Gracias a las Estrellas.

Autor: 012Victoria210
Género: General
Fecha Creación: 19/01/2010
Fecha Actualización: 27/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 58
Comentarios: 180
Visitas: 224756
Capítulos: 36

TERMINADO

Tras un accidente, Bella se ve en la necesidad de acudir a la familia de Carlisle. Los Cullen, quienes seran en adelante su nueva familia. Alli se enamora, y aprende el significado de la frase "Sigue Adelante"  

Las cosas no siemore son como uno las planea. El destino es el que baraja las cartas, y nosotros somos los que jugamos. La vida podrá tener sus momentos alegres y cálidos, pero tambien dias tristes y no deseados.

"Yo jamás podre saber lo que el destino me deparará, pero hay algo de lo que estoy completamente confiada: El amor, todo lo puede"

Bella Swan

"Fruta Prohibida", en LunaNuevaMeyer

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=575

http://www.fanfiction.net/u/2218274/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 35: Pieza por Pieza

Aclaración:

¡Hey girls! Esto es algo que se me había olvidado comentarles por completo, pero ahora lo hago. Es mejor tarde que nunca, ¿no? xD

Muchas se preguntan cómo pudo Edward, con solo 26 años, tener dos carreras de especialización.  Ok, porcia las dudas (aunque ninguna me ha preguntado), respondo: La carrera de medicina, consta de cinco a ocho años, más o menos, dependiendo de la Universidad, la exigencia o el país. En mi país son seis años, pero en otros sitios o países pueden ser cinco, u ocho, aquello varía. También influye la rapidez del avance del estudiante, ya que te puede tomar varios años graduarte si te resulta complicado, al igual que se puede graduar bastante rápido si se está completamente enfocado en esa área. La especialización, también varía. Puede ser de dos a cinco años, o más.

En el caso de Edward, modifiqué unas cuantas cositas. Ya que se trata de mi mundo personal (descontando los personajes ¬¬), eso significa que, por consiguiente, y técnicamente, puedo hacer lo que se me pegue la gana xD. En este caso, Edward sólo estudió cuatro años de carrera de medicina (síp, el chico es muy inteligente, y Carlisle y sus palancas le ayudaron a adelantarse uno). Y recibió dos años de carrera para cada especialización (pueden estudiarse dos especializaciones a la vez, sólo que para eso se necesita tiempo y estudio). Y tomando en cuenta que Edward es muy inteligente y, aunque no lo mencioné, sus años de universidad fueron duros y él se enfocó al máximo en su carrera, (al igual que Bella con la suya), el chico pudo con ambas especializaciones (cardiología y cirugía). ¡Se puede! Créanme que se puede. Y hay personas que son unas completas desquiciadas estudiando y por eso son muy inteligentes (Edward está incluido -.-). Hay que tener pasión y dedicación a la medicina, y él, (como muchos otros cráneos nerds en este mundo), las tiene. Podría seguir hablando de este tema y todo lo que se tiene que hacer, pero tendría que entrar en detalles, y eso me llevaría a una nota tan larga como un testamento xD.

Ok, aclarado eso, podemos proseguir con el capítulo, no sin antes disculparme por la evidente demora. ¡Lo siento! Sólo me quedan tres semanas de clases y la escuela me ha estado clavando todo este tiempo. Mi estado sentimental está algo decaído, y mis ánimos no me han servido demasiado. No he respondido comentarios por lo ocupada que estoy, perdónenme por eso.

Disfrunten del cap.

 


Charlotte POV

Mi vida era una completa mierda.

Una miseria, una basura, algo insignificante… ¿algo más que decir al respecto?

Oh, sí. Ahora me había quedado varada en la mitad de la nada, en medio de una lluvia, sólo porque el coche que conducía había proclamado finalmente una rotunda traición hacia mi persona.

—¡Vamos, amor, no me hagas esto! — exigí por milésima vez, en dirección al coche que me había acompañado tantos años de mi vida, y que, sin excusa ni motivo aparente, decidía dejarme en el olvido — ¡Acabas de salir del taller! ¿Qué otra cosa puede estar mal? Si no son los frenos, son los selenoides; si no son los selenoides, es la calefacción… ¿ahora la batería? ¡No me jodas!

El auto contestó con un ronroneó de negatividad, como si, muy en el fondo, estuviese burlándose de mí. ¡El muy maldito…!

