Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224740
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

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Capítulo 23: No Me Olvides

Gracias a todas las chicas que me han apoyado! Gracias por sus votos y comentarios! Aviso que el final del cap hara que varia se pregunten, ¿Ha terminado el fic? La respuesta es NO. El fic sigue. Yo dare aviso cuando llegue a su fin (Cosa que sera, bastanteee adelante)
Comenten y voten!


31 de diciembre. Aun no lograba terminar de asimilar que ya han pasado casi 6 meses desde que por primera vez la familia Cullen me abrió las puertas a su vida, regresando así, la felicidad a la mía. Ya no me sentía impotente como al principio, ni con aquella necesidad de arrinconarme en una esquina y llorar hasta que mis ojos comenzaran a arder de la intensidad de mi llanto. Cuando mis padres fallecieron, sentí que me quebraba por dentro. Por supuesto, yo no apoyaba la idea de acabar con mi vida humana por las horripilantes desgracias que pudieran presentarse, pero en ese entonces yo no tenía cabeza para nada más que pensar en ellos, en como hubiera sido mi vida si ellos estuviesen vivos, si no hubieran viajado por un capricho innecesario y repetitivo. Eso era antes, cuando aún estaba demasiado débil para sostenerme por mi misma, cuando no tenía fuerzas para enfrentarme al mundo y al futuro que se me avecinaba, en ese entonces yo pensaba, ¿Cómo será de mi vida, si no tengo a nadie más? Y era cierto. Las únicas personas que habrían podido cuidarme serian mis abuelos, con quienes conversaba de vez en cuando. Aunque ellos no me prestaban la suficiente atención, supongo que les daría igual como iba mi vida, si convivía con los Cullen.

Gracias al cielo, no estaba sola. Charlie se había encargado de que jamás estuviera sola. Podrían pasar décadas, y yo jamás podría recompensar a Carlisle por todos los sacrificios que había hecho por mí, ni tampoco a los chicos. Ellos eran mi sol.

–Bella, iré de compras, ¿Me prestas a Edward? Solo serán unas cuantas horas… – Me dijo Alice, sacándome de mis cavilaciones sobre mi vida. Alce la cabeza desde la posición en la que me encontraba, y observe nítidamente su rostro animado y su ancha y reluciente sonrisa. Quien no la conociera, podría considerarlo macabro. Era muy parecida a esas sonrisas que esbozaba el gato de Alice en el País de las Maravillas. Pero yo la conocía demasiado bien, y estaba completamente enérgica con este nuevo año que se avecinaba.

–¿Para qué me preguntas, si al final terminaras llevándotelo de todos modos? – repliqué, con una nota de humor. Edward, quien se encontraba sentado a mi lado y me ceñía de la cintura profirió un resoplido, al tiempo en que rodaba los ojos.

–Me siento de maravilla cuando ustedes charlan de mí como si fuese un objeto que se turnar los fines de semana – criticó él, sarcásticamente.

–Vamos, hermanito. Solo serán unas cuantas horas… – suplicó Alice, haciendo aquellos pucheros suyos capaces de derretirte.

–Hay Alice – gimió Edward, inclinando la cabeza hacia atrás, descansando el cuello contra el respaldar del mueble. La alzo unos segundos después, mirándola completamente contrariado – Eres un pequeño diablo enviado directamente del infierno para hacerme la vida cuadritos. ¿Por qué no te llevas a Jasper, de una vez por todas?

–Él nos acompañara. Pero es que… ¡Edward! ¡Tú sabes lo mucho que te quiero, te amo y adoro! Estoy tan acostumbrada a llevarte conmigo en mi salida de compras que ya no puedo perder la rutina, ¿Por favor? Será la última vez en… ¡Tres meses! Palabra de niña exploradora – Alzo su mano derecha y asintió con la cabeza con solemnidad – Tengo tiempo sin comprar aquí, ven, hermanito, ¿Si? – ni siquiera Edward pudo resistirse ante tal súplica. No todos los días Alice le confiesa a Edward un te quiero de corazón.

Edward suspiro, cerrando los ojos. Al abrirlos esbozo una pequeña sonrisa de lado.

