Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224762
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=575

http://www.fanfiction.net/u/2218274/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 21: Luna De Plata

Luna de Plata

Me desperté a eso de las dos de la mañana. Tenía frio, muchísimo frio; A pesar de que la calefacción estuviese encendida, y los fuertes y cálidos brazos de Edward me cubrían, irradiando calor y protección inconsciente muy propio de su personalidad.

Aun adormilada, gire mi rostro hacia un lado, simplemente para toparme con el rostro de Edward a tan solo unos cuantos centímetros del mío. Le contemple, tratando de memorizar cada pequeña zona de su cara, cada pequeña hebra de su cabello, cada poro de su piel. Edward era hermoso, inclusive lo era más cuando estaba durmiendo. Su rostro era tan apacible, tan angelical, sus labios perfectos y sus parpados cerrados. Parecía un niño, un niño buscando protección entre mis brazos.

Me distraje disfrutando de la vista, hasta que recordé que aun tenía frio.

Me levante con delicadez, procurando no despertarlo en lo absoluto con mis ordinarios y mal coordinados movimientos. El se agito, pero aflojo el agarre de sus brazos cuando yo estaba a punto de apartarme de ellos. Me levante torpemente –típico-, y camine hasta el adaptador de la calefacción, aumentando la temperatura, creando así un ambiente más de acuerdo con mis necesidades.

Camine hasta el baño para lavar mi rostro. Ya que estaba despierta, estaba segura de que me costaría un mundo quedarme dormida de nuevo. Salí del baño apagando la luz con silencio, y cuando alce la vista yendo hacia la cama de nuevo, pude notar, gracias al reflejo de la luna que traspasaba su luz plateada y resplandeciente a través del cristal de la ventana, que Edward estaba despierto, ya que sus ojos estaban abiertos.

Me dedico una pequeña sonrisa y abrió sus brazos. No dude un segundo en refugiarme en ellos.

–Hola, ¿Te desperté?

–Sí. Pero no importa, ya me has despertado muchas veces con tus habladurías nocturnas –Contesto con tono burlón, acariciando mis cabellos.

–Oh, ¿Y esta noche eh dicho algo nuevo? –pregunte, por mera curiosidad. Había soñado algo…

–Hum, la verdad, si. Y me parece bien, tenias mucho tiempo diciendo lo mismo cada noche.

–Oh, ¿Cómo qué? –Pregunte en un murmullo, mientras mis dedos acariciaban la piel de su cuello.

–Nada completamente coherente. A veces me llamas, hablas sobre Forks, sobre Emmett. Aunque en realidad se escucha algo como tonto yogui, devuélveme eso. –Rio entre dientes –Hablas de Alice, y siempre dices la palabra demonio. También… nombras a tus padres.

–Oh –Dije, poco sorprendida. No me extrañaba, recordarlos era una de mis prioridades, aun así en mi inconsciente. Mi pecho se oprimió tenuemente, pero me fue fácil dominar la sensación es este.

El me beso dulcemente los labios.

–¿Te he deprimido? Si es así, lo siento mucho –susurro. Y yo en ese momento de lo único que estaba al consciente es que necesitaba urgentemente otro beso. A veces Edward provocaba estragos en mi mente.

Sin decir nada, lo bese yo esta vez.

Y lo que menos pensé es que el clima cambiaria tan drásticamente.

Nuestros labios ya no eran dulces, sino ansiosos y ardientes. Sus brazos me aprisionaron la cintura y me presiono contra su cuerpo, besándome con labios persuasivos, y mis manos se aferraban a sus fuertes hombros, casi clavando las uñas sobre ellos. Mientras los segundos pasaban, el beso seguía subiendo de tono, hasta convertirse en una ola de pasión transmitida en viceversa. Inconscientemente, apreté mi cuerpo un poco más hacia el suyo, y sus labios siguieron un camino de fuego que abarcaba desde mi rostro, parpados, mejillas, labios, hasta deslizarse por mi mandíbula y descender hasta mi cuello, que comenzó a llenar de feroces besos. Yo me sentía perderme a mi misma entre las sensaciones, porque en este momento ya no me acordaba de nada, ni de mis padres, ni de Alice, que posiblemente estaría preguntándose que estaríamos haciendo, ni de Emmett, que exigiría una posible explicación mañana en la mañana. Ni de Carlisle, ni de Esme, quien estaría preocupada por nuestra ausencia.

No recordé ni siquiera los motivos que nos habían llevado a este extremo. De lo único que estaba consciente, es que Edward me estaba besando, y que mi cuerpo exigía más de su cercanía.

Y en ese momento cedí.

◘ . Mis manos, flácidas, y avivadas por un mero instinto, eco de mis deseos, se adentraron por debajo de la playera de Edward, y exploraron cada centímetro de su abdomen y su pecho. Edward regreso por su camino, y poseyó mis labios nuevamente, en un beso desesperado y apasionado. Una de sus manos estaba alrededor de mi cintura y la otra acariciaba mi mejilla; Luego emprendió camino a través de mi cuerpo, deslizándose por el cuello y pasando mi hombro, acariciando mi costado hasta llegar a mi pierna izquierda. La acaricio desde la batata hasta el muslo, con la caricia más delicada que había podido imaginar antes, y luego paso el brazo por debajo de la rodilla, provocando así que mi pierna se levantase un poco.

–Bella –Susurro con voz ronca contra mi cuello –¿Estás segura de que deseas continuar?

–Edward –Murmure en respuesta –Créeme que me enojare muchísimo si te detienes ahora –Y en un acto precipitado, como defensa de mi confesión, -a la vez siendo, un alivio de mis deseos- Levante la pierna que él sostenía de una patada y la pase por su cintura. El gimió. Y ese sonido mando una ola de lujuria y estremecimiento que recorrió mi cuerpo entera, haciendo que la llama dentro de mí se avivase más de lo que ya estaba. Dejando atrás todo el temor que había sentido anteriormente.

Incluso en un gemido, Edward suena espectacular Me hablo mi voz interna, para nada pudorosa.

Tome la camiseta de Edward de los bordes, y la fui subiendo con delicadez, como una insinuación a que deseaba despojarme de ella. Edward me ahorro el trabajo, y de un movimiento rápido se zafo de ella y la tiro, cayendo al suelo sin hacer el más mínimo ruido. Mis labios se deslizaron por su cuello, y besaron su pecho con devoción, mientras mis manos acariciaban la superficie de su abdomen. Accidentalmente moví mis caderas contra las suyas, lo que ocasiono un gemido por ambas partes. Sus manos me tomaron de la cintura y me impulsaron a sentarme a horcadas sobre él. De inmediato adentro sus manos dentro de mi camisa, y mi cuerpo padeció de un estremecimiento cuando sentí sus manos a mis costados, y acariciando mi espalda.

–Quítamela –prácticamente suplique. Las sensaciones me estaban volviendo loca.

Edward, obediente a mi ruego, se deshizo de mi camiseta. En ese mismo instante cerré los ojos, sintiéndome un poco avergonzada ante la posible mirada crítica de mi novio. Hasta ahora, jamás me había dedicado a pensar si yo era físicamente –en este aspecto- lo suficientemente guapa para alguien como Edward. El siempre me lo había dicho, que yo era lo más hermoso del mundo; pero aun así, llena de inseguridades arrastradas por mi vida y mi timidez, dude durante un segundo sobre sus palabras.

La sangre se hospedo en mis mejillas con intensidad.

–Tonta Bella, ¡Si supieras que no hay nada por lo que debas ruborizarte! –Dicho esto, me abrazo con fuerza y uno sus labios con los míos con una pasión que arraso con las pocas neuronas que quedaban vivas en mi cerebro. Nuestros pechos se juntaron, y yo enrede mis manos en su cabello, dándole suaves jalones, mientras él dirigía su boca nuevamente a mi cuello, besándolo, mordiéndolo, mientras con sus manos acariciaba mis piernas desde el talón hasta el muslo, y acariciaban mi espalda, costados y senos. Mi estomago estaba repleto de mariposas, y de un calor arrasador que se concentraba en mi vientre.

Cambio de posición, haciendo que mi espalda quedara recostada sobre la cama. Yo apenas estaba consciente de que nos habíamos desecho de nuestros pantalones, quedando así con una última prenda, la cual me estaba comenzado a parecer un estorbo –y de las cuales quitaríamos del medio pronto-.

El fuego me consumía, la lujuria se apoderaba de nosotros cada vez más, y yo me sentía desfallecer en cualquier momento, ¿Es que acaso podría sentir más calor? Sentía como si me estuviese incendiando por dentro en una ola de placer en cambio de dolor, y deseaba que el fuego me consumiera.

Edward masajeo mis caderas y mis muslos, y yo me removí contra él. El suspiro, al momento en que mordía mi cuello con fuerza, haciéndome erizar la piel.

Edward comenzó a deshacerse de la última prenda que yo portaba en mi cuerpo, y ahí sí que me ruborice, prendiéndome como un farolito. Era la primera vez que estaba completamente desnuda frente a un hombre, frente a Edward.

–Bella… –Murmuro con voz suave –Eres la mujer más hermosa que mis ojos han visto. No debes de ruborizarte –Repitió.

Y así me deje llevar….

Al principio eran evidentes los miedos que era capaz de disimular al exterior, pero mientras más a fondo éramos capaces de tocar el alma, esa sensación se desvaneció en el aire como la niebla.

Cuando nuestras pieles quedaron completamente expuestas, mientras nuestras manos exploraban lo que a su alcance tenían, maravillándose de la textura, yo me sentí completamente fuera de este mundo; en lugar de eso, me sentí en un mundo paralelo, donde la felicidad era desprendida por cada poro de mi piel, me sentí, absolutamente, en mi mundo perfecto. En nuestro mundo personal.

Eran escazas, las zonas que Edward ya no hubiese recorrido con sus labios, ni acariciada por sus manos suaves y delicadas.

Con la más suaves caricias de un amante.

Si bien, dolor sentí a la realización del acto, no es comparado para nada con el amor, la suficiencia, el inevitable placer y lo complementación que disfrute cuando nuestros cuerpos, guiados sin control remoto, pero aun siendo así marionetas de las necesidades, se fusionaron hasta convertirse en uno solo. Uniéndonos así, no solo en alma.

Cuerpos y almas coexistiendo como uno solo, creando así la magnificencia de un amor completo.

¡Oh, pero quién diría que podría sentirme de esta manera! Esto es algo que no me hubiese imaginado jamás. ¿Se sentiría Edward de la misma manera que yo?

Un bledo. ¡Por supuesto que así es!

Como una danza sincronizada, al sonido del vals, como a la vez un ritmo irregular, nuestros cuerpos bailaban. La música imaginaria arrullaba el escenario, y el sonido de las aves con un canto perfecto en una mañana de primavera. Tan hermoso, como el crepúsculo de todos los días. ¿Podría acaso ser más perfecto? Sentía como si no fuera posible.

¿Podría en el mundo haber algo mejor que esto?

Nuestros movimientos eran suaves, hasta que fueron siendo transformados hasta aumentar el ritmo, y nuestros besos eran furiosos, llenos de ansia por el otro,

Edward no paraba de besarme, y aun así yo tampoco deseaba que parase. Mis manos no podían controlarse, así que se aferraban a sus hombros con rudeza, o jalaba su cabello con fuerza. Mientras que los gemidos provocados por los movimientos de nuestras caderas y la unión de nuestros cuerpos eran lo único que podía escucharse dentro de la habitación cerrada en la que nos encontrábamos, y me era inevitable repetir su nombre y una y otra vez. En este momento el pudor parecía haberse esfumado en al aire, simplemente lo deje atrás, dejando que mi cuerpo actuara solo.

Ambos jadeamos cuando llegamos a la cima. Pareciese como si volara, llegara hasta el cielo y luego cayese con la suavidad del viento mediante un paracaídas, haciendo que pisara tierra y regresara al mundo real, del que me había escapado por este corto lapso de tiempo.

Nos miramos a los ojos sin decir nada, nuestras reparaciones jadeantes. No dijimos palabra alguna. ¿Por qué interrumpir el silencio acogedor con palabras absurdas, si nuestros ojos ya lo habían dicho todo?

Permanecimos abrazados por momentos incalculables. Yo acariciaba su cabello sudoroso, y el deslizaba sus dedos por el costado izquierdo de mi cuerpo, poniéndome la piel de gallina. Podría permanecer así para siempre. Nada me llenaba de gozo más que estar en los brazos de Edward. A estas alturas todavía no lograba entender cómo es que podía el transmitirme esa sensación de única protección y de unidad. ¡Oh, como podría yo vivir sin él!

–Edward… – Susurre, ratos después, cuando la luna plateada había sido cubierta por las espesas y grises nubes del cielo –¿Qué fue lo que dije anoche que fue diferente a lo demás? –Pregunte con estupidez. Pero ahora estaba relacionando un sueño que tuve con su comentario anteriormente dicho, y quería asegurarme si aquello coincidía con mi hipótesis planteada.

El me miro a los ojos, y sus ojos verdes me atraparon de nuevo. ¡Oh, qué cosas! ¡Podrían pasar meses, años, pero aun así me sentiría de la misma manera cuando sus ojos intensos me mirasen con fervor!

–Has dicho que me amabas. Te amo con todo mi corazón –Cito.

Oh, entonces si tenía razón.

Ya sabía yo porque resultaba tan diferente a todo. Desde que Edward y yo habíamos estado juntos, -desde hacía ya cuatro meses, acercándonos a los cinco -jamás habíamos pronunciado esas palabras. Según tenía entendido yo, esas palabras eran bastante significativas en una relación, y no se tomaban a la ligera.

Sonreí.

–Oh. Entonces te lo diré clarito, despierta y sin rodeos. Te amo.

No lo vi, pero estaba segura de que estaba sonriendo.

–Yo también, mas que a mi propia vida –Contesto, haciendo que me quedara sin aliento.

¿Podría acaso amarlo más? ¡Imposible! Porque ya todo mi amor estaba depositado en él.

Edward y yo comenzamos a caer en el sueño pesado minutos después. Pero antes de quedarme completamente dormida, me levante con sigilo de la cama y fui de nuevo hacia el adaptador de la calefacción, bajándole algunos grados para cambiar a un aire más frio. Esta vez, tenía calor.

Me acosté de nuevo, y me quede mirando la hermosa luna llena sobre el cielo, alumbrando con magnificencia. Una luna plateada, hacia tanto tiempo que no había visto algo así. En unos instantes me quede dormida.


En la mañana siguiente fui despertada por el apetecible olor a tocino que se coló a través de la puerta abierta de la habitación. Abrí los ojos, algo entumecida y perezosa. Como un acto reflejo y movimiento inconsciente me voltee para abrazar a Edward, pero este no estaba en la cama junto a mí. Tantee con mi mano, con los ojos cerrados y al asegurarme de que la cama estaba vacía, deje de intentar y suspire.

De inmediato, los recuerdos agolparon a mi mente como un torbellino de aguas rápidas.

¡Edward y yo habíamos hecho el amor, de verdad que lo habíamos hecho!

¡Y de qué manera, para ser la primera vez!

Sonreí, y me estire un poco. Me levante de la cama, y sintiéndome desnuda, -aunque lo estaba – me dirigí hasta el closet, buscando los benditos camisones que Edward había mencionado, y luego de encontrar y escoger uno al azar tome una toalla, y fui directo al baño. Me coloque frente al espejo localizado tras la puerta del baño y abrí los ojos ampliamente. ¡Estaba hecha un desastre! Pareciera que un batallón hubiera luchado justo encima de mi cabello.

Me lave el rostro con agua fría y jabón, cepille mis dientes y mi cabello. Me duche rápidamente, me coloque el camisón y salí del baño; ya Edward estaba allí.

¿Es que acaso podría ser más perfecto? Aparte de permanecer recostado sobre la cama, con su esplendido torso desnudo y pantalones de mezclilla, una mano detrás de su nuca y su cabello revuelto y húmedo había: Una charola llena de mi comida favorita a su lado. Edward estaba masticando una tostada. Cuando se percato de que había salido del baño, y que estaba allí, mirándole, me miro de arriba a abajo, para luego regalarme aquella sonrisa picara tan irresistible que de inmediato me ruborice, rememorando nuevamente lo ocurrido anoche.

–Hubiera deseado haberte despertado esta mañana al igual que siempre, ya que duermes un montón. Pero ahora lo estoy dudando bastante. Estoy disfrutando de la vista. Aunque por supuesto, no es nada comparado con el paisaje de hace unas siete horas atrás –Comento.

¡Malditamente perfecto novio pervertido del carrizo! ¡Como le encantan los tomates que sustituyen mi cabeza!

–No tendrías el gozo de disfrutar de esto si alguien no se hubiese llevado la pijama que use anoche –Replique con sarcasmo, acercándome a la cama y recostándome a su lado.

–Hum… Culpable –Admitió rozando mis labios con los suyos –Creí que me conocías mejor, ¿O acaso creías que perdería la oportunidad de verte así, y más ahora? –Rio – Recuérdame agradecerle a Alice por tener esas batas aquí –Comento.

–Gracioso. No pensaste de esa manera con el regalo de Emmett.

El alzo las cejas con sorpresa. Seguramente no pensaba que yo saldría a relucir el tema, ni yo misma me lo avecine.

–Oh, eso fue diferente. ¿De verdad te percataste de la forma de esa cosa? Bella, te conozco tan bien que estoy seguro de que periferias tragar tierra a colocarte eso.

Rodé los ojos acurrucándome más junto a él y me envolvió con sus brazos. Yo alargue la mano para tomar una fresa que yacía a un lado de los huevos revueltos, el panqueque y el tocino que había olido ratos atrás.

–¿Y esta comida? –Pregunte.

–Salí esta mañana a comprarla y cocine. No te deje nota ni nada, lo siento. Pero sé que seguirías durmiendo cando llegara, y tenia razón. Por Dios, Bella, ¡Duermes más que un oso invernando!

Le golpee en la espalda.

–Oh, cariño. Le pediré a Emmett que te enseñe algo de boxeo en serio –Se carcajeo, y yo hice un puchero.

–Oh, pero Eddie, ¡Como adoro ser la doncella en peligro! –Dramatice con sarcasmo. Edward rio antes de besarme en el cuello.

Terminamos nuestro desayuno en silencio, charlando sobre cosas superficiales y burlándonos a espaldas de nuestros hermanos. Porque si, ellos eran mis hermanos.

–¿Cómo te sientes? –Pregunto. No sabía a qué se refería exactamente, pero posiblemente esa pregunta resumía mucho de su interés por mi estado en general, incluyendo lo sentimental.

–Mejor que nunca.

¡Qué cosas las nuestras! Actuábamos como si no hubiese ocurrido nada diferente la noche anterior, como si esas cosas fueran de lo más normal del mundo entre nosotros, como si fuese algo constante. Y me gustaba. Preferiría eso a un interrogatorio de su parte. Como me conocía tan bien.

Nos vimos obligados a vestirnos cuando Esme nos llamo, una hora después, informándonos de que la carretera ya estaba despejada y que ya podíamos volver. Ellos nos esperarían allí para emprender nuestro viaje hacia el lago.

Antes de marcharnos, me tire en la enorme cama matrimonial una vez más, antes de meterme al auto y permanecer allí encerrada unas dos horas o más, para luego así, volver a meterme en otro auto y permanecer otras dos o tres horas. Como odiaba estar encerrada en un auto.

–¿Qué estás haciendo? –Pregunto Edward, acercándose a mí.

–Disfrutando de los pocos segundos que me quedan antes de subir al auto. La carretera para el lago tiene muchas curvas, sabes cómo odio eso.

Edward rodo los ojos antes de acostarse a mi lado. Me abrazo, y permanecimos así durante un ratico. Aun tenia sueño.

Como no. Con todo lo que hiciste anoche.

Y ese pensamiento me termino de despertar.

Tomándolo por sorpresa, me encarame sobre él y rodee su cuello con mis brazos, antes de besarlo apasionadamente. Sin esperar ninguna reacción de su parte, comencé a desabotonar los botones de su camiseta.

Te perdimos, Isabella. Te estas convirtiendo en Rosalie.

Que va. Échale la culpa a las hormonas.

Edward no se quedo atrás. Inmediatamente nos viro, quedando así yo debajo de su cuerpo, mientras sus manos trabajaban con las curvas de mi cuerpo, y sus labios marcaban cada zona a su alcance como suya.

–¿Qué le diremos a Esme por tardar? –Pregunte en un murmullo, depositando besitos sobre su cuello.

–Tráfico –Respondió, posiblemente lo primero que paso por su cabeza.

–Que excusa más pobre –Reproche.

–Sabes que me da exactamente lo mismo –Repuso él, antes de tomar mi cara entre sus manos y besarme con pasión.

Oh Dios, como me sentía polvo cuando me besaba de esa manera.

–Es-espera… –Masculle sobre su boca, sin aire. El me miro confundido.

–¿Qué?

Le aparte a un lado de un empujoncito leve, colocándolo sentado sobre la cama. Urge entre su bolsillo y saque su teléfono, luego tome el mío y los sostuve, oprimiendo en ambos, el botón de apagado.

–Ayer milagrosamente no fuimos interrumpidos por ninguno de los chicos. Es mejor apagarlos, no deseo tentar a la suerte esta vez –Deje los teléfonos sobre la mesita de noche –Si, no lo creo. ¿No has visto como fastidian? Ya es demasiado con imaginar lo que… –Edward no me dejo continuar, porque me tomo de la cintura y con fuerza, pero con delicadeza me recostó en la cama de un solo golpe.

–Hablas de más – Me beso, atrapando mi labio inferior entre sus dientes.


–Ajam –Alice carraspeo. Me contuve enormemente el voltearme y fulminarla con la mirada.

Ya había comenzado el viaje, y estábamos a media hora de llegar al lago. Carlisle y Esme se fueron en el Mercedes, Jasper, Edward y Emmett en el Jeep, y Alice, Rose y yo en el BMW.

–¡Ajam! –Volvió a decir.

–¡Esta bien, Alice! ¿Qué pasa? –Pregunte, estresada de su comportamiento "disimulado"

–¿Qué pasa nada, chica? No te hagas la loca. ¿O acaso crees que aquella sonrisa idiota que traen tu y mi hermano desde que llegaron pasa desapercibido? ¿Crees que somos imbéciles? –Objeto ella.

No respondí. Eso era mejor que delatarme frente a ella.

–Así que dinos. ¿Qué demonios paso? ¿¡Y porque apagaron sus celulares esta mañana? ¡E intentando comunicarme con ustedes todo el día!

–¡Alice! ¡Edward y yo nos acostamos!, ¿Contenta?

Alice se quedo boquiabierta. Rosalie se desvió del camino por un momento, y freno suave antes de recuperar el ritmo del vehículo.

–¡Oh por Dios! ¡Edward y tú han tenido sexo! –Grito esta con todas sus fuerzas, sorprendida.

Por estas razones es mejor quedarse calladito la boca, y mucho mas frente a personas como Alice y Rose.

–¿¡Que! ¡Aleluya!, ¡Eddie llego a tercera base!* ¡Oh! ¿Han usado mi regalo? –Grito Emmett desde su Jeep, que estaba a nuestro lado. Jasper abrió la boca de la impresión, y Edward rodo los ojos antes de ocultar su rostro con sus manos. No sabía si estaría estresado, riendo, o simplemente lo hacía por simple mañana suya ¿Por qué diablos no hay secretos en esta familia?

¡Oh, pero eso es mi culpa! Yo y mi enorme boca.

Escuche como Emmett le daba a Edward un enorme monologo sobre cómo mantener citas privadas en la casa durante la noche mientras sus padres estarían durmiendo, tal como hacían Rose y Emmett o Jazz y Alice. Estaba segura de que lo gritaba lo más fuerte posible para que yo también lo escuchara, ya que el Jeep estaba manejaba justo al lado de nosotros. Y ya que no teníamos música puesta, eso era un aspecto de remate. Pude ver que Edward poca atención les prestaba.

Tome mi teléfono y redacte un mensaje.

Perdóname. No debí haber dicho nada
Bella

En menos de un minuto recibí la respuesta.

No te preocupes. Ahora solo debemos mantenerlo en secreto para Carlisle. No necesito ser uno más que tenga la mala suerte de soportar un discurso sobre responsabilidad aun.
Edward

–Y entonces… ¿Cómo fue? –Pregunto la muy morbosa de Rosalie, mirando desde el espejo retrovisor con una picara sonrisa, mientras alzaba las cejas.

¿No podían dejarlo y listo? ¿Acaso necesitaban detalles?

–Pues…. Ahm…. Estuvo…. –Vacile – ¡Rayos! ¡Fue maravilloso! ¡Y ya déjenme en paz! –Grite no sé cómo, ocultando la vergüenza y la pena. Pero de inmediato me ruborice ante la tal confesión, así que oculte mi rostro entre mis manos, sin desear observar el rostro de Alice y Rosalie.

–¡Ahhh! ¡Qué emoción! –Grito de nuevo, pegando saltos en su asiento. De repente enmudeció y me observo con preocupación –Pero… Bella, si ustedes estaban por allá…. Ustedes… ¿Usaron protección? –Pregunto indignada, y Rosalie abrió desmesuradamente los ojos, tomando en cuenta ese detalle tan importante.

Al menos ambas se preocupaban de las consecuencias que podrían fatales que podrían producirse tras un acto similar.

–Tranquilízate, Alice. Eh tomado la píldora desde los 16 años.

Ambas soltaron el aire contenido, y sonrieron a la vez.

Antes de que me tendieran una emboscada, saque mis audífonos, mi ipod, y ligue por quedarme dormida de una vez.


–¡FELIZ NAVIDAD! –Alice no paraba de dar saltos –¡Es hora de abrir sus regalos!

Por supuesto, no podrían faltar los regalos que Alice había comprado con tantísimo esmero para todos.

Frente al enorme árbol de navidad, nos encontrábamos nosotros en la sala sobre los sofás, mientras Alice nos pasaba cada uno de sus regalos.

La cena navideña había estado deliciosa. Esme y yo nos habíamos encargado de prepararla juntas. El resto de la casa estaba decorada por completo; Alice y Rosalie se esforzaron con eso. Había luces y flores por todas partes, al igual que símbolos navideños como adorno tras las puertas y las paredes. Las almohadas de la sala tenían figuras navideñas, al igual que las cobijas, la cocina, los vasos… No había lugar donde no se mostrara la cara de Santa o un muñequito de nieve.

Alice nos había vestido para la ocasión. Ella portaba un vestido escotado de color verde navidad que le llegaba a la mitad del muslo. Rosalie utilizaba un vestido más largo con tiras que se amarraban detrás de su cuello. Y yo utilizaba un vestido blanco que me daba un aspecto más pálido –para rematar-, que llegaba a la mitad de mis muslos y unos zapatos sin tacón. No fue fácil, tuve que chantajearla amenazándole con arruinar su segundo par de zapatos favoritos de Jimmy Choo con miel de abeja. Ella había refunfuñado y había gritado con horror, antes de mirarme con reproche y decir: Como quieras.

El compartir de regalos comenzó. Alice le regalo a Jasper una pintura antigua de posiblemente el siglo 19 que abra costado una enorme fortuna, pero claro; No existen límites para Alice. A mí me regalo unos zapatos importados de Francia, a Rosalie parte de la última colección de invierno, a Edward un set de películas italianas casi imposibles de encontrar, y a Emmett un nuevo motor para su Jeep.

Alice era bastante exagerada. Entre la familia, odiábamos recibir regalos, esa era una de las cualidades que extrañamente, compartía con ellos. La única excepción era Alice, siempre Alice. Yo me negué rotundamente a recibir algún regalo por parte de los chicos, y muchísimo más de Esme y Carlisle, ¿No era ya suficiente con todo lo que habían hecho por mí? Yo estaba más que agradecida.

Esme y Carlisle recibieron un viaje a través de Asia para ellos solos. Carlisle y Esme sentían una especie de fascinación por esa clase de cultura, y entre todos habíamos puesto nuestro granito de arena para hacerles esa gran sorpresa, ya que ellos jamás habían podido viajar hacia allá.

–¡Oh! –Había Jadeado Esme, abrazando a Carlisle –¿Puedes creerlo, Carlisle? ¡Aprenderé a actuar como una Geisha! Eso me podría ser de muchísima ayuda cuando…–Exclamo con lágrimas de felicidad.

–¿Una Geisha? ¡Mama! ¡No queremos oír sobre detalles morbosos! –Dijo un Emmett espantado.

–Tranquila cariño, yo te puedo enseñar esta noche… –Le susurraba Carlisle pícaramente al oído, lo que no paso de desapercibido para el fortachón.

Emmett se cubría los oídos mientras cantaba para sí mismo: Yo no oigo, soy de palo y tengo orejas de pescado…

–¡Oh! ¡Tengo que ir a cambiarle la ropita a Jesús! –Dijo Alice girándose sobre sus talones. Según Edward, la estatua de Jesús infante era un bebe para Alice, y ella se encargaba de lavarlo, vestirlo perfectamente e incluso perfumarlo.

–¿Y no es eso algo extraño? –Murmure en su oído.

–Con Alice, las cosas son completamente normal –Me respondió el encogiéndose de hombros.

El resto de la noche fluyo con armonía, y cada uno se enfrasco en sus diferentes actividades mientras más de noche se hacía. Esme y Carlisle bailaban a un ritmo suave en medio de la estancia, Alice y Jasper charlaban entre ellos mismos, mientras que Jasper, siendo tan caballeroso y dulce como siempre tomaba las manos de Alice y las llevaba a sus labios para besarlas, recitándole, posiblemente, algún poema. Estaba de más explicar lo que Emmett y Rosalie estarían haciendo en el piso de arriba.

A eso de las dos y media de la mañana salí de la casa, quitándome mis zapatos. Edward había subido un momento con Jasper para resolver una apuesta –tipio-. Camine a través de la tierra húmeda, arenosa, y fui hasta la orilla. Deje que mis pies acariciaban la orilla, humedeciendo mis pies con el agua por el que pasaba. Me aleje de la casa y me senté sobre una roca, reposando mi barbilla sobre mis rodillas.

Y así me quede observando la Luna resplandeciente con luminosos rayos de luz blanca, plateada. Y cerré los ojos, respirando profundamente.

¡Oh, madre! ¡Si supieras lo mucho que te extraño a ti y a papa! ¿Qué están haciendo? ¿Acaso donde están celebran también la navidad? Eso espero, es tu época favorita, mama, dudo mucho que desees perder esa costumbre. ¡Oh, Papa! Como desearía que pudieras disfrazarte nuevamente de Santa y dejar los regalos en el árbol como cuando yo estaba chica. ¿Sabes algo? Siempre supe que eras tú, pero jamás te dije nada, para no arruinar tu gozo al verme tan contenta. Por cierto mama, ¿Estará la abuela también con ustedes? Recuerdo que le encantaba hacer galletas de mantequilla, a ti no te gustaban esas galletas, papa. Siempre terminabas dándoselas de comer al loro de la casa. Por cierto, ¿Qué hay del loro Roberto? ¡Oh, lo siento tanto, Roberto! Era solo una niña, ¿Qué iba a saber yo que los loros no podían volar con un alita cortada?

Oh, queridos padres. Hoy eh estado tan feliz. La navidad este año estuvo magnifica. Que lastima que no hayas podido ver de nuevo a Alice, ¡Hablabas tantas maravillas de ella! Ustedes serian un gran equipo a la hora de arrastrarme de Shopping.

Esta era mi forma de comunicarme con mis padres. Casi todos los días conversaba con ellos. Aunque no estuviese muy segura de que me escucharan.

–¡Bella! –Escuche a Edward gritarme desde algún lugar cercano, posiblemente buscándome –¿Dónde estás? ¡Responde, no me hagas pasar otro de tus sustos!

–¡Ya voy, Edward! No vengas –Grite en respuesta, poniéndome de pie y sacudiendo mi vestido. Limpie las lagrimas sutiles casi secas en mis mejillas por la fuerza del viento, y carraspee, para que Edward no notase mi voz ronca por las lagrimas.

–¡De acuerdo, apresúrate, que no te veo!

Antes de emprender mi viaje de regreso. Pose mí vista al cielo, y en voz alta dije:

Feliz navidad, para ustedes.

Dos Palabras: ¿Les Gusto?


Capítulo 20: Mala Suerte, ¿Creo? Capítulo 22: Una Cena Para Recordar

 
14439484 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios