Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224731
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=575

http://www.fanfiction.net/u/2218274/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 16: Rapunzel Parte I

–Bella… Bella, Cariño... –Escuche la voz de un ángel, llamándome desde las penumbras. Me sentía completamente atrapada en aquella oscuridad que me invadía, y no me permitía abrir los ojos. Como si mi cuerpo no quisiera acceder a las voluntades de mi mente, así que estuve luchando durante un buen rato para salir de mi inconsciencia y mi flojera. Si, no me había golpeado la cabeza ni estaba en coma, era más sencillo que eso, estaba durmiendo. Suficiente razón para no querer reaccionar.

–Humm.. –Bueno, en realidad lo que quise decir fue "Vuelve en media hora" Pero mis labios no respondían. Dios mío, incluso una pequeña y razonable parte de mi consciente coherente me reprochaba: Eres una dormilona. Levántate. No seas morsa. Pero no podía.

–Mi amor, tienes que levantarte… –Susurro de nuevo, muy cerca de mi oído. ¡Sonaba tan lindo cuando me decía amor! Sentí un contacto cálido sobre el hueco entre mi cuello y mi mandíbula, y me estremecí. Eran sus labios. Luego deposito tres besitos leves, pero bastante persuasivos. El sabía perfectamente mi reacción ante su toque, y lo estaba usando en mi contra para despertarme. Fanfarrón.

Y hasta allí llego mi hora de sueño.

De inmediato me desperté, abriendo los ojos con cuidado, y enrolle mis brazos alrededor de su cintura con lentitud y pereza. Pude sentirlo a mi costado izquierdo, así que me vire, quedando recostada sobre la parte izquierda de mi cuerpo y hundí mi cara en su pecho, inhalando y suspirando profundamente. La verdad odiaba que Edward me viera recién levantada, pero es que estaba tan calientita la cama, a diferencia de él, que lo sentí helado. Posiblemente debido a que él se habrá levantado más temprano que yo, y el clima era frio. Así que con la mano derecha, tantee con los ojos cerrados en busca de la cobija para arroparme, y a el también. Edward lo hizo por mí, arropándonos a ambos.

El rio por lo bajo.

–Bella, abre los ojos –Susurro, y su aliento choco contra mi rostro. Humm, menta con chocolate, los caramelos favoritos de Edward. Ahora si me provocaron unas ganas enormes de besarlo.

A cambio de eso, cedí a su petición. Abrí los ojos nuevamente, y allí estaba él, sonriéndome con aquella sonrisa matadora capaz de convertir mis piernas en gelatina y mi cerebro en solo humo.

–Ok, ya estoy despierta –Luche por que mi voz sonara lo menos patosa y ronca posible. Me incorpore en un movimiento regular, sentándome en la cama. Me maree un poco y cerré los ojos con fuerza, para recuperarme. Luego volví a abrirlos y bostece. –Vuelvo en un momento –Me levante de la cama de un salto y me fui al baño. Me lave la cara para despabilarme y me cepille mis dientes. El cabello lo iba a dejar hecho una maraña, la verdad no me importaba.

Salí del baño y me recosté nuevamente en la cama, sentándome con las piernas cruzadas al frente de Edward. Luego puse mis manos en sus hombros y lo bese. Tal como sospechaba, sus labios sabían a menta y a chocolate. El me devolvió el beso a buena gana, y perduro un poquito más de lo necesario.

–¿Qué hora es? –Pregunte cuando me aleje para respirar.

–Son las ocho y media –Respondió. De inmediato le mire incrédula y a la vez, un poquito enojada.

–¿Me has despertado, a las ocho de la mañana, de un día domingo? –Pregunte irritada. Aunque esa irritación era injusta. Pero era prácticamente imposible apaciguar mi mal humor matutino.

–Tengo una buena razón –Rio entre dientes, mirándome con diversión, posiblemente burlándose internamente de mi.

–¿Y cuál es? –Pregunte bostezando de nuevo.

