Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224766
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

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Capítulo 27: Mi rostro por Doquier

Alice fue la primera que regreso al día siguiente. Fue a eso de las ocho de la mañana, tiempo en el que yo aún permanecía oculta debajo de las sabanas de mi cama. La noche anterior, Edward me había ayudado a organizar mi habitación justamente como yo, según había dicho él, estaba acostumbrada a mantener, y colocó algunas de mis prendas dentro del enorme closet que estaba adentro. ¿Cómo puede ser un closet del tamaño de la misma habitación?

Alice está loca. Había sido la respuesta de Edward, mientras reía entre dientes.

Después de eso, se había acercado hasta mí a paso vacilante pero dispuesto, y, tomándome completamente fuera de guardia, plantó un beso sobre mi mejilla derecha, que adoptó un profundo color escarlata de inmediato. Tuve que sentarme y respirar repetidas veces cuando él se había ido cerrando la puerta, y aun sentía el calor de sus labios sobre mi piel.

Esa noche dormí con inquietud, y no paraba de soñar con mis padres. No sabía si se trataba de sueños, o de recuerdos con respecto a momentos vividos junto con ellos, pero había provocado que me despertara varias veces durante la noche. No fue hasta que tuve la horrenda pesadilla de un avión explotando en el aire frente a mis ojos que me desperté de golpe e inquieta, cubierta de sudor e hiperventilando. Fue tan real y tan tétrico, que me llevó mis minutos lograr quedarme dormida de nuevo.

—¡Es hora de levantarse, dormilona! — gritó ella, destapándome de mi cálido refugio — Son las ocho.

—¿Las ocho? — pregunté, estirándome sobre la cama para coger el pequeño reloj que yacía sobre mi mesita de noche, justo al lado de la foto que yo no quitaría de allí ni loca — ¿Por qué tan temprano, Alice? Creo que aun me siento cansada.

—Por favor, Bella, eso no es algo nuevo, tú duermes como una pereza — puso los ojos en blanco, y se dirigió a mi closet de a dos saltos — Por el amor de todo lo sagrado en la faz de la tierra, necesitas una remodelación de tu guardarropas. Esto esta tan pasado de moda, que podría servir para alimentar una fogata de los necesitados de Washington, porque ni locos se pondrían esto — decía, mientras en su rostro había una cara inmensa de desprecio hacia mi vestuario.

—Y, ¿A dónde vamos? — ¿Comenzarían hoy mismo las terapias de Jasper?

—Iremos de compras.

De acuerdo, creo que hubiera preferido las terapias.

—¿Serviría como una excusa convincente el decirte que acabo de despertar de un coma enormemente prolongado, y que no estoy en condiciones para recorrer los pasillos de un local concurrido? — pregunté, y Alice me miró como si estuviese completamente loca.

—Bella. Si jamás te has podido escapar de una de mis salidas de compras, dudo que esta vez consigas hacerlo. Demonios. Tendré que comenzar desde el principio con respecto a tu atuendo. ¿Tienes idea de lo mucho que me costó acostumbrarte a vestirte como una modelo? — puso una cara de horror, con la que yo no pude contener una pequeña risa — Otra vez será con las clases de "cómo usar tacones, con Mary Alice Cullen"

—Payasa.

—Aun así, eso no te salvara. Dúchate y estate lista en veinte minutos, necesitas salir a la calle — se salió de la habitación cerrando la puerta.

Tomé el neceser de baño, y me encerré dentro del baño de la habitación. Dentro de él, al lado de la ducha, yacían varios modelos de Champú. Uno era de mandarina, el otro kiwi, y por ultimo uno de fresas. Escogí el de fresas sin pensarlo demasiado.

Al salir de nuevo de la ducha, me picó el bichito de la curiosidad por contemplar mi cuerpo en el espejo de cuerpo completo que había detrás de la puerta. No me había puesto a pensar en cómo era yo físicamente, y coloque la toalla a un lado, sobre un tubo de soporte al lado del lavabo, y me mire de arriba a abajo. No era tan fea, a decir verdad. Era delgada, bastante delgada, en realidad, pero esa delgadez se apreciaba bien por mi definida cintura, que gracias a Dios tenía. Mis piernas eran altas y esbeltas, con unas pronunciadas pantorrillas y tenia trasero, por lo menos. Mis senos no eran muy grandes, pero al menos resultaban entrar dentro del protocolo de chica bonita, ya que eran bastante decentes. Mi cabello era largo, ondulado, y me llegaba casi hasta la cintura, y no parecía rebasar el 1.65 de altura.

Me giré, colocándome en varias posiciones para observar cada detalle, y me sentí inmensamente satisfecha de saber que yo por lo menos era bonita. Aunque por supuesto, no era mucho comparado con la espectacular Rosalie, o la bien proporcionada Alice, a pesar de su tamaño. Aun así, me sentí realizada, y me pregunté como una persona como Edward —un Dios griego en persona— podría haberse interesado en una chica como yo, estando tan jóvenes. Había visto la foto, y a pesar de la edad, él parecía ser bastante apuesto aun en aquella época.

Volví a cubrirme con la toalla y salí del baño, colocándome la primera cosa que vi cuando entré a la "habitación closet".

—¿Alice? — pregunté, cuando ya había bajado las escaleras.

—Estoy aquí, Bella — dijo desde la cocina, y yo seguí la dirección de su voz — Sírvete. Preparé huevos, hot cakes, cereal… escoge lo que desees.

—Gracias, en verdad, estoy muerta de hambre — me senté sobre una silla y fui al ataque de toda la comida que había frente a mis ojos. Era deliciosa. Era demasiado celestial comparada con la desagradable comida del hospital que me vi obligada a ingerir — Y, ¿Los demás donde están?

—Carlisle y Esme están en su casa en Seattle, es muy hermosa, algún día te llevaremos…

—Pero, ¿Carlisle trabaja en algún hospital por allá? — la interrumpí.

—Trabajaba. Después de tu accidente, él decidió volver a trabajar en el hospital de Forks para permanecer siempre al tanto de tu situación. A veces se quedaba aquí en casa cuando el hospital lo mantenía tan ocupado, que se sentía cansada como para viajar. Pero siempre acostumbra a echarse el viajecito de regreso a Seattle todos los días.

—Oh.

—Emmett y Rosalie, al igual que Jasper y yo, estamos en el hotel allí mismo en Seattle.

—¿Y porque Jasper no vino contigo?

—Porque me desperté muy sigilosamente esta mañana.

—Ya, pero, ¿Por qué se alojan en un hotel, si tienen unas espectaculares casas en tan buenas zonas para vivir?

Alice resopló.

—Crees que ahora que has despertado al fin, ¿Nos iremos como si nada? Estás loca. Permaneceremos a tu lado todo el tiempo que sea necesario para que recuerdes. Te queremos, Bella — me sentí bastante conmovida con su revelación.

—Y yo creo que estoy empezando a quererlos a ustedes también, Alice — confesé, y en su rostro se dibujo una enorme sonrisa — Pero si ustedes lo desean, pueden venir para acá. Esta casa es inmensa, y repleta de habitaciones…

—¡No! Eso no. Te necesito con la mente fija en tú vivienda con Edward. Bella, no sé si te parecerá demasiado incomodo, pero lamentablemente para ti, hago caso omiso de eso. Quiero que recuperes la memoria para que todo vuelva a la normalidad, todo, y no me avergüenzo de decírtelo. Si estar a solas con mi hermano es lo que necesitas para poder recuperarte, o poder enamorarte de nuevo, entonces haré todo lo posible para que así sea.

Me ruboricé y bajé la mirada. Luego de que Edward me dijera ayer que haría cuanto estuviera en sus manos hacer que me enamorara de él nuevamente, mi corazón no había parado de bombardear a velocidad en mi pecho cada vez que pensaba en sus atrevidas palabras. De alguna manera, yo deseaba que lo intentara, quería que lo hiciera de veras. ¿Por qué no? Era mi esposo, y habíamos estado juntos por unos… ¿Ocho años? Además de que parecía ser una persona bastante amable, sensible, sencilla, y era tierno y comprensivo. Tomando en cuenta también, que era muy bien parecido. Se había preocupado por mi todo este tiempo, y no podía negar que incluso yo me sentía algo atraída hacia él.

—Hablando de él, ¿Sigue dormido? — intenté cambiar de tema, aun con la mirada gacha.

—Sí. Él acostumbra a levantarse temprano, pero antes de irme ayer, me costó mucho en convencerlo de que se tomara una pastilla antes de dormir, y no le digas esto, pero le mentí diciéndole que era de esas de Relax & Sleep, para relajarte el cuerpo y hacerte dormir bien. En realidad, eso hacen, pero le entregué una pastilla diferente, mucho más fuerte y parecida a la que te dimos a ti para que te durmieras. No me extraña que haya caído como una tabla la noche anterior — me guiño un ojo — Pero lo hice por su bien, no ah estado durmiendo bien la última semana — se encogió de hombros y volvió a dedicar su atención a la comida.

No pude evitar reprimir una pegunta que me había estado torturando desde hace tiempo.

—Alice… ¿Cómo la paso Edward durante… ya sabes? — dije, y ello dejo de masticar su comida por dos segundos. Tragó, y luego alzo la mirada.

—¿De verdad quieres que te diga?

—Sí. Él dice que no lo paso tan mal, pero no le creo.

—Tienes razón, no la pasó mal — se echo hacia atrás, para apoyas su espalda sobre el espaldar de la silla — la paso terrible. Pero no creo que a él le guste que te charle de eso…

—No tiene porque saberlo. Sera nuestro secreto — le interrumpí raídamente, y aun así pude ver como ella dudaba — Por favor, Alice. De verdad que deseo saberlo.

Alice suspiró, sin apartar su mirada de la mía. Tras unos segundos de meditación pareció rendirse, y se aclaró la garganta con sutileza, mientras cruzaba una pierna.

—Bueno… casi le da un ataque cuando se entero de que estabas hospitalizada, y casi se muere cuando supo que habías caído en coma. Recuerdo que se volvió loco e histérico, tanto así, que Carlisle se vio obligado a sedarlo con una inyección para calmarlo. Cuando despertó yo estaba a su lado, y él comenzó a llorar en mi hombro…. — hizo una pausa, y frunció el ceño, volviendo al pasado — Las primeras semanas fueron difíciles a su manera. Casi no dormía, ni comía demasiado, y estaba inmensamente desganado. Decidí viajar y venir aquí para hacerle compañía durante los primeros dos meses, pero luego de eso el trabajo comenzó a exigirme, y tuve que regresarme, aunque lo visitaba todos los fines de semana que podía, y Emmett, Rosalie o Jasper normalmente me acompañaban. Jacob Black también te visitaba de vez en cuando, es el hijo de Billy Black, y un gran amigo tuyo. Hum, Edward permaneció en el hospital más de la cuenta, e intento estar ocupado durante todos esos días en el hospital para estar siempre a tu lado o para estar al pendiente de algún progreso de tu parte, o, sencillamente deduje yo, necesitaba estar distraído para no volverse loco. Él te visitaba todos los días, y se sentaba a tu lado a hablarte o solamente para verte durante al menos una hora. Desde hace un año, siempre te ah ido a visitar, sin excusa — desvió la mirada hasta un punto fijo de la pared — No fue fácil. Aunque al cumplir los cinco meses, te seré honesta, Bella, todos comenzamos a perder la esperanza. Y Edward se volvió… hum, ¿Inexpresivo es la palabra? Toda mi vida me he estado metiendo con él por ser en algunas oportunidades algo serio o aburrido, pero créeme como deseé regresar al pasado para que él volviera a ser el mismo, Bella — una lagrima pequeña y silenciosa se deslizó por su mejilla, y yo solo pude detectarla por la luz de la lámpara antes de que ella la retirara de su rostro con uno de sus dedos — Estaba tan preocupada que estaba a punto de ofrecerle antidepresivos o ayuda profesional, pero eso es algo que estaba seguro que jamás aceptaría. Y Edward no quiso recibir ayuda de nadie, ni siquiera de Jasper. Jasper intento convencerlo de que fuera a su auxilio para que lo ayudara con la depresión o para desahogara, y era mucho más fácil porque él era su hermano, pero Edward contestaba cosas como: ¿Y de que servirá? ¿Hay alguna diferencia? ¿Con eso Bella volverá? No me importa; o cosas así. Y nosotros no podíamos hacer demasiado, porque él ya es un hombre, y puede hacer lo que le plazca en la vida, si él deseaba dejarse derrumbar yo no podía hacer demasiado, así que, los últimos meses antes de tu despertar ya todos habíamos comenzado a superar la, hum… tragedia, y habíamos optado por seguir con nuestras vidas.