–Está bien, pequeña diablo – se levanto de su asiento y se detuvo frente a ella, luego, abrió sus brazos en una invitación cariñosa y graciosa – ¡Ven aquí! – y luego la tomo en brazos y le dio un fuerte abrazo al estilo Emmett.

–¡Ahg, Edward, bájame! – habló con voz ahogada, pataleando para que la soltara en el acto. Edward hizo caso omiso de su petición, y luego comenzó a hacerla girar en el aire. Provocando varias risitas por parte de la morena

–¡Ok! Ya, mucho amor – Edward la depósito en el suelo y ella de inmediato se dedico a desarrugar sus ropas finas y a arreglar sus cabellos ligeramente despeinados

–Eres un bestia. Hace años que no me cargabas así – dijo, sonriendo.

–Creo que con Emmett es más que suficiente – respondió Edward, apretando la pequeña nariz de Alice.

Alice preparo su auto, Rosalie también iba con ella y Jasper también. Con la compañía de Jasper Edward no se sentiría tan incomodo, ya que tendría acompañante para cargar las bolsas. Me levante del sofá para despedirme de mi novio.

–Trata de no tardar demasiado – le pedí, poniéndome de puntillas para depositar un casto besito en sus labios.

–Hare todo lo posible – contestó, regresándome el beso con mayor ímpetu. Aun experimentaba esa sensación extraña, como si mi cuerpo fuera flácido y de una masa gelatinosa que en cualquier momento se desparramaría en el suelo de forma ridícula. Edward besaba asombrosamente excelente.

Un flash de una cámara provoco que ambos nos separáramos, algo faltos de aire por el beso tan apasionante.

–Esto va para el álbum de fotos familiar – Emmett y Clay se encontraban justamente detrás del mueble localizado a nuestro lado, escondidos, con una sonrisa cómplice.

–Genial. Pero mejor aun, súbelas al Facebook y me etiquetas allí – le siguió Clay, guiñándome un ojo.

–Par de entrometidos… – comenzó a quejarse Edward.

….

–¡Bellaaa!, Bells, Bellita, Belleza, Be…

–Ya entendí, Clay – interrumpí su sarta de apodos hacia mí, al tiempo que ladeaba mi rostro levemente hacia la derecha, apartando así la vista del súper televisor que se encontraba frente a mí – ¿Qué pasa?

–¿Qué tal si jugamos algo? – inquirió con emoción, aplicando una de aquellas miradas que Alice y Edward acostumbraban emplear cuando deseaban que cometiera alguno de sus infames caprichos. Sus expresivos ojos azules provocaron una suave debilidad sobre mi persona. ¿Cómo lo hacían?

–¿Qué cosa?

–¡Guerra de bolas de nieve! – Emmett apareció desde la cocina, llevando en su mano un pedazo de torta de chocolate envuelto en una servilleta. Le mire completamente horrorizada. Tenía que estar jugando si creía que accedería.

–Cállate, Emmett. ¿Por qué no esperas en la cocina y me sirves un pedazo de pastel mientras yo hablo con ella? – dijo con sutileza, algo que con palabras claras y firmes seria: Vete de aquí, y déjame hacer mi trabajo.

–Antipático – respondió Emmett subiendo los escalones – ¡Carmen! ¿Ha quedado algo de canelones de ayer? – su voz se fue desapareciendo mientras se alejaba.

–Entonces, ¿Qué dices? ¡Sera divertido! – insistió Clay nuevamente.

–No. No sé si alguien te habrá contado, pero no tengo ni la más mínima audacia para hacer algo como eso sin salir sin algún hematoma.

–¡Vamos, Bella! Ya han pasado cuatro horas desde que se fueron. Emmett me ha estado fastidiando desde hace rato y ya se me pegaron los ánimos. Pero no deseo pelear solo con él, y no es porque yo sea débil, no tiene que ver. Pero Emmett es… fuerte. No recuerdo ninguna vez que Edward le haya ganado en alguna pelea de bolas de nieve. Así que necesito un aliado, ¿Me ayudas? – volvió a usar todo el poder de su mirada sobre mí, esbozando una sonrisa angelical. Mierda, odiaba cuando hacían eso.

–No te seré muy útil, Clay, ¿Por qué no se lo pides a Tanya?