No tuve otra opción más que rendirme, y rezar a Dios porque algún loco no viniese a robarme el auto o chocarme o querer abusar de mí. Eso sería ya la gota que derramaría el vaso.

Dejé mi cabeza reposar sobre el volante, con ambos brazos aun sujetándolos, y me propuse a respirar lenta y hondamente para controlar mi desesperación. La buena noticia era que tenía unos escasos conocimientos sobre Karate, y, aunque fuera tan básico como los de Sandra Bullock en Miss Simpatía, tendrían que servir de algo.

Entonces, comencé a pensar en todo lo que había pasado. ¿Así serían las cosas, entonces? ¿Ellos me olvidarían, y yo me vería obligada a hacer lo mismo con ellos?

Bueno, no me sorprendía del todo. No me extrañaba que Bella no quisiera verme ni en pintura, y Edward… él ni siquiera parecía haber estado enfadado conmigo, por más que debería estarlo. ¡Fui yo la que lo engatusó! ¡Fui yo la que no utilicé ese cerebro con el que fui dotada, y dejé que cosas que no debían pasar pasaran! Pero a pesar de eso, él nunca pareció sentir ni el más pequeño rencor hacia mí. Sólo culpa. Culpa que lo hacía sentir la peor de las escorias. ¿Cómo puede un hombre, tener un corazón tan noble?

Unos celos inmerecidos hacia Bella comenzaron a acumularse, hasta llegar a expandirse a través de mi cuerpo. Por más que me esforzara por evitar esa clase de sentimientos, no podía evitar sentir celos; celos al pensar que Edward nunca sería mío, ni nunca lo había sido. Celos porque Bella si fuese tan afortunada para tenerlo. Celos por no ser yo la provocaba ese brillo infinito dentro de los ojos de Edward, resplandecientes, sólo con una sonrisa brindada de ella.

Siguiendo mis parámetros de conducta, me propuse a no permitir que una sola lágrima saliera de mis ojos. No tenía por qué seguirme torturando con todo este dolor. Mi madre siempre decía que no valía la pena llorar por un hombre, ya que sólo traería más penas.

Pero ella estaba mínimamente equivocada, porque no estaba tratándose de un hombre malintencionado, sino de un hombre maravilloso, que debería ser el ejemplo a seguir de muchos otros. Un hombre que, sin darse cuenta, lo había sacado todo de mí. Había destruido todo concepto en relación con mi idea de "el amor no existe", para reemplazarlo por un sentimiento poderoso, extraño, feliz, y a la vez doloroso: aquel sentimiento al que denominaban amor. ¡Me había enamorado de ese tipo! ¿Cómo había podido yo, dejar que el amor tocara a mi puerta, sabiendo que él estaba atado? ¿Por qué no me alejé antes? ¿Por qué no renuncié?

Extrañé sentir los brazos de mi madre alrededor de mi cintura; sus palabras reconfortantes, sus manos deslizándose tranquilizadoramente por mi espalda o mis cabellos. Añoré volver a ver una de sus sonrisas, aquel humor que jamás abandonaban sus labios, aun en la peor de las condiciones.

Cerré los ojos y me dejé vencer por el llanto. Aunque no serviría de nada más que para producir pesadez en los ojos y un dolor de cabeza, sabía que era la única forma a mi alcance para desahogarme y despojarme de toda la frustración que gobernaba sobre cada uno de mis músculos.

—Mamá… ¡Te hecho tanto de menos! No sabes lo mucho que te necesito — sollocé, hundiéndome cada vez más en el asiento, con mis manos tirando de mis cabellos. ¡Odiaba mi vida! Odiaba que papá nos abandonara. Odiaba que mamá se hubiera ido. Odiaba que el hombre que amaba con todas mis fuerzas nunca me correspondiera. Odiaba que la mejor amiga que había tenido me repeliera. Me odiaba a mí misma, por ser tan estúpida y egoísta. Odiaba estar sola. Y sobre todo, detestaba descubrir una gran cantidad de dinero depositada en mi cuenta de banco mágicamente, por parte del señor Edward Cullen.

El muy maldito, a pesar de mis quejas, se había atrevido a darme dinero. ¡Yo no quería sentirme necesitada! ¡Yo podía ganarme mi propio dinero!

El problema era que, justamente en estos momentos, no estaba en condiciones para decirle no a Edward. No es porque no lo deseara, ¡vaya que si quería devolvérselo! Pero… en estos momentos tan críticos dentro de mi posición económica, no podía negarme. Pero se lo devolvería. Le daría cada centavo, y él tendría que aceptarlo. Sí porque sí.

Volví, sólo por maña, a encender el auto, y para mi sorpresa, logró arrancar.

—Sabía que solo estabas jugando. Te quiero, Gestony, ¿tú no me quieres a mí?

Sabiendo que los autos no eran capaces de emitir una respuesta, me conformé con saber que, muy en el fondo, el auto tenía que tener algún tipo de agradecimiento. Aunque no tuviera vida… bueno, ¿qué tiene de malo darles algo de personalidad? A la mierda si me llaman loca por eso.

Coloqué un CD de recopilaciones de canciones de los cincuenta en adelante, y cerré los ojos al sonido de Hotel California. Cada vez que escuchaba esa canción, sentía una necesidad extremista de fumar marihuana. Aunque nunca me había atrevido a hacerlo, estaba en mi lista de 'cosas por hacer antes de morir'.

Aparqué frente a un bar cercano, —el mismo al que Edward acostumbraba a beber—, y caminé, completamente segura de mi decisión, hasta la barra.

—¿Qué deseas? — preguntó el hombre de mediana edad, con una incipiente barba, y una notoria panza de cervecero, mientras frotaba ambas manos con un trapo de color ceniza, tan sucio como los de mi cocina cuando acababa de limpiarla.

—Ron, por favor — pedí. Si iba a emborracharme, lo haría con algo que ya hubiese bebido antes.

El hombre asintió con la cabeza, y se inclinó para preparar mi pedido. Sobre la mesa, al fin, lo atrapé con ansia y me lo llevé a la boca, dándole un trago largo.

Gruñí mínimamente ante mi rapidez y el impacto del alcohol sobre mi cuerpo. Pero, al cabo de unos segundos, me permití volver a tomar otro trago, para sentirme más familiarizada con la bebida.

—Tranquila, fiera. El líquido no se irá corriendo — una voz informó a mis espaldas, y, tomando en cuenta la diversión notoria en sus palabras, era inconfundible que estuviese hablando conmigo.

—Soy yo la que me iré corriendo cuando me arrepienta de esto, si es que mi coche me lo permite.

Con una risita, el desconocido de sentó a mi lado, haciendo ruido al arrastrar la silla. Por el rabillo del ojo pude detallar que era alto, y que su cabello era oscuro.

—Un Whisky — pidió cortamente.

Entonces me giré para mirarlo. En efecto, aparentaba ser alto. Su cabello era corto, de un color castaño oscuro. Su piel bronceada, y sus ojos, de un color azul cielo. Ladeó su rostro para verme, y pude notar el pequeño hoyuelo de su barbilla, y una pequeña cicatriz cerca de su ceja derecha.

Mientras lo miraba, con una expresión serena, y bebía un sorbo de mi bebida, me ahogué con el trago al pasar mal.

—Maldito alcohol — dije, cubriendo mi boca para no ser discreta.

—Brindaría por eso, si no estuviera obsesionado con él.

—Al menos sirve para olvidar tus penas.

—Eso me parece mentira — espetó, bebiendo un sorbo de su bebida — Sólo sirve para ponerte pendejo, y, sólo por unos minutos, consigue distraerte con la primera mosca que te pasa al frente. Pero después, cuando te ves echo mierda en el suelo, la amargura logra traspasar tu consciencia y vuelves a sentirte miserable.

Tenía un codo apoyado en la barra, y jugueteaba, con un palillo de madera, con el hielo dentro del vaso de vidrio, con su mirada perdida en algún punto de la pared a su frente.

—Pero al final, uno no deja de comportarse irracionalmente — agregué.

—Al final — suspiró hondamente — La vida es difícil.

—Es una mierda.

—Concuerdo contigo.

—¿Y a ti que te pasa? — pregunté, explotado mi indiscreción cotilla — Por la cara de perro que traes, parece que te hubieran dado en la espalda con una lápida.

—No, pero casi — dijo, soltando varias carcajadas, mientras negaba con la cabeza distraídamente — Prefiero la lápida.

—Te comprendo.

—Mi esposa me engañó — soltó de repente — Con mi jefe. Menuda cagada. Y lo peor de todo es que me despidió cuando salté sobre él y casi lo aplasto a palizas — soltó una risa que no iba al caso — Ni siquiera pude permitirme mi salida dramática con un grito de renuncio, porque ya me había despedido, mientras seguridad me arrastraba fuera del lugar.

¿Es que acaso era cosa del destino? ¿Tanto quería echarme en cara las verdades? ¡Ya entendí el maldito punto!

—¡Hum! Lo mío es algo parecido — murmuré, deseando que un meteorito apareciera y aterrizara sobre mi cabeza.

—¡Vaya! ¿En realidad?

—Oh… am — bebo un sorbo — Bueno… — bebo un sorbo — Yo me acosté con el esposo borracho de una amiga, que por cierto, era mi jefa, que por cierto, estaba en coma. Despertó, se reconciliaron, ahora me odian, y yo viviré el resto de mis días condenada a recordar al único hombre que me ha provocado ver corazoncitos voladores de colores a mi alrededor.

Finalicé, bebiendo otro sorbo.

El hombre sin nombre, me observó con las cejar arqueadas. Su brazo —que aparentaba, gracias a su bíceps, tener una buena disciplina de entrenamiento—, cogió el vaso de Whisky y bebió, lentamente.

—Eso está feo — fue lo que dijo.

—De coñazo.

—Debería sentirme enfadado, ya que es una situación similar — dio un medio giro hasta nuestros cuerpos quedaron frente a frente — Pero tú pareces estar enamorada. Mi esposa es una puta.

—No es demasiada la diferencia en ambos casos.

—Bueno.

—Al fin y al cabo… Oh, ¿podría darme otro? Gracias — apunté mi vaso vacío — Ahmm, como decía. Al fin y al cabo, somos humanos. En resumen, unos egoístas. Lo único que puedo perdonarme de mi misma, es que acepto mis errores, y los afronto. De resto… ag, me siento como la mierda.

—Eso está muy bien — asintió, regalándome una sonrisa. Cuando enarqué una ceja, rectificó — Me refiero a lo de afrontar los errores. Personas como tú faltan en este mundo.

—Tal vez… o, eso espero, el mundo pueda cambiar y la gente comience a meditar acerca del daño que causan sobre otros. No dejarán de actuar mal; yo soy la viva prueba de eso. Pero… sólo tal vez, sepan enmendar.

—Tal vez — concordó él.

Y por primera vez, desde toda aquella desgracia, una sonrisa surcó mis labios.


Bella POV.

Un cosquilleo placentero suave sobre mi brazo, fue el primer tacto que sentí sobre mi piel al recuperar la consciencia, a la mañana siguiente.

La caricia se acentúo sobre mi hombro derecho, y recorrió la superficie de mi cuello, antes de trasladarse sobre mi pecho descubierto, hasta deslizarse por mi estómago y acabar en el hueso de mi cadera, donde reposaba la sábana que me cubría. Unos labios se posaron sobre mi clavícula y automáticamente sonreí, reconociendo, luego de luchar con mi casi inconsciencia, aquella sensación. El cosquilleo llegó hasta mi mejilla y temblé tenuemente. Abrí los ojos con pereza, y me encontré con Edward, que permanecía recostado a mi lado, con un codo apoyado en la cama para sostener su cabeza, y una rosa con su otra mano, utilizándola para hacerme cosquillear.

Cerré los ojos nuevamente, sin negarme a mí misma que aún permanecía cansada. Aunque, debía aceptar, lo de anoche había sido para largo. No es que fuera exactamente una ninfómana insaciable, pero, creo que cuatro o cinco veces no es demasiado para sólo siete horas, ¿o sí?

—Despierta, morcita, o no dormirás temprano esta noche — recordó, besando mi cuello.

—¿Quién dijo que iba a dormir temprano?

—¿Y qué es lo que piensas a hacer? — preguntó con sincera inocencia. Creo que mi silencio fue más que obvio — ¡Oh! Ya veo.

—Sherlock Holmes se queda corto al lado de tu perspicacia — bromeé, rodando a un lado para quedar acurrucada a su lado.

—Estoy comenzando a preguntarme si la junta con mi hermano comenzó a hacerte efecto hace unos años.

—No se trata de tu hermano. Se trata de un… hum, "realismo".

¿Realismo? — se burló, y casi podía imaginármelo arqueando una ceja divertida — ¡Eres una completa pervertida! — rodó los ojos, y se inclinó para besar mi frente, mientras la rosa acariciaba ahora, mi espalda descubierta — Buenos días, princesa.

—Buenos días, príncipe.

—¿Cómo dormiste?

—Sabroso. Aunque tus ronquidos no me ayudaron luego de las dos de la mañana.

—¡Hey! — replicó graciosamente — ¡Yo no ronco!

—Si lo haces, Edward.

Nooo. Son sólo respiraciones profundas.

—Unas respiraciones profundas muy sexys.

—¿Te gusta burlarte de mí, verdad? — mencionó, cuando comenzó a exasperarse de que le tomara el pelo.

—Sólo cuando se me presenta la ocasión — seguí jugando con él, sin poder evitarlo. La felicidad destilaba de mis poros, y siempre lo demostraba con purísima infantilería.

Él rodó los ojos y su mano viajó hasta mi muslo, acariciándolo con la punta de sus dedos.

—¿Por qué no te das un baño, mientras yo me encargo del desayuno?

—Me parece bien — concordé, con la más amplia de mis sonrisas.

Se levantó de la cama con un rápido movimiento, para vestirse con unos pantalones de piyama. Pero su discreción no me impidió observar las curvilíneas líneas se su trasero, cuando me había inclinado de lado para observarlo sin ningún tipo de pudor.

—¿Estabas viendo mi trasero? — la diversión estaba impregnada dentro de cada una de la sílabas de la oración.

—Corrección, estoy observando tú trasero — solté una risilla — De todas formas, no creo que haya demasiada diferencia a ti, que no quitabas tus ojos de mis senos anoche.

—Eso es diferente. Tus senos son sexys.

—Tu trasero también lo es — volví a reír — Sip, durito y redondito.

—¡Me estás mamando gallo! — dejó salir una estruendosa carcajada, mientras se acababa de vestir, antes de comenzar a encaminarse a la puerta — ¡Menudo descaro! — siguió fingiendo quejas — ¡Pero luego no te quejes cuando sea yo el que no quite la mirada de tu trasero!

Siguió gritando cómicas incoherencias. Yo, reía en cada una de sus palabras, sin poder evitar sentirme más revivida que nunca.

Me levanté de la cama y me encerré en el baño, con todo mi neceser preparado. Me detuve frente al espejo y sonreí para mí misma. Me veía renovada, despierta, y más joven. Seguramente, a causa de tantas endorfinas(1), que me inundaban por dentro. Me di cuenta que yo era algo bajita en comparación de Edward, y menuda, aunque mis piernas estaban bastante bien, al igual que mis senos, mi pelo, mis ojos, mis labios….

¡Vaya! Y yo que me consideraba tan corriente y poco especial. Mi autoestima estaba comenzando a elevarse por escalones, y no me sentía avergonzada de admitir mi falta de humildad. ¡Era hermosa, inteligente, y lo suficientemente capaz de hacer feliz a Edward! ¿Qué tal?

—Que locura! — exclamé frente al reflejo de mi rostro iluminado — Y ahora estoy hablando sola…

Con esa sonrisa suficiente aun bailando en mis labios, cerré las puertillas de la ducha y abrí la regadera, dejando caer el agua reconfortantemente tibia sobre mis hombros y mi cuello. Algunos de mis músculos amanecieron repentinamente cansados, y yo, siendo completamente consciente de la razón, no pude hacer más que sonreír con picardía.

¡Bellaaa! — cantó Edward al otro lado de la puerta del cuarto, con aquella melodía que pocas veces acostumbraba a exponer — ¡Ya está listo el desayuno! Bueno… me quedaron bien las tortitas, pero creo que los panes se tostaron más de la cuenta, ¡pero así saben más ricos! ¿No?

Puse los ojos en blanco, al comentario muy propio de un cocinero bien experimentado como Edward. ¿Cómo puede él preparar tremendos platillos con una minuciosidad tan exagerada, pero no puede resolver una discusión con la tostadora? A mí me resultaba completamente fácil tostar panes en la clásica tostadora que ha permanecido con nosotros tantos años. ¿Por qué no podía él con ella? No era la primera vez que los panes aparentaban ser un carbón.

—¡Perfecto! — respondí en voz alta — ¡Toma un cuchillo y quita lo negro, por favor!

—¡No está negro! — calló — Sino… morenito.

—¿Podrías venir un momento?

—¿Para qué?

—¡Un favor!

—Hum, ok — dijo con un toque de sospecha.

Cuando lo sentí llegar al baño, y su fuerza deslizar la puerta de la ducha, aproveché la ocasión para cogerlo del cuello y arrástralo conmigo. Su rostro irradió sorpresa, al tiempo en que casi tropezaba con el murito, y también conmigo.

—¿Qué…?

Antes de que comenzara a decir alguna protesta, estampé mis labios con los suyos, acallando sus palabras.

—Oh… tú… ahh — entendió, tras una serie de tontos balbuceos — ¿Qué no desayunaríamos primero? — preguntó, cuando mis manos comenzaron a desprenderlo de la poca ropa que cargaba.

—¿Para comer carbón con mantequilla?

—Es la chatarra esa, la del problema personal.

Sus labios fueron hasta mi cuello y lametearon como un chupetón cerca de mi garganta, antes de dejar un beso que, a pesar de ser bastante casto, no dejó de ser menos erótico, y mucho menos en la ocasión.

—Menos mal que contamos con el microondas…

Me presionó contra una de las paredes y saboreé la sensación de su lengua adentrarse a mi boca y su cuerpo abriendo paso en el mío, mezclando con un gemido de placer.

No charlamos durante un largo rato.

.

.

.

—¿Y que se supone que estaban haciendo ustedes dos toda una semana encerrados en casa? ¡Que sepa yo el aniversario es de un día!

Las palabras de Jasper, quien era considerado el más decente de todos, alguna que otra ocasión, a pesar de su adultez, eran un tanto inocentes.

Alice rodó los ojos y le miró con una ceja arqueada, con una evidente expresión que decía que lo consideraba demasiado estúpido para no captar la indirecta. Cuando, dos segundos después, las piezas encajaron en la mente de Jasper, abrió los ojos con tenue sorpresa y con un "Ohh", asintió con la cabeza.

—¡Oh, ya, ya! — dijo.

—Jasper, hermano querido, mi rubio de caramelo — aduló falsamente Rosalie, ganándose una mueca de reproche por parte de Jasper — No celebraron su penúltimo aniversario, y Bella si apenas lo dejó a él organizar éste. ¿En qué más crees tú que podrían estar perdiendo el tiempo? ¿Jugando metras?

Emmett contuvo una carcajada y yo agaché la cabeza, muerta de vergüenza.

—Rosalie, lo que sea que estuvieran haciendo pertenece a su privacidad, y no es de nuestra incumbencia — Carlisle intervino, con una mirada que señalaba muy bien que estaba haciendo un gran esfuerzo por no demostrar una sonrisa.

—Aunque lamento la pérdida del jarrón que reposaba sobre la mesilla a un lado de las escaleras — Esme acotó, dejándose guiar por las burlas de los demás.

—Mamá — protestó Edward, un poco cohibido.

Oh, yo le dije que no le dijera nada a Esme.

Lo bueno es que no le había dicho que yo solita lo había roto.

—¿Y te gustó tu regalo Edward? — Alice preguntó.

—¡Oh, sí! ¡Es un lindo obsequio! Muchas gracias por la ayuda, Ali.

Alagó, refiriéndose a la preciosa chaqueta que (con la instrucción, más no ejercicio de su parte), me ayudó a crear para él. Me había llevado varias semanas y cientos de intentos, pero al fin y al cabo, había conseguido terminarla sin echarla a perder. Según tenía entendido, Edward no tenía tantas chaquetas como el resto de la ropa, y me pareció una espléndida idea crear una para él. Alice me había prestado las telas, los instrumentos, y me instruyó por horas, pero, yo era la que tuve que hacer frente al trabajo pesado.

Pero había valido la pena.

—¿Y qué planes hay para el fin de semana? — Emmett se estiró sobre el sofá verde jade de la sala de estar de Esme, colocando un pie sobre la mesita de cristal de centro. Esme, al parecer, un poco conmovida — Digo… porque tengo mucho trabajo que hacer la próxima semana, y no dudo que cada uno de ustedes lo tenga.

—Más o menos — coincidió Alice — Debo trabajar en un nuevo proyecto que incluye suéteres de cachemira para hombre. Son bonitos, aunque los de cuero son sexys, y más si Jasper los lleva puesto. He estado pensando en un diseño, color crema, de cuello de tortuga, mangas largas y cremallera. ¡No, mejor! Un cachemira casual de escote redondo, azabache. Sí. Definitivamente azabache, ¡como los que usa Edward! Tal vez podría regalarle algunos cuando salgan a la venta… y para Emmett: un lindo suéter de forma redonda, de mangas… hum, no tan largas, con cremallera y cuello largo, y capucha. ¡Oh! ¿Le quedaría a Carlisle una capucha? Él acostumbra a usar paraguas cuando llueve y nunca capucha. Se vería muy guapo. Creo que tendrá capucha. No cómo los raperos, me parecen un poco ordinarios… ¡Oh, enfermeras! A las enfermeras les gustan las capuchas… volverán a deprimirse al recordar que está casado…

Mientras Alice continuaba con un extenso monólogo acerca de sudaderas, chalecos y cachemiras de no-se-que, y Jasper se dedicó exclusivamente a prestar atención a cada una de sus ausentes palabras, Emmett decidió ignorarla antes de sufrir de algún colapso mental que le provocaría pesadillas de cachemiras con patas, al adentrarse en una intensa conversación con Edward acerca de la desesperación de sus clientes al ser acusados de violación. ¡Incluso las mujeres!

Decidí que no deseaba escucharlo cuando comenzó a explicar la historia de una mujer de quijada puntiaguda que había sufrido por un trauma tras la infidelidad de su esposo y se había desahogado con un chico de 16 años que sufría de asma. Cuando las palabras "sexo" y "violación", comenzaron a surtirme efecto, deseé cubrirme los oídos con ambas manos.

Me volví a Carlisle con ademán impaciente y sonreí con complacencia.

—Y Bella, ¿cómo sigue tu recuperación? ¿Has tenido problemas con la memoria?

—No. La verdad, estoy bastante bien.

—¿Has seguido cada una de mis indicaciones?

—Por supuesto que sí, Carlisle.

—¿Lectura?

—Ajá.

—¿Horario?

—Pues sí.

—¿Apuntes diarios?

—Pues no.

—¡Bella!

—¡Carlisle! — le tomé el pelo — No… verdaderamente, olvido eso del diario de vez en cuando. Aunque no suele suceder tan seguido.

—Quiero que corrijas eso.

—Ok — mis manos tomaron las de Esme — ¡Esme! Me he dado cuenta de las orquídeas blancas que has comprado. ¿Podría ir a verlas más de cerca?

Una sonrisa de satisfacción hizo aparición en sus labios.

—¡Anda! También compré girasoles. ¿A quién no le va a gustar los girasoles? ¿Te gustan los captus?

—Sólo si estoy al menos un metro lejos de ellos.

—¡Magnifico! Te los enseñaré de a lejitos.

Una hora más tarde, unos cabellos rubios se interpusieron rápidamente en mi camino, antes de ser alejada del abrazo de Edward, para ser encerrada en una habitación.

—¿Qué…?

—¡Shhh! — con una mirada de advertencia, Rosalie me chitó con un suave silbido — No quiero que Alice escuche.

—¿Escuchar qué? — murmuré, sobando mi brazo zarandeado, y me percaté de que nos encontrábamos en un cuarto de baño.

—Lo que es evidente.

—¿Qué es evidente?

—¡Todos ustedes están ciegos! — exclamó con un deje de irritación — ¿Es que acaso no se han percatado del lindo diamante que adorna la mano izquierda de nuestra querida hermana? Sí, la de los cabellos puntiagudos.

Me quedé helada con la información.

—¿Un anillo? ¿De compromiso?

—¡No! De tuti fruti.

—¡Rosalie!

—¡Pues claro que es de compromiso!

—¿Y ya lo sabe Esme?

—¿Qué parte de "todos-están-tan-ciegos-que-no-pueden-ver-una-roca-de-kilo" no has captado?

—Vale.

—Se lo dio Jasper esta mañana — susurró, con una mano tapando su boca.

—¿Y cómo lo sabes? — Inquirí.

—Porque ayer la vi, y no la tenía puesta. Esa es la razón del porque han insistido tanto en que nos encontráramos esta tarde.

—¡Wow! — silbé, pasando una mano por mis cabellos — ¡Me siento tan feliz por ella! ¡Jasper al fin se ha atrevido!

—Igual yo — una sonrisa se extendió por su rostro — Pero no le digas nada. Espera a que ellos lo hagan. Te lo dije a ti porque necesitaba urgentemente desahogarme.

Salimos del pequeño cuartito de baño, y, frente a las miradas curiosas —y sobre todo sospechosas—, de nuestros esposos, sólo pude exclamar:

—¿Alguien quiere té? Yo sí.

Todos nos reunimos para comer una media hora más tarde. Pillé la mano de Jasper tomar la de su compañera y a ésta sonreír en asentimiento.

Sin poder ser capaz de controlar mis nervios, afirmé mi mano sobre la de Edward, por debajo de la mesa, y él, ladeando su rostro para mirarme, no contuvo una mirada interrogativa.

—¿Me dirás por qué tanto misterio? Creí que sería cosa mía, pero algo me dice que me estás ocultando algo — acusó.

—No soy yo la que debe contar una verdad.

Me mordí una uña. Él quitó la mano de mi boca y la palmeó una vez, regañándome.

—¿A qué te refieres con eso?

—¿Pueden prestarme su atención? — Alice preguntó, poniéndose rápidamente de pié.

El sonido de cubiertos, murmullos y charlas, cesó, para abrir paso al silencio que serviría de soporte para la confesión que estaba segura, Alice anunciaría con toda dicha.

—Habla, cariño — Carlisle dijo.

La aludida sonrió de tal modo que casi se rompían ambas mejillas.

—¡Oh! Dilo tú Jazz — empujó suavemente el hombro del rubio, haciendo que él rodara los ojos.

Para ese entonces, la sospecha había explotado de tal forma que ya todos comenzaban a sacar sus propias conclusiones. La primera en darse cuenta fue Esme, contuvo un jadeo sorprendido. Edward, preocupado por su reacción, fijó su mirada sobre su hermana hasta que sus ojos dieron con el causante de la conmoción.

—Madre mía… — fue un murmullo de asombro.

—Alice y yo, nos casaremos — informó Jasper, orgulloso de sus palabras.

Tras un silencio sepulcral, y las expresiones sorprendidas de todos, el salón explotó a griteríos y silbidos, seguido de las felicitaciones que cada uno le concedió a la feliz pareja.

—¡Felicidades, hermano! ¡Ali! — Emmett fue el primero.

—¡Que todo el amor esté con ustedes! — fue Carlisle el segundo.

—Te mataré si la lastimas — fue la advertencia de Edward hacia Jasper.

—Me uno — Rosalie lo siguió, mientras abrazaba a Jasper con euforia.

—¡Que felicidad, por ustedes! — me acerqué para abrazarlos, luego de que una Esme, ahogada en llanto, les diera un respiro para recomponerse del apretón.

—No te hagas la loca, ¡bien sé que tanto Rosalie como tú lo sabían!

—¿Tanto se nos notaba?

—Son demasiado boletas. Deben aprender a no soñar despiertas sin que otros se den cuenta — Jasper acotó, pellizcando mi estómago — Necesitas ir al gimnasio.

—¡No estoy gorda! — demandé.

—¿Y cuándo se casarán? — Rosalie se aventuró a decir.

—Dos meses — ambos contestaron a la par.

—¡¿Dos meses? — gritaron Esme y Rosalie con indignación.

—¡Eso es para ya! —Rosalie estaba que se desmayaba de la desesperación — ¡Hay que hacer todos los preparativos! ¡Pero yaaaa!

—Eso, ni lo dudes — Alice coincidió.

.

.

.

—No puedo más…

—Vamos, aguanta, que eres fuerte.

—Me duele.

—A mí no me duele.

—Claro que no, tú eres hombre.

—¿Y qué tiene eso que ver?

—Qué los hombres por naturaleza son más fuertes que las mujeres y… ¡Mierda!

—Ja, perdiste.

¿Otra vez?

Me crucé de brazos y cerré los ojos, frustrada por mi tercera derrota. ¿Es que acaso sus ojos no le exigían por algo que repela la ventisca natural del ambiente?

Sonrió engreídamente, para luego guiñarme el ojo.

—Me ganas, y me lo hechas en cara. ¿Eh?

—Se llama realismo.

—Yo digo que más bien es engreísmo.

Rodó los ojos y pasó un brazo por mi cintura, para besarme la mejilla.

—¿Qué te parece si subimos y te recompenso la humillación?

—Estúpido — le golpeé en el hombro. Y, considerándolo mejor, acabé diciendo: — Aunque no es una mala idea.


(1) También llamada, hormona de la felicidad.

Ya el próximo cap es el epílogo. La historia ya va a finalizar.

Capítulo 34: Lluvia de Pétalos Capítulo 36: Lo que viene...

 
14439429 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios