Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224737
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

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Capítulo 3: Pequeña pero Peligrosa

  

Mientras Edward se encargaba de preparar mi té, yo me encontraba sentada en una de las sillas de la pequeña mesa de la cocina. La cocina era elegante, al igual que toda la casa, así que no me sorprendió que tuviera un aspecto similar, o incluso superior a las cocinas de aquellas revistas de moda para el hogar que Renee acostumbraba a leer.

                Renee.

                No quería darle más molestias a Edward, no quería que me viera llorar, no quería seguir pareciendo débil. Así que contuve mis lágrimas con todo lo que pude y desvié mis pensamientos por otro camino.

                Me dediqué a contemplar a Edward, que con una inconsciente gracia preparaba la pequeña olla de metal y sacaba de uno de los sobres de una gaveta del almacén una pequeña bolsa de té. Durante todo el proceso, mientras prendía el fuego de la cocina, llenaba la olla de agua y colocaba el sobrecito en el agua hirviendo, lo observe detenidamente, debido a la pulidez de sus actos ordenados, pacientes y elegantes. De ser yo, mínimo hubiera hecho un desastre, porque era algo desorganizada para hacer mis cosas. Siempre me entraba la impaciencia. Un defecto que posiblemente habría heredado de…

Ahí vas de nuevo. ¡Vamos! no pienses en ello. Piensa en…árboles, verdes, todo es demasiado verde, lluvia, poco sol… y…hace frio… Eso es incomodo. ¿Y qué hay de los siervos?

                —Ten —  la voz de Edward me sacó de mis cavilaciones. Colocó frente a mí una tacita de té sobre un platico de cerámica, y se sentó, de modo que quedáramos cara a cara.

                —Gracias.

                —No hay de qué. ¿Azúcar?

                —No, estoy bien, gracias Edward — sacudí la cabeza.

                Probé un sorbo, luego otro y otro más. El té estaba delicioso, me sentó  de maravilla y relajo todos mis músculos casi por completo, dándome sensación de calor, cosa que agradecí tomando en cuenta en frio invernal de Forks. En menos de lo que me percate, la tasa se había vaciado.

                —¿Deseas más?

                —No Edward, muchas gracias, por cierto. El té esta de maravilla.

                —Un truco que me enseño mi madre. Su magnífico y mágico te podría levantar a los muertos de la región — me encogí, y su rostro se contrajo en una expresión de preocupación, dándose cuenta de lo que había dicho — Lo siento, lamento haber sido tan imprudente…

                —Está bien. De todos modos, da lo mismo, me pasa todo el tiempo — me encogí de hombros. La verdad que no quería seguir llorando, no quería arruinar el buen rato que estaba pasando con Edward. Pero mis traicioneras y apresuradas lágrimas amenazaban con salir de mis ojos. Me enderecé y levanté alcé la cabeza.

                —Bueno… — cambié de tema — ¿Desde cuándo que tocas el piano?

                —Desde los nueve años.

                —Tocas muy bien. Yo antes quería inscribirme a clases de piano, pero luego de que me dijeran que tendría que estar por lo menos unas ocho horas diarias practicando, descarte la idea — hice una mueca, y vi como sonreía.

                —Gracias. Y si, la verdad es que es todo un proceso, y dime tú, ¿Tocas algo?

                —El único instrumento que puedo tocar de una manera más o menos aceptable son mis cuerdas vocales, ubicadas en la parte más profunda de mi caja sonora — podría decirse que el sarcasmo era uno de los toques principales en mi personalidad. Edward soltó una carcajada.

                —Pues me encantaría alguna vez poder escuchar como “tocan” tus cuerdas vocales.

                —No. Ni bromear. Si no quieres aventarte por la ventana, será mejor que te evitemos ese mal rato — le miré aterrada. La única persona que me había escuchado cantar en mi vida era Renee, y no deseaba pasar de allí.

Mordí mi labio inferior, tratando de no hacer evidente el dolor que me embargaba.

                —Creo que estas exagerando, dudo que cantes tan mal.

                —Yo te aseguro que sí. Ni loca cantaré frente a ti.

                —Eso lo veremos — sonrió con fanfarronería.

                No pudimos seguir hablando, porque de repente la puerta principal se abrió, mostrando a dos figuras —una pequeña, y la otra, enorme—, entrar con un cargamento de bolsas.

                —¡Eddie! No pierdes tiempo con Bella — Emmett entró a la cocina, sonriendo de oreja a oreja mientras colocaba unas bolsas de compras de comida encima del desayunador. Me sonrojé ante su insinuación.

                —Cállate, Emmett — Edward gruñó, poniendo los ojos en blanco. Se disculpó y se puso de pié para ir en ayuda de los demás. Alice se materializó de la nada con cuatro bolsas de compras, con Rosalie pisándole los talones. Me saludó de forma dulce y Rosalie casi imitó la sonrisa. Me extrañó ese cambio repentino.

                —¡Hola Bella! Ya despertaste, ¿te gustó tu habitación? — peguntó Esme, al tiempo en que se adentraba a la cocina con mas bolsas en las manos.

                —Hola Esme. ¡Vaya que me encanto! gracias, fue muy dulce de tu parte — me acerqué hasta ella dispuesta a ayudarla con los materiales.

                —No hay de qué Bella, ese es mi trabajo — me guiñó un ojos. Tomé las bolsas y ayudé a colocarlas en el desayunador — Gracias.

                —Espero que nuestra ausencia no te incomodara — Jasper y Edward se adentraban a la cocina con su cargamento.

                —Oh, no te preocupes Esme. Edward me ha entretenido por un rato mientras ustedes llegaban — le lancé a Edward una mirada fugaz, que él correspondió junto con otra sonrisa.

—Ya me imagino como… — susurró Emmett en voz baja. Rosalie le dio un manotazo en la nuca.

—¡Auch!

                —Me alegro. Ven, cariño ayúdame a desempacar las cosas de las bolsas — le hizo una seña a Edward para que se acercara.

                —¡Oh, Bella! ¡Te hemos comprado algo! — Alice recordó, con esa vocecita suya como la de las campanas.

                Emmett, con andar despreocupado y una sonrisa de lado, llego con un bello oso de peluche entre sus brazos. Jasper estaba detrás suyo, con un pastel que decía en letras de crema “Bienvenida”. Alice traía colgando en una de sus manos un brazalete de plata con un escudo extraño, pero elegante.

                —¡Oh! — jadeé sorprendida. Todos sonrieron ante mi reacción — Dios, gracias, esto es… — era hermoso. Más que la habitación, y la enorme casa en la que vivía, esto era suficiente: su bienvenida. Su aceptación, su cariño hacia mí. Era aquello lo que hizo que mi corazón palpitara de felicidad — Me encanta.

                —¿Viste que si le gusto la sorpresa? Y tú querías comprar ese estúpido bolso — le criticó Emmett a la pequeña Alice. Ella se encogió de hombros en un movimiento despreocupado.

                —Como sea. Bella no se salvará de eso — sonrió con malicia. Pero decidí pasarlo por alto.

                Emmett me entregó el enorme oso. Tomándolo en brazos, lo miré detalladamente. Estaba bastante cuchi.

                —Y ¿Cómo lo llamaras? — preguntó Emmett.

                —¿Qué cosa?

                —El oso, ¿cómo lo llamaras? Todos deben tener un nombre. El mío se llama Oscar — sonrió ladinamente.

 —¡Oh! Tienes un oso. Genial. 

Consideré durante un momento una lista de nombres que podrían aplicarse en esta ocasión. Y luego observe a Emmett, y desvié la vista hacia el oso. Repetí el movimiento una vez más y una pequeña sonrisa se dibujo en mi rostro.

                —Se llamara Emmett, porque se parece mucho a ti.

                —¡Ja! Mi nombre es especial — él sonrió con satisfacción.

                Luego de devorarnos —tras Emmett devorarse—, el pastel de chocolate, nos fuimos a nuestras habitaciones a descansar. Incluso yo, que todavía no terminaba de comprender como tenia sueño si había descansado tanto.

 Alice colocó en mi muñeca el brazalete de Los Cullen. En la familia todos tenían alguna representación que los señalaba como Cullen, que era el pequeño escudo en forma de león. Me explicó que diseñó ese escudo teniendo solo doce años, y obligó a todo el mundo a utilizarlo. Pero al final a todos les termino gustando. Edward, Jasper y Emmett tenían una muñequera con el escudo, y prácticamente nunca se desprendían de ella. Rosalie un collar largo de plata, Esme un brazalete parecido al mío, Carlisle un anillo y Alice un pequeño collar negro ajustado al cuello.

Me dio las buenas noches con un sonoro beso, antes de salir de la habitación y cerrar la puerta.

…..

                ¿Alguna vez has sentido, casi en tu subconsciente, un sueño mas allá de lo real en la que tu cama se mueve o te sientes caer al suelo? Pues, en este caso, no era un sueño, y yo me encontraba prácticamente en el suelo.

                —Bella. Bella. ¡Despierta!

                —Agh. ¿Alice?

                —¡Vamos! vete a duchar y alístate porque salimos en media hora.

                —¿Salir? ¿A dónde? Es domingo — dije con impaciencia. No era por ser maleducada, pero siempre había odiado que me despertaran, e inconscientemente me portaba de manera chocante. Aunque no lo deseara — Alice, déjame dormir. Te prometo que te acompañaré más tarde.

                —Oh no, señorita. Levántate. Iremos al mal.

                —¿A qué?

                —¡De compras! Te dije que no te salvarías de esta.

                —¿Qué? — exclamé alterada, sintiendo como me precipitaba hacia el suelo. Alice explotó a carcajadas, y me di cuenta en ese momento que no se encontraba solo Alice: Emmett y Edward se encontraban detrás de ella, riendo de igual manera, recostados en cada lado del marco de la puerta. ¡La viva imagen de la despreocupación!

 Me ruboricé por completo de vergüenza. No quería ni siquiera imaginar el aspecto que tendría esa mañana tan alterada, y menos desparramada sobre la alfombra del suelo.

                —Buenos días Bella, ¿amaneciste con el pie izquierdo? — se burló Emmett a carcajadas sueltas. Podía advertir el esfuerzo que hacia Edward en tratar de no reír, pero sus carraspeos lo delataban.

                —Buenos días, Emmett. Muy gracioso. Buenos días Edward — me puse de pie con cuidado para acomodar las cobijas y almohadas.

                —Buenos días — respondió éste, un poco más calmado de su reciente ataque de risas.

                —Muévete. Te espero abajo en 15 minutos, y no me hagas tener que venir a buscarte — su mirada amenazadora era más que convincente.

                —De acuerdo, Alice — tomé la toalla, mi neceser de baño y me encaminé a darme una ducha.

                Luego de haberme bañado y vestido con unos pantalones de mezclilla, una camisa manga larga y mis Converse. Bajé a la cocina donde todos estaban desayunando como The Happy Family.

                —Buen día a todos — saludé, sentándome en uno de los banquitos

                —Buen día Bella. Lamento no haber estado ayer en la tarde. Se me ha presentado una emergencia en el Hospital — se disculpó Carlisle. Yo negué con la cabeza, dando a entender mi imposible molestia ante sus actividades hospitalarias.

                —Cero habladurías, y más acción. Son las diez de la mañana y no quiero perder todo el día — dijo una Alice muy impaciente — Edward nos acompañará.

                —¿Yo? ¿Porque yo, Alice? Pídele a Jasper que te acompañe, él es tu novio — Señaló a Jasper, quien miraba hacia el techo haciéndose el loco. Edward se veía demasiado cómico cuando se molestaba. Parecía un niño haciendo un berrinche.

                —Lo siento hermanito, pero te toca a ti cargar las bolsas. Además, eres mi favorito — sonrió con suficiencia.

                —Págame — le escuché susurrar Jasper a Emmett, seguido de una carcajada. Emmett, indignado, sacó su billetera del bolsillo de su pantalón y extrajo 50 dólares, para luego depostar en la mano abierta de Jasper.

                —¿Por qué Emmett te paga 50 dólares? — cuestioné.

                —Emmett y Jasper viven de las apuesta — me explicó Edward, con una expresión sarcástica — Y han apostado a que Alice no tardaría ni tres días en llevarte de compras. Emmett no pensó que Alice fuera tan precipitada, pero como veras… Jasper tiene sus ventajas de conocer a Alice a fondo — le sonrió a su hermana, y su respuesta fue sacarle la lengua.               

                Luego de desayunar a la velocidad de la luz —créditos para Alice—, me arrastró hasta su Porsche amarillo y Edward se fue a su Volvo. Llegamos a Seattle en una velocidad increíble. Ambos  eran rápidos conduciendo,  y Alice me mantuvo durante la mayor parte del camino con los pelos de punta.

Mientras Alice meditaba por cual tienda comenzar la ronda, Edward fue a darse una vuelta. Decidimos empezar por una al azar con un nombre el cual olvidé enseguida.

                —De acuerdo Bella, te probaras, esto… esto… ¡y esto! — me tendió un conjunto de falda muy corta para mi gusto, con una camiseta que dejaba al ombligo descubierto y con mangas. Un pantalón pescador y una camiseta dorada con brillos y lentejuelas, completamente anti Bella.

—Oh, no, Alice. Ni muerta me probaré eso. Te prometo que podrás desquitarte conmigo en lo que quieras ¡Pero por favor! — supliqué, oponiéndome por completo a ser sometida.

                —Te meterás en ese vestidor.

                —No.

                —Te lo pones o te lo pongo — su amenaza, más un semblante de completa seriedad era lo más escalofriante que había visto de esta pequeñita.

                Alice podría ser pequeña, eso sí, pero peligrosa cuando se lo proponía.

Suspiré derrotada y me adentré en los vestidores. Comencé primero con el conjunto de falda y camiseta tratando en lo posible en no mirarme al espejo, ya que estaba segura de que me daría un paro cardiaco si llegara a girar mi rostro para tranquilizar mi curiosidad.

                Alice iba apartando la ropa que me llevaría mientras yo me encontraba en el vestidor probándome todas las cosas que prácticamente me lazaba, El último conjunto que me probaría de esa tienda eran unos pantalones pescadores con una camiseta de tiritas un poco más abajo del ombligo. Alice estaba alucinando, si yo llegara alguna vez a salir a la calle con esa clase de camiseta.

                Cuando salí, me sorprendí al observar a Edward en lugar de Alice. Se encontraba sentado en uno de los banquillos al lado de los vestidores, riendo como un loco de atar. Se giró por simple gesto y por un momento sus ojos estuvieron puestos en los míos. Bajó su mirada en un rápido movimiento, inspeccionándome de arriba abajo. Me ruboricé tanto que estaba casi segura de que en ese momento mi cara combinaba a la perfección con la blusa rojo pasión que cargaba encima.

                —Esa ropa te sienta realmente bien — comentó. Una sonrisa de lado y una voz con inconsciente sensualidad que hizo que mi pulso se acelerara al igual que mi respiración.

                —Este… Edward, ¿Dónde está Alice? — pregunté, tratando en lo posible de ocultar mi pena.

                —Está en la caja registradora pagando el último par de zapatos de su talla que quedaba en una de las vitrinas. ¡Ja! Qué lástima que te perdiste la lucha que se desató entre ella y una chica que deseaba los mismos zapatos. Eso está mucho mejor que una película de Jim Carrey.

                —Me lo imagino.

                —¡Listo! — gritó Alice — Esa chica ya me estaba sacando de quicio, me costó mucho quitármela de encima, ¡Bella! Me encanta como se te ve eso, lo llevaremos.

                Después de cinco horas de tienda en tienda, ya me sentía desfallecer en cualquier momento. Edward no era el mejor parado, ya que a él le tocaba cargar todas las bolsas de compras de Alice. Yo en varias ocasiones me ofrecí a ayudarlo pero él insistió en que podía solo. Sabía que se estaba portando como un caballero, pero también que estaba tan exhausto como me encontraba yo. ¿Cómo podía él soportar eso? ¿Y Jasper? Yo no entendía como Alice no se cansaba nunca, era más hiperactiva que un niño de seis años con una barra de azúcar, y todavía faltaban tiendas por recorrer. ¿Acaso no se agotaban las baterías?

                —¡Oh, allí! Aun no tienes suficientes zapatos — apuntó con un dedo hacia una tienda de zapatos, ¡Si claro! Lo dijo como si los cinco pares de zapatos de tacón que compro no fuera nada. Me costó muchísimo convencerla de comprar unos zapatos más cómodos, como unos Keds o unos Snickers, pero solo conseguí un solo par. Ella insistía en que ya tenía calzado “muy parecido” y necesitaba más “variedad”

                —Alice. Creo que ya es suficiente por hoy. Bella está agotada y ya es la hora del almuerzo — Edward le recordó, tan exhausto como yo lo estaba. Tal vez estas salidas con Alice influenciaban mucho en la espectacular figura que tenia Edward.

                —De acuerdo, tú ganas. Ustedes adelántense, yo iré a aquella tienda de allá a probarme esa chaqueta — nos lanzó una última y entusiasta mirada, y se dirigió hasta la tienda entre saltos y pasos de baile.

                Edward y yo nos fuimos a la feria de comida (N/A también patio de comida, salón de comida o comedor), cuando logramos sentarnos en una mesa, sentí el alivio recorrer por todo mi cuerpo.

                —Uff — suspiré, y sonreí de placer al sentir el peso de mi cuerpo desaparecer de mis piernas, quienes se sentían adoloridas y cansadas.

                —Opino lo mismo — Edward echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, suspirando.

                —Estoy muerta, ¿Cómo soportas esto?

                —No tengo idea. Supongo que la costumbre, he acompañado a Alice a sus compras prácticamente desde que fuimos adoptados. Mi metabolismo ya está acostumbrado a esto.

Luego de pensar en que comer por un momento optamos por algo rápido y sencillo, una hamburguesa de Burger King, debido a toda el hambre que teníamos, además de que yo no tenía ánimos de almorzar en restaurantes.

Mientras comía, Edward y yo charlábamos

—Y dime, ¿Quién es hermano de quien?

—Humm… — musitó pensativo, llevándose una papa a la boca. Se la comió y luego prosiguió — Alice Emmett y yo somos hermanos; nuestro apellido era Masen. Jasper y Rosalie son hermanos, solo se llevan un año de diferencia, Rosalie es mayor, y su apellido era Hale.

                —¿A qué edad los adoptaron?

                —Alice y yo cumplimos el mismo día, 20 de junio y Emmett cumplió 19 años el mes pasado, también. Fuimos adoptados cuando teníamos siete y ocho años. Rosalie y Jasper tenían ocho y siete años, igual.

                —Oh, ya veo, ¿Y porque estaban en una casa de adopción?

                —Nuestros padres murieron en un accidente de tránsito. No teníamos a nadie más, así que fuimos a una casa de adopción. A Rosalie y a Jasper su madre los concibió más no los cuidó, los llevo directamente a la casa de adopción.

                Se me encogió el estomago al oír eso, yo y mi bocota.

                —Lo siento. No debí preguntar.

                —No te preocupes, con el pasar de los años, la herida va cerrando — aseguró, con una sonrisa pequeña y cálida. Entendí la indirecta. Sabía que no estaba hablando solo de su caso.

                —¡Oh! Aquí están — Alice apareció de la nada, tomando un poco de mi refresco — Bella, ¡Si vieras la hermosa chaqueta y los zapatos que me compré! ¡Son todo un sueño! — dijo con extrema alegría — No puede ser. Olvidé comprarte maquillaje Bella, ¿cómo se me pudo pasar? — se mordió la uña del dedo meñique.

                —Oh no, Alice. Suficiente, después, ahora estoy cansada y ¿sabes qué? Creo que deberíamos irnos a casa — crucé los brazos sobre mi pecho.

                —Vale. No importa mucho de todos modos, tu piel es casi tan clara como la mía, tengo todo tipo de maquillaje perfecto para ti — Inquirió indiferente, con una sonrisa que dejo entrever sus dientes.

…..

 

                —¡Mamá, papá, hemos llegado! — canturreó Alice, mientras entraba saltarinamente por la entrada principal. Yo le seguía los pasos, y Edward estaba tras de mí con las toneladas de bolsas.

                —Alice. Mira como tienes al pobre de Edward —  Rosalie yacía recostada sobre el mueble de la sala viendo la televisión. Jasper apareció de repente y Edward le dirigió una mirada furiosa. Él solo se encogió de hombros, y fue a recibir a su novia con un pequeño beso en los labios.

                —Muy bien Bella, tu calvario ah terminado, puedes subir a descansar — susurró Edward en mi oído.

                —Gracias al Cielo — miré hacia el cielo de manera teatral, salude a Carlisle y Esme y me topé camino arriba por las escaleras con Emmett.

                —Hey, ¿cuál es la prisa? La cama no se irá corriendo.

                Yo solo me limité a rodar los ojos y correr hacia los brazos de mi maravillosa cama, que me esperaba. Cuando sentí el colchón en mi espalda, me sentí en el lugar más maravilloso del mundo

…..

                Tras un sueño de tres horas, Alice insistió en que viéramos una película en la sala. Ya todos habían aceptado, exceptuándome. Asentí para no tener que decepcionar a todos y bajé a pasos torpes. Emmett se encontraba con un enorme tazón de palomitas en brazos. Jasper encendía la televisión y el DVD, y Edward se encontraba escogiendo una película entre las miles que se yacían en un estante de madera. Rosalie y Alice charlaban animadamente, ambas sentadas de piernas cruzadas sobre el sofá.

                —¿Qué veremos? — pregunté, sentándome a un lado de Alice.

                —No lo sé. Edward está buscando, pero hemos optado por una de terror.

                —¿Terror? — Inquirí, asustada. Nunca me habían gustado ese tipo de películas, siempre tenía pesadillas o me dejaban algún trauma permanente.

                —Sí.

                —Pero, ¿no las han visto todas ya? — tenía la esperanza de que todas las películas ya hubiesen sido vistas.

                —Pues la verdad siempre compramos películas, pero nunca las vemos. Tenemos como 40 películas sin estrenar, el resto son de Edward.

                —Ah — suspiré, en desacuerdo.

                —Gente, ¿por cuál votan? ¿Frágiles o El Títere? — Edward extendió las dos caratulas frente a nuestros ojos.

                —Frágiles, suena más interesante — votó Jasper.

                —El títere. Solo ve la portada de esa cosa. Se ve maquiavélicamente genial — apuntó Emmett.

                —Frágiles — apoyó Alice a Jasper.

                —El títere — dijo Rosalie.

                Todos se voltearon a mirarme, esperando mi voto, ya que yo sería la que daría la decisión final.

                —Estee. Hum, — analicé las dos caratular de las películas, y llegué a la conclusión de que ambas eran tremendamente horribles, así que escogí al azar — El… ¿títere?

                —¡Sí! — exclamó Emmett elevando su puño como si hubiera ganado alguna competencia de autos.

                Edward colocó la película y se sentó a mi lado. Me arrepentí por completo de mi bocota. Una loca titiritera que había vuelto de la tumba para vengarse del pueblo que se burlo de ella utilizando unos títeres asesinos no era la mejor forma de tener una bonita noche de sueño. En la mayor parte de la película me la pasé tirando grititos y cubriéndome los ojos mientras me mantenía pegada a Edward y Jasper. Estos casi todo el tiempo se reían ante mis expresiones y yo solo les mandaba una mirada psicópata. A pesar de que la película era horrible el final fue realmente inesperado, que no me gustara una película no quería decir que no le prestara atención.

                Finalizó, y yo me quedé sentada por un momento en el asiento del sofá. La mayoría de nosotros tenían un letrero en su rostro que decía: ¡Ahí nos vemos amigos! Y bostezaban levemente. Yo seguía muy despierta, debería dejar de dormir en la tarde, ya estaba manteniendo algo irregular mi horario de sueño.

                Todos se despidieron y fueron a sus respectivas habitaciones. Me subí a mi habitación, me cambie colocándome un nuevo conjunto de pijama que Alice me había dejado escoger; consistía en un short de color verde manzana con adornos marrones junto a una camisa de mangas marrón pero con adornos manzana. Y al tratar de dormir en vano, salí de mi habitación y bajé las escaleras. La casa estaba sumida en un completo silencio, y así que para no hacer ruido me fui al jardín, el cual no había pisado. Pude ver el roció del pasto con el reflejo de la luna, que era llena.

                Me pude fijar en una pequeña hamaca (N/A chinchorro también podría llamarse) que se encontraba atada a dos árboles. Caminé hasta su dirección, me acosté en ella y posé mi mirada al cielo para contemplar las estrellas. Siempre acostumbraba a hacer eso cuando me costaba dormir o necesitaba pensar. Y por un momento solo pude escuchar el sonido del viento chocar contra las hojas de los arboles, el sonido del río, el de los insectos, y el de mi propia respiración.

                Pasos tras de mí. Me giré para ver de quien se trataba. Edward caminaba hacia mí con unos pantalones de dormir y una sudadera. No sé porque, pero Edward siempre se veía más hermoso con la luz de la Luna.  

                —Hola — susurró.

                —Hola ¿No puedes dormir?

                —No, y veo que tu tampoco, ¿es por la película?

                —En parte. Pero no tengo sueño, dormí mucho esta tarde.

                —igual yo. Luego de que te fueras a tu habitación yo me fui a la mía y me eche una siesta — sonrió.

                Me fije en que él se encontraba de pie y que yo ocupaba toda la hamaca.

                —Oye, si quieres te abro un poco de cancha aquí a mi lado, no te ves muy cómodo que digamos — me enderecé con ademan de ofrecerle un espacio. Se me era incomodo verlo a él de pie y a mi abarcando la hamaca por completo.

                —No, está bien, quédate como estas.

                —Insisto. La hamaca es suficientemente grande.

                —Vale — se sentó a mi lado con inseguridad.

                Nos acomodamos de modo que mi cabeza quedo casi arregostada en su pecho, y nos dedicamos a contemplar las estrellas. Nos sumimos en un silencio, pero no incomodo, era apacible, relajante, no habían palabras que decir, solo nos encontrábamos mirando a la nada, con la mente en blanco. O al menos de mi parte.

                El sueño batallaba con mi consciencia, hasta que me quede profundamente dormida en sus brazos.

 

Capítulo 2: Mi Nueva Familia Capítulo 4: Duda

 
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