–Porque seguramente me dirá de la manera más odiosa del mundo "¿Estás loco? Podría partirme una uña" – dijo, imitando el tono de voz chillante de Tanya. No pude evitar sonreír por su buena imitación – ¡Pero claro! Cuando se trata de Edward, diría corriendo: "¡Por supuesto, iré por mi abrigo!"

No pude evitar suspirar y apartar la mirada de su rostro. Tanya y yo nos estábamos evadiendo con resultados positivos. Había tenido la fabulosa suerte de no toparme con ella en todo el día de hoy.

–¡Bella, querida! ¿Deseas algo de pastel? – escuche a Carmen decir, bajando las escaleras del segundo piso.

–No, gracias, Carmen – conteste cortésmente. Carmen hizo alguna cosa en la cocina y volvió a subir al piso de arriba.

–Hmpf. Estoy muerto de aburrimiento – se sentó a mi lado y saco una cajita del bolsillo de su pantalón. De la cajita extrajo un cigarro y busco un yesquero, encendiendo el cigarrillo. Le mire con ojos como platos.

–¡Clay! – exclame, frunciendo el ceño.

–¿Qué? – preguntó confundido, dirigiendo su vista a la cajita y luego a mi – ¿Quieres uno?

–¡No! – respondí de inmediato, sonriendo sin poder evitarlo – Quiero decir, ¿Tus padres saben que fumas? – pregunte, intrigada.

–Hummm… Seh – dio una bocanada desde el cigarro y luego exhalo el humo – Pero no soy un adicto. Como mucho, un cigarro al día.

–Ah. Cielos, si mis padres estuvieran vivos, me matarían si lo hiciera – me estremecí.

–Bah. Todos dicen lo mismo – rodó los ojos – ¿Quieres intentarlo? – preguntó, ofreciéndome el cigarrillo.

¿Por qué no? Me dije. Total, sería solo por mera experiencia.

Cogí el cigarrillo y, temerosa, lo lleve a mi boca e inhale. Al momento comencé a toser, odiando por completo la sensación.

–Agh. Es horrible – opine, bebiendo algo de jugo que había servido ratos atrás.

–Bueno, supongo que me lo esperaba – rodó los ojos – ¿Sabías que Alice casi se vuelve adicta esto? – me comento, como si fuese un secreto.

–¡No me lo creo! – abrí los ojos de la impresión. Clay frunció los labios cómicamente y asintió tres veces.

–Sipi. Jasper casi me mata por eso, cree que yo fui el culpable. Pero yo no fui, lo juro. Sencillamente, ella robo mis cigarrillos y quiso curiosear.

–Típico de Alice.

–Sí. Y bueno, ya se le pasó. Pero ya no puedo fumar en frente de Jasper porque me mira con esa cara tan… – tembló dramáticamente – tan sádica. ¡Puf!

–Sí, tienes razón.

–Entonces, ¿Jugaras a la guerra de bolas de nieve conmigo y Emmett? – hizo un puchero encantador.

–No, Clay – volví a negar.

….

–¡Mama! – escuché la voz de Tanya gritar, dirigiéndose a Carmen – ¿Dónde están los zapatos dorados que compre en el Mall?

Yo me hallaba junto a Clay en la habitación de huéspedes viendo la película de Volver al Futuro. Tratamos de convencer a Emmett de que la viera con nosotros, pero este se negó con la excusa de atender asuntos más importantes. Por supuesto, un enorme plato de canelones que Carmen había guardado exclusivamente para él era la razón importante más impresionante de Emmett.

–¡No lo sé, hija! – respondió Carmen.

–¡Esta bien!, entonces, ¿Has visto el hermoso brazalete de oro y plata que Edward me regalo el año pasado para mi cumpleaños? ¡Oh, es tan cariñoso!

Respira Bella, respira. No te dejes enojar, inhala, exhala, inhala, exhala.

–¿Qué te pasa, Bella? – me pregunto Clay, tratando de acomodar el sonido de la televisión.

–¿Te molestaría si te dijera que tu prima me cae como una patada en el estomago?

–No – dijo él, riendo – Yo también pienso más o menos lo mismo.

–Pues eso no impidió que ustedes cometieran un pequeño desliz… – murmure inocentemente, luego desviando la mirada hacia otra dirección con indiferencia. Podría jurar que Clay me observaba con una cara enojada.

–Como ya dije, estábamos borrachos. Y fue solo un beso, ¿Te quedo claro?

–Claro como el agua. Un beso, por supuesto – me burle, provocando un fruncimiento de ceño por parte de mi compañero. Me arrebato mi celular de la mano y lo abrió rápidamente, posiblemente para redactar un mensaje.

–A ver… Erick, Jessica, Jasper… Mike. Si, ese – comenzó a teclear – Oh, querido Mike, es inevitable amarte, como….

–¡No! ¡Dame! – grite, tratando de quitarle su teléfono. Forcejeamos durante un rato, mientras el aun trataba de seguir redactando el vergonzoso mensaje que llegaría a manos de un chico al que daría ilusiones innecesarias y absurdas. No había que ser un genio para saber que Mike sentía una atracción hacia mí. En un acto de desesperación le quite sus cigarrillos, alejándome de él.

–¡Aja! ¡Se los entregare a Eleazar! – di media vuelta para salir de la habitación, pero él me jalo de la camiseta y me impulso hacia atrás, cerrando la puerta que había abierto.

–¡Devuélveme eso! – logró quitármelo de la mano, y siguió trabajando con mi celular – ¿Dónde quedamos? Ah sí, es inevitable amarte…

–¡No! – no se me ocurrió otra cosa que encaramarme en su espalda, para tratar –con las pocas fuerzas que se me concedieron– quitarle mi celular, la caja de cigarros, y de ser posible, las dos cosas. Ambos forcejeábamos.

–Es inevitable amarte como las estrellas salgan en la noche… – seguía él, tecleando en mi celular. ¿Por qué tenía que ser tan ñoña y débil? Sabía que Clay era completamente capaz de mandarle ese mensaje, y luego tendría yo que enviar otro de nuevo explicándole a Mike sobre la broma de un chico rebelde de 17 años. ¡Rayos, como necesitaba una ayuda!

–¡Bella! He traído… – Edward abrió la puerta de repente, con Tanya a sus espaldas. Ella se quedo observando la escena con cierta sorpresa, antes de que una sonrisa socarrona y burlona bailara en sus labios. Podría jurar que Edward estaba más pálido de lo normal, y con aquella expresión distante y aquellos ojos suyos como platos. Por supuesto, yo también estaría sacando conclusiones extrañas si viera a Tanya encaramada sobre la espalda de Edward, con sus piernas alrededor de sus caderas y sus manos a la altura de su pecho, y si ambos tuvieran una de sus manos tomando la del otro, y la cabeza de Tanya recostada sobre el hombro de Edward.

Esta no era exactamente la clase de ayuda que necesitaba.

….

Edward no reclamó nada. No sé si habrá sido porque ya habíamos hecho un voto de confianza anteriormente o si se encontraba demasiado aturdido para pronunciar palabra. Sea como sea la razón, le explicamos lo sucedido y el solo se limito a sonreír, antes de hacer como si nada hubiese pasado.

Ambos subimos a una de las miles de habitaciones de huéspedes para cambiarnos –Edward y yo compartíamos una–. Alice nos había llegado con más ropa para estrenar esta noche.

Salí del baño luego de una relajante ducha. Cuando me disponía a caminar hacia la cama donde la ropa que usaría estaba tendida, unas fuertes manos me tomaron de la cintura, y de repente, Edward me había acorralado contra la puerta del baño.

–Humm, no tienes idea lo que increíblemente hermosa que te vez así – susurro con una voz insoportablemente sexy, mordisqueando mi cuello húmedo.

–Ed-Edward. Los demás están abajo, y… – balbucee estúpidamente. Y casi proferí un gemido cuando su mano se deslizo suavemente desde mi cintura, hasta tocar una zona de mi muslo descubierta por debajo de la toalla que cargaba.

–Ellos no estarán listos hasta dentro de un bueeen rato – se defendió, deslizando sus labios por mi cuello y mi hombro. Me apretó fuertemente de la cintura y me cargo, llevándome en dirección hacia la cama. Se posiciono arriba de mi cuerpo y comenzó a acariciarme una pierna desde el muslo hasta el tobillo, al tiempo en que me besaba con una pasión arrolladora que termino de incinerar mis neuronas adormecidas.

–¿Sabías que me encantan tus pantorrillas? Son tan sexys – logro decir entre mis labios, hasta dirigir los suyos a mi cuello, lamiendo algunas gotas de agua que aun permanecían escurriendo por mi cuerpo.

–¿Te he dicho alguna vez, que eres la mujer más hermosa, especial y gentil del mundo, que tu cuerpo está de escándalo, y que me tienes completamente loco?

–Hummm… –bueno, definitivamente yo no tenía las de ganar en este caso. ¿Cómo hacerlo, con Edward besándome, tocándome de esa manera, y diciéndome esas cosas? Definitivamente algún día sufriría una convulsión espontanea y él sería completamente responsable. No pude resistirme, así que prácticamente le arranque los botones de su camiseta, y me encargue de deshacerme de su cinturón y sus pantalones a una velocidad considerablemente rápida, considerando lo torpe que soy hasta para colocarme un par de zapatos. El se deshizo de mi toalla, que cayó al suelo con un ruido sordo, y comenzó a besar cada centímetro de mi piel, desde mi cuello, bajando por mis senos y mi estomago hasta llegar a la punta de mis pies, siguió el mismo recorrido de regreso y se apodero de mis labios casi con brusquedad, dejándome sin aire. Sin pensárnoslo dos veces, nos entregamos el uno al otro como si no hubiese mañana, y como si no hubiese personas abajo esperando por nosotros.

Luego de tener que repetir junto a Edward una ducha –nada inocente– nos alistamos con la ropa que Alice había escogido minuciosamente para nosotros. Mi atuendo consistía en un vestido plateado escotado que me llegaba hasta más arriba de los muslos, con unos tirantes de brillos que se amarraban en la parte trasera de mi cuello, y con unos zapatos de tacón –no podían faltar– negros con piedrecitas plateadas incrustadas en las tiras. Mi cabello fue amarrado en una cola de cabello elegante, y mis cabellos ondulados caían coquetamente hasta llegar a la mitad de mi espalda. Edward… sin palabras. Parecía un supermodelo de pasarela.

–Me gusta ese vestido – comento Edward, mientras me ayudaba a amarrar en un pequeño lacito las tiras en mi cuello – Te ves… radiante.

–Y a mi esa camiseta – respondí, girándome para tocar las solapas de su camisa.

Bajamos a la enorme estancia, donde todo estaba perfectamente decorado con velas, luces, brillos, y adornos florales navideños. Obviamente, obra de Alice. ¿En qué momento hizo todo esto? Al parecer Edward y yo nos habíamos demorado un poco más de lo que había calculado…

Mi rostro se incendio con el pensamiento. ¡Qué vergüenza! Y pensar que esto era una casa ajena... ¡Pero yo no tenía la culpa! Es el pervertido de mi novio el que me incita a seguirle el jugo con tan solo unos cuantos besos. Tenía que empezar a practicar para inmunizarme a sus deslumbramientos.

Casi todos estaban en la sala de estar. Carmen, hermosa, a pesar de la edad. Eleazar elegante, Carlisle se veía esplendido, al igual que Esme con su vestido beige con lentejuelas doradas. Emmett y Jasper estaban sentados uno frente al otro en una competencia de ajedrez, concentrados únicamente en el objetivo del juego. Las únicas personas que faltaban eran Alice, Rosalie y Tanya.

–Bella, te ves hermosa – comento Eleazar, con una media sonrisa.

–Gracias.

–¡Toda una estrellita! – agrego Jasper.

–¡Toda una…. Una, luna! – argumento Emmett, no muy seguro de sus palabras.

–Que poca imaginación tienes – le critico Jasper, rodando los ojos.

–¡Estamos listas, bellas y preciosas! – la voz de Alice resonó desde el piso de arriba. Observe su fina silueta bajar de a dos escalones con su vestido vino tinto corto, con Rosalie siguiéndole los talones. Ambas elegantes a su manera, pero hermosas igualmente. Tanya fue la última en bajar, utilizando un vestido negro de lentejuelas, que resaltaban sus risos rojizos. Se veía hermosa, tanto como Rosalie, pero igual así bella.

De inmediato me entristecí de que Clay no estuviera con nosotros, porque ya no tendría un amigo que compartiera las mismas ganas que yo de meterse con Tanya y de hacerle pasar unas cuantas rabietas. Lamentablemente, el había tenido que regresar a su hogar para celebrar la víspera de año nuevo, y el año nuevo junto a su familia.

–¡Es hora de los bailes! – grito con emoción, sentándose en el regazo de Jasper. – ¡Cada pareja tome un papelito! – agrego, sacudiendo una bolsa con papelitos que cargaba en su mano izquierda.

–¿Para qué es eso? – le murmure a Edward en el oído.

–Cosas de Alice. Un miembro de cada pareja, tomara un papelito y tendrá que representar un baile que salga al azar. Son varios estilos de baile, que la mayoría de nosotros ya ha practicado con anterioridad.

–Todos ustedes, menos yo. ¿Bailar? ¿En serio bailar? ¿Tienes idea de todos los tipos de baile que existen en el mundo?

–Relájate Bella. Sera divertido, además, yo te ayudare.

–Hay sí, señor "yo todo lo puedo" – hable con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco. Edward rio a mi lado.

No daré detalles suficientes sobre lo que tuve que bailar a continuación. Edward y yo tuvimos que bailar salsa. Yo era tan torpe que no podía dar ni media vuelta cuando ya Edward estaba tomándome en brazos para que no me estampara contra el suelo. Por supuesto, no puedo hablar de él de la misma manera, bailaba ten espléndidamente bien que incluso sentí una pequeñísima puntada de celos. Jasper y Alice bailaron flamenco como todos unos profesionales, y Alice era perfecta para que Jasper pudiera alzarla en el aire entre sus elegantes y coordinados pasos de baile. Rosalie y Emmett practicaron tango, algo demasiado sensual y erótico, cosa con la que Emmett y Rosalie estaban más que familiarizados. Carmen y Eleazar hicieron algo más sencillo, como el vals. Era increíble que Alice portara música de todo tipo dentro de su Ipod. Tanya no deseo bailar nada, a pesar de que Jasper se ofreció cantidades de veces en bailar con ella para entretenerla de algún modo. Ratos más tarde me entere por boca de Rosalie de que Tanya y Edward acostumbraban a bailar juntos o a pasar mayor parte del tiempo juntos cuando venían los Cullen de visita, y ahora que estaba yo para opacarle su día, estaba desanimada ante cualquier actividad.

Los últimos fueron Esme y Carlisle, que hicieron una excelente demostración de cómo bailar merengue frente a nosotros. Pareciese que hubieran salido que un concurso de baile o algo por el estilo. Y Ambos no despegaban la mirada del otro mientras demostraban lo que era "bailar" en serio.

Pensé en Clay y en Emmett. Ya me los imaginaria a ellos dos con sus payasadas bailando hip-hop en medio de todos vestidos de raperos. Ellos siempre tan locos y originales.

Luego saltamos a la cena de víspera de año nuevo. La especialidad de los mayores con respecto a la bebida fue el vino tinto y el champagne, nosotros, los más jóvenes, consumimos cantidades y cantidades enormes de tequila –sin que los mayores, se enteraran, claro, creyendo que bebíamos solamente cerveza–. Tengo malos recuerdos sobre el tequila. Esa bebida me había provocado un enorme malestar general al día siguiente de mi cumpleaños. Pero fue inevitable caer en las provocaciones de Emmett, y esta vez, no fueron pequeñas copitas a la mitad de tequila como la última vez, no. Hablamos de vasos de tequila llenos hasta la punta. Ese era "el gran enfrentamiento de Emmett" y ninguno fue capaz de llegar a acabar todo el vaso.

Claro, todos, excepto yo.

Gracias a mi casi inmunidad a emborracharme fácilmente, acepte en acabar todo el vaso asegurando que no me caería tan mal. Grave error. En menos de media hora ya estaba tan mareada y borracha que incluso veía a Edward multiplicado por tres.

–Cielo, creo que deberías acostarte – me había sugerido Edward, arrebatándome mi botella de cerveza.

–¡Pero me perderé el año nuevo! – Me queje, sentándome atrevidamente sobre su regazo – Aunque… si te acuestas conmigo, entonces sí.

Edward no pudo evitar reír por mi cómico comportamiento. Estando coherente, por supuesto que no sería capaz de hacer o decir algo así.

–Mi amor, creo que deberías comer algo, o ir al baño o vomitar. Estás borracha.

–¡Que no lo estoy! – me opuse, apoyando mi cabeza en su hombro – Hummm, que tal si vamos arriba tu y yo… – comencé a susurrar en su oído, tomando el lóbulo de su oreja entre mis dientes.

–Bella, creo que no es una buena idea.

–Nooop…. Es una estupeeenda idea.

–Edward, creo que deberías llevarla al baño – comento Alice entre risas, observando la escena.

–¡Si!, ¡Otro baño juntos! – grite sin poder contenerme, aplaudiendo. Edward negó con la cabeza y cerró los ojos.

Emmett exploto a sonoras carcajadas, con Jasper incluido.

–¡Así que un baño juntos, par de conejos! ¿En la ducha o en la tina? – dijo sin poder contener las risas.

Pude observar el rostro enojado de Tanya al lado de Rosalie.

Jódete, puta. ¡Yo me ligue a Edward y tú no! ¿Cómo te quedo el ojo, zorra?

Unos ratos más tarde no pude soportar las ganas de vomitar, así que fui corriendo al baño y expulse todo lo que había comido en el día. Maldito tequila.

Luego de una bebida especial hecha con café y limón, por parte de Esme y Carmen –que no se vieron muy contentas con mi situación– y unas aspirinas me sentí un poco mejor. Aun me sentía mareada y me dolía la cabeza, pero al menos podía utilizar de mi raciocinio. Me di cuenta de la estupidez que había cometido. Había revelado en frente de toda la familia lo activa que resultaba ser mi vida sexual con Edward.

–¡Oh, oh, oh! ¡Es hora de los fuegos artificiales, Emmett! – exclamaba Alice, saltando de un lado a otro. No fue hasta que me gire, que me di cuenta de que eran las 11:55 de la noche. En cinco minutos, seria año nuevo.

–¡Si! – Emmett tomo una caja que yacía oculta debajo de la mesa del comedor principal y corrió al patio trasero – Los instalare allí, y luego ¡CABUM!

El péndulo del reloj de la sala principal se desplazaba según su programación, señalando los momentos que faltarían para que un nuevo año comenzara, y todos manteníamos nuestras vistas clavadas en el reloj, esperando por el tan añorado acontecimiento. 11:59, y Alice estaba completamente histérica.

—¡Si! — grito con toda la fuerza de sus pulmones, y luego todos nos unimos a la cuenta regresiva.

—¡Diez!

—¡Nueve!

—¡Ocho!

—¡Siete!

—¡Seis!

—¡Cinco!

—¡cuatro!

—¡Tres!

—¡Dos!

—¡Uno!

—¡FELIZ AÑO NUEVO!

Edward tomo mi rostro entre sus manos y sin despegar sus ojos de los míos, me susurro con todo el amor que pudieron destilar sus cuerdas vocales:

—Te Amo — dijo, antes de apoderarse de mis labios.

Emmett había encendido los fuegos artificiales instalados en el patio trasero de la casa, y estos comenzaron a tronar, resonando por encima de los gritos de felicidad por parte de nosotros y de los gritos y aplausos que podían escucharse en regiones cercanas a nuestra ubicación. El cielo se lleno de fuegos artificiales que dominaron sobre el cielo despejado de nubes grises, y solamente cubierto por el manto de estrellas, mostrando toda su magnificencia, junto a los fuegos de colores llamativos que aumentaron por más tiempo pasase. En esos momentos todos gritábamos, aplaudíamos, nos besábamos, y disfrutábamos lo que sería, en adelante, el comienzo de un nueva era.

….

—¡Edward, dime ya a donde me llevas! — suplique nuevamente, a sabiendas de que no serviría de nada con lo cabeza dura que podría llegar a ser Edward.

—¡Ya deja el fastidio, y quédate callada, ya llegaremos! — contesto él con una evidente y palpable emoción adornando su voz, mientras que, con sus manos cubriendo mis ojos e impidiendo la mas pequeña oportunidad de visibilidad, me guiaba hacia adelante entre lo que pude descifrar yo, eran matorrales y arboles de pinos.

Ya habían pasado meses, y nos encontrábamos a mediados de abril. Mi vida ahora estaba en un equilibrado estado emocional, y yo no podía ser más feliz de lo que era ahora. No tenia palabras para expresar lo inmensamente dichosa que me sentía con esta nueva oportunidad para ser feliz, y, una nueva forma para observar el mundo desde otra perspectiva.

—Listo, ya hemos llegado — me informo Edward, descubriendo mis ojos. Tuve que parpadear un par de veces para adaptarme a la luz del ambiente. Edward me había llevado a un hermoso claro espacioso y abierto, cubierto con un césped verdoso de aspecto llamativo y flores de colores que lo adornaban por encima, incluyendo varios arbustos con frutos silvestres y mas plantas y flores. Habían suficientes arboles alrededor de nosotros como para provocar que una pequeña zona del claro estuviera protegida por la sombra de los robles, protegiéndola de los rayos del sol que hoy, había tenido incentivos como para aparecer por los cielos.

—Edward, esto es… hermoso — asegure, girando desde mi puesto para contemplar el claro desde diferentes ángulos de mi perspectiva panorámica — ¿Cómo lo has conseguido? — no pude evitar sentir curiosidad por la manera en que haya logrado localizar tan esplendido prado entre los verdes y espesos bosques de todo Washington.

—No fue hace mucho, en realidad. Me lo encontré cuando salí de campamento con Emmett y Jasper el mes pasado, ¿Recuerdas?

—Oh, sí — me gire sobre mis talones para observarlo a la cara, mostrando la más sincera de mis sonrisas — Gracias por compartirlo conmigo. Me encanta.

—Bella, yo quiero compartirlo todo contigo, mi vida entera — me respondió el, atrapándome con su mirada intensa y profunda. Aquellas palabras provocaron un nudo de placer y felicidad en mi estomago. Jamás terminaría de maravillarme de las acciones de Edward, y jamás podría darle más gracias a la vida por haberlo puesto en mi camino.

Ambos nos sentamos en el pasto con roció, frente al otro y con las piernas cruzadas. Edward arranco una de las flores que estaban sujetas al suelo, y tomo un mechón de mi cabello para ubicarlo detrás de mi oreja, utilizando aquel espacio, un puesto para colocar la flor azul de aspecto coqueto y sencillo encima de mi oreja. Tome una flor de la misma clase del suelo y la lleve a mi nariz para inhalar su perfume.

—Esta linda — susurre, examinando la flor pequeña y de aspecto inofensivo.

—No me olvides — comento Edward, haciendo que alzara la mirada.

—¿Que dices?

No me olvides. Ese es el nombre que recibe la flor— me explico.

—¿Como lo sabes? — inquirí, bastante curiosa.

—Internet — respondió, encogiéndose de hombros.

—Oh — rodé los ojos — supongo que era obvio.

–¿Sabes? He… querido decirte algo — tomo mis manos entre las suyas, y luego se las llevo a sus labios para depositar un tierno beso — Isabella — murmuro, haciendo énfasis de mi nombre. Solté una risita — Me propongo a permanecer a tu lado todos los días de mi vida. No estoy pidiendo tu mano en matrimonio, de eso puedes estar tranquila — me guiño un ojo — simplemente quiero dejarte claro de que eres la persona con la que pienso estar hasta el final de mis días, y aquí, en este claro, frente a Dios y frente a ti, me comprometo a amarte, para siempre.

Mis ojos se llenaron de lagrimas, que no pude evitar liberar. Cada una de sus palabras había llegado directamente a mi corazón, haciendo que este se hinchara de pura alegría. Definitivamente, Edward era más de lo que yo merecía, y era un regalo del cielo. Mi ángel.

—Oh, Edward — solloce — No tienes idea de lo importante que tu ere para mi, y de lo mucho que te amo. Nunca olvides eso, y te aseguro, que te querré, siempre.

El acerco una mano hasta mi mejilla, la cual acaricio con suavidad. Se acerco lo suficiente a mi para reposar su frente sobre la mía. Cerré los ojos.

—No me olvides — susurro, deslizando las palabras.

—Jamás — asegure yo, sonriendo para mí misma. Y ambos nos fundimos en un cálido abrazo.

Y así permanecimos durante minutos infinitos, simplemente disfrutando, el mejor regalo que pudo darnos la vida.

Capítulo 22: Una Cena Para Recordar Capítulo 24: Dificil

 
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