–Feliz Cumpleaños –Musito, y yo me quede hecha un madero. ¿Hoy es mi cumpleaños? ¡Como me he podido olvidar de mi propio cumpleaños! Definitivamente, la idiotez era una de mis características primordiales no queridas. Le mire a los ojos y él me miraba con una ceja levantada, seguramente preguntándose mi extraña reacción. Yo le sonreí dulcemente y le abrace.

–Gracias –Respondí.

–Lamento despertarte tan temprano, no quería hacerlo. Pero tenía que hacerlo –Comento con una mueca.

–No te preocupes. Quisiera yo que me despertaras así todas las mañanas –Murmure acariciando el cabello de su nuca. Sonrió de lado.

–Lo tomare en cuenta –Contesto –Pero es que pensé que tal vez preferirías despertarte a lo lento, a la forma en la que Alice te tiene preparada.

–¿Qué cosa? –Pregunte.

Mi duda fue respondida un segundo después.

La puerta se abrió de repente, alterándome a mí, pero al parecer no a mi acompañante. Por ella entraron Emmett y Alice y gritaron: ¡Bella!

Salte ante aquel grito. Y mire cómplice a Edward, gracias a Dios que el había venido a despertarme antes, si casi me ataco despierta, no quería imaginar el coma en el que decaería por la sorpresa si estuviese dormida.

–¡Edward! ¡Eres un aguafiestas! Ya la despertaste… –Se quejo Emmett como un niño pequeño.

–¡Feliz cumpleaños! –Grito Alice eufóricamente y salto en la cama, apartando a Edward prácticamente de un empujón y tomándome en brazos. Edward gruño y se levanto de la cama. –¡Levántate dormilona! ¡Hoy nos espera un largo y genial día!

–¿Ah si? –Pregunte.

–¡Sip! Hoy es tu cumpleaños, eso quiere decir, que tienes unas cuantas responsabilidades –Aclaro como si se tratara de un profesor enseñando a un alumno. Le mire con ojos muy abiertos.

¿Y ahora que me va a hacer Alice?

–¡Bella! ¡Feliz cumpleaños! –Grito Emmett y me levanto de la cama, me elevo en el aire y me hizo girar. Luego me deposito en el suelo y me dio un sonoro beso en la mejilla. Yo le mire con mala cara. Aun no olvidaba su pequeñas bromitas realizadas cuatro días atrás.

–No me mires así. Te pedí perdón cinco veces.

–Sí, y fue cuando todavía tenía mis dientes clavados en tu hombro, y tú suplicabas que te soltara –Le recordé

–Bueno. Tienes razón, pero en serio, lo siento –Volvió a disculparse y lo mire a los ojos, dándome cuenta de la sinceridad de sus palabras.

–Te perdono –Acepte con un suspiro.

–Gracias Bells –Me dio otro beso en la mejilla largo y sonoro, y desapareció escaleras abajo.

–Bueno Bella. Quiero que te bañes, y te vistas, porque vamos a salir –Dijo Alice como si yo no tuviera ninguna contrariedad ni objeción, y se fue encaminando hacia la puerta.

–¿Salir? ¿A dónde? –Pregunte con ojos muy abiertos. Dios mío, que no sea lo que estoy pensando precisamente.

–De compras –Respondió como si fuese lo más obvio del mundo –¿O acaso crees que permitiré que uses cualquier cosa para tu cumpleaños? No señor, no conmigo –Y salió azotando la puerta.

Me quede con la boca abierta, y muda de la impresión. ¿Por qué a mí? Odio las fiestas de cumpleaños.

Gemí con frustración y me esparrame sobre mi cama, Edward a mi lado estaba callado, y podría jurar que se mordía los labios con fuerza para no reír. Al mirarlo fruncí el ceño, irritada de lo que sea de lo que estaba riéndose.

–Ya oíste a Alice. Debo asearme y cambiarme, así que por favor –Dije señalando la puerta para que saliera. Estaba molesta. El me miro con aquellos ojitos irresistibles e hizo un tierno puchero con sus labios. Estaba tan lindo que no pude resistirme. Con un suspiro de derrota, me lance a sus brazos y estampe mis labios con los suyos, besándolos dulcemente.

Cuando me metí en la ducha, deje que el agua caliente recorriera cada esquina de mi cuerpo. Tenía ganas de quedarme una hora en la ducha, pero pensé mucho en el malgasto del agua.. No sería justo gastar el pobre 1% de agua dulce que quedaba en el planeta para satisfacer mis necesidades superficiales. Pero aun así decidí tardar un poco más de la cuenta.

Trate durante un momento de bloquear los pensamientos que querían asomarse hacia afuera, pero fue bastante difícil, ya que la parte masoquista de mi persona quería con ansias repetir el recuerdo, y se lo permití. No perdía nada con hacerlo, ya lo había perdido todo mucho tiempo atrás.

Mi mente viajo al pasado, a mi cumpleaños número 17. Mis padres, a costa mía, habían planeado una pequeña fiesta en la casa, sabiendo aun que no me gustaban las fiestas de cumpleaños. Pero esa fue, definitivamente uno de los momentos más felices de mi vida.

Mi madre lo había arreglado todo. Había decorado la casa con luces y globos. Ella era bastante decorativa y tenía una gran imaginación, nuestro hogar durante un momento podría haberse parecido a aquellas fiestas que siempre transmiten por televisión, pero solo en la decoración. Habían invitado a algunos cuantos amigos del instituto que consideraba amigos en realidad. Ese día, podría decirse que fue la primera vez que disfrute de una fiesta, ya que la música, la comida hecha por mi madre, y mis amigos bastante entusiastas, lograron hacer que mi día resultara miel con hojuelas. En ese momento me había arrepentido aquellas palabras que le había dicho a mi padre, aquella mañana luego de que ambos me despertaran con un beso, y me hubieran entregado sus dos respectivos regalos; Uno se trataba de una nueva edición de Cumbres Borrascosas, y una nueva chaqueta de cuero negra que, extrañamente, contando mi poco frecuente gusto por la moda, me había encantado por completo. "No quiero una fiesta, me conformo con un pastelito de crema que se vende a cuatro cuadras de aquí" Le había dicho tomando mis llaves, y yendo hasta la panadería, para comprarme mi pastelillo de crema con chocolate, rutina de todos mis cumpleaños. Al llegar a la casa, mi papa me saco a almorzar a un restaurante a media hora, y habíamos ordenado una ración de parrilla mixta para ambos, que era exactamente lo que comíamos Charlie y yo cada vez que salíamos juntos los dos solos. Cuando llegue a la casa, ya mi madre había terminado con la mitad de la decoración.

Esa noche, una vez acabada la fiesta, yo me encontraba completamente exhausta. Me fui a acostar a las diez de la noche. Pero antes de poder recostar mi cabeza sobre la almohada, mis padres habían entrado a la habitación cerrando la puerta, y ambos tenían una linda sonrisa en el rostro.

"Hola cariño. Venimos a entregarte tu ultimo regalo" Había dicho papa

"¿Otro más? Creo que lo de hoy fue suficiente regalo. Saben que odio que gasten dinero innecesariamente" Había respondido yo algo adormilada.

"Pero este te encantara" Dijo mi madre sacando una pequeña bolsita de terciopelo, de color rojo carmesí, y la colocaba sobre mi mano. Yo, expectante y curiosa, jale del hilo que se encontraba amarrado alrededor de la bolsita como un lazo, para liberar lo que sea que habían comprado. Luego, lo saque de la bolsita y lo coloque sobre la palma de mi mano, observándolo detenidamente, para contemplar cada detalle.

El collar tenía un pequeño dije en forma de corazón, y brillaba con el reflejo de la tenue luz de mi lamparita a mi lado. El dije era sostenido por una cadena entrecruzada, de plata, y que era lo suficientemente corta como para que el collar solo alcanzara hasta el comienzo de mis pechos. Me deslumbre con la belleza de la pequeña cadena. Era sencilla, y a la vez con un toque elegante, y por supuesto, era hermosa.

"Es… preciosa"

"Ábrelo. Lo mejor está adentro" Había dicho mi madre con tremendo entusiasmo, mientras se movía inquieta sobre la cama, seguramente a la espera que acabara con su pequeña e inconsciente tortura.

Acaricie la cadena con la yema de mis dedos, y luego abrí el corazón. Dentro de el había una pequeña foto de nosotros tres. En ese entonces yo tendría unos tres años. El ambiente era como un parque, ya que podía distinguir por atrás los enorme arboles y los columpios a nuestra espalda. Yo estaba sobre los hombros de mi papa, y tenía mis pequeñas manos sobre su cabeza; mis piernas estaban a cada lado de su cuello, y mi padre, me sostenía por las piernas, manuteniéndome balanceada hacia adelante. Al lado estaba Renee, que tenia abrazado a Charlie de la cintura, y reposaba su cabeza sobre el hombro de Charlie, mientras su cabello acariciaba mi piernita. Los tres sonreíamos.

"Es para recordarte, que siempre estaremos contigo"

Cuando alce la mirada hacia ellos, podía presentir las lágrimas de felicidad y ternura esperando por salir. "Gracias" Había dicho yo, antes de abrazarlos a ambos fuertemente.

Las lágrimas con aparente fin comenzaron a precipitarse de mis ojos, y se resbalaban por mis mejillas, entremezclándose con el agua de la ducha que caía sobre mi cabeza. Cubrí ambas manos con mi rostro, y me agazape en el suelo, y apoye mi espalda con una esquina de la pared, para después envolver mis piernas con mis brazos, escondiendo mi cabeza en mis rodillas. Comencé a sollozar histéricamente. El ruido de mis sollozos se ocultó bajo el sonido de las gotas de agua al caer al suelo.

Hoy sería mi primer cumpleaños sin mis padres

Y como dolía. Como los extrañaba.

Llore durante unos minutos, desahogando aquel dolor que me comía viva. Luego, decidida, me levante algo temblorosa, apoyándome con la llave de la ducha para sostenerme. Le había prometido a Edward dos semanas atrás, mientras ambos estábamos en mi habitación y yo estaba observando una pequeña fotografía de mis padres en una de las gavetas de mi mesita de noche, que dejaría de sentirme desdichada, que trataría en lo posible de enfocarme en mi presente, y que no dejaría que el pasado llegara para torturarme. Yo no podía hacer nada con esto. Yo sabía que No valía la pena sentirse culpable… Pero La verdad es que ni yo sabía porque me sentía culpable por su muerte. Seguramente porque yo les había pedido que tomara un vuelo temprano, para que así llegaran en la noche y yo aun estaría despierta para recibirlos. Ese era el pequeño detalle por el cual yo deseaba golpear mi cabeza con el lavabo. Tal vez, solo tal vez si no les hubiera mencionado el hecho de mi repentino entusiasmo en recibirlos de nuevo luego de sus largas semanas de luna de miel, solo tal vez, aun seguirían vivos. Pero eso es algo que ni yo, ni nadie podría saber por completo.

Tú no tienes la culpa, Bella. Jamás vuelvas a decir eso. Lo que paso fue producto de la casualidad, y también de las pequeñas desgracias que ocurren día a día. Uno nunca sabe cuando la muerte llega, y seguramente a tus padres ya les había llegado la hora, eso era algo inevitable. Uno nunca podrá influir en las decisiones del destino, y tampoco en las decisiones de Dios. Hay que afrontarlas y salir adelante. No quiero que sigas lamentándote por su muerte, ni que sigas culpándote por algo en lo que tú no tienes que ver, ya que eso no traerá más que dolor. Yo también me sentí así, Bella. Pero ahora ya no pienso en eso, solo me conformo con saber que, donde sea que estén, están bien. Había dicho Edward, mientras cubría mi rostro de besos.

Salí de la ducha secando mis lágrimas. Lo menos que quería en este momento era sentir al resto desdichados.

Saque de mi cajón de la mesa de noche, aquella cadena de plata que había escondido desde la muerte de mis padres. Nadie sabía de su existencia, y tampoco Edward. Me sentía un poco mal ocultárselo, ya que prácticamente no había secretos entre nosotros, pero, esto era algo completamente personal y mío. Hoy, luego de casi tres meses, la usaría de nuevo. La coloque sobre mi cuello, y apreté el dije con fuerza. Siempre estarán en mi corazón. Hable en voz alta, para que ellos me escucharan, si lo hacían, de donde sea que estén.

Me mire en el espejo, cruzando los dedos internamente para que al bajar nadie notara que estuve llorando de nuevo, y suspire con desgana.

Una vez vestida, arreglada y decente. Baje las escaleras con las expectativas de ver a mi familia en la cocina, como todas las mañanas, desayunando alegremente mientras que yo, la más perezosa del grupo, y recientemente deprimida, bajaba a desayunar.

Escaleras abajo, me tope con Jasper, que iba subiendo con una botella de Pepsi. Inmediatamente baje la mirada, tratando de que no notase mis ojos rojos y lagrimosos.

–¡Bella! –Saludo cuando alzo la mirada y me vio. Luego se acerco a mí y me dio un fuerte abrazo, y me elevo un poquitico, de modo que mis pies dejaron de tocar el escalón sobre el que estaba parada, pero no me preocupe mucho de que ambos cayéramos, Jasper, al igual que Emmett y Edward, tenía una gran fuerza y un equilibrio que me sobrepasaba por el triple –¡Feliz cumpleaños! ¿Cuántos cumples, 35? –Se burlo depositándome en el suelo.

–18 –Conteste tratando de sonar animada. Luego le quite la botella de pepsi y probé un sorbo, para aparentar que todo estaba bien.

El se rio entre dientes.

–Como sea… –Respondió –Por cierto, te digo desde ahora que te vayas preparando. Alice no es nada sencilla con los temas de cumpleaños –Me aviso y abrió los ojos cómicamente. Yo trague en seco, pensando... ¿Qué me esperara hoy? El subió las escaleras y yo lo observe hasta que desapareció de mi vista.

Termine de bajar los últimos escalones que me esperaban. Tal como dije, y como estaba acostumbrada, la familia Cullen estaba allí, desayunando alegremente los muy frecuentes panqueques y huevos.

–Feliz cumpleaños, cariño –Saludo Esme acercándose a mí y abrazándome impulsivamente. Le regrese el abrazo y sonríe forzadamente.

–Felices 18 primaveras –Carlisle me beso en la mejilla y me dio un apretón.

–¿Y Rosalie? –Pregunte, notando la ausencia de la hermana mayor de los Cullen.

–¡Bella! ¡Acá estoy! –Grito Rose a mis espaldas, y me abrazo inesperadamente, provocando que me tambaleara hacia atrás…

–Gracias… –Conteste sin aliento.

El único de la familia que me observaba curiosa y atentamente, era Edward. Este no apartaba la vista de mi rostro, y estaba completamente segura de que había captado mi repentino cambio de humor, que había sido bueno ratos atrás.

Tome una tostada, serví unos huevos y me senté en el desayunador, alimentándome en silencio. Al parecer, el único que había captado mi estado de desanimo, aparte de Edward, aparentemente era Jasper. Quien había bajado a la cocina de nuevo, y se había instalado a conversar con Alice. No estaba al tanto de cuánto tiempo había estado estudiando mi rostro, pero cuando alce la mirada, luego de terminar mi desayuno, el me miraba de la misma manera que lo hacía Edward. No me sorprendí. Jasper era extremadamente perceptivo, y más bien me extraño que no se hubiera dado cuenta de mi estado anteriormente, cuando me había saludado en las escaleras. No dijo nada, y Edward tampoco. Ambos sabían perfectamente que no me gustaba hacer público mis sentimientos.

Luego de haberme ofrecido a lavar los platos, tal como hacia todo el tiempo, y luego de un rechazo por parte de Esme con la excusa de las ventajas de ser cumpleañera, más una discusión de mi parte, salí de la cocina para dirigirme al Jardín. Antes de eso, mientras cruzaba el umbral de la puerta, lance una mirada a Edward, gritándole con los ojos que me acompañara, el, tan atento como siempre, había captado la indirecta, y me había seguido un rato mas tarde.

Camine sin mirar hacia atrás, sabiendo perfectamente de que Edward me estaba siguiendo. El clima estaba cálido, un poco mas cálido del frio infernal con el que habíamos estados sometidos todos los habitantes de Forks; Aunque ya me había acostumbrado al clima, todavía seguía extrañando el calor del sol acariciando mi piel.

Camine derechito hasta la hamaca del jardín, y me senté en ella de un salto, provocando que esta se impulsara hacia adelante, y luego se meciese en ambas direcciones. Edward, en absoluto silencio, se recostó a mi lado y ambos nos dedicamos a observar hacia la nada. No necesitaba explicarle a Edward lo que sucedía, y tampoco el necesitaba preguntarme, ya que, ambos sabíamos perfectamente la causa de mi depresión. Era uno más de mis episodios. Aunque, había pasado bastante tiempo sin que hubiera llorado por mis padres; si lo veía de esta manera, el no pensar en ellos apaciguaba el dolor, y así, la parte más pequeña de mi cerebro lo pasaría por alto y se dispondría a no perjudicarse a sí misma con las reproducciones de aquella noticia, transmitida por televisión nacional, sobre un vuelo que había explotado en el aire sin explicación de la causa. Aunque ahora que aquella partecita se había adormecido, y la parte real de mí misma se había despertado percatado de que el mundo era como era, y no como lo tenía pintado, había vuelto a caer en el abismo.

Edward permaneció callado a mi lado, se inmuto, y solo se limito a acariciar mis cabellos.

–Lo siento, te prometí que no volvería a llorar. Pero supongo que soy mala manteniendo mis promesas –Edward no respondió. Sabía que no estaba molesto, solo se sentía impotente, odiaba hacerlo sentir así. Pero era algo inevitable. Había pasado tanto tiempo sin pensar en ellos… Que el solo mero atisbo de recuerdos de una infancia feliz arruinaban el lienzo colorido que tenia grabado en el interior de mi mente, en el que me encontraba yo, completamente feliz y despreocupada, disfrutando de una vida que podría llamarse completa.

Pero sabía que las cosas no eran así.

–¿Sabes? Me gustaría que hubiera alguna manera de poder comunicarme con ellos, si quiera para preguntarles si están bien, aunque estoy seguro de que es así. –Hable de nuevo, terminando el silencio que se había formado entre nosotros –Supongo que me gustaría volver a escuchar el sonido de su voz.

Tampoco respondió. Y la verdad que se lo agradecí. Necesitaba expulsar mis pensamientos, y, necesitaba ser escuchada.

Alce mi rostro hacia el suyo, topándome con el comienzo de su mandíbula. No sabía en qué momento Edward me había ceñido en sus brazos, y ahora mi cabeza reposaba sobre su pecho. El no me miraba, estaba contemplando algún punto fijo en la nada, pero luego sintió que lo estaba observando. Agacho su rostro, y sus orbes verdes se toparon con las mías, fusionándose, como si el estuviese en el fondo de mi alma.

Dejando atrás aquel sentimiento de angustia, y solo limitándome a percibir los sentimientos y sensaciones que se despertaban con la visualización de sus ojos, me apoye a los lados de la hamaca, impulsándome hacia adelante, y ataque los labios de Edward, provocando que ambos nos sorprendiéramos de mi propio impulso. El, tan consternado como yo, posiblemente estaría considerando la idea de charlar con Carlisle para preguntar sobre los posibles síntomas de la bipolaridad; y yo, solo me concentraba en desahogar mi ansiedad con aquel beso bastante ansioso, desesperado y con aquel matiz doloroso. El respondió el beso gustoso, pero preocupado.

Tras unos momentos, me aparte de él y volví a mi posición anterior, tomando aire, ya que me sentía ahogada.

–Disculpa – Edward esbozo una pequeñísima sonrisa. Y acaricio mi mejilla.

–No tienes por qué. Además, creo que me ha encantado el beso… –Contesto y yo reí, pasando mi brazo por su pecho.

Nos sumimos en un silesio apacible, muy típico de nosotros. Ahora no me sentía mal. Estaba decidida a no pensar más en eso, decidida a no llorar por mis padres. ¿Por qué lamentar la muerte de unos seres, que en realidad, no estaban muertos? Estaban vivos y me cuidaban, lo sabía. Lo habían prometido.

–¡Bella! –La vocecita soprano de Alice me saco de mis pensamientos. Y gruñí, estaba muy cómoda donde estaba –¡Me dijiste que irías a subir a acomodar tus cabellos, no que Edward terminaría de desordenarlos! –Grito y yo me sonroje. Edward a mi lado se carcajeo e ignoro el comentario de su pequeña hermana.

–¡Hay Bella! –Escuche a Rosalie quejarse, con un gemido infantil –¡Edward!, ¿Podrías prestarnos a Bella por,... No sé, ¿El resto del día? ¡Necesitamos alistarla para esta noche! Después continuaran donde se quedaron –Prometió y yo puse los ojos en blanco.

–Sera mejor que me vaya con ellas… –Susurre y Edward hizo un puchero –Sinceramente, prefiero entregarme solita con un moño rojo a que ellas vengan a buscarme personalmente. Sabrás tu con mas perfección que yo como son –Comente.

–De acuerdo –Beso mi frente y luego inhalo –Esperare con ansias su regreso esta noche, Srta. Swan –Beso el dorso de mi mano –Estaré ansioso por entregarte mi presente.


La tortura no había cesado, hasta el sonar del pequeño cronometro, sobre la mesita de noche que se encontraba a mi lado, anunciando que deberían de ser las siete de la noche. Alice, completamente satisfecha consigo misma, y Rosalie, con una sonrisa de complementación y autosuficiencia, suspiro y acomodo sus cabellos. Ambas habían acordado que solo tardarían nueve horas en transformarme y dejarme completamente lista.

Claro que por mi parte, estaba algo exhausta, pero no lo suficientemente exhausta como para perderme esta celebración. No es porque quisiera celebrarla, porque la verdad no era un antojo, era porque simplemente no quería hacer sentir mal a la familia, y mucho menos mostrar mi contrariedad ante Rose y Alice, ya que, ambas se encargarían de torturarme de alguna manera.

En realidad el día resulto ser extenuante, pero relajante a la vez. Comenzó la carrera a eso de las diez de la mañana, cuando ya estábamos en el centro comercial en Seattle. Igual que la última vez, habíamos explorado las tiendas del centro comercial de arriba a abajo, en búsqueda del atuendo perfecto. No fue fácil, aunque, gracias a Dios, yo no tuve que encargarme e influir mucho. Solo las seguía como si de un cachorro me tratase, y me esparramaba sobre alguno de los asientos de las tiendas, mientras ellas mismas se encargaban de analizar y juzgar si las ropas de la tienda por sí mismas.

Mientras ellas se encargaban de todo, las palabras de Edward aun rondaban por mi cabeza… ¿Cuál será el regalo de Edward? La curiosidad me estaba matando.

Almorzamos con una Pizza deliciosa preparada en un buen restaurante, y después aun, con los estamos completamente saciados, seguimos con nuestra exploración en la selva amazónica.

Una vez encontrado todo lo necesario para pasar de ser Betty la fea a una Rapunzel, regresamos a la casa a eso de las cuatro de la tarde. De inmediato me dirigí a la habitación de Edward para verlo, o esconderme ocultándome bajo su cama o algo por el estilo, pero Alice y Rosalie me lo impidieron y me arrastraron hasta mi habitación. Mientras Alice preparaba mi tina caliente, vertiendo varios líquidos jabonosos para "hidratación y exfoliación", y Rosalie sacaba de su enorme cartera su Quit de tortura (Maquillajes y demás) Yo estaba desvistiéndome y peinaba mis cabellos. Rezando porque no duraran mucho arreglándome. Infinidades de veces les pregunte qué diablos me tenían preparado, que necesitase tanto arreglo de mi parte. Pero ambas se negaron a contestarme con la excusa de que "Era una sorpresa"

Tras el baño, comenzó la hora de acomodarme.

Yo solo estuve sentada, inmóvil casi por completo, mientras Rose y Alice se encargaban de la manicure, pedicura, el cabello, el secado y los bucles. Solo cerré los ojos y prácticamente me quede dormida. En esa hora de sueño, mientras la manicure secaba y los rollos en mi cabeza responsaban para adoptar en un rato algo parecido a las ondas, Alice y Rosalie se bañaron y vistieron a la velocidad de la luz.

No exagero cuando digo que tardaron casi una hora en maquillarme. Y perdí la cuenta de las cantidades de productos que derramaron sobre mi rostro. Pero según pude observar de reojo, era base, corrección de ojeras, polvo, y una cosa extraña, como una base sobre los ojos y debajo de estos. Rose me explico que era para evitar que el maquillaje perdure más tiempo. Unos cuantos minutos en la que se dedicaron a hacer sombras con diferentes colores difuminados en mis parpados, y luego, mas y mas toques de polvo. Luego comenzaron con el rímel y el lápiz de ojos, y fue, según mi opinión, lo peor del asunto.

"Abre los ojos" "Cierra los ojos" "Mira para arriba Bella"

Arriba-abajo-abre-cierra-Enano-gigante….

Cuando mantenía mucho tiempo la vista fija hacia arriba, y me ordenaba a que la bajara de nuevo, el dolor que se producía en mis ojos era insoportable. Como si alguien los hubiera lastimado desde afuera.

El lápiz fue el que termino de acabar el ajuste de mis ojos. Odiaba el lápiz de ojos, me hacia llorar.

Duraron alrededor de cinco minutos discutiendo sobre que labial debería utilizar.

¡Rojo coral!

¡No! ¡Rojo carmesí!

¡Coral!

¡Carmesí!

Luego de su disputa, ambas acordaron por un color rojo carmín. Aja... ¿Y cuál es la diferencia?

Yo no logre vestirme, fueron ambas la que prácticamente me vistieron a mí, y para mayor colmo, cubrieron mis ojos con un paño para que no viera ni el vestido, ni los accesorios, ni los zapatos. Cerré o desvié los ojos la mayor parte del proceso para no arrepentirme luego de la vista. Me colocaron sobre un par de tacones que eran prácticamente un arma mortal

–¡Listo! –Ambas gritaron cuando terminaron.

Y mi boca se fue hacia abajo, cuando me observe en el espejo.

–¡Estas preciosa! –Grito Rosalie nuevamente.

Sobre mi cuerpo, reposaba un hermoso vestido de color verde esmeralda, que se ceñía a mi Figuera de una manera tan linda, que no lo creí posible. Era corto, más arriba de las rodillas, y se amarraba por la parte de atrás de mi cuello. El vestido esmeralda tenia diferentes tonalidades del mismo color, que eran claras al comienzo del vestido, hasta que al comenzar por la mitad de mi estomago, se difuminaba hasta adoptar un color esmeralda más intenso.

Observe los zapatos, que eran plateados y brillantes, pero no les preste mucha atención.

Lo que si observe de verdad fue mi rostro, y me quede impactada con lo que vi.. ¿Esa era yo?

Mis ojos marrones estaban cubiertos por el espesor del verde que los rodeaba. Mis parpados tenían un contraste bastante pareció al del vestido, entre verde esmeralda, plateado y blanco. Los ojos eran delineados por una línea negra que los rodeaba por completo, haciendo resaltarlos, y que se vieran más grandes y expresivos de lo normal, y las espesas y largas pestañas negras estaban perfectamente moldeadas y curvadas hacia arriba, dándole un toque de dulzura a mis rasgos. Mi cara estaba pulcra, lisa, y sin ninguna imperfección. Tenía un pequeño rubor esparcido por mis mejillas, y mis labios estaban pintados por un fuerte color carmín. El cabello caoba caía sobre mis hombros como una cascada, y estaba perfectamente liso y brillante, mientras que en las puntas, se desarrollaban los hermosos bucles que hacían que pareciera una de esas chicas de portada de revista.

–Esmeralda… –Murmure observándome sin apartar la vista del espejo.

–Como los ojos de Edward –Acoto Alice –Se que te fascinan sus ojos. Y me pareció que te agradaría ese color….

–Me encanta –Respondí interrumpiendo su frase. Mientras aun no lograba creer mi apariencia esta noche.

¿Quién imaginaria que podría llegar a ser Rapunzel?

Capítulo 15: ¿Matar a Emmett es un crimen? Capítulo 17: Rapunzel parte II

 
14439090 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios