pasarse la mano por el pelo tímidamente para aplacarlo. Tina era una de esas personas escrupulosamente bien vestidas que jamás tenían una molécula fuera de lugar.

Vestida con un impecable traje Ralph Lauren, Tina era la completa antítesis de Renesme, que llevaba el buzo de su universidad y jeans.

—¿Está solo? —Tina asintió—. Entraré y le daré la sorpresa.

—Definitivamente, así será. Sé que estará feliz de verla.

Dejando a Tina con su trabajo y a Kat esperando sentada cerca del escritorio de Tina, Renesme entró al sagrado dominio de trabajador compulsivo de su padre.

Contemporánea en cuanto al diseño, la oficina tenía una atmósfera “fresca”, aunque su padre era cualquier cosa menos un hombre frío. Había amado a su madre apasionadamente, y desde el momento del nacimiento de Renesme, la había adorado con todo su ser.

Su padre era un hombre excepcionalmente apuesto, con el cabello castaño oscuro adornado con un distinguido gris. A los cincuenta y nueve, estaba en muy buena forma, y parecía más cercano a los cuarenta largos.

Aunque se había visto forzada a crecer lejos de él, por miedo a que los Semi-vampiros o los Vampiros la encontraran si se quedaba demasiado tiempo en un mismo sitio, él jamás había estado lejos de ella, incluso cuando Renesme había recorrido el mundo. Sólo a una llamada de teléfono o a un vuelo de distancia.

A través de los años, él había aparecido inesperadamente en su puerta con regalos y abrazos, a veces en medio de la noche. A veces a mitad del día.

Cuando era pequeña, ella y sus hermanas solían apostar acerca de cuándo aparecería nuevamente a verlas. Nunca había decepcionado a ninguna de ellas, ni se había perdido de un solo cumpleaños.

Renesme amaba a este hombre más que a nada en el mundo, y la aterraba pensar qué le pasaría si ella muriese dentro de ocho meses, como los demás Semi-vampiros. Demasiadas veces había presenciado su dolor y sufrimiento mientras enterraba a su madre y a cuatro hermanas mayores.

Cada muerte había desgarrado su corazón, especialmente el auto bomba que había matado a su madre y a sus dos últimas hermanas.

¿Será capaz de soportar otro revés semejante?

Dejando ese aterrador pensamiento a un lado, se acercó a su escritorio de acero y vidrio.

Él estaba hablando por teléfono, pero colgó en el instante en que levantó la vista de su montón de papeles y la vio.

Con el rostro instantáneamente iluminado, se paró y la abrazó; luego se apartó con un ceño preocupado.

—¿Qué estás haciendo aquí, bebé? ¿No deberías estar en clase?

Ella le dio un golpecito en el brazo y lo urgió a regresar a su lado del escritorio mientras se dejaba caer en una de las cómodas sillas de enfrente.

—Probablemente.

—¿Entonces porqué estás aquí? Tú no faltas a una clase para venir a verme.

Ella rió porque él repetía la opinión de Kat de antes. Quizás necesitaba alterar un poquito sus hábitos. En su situación, una conducta previsible era un peligroso inconveniente.

—Quería hablar contigo.

—¿Acerca de?

—Los Cazadores Oscuros.

Él se puso pálido, haciendo que Renesme se preguntara cuánto sabía él, y cuánto pensaba compartir. Tenía una desagradable tendencia a sobreprotegerla, de aquí su largo legado de guardaespaldas.

—¿Por qué quieres saber acerca de ellos? –le preguntó cautelosamente.

—Porque anoche fui atacada por Vampiros y un Cazador Oscuro salvó mi vida.

Él se puso de pie de golpe y corrió hacia el otro lado del escritorio.

—¿Te lastimaron?

—No, papi –se apresuró a asegurarle mientras él intentaba inspeccionar su cuerpo en busca de daños—. Sólo me asustaron.

Él se apartó con un ceño sombrío, pero mantuvo sus manos en los brazos de su hija.

—Está bien, escucha. Necesitas abandonar el colegio, haremos…

—Papi –le dijo con firmeza—, no abandonaré a menos de un año de graduarme. Estoy harta de escapar.

Aunque podía no seguir viva dentro de ocho meses, había una posibilidad de que pudiera. Hasta que estuviera segura, había jurado vivir su vida lo más normalmente posible.

Renesme vio el horror en su rostro.

—Esto no es algo discutible, Renesme. Le juré a tu madre que te mantendría a salvo de los Semi-vampiros y lo haré. No permitiré que te maten también.

Ella apretó los dientes ante el recordatorio de un juramento que su padre consideraba tan sagrado como su oficina y su compañía. Conocía demasiado bien el legado que había heredado de la familia de su madre.

En su vigésimo séptimo cumpleaños, un Semi-vampiro pasaba el día entero desintegrándose lenta y dolorosamente. Era una muerte tan horrenda que la mayoría de ellos se suicidaba según el ritual, el día anterior a su cumpleaños, para escapar de ella.

La única esperanza que tenía un Semi-vampiro era asesinar a un humano y tomar el alma dentro de su propio cuerpo. No existía otro modo de prolongar su corta vida. Pero en el instante en que se convertía en Vampiro, pasaban de un lado al otro e invocaban la ira de los dioses.

Entonces aparecían los Cazadores Oscuros, para matarlos y liberar las almas humanas antes de que al estar atrapadas se marchitaran y murieran.

En ocho breves meses, Renesme cumpliría veintisiete años.

Era algo que la aterraba.

Era en parte humana y por esa razón podía caminar bajo el sol, pero tenía que mantenerse cubierta y no podía estar fuera demasiado tiempo sin quemarse severamente.

Sus largos dientes caninos habían sido limados por un dentista cuando tenía diez años, y aunque era anémica, su necesidad de sangre era satisfecha con transfusiones bimestrales.

Era afortunada. El puñado de Semi-vampiro-humanos que había conocido a través de los años se había inclinado principalmente hacia su herencia Semi-vampiro.

Todos ellos habían muerto a los veintisiete.

Todos ellos.

Pero Renesme siempre se había aferrado a la esperanza de que tenía suficiente de humana como para pasar su cumpleaños.

Pero finalmente, no sabía, y nunca había podido encontrar a alguien que supiera más sobre su “condición” que ella misma.

Renesme no quería morir. No ahora, cuando le quedaba tanto por vivir. Deseaba la mayoría de las cosas que los demás deseaban. Un esposo. Una familia.

Más que nada, un futuro.

—Quizás este Cazador Oscuro sabe algo acerca de mi sangre mezclada. Tal vez, él…

—Tu madre se volvería loca si escuchara su nombre –le dijo su padre mientras le acariciaba la mejilla—. Sé muy poco sobre los Semi-vampiros, pero sé que todos ellos odian a los Cazadores Oscuros. Tu madre dijo que eran malvados asesinos sin alma con los que no se podía razonar.

—No son Terminator, papi.

—Por el modo en que tu madre hablaba de ellos, lo son.

Bueno, eso era cierto. Su madre había pasado horas advirtiéndole a ella y a sus hermanas para que se mantuvieran alejadas de tres cosas: Cazadores Oscuros, Vampiros, y Semi-vampiros; en ese orden.

—Mamá jamás conoció a ninguno. Todo lo que sabía era lo que sus padres le habían contado, y apostaría a que ellos tampoco conocieron a uno. Además, ¿qué tal si este Cazador Oscuro es la clave para ayudarme a encontrar un modo de vivir más tiempo?

Su padre apretó su mano con más fuerza.

—¿Y qué si fue enviado a matarte al igual que los Vampiros y Semi-vampiros que mataron a tu madre? Sabes lo que dice el mito. Te asesinan, y la maldición desaparece en ellos.

Ella pensó en eso un segundo.

—¿Y qué sucede si tienen razón? ¿Qué sucedería si mi muerte permitiese que los demás Semi-vampiros vivieran normalmente? Quizás debería morir.

El rostro de su padre se enrojeció de furia. Su mirada quemó la de ella mientras la agarraba con más fuerza aún.

—Renesme Carlie Cullen, será mejor que jamás vuelva a oírte decir eso. ¿Me comprendes?

Renesme asintió, arrepentida por haber elevado su presión sanguínea cuando eso era lo último que quería hacer.

—Lo sé, papi. Sólo estoy molesta.

Él le besó la frente.

—Lo sé, bebé. Lo sé.

Ella vio el tormento en su rostro mientras se levantaba y regresaba a su silla.

Él no dijo lo que ambos pensaban. Mucho tiempo atrás él había confiado a un pequeño grupo de investigadores la tarea de encontrar una “cura” para su extraña enfermedad, y sólo se encontró con que la ciencia moderna era impotente ante la ira de un antiguo dios.

Quizás él tenía razón, quizás Jacob era tan peligroso para ella como todos los demás. Sabía que los Cazadores Oscuros habían jurado matar a los Vampiros, pero no sabía cómo se manejarían con los Semi-vampiros.

Su madre le había dicho que no confiara en nadie, especialmente en quienes se ganaban la vida asesinando a su gente.

Aún así, su instinto le decía que una raza que había pasado la eternidad cazando a la suya sabría todo sobre ellos.

Además, ¿por qué un Cazador Oscuro ayudaría a un Semi-vampiro cuando eran enemigos jurados?

—Fue una idea estúpida, ¿verdad?

—No, Nessie –le dijo su padre amablemente—. No fue para nada estúpida. Simplemente no quiero verte herida.

Ella se levantó y fue a abrazarlo y darle un beso.

—Iré a clases y lo olvidaré.

—Aún deseo que pensaras en irte por un tiempo. Si esos Vampiros te vieron, pueden haberle dicho a alguien más que estás aquí.

—Confía en mí, papi, no tuvieron tiempo. Nadie sabe que estoy aquí, y no quiero irme.

Jamás.

La palabra fue tácita entre ellos. Vio que los labios de su padre temblaban mientras ambos pensaban en el hecho de que el reloj estaba corriendo para ella.

—¿Por qué no vienes a cenar esta noche? –Le preguntó su padre—. Me iré del trabajo temprano, y…

—Le prometí a Sophia que podríamos hacer algo. ¿Nos vemos mañana?

Él asintió y le dio un apretón tan fuerte que ella dio un respingo ante la presión de los brazos alrededor de su cintura.

—Ten cuidado.

—Lo haré.

Por la expresión de su rostro, ella podía decir que su padre no quería que se fuera más de lo que ella misma quería partir.

—Te quiero, Renesme.

—Lo sé. Yo también te quiero, papi.

Le sonrió y lo dejó solo con su trabajo.

Renesme recorrió el camino desde la oficina hasta fuera del edificio, mientras sus pensamientos regresaban a sus sueños con Jacob y el modo en que lo había sentido entre sus brazos.

Kat se quedó detrás y se mantuvo completamente callada, dándole el espacio que necesitaba. Era lo que más adoraba de su guardaespaldas.

A veces parecía que Kat estaba conectada psíquicamente con ella.

—Necesito un Starbucks –le dijo Renesme a Kat sobre el hombro—. ¿Y tú?

—Siempre lista para un java. Dame granos de café o mátame.

Mientras caminaba por la calle hacia la cafetería, Renesme comenzó a pensar más y más acerca de los Cazadores Oscuros.

Como antes les había dado poca importancia, tomándolos como mitos que su madre había usado para asustarla, nunca los había investigado realmente mientras había estudiado sobre la Grecia antigua. Desde que era una niña había pasado su tiempo libre investigando la historia de su madre, y viejas leyendas.

No podía recordar haber encontrado una mención sobre los Cazadores Oscuros en sus lecturas, lo que en su mente simplemente había confirmado que su madre le transmitía historias sobre cucos, y no gente real.

Pero tal vez ella había pasado por alto…

—¡Hey, Renesme!

Saliendo de sus meditaciones, levantó la vista y vio a uno de los chicos de la escuela saludándola con la mano mientras ella se acercaba a Starbucks. Él era un par de centímetros más bajo que ella y era muy lindo, en un estilo muy Boy Scout. Su corto cabello negro era ondulado, y tenía amistosos ojos azules.

—Seth Black –susurró Kat en voz baja cuando él se acercó.

—Gracias –le dijo Renesme en un tono igualmente bajo, agradecida de que Kat recordara mejor los nombres que ella.

Siempre recordaba los rostros, pero los nombres se le escapaban con frecuencia.

Él se detuvo ante ellas.

—Hola, Seth –le dijo, sonriéndole. Él era verdaderamente agradable y siempre intentaba ayudar a quien lo necesitara—. ¿Qué te trae por aquí?

Lo notó instantáneamente incómodo.

—Yo… eh… estaba buscando algo para alguien.

Kat intercambió una mirada interesada con ella.

—Suena un poco sospechoso. Espero que no sea ilegal.

Él se sonrojó profusamente.

—No, no es ilegal. Simplemente un poco personal.

Por alguna razón, a Renesme le agradaba más cómo sonaba lo de que fuera ilegal. Esperó un minuto o dos mientras él se veía bastante incómodo.

Seth era un estudiante universitario aún no graduado en su clase de Inglés Antiguo. En realidad no se habían hablado demasiado, excepto para comparar notas cada vez que ella había tenido problemas para traducir algo. Seth era el preferido del profesor y tenía una puntuación perfecta en todas las evaluaciones.

Todos en la clase querían colgarlo por elevar el promedio.

—¿Hiciste la tarea para la clase de esta tarde? –le preguntó finalmente. Ella asintió—. Fue genial, ¿cierto? Una cosa realmente emocionante.

Por su expresión, ella podía asegurar que hablaba en serio.

—Como que me perforen los dientes sin Novocaína –respondió ella, intentando ser graciosa y divertida.

Él no lo tomó de ese modo.

Su semblante se enserió.

—Lo siento. Estoy comportándome como un traga libros nuevamente. –Se tiró nerviosamente de la oreja y dejó caer la mirada al suelo—. Será mejor que me vaya. Hay otras cosas que necesito hacer.

Cuando comenzaba a alejarse, ella lo llamó.

—Hey, ¿Seth? –él se detuvo y la miró—. ¿Síndrome de hijo sobreprotegido?

—¿Perdón?

—También eres un hijo sobreprotegido, ¿verdad?

Seth se rascó la nuca.

—¿Cómo lo supiste?

—Créeme, tiene los clásicos síntomas. Yo también solía tenerlos, pero luego de años de intensa terapia, aprendí a esconderlos y ahora logro funcionar casi con normalidad.

Él se rió ante sus palabras.

—¿Tienes el nombre del terapeuta a mano?

Ella sonrió.

—Seguro. —Renesme inclinó su cabeza hacia la cafetería—. ¿Tienes tiempo para acompañarnos a tomar una taza de café?

Él se veía como si ella acabara de abrirle las puertas de Fort Knox.

—Sí, gracias.

Renesme y Kat fueron hacia Starbucks con Seth detrás de ellas, que parecía un cachorro contento de que su dueño estuviera en casa.

Luego de comprar sus bebidas, se sentaron en la parte trasera, alejados de las ventanas, donde la luz no podía quemarla.

—Entonces, ¿por qué estás cursando Inglés Antiguo? – Le preguntó Seth luego de que Kat se excusara para ir al tocador—. No pareces el tipo de persona que se ofrece voluntariamente para ese estilo de castigo.

—Siempre estoy intentando investigar… cosas viejas –le respondió, a falta de un mejor término. Era difícil explicar a un extraño que buscaba maldiciones y hechizos con la esperanza de alargar su vida—. ¿Y tú? Da la impresión de que estarías más cómodo en una clase de computación.

Él se encogió de hombros.

—Fue luego de aprobar con demasiada facilidad este semestre. Quería algo que me costara un poco más.

—Sí, pero, ¿Inglés Antiguo? ¿En qué clase de hogar vives?

—En uno donde lo hablan.

—¡Estás bromeando! – Le dijo, incrédula—. ¿Quién diablos habla ese idioma?

—Nosotros. En serio.

Entonces le dijo algo que ella no pudo entender.

—¿Acabas de insultarme?

—No –le dijo sinceramente—. Jamás haría algo así.

Ella sonrió mientras miraba de reojo la mochila de Seth, cuando tuvo una reacción tardía. Había una afligida agenda marrón que se veía dentro de una pequeña bolsa que tenía el cierre abierto. La agenda tenía una cinta borgoña colgando hacia afuera, con un interesante prendedor adherido. El prendedor tenía el dibujo de un escudo circular con dos espadas cruzadas, y sobre las espadas estaban las iniciales C.O.

Qué extraño era ver eso justamente hoy, cuando ella tenía en mente un tipo completamente diferente de C.O.

Tal vez era un presagio…

—¿C.O.? –le preguntó, tocando el emblema.

Lo dio vuelta y su corazón se detuvo cuando vio las palabras “Cazador Oscuro.com” grabadas en él.

—¿Eh? —Seth observó la mano de ella—. Oh… ¡Oh! –dijo, poniéndose otra vez repentinamente nervioso. Se lo quitó y lo metió de vuelta en su mochila, luego corrió el cierre—. Simplemente es algo con lo que juego a veces.

¿Por qué estaba tan tenso? ¿Tan evidentemente incómodo?

—¿Estás seguro de que no estás haciendo nada ilegal, Seth?

—Sí, confía en mí. Si tuviese siquiera un pensamiento ilegal, me atraparían y me patearían el trasero.

Renesme no estaba tan segura de eso cuando Kat se les unió.

Cazador Oscuro.com…

No había intentado buscarlos sin un guión entre las palabras. Y ahora tenía una dirección para probar.

Conversaron algunos minutos más acerca de la clase y el colegio, luego se separaron para que Seth pudiera terminar con sus recados antes de su clase de Inglés Antiguo hacia finales de la tarde, y ella pudiera regresar al campus antes de la próxima.

Podía faltar a una clase por día, pero dos…

No. Renesme era muy dedicada.

En poco tiempo, estaba a salvo y cómodamente establecida detrás de su escritorio, esperando que su profesor de Clásicos apareciera, mientras otros estudiantes conversaban a su alrededor. Kat estaba cerca, en una pequeña sala de espera donde leía una novela de Kinley MacGregor.

Mientras Renesme esperaba al profesor, abrió su Palm Pilot y decidió navegar un poco en la red. Tipeó Cazador-Oscuro.com.

Esperó mientras la página se cargaba.

En el instante en que lo hizo, jadeó.

Oh, esto se estaba poniendo bueno…

Capítulo 4: CAPITULO 4 Capítulo 6: CAPITULO 6

 
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