Durante todo el relato sentía que estaba llorando. Las lágrimas eran grandes, y caían por mi rostro inescrutable mientras Alice luchaba consigo misma por no sentirse de la misma manera que yo. Me dolía… a mi misma me dolía hacer sufrir a otros, y como los había hecho sufrir a ellos, como había hecho sufrir a Edward.

No pude evitar sentirme muy mal por él. Definitivamente lo que le habrá pasado no habrá querido deseárselo a nadie.

….

Alice me arrastró hasta la enorme ciudad de Olympia, ya que según ella, se encontraba demasiado fastidiada de ir de compras en Seattle, y deseaba enormemente un cambio. Me obligó a recorrer un centro comercial hasta debajo de cada mínima piedra de cada esquina del local, y mis pies ya comenzaban a sentirse agarrotados luego de la tercera vuelta. Me arrastró a tiendas caras y de prendas costosas, de aquellas que valían igual que la quincena de una persona, y que Alice se atrevía sin ningún pudor a donar luego de que se haya cansado de ella —no es que me molestase que fuera tan buena gente, sino que se cansaba, como mucho, a la segunda vez que se la ponía—.

Según una lista mental que calculé en unos pocos minutos, Alice gastó más de cinco mil dólares en zapatos, carteras, accesorios, pantalones, faldas, chaquetas, y camisetas holgadas a la moda que según ella, tenía que usar a toda costa. ¡Y todo era para mí!

—Alice, ¿No se supone que yo trabajo, y que tengo una tarjeta de crédito con dinero? ¿Por qué tienes que malgastar tu dinero en mí? Si quiera podrías dejarme…

—Chitón, que aquí la que te está brindando soy yo. Eh pasado demasiados meses soñando por volver a llevarte de compras de nuevo, y voy a cumplir mis ansias. Además, no he estado gastando demasiado, y eso que este es el primer round, aun falta una salida más — sonrió, y en su rostro se plasmó la viva imagen de la juventud y la inocencia, incluyendo un pequeñísimo hoyuelo en su mentón — ¡Oh, suena mi teléfono! — exclamó, y yo sin escuchar nada. No fue hasta cuatro segundos después que su celular comenzó a sonar dentro de su bolso. La miré arqueando mis dos cejas.

—¿Eres psíquica, o algo relacionado?

—¿Yo? Que va, lo tengo programado a vibrar antes de sonar la melodía — soltó una carcajada y entrelazó su brazo de nuevo con el mío, al tiempo en que se impulsaba hacia adelante, llevándome a mí y a mis montones de bolsas junto a ella.

Al rato Rosalie la llamó, y pude escuchar más o menos la conversación de ellas dos por los gritos que emitía Rosalie.

—¡¿Has llevado a Bella de compras, y no me habías dicho nada?

—¡Pero si tú estabas durmiendo, de todos modos!

—Aun así, me siento excluida, aunque seguramente no haya podido ir… aun así... ¡Alice! Eres una traidora.

—Lo siento, Rose. No te preocupes, esta ah sido solo la primera salida, ¿de acuerdo? Volveré a salir con ella dentro de tres semanas, y tú nos acompañaras, ¿Vale?

—Más te vale.

¿Tres semanas?

—Oye, dile a Bella que lo siento por no visitarla hoy, pero se nos ah complicado la cosa un poco. Emmett anoche bebió un montón de Ron y Whisky junto a dos amigos que estaban de paso, dijo que necesitaba celebrar que Bella había despertado, ¡Y como celebró! De broma y se levanta. Mañana iremos sin falta, ¿de acuerdo?

Me llevó hasta una peluquería, y Alice se acerco hasta uno de los peluqueros que tenía una bastante notoria pinta de homosexual. El hombre de unos treinta años se acercó hasta ella y le besó en la mejilla.

—¡Ali! Que sorpresa verte por aquí de nuevo, ¿Necesitas otro corte?

—¡Paolo! No, querido. No soy yo la que necesitara de tus manos milagrosas para el pelo — me tomó de la mano y me acercó hasta ella — Te presento a mi hermana Bella, Bella, él es Paolo, el mejor peluquero de todo Olympia — estreché mi mano con la del hombre.

—¡Oh, tan bella, cariño! Pero necesitas urgentemente un corte de cabello. ¡No te ofendas, ojo! No es que no me guste tu cabellera salvaje, es solo que necesitar retocar un modelo — soltó una risa graciosa y agitó la mano en mi dirección — Ven, te dejaré echa todo una princesa.

Y durante las siguientes horas Alice y Paolo se adentraron en una conversación la cual yo no entendía por su variedad de conceptos con respecto a cortes de cabello y uñas. Mientras en ese entonces, yo había pasado por una cámara de tortura que consistía en manicura, pedicura, depilación…. Lo tercero fue la cosa más dolorosa del mundo, pero Alice había dicho que no era la primera vez que lo hacía. Me depilaron las cejas también para perfilarlas, y luego de que mis piernas adoloridas hayan pasado por la depilación, aplicaron una crema hidratante que me relajó durante unos minutos.

—Hum, ¿Quieres que le haga unas mechitas de color amarillo suave? Le quedarían divinos.

Alice me miró, pensando eso, y yo le supliqué con la mirada —desde mi puesto, con mi cabello mojado y desparramado, a punto de ser cortado—, que no accediera.

—No. Me gusta su color, da perfectamente con sus ojos. Hazle de corte algo sencillo, humm… ¿Grafilado con capas? Un escalonado sencillo, pero manteniendo lo largo de su pelo.

—¡Por supuesto! Ni muerto llegaría a rasurar esa belleza de cabello, ¿Sabes cuantas chicas matarían por un cabello así de largo?

Y listo, estaba hecho. Estaba perfecta, según Alice. Luego de despedirme de Paolo salí pitando de allí antes de que a Alice se le ocurriera alguna otra forma de acabar con mi integridad física y mental.

—¡Oye, tú, la chica del cabello bonito! — gritó Alice, alcanzando mi paso — ¿Piensas andar así de hermosa por ahí y sin ropa que lo defienda? Vamos a ponerte alguna cosa que te compré para que combines.

….

Cuando llegué a la casa a eso de las cuatro de la tarde, y completamente exhausta, me dejé caer en el primer sofá que vi en mi camino. Alice dijo que Jasper la había llamado por un inconveniente que se presentó con la tarjeta de crédito que habían utilizado para pagar el hotel, y que necesitaba irse porque era de ella. Me dió un beso en la mejilla, me prometió que iríamos a salir a comer pronto y se metió dentro de su auto.

¿De verdad habíamos hecho todo eso en tan solo seis horas? Alice estaba definitivamente loca de remate.

Nota Mental: Buscar una mejor excusa para no ir de compras.

Luego de permanecer recostada unos instantes, me levanté y me puse a explorar la casa. Era tan grande, hermosa y elegante que me pregunté como fue que yo habría colaborado con eso. Tal vez tendría dones de decoración…

Subí las escaleras, más pendiente de saber cómo era el piso de arriba, que era el que no había revisado ya. Subí las escaleras a paso lento, agradecida de saber que había un tapiz que las cubría que no provocara el sonar de los tacones de mis zapatos en los escalones. Al llegar arriba, me di cuenta de que los pasillos eran muy grandes, y que era una sola línea recta que conducía a todos las habitaciones de ese piso. Caminé por ellos, revisando cada una de las habitaciones. Una estaba abandonada, como yo había supuesto, y era enorme y espaciosa, con una cama matrimonial, un televisor, y todos los materiales necesarios para habitarla. ¿Por qué tendrá Edward una habitación así? ¡Oh! Claro, porque Alice siempre venia de visita. Seguramente esta sería la habitación de Alice y Jasper cuando venían.

La siguiente estaba también abierta, y estaba igualmente conformada por cosas bonitas de gente que la usara de vez en cuando. Rosalie y Emmett también venían, así que supuse que esta habitación pertenecía a Rose y Emmett o a Alice y Jasper… Pero estaba claro que Edward y yo nos habíamos encargado de mantener habitaciones organizadas para la hora de la visita.

Otra habitación estaba igualmente repleta de cosas, pero más sencillas, menos extravagantes, pero eso sí, más elegantes a su manera. Supuse que sería de Esme y Carlisle cuando venían de visita.

Todas las habitaciones estaban casi impecables, algunas cosas cubiertas con mantas para que no les cayera el polvo de la habitación encerrada, y otras cosas al descubierto, pero estaban muy limpias. Tendría que preguntarle a Edward si el mismo se encargaba de la limpieza o contrataría a un asistente de servicio.

Llegué hasta una última habitación en el fondo, y al intentar girar la perilla, me pregunté porque estaría trancada con llave.

Le resté importancia y me dirigí a otra habitación, pero supe inmediatamente que era la de Edward, porque él me había señalado cual era. ¿Estaría dormido aun? Esas pastillas de Alice eran milagrosas.

Me fui hasta mi habitación para descansar, y me quité los zapatos en el camino hasta la enorme cama. Me acordé de que debería colocar los tacones en el closet ordenadamente, y me sentí obligada a levantarme de nuevo para colocarlos en su sitio. El closet estaba algo vacio, porque Alice se había encargado de deshacerse de toda la ropa vieja que yo tenía. Tendría también que ponerme a organizar toda la ropa que estaba descansando en las bolsas del piso inferior.

Al agacharme a colocar los zapatos en un enorme puesto para ellos, me percaté de una pequeña caja que yacía escondida en el fondo. Me estiré para alcanzarla, curiosa por saber de qué se trataba. Era grande, más o menos, y bastante pesada. La arrimé hasta mi posición, y soplé la tapa llena de un poco de polvo, que decía: Fotografías.

Mi boca se a abrió en una pequeña "O", debido a la impresión del descubrimiento. ¡Aquí había miles y miles de recuerdos! Al abrir la tapa, había muchísimos álbumes de fotos, gruesos, pequeños, medianos, repletos de fotos hasta el fondo. ¡Esto era justamente lo que necesitaba!

Tomé el primer álbum de foto que había en la cima, que era de color verde pastel con la forma de una abejita en el medio. Al abrirlo, decía en la parte interior de la portada ¡En Las Vegas!

¿De verdad que habíamos ido a las Vegas?

En la primera foto aparecían Emmett y Rosalie, compartiendo un apasionado beso frente a un casino de Las Vegas. Atrás de ellos podía ver la silueta de Alice y Jasper, así que supuse que los que estaríamos tomando la foto seriamos Edward o yo. Ninguno aparentaba ser tan joven, así que posiblemente la foto no tendría más de tres años.

El resto de las imágenes eran bastante extravagantes y exageradas, frente a locales públicos de Las Vegas y clubs nocturnos. Pasé las fotos, página por página, sintiendo como los recuerdos volvían a inundar mi mente mientras más me esforzaba por familiarizarme con las fotos. Eran pequeños flashes del ambiente en que nos encontrábamos, más que todo, la sensación de saber que habíamos hecho más o menos esa noche, y supe con el pasar de las imágenes que nosotros habíamos hecho esa noche —no solo por lo que mi mente me permitía escarbar, sino por las pequeñas leyendas que alguien había colocado detrás de cada fotografía, explicando la situación—. Nos fuimos a las Vegas a eso de las seis, nos instalamos en un Chalet carísimo y luego salimos juntos todos a recorrer los locales de apuesta en las Vegas. Jasper y Emmett se pusieron a apostar en un juego de Póker, y Alice y Rosalie habían estado a su lado, apoyando a cada compañero entre gritos coléricos. Emmett había ganado, y Jasper había estado enfurruñado todo el camino. También supe que Edward había más de diez mil dólares jugando…

Las imágenes que acudían a mi mente, eran similares a las que tenías cuando despertabas luego de una profunda siesta, y si te concentrabas lo suficiente, podías recordar lo que habías estado soñando. ¡Eso era, más que suficiente!

Abrí los ojos de par en par cuando vi la siguiente foto: Éramos Rosalie y yo, bailando atrevidamente sobre una tarima de striptease. ¿Cómo demonios había yo llegado a hacer eso?

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—¡Vamos a Las Vegas! — gritó Emmett.

—¿Las Vegas? — dijimos todos, a coro sincronizado.

—¡Claro! Estamos todos reunidos de nuevo luego de tanto tiempo, y hay que disfrutarlo, ¿No?— sonrió maliciosamente — Hay que alocarnos.

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—¡Bella! Necesito que me ayudes con algo.

—¿Qué cosa? — respondí yo, algo mareada por todos los Margaritas que había bebido, sumándole el Whisky y las piñas coladas mezcladas en el interior de mi estomago.

—Edward y Emmett han apostado con que yo no sería capaz de convencerte de montarte en una tarima a hacer striptease por un rato. Emmett quiere sacar de sus cabales a Edward, y yo también quiero hacerlo.

—¿Actuar como una puta? Estás loca.

—¡No actuaras como una puta! Las putas son, bueno… ¡Putas! Y tú no eres así. Vamos Bells, demuéstrale a Edward que tu puedes ser niña mala por un rato, demuéstrale a Edward que no siempre actuaras como él quiere que lo hagas. ¡Sera divertido!

—No lo sé, Rose… no creo ser lo suficientemente valiente como para hacer eso… Podría doblarme un tobillo o algo parecido — mi lengua se enredaba con cada palabra.

—Mira, me parece injusto que Edward, Emmett y Jasper nos dejaran en el hotel solo porque no estábamos en "condiciones" para salir a la calle, mientras ellos aun siguen abajo haciendo apuestas.

—¡Pero Edward no fue con ellos a hacer apuestas, sino para tratar de controlar a Emmett y traerlo de vuelta, tú sabes que él está pasado de copas! — repliqué, desde la comodidad de mi cama. ¡Lo veía todo borroso!

—¡Igual que todos nosotros! Y me vale un coño lo que haga allá abajo, el punto es que quiero divertirme.

—¿Y Alice donde está?

—Preparando el vestuario que usaras esta noche en el club nocturno que queda solo a tres cuadras — ¿Por qué no me sorprendía eso? — Edward te ah dejado aquí sola, Bella… eso no está bien — seguía Rosalie, convenciéndome cada vez mas y mas…. —Además de que, habrá tequila…. — y con unas cuantas palabras más, ya me había levantado de la cama aceptando su oferta, aunque me sintiera inmensamente mareada. A la mierda, ¡Estábamos en Las Vegas, cariño! ¡Eso no pasa todos los días!

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—¡Rosalie, Alice! — gritó Edward, quien me había cargado en brazos porque yo ya no podía ni siquiera estar de pie. Yo me reía como una completa idiota entre sus brazos.

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—¡No puedo creer que la convencieras de subir allí! — exclamaba Edward.

—¡Por favor, como si a ti no te hubiera gustado el bailecito privado de Bella que te arreglé junto con Alice luego de que bajara de la tarima!

—Eso es indiscutible — contestó el, sonriendo sin poder evitarlo — Pero aun así… No puedo creer, créeme que no logro creer que tú hayas sido capaz de hacer eso frente a tantas personas… y, ¡vestida así!

—¿Y sabes que no puedo creer yo? — dijo Emmett, desde la espalda de Edward — Que yo haya ganado la apuesta y que tú aun no me hayas pagado mis 50 dólares.

.

.

—¿Bella?

La mención de mi nombre me sacó de mi trance, y hasta ese momento no me había dando cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Eso fue… ¡Oh! Eso fue un recuerdo bastante… intenso.

Cuando me giré, algo sobresaltada por el susto, vi a Edward de pié frente a mí. Aun se veía algo adormilado, como si se acabase de levantar de la cama, y pasaba una mano repetidas veces sobre su frente y sus cabellos estaban más revueltos que de costumbre. Pero no fue exactamente eso lo que me dejo sobresaltó, haciendo que pareciese a ojos exteriores completamente estúpida: sino el hecho de que solamente portaba un pantalón de piyama y estaba desnudo de la cintura para arriba, dándome a contemplar, una buena vista de su trabajado cuerpo, delgado, pulcro y musculoso. Crucé unos dedos mentales, en la espera de que Edward no se hubiese percatado de mi muy indiscreto embelesamiento.

—¿Bella, que haces? — preguntó, parpadeando repetidas veces mientras me observaba a mi sentada en el piso como indiecita. Yo me puse de pié de un rápido movimiento.

—Yo… eh, Buenos días Edward, o… ¿Buenas tardes?

—¿Buenas tardes? ¿Qué hora es?

—Cerca de las cinco, creo.

Amplió sus ojos, y alzó las cejas sorprendido.

—¿Tanto eh dormido? Mierda. Discúlpame, vuelvo en un momento — desapareció de la habitación por unos cortos minutos. Le oí mascullar en el pasillo un "Voy a matar a Alice"

¡Ojo, Alice, que yo no le dije nada!

Regresó viéndose más despierto, el rostro algo húmedo al igual que su cabello, y esta vez portaba una playera gris. No negaré que hubiera deseado que se quedara como estaba.

—Bella. Estás…— balbuceó él, examinándome de arriba abajo — Esplendida.

Me ruboricé, escondiéndome de su mirada cuando volteé la cabeza a otra dirección, aparentando estar muy entretenida estudiando el marco de flores abstractas que colgaba de la pared.

—Gracias. Ah sido obra de Alice.

—Ya me lo esperaba. Lo siento, supongo que te acostumbraras con el tiempo — sonrió torcidamente, algo que vi yo, era un gesto muy particular de su personalidad — ¿Qué estabas haciendo? — preguntó, sin percatarse aun de las fotografías.

—Yo… vi esta caja, y me entró la curiosidad de ver algunas fotos… — Edward inclinó la cabeza y pudo notar esta vez la caja llena, y cubierta de álbumes de fotografías que yo había extraído sin permiso. Pero era mi habitación, y mi casa, ¿No?

—Oh, ya veo. Humm. Estabas viendo la de Las Vegas — sonrió con melancolía — Que triste que no puedas recordarlo, fue divertido.

—Oh, pero si lo recuerdo — comenté, y Edward desmesuro sus ojos verdes — Bueno, no es que lo recuerde todo, pero si se me viene algo a la cabeza.

—Eso está muy bien — no pudo reprimir el deseo de sonreír, y yo me sentí feliz de que lo hiciera — ¿Y qué has recordado?

—Que al parecer, tengo dotes de bailarina para fines de semana — Edward me miró sorprendido, y luego negó con la cabeza.

—Dios mío — soltó una risotada que me hizo sonreír — Emmett jamás me ah dejado de fastidiar con eso. Por favor, no le digas que lo recuerdas, porque la tortura va a tomar otro significado para él; posiblemente permanente.

—Edward, ¿deseas ver las fotos conmigo? — pregunté, temerosa — Quiero que estés a mi lado para que me… ayudes a recordar.

Edward me miro con atención, antes de sonreír torcidamente.

—Por supuesto — contestó, con evidente alegría por haberle propuesto aquello.

El resto de la tarde permanecimos la mayor parte del tiempo, echados en el frio suelo de mi habitación, estudiando todos y cada uno de los diferentes álbumes de fotos que me iba alcanzando. Edward me dijo que sentía una suave inseguridad por estar aprobando mis deseos, en adelantarme información a costa de Jasper y sus futuras sesiones terapéuticas. Pero al final terminó por encogerse de hombros, suponiendo que no afectaría en nada, y esto sería completamente diferente.

Me vi a mi misma en diferentes escenarios. En la universidad, en compañía de Edward, casi la mayoría de las veces, pero extrañando aun así al resto de mis hermanos. Al parecer, las cosas no resultaron seguirse tal como Alice siempre lo había deseado. No nos habíamos ido todos a una misma Universidad, ni habíamos compartido en unión cada día de aventuras universitarias, como ella tanto había anhelado. Cada pareja se fue a una universidad diferente, y tomaron sus caminos con sus propios planes a futuro. Nos separamos, tal como se había temido para todos, pero sabíamos aun así, que era algo inevitable. Solo nos reuníamos en Navidades, algunos fines de semana y en las vacaciones, para reunirnos así con nuestros queridos y respetados padres adoptivos.

Me observé a mi misma en hermosas playas del Caribe, para las vacaciones de hacía cuatro años, cuando yo solo tenía 21 inocentes años. Todos estábamos allí. Carlisle, Esme, Jasper, Alice, Emmett, Rosalie. Era asombroso observar la felicidad que destilábamos en cada fotografía que iba pasando con mi mano, pálida y temblorosa, luchando internamente conmigo misma por no brotar las cálidas y delatadoras lagrimas. Aquellas lágrimas que yo no había parado de verter desde que había regresado. Aquellas lágrimas que solamente habían servido para provocar angustias dolorosas a todos los que me rodeaban.

Tambien estaban las fotos de Carlisle y Esme, en Japon. En algunas fotos aparecia Esme vestida como una Geisha, con Carlisle a su lado, ciñendola en brazos. Aparecian frente a locales de comida, botes, barcos, pescaderias, restaurantes finos, ¡Un club nocturno, lleno de Geishas! ¡Y Esme habia sido parte de las muchachas que actuaron en el Show! Carlisle no parecio estar demasiado molesto con la decision de su esposa, porque habia sido él quien habia tomado las fotos. Edward me explicó que ese viaje a Asia habia sido un regalo por parte de todos nosotros, en las navidades de hacia muchos años.

Me observé a mi misma en todas partes. En un apartamento, cómodo, y grande, que Edward y yo habíamos usado como residencia durante los años que permanecimos lejos de Forks, en nuestra Universidad. Me vi a mi misma en compañía de chicos que yo no conocía, pero que resultaba obvio que yo consideraba amigos, importantes, o conocidos que me habían acompañado durante tantos años. Me vi a mí, en bata blanca, ¡Practicando con unos cadáveres! Edward me explicó que el primer día que tuvimos que trabajar con ellos, tuve que echarme dos viajecitos a la enfermería. Pero luego terminé por acostumbrarme con el tiempo. En una foto, aparecía yo, tumbada boca arriba sobre una camilla, mientras Edward, a mi lado, me tomaba de la mano. Pareciera que la foto hubiese sido tomada a escondidas, por la forma en que el ángulo se inclinaba de lado. La expresión enojada de Edward demostraba que él ya estaba avecinando la foto. A pesar de eso, solté una risita, ya que la situación era un poco graciosa a su manera.

Yo aparecía, en casi todas las fotos. En las playas, en las calles, en las fiestas. Había miles de fotos de mí, joven, bella, alegre e inocente. Había fotos graciosas, como una en la que todos parecían una especie de araña humana, formada por un juego de Twisted, que según Edward, jugábamos muchísimo. Esa foto al parecer había sido tomada por mí misma, en una reunión que planeamos en una supuesta casa lejos de Forks, en una clase de lago. Había más fotos, muchas más. Incluso una en la que Edward y yo pareciéramos estar en un balcón, en la noche, con la Luna reluciente. Ambos tomados de la mano, compartiendo un cálido beso, y en mi mano yacía un enorme anillo de color esmeralda que resplandecía con una intensidad similar a la de las estrellas del firmamento.

—Esa foto fue completamente no autorizada — Edward soltó una risita, pero fue más bien una risa triste — Fue el día de tu cumpleaños número 18. Yo te regalé un anillo de noviazgo. Supongo que era un completo crío cuando te lo di, un chiquillo. Pero gracias a Dios, tú aceptaste.

Y yo lo supe. Yo recordé un poco de eso, porque prácticamente obligué a Edward explicarme muy detalladamente los hechos de ese día. E imágenes venían a mi cabeza, difusas, salteadas, extrañas, pero allí estaban. ¡Oh, como me contentaba poder disfrutar de los recuerdos, por más pequeños, cortos, e incoherentes que sean! Y luego llegamos a aquel álbum que provocó un sudor frio que recorrió cada longitud de mi cuerpo.

Nuestra boda.

Tanto él como yo permanecimos en silencio.

—Creo que… ya… ah sido suficiente por hoy — murmuró Edward, mirándome precavidamente.

—No. Quiero seguir — le miré con el semblante lleno de interrogativas — Edward, si de verdad quiero recuperar la memoria, quiero saber todo acerca de mi pasado. Y tú tendrás que explicarme cada detalle — alenté. Él dudo unos segundos, pero luego asintió, mas decidido.

Abrí el álbum, asustada por su contenido. Aquí iría a presenciar la unión eterna entre Edward y yo. Y no podía evitar sentirme levemente indispuesta por descubrir el día en que mi vida no fue solo mía.

La primera foto estaba protagonizada por mi marido y yo, en la donde compartíamos un tierno beso frente a un arco cubierto de rosas, en medio de una lluvia de arroz. Sea quien sea que haya tomado la foto, debía cobrar por sus dotes de fotógrafo. Edward comenzó con su relato.

—Fue celebrada en una hermosa iglesia en Seattle, porque así a nuestros amigos más cercanos no se les dificultaría llegar hasta allí para asistir. Ni tú ni yo pudimos disponer de los invitados, la decoración ni el vestuario: Alice, Rosalie y Esme se encargaron de todos los detalles personalmente. La boda se hizo un mes después de mi cumpleaños número 23, y yo te propuse matrimonió cuatro meses atrás, en un restaurante de Seattle…..

Mientras Edward seguía hablando, explicándome cómo me había propuesto que nos casáramos, los recuerdos acudieron a mi mente, haciéndome sentir flotar sobre tanta magnificencia. ¡Qué hermoso era poder recordar!

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—¿Una propuesta? — pregunté, bebiendo un sorbo de mi vino tinto. Edward sonrió, y pareciera que le era inevitable mantener una sonrisa enorme en su rostro tan animado, ¿A qué se debía tanta alegría? O lo más importante, ¿A qué se debía tanta elegancia?

Bueno, tal vez yo estaría exagerando de más. Éste era un restaurante carísimo, y todos usaban atuendos muy similares a los que se utilizan cuando se va a ver a la realeza. Hoy Alice me había obligado a utilizar un vestido rojo de escote, y Edward portaba smoking, y ropa elegante. No es me que quejara. En absoluto, a decir verdad. Se veía endemoniadamente sexy en corbata.

—Aja — se puso de pié, y yo le miré, completamente confundida y ceñuda, cuando él rodeó la mesa para darme un suave beso en los labios, antes de alejarse de mí dos pasos, quedando justamente a mi lado. La sonrisa no desvanecía de sus labios, y sus ojos llenos de excitación me observaban tan brillantes como diamantes en plena luz de Sol.

—Hazme las cosas un poco fáciles, ¿Eh, cariño? Trata de modular tus expresiones, para que yo no piense que estas sufriendo un infarto con lo que te diré a continuación. Y esta vez, si es en serio — me guiñó un ojo coqueto, sonriendo de esa forma que me volvía loca. Y de pronto, se inclinó, y apoyó la rodilla en el suelo.

En ese momento, mi corazón dejo de bombardear. ¡No iba a hacer lo que creía que haría!

—Eh estado semanas pensando la manera en que podría hacer esto, y acoto, que me encuentro sumamente nervioso en estos instantes. Así que trataré de no pensar demasiado: dejaré que mi corazón hable por mí — tomó una bocanada de aire — Isabella Marie Swan Dwyer. Te conocí, y de inmediato supe que ya yo no volvería a ser el mismo. En ese mismo instante, mi universo dio un vuelco, porque supe que ya nada volvería a ser igual. Tú apareciste allí, tan inocente y bella, cambiando mi manera de pensar, mi destino, mi viento, mis sueños, mi mundo; con tan solo una mirada.
"Tú llegaste, arrebatándome el aliento. Adueñándote de mi mente, mi alma, y mi corazón. Tú llegaste, tan inconscientemente perfecta, cautivándome con cada sonrisa, cada mirada, cada suspiro, cada puchero, cada beso, cada pestañeo. Tú llegaste, tan honesta y pura, permitiéndome la entrada a tu corazón, a tu vida. Permitiéndome apreciarte tal como eres: la mujer más hermosa, sencilla, humilde, dulce, y perfecta del mundo. Tú llegaste, enseñándome lo que es el amor verdadero, el que yo antes había ignorado"
"Y no me siento avergonzado de decirte, ¡Que te amo, Isabella! Estoy enamorado de ti, de cada faceta, de tus locuras, de tus torpezas, de tus palabras, de tus sonrojos, de tus miradas, de tus sonrisas, de tus abrazos, de tus besos, de tu alma, de tu cuerpo, ¡De tus pantorrillas! — soltó una carcajada — No tengo más palabras para explicarte, lo irrevocablemente loco que estoy por ti, ¡Loco, porque yo no puedo vivir si tú no estás a mi lado! ¡Loco, porque daría hasta mi vida por ti! ¡Loco, porque agradezco que exista la locura! Y te prometo, que te amaré, lo que reste de mi vida, y si hay algo más allá de la muerte. Y te ruego, te imploro, que si respondes a las suplicas de mi humilde corazón, ¿Me harías el fascinante honor, de casarte conmigo?

Luego, abrió una pequeña cajita de terciopelo, donde reposaba un hermoso y resplandeciente anillo de plata y diamantes. Yo no tenía palabras: él me las había arrebatado.

Tomando lo único de cordura que tenia, susurré las únicas palabras cruciales que sobrepasaban de importancia.

—Sí quiero — y salté a sus brazos, estampando mis labios con los suyos, y él me apresó de la cintura, cargándome, haciendo que mis pies dejasen de tocar el suelo, mientras que a nuestro alrededor los gritos y aplausos del público espectador eran lo único que podía escucharse dentro del local concurrido.

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—Bella y yo nos casaremos — declaramos en medio del gran salón, donde todos yacían sentados en los asientos de sofá. Nos observaron con ojos desmesurados, bocas entreabiertas y cejas arqueadas —exceptuando Alice, que ya estaba enterada de todo—.

Emmett fue el primero en hablar.

—¡Una boda, magnifico! ¿Puedo influir en los tentempiés?

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—¿Y no son demasiado jóvenes? — decía Esme, apretando nerviosamente el antebrazo de Carlisle — Quiero decir. Son unos niños…

—Si se aman, ¿Cuál es la diferencia? — respondió Carlisle, encogiéndose de hombros. Me brindó una anhelada sonrisa de comprensión, sus ojos estaban brillosos.

—Oh, yo… — Esme sacudió la cabeza, apretando sus parpados con fuerza de mas — ¡Oh, mis niños! ¡Les doy mi bendición! — y con lagrimas en los ojos; corrió para tomarnos en brazos. Yo solté todo el aire acumulado en mis pulmones, aliviada de haber salido intacta de esto emocionalmente.

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—Respira, Bella, respira… — seguía diciendo Rosalie, mientras Alice acomodaba unos mechones sueltos de mi peinado.

—Rosalie, por el amor de Dios, ¡Me voy a casar! ¿Cómo esperas que esté? ¡Los nervios me están matando! ¿Y que si me tropiezo con el tapete?

—¡Se optimista, Isabella, y deja de quejarte o se arruinara el maquillaje!

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—Acepto — susurré, sin apartar mi mirada de sus ojos. Edward sonrió en respuesta: se veía un hombre tan… ¡feliz!: que no pude evitar llorar de alegría, cuando él me estrechó en sus brazos y deposito uno de los besos más significativos y tiernos, que habíamos compartido desde que nos conocimos. Él sitio estalló en aplausos, gritos y silbidos. Pero yo había ignorado todo, estando solamente consciente de que al fin, Edward y yo seriamos uno solo para toda la vida.

—Mi señora Cullen — susurró él, con el rostro hundido en el hueco de mi cuello desnudo — Me gusta.

—Isabella Cullen — dije yo, sintiendo un estremecimiento que recorría mi cuerpo — Hum, tendré que acostumbrarme al nombre. Aunque tienes razón, no suena tan mal.

—¡Recién casados! — exclamó la voz de Jasper, que venía de la mano de Alice con una sonrisa resplandeciente dibujada en el rostro. Todos los invitados se estaban acercando hasta nuestro encuentro, para darnos el buen voto. Pero era de esperarse que mi familia haría lo posible por ser los primeros en saludarnos.

—¡Toda la felicidad del mundo para ustedes! — le siguió Emmett, que había aparecido literalmente de la nada, junto a Rosalie — Y felicidades, Bella. No te has tropezado ni una sola vez.

—¡Emmett! — exclamé yo disgustada. Pero no pude resistirme a la necesidad de abrazarle — ¡Oh, como eh extrañado que te metas conmigo, querido Yogi! ¡No creas que el peluche ah logrado reemplazarte!

—Me alegro de eso, Bella — me regaló un dulce beso en mi frente.

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—¡Corran, o van a perder su siguiente vuelo! — Alice nos arrastró a Edward y a mi hasta la salida, al tiempo en que yo hacia lo que podía para no tropezar en el camino con mis pies.

—¡No te vayas a fracturarte un tobillo justo ahora, Bells! — gritó Edward, sosteniéndome de los codos.

—¡Cállate, Edward! ¡No soy tan torpe! — y me tropecé con mi tacón.

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—¿Paris dices?

—¿No es esa, la ciudad del amor? — me estrechó en sus brazos, al tiempo que repartía suaves besos en mi frente y mejillas — Aunque también iremos a Italia, eso tenlo por seguro.

—Y comeremos Espaguetis en un restaurante carísimo, supongo.

—Me conoces muy bien, ¿Qué te parece el restaurante mas lujoso?

—Hubiera preferido el de Port Ángeles.

—Sabia que dirías eso, ¡Te conozco tan bien! Pero lo siento por ti, Italia suena muchisimo mejor — y me arrebató el aliento con uno de sus besos.

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—¡Oh! jadeé, abrumada por los recuerdos que abarcaban la mitad de mi mente, esparciendose, atormentandome como el gorgoteo de un río. ¿Era ésta la clave? ¿Tratar de escarvar a fondo, entre lo mas recondito de mi memoria, como un archivo en un sistema? ¡Entonces, Edward era perfecto para ayudarme! ¿Quien mas, sino la persona que ah permanecido en los años mas felices de mi vida?

Felices, porque eran ciertos. ¿Edward de verdad habia hecho todo eso? ¿De verdad que me amaba tanto? ¡Que afortunada era yo, por toparme con una persona tan increiblemente perfecta!

—¿Que sucede? preguntó Edward, su semblante alterado por la alarma y el matiz de confusión. Yo negué con la cabeza, en una señal de que todo estaba en orden. Edward habia pasado los ultimos diez minutos relatando con detallismo los acontecimientos de aquella fecha tan importante dentro de mi vida.

Estoy bien, Edward aclaré, sacudiendo mi cabeza. A pesar de los esfuerzos en recuperar mi memoria, la cosa se complicaba cuando empezaba a tener pequeños dolores agudos y fastidiosos, como la jaqueca Supongo que esto me hace bien. Eh recordado algunas cosas, aunque no es demasiado.

Bella, ¿Porque no continuamos otro día, con la supervicion de Jasper? sugirió Edward, sus labios fruncidos en una fina y pálida linea recta Él es un experto en estos casos, y el mas indicado para ayudarte a estimular la memoria.

¡Pero contigo es mucho mas facil!

Eso parece, pero... Yo no soy un experto en esta materia, ¿Comprendes? Es mejor esperar a la opinion de Carlisle y Jasper. Me siento un poco mal por ejercitar tu mente sin su supervicion yo me relajé, dandole la razón. Era cierto, por mas optimista que fuera, y por mas disposición que tuviese para resolver este problema, ¿Que pasaria, si en vez de estarme ayudando, me este haciendo un mal dañino? Edward tenia razón: Era mejor esperar a la aprobación de alguien capacitado para dar el visto bueno.

Está bien dije, sonriendo para no deprimirle. Al parecer, Edward no pudo resistir el impulso de estirar la mano para acariciar mi mejilla. Y yo no pude evitar el rubor calido en mis mejillas.

Repito de nuevo: Soy un idiota por no haber estudiado lo de Carlisle su sonrisa era melancolica, casi triste Me siento la persona mas inutil e imbecil del planeta, por no poder ayudarte completamente en todo.

Tú no eres imbecil. Eres la persona mas sincera que eh conocido repliqué, dejando mi mejilla reposar en su mano. Era la persona mas sincera, o al menos, eso era lo que mis recuerdos señalaban, y lo que en el presente, él era, y yo estaba completamente segura de eso. Su expresión se emsombreció, y sus ojos se congelaron, sólidos como el hielo.

Si, lo soy. Y no faltara mucho para que te des cuenta.

¿Cuenta de qué? cuestioné, con el ceño fruncido.

De que yo estoy lejos de ser sincero susurró, volviendo a dibujar en su rostro, aquella sonrisa que no me gustaba para nada.


Hola a todas mis queridas lectoras. ¿Como la han pasado estas vacaciones? Espero que exelente.
Me eh tardado, pero es que necesitaba casi con urgencia un descanso. Pero les eh traido un cap largo e intenso. Y no es nada. Preparense para lo que viene!
¿Les ah gustado?
Aclaro de una vez, que no tengo mucho internet, y me puedo conectar de vez en cuando. No se cuando podre actualizar. Asi que por favor, tenganme paciencia.
Cuidense! Pasenla Lindo, y prometo leer los fics que me recomienden cuando pueda :)

Capítulo 26: ¿Quien soy yo? Capítulo 28: ¡Se ha escapado el perro!

 
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