Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224743
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=575

http://www.fanfiction.net/u/2218274/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 31: Memorias

¡Sorry por la tardanza! He tenido falta de inspiración, ya empecé las clases, y me estaba tomando un mini descanso xD.

Noticia: ¡YA TENGO INTERNET!

A TODAS LAS CHICAS QUE ME PIDIERON QUE ME PASARA POR SUS FICS. Porfa, vuelvan a decirme cuales son, y en que pag de lunanuevameyer puedo localizarlos. ¡AHORA SI PUEDO LEERLOS, WIII! ¡Diganme! No tengo fics en cola por leer por los momentos :)

Memorias

—¡Edward! ya no sabía si aquella era la ocasión número veinte mil en la que Bella había pronunciado mi nombre con creciente enfado, mediante los llamados se hacían cada vez más constantes. Pero, debido al remolino agónico que habitaba mi estómago con la fuerza de una cuenca desbocada, no me molesté en evitar dejar a rienda suelta mí dolorosa frustración, alimentándola con una buena cantidad de Whiskey — ¡Edward, ábreme la maldita puerta! — Oh. Bella estaba insultando a la puerta. En burdas palabras, quería decir que estaba enojada, ya que ella no acostumbraba a decir blasfemias — ¡Te estás comportando de manera infantil!

Así me había encontrado, casi borracho, cuando regresó a casa más tarde que yo, bastante extrañada de que no la haya esperado para que nos viniésemos juntos. Y a causa de mis pocas condiciones por mantener una conversación seria con ella, decidí encerrarme en mi estudio, para que mi autocontrol no flaqueara y provocara que le termine gritando como una bestia.

No contesté. En cambio, me esforcé en ocultar un sollozo frustrado que estaba batallando en mi garganta, para que ella no se preocupara más de lo que ya estaba. Sí, sabía que estaba actuando como un completo idiota, pero no deseaba que estuviera tan cerca de mí cuando yo estaba bebiendo.

—Esto es ridículo… — la escuché refunfuñar desde la puerta, mientras escuchaba el sonido de sus pasos alejarse hasta desaparecer de mis sentidos auditivos. Pero, era de esperarse, ella no se quedaría quieta. Percibí el sonido de una llave entrar en contacto con el seguro de la puerta, antes de que abriera y mostrara la silueta de una Bella (muy enojada), empuñando una llave pequeña con su mano derecha.

—¿De dónde sacaste eso? —pregunté. Según tenía entendido, las copias de las llaves de la casa estaban en este cuarto, y Bella no cargaba consigo una de mi estudio nunca.

—Un repuesto para la copia. Sabía que serviría de algo algún día — respondió secamente, cerrando la puerta, y cruzándose de brazos — ¿Me dirás qué diablos es lo que te pasa? ¡Y ya deja de beber esa mierda! — me arrebató el trago de las manos y lo dejó sobre la mesa.

—¡Hey!

—Cállate y habla ya.

Suspiré con desgana, y pasé una mano por mis cabellos. ¿Es humanamente posible arrancarlo tú solito con tus propias manos? Oh, eso sería genial. Me pregunto si en Google aparece alguien que ya lo haya hecho…

—¡Edward!

Di un respingo, asustado por reverendo grito. Parpadeé varias veces, y me concentré en su rostro. Ahgh, el alcohol me distraía y ponía cada vez más idiota…

—Perdí hoy un paciente — informé con voz queda.

El rostro de Bella se suavizó al instante, dominado por la pena y la lástima, ya que se enteró de las razones.

—Oh — murmuró, frunciendo el ceño — Lo siento mucho, Edward.

—No, no lo sientes…. No tienes la más mínima idea de lo que se siente— cubrí mi rostro con mis manos, y no pude contener más las lágrimas. Bella corrió a mi lado y me abrazó por el cuello — Era un pequeño, Bella. Solo un niño de 14 años… pero su corazón era débil, y yo fui el encargado de realizar un trasplante de corazón. Y él… — solté un sollozo — Su cuerpo rechazó el corazón, no pude hacer nada. ¡Es mi culpa, Bella! Si tan solo hubiese sido más rápido… ¡yo sabía que algo iba mal! ¡Lo sabía! Pero le dije a los padres que ésta era la oportunidad perfecta, que el tipo de sangre del niño era rara, y ésta era la ocasión, ya que el corazón era el único que se pudo conseguir. Pero yo lo sabía… lo sabía… ¡que algo podría salir mal! Porque era muy joven ¡Un niño, Bella, solo un niño! Yo hablé con él meses atrás… le hubiera gustado ser cardiólogo, igual que yo, para que pudiera ayudar a otros niños y personas que sufrieran lo mismo que él…. ¡me lo dijo! ¡Él me lo dijo, unas horas antes de morir en mi mesa de operaciones! Le dije que no se preocupara, que todo saldría bien, que podría a asistir a la próxima copa mundial de futbol, como sus padres lo prometieron, ¡y yo le fallé! Ahora no podrá cumplir sus sueños, ni se graduará… ni siquiera había comenzado a vivir… ooh, y los padres… ¡Oh, los padres! Estaban destrozados… destrozados….

—Edward, Edward… — Bella susurraba una y otra vez, llorando, al igual que yo — No fue tu culpa. No lo fue, mi amor. Era muy joven, pudo haber muerto en manos de otro que no fueras tú. Eso es lo que pidió Dios, no pudiste haber hecho nada…

—¡Pues entonces Dios no sirve! — grité, separándola de mí — ¿Qué clase de 'voluntad de Dios' es esa? ¡A la mierda su voluntad! ¿Es que acaso le complace arrebatarle la vida a un chico? ¡Sufría de cardiopatía isquémica(1), Bella!¿Cómo puede padecer de eso, siendo tan joven?

—Sabes que sí es posible. Simplemente, para su edad, no es frecuente…

—¡Eso no justifica nada! ¡No tenía por qué morir! ¡No es justo!

—¡Tampoco es justo que nuestros padres hayan muerto, Edward!

La miré perplejo, de que saliera a relucir el tema.

—Eso es diferente…

—¿Por qué tendría que ser diferente?

—¡Porque nuestros padres murieron por otras causas inevitables! En cambio, yo prácticamente maté a ese niño. Bella, estaba nervioso por hacer algo mal. ¿Y que sí fue mi incompetencia la que ocasionó su muerte? ¡Soy aun un graduado, por más cerebrito que haya sido en mi clase, aun soy un principiante! — callé — Oh, Dios… ¡Debí cederle el puesto a ese engreído de Thomas! Tal vez, él si lo hubiera hecho bien…

—No es tu culpa. Métetelo en la cabeza, Edward. Así es la vida, y a ese pequeño le había llegado la hora. ¿No fuiste tú, el que me dijo tantísimas veces que la muerte era el pasaje para ir a un lugar mejor? ¿Qué la vida es dura, pero en el cielo, en cambio, siempre hay felicidad? ¿Lo recuerdas?... sabes qué…

—Sí, sí sí sí…. — repetí una y otra vez, pero deseando taparme los oídos para no seguirla escuchando. Yo sabía que era mi culpa, mía y de nadie más. Ni siquiera de Dios.

—… Para poder seguir adelante. Sé que para ti debe ser duro — no escuché lo que había estado diciendo el último minuto — Pero esas no son razones para que vengas a emborracharte y vengas a auto-culparte una y otra vez por algo que no es tú culpa…

—¡SI LO ES! — grité, poniéndome en pie.

—¡NO LO ES! — contrarió ella, levantándose del suelo.

—No quiero seguir discutiendo contigo. Vete, por favor — "antes de que diga algo de lo que me arrepienta", quise decirle.

—¡Me estás echando! — dijo ella, poniendo los brazos en jarra — ¡Pues no me voy!

—¡Bien! — me volví al escritorio y tomé la botella de Whiskey — ¡Haz lo que quieras!

—Oh, Cullen, más te vale soltar eso ya mismo, si no quieres que me enoje de verdad — me amenazó.

—¡Es mío, y hago lo que se me pegue la gana! ¡Déjame en paz!

 

—¡Arg! En vez de aceptar mi ayuda, me pides que me vaya — gruñó ella, zigzagueando por la habitación — ¡Pues así no son las cosas, Edward, soy tu esposa! ¡Estás siendo infantil y estúpido! ¡Ya estoy harta de que siempre estés auto-infringiéndote las culpas de todo lo que le pase hasta al gato! Y para colmo, ahora se te ocurre dramatizar con una botella de licor. Ugh.. yo… tú.. ¡Ugh! — balbuceó, antes de salir de la habitación azotando la puerta.

.

 

.

 

.

—Siempre hemos sido felices — comencé a decir. Bella, sentada a mi lado con las piernas cruzadas, me miraba a los ojos, expectante, crítica a mis palabras — Pero, al igual que cualquier pareja normal, peleábamos constantemente. Últimamente habíamos estado discutiendo tercamente con mucha frecuencia. Digamos que no estábamos en nuestros mejores momentos…

—Continua — me incitó ella, tomando mi mano cuando me quedé en silencio, con mi mente aun viajando al pasado. Inhalé hondamente y asentí, ofreciéndola la sonrisa más tranquila que podía.

—Supongo que debes saberlo. No es que nuestros debates fuesen importantes para todo lo demás que tengo que decirte, pero, creo que quería que supieras que nosotros no éramos siempre una 'pareja feliz'. Teníamos nuestros malentendidos, nuestros defectos. Desde que nos hicimos novios, peleábamos, aunque fuesen peleas pequeñas, de temas insignificantes, pero siempre lo hicimos hasta tu accidente — acaricié el dorso de su mano con ternura — Mmm, antes de que cayeras de la cima, peleamos. Estábamos tensos, ya que la acumulación de estrés de trabajo, y… otras cosas, a veces influyen en el humor de las personas.

—¡Ya regresé! — anuncié, colgando mi chaqueta en el perchero — ¡Beells! ¿Estás despierta?

—¡Aja! — oí su grito en respuesta — ¡Estoy arriba!

Subí los escalones con pesadez. ¡Tremendo cansancio el que sentía! Definitivamente, el hospital se estaba yendo para abajo. ¿Cómo podía un pueblito tan pequeño como Forks, tener habitantes tan propensos a accidentes? ¡Santo Dios! Hace diez años no era así.

—¡Hola Bella! — saludé, cuando la vi tendida en la cama, leyendo un ejemplar. Alzó la cabeza con fastidio y contestó.

—Hola, bebe. ¿Cómo te fue hoy? — preguntó quedamente.

Fruncí el ceño, detectando de una vez su estado de humor.

—¿Qué te pasa?

—Es solo qué… — soltó un suspiro — Siempre llegas tarde, Edward. Apenas hemos cenado juntos dos veces el último mes. ¿Qué es lo que te retiene tanto?

—Ya te lo he dicho. Solo hay dos cardiólogos y cuatro cirujanos especializados. Sabes que debido a las épocas de lluvia siempre ocurren accidentes…

—Pero eso no te conviene a ti. En todo caso, sería a mí a la que deberían exigirle.

—Claro, claro, pero es diferente. Recuerda que debido a las constantes lluvias, ocurren accidentes, y la mayoría de las veces son graves, y yo me encargo de las operaciones internas. Tú área es más superficial…

—¡No metas a mi especialidad en esto!

—Bueno, bueno… quiero decir, que sencillamente el hospital me tiene del carriso a mí. ¿La tiene agarrada conmigo? No lo sé, tal vez — intenté bromear, aunque su fría mirada me indicó que no estaba de humor para juegos — Además, no vengas a desquitarte conmigo echándome el carro encima. Tú también te la pasas metida allí, tanto y a veces más tiempo que yo.

—Jum — gruñó ella, rodando los ojos — Mentirosos. Se supone que son ochenta horas semanales las que debemos cumplir, y vienen a exigirnos más tiempo.

—Eso es culpa de la poca organización del hospital, querida — me senté a su lado y me acurruqué a su lado, besando su mejilla — ¡Pero mira la buena noticia! Siempre tenemos tiempo de almorzar juntos, y tomarnos unas horas libres al día.

—Bueh, sí, tienes razón — concordó, metiendo sus manos por debajo de mi camiseta para acariciar mi pecho. Hummm… manos mágicas — Aun así, odio que solo tengamos los fines de semana para respirar tranquilos.

—Te lo advertí antes de que nos mudáramos, y no me hiciste caso.

Ella paró sus masajes y me miró con el ceño fruncido.

—¿Te molestó que te propusiera que viniésemos?

—Oh, no, sabes que no. Es solo qué… no es que tuviese preferencia por algún estado en específico pero… no es que me sintiera demasiado cómodo con venir aquí.

—¿Por qué?

—Estar tanto tiempo en un solo lugar, a veces cansa — me encogí de hombros.

—Pero tú no te quejaste cuando te dije que quería volver.

—No, no lo hice. Pero es porque te hacía muy feliz hacerlo como para que me negara.

—Esto es precisamente lo que me molesta de ti, Edward — bufó, sentándose en la cama de nuevo — Acostumbras a callarte tus opiniones. Ahora me siento una egoísta. Dime una cosa, ¿querías venir aquí? Contéstame sinceramente, por favor.

Apreté los labios con fuerza, sin despegar mis ojos de los suyos, retadores. Esto era precisamente lo que no me gustaba de nosotros: no podíamos decir nada sin discutir cualquier estupidez.

—Yo… no — respondí, vacilando con mis palabras — Había pensado aceptar una oferta de empleo de Esteban, ¿te acuerdas de él, no? Me dio la oportunidad de trabajar en Chicago, pero me negué.

—¡¿Y por qué hiciste eso? No, espera… ¿Por qué no me habías dicho nada?

Respondí con un encogimiento de hombros.

—¡Oh, genial! — dijo con sarcasmo — ¡Ahora resulta que me ocultas cosas!

—No te molestes, Bella. Verdaderamente, no me sentía demasiado emocionado de trabajar en el Cook County Hospital, no me gusta, y la paga no es muy buena…

—Como sea, Edward. Me enfada que no me hayas consultado nada.

—Bella, amor. Ésta bien. Yo me siento... hum… no cómodo, pero si satisfecho aquí. Estoy contigo. ¿No es eso lo que importa?

—Que me ames no es suficiente, Edward. Me gusta que confíes en mí, y no me mientas.

—¡No puedo creer que estemos discutiendo por esto! — me enfurecí, advirtiendo que estaba a punto de dejarme llevar por eso y empezaría a decir un montón de babosadas — ¿Quieres hablar de confianza? Bien, hablemos de confianza. ¿Qué pasa entonces, con tus miraditas reprobatorias cada vez que me pillas hablando con una de las enfermeras, específicamente con Emily?

Cerró la boca cuando estaba a punto de reclamar. Sus mejillas se tiñeron de un suave carmesí, y bajó la mirada.

—Yo… — sacudió la cabeza — No me gusta la manera en que se te insinúa tan descaradamente.

—Esa no es razón para que tengas que picarte conmigo cuando charlo con ella.

—Por favor. No eres ciego, Edward. Sabes perfectamente que esa chica no es precisamente un pan de Dios, y que quiere contigo. Y a pesar de eso, yo los veo entre risa y risa a cada rato.

—¡Estás celosa! — exclamé, resoplando con ironía — ¡No puedo creerlo! ¿Tienes razones para dudar de mí? ¿Es eso? ¡Menuda confianza la tuya!

—¡Claro que no! — contestó, con voz asombrada y temblorosa — ¡Pero sabes perfectamente lo que pienso de tus juntas con las enfermeras! ¡Además, tú no hables demasiado, que aun sientes celos cada vez que me ves con Jacob!

—Ahora resulta que me gustan las enfermeras, y que Black es mi competencia para toda la vida — dije con dramatismo — Perfecto. Primero; creo haberte dejado bien claro que no estoy celoso de Jacob. Simplemente, no me cae bien. En un pasado pude estarlo, pero era joven, hormonal, y lleno de inseguridades. Y segundo, ¿No que habíamos acordado confiar en el otro hace como cien años ya? A pesar de eso, aun te pones celosa cada vez que miro a cualquier mujer que me pase por los ojos. ¡No me gusta nadie más, Bella! Y ya déjate de estarte psicociando con que Emily me atrae.

—¡Oh, pero eso no es lo que parece! ¡Creo que su cara de 'santa del cielo' y sus senos de sandía no parecen molestarte en lo absoluto!

—¡Jesucristo! ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué me parece atractiva? Bella, eres mi esposa, el amor de mi vida, y la mujer que me apasiona. Evidentemente, Emily es atractiva. No por nada fue reina del concurso de belleza de Manhattan "señorita sol" o como sea que se llame.

—Oh, sí tanto te gusta entonces, ¿porqué no te vas con ella? — calló abruptamente, al tiempo en que mi quijada de iba para debajo de golpe — Yo… no quise decir eso….

—Oh, sí lo pensaste, y lo dijiste — inhalé hondamente para tratar de calmarme, y apreté mis puños, cerrando los ojos.

—Edward…

 

—Déjalo. No quiero pelear más — fueron mis palabras, antes de tomar nuevamente mis llaves y salir de la casa.

.

 

.

 

.

—Bella… — murmuré, preparándome para lo que venía a continuación — Hay algo muy importante que no te he contado.

—¿Qué? — comenzó a impacientarse, oprimiendo sus dedos en mi mano — ¡Dime a que viene todo esto, Edward! Me estás poniendo de los nervios. ¿Tan grave es?

Oh, solamente mucho, mi amor. ¡Pero no te preocupes! Si no me odias después de esto, estoy seguro de que todo será tan feliz como antes y tendremos nuestro final de caricaturas de Disney. ¿A que no es genial?

—Sí — admití, dejando a un lado mis ilógicos pensamientos — Y por eso te pido, mi vida, que no te vayas a alterar. Quiero que recibas esta información lo más abierta y serena que puedas.

Asintió con la cabeza frenéticamente, en espera de lo que sea que tenía que decirle yo.

—Bella — comencé, entrelazando sus dedos con los míos, para no dejarla ir. No quería dejarla ir — Yo te mentí. Bueno, no te mentí exactamente, te he omitido cosas importantes. Pero quiero que sepas, que no lo hice con malas intenciones. Ya pronto se cumplirán dos meses desde qué despertaste, y tus avances y mejoras son cada día más impresionantes. Siempre supe que eras una chica fuerte, y esto completamente lo comprueba. No te dije nada con anterioridad porque tenía miedo que te alteraras, y tus nervios se dispararan y tu situación empeorara. Eso fue al principio, que no estaba totalmente seguro de lo que podría conllevar tu reintegración, dentro de un estado de amnesia, donde no asegurábamos si era una amnesia retrograda o global, o podría llevar a una amnesia anterógrada. ¿Te lo imaginas? ¡Sería espantoso! Entonces, quería que llevaras las cosas de poco a poco, sin presiones, para no forzar a tu cerebro a recordar. Aunque no fue necesario, ya que tu recordabas solita muchas cosas. Y…. — resoplé con amargura. ¡Qué inútil que me sentía! — Ya no hay porqué ocultarte nada, estarás bien. Pedí la opinión de Carlisle, y me dijo que no atisbaba algún problema.

Ella me miraba, impaciente, desesperada, suplicándome con la mirada que dejara tanta palabrería y le contara de una vez por todas, que era lo que afectaría nuestra armonía tan drásticamente.

—Sí, Edward, entiendo todo lo que me estás diciendo. ¡He leído todo sobre la amnesia! ¡Lo sé todo! ¡Sé muchas cosas! ¡Soy doctora, por el amor de Cristo! Explícame, de una maldita vez, ¿Qué es lo que pasó?

—Bella…. Yo…. Te fui infiel, mientras estabas hospitalizada.

Sus ojos se ampliaron debido a la sorpresa, y apartó su mano con brusquedad, repeliéndome por completo de todo contacto.

—¿Qué? — expresó con voz ahogada, llevando una mano a su boca.

—Lo siento — susurré, cerrando los ojos. ¿Qué más podría decirle?

—No lo creo. No te creo — murmuraba, negando frenéticamente con la cabeza.

—¿Por qué habría de mentirte? — repliqué, enfrentándome a su mirada perdida.

—Pero… — masculló entre dientes, retorciendo sus manos inconscientemente — Tú me dijiste que me amabas.

—Y te amo — confirmé, luchando desesperadamente por no perder la calma.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste? — su voz que quebró al final. En sus ojos, ya comenzaban a formarse las primeras lágrimas. Lágrimas de dolor. Lágrimas ocasionadas por mí culpa.

El repudio, el horror, la repugnancia a mi mismo regresó a mi pecho convertido en una bola de fuego, incinerando todas las virtudes que hasta ahora, yo creía existentes en mi alma. ¿Cómo puede un hombre como yo, ser bueno, si puede causarle daño a quien más quiere?

Alice estaba equivocada. Yo no era bueno. Por mi culpa, Bella había sufrido el accidente. Si no hubiese sido tan terco… Sí tan solo hubiese dejado a un lado el orgullo predominante, las cosas serían diferentes. Seríamos felices.

—No lo sé. Te lo juro, que no sé porqué lo hice — hice mis mejores esfuerzos por no agonizar en frente de ella. Aun no venía lo peor.

—Pero… pero… — titubeó. Alcé la mirada, para comprobar lo que suponía. Ya las lágrimas desbordadas se deslizaban silenciosamente por la suave superficie de sus mejillas sonrosadas. Los ojos de Bella lo decían todo: Desconfianza, dolor, incredulidad, horror, más dolor — Pero… Oh, Edward — soltó todo el aire que había guardado, antes de retomarlo en un larga bocanada de aire — No me digas eso, por favor… No, no logro… entender… yo… ¡No duré más de un año en coma! ¿Tan pronto sentiste deseos de olvidarme? — No. No no no. Me mata, me mata que me digas eso… — Yo… supongo que llego a entenderte. Las probabilidades… bueno, era impredecible haber sabido cuánto duraría postrada en una cama, pudiste haber dudado, deseado… Oh. Pero aun así, no puedo. No puedo asimilarlo — pasó una mano nerviosa por sus cabellos, desplazando su mirada a través del living — Yo te amo, Edward. Te amo muchísimo, y apenas estoy dándome cuenta de lo mucho que te necesito. Pero yo… necesito pensar.

—Bella — susurré, con voz rota — No te pido que me perdones. Pero por favor, no te vayas, no todavía. Aún falta que te diga algo — es ahora o nunca. Tenía que acabar con esto de una vez por todas.

—Está bien — concordó ella, abrazando sus hombros, como si de pronto una ráfaga de viento helado hubiera lamido su cuerpo — Pero primero… quiero que me digas, ¿con quién fue? — No tuve fuerzas para responder aquello. Pero mi silencio, dio a entender que la respuesta era más clara que el agua — Charlotte — susurró, más para sí misma que para mí. Apretó sus labios en una fina línea, y me observó a los ojos, con una mezcla de sentimientos inescrutables.

Asentí con la cabeza.

—Lo siento — volví a repetir, con un suspiro frustrado.

—¿Qué mas es lo que tienes que decirme? — preguntó, mirándome sin expresión alguna en su rostro. ¡Oh, como quisiera ser ella y poder saber lo que pasaba por su mente! Sí había algo más doloroso que me demostrara sus penas, era no expresarme nada en lo absoluto.

—Bella — me preparé para lo que venía — Tras tu caída, no solo perdiste la memoria. Si no también, perdiste un bebé.

Su reacción, fue quedarse petrificada en su asiento.

 

Y la mía… llorar por dentro todo lo que había anhelado por superar.

…..

—¿Q-que es lo que estás diciendo? — tartamudeó, perpleja.

—Bella. Al caer del acantilado, abortaste un feto de tres meses — informé, sintiendo como el dolor se acumulaba en el centro de mi pecho con una intensidad asfixiante. Cerré mis parpados con fuerza, buscando las palabras necesarias para explicarle — No pudimos hacer nada. Te juro que hicimos lo que pudimos, pero era demasiado tarde. El dañó fue irreversible. Tu caída ocasionó daños graves en tu cuerpo, en tu útero. El bebé…. Estaba oficialmente muerto cuando te trajeron al hospital, y ya habías empezado a sangrar. Y… hay altas posibilidades de que no puedas volver a quedar embarazada.

Bella comenzó a temblar. Sus ojos, casi saliéndose de sus cuencas, y las lágrimas, furiosas, corrían por sus pómulos cual río desbocado.

—¡Oh, no! No, no, no — sollozó — ¡No puede ser! ¡Es falso!

—¡Bella! — grité, tomándola por los hombros — ¡Te mentimos, diciéndote que solo tuviste un golpe en la cabeza y unos cuantos daños! ¡La verdad es que estuviste grave de muerte, tanto por la caída como por el aborto! Nuestro hijo no pudo vivir. La caída fue desastrosa. Lo siento tantísimo. Carlisle hizo todo lo que pudo. Yo estuve presente, también. No fue fácil, Bella, ver a nuestro hijo muerto en pedazos. Pero no quiero que te derrumbes por esto, por favor. Ignóralo.

Era egoísta pedirle que lo hiciera, pero no deseaba que se torturara a sí misma con ésta noticia. No quería que pasara por el dolor que yo viví durante un año. Perder un hijo, para mí, había sido la cosa más horrible del mundo, y el hecho de que Bella estuviera por años, o incluso para siempre, sumida en un sueño profundo, era igual de doloroso.

—¡Oh! ¿Cómo puedes pedirme que lo olvide, que lo ignore? ¡Estuve embarazada! No puedo creerlo… ¡Tuvimos la oportunidad de tener un hijo, y por mi culpa ha muerto!

—¡No! No es tú culpa, Bella. Bien sabes que no lo es. Por favor… — intenté sujetar sus manos, pero ella se apartó y se puso en pié, alejándose de mí de paso en paso.

—Me mentiste. Me mintieron todos. ¡Me ocultaron algo como esto! ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste engañarme con Charlotte? ¿Cómo pudiste mentirme con algo tan serio, como un hijo?

—Te expliqué mis razones, Bella — traté de defenderme.

—No importa — pateó el suelo, antes de emprender marcha a la salida.

—¿A dónde vas?

—Necesito salir de aquí. Tomar aire.

—Por favor… — supliqué, con aquel nudo en la garganta, anunciando una próxima ronda de lágrimas — Por favor… no te vayas así, alterada.

—Déjame, Edward — liberó su brazo de mi mano, que impedía que marchara, y cogió las llaves de su coche, dirigiéndose a la cochera.

Estuve a punto de correr a ella cuando escuché el sonido del motor al encenderse, pero me detuve.

Déjala ir. Necesita estar sola, y asimilarlo todo.

Para mi sorpresa, opté por obedecer las órdenes de mi consciencia.

Me dejé caer en el frío suelo, y llevé mis manos a mi rostro, desahogándome a través de las lágrimas, todo el dolor que había estado conteniendo por varios meses.

—¡EDWARD! — Bella gritó desde la cocina. Fue un grito tan pero tan colosal y agudo, que inmediatamente me puse de pié, me incorporé no sé cómo diablos y corrí escaleras abajo, goteando por todos lados como una regadera. Una vez que llegué a la planta inferior, me introduje a la cocina prácticamente tropezando.

—¡¿Qué pasa, que pasa? — repetí ridículamente, preocupado de toparme con un oso hambriento en medio de la sala, un incendio, una invasión alienígena, una picadura de mosquito, ¡cualquier cosa!

—¡Hola mi esposo bello y precioso… y sexy!

Pero, en cambio, me quede perplejo al observar a Bella sentada muy cómodamente sobre la encimera de la cocina, comiendo una barra de cereal como si fuese la cosa más natural del mundo mandarle un infarto a mi corazón con semejante grito, por nada.

—Bells. ¿Qué pasa? ¿Por qué el griterío? ¡Me has dado un susto de muerte!

Ella continuó saboreando su barra de cereal, observándome con picardía y también, como si yo me tratase de un loco haciendo un casting para obtener el papel del nuevo Will Smith para una versión revolucionada de 'El príncipe de Bel Air'.

—Te quiero mucho — murmuró, mirándome entre sus largas pestañas. Parpadeó coquetamente, sin borrar aquella amplia y contenta sonrisa de su rostro.

—Yo también te quiero, preciosa. ¿Pero no pudiste decírmelo con más calma?

Se bajó entonces de la encimera, torció la boca y colocó sus brazos en jarra.

—Está bien. Entonces, no te interesará saber que Alice acaba de llamar para informarnos que llegará pronto a hacernos una visita, que te compré más caramelitos de menta con chocolate que a ti tanto te gustan, que me han dado el día libre en el hospital, y que vas a ser padre. Bueh — se encogió de hombros y salió de la cocina.

Ah. Justamente el día que Bella no tiene que trabajar y yo tampoco, Alice viene a estropearlo con una de sus excéntricas visitas, donde le colmará a Bella la paciencia con bolsas de ropa traídas desde LA y quien sabe que tanto más. Al menos, tengo el consuelo de saber que al fin obtuve mis caramelos de menta y…

Alto. ¿Qué es lo que ha dicho?

Padre. Edward, padre. Bella. Padre….

Vas. A. Ser. Padre… ¿Vas a ser padre? Voy-a-ser-padre… Ser. Padre…. Vas-a-ser-padre…

… ¡Oh, mierda! ¿Voy a ser padre? ¡Voy a ser padre!

—¡Oh! — exclamé entonces, saliendo del limbo de los idiotas.

Parpadeé un par de veces, asimilando y rebobinando las palabras en mi mente, hasta que reaccioné como se debe y salí corriendo en busca de Bella, que apenas iba por la mitad de los escalones. La cogí del brazo, y la obligué a regresarse.

—¡Júramelo! — advertí — ¡Oh, Marie! ¡Dime que no estoy loco! ¡Júramelo!

—¿Qué? ¿Qué pronto tendrás que cambiar pañales? Sip — dijo, sonriendo como una niña.

—¡Oh, cariño! — grité, antes de besarla con toda la pasión del mundo — ¡Voy a ser papá!

—¡Vas a ser papá! — me siguió Bella, pegando saltos, y regando besos por todo mi rostro — Y en ropa interior, ¡y estás mojado!

—Acabo de salir de una ducha — me expliqué, aun con la sonrisa idiota en el rostro. Iba a tener un hijo. Bella y yo — ¡Vamos a tener un bebé, Bella! — volví a abrazarla, cegado por la alegría — ¡Me has hecho el hombre más feliz del mundo!

—Aun no — sonrió pícaramente, y hundió sus finos dedos en mis húmedos cabellos — Creo que más tarde tendrás que tomar otra ducha, Cullen. Esta celebración va para rato — murmuró, apretando mi trasero para luego… ¡darme una nalgada! ¿Quién era ella, y que había hecho con mi esposa?

Oh. Como sea. Ésta también me gusta.

—No sabes las ganas que tengo de desnudarte y mandarte a la cama — admití, metiendo mis manos por debajo de su blusa.

—Oh, pero cuidado a la hora de quitarme el encaje azul rey con mayas.

 

Me quedé, prácticamente, estático en mi lugar.

—Tú. Yo. Arriba. AHORA — dicté, cargándola en brazos — Vamos a hacerle un hermanito a nuestro hijo.

.

 

.

 

.

Sollocé ruidosamente. El hecho de recordar lo que pudo haber sido, era sumamente agonizante y frustrante. Dolía. Dolía más de lo que podía soportar.

Un hijo. ¡Oh, amor mío, tanto que anhelábamos poder cuidar a un pequeño bultito, a un hermoso regalo de Dios! ¡Cuánto queríamos! ¡Cuánto lo amábamos!

Entonces grité. Estaba harto. Harto de que los recuerdos llegaran a torturarme. Harto de los sueños rotos. Harto de las falsas esperanzas.

 

Solo quería olvidar. Solo quería dejar de sufrir.


(1) Cardiopatía Isquemica: La cardiopatía isquémica es una designación genérica para un conjunto de síndromes íntimamente relacionados, en donde hay un desequilibrio entre el suministro de oxígeno y sustratos con la demanda cardíaca. La isquemia debida a una obstrución del riego arterial causa, además de hipoxemia, un déficit de sustratos necesarios para la producción de ATP, y un acúmulo anormal de productos de desecho del metabolismo. (Gracias, Wikipedia)

.

No me maten no me maten no me maten no me maten.

Capítulo 30: La joven de los ojos dorados Capítulo 32: Esposa y Amante

 
14439226 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios