Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224745
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=575

http://www.fanfiction.net/u/2218274/

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Capítulo 36: Lo que viene...

¡FELIZ NAVIDAD A TODAS USTEDES! Este es mi regalito navideño. Espero lo disfruten mucho.

Mi cuenta de fanfic se llamaba Victoria Masen Cullen, pero ahora ha sido cambiada por el nombre de VictoriaDollanganger. Sólo por las dudas.

Bueno, aquí les dejo el cap. Disfrutenlo mucho.

—Bella, despierta.

—No quiero.

—Bella, Alice está al teléfono y está histérica.

—Pues que se histeriquerice.

Edward comenzó a reír.

Rodé hacia un lado y tanteé con mis manos sobre la cama, hasta que éstas se toparon con el pecho de Edward. Llevé mis brazos alrededor de la cintura de mi esposo y lo obligué a tenderse a mi lado y, para asegurarlo como rehén, apreté su cintura y pasé una pierna por su cadera, ocultando mi rostro en su cuello, soltando un suspiro hondo, dispuesta a seguir durmiendo.

—Tengo las mismas ganas que tú en permanecer todo un sábado durmiendo, mi vida, pero Alice no descansará hasta que ambos estemos vestidos y despiertos. Sobre todo vestidos.

—No sé porque deberíamos ir con ella para prueba de vestuario un sábado en la mañana. Me parece ridículo e innecesario —refunfuñé infantilmente.

—Lo sé — concordó, acariciando mi cabello — Pero es su boda. Y según ella, debe ser perfecta.

—Para Alice todo debe ser perfecto.

—Hum, tienes razón — pude intuir su sonrisa — Pero eso no quiere decir que no le seguiremos la corriente. No creas que a mí no me incomoda. ¡Tener que pasar todo un día recorriendo todas las tiendas del centro comercial! Pero… bueno. Aun así la queremos, ¿no, cariño?

—¿Debo responder a eso?

—¡Bella! — reprendió.

—Por supuesto que la adoro, Edward. Estoy bromeando — dije, dando un beso sobre su pecho, y cuando estaba dispuesta a darle un beso en los labios, el repiqueteo del sonido del celular de Edward interrumpió mis planes.

"El mundo gira… el mundo gira… y el bobo mira… y el bobo mira… ¡Contesta el maldito teléfono Edward!"

—No puedo creer que Alice haya grabado eso y lo hayas colocado de ringtone — me burlé, riendo sobre el hueco de su cuello.

—Es muy persuasiva — se alejó un poco de mí y se sentó sobre la cama. Contestó el teléfono antes de que se escuchara el canto de Alice — Hola, Alice.

—¡Edward! ¿Dónde demonios estás? — Alice pudo estallar los oídos de Edward si la inteligencia del mismo no lo hubiese invitado a alejar el teléfono lo más lejos posible de su alcance.

—Hermana, cálmate y respira y….

—¿Cómo puedes pedirme que me calme? ¡Mi boda es en dos semanas y aun debo hacerles prueba de vestuario!

—Alice, ya hemos hecho prueba de vestuario. He lucido quince smokings y todos de Diamont, y he comprado tres, de las tres veces que hicimos 'prueba de vestuario', pero nunca te sentiste satisfecha con el resultado. ¿Me harás obligar a Bella y a mí mismo, a probarse otros veinte vestidos que, qué casualidad, fueron creados por tu línea de ropa, sólo para que dentro de tres días nos llames para hacer otro cambio?

—¡Esta vez será el final! — gritó ella tan fuerte que era capaz de escuchar toda la conversación sin problemas, y casi pude intuir que pataleaba el suelo con sus tacones de aguja al otro lado del teléfono — ¡Lo prometo! He estado diseñando un nuevo vestido para Bella. El perfecto vestido para la perfecta madrina de bodas. ¡Está listo Edward! Ahora faltas tú, porque es muy difícil que combines ahora con el nuevo vestido de Bella.

—¿Pero no es más fácil cambiar la corbata o algo así?

—¡No! Sí Bella cambia de vestido, entonces tu cambiarás de traje — Edward puso los ojos en blanco y ahogó un grito de desesperación contra una almohada.

—Alice…

Una carcajada alta escapó de mi garganta. Rodando los ojos, me impulsé hacia arriba y entrelacé los dedos detrás del cuello de Edward, sosteniéndome para poder sentarme a ahorcadas sobre él, quien sonrió en mi dirección, antes de continuar discutiendo con Alice.

—Prometo que no volveré a despertarte a las siete de la mañana de un sábado para esto. Te lo prometo, te lo prometo te lo prometo…

—No me apresures. Apenas si me estoy despertando y… — cayó abruptamente cuando comencé a besar su cuello.

—Edward, ¿estás ahí?

—Sí, aquí estoy Alice — logró decir con voz ronca, mientras lo empujaba para que quedara recostado sobre la cama, con él accediendo como autómata. Comencé a bajar por su estómago, dejando un camino de besos, y dejé un suave chupetón cerca de su vientre, al tiempo en que tocaba su entrepierna.

—¡Oh Dios! — gimió él.

—¿Edward? — Alice seguía al teléfono; teléfono el cual ahora estaba casi resbalándose de la manod e Edward.

Lo llevó a su oreja y dijo —Sí, iremos, sí, pero… — cuando mis manos tomaron el elástico de sus boxers — Hay tráfico… tráfico… y… ah… ¡Mierda!

Aventó el móvil al suelo y me jaló hasta que sus labios dieron con los míos.

—¿De verdad hay tráfico? — pregunté.

—Claro que no — respondió, acariciando mis senos.

Alice tendría que esperar un buen rato.

Y mientras tanto, el celular no paraba de sonar.

.

.

.

Alice nos reprendió durante a razón de nuestra demora cuando llegamos a casa de Carlisle, y no paraba de gritar o maldecir entre dientes porque no tenía a quien pedir opinión acerca de los vestuarios, por lo que llamó a Rosalie, y mantuvieron una conversación de opiniones por teléfono. Rosalie se encontraba en su hogar con Emmett. Alice y Jasper habían vuelto a viajar rápidamente hasta Seattle para estar lo más cerca posible de Esme y Carlisle, alistándolos tanto a ellos cómo a Edward y a mí, para que todo fuera perfecto. Rosalie no necesitaba ayuda para el vestuario, debido a que sus gustos eran tan excelentes como los de Alice y Alice no tenía razones para desconfiar de los gustos de Rose, quien también se había encargado del atuendo de Emmett —el padrino de bodas—.

—¡Mira Bella! Este vestido lo diseñé hace poco y comencé a trabajar con él en menos de cuatro días. ¿No está genial? ¡Combina perfectamente con tu piel!

—Pero es lila.

—Yo me entiendo — se encogió de hombros sonriendo ampliamente, y me obligó a probármelo.

Era bonito. Incluso, más bonitos que los tres anteriores. Era largo, un poco más largo de las rodillas, ceñido a mi cintura, y la falda era abierta, adornada con dos líneas ondas y brillantes a cada lado. Un pequeño y corto suéter casi traslúcido de tela suave y un poco más oscura acompañaba el vestido. Los zapatos consistían en unos tacones plateados y brillantes de cinco centímetros, y, a pesar de que no me sentía cómoda usando tacones, ya me estaba comenzando a acostumbrar a ellos.

—¡Alice! Me estás pinchando … ¡Ouch! — escuché la voz de Edward al quejarse.

Salí hasta la sala para ver lo que sucedía, y me encontré a Edward de pie, con Alice revoloteando a su alrededor con unas agujas.

—No entiendo. ¡Hicimos las medidas con las de los otros trajes! No sé porque te quedó un poco más grande. Esa incompetente de Claire… — se volvió a mirarme y sonrió — Oh, Bells, ese vestido es el perfecto para ti. Lo sabía.

—Eso me dijiste con los últimos — reproché.

—Pues he cambiado de opinión.

Me acerqué a Edward, quien mostraba una cara de fastidio que era imposible de reprender. A pesar de eso, se esforzó en sonreír en mi dirección.

—Te ves bien. Me gusta cómo va el color contigo.

—Gracias. Tú también te ves muy guapo — aseguré, acariciando la tela de su antebrazo — Creo que este traje está mejor que el otro. La tela es más… ¿brillante?

—Está nueva, limpia, suave y perfecta — respondió Alice — Pareciera que pudieras reflejarte en el traje, a pesar de que es negro.

—Estás exagerando, Alice — Edward desordenó los cabellos de su hermana.

—Tal vez — rió ella, dándole un manotazo — Y agradecería que no volvieras a hacer eso.

—¿Dónde está Esme? — pregunté.

—Está con Carlisle arriba. Ambos están probándose los trajes que les recomendé. Pero subieron hace rato. Me pregunto porque tardarán tanto… — medito pensativamente.

—¡Hay, Alice! Ahora me has implantado una imagen mental en mi cabeza que no será borrada en años — Edward bromeó con cierto dramatismo, poniendo una fingida cara de incomodidad.

—¿Qué? ¿Qué dije? Sólo dije que… — entonces Alice cayó en la cuenta y abrió los ojos, observando reprobatoriamente a su hermano. Solté una risita — ¡Edward! Eres un maldito pervertido — se echó a reír, golpeando juguetonamente el hombro de su hermano — ¡Ni siquiera yo lo pensé! No creo que eso sea lo que pase.

—¿Y entonces que fue el ruido que se escuchó hace un minuto?

—¡Edward! — ambas reclamamos.

—Ya estás listo — Alice dijo, besando la mejilla de su hermano — Te verás hermoso. Y tú también, Bella. Regresaré hoy mismo y seguiré preparando todo en California. Jasper debe extrañarme. ¡Dos semanas!

.

.

.

El día llegó más rápido de lo que hubiera pensado.

Esta vez, estaba tan nerviosa que fui la primera en levantarse en la mañana, para despertar a Edward a las seis de la mañana. La boda comenzaba a las tres de la tarde, así que teníamos… ¡Diez horas!

¡Maldición!

—Edward, Edward… despierta — susurré, empujando levemente su hombro.

—Humm… — musitó, sin siquiera mover los parpados.

—Edward, el vuelo a California sale en tres horas. Debemos apresurarnos o Alice nos matará si llama en cinco minutos y no estamos despiertos — volvió a musitar un leve "Hum", sin moverse, al igual que antes, un solo centímetro — ¡Edward! Alice, tu hermana, se va a casar.

Rodó suavemente sobre la cama, espetando un bufido de fastidio y, con un poco de esfuerzo según pude notar, comenzó a abrir los ojos lentamente, bailando su mirada sobre su entorno hasta que sus ojos dieron con mi rostro.

—Edward, levántate, báñate y vístete. Alice se casa hoy.

—Alice… se casa… — susurró, cerrando sus ojos. Al cabo de tres segundos, acompasados con un suspiro hondo, los ojos de Edward se abrieron violentamente y se clavaron sobre un punto de la pared, completamente inmóviles — ¡Oh, mierda! ¡Alice se casa hoy!

—¡Has descubierto América en un vaso de agua! Te daré tu premio a la salida. ¡Ahora saca tu culo de la cama!

—Alice se casa, Alice se casa… — Edward no paraba de murmurar esas tres palabras.

El vuelvo se retrasó por cuarenta minutos, y, durante aquellos cuarenta minutos, Alice no paró de insultarnos por haber dejado todo a última hora y por no haber viajado el día anterior. Pero, ¿Cómo convencer a una mujer desesperada y repleta de nervios que el trabajo es lo que trae el pan a cada mesa, y por esa razón no pudimos asistir a la despedida de soltero? No digo que Alice no la haya pasado en grande, ya que tenía cientos y cientos de amigas con quien pasarla bien, pero a Edward se le había complicado el trabajo en el hospital drástica y sorpresivamente y no pudo negarse a ayudar a varios niños mal heridos, y yo no tuve el valor de dejarlo solo, por lo cual me quedé con él.

Edward estaba más cansado que de costumbre. Seguramente, aquel cansancio se debía no solo a permanecer en el hospital hasta casi la una de la mañana, sino a que ambos nos trasnocháramos teniendo sexo sobre la mesa de la cocina. No es cómo si no lo hubiésemos hecho antes, pero un día anterior a la boda de nuestra hermana y mi cuñada... Teníamos que celebrar la 'despedida de soltero' de alguna manera, ¿no?

Una vez efectuado el desembarque del avión, corrimos, prácticamente, hasta la salida del aeropuerto con nuestras pequeñas maletas de ropa a la mano. Emmett nos esperaba afuera. Me ayudó con la maleta y comenzamos la caminata hasta la flamante camioneta de Toyota.

—¿Cómo está Alice? — Edward preguntó.

—Está loca — Emmett contestó sarcásticamente, cerrando el maletero de la camioneta — Rosalie está con ella, y también está loca. Esme y Carlisle llegaron ayer en la noche y están locos también. Hay un puto caos en la casa. Y pronto ustedes serán parte de eso.

Cuando llegamos a la casa de Alice, no me sorprendió en lo absoluto que fuera espléndida, en toda la extensión de la palabra. Alice era una excelente decoradora, especialmente, para ambientes de temperaturas cálidas como lo era California.

Alice estaba muy nerviosa. Esme, Rosalie y yo nos encerramos en una habitación a atender las necesidades de Alice, mientras que Emmett y Edward acompañaban a Jasper en una habitación, al otro lado de la casa, apaciguando los nervios que lo invadían. Era, al parecer, la primera vez que Jasper dejaba de calmar a todo el mundo con su carisma, para ser él el atendido. Estaría cobrándose años y años de ayuda psicológica a sus hermanos. Carlisle, que al parecer, estaba al borde de sufrir un colapso mental, se la pasó revoloteando de cuarto en cuarto, tratando de mantener la calma de todo y de todos.

A las doce y media de la tarde, Edward y yo nos encontramos, vestidos, arreglados, exhaustos y hambrientos en la sala de estar, tendidos sobre el sofá de la sala. Intercambiamos unas cuantas palabras durante unos veinte minutos, antes de que Alice pegara otro grito reclamando mi presencia, y me viera obligada a levantar mi cabeza del regazo de Edward, donde descansaba, para dirigirme pesadamente escaleras arriba.

A la una y cuarto de la tarde Jasper y el resto de los chicos salieron camino a la iglesia para hacerse cargo de todos, mientras Alice terminaba de arreglarse. A las dos y media de la tarde, Alice, dentro de la humilde Hummer, se encontraba tan eufórica y desesperada que pareciera que sufriría de una convulsión espontánea en cualquier momento. Sus manos aprisionaban las mías como garras, con tanta fuerza que tras cinco minutos de presión ya no sentía mis dedos.

El auto aparcó frente a la iglesia y Esme, Rosalie y yo bajamos del auto, dirigiéndonos a nuestros respectivos lugares. Con un vistazo rápido, pude percatarme de la presencia de varios conocidos, como Jacob, Vanessa, Carmen, Eleazar, Tanya, Clayton, Kate. Matt, Richard, Erika, Marlene, Howard; compañeros del hospital. Angélica, Roxana, Marianne, Luisa, Kristin, y esas eran las pocas amigas de Alice que recordaba, debido a que las muchas personas que aguardaban en sus asientos, eran desconocidos para mí, pero no me extrañaría que alguno fuese un diseñador famoso o algo por el estilo. Sería muy típico de Alice.

Enfundado en un elegante traje que combinaba a la perfección con su cuerpo, sus ojos y su cabello, Jasper parecía nervioso. No, no parecía, estaba completamente muerto de nervios. Pero a pesar del temblor de sus manos, podía apreciar muy guapo que se mostraba este día.

La ceremonia comenzó a las cuatro menos diez de la tarde. Al parecer, Alice se había tardado más de lo previsto.

Quise llorar de alegría cuando la vi, entrando en todo su esplendor en compañía de Carlisle. Su vestido blanco y luminoso iluminaba su rostro. Su cabello, el cual había crecido hasta llegar más debajo de los hombros, había sido ondulado por mano de Rosalie, y estaba adornado con un lazo brillante en forma de rosa que amarraba parte de su media cola de caballo. El velo caía largo, liso, perfecto, sobre la alfombra, y sus ojos, resaltados con suaves colores pasteles y delineador oscuro, brillaban, acuosos, repletos de una felicidad infinita. ¡Se casaba!

Jasper enfocó toda su atención en ella, y pareciera que en el momento en que sus ojos se conectaron, el mundo se desvaneció con un soplo del viento. Solos, ellos dos, en compañía de su alegría. No había nada que pudiera interrumpir su felicidad.

La ceremonia transcurrió lenta y sin tapujos. Alice y Jasper se tomaban de la mano, y se miraban a los ojos en ocasiones. Jasper le guiñaba un ojo, y Alice se sonrojaba.

Edward, Esme, Carlisle, Rosalie… mi familia, despilfarraban pura felicidad. Pude notar los ojos acuosos de Edward, y sonreí ampliamente, al percatarme de lo enternecido que se encontraba al presenciar el casamiento de su hermana favorita, y las ganas de brotar esa pequeña lágrima que se esforzaba por contener. Cuando se dio cuenta de que lo miraba, hizo una mueca de falso enojo y rodó los ojos.

Luego del 'Y los declaro, marido y mujer', Jasper no se contuvo con Alice, y ambos se atrevieron a compartir un largo y pasional beso frente a los ojos de todos, que comenzaron a gritar, aplaudir, carraspear y a silbar burlonamente por su descaro. Ambos se tomaron de la mano, y se dispusieron a saludar a todos los presentes.

Luego, nos dirigimos a un salón de fiestas, que Alice había alquilado especialmente para la ocasión. Alice cambió su traje de novia por un sencillo vestido azul claro y tacones bajos, y Jasper se vistió sencillamente, con unos pantalones de jean, camisa de botones, con los mismos zapatos de la boda.

La fiesta fue estupenda. Los invitados se mostraron bastante contentos con la decoración, la comida, la música y la 'hora loca'. Edward y yo no paramos de bailar en toda la noche. Edward me comentó que yo odiaba bailar cuando era más joven, pero que con los años me comenzó a gustar bailar. Ya podía bailar perfectamente con él sin pisar alguno de sus pies.

Los recién casados abandonaron el lugar, y se dirigieron al aeropuerto para tomar su vuelo a Roma, y más adelante, a Hawái. Todos nos despedimos, con lágrimas en los ojos, y ellos, con una sonrisa y un abrazo de despedida, demostraron su madurez y confianza, y desalojaron el lugar, seguidos de los aplausos de todos.

Esa noche, Esme, Carlisle, Edward, Emmett, Rosalie y yo dormimos en casa de Alice. Yo compartí una habitación con Edward, con una cama tan apetecible, que sólo tuve deseos de caer rendida sobre ella.

—Los extrañaré — susurré sobre la piel desnuda de su cuello, antes de depositar un beso sobre él.

—Yo también — concordó Edward, jugando con mi cabello — Pero no durarán demasiado. Estarán aquí para pasar el 31 de diciembre con nosotros.

—Me alegro. ¿Cuáles son los planes para navidad?

—No lo sé — se encogió de hombros — Seguro la pasaremos en casa de Esme y Carlisle.

—Edward.

—¿Dime?

—Han pasado casi ocho meses desde que desperté, y pareciera que fue una eternidad. Estos meses me han parecido un tanto lentos.

—La verdad, a mí también — acarició mi cintura — Sobre todo, porque siento que tengo mucho más tiempo para estar contigo.

—Aww — besé su mejilla — Tú también me caes bien, Edward.

—Tontita — dijo él, poniendo los ojos en blanco — Te quiero.

—Yo también te quiero, mi hombre sexy — murmuré, ganándome un golpecito en las costillas.

.

.

.

Entonces, volvemos a agosto.

Y, por consiguiente, a nuestro aniversario.

¡Al fin podría ver cuál era la maldita sorpresa de Edward Cullen!

Los últimos meses transcurrieron tan fáciles, felices y ligeros, que no pude pedir nada mejor que eso.

No sabía cuándo podría volver a ejercer mi profesión. Antes, o después de estudiar más acerca de la medicina y, posiblemente, estudiar un año de medicina base en alguna universidad, Carlisle y Edward buscarían a un médico especialista para realizarme un Examen Médico Ocupacional, para saber si estaré en condiciones de volver a ser doctora. Me preocupaba que me dieran una negativa, pero, en caso de que así fuera, no podría hacer más que aceptarlo y resignarme a estudiar algún otro trabajo.

—¿A dónde iremos? — pregunté.

—Es una sorpresa.

—Eso me lo dijiste hace ya un año.

—Pues sí.

—¿Y no me darás ni una pista?

—Está bien. Iremos a Brasil.

—¿Brasil? — pregunté, sonriendo — ¿Y harás capoeira?

—Sólo si tú bailas Samba — respondió, sonriendo de medio lado.

El viaje a Brasil fue tomando con un vuelo de no demasiadas horas, seguidas de un viajecito en lancha. No tenía idea de que Edward pudiera manejar una lancha grande, pero al parecer, habían cosas que aún me faltaban descifrar acerca de él.

—Y… entonces, cielo. ¿Qué es eso de allá? — pregunté, señalando el atisbo de tierra firme que se extendía a lo largo del mar.

—Esa… — dijo, ladeando el rostro para mirarme — Es la 'Isla Esme'.

—¿Isla Esme? — pregunté, abriendo los ojos de par en par — ¿En serio? ¿Una isla tiene su nombre?

—Sí — confirmó él — Fue un regalo de sus difuntos padres, es una Isla pequeña. Su padre era millonario. ¿Lo sabías?

—No lo sabía. ¿De que trabajaba?

—Era el presidente de un banco.

—Madre — silbé — Humildemente.

Edward soltó una carcajada.

—Esta isla es de Esme y Carlisle. En realidad, Esme recibió esta Isla cuando sus padres murieron en un accidente, pero para ese entonces la Isla tenía otro nombre. No lo recuerdo. Pero Carlisle arregló con los abogados, y con Esme, ambos decidieron bautizarla como 'Isla Esme'. Acostumbran a venir al menos una vez cada dos años. Ha pasado un buen tiempo desde que pasaron de visita, y he querido traerte, ya que nunca hemos venido, o al menos, no nosotros dos juntos. Yo vine en vacaciones con todos cuando tenía como catorce años.

—Vaya. Y…. Edward, ¿Cuánto tiempo estaremos aquí?

—Unas dos o tres semanas. Arreglé con el hospital para que me dejaran en paz por un tiempo.

—Me agrada la idea — sonreí — ¿Y qué haremos dos semanas en una Isla, completamente a nuestra merced?

Edward se giró para mirarme y una pícara sonrisa se plasmó en sus labios.

—¿Qué no haremos, reina?

Asentí, besando su mejilla.

—Feliz aniversario, Edward.

—Feliz aniversario, Bells — de pronto abrió los ojos — ¡Oh, lo olvidaba! Toma — de su bolsillo sacó unas llaves y me las entregó en la mano, dejándome confundida.

—¿Y esto? — inquirí.

—Son las llaves de nuestra nueva casa, en San Diego, California. Es la zona más cara, pero muy hermosa. Y ya estoy harto de la humedad y el clima frío, y esta vez no me importa lo que pienses. Es una casa muy espaciosa, con seis habitaciones, cuatro baños, una cocina, una gran sala de estar, dos patios, ¡y uno con piscina! ¿Te gusta? Alice me ayudó a escogerla, por eso el viaje que hice hace un mes, ¿recuerdas? ¡Podremos visitarlos cuando queramos!

Calló, con una amplia sonrisa, y se volteó a mirarme; a mirarme a mí, a mis ojos desorbitados, mi boca entreabierta y me expresión de completa e imbécil perplejidad y sorpresa.

Tras una alta carcajada, y un beso en mis labios petrificados, volvió a decir:

—Feliz aniversario, cariño.

.

.

.

Los años que continuaron, al lado de Edward, estuvieron repletos de purísima felicidad.

Ahora, al borde de cumplir 30 años, me encontraba en mi casita en San Diego, completamente satisfecha.

Edward ahora trabajaba en el San Diego Urgent Care. El horario era menos apretado y desesperante para él, y teníamos más oportunidades de vernos durante el día. Se sentía satisfecho con el hospital, con la directiva, y también con los elementos de trabajo. Era más feliz, por decirlo de alguna manera. Y no tenía que congelarse, como lo hacíamos en Forks.

Esme y Carlisle continuaron viviendo en Seattle, pero estaban en planes para mudarse a algún lugar más cálido, como Malibú. Así que no estarían tan lejos de todos nosotros, que era lo que pretendían. Mi relación con ellos se había fortalecido, a razón de que comencé a encariñarme cada vez más con ellos, hasta el punto de que comencé a llamarlos por el nombre de 'papá' y 'mamá' lo que no les molestaba en lo absoluto. Casi podía recordar el rostro de felicidad de Esme cuando se me escapó el apodo, hace unos dos años.

Emmett y Rosalie estaban en planes para tener hijos. Después de tanto rogar y rogar… Rosalie aceptó, y esperaba prontamente, ver 'positivo' en la prueba de embarazo.

Aun no podía trabajar. Me había sometido a una prueba especialista, y, para mi sorpresa, los resultados habían señalado que no sufría de percances y, con un poco de preparación, podría volver a ejercer mi carrera. Le había dicho a Edward que, por si acaso, y para sentirme más preparada, deseaba ir a la Universidad y estudiar unos años de medicina base y mi especialidad. Dentro de dos años, tal vez, podría ser doctora de nuevo. Existían otras formas para poder trabajar más rápido sin necesidad de ir a la Universidad, pero esto era lo que deseaba. Tal vez me haría sentir más "joven".

Mientras tanto, estaba escribiendo mi propia historia. Sentía la necesidad de escribir un libro, tal vez, con la historia de mi vida. Aun no pensaba en un nombre en específico, pero, entre mis opciones, se encontraba 'Las luces de Neón', 'Retrospectiva' y, el que me parecía más adecuado, 'Gracias a las estrellas'. Tal vez, en un futuro, fuera capaz de publicarlo en alguna librería. Aunque era poco probable, tomando en cuenta el hecho de que no recordaba parte de mi vida.

—¿Te sientes nerviosa? — murmuró Edward, sacándome de mi ensoñación.

—Un poco — admití, tronando los huesitos de mis nudillos.

—Tranquila — me calmó, acariciando mi pierna — Todo estará bien. Serás excelente para esto.

—¿Tú dices? — me giré en el asiento para verlo. Él apenas me miró de reojo, tomando en cuenta lo nerviosa que me ponía cuando no observaba a la carretera — ¿Tú crees que seré buena para esto? ¿Crees que me querrá… quien quiera que sea?

—¡Por supuesto que sí! — exclamó fuertemente— Eres una mujer maravillosa. ¿Quién no te va a querer?

—Gracias, Edward.

—No hay porque, cariño. Relájate — recomendó, dándole un apretón a mi rodilla.

Llegamos al sitio tan esperado, y ambos nos dirigimos hacia él para ser recibidos por la cordial sonrisa de una mujer asiática de unos cuarenta y cinco años.

—¡Hola! ¿En qué puedo ayudarlos?

Mientras Edward conversaba con mujer, yo me encaminé a través del sitio. Era una casa grande, de unos dos pisos. En el piso inferior, los niños y niñas corrían y jugaban entre ellos, algunos tranquilos, unos inquietos. Otros permanecían sentidos, de rodillas, jugando con rompecabezas, muñecos y carritos.

De pronto, sentí como algo empujaba mi pierna y me impulsaba levemente hacia atrás.

—¡Oh! ¿Te lastimaste, nena? — pregunté a la pequeña niña que al parecer, había tropezado al estar corriendo con sus amiguitos, que siguieron derecho y no repararon en la pequeña.

Negando con la cabeza, se puso en pié, con ayuda de mis manos, que ayudaron a incorporarla sujetando uno de sus bracitos.

Ella me observó, con sus grandes ojos grises. Era una pequeña, de cinco años, como mucho, de cabello negro y corto, piel aperlada, y cargaba unos pantalones de mezclilla y una camiseta blanca de mangas cortas. Un collar de pepitas de colores adornaba su cuello.

—¿Te golpeaste? — insistí.

—No — respondió ella, mirándome con curiosidad, hasta dejar fluir una larga sonrisa entre dientes blancos, pero, sin los dos primeros dientes superiores — Gracias, señora.

—De nada — ¡Que niña tan linda!

—Me gusta su cabello — murmuró, señalando con una de sus manitas, mi largo cabello suelto, puesto sobre uno de mis hombros.

—¿De verdad? ¡Muchas gracias! — me puse de cunclillas para quedar a su altura — Estaba pensando cortármelo, para cambiar un poco el look. Pero a mi esposo, Edward, le gusta más así.

—¿Edward? — pareció costarle un poco al pronunciarlo. Asentí con la cabeza, y ella hizo una mueca — Parece nombre de viejo.

Solté una audible carcajada, mirando enternecida, a la pequeña niña, que fruncía cómicamente el ceño, mirándome, preguntándose, tal vez, la razón de mis risas.

—Sí, tienes razón, es nombre de viejo. Pero sus padres eran anticuados. No le digas que te dije eso — murmuré, como un secreto, y ella rió, y el sonido que produjo fue como el timbre de campanitas.

—¿Usted tiene nombre de vieja? — preguntó.

Negué con la cabeza, sonriendo.

—No. Yo me llamo Bella.

—Me gusta. Es lindo — dijo, sonriendo angelicalmente.

—¿Cómo te llamas, nena?

—Paulina — respondió, tímidamente, en voz bajita e insegura.

—Paulina — sonreí ampliamente — Es un nombre precioso.

—¿Cuántos años tiene usted?

—29 — contesté.

—Yo tengo cinco — anunció, mostrando los dedos extendidos de su manita izquierda — Los cumplí el 18 de julio.

—¡Oh, qué bien! — exclamé, entonces, abrí los ojos, percatándome de algo — Oh, espera.. ¿Has dicho 18 de julio?

—Sí.

—¿Sabes qué día es hoy?

Ella se encogió de hombros —No lo sé — respondió.

Verifiqué en mi celular, fijándome que, para mi sorpresa, estábamos a 24 de julio. Según mis cálculos…. No… debía estar mal…

—¿Le pasa algo? — preguntó, mirándome confundida.

Negué con la cabeza.

—No, estoy bien, cariño. Creo que mi celular está desconfigurado. Le pediré a Edward que lo repare.

Sonreí ampliamente, para calmar sus nervios.

Paulina me devolvió la sonrisa.

Y este es el final. ¡Espero que se hayan sentido satisfechas con él! No habrá un epílogo, porque lo que venga adelante, ya es cosa del destino. Ya no hay nada más que decir. La historia de Edward y Bella, ya acabó. No habrá epílogo porque el epílogo se encarga más que todo, de explicar brevemente el destino de los personajes tras concluir el final, o la historia como tal. El Epílogo es solo relleno para que no existan dudas. Pero he aclarado bastante con este cap, así que el final es abierto, para que cada quien construya su propio final.

Estoy segura de que la mayoría captó lo del final. Es algo bastante evidente y, en caso de que sientan dudas o no han caído en la cuenta, mándenme un mensaje y con mucho gusto responderé, y, tal vez, agregue unos detallitos al mensaje para aclarar dudas.

¡Muchas gracias a todas las que me siguieron desde el principio de este fic! ¡Gracias a todas las que leyeron esta historia, y disfrutaron, lloraron, y rieron con los personajes! Gracias por tomarse la molestia de leer las cosas de ésta loca sin oficio. Gracias a las que comentaron, gracias por los votos, las visitas.. ¡de verdad lo agradezco mucho!

En mi cuenta de fanfiction (que pueden encontrar en la descripción de la historia), he publicado un nuevo fic que no será publicado aquí. Ninguno de mis 11 fics, a parte de Gracias a las estrellas, y Fruta prohibida (el cual estoy pensando eliminar de la sala cullen), serán parte de la sala Cullen.

Título: "Lo que ignoran los mitos"
Summary Completo: —Nada de lo que has visto esta noche pasó, ¿comprendes? —la amenazó el ojiverde/ Un desconocido, una misteriosa familia, y una serie de decisiones cambiarán la vida de Bella Swan para siempre. ¿Qué tiene que ver ella en todo eso? ¿Por qué debe ser protegida? ¿Y a que se refieren cuando dicen que otros quieren matarla? ¿Vampiros? ¡Pero si eso no existe!

También publiqué un fic hace como una semana, llamado "Opuestos Equivalentes", género Humor/Romance. Si desean seguirlo desde el principio, las invito a pasarse también. Será una comedia muy divertida y bastante extraña.

He dejado en mi perfil de FanFiction, la dirección de mi Twitter, Facebook, y mi msn, por si acaso quieren contactar conmigo. Acepto todas las peticiones. En caso de que no puedan tener el link de Face, búsquenme colocando mi correo electrónico, o buscando por Victoria Dollanganger.

Y bueno, creo que eso es todo. No tengo nada más que decir aparte de que espero disfruten un excelente año nuevo, y que tengan miles de bendiciones en un nuevo año. Las adoro, créanme.

Me despido. Abrazos electrónicos, besos al aire y mucho amor para todas ustedes.

Con todo el amor del mundo.

Vicky.



Capítulo 35: Pieza por Pieza

 
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