Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224761
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

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Capítulo 28: ¡Se ha escapado el perro!

"Mi servicio de Internet es una mierda"
Victoria Masen Cullen.

Sé que más de una desea asesinarme y hacerme pedacitos con el final del cap anterior, y además, de mi enorme demora. Lo sé, se que están ansiosas por continuar leyendo ésta locura, pero repito de nuevo: MI INTERNET ES UNA MIERDA, Y NO SIRVE PARA NADA.

No tienen una idea del calvario por el que eh padecido al estar, (lean bien) ¡Dos putos meses sin internet! ¡DOS! ¡Se supone que estaba de vacaciones!, y los del servicio me salen con que "hay problemas técnicos en la área donde se encuentra" ¡y que tantas jodas más! ¡Mentirosos! Púdranse .l.

Ya estoy resolviendo eso (o al menos, el fuerte carácter de mi madre lo está haciendo) ;D. Si dios lo quiere, pronto tendré internet de nuevo. Aun me quedan como tres semanas antes de comenzar clases, y quiero aprovecharlas con la vista pegada en la pantalla de mi ordenador hasta que se me fundan los ojos, y con el culo bien sujeto en una silla hasta que me duela la espalda.

¡Gracias por sus comentarios y votos, y lamento si no puedo responderles!


—Adelante, Bella. Ponte cómoda — Jasper sugirió, a la vez que esbozaba una hermosa sonrisa entre dientes. Yo asentí, un tanto nerviosa por estar presente en mi primera sesión de terapia.

Caminé a paso indeciso hasta la oficina de mi cuñado, que era espaciosa, con una silla amueblada vino tinto y un sofá de cuero negro, de esos que siempre utilizan los loqueros para atender a sus pacientes. Y ya que mi cerebro aun conservaba los simples instintos y recuerdos de la vida cotidiana de la tele, libros, y la misma vida real; dejé a mi cuerpo descansar sobre el —tenía que admitirlo—, suave y apetecible sofá negro.

—Siento como si estuviera loca — admití. Jasper soltó una carcajada.

—Tú no estás loca, Bells. Lo tuyo es puro cerebro. Los pacientes que acostumbran frecuentar por aquí sí que están desquiciados, o al menos un poquito — me guiñó un ojo.

—Supongo que eso me hace sentir mejor.

Jasper se sentó cómodamente en su sillón, tenía una libretica de apuntes a un lado, aunque parecía que no tendría necesidad de usarla demasiado, porque aparto hasta depositarla prácticamente fuera de la silla.

—Edward me contó que has progresado tu solita al estimular tus memorias con fotos, y anécdotas que él te contaba, hace una semana ¿estoy en lo correcto?

—Sí… — respondí apenada — Espero que no te moleste. Solo quería saber más.

—Está bien. Lo importante es que sirvió de algo. Eso quiere decir que lo tuyo tiene arreglo, sin duda — sonrió tranquilizadoramente, y no sabía cómo lo hacía, pero de pronto me sentía mucho más relajada — Solo necesitamos llegar un poco más a fondo. Aunque es claro que el sub-consciente ya está haciendo lo suyo.

—¿Mi sub-consciente?

—Claro. Ya estas comenzando a recordar cosas, ¿verdad?

—Sí.

—¿Te has sentido alguna vez, familiarizada con algún objeto de tu casa?

—Me figuro que sí — dije, pensando en los cojines del sofá de la sala y el florero que reposaba sobre la encimera de la cocina.

—Tenemos que estimular el sub-consciente — Jasper sonrió — Nuestro cerebro actúa por sí solo, la mayoría del tiempo, y uno mismo no se percata de ello. Te pondré como ejemplo el caso de los mensajes subliminales, ¿sabes qué son?

—En teoría.

—Es un método para hacer que el sub-consciente detecte lo que uno mismo, la mente consciente, no logra absorber, o al menos, no está al tanto de que lo absorbe. Un mensaje subliminal va a provocar que tú misma sientas la necesidad de hacer lo que te dice el mensaje, y tú mismo no te das cuenta. Pero es el sub-consciente el que ansía cumplir con el objetivo, ¿comprendes?

—Sí.

—Bien. Veremos qué tanto de Bella Swan del sub-consciente aun sigue allí — Jasper se inclinó hasta su maletín, hasta sacar un objeto de adentro. Lo sostuvo con su mano izquierda, balanceándolo frente a mis ojos para que lo viera.

—¿Una caja?

—Sí — me lo entregó, y yo lo observé detenidamente. Arqueé una ceja.

—¿Y esto es...?

—Tuyo — se inclinó hacia adelante — Son varias cosas, todas tuyas.

Dentro de la caja había un juego de pendientes de perla, un labial, una pequeñita caja de música, un brazalete de brillos parecidos al diamante, y un collar de corazón.

—¿Y qué tengo que hacer con esto?

Jasper se encogió de hombros, como si no fuese demasiado importante.

—Coge algo. Supongo que servirá de algo. Aunque si lo deseas, déjalo a un lado. Pero seria de mayor utilidad que tomaras alguno de los objetos mientras hablo contigo. Pero como dije, no importa. No tienes que tomarlo si no quieres — volvió a encogerse de hombros con indiferencia.

Pensé que Jasper estaba jugando conmigo, pero al final me dije a mi misma que él era psicólogo, no yo. Así que, ¿qué perdía con hacer lo que me pedía, aunque fuese raro?

Tomé por algo al azar aquel collar de plata de cadena en espiral, con la medalla de corazón resplandeciente bajo las brillantes luces de las lámparas colgantes del techo. Era bastante bonito, y de pronto me sentí estúpida conmigo misma. ¿Qué se supone que tenía que hacer con esto? ¿Ponérmelo en el cuello? Eso sería, en cualquier caso, lo que cualquier persona haría. Lo deposite con desinterés sobre mi muslo cerca de la rodilla, sin importarme ahí se iba a quedar.

—Muy bien. Ahora, vamos con lo otro. Cuando te llega algún recuerdo a la mente, ¿Cómo sucede? ¿Cómo lo sientes? ¿Qué es lo que sientes? ¿Y cómo lo interpretas? Se lo mas explicita que puedas, por favor.

Mordí mi labio inferior, a la vez respiraba hondo y meditaba su respuesta en búsqueda de una buena redacción que él pudiera entender, sin sonar demasiada boba.

—La mayoría del tiempo no llegan solos de la nada. Casi siempre recuerdo alguna cosa cuando observo algún objeto que me despierte la curiosidad, lo suficiente como para que el recuerdo llegue por sí solo. Nunca son exactos. Son salteados, a veces incoherentes y extraños, aunque si eh tenido la suerte de experimentar recuerdos muy vividos, pero estos sólo son así cuando es algo verdaderamente importante, o si tengo algo o alguien que me ayude a estimular el escenario del recuerdo…..

Como Edward, por ejemplo. Casi todos los recuerdos que habían vivido con intensidad eran recuerdos que sabía yo, eran importantes, y la mayor parte del tiempo estaban relacionados con Edward. Como cuando me propuso matrimonio, las fotos de las Vegas, e incluso me llegaron nuevos recuerdos bien intensos de nuestra boda, de los aplausos, nuestra luna de miel y…. me estremecía de solo pensar en eso. Nuestra luna de miel. Según tenía entendido, fue una estupenda luna de miel. Sacudí mi cabeza para deshacerme de esos pensamientos.

Seguí explicándole durante alrededor de cinco minutos, para que no dejara lugar a dudas. Le hablé acerca de mis sueños relacionados con mis padres, la variedad de los recuerdos, y mi necesidad por querer descubrir más sobre ellos.

—…..A veces puedo sentir vivamente la textura y los olores, pero la mayoría del tiempo, son solo flashes. Aunque para mí es suficiente — concluí, y Jasper me observaba con una sonrisa burlona pintada en sus labios — ¿Qué te resulta divertido?

Su mirada se dirigió a mis manos.

En ese momento de mi cuenta de que el dije de corazón estaba abierto de par en par. Inconscientemente, había jugueteado con el collar hasta conseguir abrirlo, mostrando en su interior, una foto de mis padres y yo, que evidentemente era muy vieja. Mis ojos casi se salieron de las orbitas al darme cuenta del gran descubrimiento, y me esforcé internamente en no derramar lagrimas cuando mis dedos acariciaron la foto con un inmenso cariño, cariño hacia dos personas que yo no había conocido. O que al menos, no recordaba haber conocido.

—¿Cómo eh…? — pregunté con voz ahogada. ¡Podría jurar no haber tocado el collar durante mi torpe discurso! ¿Cómo había pasado de estar en mi regazo, a estar en mis manos?

—Te lo dije — sin apartar esa sonrisa de autosuficiencia, golpeteó su sien con su dedo índice — Sub-consciente. Tú eres la única que sabe abrir esa cosa sin pensárselo, aparte de Edward, a quien le has enseñado. Ese dije es difícil de abrir porque hay que saber donde tocar y mover, lo que le tomaría su tiempo a un desconocido, pero tú lo has hecho en un santiamén porque lo conoces, y es tuyo. Tu sub-consiente a actuado por ti sin que te dieras cuenta. Abriste el dije y sobaste la foto varias veces mientras me informabas sobre tus recuerdos, porque tu sub-consciente sabia que dentro de él había una foto tuya con tus padres — volvió a sonreír — Yo sabía que lo abrirías. Además de que, conociéndote tan bien como te conozco, sabía que no podrías quedarte quieta mientras hablas. Jamás puedes quedarte quieta. Siempre sueles mover tu pie o jugar con tus dedos. Tenías que tocar eso a juro, lo tenías allí, frente a ti. Fue inevitable para ti agarrarlo.

Yo le miré con la boca bien abierta, llena de incredulidad.

—Por algo eres psicólogo. ¿Jugaste con mi mente? — dije, sonriendo sin poder evitarlo. Él me regreso la sonrisa, agitando la mano en el aire como si no fuera importante.

—Bah, viejo truco de psicología invertida, ¿sabes? Toda la vida eh sido el psicólogo personal de la familia. Los conozco a todos y sé cómo actúan — contestó, anotando algo sobre su libreta de apuntes. La sacudió, y luego la dejó en su regazo. Me dirigió una mira dulce y exclamó con voz entusiasta — ¡Continuemos!

…..

—Relájate y deja de reír.

—No puedo hacerlo.

—¿Por qué no?

—Porque tu cabello está muy gracioso. Se parece al de la película de Johnny Depp que vi ayer.

—Muy graciosa. ¿Quisieras quedarte quieta, para poder realizar el ejercicio?

—Vale. Lo siento, Jazz.

Me había ordenado recostarme cómodamente en mi asiento, a cerrar los ojos, y a respirar bocanadas profundas y pausadas. Me burlaba de él porque hace un rato había desordenado sus cabellos rebeldes, y ahora sus cabellos de miel estaban alborotados como si se acabase de despertar.

—Bueno, Bella, antes de que hagas eso, te diré— dijo él, aparentando estar enfadado. Le saqué la lengua de manera infantil, aun con los ojos cerrados — La mente es extraña, indecisa, única y jamás será indescifrable por completo. ¿Quieres recuperar tus recuerdos? Hay que estimularla, tocando los puntos débiles. Tú eres muy rápida, y solita has logrado adentrarte a tu mente y exponer tus recuerdos. Eh conversado con Carlisle acerca de este tema muchas veces, ambos creemos que tus progresos son debido al tiempo. Normalmente cuando uno se despierta de un estado vegetativo, todo es confuso, y la mente aun esta adormilada, confundida, incoherente. Con el pasar de los días todo se va aclarando — hizo una pausa, y comenzó a tamborilear sus dedos sobre la mesa caoba de madera a su lado, pensativo — Además de que tú eres una chica fuerte, por fortuna, y has conseguido domar a tu mente.

—Pero aun no eh recuperado todos mis recuerdos, solo algunos. Edward ah estado toda la semana hablándome un poco acerca de mi llegada a ustedes, y nuestra vida antes del accidente. Pero no puedo recordarlo todo — repliqué.

—Bella. Uno nunca podrá recordar todo — dijo él, reclinándose en su silla — Uno vive el día a día para el presente, pensando en el presente. No pensando siempre en el pasado. Te pondré un ejemplo: Imagina que te encuentres con alguien en la calle, cuando tu estas sumamente ocupada con cualquier cosa. Esa persona desconocida te toma del hombro, y tú de inmediato la miras pensando '¿Quién es esta?' y esa persona te dice '¡Hey, hola!, ¿Cómo estás? Soy yo, la chica que te presento tu amigo Max en aquella fiesta en la playa, ¿recuerdas?'

«Es evidente que tú no ni siquiera habías pensado en esa persona desde ese entonces. En el momento en que ella te nombra de donde se conocen, tu mente se pone al corriente y comienza a trabajar en búsqueda del recuerdo, que la mayor parte del tiempo está guardado. Cuando sale a flote, tú te sorprendes y devuelves el saludo '¡Hey! Si, ya te recuerdo, ¿tenias un vestido amarillo, no?'

«La mente siempre se encargará de almacenar casi a la perfección la información más importante y reciente, y almacenará a medias, la información vieja que podría ser utilizada más adelante. Si te preguntan si recuerdas el chico gordo del Kínder Garden, es evidente que te costará muchísimo recordarlo, porque es algo viejo, indiferente para ti. Al menos que lo estés pensando con frecuencia, o haya sido un importante conocido para ti, lo suficiente para no querer olvidarlo, claro. Así trabaja la mente: solo para más importante, teniendo en un acto presente lo más importante. Como yo, por ejemplo. Mi mente está trabajando en obtener información útil y necesaria para lo que estoy haciendo ahora, hablando contigo. Yo no estoy pensando en nada de mi infancia, ni de mi familia, ni de un lugar en específico que visité con Alice en quien sabe cuándo. Solamente me acordaré de ello, cuando alguien me mencione el tema, o vea algo gracioso o lo suficientemente curioso como para estimular la memoria y comparar lo que veo con lo que recuerdo de un tal sitio, ¿entiendes? Eso mismo tengo que hacer contigo. Solamente exponiéndote a cosas importantes para ti: fotos, videos, canciones, libros, diarios, etc… podrás recordar. Así que como ves, no es tan difícil. Aunque llevara tiempo.

«Aunque si existe la posibilidad de que no lo recuerdes todo, Bells. Como te dije antes, porque tu mente no lo considera importante, o no siempre almacenara todo. Nunca se almacenaran los detalles a la perfección, ni los recuerdos serán perfectos jamás, ni tampoco tu cerebro no recordara la mayor parte de tu pasado. Además de que has sufrido un buen trauma en la cabeza. Creo que esas dos son suficientes razones".

—Odio la amnesia — fue lo único que pude responder, después de su largo monólogo. Me gustaba que me explicaran cual era mi situación, pero me estresaba recordar que no tenia recuerdos, ¡que irónico!

Jasper rió bajito, sacudiendo la cabeza.

—Si Dios lo quiere, se te pasará — esbozó una linda sonrisa entre dientes — Ahora, relájate, me eh inspirado tanto que olvidé que teníamos que hacer este ejercicio para despejar tu mente cuando te duela la cabeza al recordar. Respira hondo, y cierra los ojos….

.

.

.

—¡Edward! — grité, cerrando la puerta luego de haberme despedido de Jasper, quien me trajo a casa porque a Edward se le habían complicado las cosas en el hospital. Me había pasado un texto hacia tres horas disculpándose por no poder haber ir a buscarme y traer a casa, y que no sabría a qué hora llegaría. No había tenido tiempo de responderle porque mi teléfono se descargó y apagó al rato — ¿Llegaste ya?

—¡No puedo creerlo!

Me aterroricé de pronto al notar que esa voz no era la de Edward, y mis manos comenzaron a temblar.

Una figura robusta y alta de detuvo frente a mí, a la vez que yo tanteaba encima de la mesa a mi lado en busca de algún objeto sólido y fuerte que podría emplear en caso de que alguien hubiera usurpado en mi casa. Sus brazos fuertes, su torso bien marcado aun debajo de la camiseta, su cabello azabache y negro sujeto en una coleta, su sonrisa amplia y deslumbrante y sus ojos oscuros excitados de alegría no hicieron otra cosa más que dejarme plantada en mi lugar. Conocía ese rostro, lo había visto en las fotos y en mis recuerdos. Recuerdos en los que aparecíamos él y yo paseando despreocupadamente por las playas de la Push riéndonos como unos infantes, en compañía de sus amigos, con Billy, o solo nosotros dos.

—¿Jacob? — pregunté en un susurró.

—¡Bells! ¡Oh, Bells! — se acercó hasta mí posición y me apretó fuertemente contra su pecho. Yo no hice otra cosa más que responder el abrazo. Sabía que no era peligroso: el era mi amigo, uno de mis mejores amigos con quien —según Edward—, había pasado gran parte del tiempo aquí en Forks cuando era joven, y a quien había visitado, y él me había visitado, luego de que fuéramos a la Universidad. Además, ¿cómo negarme a un abrazo como ese? Era cálido, se sentía bien, y estaba completamente segura de que Jake era genial con solo con verlo. Inevitablemente me sentía alegre de verlo.

—Hola, Jacob.

—¡Aun no me lo creo que estés bien! — dijo él, sus ojos emocionados y melancólicos — Cuando Alice me lo dijo yo no podía creerlo, y… siento que aun no lo hago. ¡Despertaste!

—Sí, lo hice.

—Alice me contó que se te aflojó un tornillo y no puedes recordarme. Qué lástima — suspiró con tristeza.

—No te preocupes. Te terminaré recordando al final — le aseguré, sonriendo para tranquilizarlo. Él volvió a abrazarme con dulzura.

—Se te ah extrañado mucho, Bella — susurró, besando mi frente.

—¿Cuál es el alboroto? — preguntó Alice mientras bajaba las escaleras a paso lento y despreocupado, con una enorme sonrisa en su rostro de muñeca — Ugh. Ustedes dos son igualitos que antes. No pueden verse porque de una vez se ponen sentimentales — se cruzó de brazos y rodó los ojos.

—Hola Alice, ¿Qué haces aquí?

—Vaya, gracias, se nota como me quieres — puso los ojos en blanco — Te eh traído al chucho para que juegues un rato con él.

—¡Hey! — se quejó Jacob, desordenando los cabellos de la duende de mi amiga — Yo también te quiero, Alice.

—¿Y quién no? — respondió la muy lucida, enrollando entre sus dedos una y otra vez sus cabellos azabaches.

Todos nos detuvimos de palabras al escuchar una puerta al abrirse.

—¡Bella, Alice! — tronó la fuerte y cantarina voz de mi esposo, seguida de un portazo de cierre.

—¡Edward! — exclamó Alice, que permanecía unos cuantos pasos adelantados a nosotros, en una zona donde solamente ella podía ver a Edward, ya que tanto Jake como yo estábamos en la cocina.

—Hola hermana, ¿de quién es la chaqueta que cuelga en el perchero? — inquirió, mientras se adentraba a la cocina deshaciéndose del nudo de su corbata, sin voltear la cabeza para mirarnos. Cuando nos vio al fin, se quedo estático en su lugar. Inspiró profundamente y nos dedicó a ambos, una sonrisa de cordialidad. Sus ojos relampaguearon con una evidente emoción al verme a mí, pero no se mostro ni por asomo de igual manera con mi compañero.

—Hola, Bells. Buenas tardes, Jacob.

—Holda Ed….

—¡Cullen! ¿Cómo estás? Espero que terrible. Veras, quiero cuestionarte una cosita. ¿Te han dolido demasiado las manos, acaso, para avisarme que Bella ya estaba despierta? — me interrumpió Jacob Black, con sus brazos cruzados sobre su pecho. Se notaba que estaba tratando de controlar su semblante en un vano intento de no aparentar un enfado inminente al proferir el reclamo.

—Discúlpame, Jacob. Supongo que se me olvido informarte sobre el estado de Bella. Eh tenido muchas cosas en la cabeza — Edward susurró con voz neutra. Dentro de sus ojos, había una tenue chispa de diversión producida al hacerle pasar un mal rato a Jacob.

—Sí, claro, mamador. ¿En cuál cabeza?

—Cierra la boca Black.

—Como digas, ojitos lindos.

Edward suspiró exasperado.

—Ya extrañaba las peleas de estos dos — Alice exclamó con ojos burlones, aplaudiendo dos veces consecutivas.

…..

—Gracias por llamarme, Alice. Si no fuera por ti, pasarían años y yo no me enteraría de que mi amiga piso tierra de nuevo — agradeció Jacob nuevamente, metiéndose a la boca una de las enormes galletas de chocolate que Alice había preparado ella misma —con ayuda de un sobre en polvo de mezcla para galletas, se vale decir—.

—No hay de qué. Estaba segura de que el idiota de mi hermano se acordaría solo cuando Bella comenzara a preguntar por ti.

—Lo intenté una vez, pero no cogiste el teléfono — Edward se encogió de hombros.

—¿Y era tanto el dolor de culo que te dio para no oprimir el maldito botón de 'reintentar'?

—¿Por qué te escapaste de la perrera?

—Cállense ya, los dos — les dije a ambos, con una advertencia evidente en mis ojos — Jacob. Seguro ya Alice te habrá informado con lujo de detalles acerca mi situación, ¿verdad?

—Ten por seguro que sí.

—Bien. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre de ti? No te recuerdo del todo, y agradecería muchísimo que me hablaras un poco de tu vida antes y después de mi accidente.

—Oh, bien. Conoces mi nombre, Jacob Black, hijo de Billy Black, amigo de tu padre. Nos conocimos a los ocho años por primera vez, creo. Pero cuando tuvimos suficiente consciencia somos amigos desde el día en que casi te tiras por el borde de un acantilado. Y no la vez donde sufriste el accidente, fue mucho antes, no hacía mucho de tú haber llegado a Forks. Fuimos novios durante tres hermosos meses y nuestro primer beso fue debajo de la lluvia, una noche donde te escapaste de las garras de tu psicópata novio.

—Que te den, Jacob — gruñó Edward.

—Venga, Edward, un poco de humor no hace daño.

—Eso no me hace gracia.

—A ti nada te hace gracia.

—¡Prosigue, Jake! — dije, para no tener que soportar otra de sus escenitas inmaduras de 'eres más idiota que yo'.

—¿Qué decirte? Me fui a la universidad dos años después que tú. Trabajo como jefe de un taller mecánico y soy ingeniero de computación. Recientemente estoy con una chica llamada Vanessa, somos felices y comemos perdices en un apartamento en Chicago. No ah podido venir porque el trabajo la tiene esclavizada. Es contadora.

—¿Y Billy? — pregunté de pronto, recordando vagamente al hombre robusto de ojos chinos, cabellos negros casi canos, con aquella imborrable sonrisa en su rostro.

—Falleció hace dos años — susurró Jake con voz triste — Ataque cardiaco.

—Oh. Lo siento mucho, Jake… — alcancé a decir. Me hubiera encantado mucho conocer de nuevo a Billy Black.

—Está bien. Tenía que pasar tarde o temprano — me ofreció una cálida sonrisa, como demostrando que no tenía por qué sentir pena.

—¿Y cuanto tiempo te quedarás?

—Yo… No lo sé. Eh venido hoy a merced de mi desesperación por la noticia y dejé un montón de cosas que resolver en Chicago. Seguramente me regreso mañana, y vuelvo un día mejor planificado.

—Oh. Bueno, si lo deseas, puedes quedarte en una de las habitaciones…

—No, gracias, Bella — me interrumpió — No deseo hacer estorbo por aquí, y es evidente que tu querido esposo no se sentirá a gusto con mi presencia….

—Qué bueno que lo entiendas — asintió Edward.

—….Y ya me alojé en un hotel. Lo siento.

—Ah… — no voy a negar que me sentí levemente entristecida por tener que despedirme de él tan pronto. Quería conocerlo mejor, recordarlo tal como era y como es — Está bien. Y… ¿Qué me dices de Vanessa?... — seguimos con la conversación.

.

.

.

—¿Cuándo volverás, entonces?

—No lo sé, Bells. Hare cuanto esté en mis manos por que sea en la próxima semana — respondió, al tiempo en que me abrazaba. Me fue inevitable devolverle el gesto. Me gustaban los abrazos de Jake, eran… cálidos. Además de que olía excelente.

—De acuerdo — suspiré, indignada.

—Nos vemos — me besó en la mejilla y se encaramó en el auto de Alice, antes de que ella se pusiera en marcha para llevarlo a su hotel de Port Ángeles.

Edward yacía recostado cómodamente en uno de los sofás de la sala. Se había deshecho de su corbata y su chaqueta, y portaba una camisa blanca de botones que se le veía… ¿Cómo decirlo? Demasiado sexy.

—Edward, ¿podrías no aplastar las almohadas del sofá? — sugerí, sin saber la razón por la cual me molestaba.

Él me miró con ojos sorprendidos, y después esa sonrisa tan exquisitamente matadora surcó su rostro como el sol al amanecer.

—No puedo creer que a pesar de tu amnesia, no paras de regañarme por acostarme en los cojines.

—¿Y es eso malo? — me senté a su lado, no sin apartar los cojines de su espalda. Él se incorporó hasta quedar sentado.

—No. Me alegra muchísimo que lo hagas. Ya extrañaba que me regañaras por aplastar tus almohadas — volvió a sonreír felizmente, provocando una buena cohibición por mi parte — Adoras estos cojines.

—¿Porqué?

—Si no lo sabes tú, menos lo sabré yo — se encogió de hombros — Simplemente te gustan. No me dejas tocarlos, y mucho menos usarlos para reposar mi cabeza cuando estoy cansado. No has perdido la maña.

—Ah….

Me quedé callada. No estaba de ánimos para hablar acerca de mis costumbre de vida pasada.

—Por cierto, ¿Por qué Jacob y tú discuten tanto? — pregunté curiosamente.

Él rodó los ojos.

—Por muchas cosas. Jamás nos hemos caído bien. Él es un pesado, y para él, yo soy un pesado. ¡Pero tú lo amas!, y él siempre me fastidia echándome en cara las, hum, 'escenitas de celos', que te eché en el pasado cuando lo visitabas, y una que otra cosa. Además de que nosotros, tú y yo, hacía muchos años ya, decidimos adoptar un perro, y yo lo llamé Jacob, porque era igualito a él — sonrió de lado — No se sintió demasiado contento con el nombre, y tú tampoco. Lamentablemente, se nos murió a la semana, por un virus que aparece en los cachorros cuando están muy pequeños. Tú lloraste por semanas.

Al menos agradecía no recordar ese trágico momento.

No sumimos en un silencio… no incomodo, pero tampoco me era demasiado apetecible. No me gustaba estar en silencio cuando estaba con Edward.

—¿Cómo te fue con Jasper? — preguntó, poniéndose serio de repente.

—Estuvo bien. No hicimos demasiado, pero si me explicó bastante sobre mi caso. Me recomendó que cargara siempre una libretica de apuntes para que anotara todo lo que tenía que hacer en el día, como las tareas, o algo por el parecido. Me dijo que era una forma para saber que tanto retiene mi memoria, y que tan olvidadiza puedo ser. Si se me olvidaba hacer algo, o sentía que había olvidado algo, revisaba la libretica.

—Siempre has sido olvidadiza. Aunque no creo que sea demasiado necesario, por cómo has avanzado últimamente. Lo tuyo es pura pérdida de memoria a largo plazo. No creo que la memoria a corto plazo sea afectada.

—Eso mismo me dijo, que solo sería… por si a las moscas. También me dijo que él, tú y Carlisle habían hablado, y acordaron que me era bueno poner al corriente los dos hemisferios para ejercitar mi cerebro, o algo por el estilo.

—Exactamente. Puedes hacerlo leyendo, haciendo las actividades que acostumbrabas hacer con la mano derecha, con la izquierda. Como cepillarte, peinarte, atajar algo. Eso… sirve significativamente, para que en un futuro las personas no sufran de alzhéimer. Y no digo que necesariamente padecerás de eso cuando estés mayor, pero… Uno nunca sabe. Es mejor prevenir.

—Oh.

¡Qué desgracia la mía, si llegara a padecer de algo así! En ese caso no me recuperaría nunca.

—¿Qué tienes en el cuello? — preguntó de pronto, con sus ojos puestos en el collar que portaba alrededor de mi cuello.

—Es la cadena de mis padres. La utilicé hoy con Jasper como mi… primer ejercicio.

—Oh, está bien — apretó los labios, sumido dentro de sus propios pensamientos.

—Edward….

—¿Dime?

—¿Cómo eran ellos? Me refiero a mis padres.

Edward pareció no saber que responderme.

—Yo… no lo sé. No los recuerdo, porque solo los vi cuando tenía unos siete u ocho años — dijo, severamente apenado.

—Es solo qué…. me siento… extraña. Quisiera que estuvieran vivos. Lo digo porque suelo soñar con ellos, y tengo imágenes en mi cabeza sobre mi madre Renee, e incluso estuve en estos días viendo unos álbumes viejos míos que según Alice, traje cuando me mude aquí a Forks, y me ah ayudado un poco a reconocer mi vida pasada. Y al verlos a ellos, y lo aparentemente felices que se veían juntos, y conmigo… — sacudí la cabeza — Me entristece un poco.

Edward se veía bastante preocupado por lo melancólica que me encontraba, pero se mostraba también indeciso, como impotente al no saber cómo ayudarme.

Profirió un sonido extraño, como un gruñido y una expresión de desagrado.

—Desde que te conocí, había anhelado siempre que olvidaras ese fatídico accidente, que olvidaras el dolor de la pérdida. Qué te olvidaras de ellos, por una parte… — susurró. Sus ojos cálidos y atrayentes — No creí que mi deseo se cumpliría a estas alturas, y mucho menos, que se cumpliría de una manera tan fuera de los límites.

—No tienes porque sentirte culpable. Lo que pasó no tiene nada que ver contigo.

—Dicen que cuando deseas algo con mucha fuerza, se cumple. Desearía nunca haber pedido algo similar. Mira lo que ah provocado.

—No seas paranoico — rodé los ojos — Te comportas como un niño escéptico. Déjalo ya, lo bueno es que estoy bien, ¿a que si? Me siento bien — traté de alegrarlo, encogiéndome de hombros. El accidente ya no me afectaba tanto como antes, aunque si lo lamentaba. El problema ahora era que tenía que recuperar la maldita memoria para poder ejercer mi profesión de nuevo, y retomar mi vida.

—Siempre eh admirado eso de ti — murmuró él, sonriendo torcidamente — Solías decir que yo era una clase de ángel que bajo del cielo para alegrarte la vida, para repararte, y un montón de cosas más. Pero eso no es cierto, porque fuiste la que llegó a mi vida para arreglarme a — colocó un mechón de cabello tras mi oreja, y yo lo único que hice fue ruborizarme de la manera más patética del mundo — Mírate, aseguras que tú estás bien, solo para no hacerme sentir mal. ¿Acaso no te eh dicho ya, que eres la peor mentirosa del mundo?

Sonrió de lado, y me quedé observándolo como idiota. Vale, ¡que equivocada estaba! ¿Qué es un Ángel? Vamos, ¡es más hermoso que un maldito ángel!

—¿Me lo has dicho? — respondí con voz seca. Fue la pregunta más estúpida, pero me había quedado embelesada con su mirada.

—Miles de veces — volvió a sonreír.

Nos miramos el uno al otro sin siquiera parpadear. Yo no podía moverme, estaba… apenada, deslumbrada.

Mi mirada se dirigió a sus labios en un movimiento fugaz. Sus labios tan provocativos y perfectos. Deseaba besarlo, pero me sentía avergonzada de hacerlo. ¡Por amor a Dios, tenía 25 años y me sentía como una chiquilla de 16! ¿Mi cerebro habrá retrocedido unos años en el pasado con el golpe?

—¡Eddie, Bells! — el estruendoso sonido de la voz de Emmett nos hizo dar un respingo a ambos. Por parte, agradecía haber salido del trance, pero la otra —la más fuerte—, maldecía a Emmett de mil y un maneras por haber arruinado el momento, el momento que hubiera sido el perfecto para tratar de acercarme más a Edward como pareja. En serio, Edward me gustaba, y mucho. ¿No pudo retrasarse unos cinco minutos?

—Siempre lo mismo — masculló Edward entre dientes, tan suavemente que lo escuché solo por un poquito — ¡Estamos en la sala, Emmett!

—¡Aquí están los dos! — gritó el hombre de gran altura y músculos potentes — ¡Bells! Sé que ayer y antier te vine a visitar, y te dije que hoy no podría, pero adivina, ¡si pude! ¿No es eso genial?

—Claro que sí, Emmett — me levanté de mi asiento y dejé que me alzara en brazos para darme otro de sus fuertes abrazos de a desmayar. Le abracé con fuerza. Estaba feliz de que había venido, claro, pero la parte egoísta de mi persona le reclamaba por no haberse tardado un poquito en llegar — ¿Y Rosalie? — pregunté con voz ahogada.

—¡Aquí estoy! — escuché su voz gritar desde la entrada, y apareció frente a mis ojos trayendo consigo tres bolsas de compras — ¡Hola Bella! Te eh comprado algo, espero que no te moleste. Y si te molesta, no me importa.

—Hola Rose — la abracé con alegría. Rosalie me caía estupendamente — ¿Se quedarán ésta noche?

Of course, honey — Emmett pasó su brazo por mi cintura para plantar un beso en mi mejilla. Emmett era famoso por no tener barreras físicas con la mayoría de las personas, aunque no me molestaba — Nos trasnocharemos hoy a punta de películas malas y cervezas. Alice y Jasper vendrán en un rato a acompañarnos. ¿Te parece?

—Estupendo — salté de alegría.

—Entonces. ¿Qué tal si comenzamos en un rato con una película mega famosa, y que a ti te encanta tanto? — me mostró la tétrica caratula — ¡Haniball! ¿Te acuerdas de él?

—No — no lo recordaba, ni quería hacerlo — Vale. Me daré un baño y bajaré en un momento.

—Subo contigo. Podrías estrenar hoy mismo el piyama que te eh comprado — agregó la rubia, empujándome escaleras arriba.

Le lancé una última mirada a Edward desde la cima de los escalones. Una que decía 'nos vemos en un rato'. Él me regaló otra de sus sonrisas y asintió con la cabeza.

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.

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—¡Jasper Hale Cullen, devuélveme eso! — gritó Alice, estirando la mano para arrebatarle la bolsa de Doritos, que éste le había quitado.

—Preciosa, es conveniente que no comas demasiado de esta basura. Podrías engordar, cariño — replicó él, llevándose a la boca un puño de los nachos. Alice se quedó quieta sobre el sofá de la sala, mordiendo fuertemente su labio. Sus ojos viajaron hasta su estomago, el cual comenzó a masajear con sus manos.

—¿Estoy gorda? — inquirió con voz casi alarmada. Hice un esfuerzo por no reír con su expresión mortificada, sabiendo que le ofendería.

—Es coña, Alice. No estás gorda — Edward intervino.

—No estás gorda, Alice. Aunque te pareces un poquito a la hadita azul esa de, La Bella Durmiente — Emmett agregó.

—¡Ella es gorda!

Se puso de pié y corrió escaleras arriba, posiblemente para verse en un espejo.

¡Oh, cielos, si! Eh subido un poco de peso — gritó desde arriba.

—No digo que estés gorda, Alice, sino que….

—Cállate Emmett — dijeron todos.

—¡No estás gorda, Ali, es solo el aumento del espejo!— Jasper le dirigió una mirada envenenada a su hermano y subió hacia arriba, para consolar a su dramática amada.

—¿Tan malo fue lo que dije? — preguntó Emmett.

—Oh, por supuesto que no, osito — Rosalie agitó la mano en el aire, restándole importancia — Solo le has dicho que está más gorda que una maldita hada de cuentos, que por si es gruñona, y enana. ¡Por supuesto que la ofendiste, idiota!

—Oh oh. Que mierda — gruñó Emmett.

—Oh, Edward, ¿debería subir para ver cómo está Alice? — le dije en voz baja, preocupada por exagerada amiga.

—No es necesario. En dos minutos bajará tomada de la mano de Jasper — se encogió de hombros, con una sonrisa burlona.

No pasó un minuto siquiera cuando escuchamos las pisadas provenientes de Jasper y Alice que, tal como Edward había vaticinado, venían tomados de la mano cariñosamente.

—Disculpen mi reacción, gente. Estoy en mis días — Alice corrió hasta uno de los puff que habíamos posicionado en medio de la estancia con anterioridad, y dejó salir un largo suspiro de satisfacción — ¿Cuál es la siguiente?

…..

Logré convencer a Alice y Jasper de que se quedaran a dormir esta noche en su habitación acostumbrada, para que no tuvieran la fastidiosa necesidad de tener que conducir hasta Seattle para alojarse en el hotel en el cual se hospedaban. Durante mi súplica, apliqué de la forma más similar y convincentemente posible la típica —y bien utilizada por Alice—, cara de 'cordero a medio morir', para que aceptara. Yo estaba al tanto de que era muy probable que Jazz y Alice quisieran pasar tiempo a solas en el Hotel, al igual que me acordaba de la tendida charla sobre Edward que habíamos conversado ella y yo hacía una semana. Pero eran casi las doce de la noche, y me angustiaba de sobremanera que ellos estuvieran conduciendo a semejantes horas de la noche. Estaba segura de que no podría estar tranquila hasta que me notificaran su llegada.

Accedieron sin demasiados problemas, y se encaminaron juntos a su habitación, que en un pasado, había sido la de Alice. Yo la había arreglado, aseado y sacudido días anteriores, porque necesitaba de una distracción mientras Edward hacia su turno en el Hospital.

Yo no podía dormir. Me había encerrado en mi habitación con la esperanza de poder caer en la cama como una tabla y dormir tranquilamente durante toda la noche, mas no podía pegar un ojo. No entendía las razones. Había tenido un día largo y aparentemente activo.

Me levanté de la cama y baje a la planta inferior, en un intento vano de buscar alguna distracción para quedarme dormida. Desde mi posición escuchaba unas voces y susurros provenientes de una habitación al lado derecho del pasillo del piso superior, seguido de un gemido y un golpe seco. No quería ni imaginar lo que Rosalie y Emmett podrían estar haciendo arriba.

Caminé a paso lento y vacilante hasta que mis pies tocaron la tierra húmeda del césped del jardín. La noche era tranquila, pero el cielo cubierto por un manto de nubes grises como el humo, impidiéndome contemplar cualquier astro del cielo. El ambiente no era demasiado frío, pero tampoco cálido. Podía soportar el frío, no era algo de lo que me moriría.

Dos árboles estaban perfectamente posicionados en una línea recta, como si fuese una puerta de entrada, teniendo como arco, las largas y rasposas ramas que sobresalían de las esquinas del roble. En uno de los arboles, una hamaca de colores estaba muy ingeniosamente oculta dentro de un agujero que yacía en la madera del árbol, como una pequeña cueva. Me pregunté de quien habrá sido la extraña idea de tener como sitio de hamaca el hueco de un árbol.

Curiosamente, lo saqué de allí para examinarlo. Había un poco de tierra y pequeñas astillas pegadas a la tela, pero no era algo de alarme, sino algo fácil de sacudir. Pareciera que no hubieran sacado aquel chinchorro desde hacía mucho tiempo.

Lo desplegué y sacudí en el aire para liberarlo de los escombros y sucios, estaba algo húmeda. Y, tomando en cuenta mi estado de aburrida y la noche apacible, me dispuse a sujetar los bordes del chinchorro en cada árbol, bien amarrado para que no pudiera caerse. Una vez listo, me dejé caer en la tela y el impulso me permitió mecerme hacia los lados de manera satisfactoria y relajante, por lo que cerré los ojos. Esperaba que a Edward no le molestara que haya utilizado esto, pero de todos modos no lo creía demasiado. Si estaba así de escondido, quiere decir que no era importante.

—Cielos.

La suave exclamación provenía del mentalmente nombrado. Ladeé mi rostro para divisar a Edward, de pié solo a un metro de mi posición con un rostro incrédulo. Caminó lentamente hasta llegar a mi lado, y yo me incorporé hasta quedar sentada.

—Hola, Edward.

—Hola… Bella, ¿de dónde has sacado eso?

—Estaba aquí dentro — apunté hacia el orificio del árbol — ¿Qué no sabías que allí estaba?

—¡Anda, entérate que no! — soltó una sonora carcajada — ¡Creí decirle a Emmett que la sacara de allí hace más de un año! El muy idiota la dejó allí. ¿Puedes creer que a Emmett se le ocurrió romper el árbol para meter la hamaca? Él aseguraba que era mejor, ya que no tendríamos la necesidad de buscarla y empaparnos cuando comenzara a llover. Supuse que la habría retirado. El muy mandril…

—¿Ha pasado un año, y no te habías dado cuenta de que había un chinchorro escondido en el árbol?

—No, yo no acostumbro a andar en el jardín. La que se encargaba de eso era nuestra… jardinera — la última frase fue dicha en un suave susurró. Él pareció desconcertado, e incluso molesto al decirlo, y me pregunté el porqué de su estremecimiento — Yo… no había visto la hamaca. No desde hace tantísimo tiempo.

—Pues ahora la tienes de vuelta — sonreí — ¿Quieres sentarte?

Mi petición pareció enternecerlo, ya que su semblante se suavizo y sus ojos se volvieron tristes. Asintió con la cabeza y se recostó a mi lado. No me molestaba tenerlo a mi lado, al contrario, me encantaba la sensación calidez y protección que desprendía su cuerpo, o al menos, lo que yo creía sentir cuando estaba a su lado.

Aquella sensación de deja-vu regresó nuevamente. Ya estaba acostumbrada a esa sensación, y eso era bueno, porque me avisaba que esto ya había pasado antes, y que no era la primera vez que cometía esta acción.

.

—¿Hablas en serio? — Edward preguntó, al tiempo en que acariciaba mi cabello desde la raíz, hasta donde finalizaba al comienzo de mi cintura.

—Claro. ¿No te parece? Sería de lo más sexy. 'La estrella Edward'. ¿No te gustaría que le pusiera tu nombre a una estrella?

—No, no me molestaría, claro que no pero… No creo lo más conveniente que andes por ahí, y mucho menos frente a Emmett, hablando sobre 'La Estrella Edward'. Créeme. Jasper y Emmett me torturaran hasta que muera.

—¡Ni dios lo quiera! Y de todos modos sigues siendo torturado con lo qué paso en las Vegas. Más no puedes estar.

—Ni me lo recuerdes. Prométeme que tus servicios como bailarina serán solo y exclusivamente para tu queridísimo esposo — jugueteó, con sus labios depositando suaves besos en mi cuello.

—Ahh. Es injusto que no comparta mi talento innato con el resto del mundo — susurré en burla, mis manos acariciando su pecho desnudo. Desnudo porque me había encargado de desabrocharle los botones para poder tocarlo. Supuse que no le molestaría, aun con el frío que estaba haciendo.

—Eso no es justo. Tú eres mi estrella. Solo mía.

.

—Acostumbrábamos a tumbarnos aquí para ver las estrellas. A ti te encantaba, incluso hubo un tiempo en el que tu dudaste en ser astrónoma — Edward interrumpió el silencio, y ladeó su rostro para mirarme. Mi corazón se aceleró cuando aquella sonrisa, a centímetros de mi rostro, hizo aparición en el suyo — A final siempre terminaba cargándote hacia la cama.

Volvimos a quedar en silencio, mirando el cielo espeso. Para cualquiera, el momento podría ser perfecto para realizar un beso, pero para mí, no era el momento. Solo deseaba escuchar el silencio, y el sonido de la naturaleza, y la acompasada respiración de Edward. Quería disfrutar el momento, la paz, la compañía que se me presentaba. Deseaba saborear los recuerdos, aquellos que deseaban salir a flote, pero que se les hacía difícil.

Y por una fracción de segundo, en el que el viento se agitó provocando un escalofrió en mis brazos: pude vislumbrar una estrella.



¡Hola de nuevo, lectoras de mi alma! :D
Espero que se hayan sentido contentas con esta nueva entrega. Seh, se que el cap estuvo algo lento, (sobre todo por la explicación y la sesión de terapia con Jasper. Es obligatorio. Necesito que ustedes entiendan a fondo la situación de Bells como yo la tengo planteada para que no hayan dudas a futuro acerca del tema) y sé que están ansiosas por algo de acción. Pero es necesario que así continúe el curso de la historia, tengan paciencia. TODAS las dudas serán reveladas. Pero espero que se hayan sentido satisfechas con la llegada del super Jake, (creo que esto responde a las dudas de varias de ustedes, que preguntaban si Jacob es de alguna forma responsable del accidente de Bella. No, no lo es. Es inocente, y yo soy su abogada jijiji) y el poquito de humor que intente obtener de mi imaginación para darle un poco de sabor dulce al tétrico ambiente xD.

Les he dejado una pista, y espero que la hayan pillado, porque es bastante obvia ;)

Algunas me han dicho que me desenvuelvo con el tema de la amnesia y todo ese cuento. Y aclaro que no soy doctora, ni estudio psicología, y no soy una experta sabelotodo con el tema del cerebro y sus funciones. Soy solamente una muchacha muy ociosa y fanática de Twilight que se ah preparado y estudiado un poco sobre este tema (el cual, me parece difícil, ya que se me complica la biología y mucho), para poder emplearlo dentro de la historia de manera técnica y objetiva, para que no se note demasiado infantil. Tal vez alguna de ustedes dudará de mis conclusiones científicas, (y más cuando por casualidad algunas de ustedes están estudiando medicina, y saben más que yo) y lo comprendo, porque no soy médica y estoy haciendo el mejor esfuerzo en meterme en la mente de un doctor, y el de un psicólogo. Me gusta hacer las cosas bien hechas, aunque sencillas para que entiendan, y no pienso arrebatarle la memoria a Bella sin dejarles un porque, un cómo y una solución lógica ^^

¡OTRA COSITA! (si, ya van varias cosas xD). Otras de ustedes me han preguntado si Edward le mintió a Bella con respecto al modo en que sufrió el accidente, alegando que él había dicho a ella que tuvo un accidente de tráfico y no una caída. No, no le ah mentido. Cuando el dijo que "había tenido un accidente", en el capítulo 24, si mal no recuerdo, no especificó en ninguna ocasión que era de "trafico", solo dijo "accidente". Y si, muchas se preguntaran cuando hostias Edward le contará la verdad a Bells. Denle su tiempo. Algunas cosas son complicadas. Y tengo mis trucos bajo la manga para poder sorprenderlas y dejarlas así: O.O Créanme. En siete años pueden pasar muuuuuuchas cosas.

¡Espero disfruten lo que resta de vacaciones! (a las que no han comenzado), y a las que ya lo hicieron (tanto en su colegio, Universidad, trabajo, etc.), ¡Que tengan muchísima suerte!

Con amor:
Victoria Masen Cullen.


Capítulo 27: Mi rostro por Doquier Capítulo 29: ¿Amor? Definitivamente.

 
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