Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224732
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=575

http://www.fanfiction.net/u/2218274/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 20: Mala Suerte, ¿Creo?

Hello! Yo y mis demoras. Veran, comence con otro libro: La reina en el palacio de las corrientes de aire. ¿Que se le hace? xD Asi que me retraso, ya que el libro me consume las neuronas, por que es de nombres suecos! Creanme, es estresante xDxD

Gracias por sus comentarios y votos, son de lo mejor! me hinchan el corazon como a Pucca xDxD, es un honor que mi historia este en la segunda pagina de la web, eso quiere decir que es "aceptable" Uf! cmo me alegro.

Bueno. Espero que disfruten el capitulo, aunque se que me van a odiar cuando termine. Pero bueno, lean y diviertanse un poco.


Mala suerte, ¿Creo?

.

Los días pasan volando, arrastrados por el paso del tiempo, sin oportunidad de regresar. Mi vida con la familia Cullen era prospera, aunque a veces, curtida por los malos recuerdos que invadían a mi mente sin piedad, cuando me encontraba lo suficientemente distraída. A pesar de haber luchado para no llorar, no me resultaba extraño que aun tuviera pesadillas de esa noche, una noche que había dado de lleno en mi pecho con la intensidad de una daga. ¿Qué podría hacer? Tan solo habían muerto hacía seis meses, y el daño no estaba del todo sanado. En cambio de eso, mis hermanos ya lo habían superado hacia ya muchos años, pero yo todavía seguía dándole la grasa a la vida. Y si tuviera la opción de regresar en el tiempo, y decidir por estar con mis padres, o vivir con Edward por el resto de mi vida, no vacilaría en lo absoluto en escoger a mis padres.

Las cosas en la escuela iban bien; no lográbamos encontrar alguna cosa lo suficientemente interesante ni entretenida como para disfrutar durante los pocos minutos libres antes de seguir soportando a aquellos profesores que necesitaban urgentemente una salida al spa, como decía Rosalie.

Kate no había vuelto a dirigirme la palabra. Me evitaba en todo momento, y solo intercambiábamos un asentimiento de cabeza cuando nuestras miradas se topaban. Posiblemente estaría avergonzada de lo ocurrido ya hacia tanto tiempo en la fiesta de Halloween, o simplemente no deseaba verme la cara.

Al menos el sentimiento es mutuo.

Navidad, navidad, linda navidad… –Alice canturreaba con voz de campanillas matutinas, mientras nos dirigíamos todos los Cullen hacia la cafetería para sentarnos en nuestra respectiva mesa.

–Alice, ¡He tenido que soportar esa melodía dándome vueltas en la cabeza durante toda la mañana! –Se quejo Edward, exasperado. Yo a su lado, aumente la presión de mi mano sobre la suya para calmarlo.

Y ya veía venir otra pelea de los hermanos Cullen…

–¡Eres un aguafiestas, Edward Anthony! ¡Me vale una mierda si no te gusta como canto! –Contesto Alice, rodando los ojos, mientras se pegaba más hacia el cuerpo de Jasper.

–No se trata de eso, querida hermana. Es solo que ya es mucho tener que haberla soportado ayer, durante todo el día cuando me arrastraste a tu salida de compras. ¿Es que acaso no existe otra cancioncita más? ¡Cada tienda tenia exactamente la misma canción!

–Ese no es mi problema. Y seguiré cantando, ¡te guste o no! –Respondió con furia, mientras continuaba murmurando la melodía empleada anteriormente: La la la la la la…

A mí también me estaba empezando a molestar. Pero no me irritaba del todo.

Una vez sentados en nuestra mesa, aun no podía creer la ridícula situación. Edward ignoraba a Alice por completo, mientras esta seguía cantando una y otra vez.

–¡Ya para, Alice! –Volvió a decir, Edward.

–¡Edward! Supéralo ya. Me encanta esta canción y lo sabes. Ya ha pasado mucho tiempo para que sigamos en este maldito jueguecito, ¡Es lo mismo todos los malditos años! –Rodo los ojos.

–Jasper… –Susurre, inclinándome a un lado, donde se encontraba Jasper, mientras Alice y Edward aun continuaban discutiendo –¿No entiendo?

El negó con la cabeza, y se inclino también para poder susurrarme al oído:

–Los padres de Edward, Alice y Emmett fallecieron una noche de navidad. Esa es la canción que ellos acostumbraban cantar durante esa época. O bueno, en realidad cantaban de todo. Así que por eso Edward no es un fanático de la navidad. Le recuerda mucho a aquella noche. Ellos estaban esperando por ellos, pero jamás llegaron. Así que cada año Alice lo tortura con las decoraciones, regalos y todo aquello, aunque ni a ella ni a Emmett le molesten, a Edward sí. Casi todo lo referente a la navidad le molesta un poco. Pero jamás ah dicho ningún tipo de comentario en frente de Esme ni Carlisle.

Aquella confesión me dejo perpleja, ¿Por qué Edward jamás me lo había dicho?

–Oh… –Fue lo que conteste, mirando así de reojo que Edward no estuviese escuchando –¿Y porque Alice se comporta así si sabe que a Edward no le gusta? –Me pareció algo muy impropio de Alice.

–Porque no lo sabe. El solo me lo ha dicho a mí. Y solo fue de pasada, fue una mención del tema, pero no soy tonto –Se encogió de hombros, y ambos observamos a Edward, que jugueteaba con su muñequera.

¡Oh! Así que Edward odiaba la navidad. ¡Eso jamás me lo había dicho! ¡Y tampoco lo de sus padres!

Cuando el timbre del almuerzo resonó, interrumpiendo mí parloteo negativo mental. Me levante de mi asiento y me encamine hacia mi siguiente clase, tenuemente enojada.

Mi novio, posiblemente extrañado por mi inesperado comportamiento, se levanto de su asiento segundos después, alcanzándome así caminando entre los pasillos infestados de gente.

–¡Bella! –Me llamaba. Pero yo le ignoraba. Llegue hasta mi casillero y lo abrí a mala gana, buscando los cuadernos para la siguiente clase.

–Bells, cielo, ¿Qué sucede? –Pregunto confundido, acariciando mi mejilla con su mano derecha. ¿Cómo podría hacerme la fuerte cuando era tan, pero tan tierno conmigo?

–Hum, Edward. ¿Por qué no me había dicho que tus padres murieron una noche de navidad? Jamás lo mencionaste. –Pregunte, alzando una ceja. Me sentí un poquito decepcionada por su falta de confianza.

Su expresión era exactamente la misma, no se altero en lo absoluto.

–Bueno, jamás llegamos al tema.

–Aun así, me molesta que no me lo hayas dicho. Creí que nos decíamos todo. ¿No te conté, acaso, absolutamente todo acerca de mi vida? ¿Todos mis miedos, mis debilidades y mis recuerdos? Ahora que lo pienso, jamás me has hablado acerca de tu infancia, ni de tu escuela, tus amigos, ni tu relación con tus hermanos antes. – Dije la última frase sin pensar, mas para mí misma que para el interpelado a mi frente. Era cierto, y solo era ahora que me estaba acordando que no sabía demasiado sobre la vida de Edward antes de conocernos. Solo sobre la adopción de Carlisle, alguna que otra anécdota sobre él y la familia Cullen, recuerdos cercanos. Pero no sabía nada más sobre él.

Ahora su rostro si se altero en una mueca de enojo, y sus ojos se opacaron.

–Bella, estas siendo completamente absurda. Si no te he dicho sobre todo eso antes, habrá sido porque no lo recordaba en esos momentos, o jamás tocamos el tema. Además, no le tomo importancia a nada de lo que haya vivido anteriormente, yo vivo para mi presente, y mi presente eres tú. –Tomo un respiro, antes de cerrar los ojos. –Incluso, no tienes ningún derecho en reclamarme nada. Sé que me mentiste con respecto al collar que siempre cargas encima, el que tiene forma de corazón.

Me quede muda de asombro, y fruncí el ceño, confundida por lo dicho por Edward.

–¿Qué quieres decir? –Murmure bajito, desviando mi mirada de la suya, que me mantenía cautiva ante su embrujo.

–Que vi lo que había dentro. Te distrajiste, quise curiosear y lo abrí. Eso es prueba de que no me has dicho algo tan sencillo como eso. Eso sí debería considerarse una falta de confianza, ¿No crees? –Dijo con voz irónica y enojada.

Caí en la cuenta en ese momento de que él estaba en lo correcto. Yo no tenía ningún derecho en reclamarle absolutamente nada, si yo misma le había mentido, ocultando el contenido de mi cadena de plata con dije de corazón, aquella representación de que mis padres estarían cumpliendo su promesa, la promesa de que a pesar de todo, siempre permanecerían conmigo. Seguramente el se encontraba algo decepcionado de que yo no le haya confiado eso ultimo. Pero era algo tan íntimamente personal, que no me atreví a decírselo.

Frustrada, molesta, entristecida, impotente, con aquel sentimiento arremolinado de culpa, agache mi rostro, ocultándolo con mis cabellos como si fuese una cortina de protección.

–Lo… siento –Murmure, con voz ahogada.

Me percate de que estaba llorando, cuando los brazos de Edward me envolvieron protectoramente y apoyo su mentón sobre mi cabeza.

–¡Oh, cariño! Perdóname. No debí hablarte así –Se disculpo, besando mi coronilla. –No tienes idea de cómo me frustra verte llorar… –¡Él se estaba disculpando! La culpa se revolvió en mi estomago, haciendo que este se agitase de puro desagrado.

Le devolví el gesto, apretando mis brazos en torno a su cintura, ocultando mi rostro en su pecho.

–No, lo siento yo. Yo he comenzado y no debí reprocharte nada. Además, no debí mentirte con lo del collar –Me explique, depositando un besito sobre el comienzo de su pecho.

–Se que ellos son importantes para ti. Tienes tus razones y derechos para no haberme dicho nada.

–No. Aun así, debí decírtelo. Una relación es de dos, y debe de existir la confianza, eso es algo primordial. Y tú también tienes tus razones para no haberme comentado ese detalle antes, eso es algo tan privado como en mi caso. –Respondí.

Gracias a Dios, ya no había alumnos corriendo por los pasillos, y la mayoría ya había entrado a su clase respectiva. Así que no había testigos de la escenita que le acababa de montar a Edward, ni nadie para interrumpir este momento a solas entre nosotros.

Ambos continuamos abrazados, y Edward me mecía de un lado a otro, mientras una de sus manos se deslizaba arriba y abajo por mi espalda, y las mías acariciaban sus cabellos.

Comencé a reír como una tonta sin razón, y mi cuerpo se sacudía debido a las pequeñas carcajadas, sofocadas contra la camiseta de Edward.

El me beso nuevamente en la coronilla.

–Oh Bells, no llores…. –Comenzó a decir, pero yo negué con la cabeza, antes de sacar mi rostro de su escondite.

–Pero si no estoy llorando –Conteste, besando su mandíbula –Estoy riendo.

–¿Y qué te resulta tan gracioso? –Pregunto, confundido.

–No se –Me encogí de hombros, y seguí riéndome. Definitivamente Edward pensaría que estaba volviéndome loca.

–Oh – Dijo, acompañando mis risas.

Cuando llegue a mi salón de clases, con Edward, quien me había acompañado, el profesor se levanto de su asiento y me dirigió una mirada de réplica.

–¿Estas son horas de llegar, Srta. Swan? –Inquirió.

Edward respondió antes de que yo pudiera expulsar cualquier excusa poco convincente.

–Ha estado conmigo, Sr. Robbins. Lamento haberla entretenido, pero la he estado ayudando con sus tutorías –Dijo tan inocentemente, y con una sonrisa tan calmada y encantadora que dude muchísimo que alguien no le creyese. ¿Cómo lo lograba? Yo ni siquiera podía abrir la boca cuando ya la gente me creía una completa mentirosa.

El profesor nos observo durante un momento, dudando de sus palabras. Aunque claro, Edward contaba con la ventaja de tener unos excelente sobresalientes.

–Está bien. Pero espero que no se vuelva a repetir –Acepto, insinuando con un movimiento de mano que me adentrara a la clase.


–¿En el lago, entonces? –Pregunto Alice. Pero por la manera en que lo dijo, estaba más que obvio que estaba escogiendo y afirmando por todos nosotros. Resultaba ser bastante difícil negarle cualquier cosa, ¿Cómo hacerlo, con aquel pucherito tan propio de ella, que provoca que te sientas culpable sin razón alguna? Era esperadísimo que Carlisle aceptara su petición.

–De acuerdo, Alice –Asintió Carlisle, rodando los ojos. –Pero solo la navidad. Año nuevo entonces será en Denali.

–¡Genial! Entonces… ¡Oh! Hay que ir de compras –Exclamo la duende femenina.

–¿Otra vez? –Inquirió Esme, mirando a Alice con una cara incrédula –¡Pero si apenas fuiste ayer!

–¡Oh, querida madre! Pero eso es por una simple necesidad. No he comprado nada para las navidades ¿Qué hay de nuestros atuendos? ¿Pretendes que usemos cualquier cosa para navidad? –Bufo.

Esme puso los ojos en blanco teatralmente, alzando las manos.

–Está bien, está bien.

–Oh… Edward –Canto Alice, con una mirada sumamente maliciosa.

–¡Escóndeme! –Dijo Edward, posicionándose en mi espalda, utilizándome como una capa protectora.

–Hermanito, no tienes idea de lo mucho que me ofendes con tal muestra de desagrado hacia mí. ¿Es que acaso no me quieres?

–Por supuesto que te quiero, Alice. Eres una de las personas más importantes en mi vida, pero.. ¿Sabes quién te quiere más? Aquel ricitos de oro a tu lado –Señalo, apuntando con su dedo a Jasper, quien le lanzo hizo una mueca de enojo falso.

–¡Oh!, pero Jasper se cansa mucho más rápido que tu.

–Entonces dile a Emmett –Replico Edward, mientras Alice ladeaba su rostro para atrapar la mirada sorprendida de Emmett entre la suya.

–Emmett, querido hermano. Hace mucho que no cumples con tus funciones de hermano, ¿Me harías el enorme favor, de acompañarme a hacer las compras navideñas?

El más grande de los Cullen trago en seco, mientras observaba con disimulo varias direcciones a su alcance, posiblemente buscando la manera de escapar de las garras de su pequeña hermana.

–¿Qué dices, Rose? –Dijo, inclinando la cabeza hacia un lado y colocando su mano alrededor de su oreja, como si estuviese concentrándose en entender algo que solamente él había escuchado –¡Oh, Rosalie me llama! Posiblemente necesitara ayuda con el… ehh…. El sostén nuevo que le he comprado –Esa fue suficiente distracción para la mente de Alice, quien se quedo estática ante tal confesión, antes de que el más grande de los Cullen corriera escaleras arriba como alma que lleva el diablo.

Corre, Emmett, salva tu vida. Pensé.

–Oh, Emmett. ¡Creo que deberías buscarte unas excusas más convincentes! –Carlisle dijo en voz alta. No sin después escuchar como Rosalie le preguntaba a Emmett: Osito, ¿Por qué vienes corriendo?

–Bien. Eso nos deja a ti, Edward –Asumió Alice, clavando su mirada sobre Edward.

–Mátame, Bella –Susurro Edward muy bajito sobre mi oído, completamente desesperado.

Edward no tuvo más opción que acompañar a una Alice endemoniada, e increíblemente llena de energía a otra salida al centro comercial. El pobre regreso en la noche, con los brazos cargados de bolsas y más bolsas de compras. Yo me había ofrecido en acompañarlo, pero él había negado mí opción, diciendo que lo que menos deseaba era que terminara en silla de ruedas para navidad. Yo acepte al final, dándole la razón. Yo tampoco lo deseaba.

Estábamos a cinco días para la navidad. El plan consistía en disfrutar un día anterior a la navidad, incluyendo tres mas luego de ésta para pasar en el lago, y después de eso, pasaríamos el año nuevo junto a la familia de Denali, íntimos amigos de Carlisle, tanto así, que se consideraban prácticamente familia. Yo jamás les había conocido, pero si sabía que sus nombres eran Carmen, Eleazar, y su hija, Tanya Denali.

Ya que ya nos habían regalado las vacaciones navideñas, y Carlisle había pedido un permiso en el hospital, no había inconveniente alguno en disfrutar de una noche familiar en paz.


–Esto no podría ser más perfecto –Al parecer, el lado sarcástico de Edward salía a flote cuando se encontraba molesto de veras.

–Cálmate, Edward. Ya encontraremos una solución –Respondí, aunque yo, tanto como él, me sentía un tanto indignada de nuestra pésima mala suerte.

La fecha de la navidad se acercaba cada vez más y, mañana cogeríamos camino hacia El Lago. Edward y yo habíamos decidido salir a cenar a Port Ángeles. Hacía demasiado tiempo que no pasábamos un momento juntos, completamente a solas, así que habíamos acordado salir a cenar a "La bella Italiana", nuestro restaurant preferido, para charlar un poco y aligerarnos de las cargas. Pero yo, siempre atrayendo algún tipo de mala suerte a cualquier zona por la que mi anatomía hubiera pasado, provoque que hubiera un derrumbe de nieve, por el camino utilizado para salir del pueblo y adentrarse al bosque, dirección hacia nuestra casa. Ya que los caminos estaban conectados, incluyendo el de Port Ángeles; No había modo de poder llegar a casa esta noche, no al menos, hasta que limpiaran la zona. Camino de regreso, nos topamos con unos fiscales que nos advirtieron que no había paso camino al bosque, así que, prácticamente no teníamos a donde quedarnos esa noche.

–Rayos… –Volvió a decir Edward, tomando su teléfono para marcar a Carlisle.

–Hola Papa. Bella y yo tenemos un problema, hubo un derrumbe de nieve camino al bosque, y no hay paso –Mascullo. Carlisle le comento algo que no fui capaz de percibir –¿Entonces, que haremos? –Continuo Edward. Hubo una pausa, en la que Edward escucho atentamente las indicaciones que Carlisle le daba. Su expresión se relajo, y frunció el ceño –Creí que María todavía estaba allí… –Murmuro con extrañez –Oh, bueno, eso está bien. ¿Y que con la llave? ….. ¡Ah, sí! Creo que por aquí debo tenerla… Si…. ¿Y que con la alarma?... Si, si lo tengo. Gracias Carlisle, te llamo cuando hayamos llegado –Colgó la llamada y se giro para mirarme, notoriamente aliviado.

–¿Qué te dijo?

–Tenemos un apartamento en Seattle. Aunque en realidad, es de Carlisle y Esme, cuando desean darse una escapadita–Me guiño un ojo con picardía –Ellos lo tenían alquilado durante un tiempo a una amiga de Esme, que necesitaba un apartamento para vivir durante seis meses. Pero… Carlisle me dijo que ya María, la inquilina anterior, se había ido, y el apartamento estaba desocupado. El apartamento tiene sistema de seguridad. Pero ya tengo la clave y también porto unas llaves de emergencia, todos la tenemos. Deberíamos hacerte una a ti también… Hum, como sea. Así que… A menos que desees dormir en el auto hasta mañana, esa es la mejor opción.

Debía estar completamente loco si creería que soportaría dormir en el auto hasta mañana varados en quién sabe dónde.

–Vamos hacia allí –Conteste después de cuatro segundos –Aunque… ¿No es tarde? –Pregunte, temerosa por la hora, la nieve, y la rapidez en la que Edward conducía.

–No. Apenas si son las siete. Estaremos allá a eso de las diez u once –Sonrió con calidez, tranquilizándome –Oye, prometo ser precavido, ¿O acaso dudas de mi habilidad para conducir? –Cuestiono.

–Oh, en ti confió. En quien no confió es en el auto, y los locos ebrios que puedan chocarnos.

–Bah, déjate de tonterías. Estaremos bien.

Edward condujo hasta que llegamos intactos hasta Seattle. Tuvo que requerir de la ayuda de Carlisle para que le indicara la dirección de su cueva del amor. No pude evitar reír ante el apodo de Edward referente al apartamento.

Me sentí aliviada cuando llegamos al edificio. Edward intercambio unas cuantas palabras con la recepcionista, quien no podía ocultar su cara de boba deslumbrada cuando este le hablaba. Por dios, ¿Acaso así me veía yo cuando él me miraba más de la cuenta? Pareciera que a la pobre chica le iba dando algo mientras Edward conversaba con ella, ¿Qué edad tendría, unos… 20, 21 años?

Subimos al ascensor, y esperamos hasta que llegase al piso 16. Caminamos por los pasillos, y Edward desactivo el código de seguridad, y abrió la puerta con las llaves. Edward encendió las luces, y pude detallar

El apartamento era espacioso, rodeado de muebles que se encontraban cubiertos con algún plástico, supuse yo, para que no se ensuciaran con el polvo que podría desprenderse al mantenerse un cuarto cerrado. Las paredes estaban pintadas de colores vino tinto, mostaza y blanco, con cuadros abstractos en casi cada muro de las paredes. Definitivamente obra de Esme. Una lámpara de cristal en forma de tulipanes que colgaba del techo en medio de la sala, a la cabeza de la mueblería, y tres plantas falsas en tres esquinas de la diferente habitación que señalaban a la cocina, comedor y la estancia principal.

–¡Oh, pero que horror, no hay televisión! –Comento Edward, bajando las escaleras –Seguro Carlisle la retiro de aquí. Hace mucho que no vienen… –Se detuvo en frente de mí y me abrazo a la cintura –Bells, si deseas puedes darte un baño arriba, y ponerte alguna cosa que Esme guarda en el closet de la habitación. Es mejor que te quites esa ropa helada, le ha caído nieve. Yo te sigo más tarde, voy a ordenar nuestra habitación y sacudirla un poco.

–Hum, está bien –Concorde, yendo junto a él escaleras arriba para seguir sus indicaciones.

La habitación era grande, tanto como la habitación de Edward. Adornada con una tapicería de alfombra roja, y una cama matrimonial en medio de esta. Dos mesitas de noche, dos lamparitas, una litera, y un puesto donde supuse yo, debería descansar el televisor que Edward tanto añoraba.

Hombres, no pueden vivir sin sus artefactos eléctricos.

–Así que, ¿Este es el apartamento que Esme y Carlisle usan para escaparse? –pregunte.

–Digamos que si, aunque a veces lo usan también de alquiler –Dijo mientras hurgaba entre unas cosas dentro del closet de la habitación.

–¿Y porque no se van mejor al lago?

–Porque esta algo aislado de la ciudad o el pueblo más cercano. Aquí, estamos en medio de Seattle. Además, este apartamento a veces lo utiliza Alice o Rosalie cuando vienen de compras y se les hace tarde para volver a casa –Se encogió de hombros.

–Oh, ya veo…

–Ten –Edward me paso una toalla –No sé si habrá champú en el baño, supongo que no. ¡Pero al menos hay agua caliente! –Dijo con dramatismo, seguido de una sonrisa –Yo usare el baño de abajo.

Asentí con la cabeza, antes de meterme al baño y cerrar la puerta con pestillo. Abrí la ducha, y el agua caliente abrazo mi cuerpo helado y me calentó de arriba a abajo. Por suerte, Esme tenía un champú en potecitos pequeños y un jabón sobre el lavamanos, junto con un enjuague bucal, una crema dental y tres cepillos de dientes sin usar. Definitivamente esto habrá sido obra de Alice.

Una vez terminado mi baño, envolví la toalla alrededor de mi cuerpo y cerré la llave. Me vestí con la ropa que me había pasado Edward; una camiseta de color purpura de Esme que había encontrado en el Closet, y que se ceñía a mi cuerpo, y unos shorts increíblemente cortos. ¿Acaso así es como dormía Esme? ¡Con razón que Carlisle y ella aun estaban casados!

Abrí la puerta con sigilo, temerosa por mi apariencia expuesta frente a mi novio, quien se encontraba recostado sobre la cama, con un brazo detrás de su nuca, sosteniendo un libro. Vi que traía puesto una camiseta gris algo ancha, que supuse yo, era de Carlisle, y unos shorts que le llegaban hasta la rodilla. Su cabello estaba húmedo por el baño.

El ladeo el rostro y me observo, antes de deslizar su mirada a través de todo mi cuerpo, desde mi cabeza, hasta la punta de los pies, regresando así por su camino de partida. Me regalo una sonrisa torcida tan deslumbrante que medite durante un momento el echarme yo misma al suelo antes de sufrir un colapso.

–No me mires así, me hace sentir… Expuesta, ¿No había algo un poco más, abrigado? –Replique.

–Toda la ropa de Esme es más o menos así. Además, Era eso, o tres camisones de Alice con la etiqueta de Victoria's Secret.

Le mire espantada. Por supuesto, no me extrañaría que Alice o Rosalie desearan sentirse guapas mientras dormían.

–Oh, entonces está bien –Susurre, acercándome hasta la cama.

–¿Sabías que te ves increíblemente sexy con eso? –Comento de manera graciosa, para luego enfocar su vista nuevamente en su lectura.

–Cállate, Edward. –Solté. Hasta que de repente, algo en mi cerebro hizo clic, haciéndome reaccionar, asimilando y relacionando lo que en mi cabeza se agolpaban como palabras por separado.

Edward.

Bella.

Apartamento.

Seattle.

Solos.

Solos.

Contando también, una enorme cama matrimonial, un atuendo provocativo, y una disposición que arrasaba a cualquier excusa que podría interponerse entre las pasiones que podrían desatarse entre dos jóvenes enamorados completamente llenos de hormonas.

Y todo provocado por mi mala suerte.

O… ¿Buena suerte?

–Bella, ¿Estás bien? –Pregunto Edward con voz agitada, sacándome de mis pensamientos.

–Perfectamente –Conteste, sonriendo para tranquilizarlo.

Era mi imaginación, ¿O aquí hacía calor?

Tal vez Edward habrá puesto la calefacción….


Si si, pueden odiarme todo lo que quieran, pero aun asi yo los amo! ^^
Ya se que pensaran: "Esta idiota no las corto justo en ese momento!"
Como he dicho anteriormente, adoro ponerlas en suspenso, me da algo de gozo, aunque sea cruel xD.

Capítulo 19: Culpable Capítulo 21: Luna De Plata

 
14439104 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios