LA DAMA Y EL ¿CABALLERO? (+18)

Autor: bellsamy
Género: Drama
Fecha Creación: 19/02/2012
Fecha Actualización: 21/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 34
Comentarios: 231
Visitas: 91348
Capítulos: 37

EN EL AÑO DE 1890, AÑO EN QUE LA ECONOMIA DOMINA LA VIDA, QUE LAS CLASES SOCIALES SON ESTRICTAMENTE NECESARIAS, EN DONDE LAS DAMAS SON SIMPLEMENTE COMPAÑIA Y LOS CABALLEROS DECIDEN LA VIDA.

NACE EL AMOR ENTRE RENE Y CHARLIE.

FRUTO DE ELLO VIENE AL MUNDO ISABELLA MARIE SWAN, A QUIEN LE ESPERAN GRANDES VIVENCIAS QUE LA HARAN DOBLEGAR SUS PENSAMIENTOS, SU SENTIMIENTOS Y AUNQUE ODIANDO AL CONDE EDWARD CULLEN TERMINARA AMANDOLO HASTA LA LOCURA.....

 LAS INVITO ESTE ES MI NUEVO FIC ESPERO LES GUSTE.... 

ES MI PRIMER FIC DE EPOCA!!!!  Y ESTA CON AUTORIA Y AYUDA DE VICKOTEAMEC

 PROTEGIDO POR REGISTRO DE DERECHOS DE AUTOR  SAFE CREATIVE

 Disclaimer: los personajes no me pertenecen, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer

 

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Capítulo 28: ACEPTANDO LOS ERRORES

HOLA MIS AMORES DESPUES DE TANTO TIEMPO AQUI ESTA UN NUEVO CAP ESTOY MUY EMOCIONADA CONSIDERO QUE QUEDO HERMOSISISISMOOOOO WAAAAAAAA ES PERFECTO!!! UN AGRADECIMIENTO ESPECIAL A MI VICKO HERMOSA Y A MI MAAAA PRECIOSA WAAA LAS AMO QUE SERIA DE ESTE FIC SIN LAS DOS WAAAAA 

TAMBN VA MUY DEDICADO A LAS DOS POR QUE LA DAMA NO SERIA NADA SIN EK APOYO QUE RECIBO DE LAS DOS.

TIA GABBY, MARIANA, SOFI ESTE CAP ESTA PARA LAS TRES LAS QUIEROOOO BESITOS Y ESPERO LES GUSTE!!!

DESDE COLOMBIA MUCHOS BESITOS BELLSAMY

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CONDESA SOLANGE POV

Habíamos decidió con mis hijas ir a ver a Lord Swan. Su hija me tenía muy preocupada, llevaba varios días sin saber nada de ella, la única información que obtuve de su estado, fue por causa de Edward quien nos narró su último altercado con Lord Swan. Ese hombre estaba rebasando todos los límites permitidos.

Tras ese incidente mi sobrino, había estado horas en el estudio de Edmund junto con Carlisle.

Alice llevaba dos días en mi mansión y amaba tenerla junto a nosotros, pero era consciente que esta no era una situación que debiese prolongarse indefinidamente, ya que podía  sentir la enorme necesidad que tenía la pequeña por estar cerca de Isabella y cuanto le dolía estar lejos de ella. En los últimos meses Bella se había convertido en su madre y aquella situación me tranquilizaba y me llenaba de alegría, mi dulce nieta había encontrado a alguien que la amaría y la cuidaría como si fuera su propia madre, y así mi Anabella en su corazón por siempre permanecería.

Tras los insistentes ruegos de Victoria y Annie para asistir a la mansión Swan, decidí dejar a mi pequeña Alice en compañía de Maya, la Nana de Edward, sabía que con ella estaría segura.

Por lo que ahora me encontraba en el carruaje con Victoria y Annie, camino a aquella casa, a la que no había vuelto desde el fallecimiento de mi adorada hija Anabella.

Pensaba mucho en ella, en la falta que me hacía y en lo mucho que Alice la extrañaba.

—Madre, hemos llegado —me informó mi dulce Victoria.

Levanté mi rostro y observé la gran mansión, con cierta nostalgia. Se veía exactamente igual, impertérrita e imponente, como si el tiempo si hubiese detenido para ella y ninguno de los dolorosos acontecimientos hubiesen sucedido. Alejando de mis pensamientos la frialdad de la estructura, me presté a bajar del carruaje, estaba muy ansiosa por saber de Isabella y eso era lo único importante ahora.

Cuando el cochero abrió la puerta para mí, algo en uno de los ventanales de la gran casa llamó mi atención, luego un estruendoso sonido de cristales rompiéndose interrumpió la tranquilidad del ominoso lugar.

Mis niñas y yo observamos inquietas, con nuestros ojos clavados en el enorme y quebrado ventanal, luego de unos segundos sucedió lo que menos esperaba, una delgada figura se alzó sobre su alfeizar. Preocupada me bajé del coche  y corrí a toda carrera hacia ella, aterrorizada de que fuera a caer de semejante altura, pero la silueta arrojada y decidida, observó por unos segundos la parte baja de la casa como si estuviese calculando la altura y sin más salto.

Contuve el aire unos segundos y me quedé aterrada en el lugar ante irracional audacia, y el corazón se me detuvo cuando reconocí que el frágil cuerpo que caía, era el de Isabella. Annie y Victoria, que ya habían bajado del carruaje y contemplaban junto a mi tal impresionante escena, corrieron hacia el lugar en donde se supone el cuerpo de Isabella aterrizaría.

Desesperada y saliendo de mi estado de asombro, corrí tras mis hijas, pero no logramos evitar el violento aterrizaje de Isabella contra el suelo, lo único que pudimos hacer fue auxiliarla en cuanto su cuerpo golpeó el piso.

El golpe que se propinó fue brutal, su cuerpo calló de espaldas y se golpeó en la cabeza, hizo un pequeño intento de levantarse pero su herido cuerpo no se lo permitió, dio un giro, quedando completamente boca abajo y con las manos extendidas sobre los adoquines. Esperamos a que se moviera, pero eso jamás sucedió.

Horrorizada comencé a gritar el nombre de Lord Swan, varios empleados de la casa salieron de la mansión debido a mis incesantes llamados y vieron estupefactos la escena mientras Isabella permanecía tirada inconsciente en el frío piso. Mis niñas trataban inútilmente de auxiliarla, y yo permanecía petrificada unos pasos más atrás, sin saber cómo reaccionar.

Los minutos pasaban y más empleados y empleados nos rodeaban y ninguno reaccionaba, por más que les preguntaba al borde de la histeria donde estaba Lord Swan y  por qué no hacía acto de presencia, ninguno contestaba. Cuando estaba a punto de ir a buscarlo dentro de la mansión oí que dos carruajes se acercaban.

Los caballos en su acompasado andar  los condujeron hasta la residencia y estacionaron justo en el frente de la imponente entrada. Los observé esperanzada  que fuera la preciada ayuda que no llegaba. De uno de ellos se bajó Lord Swan y del otro carruaje se bajó, Carlisle, Edward y Edmund.

Edward al verme, inmediatamente corrió hacia mí, yo solo pude señalar en dirección al cuerpo inerte de Isabella que yacía aun boca abajo, frágil con su castaña cabellera desperdigada por los fríos adoquines. Al parecer ninguno de los recién llegados alcanzaba a divisar la horrible tragedia que se escondía en la parte lateral de la gran mansión.

Encontré la fuerza para moverme y observar como Edward con su rostro crispado de desesperación, levantaba a Isabella en sus brazos y le vociferaba a Charlie y a Carlisle que le siguieran.

Lord Swan espantado por el estado de su hija, entre tropiezos andares, corrió a la casa. Edmund llegó hasta mí para abrazarme y besó mi frente, tratando de tranquilizarme.

 

 

EDWARD POV

Al llegar a casa de Isabella, jamás en la vida imaginé que me encontraría con tal impactante acontecimiento, ahí yacía en el frio e impersonal suelo el cuerpo de mi amada, frágil, inerte y vulnerable, me sentí preso del terror. ¿Acaso que era lo que había hecho mi Bella? ¿Por qué estaba allí? ¿Qué le había hecho tomar tan desquiciada determinación? Una a una las preguntas me fueron consumiendo.

La tomé delicadamente entre mis brazos, y corrí con ella lo más rápido que los nervios me lo permitían dentro de la casa, mientras le susurraba palabras de amor. La dejé con todo el cuidado del mundo en el primer sofá que vi en la sala de visitas, mi padre que entró corriendo junto con nosotros, se acercó y la revisó alejándome de ella.

— ¿Qué ha sucedido? —cuestioné en voz alta.

Nadie puedo darme una respuesta, todos estábamos a la expectativa de la opinión médica de mi padre.

— ¿Esto es lo que querías conseguir Charlie Swan? ¡Que tu hija intentara quitarse la vida! —increpó indignada Madame Renée.

—Yo…—logró balbucear mi suegro.

—Con todo el respeto que usted se merece Madame Swan, pero este no es momento para realizar conjeturas y juzgamientos, todos tenemos que estar con los pensamientos claros y positivos en que Isabella no sufrió herida alguna —dije tratando de frenar la discusión que se avecinaba entre los esposos Swan.

—Edward tiene toda la razón —secundó tía Sol interviniendo.

— ¿Pero qué es lo habrá ocurrido? —preguntó Lord Charlie más para sí mismo que para nosotros.

—Solo puede ver la figura de Isabella en lo alto de aquel ventanal —expresó tía Sol aun impactada.

—No logramos advertirle, de verdad Edward, ella solo se lanzó del ventanal de su habitación —sollozó Annie envuelta en llanto.

—Edward. ¿Perderemos a Bella también? —me preguntó mi prima Vicko abrazando a Annie para acompañarla en sus sollozos.

—No pequeña, ella estará bien, solo ha sido un pequeño susto —le dije abrazándolas, ante la seria mirada de mi tío, la cual no me importó.

—Todos guarden la calma. Edward necesito madera, vendas, mi maletín, Lady Isabella al parecer tiene un hueso de su pierna izquierda fracturado, su mano está sangrando debido a un gran corte, y sospecho que su brazo

 

derecho también se ha visto afectado en la caída, debo esperar a que reaccione para poder evaluar el daño —dictaminó mi padre profesional y muy serio.

— ¡PAUL! —Llamó mi suegro a uno de sus sirvientes—. Id a casa del Marqués y traedle aquí lo que él necesita, ¡BREE!, conseguidle al Marqués todo lo que necesite para que mi hija se recupere —ordenó.

Todos a quien dio órdenes corrieron angustiados a cumplirlas, mi padre me pidió que fuera con Bella, Lord Swan no se interpuso ante la petición de mi padre.

No sé cuánto tiempo pasaría, yo había permanecido junto al lecho de Bella, quien se hallaba recostada en una de las habitaciones de huéspedes, tal vez habían sido horas, días, no lo sé, ya que de lo único que era consiente era del magullado y amoratado cuerpo de mi esposa, de su pequeña mano entrelazada con la mía y que aun así me seguía pareciendo un ángel. 

Mi padre ya había curado sus heridas, su pierna estaba cubierta por unos grandes soportes de madera y también su brazo. Bella había reaccionado tan solo unos minutos para gritar de dolor y luego había vuelto a caer en la inconsciencia.

—Lord Cullen —me llamó la dulce voz de Madame Renée, voz tan parecida a la de mi ángel.

—Diga usted Madame. ¿Qué desea de mi? —pregunté.

—Debe usted descansar un poco, lleva casi dos días allí con mi hija y no se ha tomado usted un poco de calma, no queremos que se vaya a enfermar —dijo mi suegra.

Al mencionar el tiempo que Isabella llevaba en este estado sentí temor,  dos días habían pasado y ella seguía aun sin despertar. No había notado el paso del tiempo, yo lo sentía tan solo como unas simples horas.

—Madame, no necesito descansar, lo haré cuando Isabella esté totalmente recuperada —afirmé sin dar lugar a réplicas pero aun así ella insistió.

— ¿Está usted seguro? —preguntó sorprendida por mi convicción.

—Por supuesto, ella puede necesitar alguna cosa en cualquier momento y no puedo descuidarme —expresé solemnemente.

Ella me sonrió comprendiendo que, dijera lo que me dijera, no me separaría de mi Bella y sin más que decir se retiró de la habitación.

Volví a observar a mi ángel.  Dormía intranquila, en algunos momentos había gritado mi nombre y sollozado, con tiernos besos y suaves caricias en su cabello la había tranquilizado.

La puerta se abrió tras unas cuatro horas después de la visita de la madre de Isabella, allí en la puerta estaba un indeciso Charlie Swan, me observaba curioso.

—Joven Cullen. —Saludó al entrar—. ¿Cómo se encuentra mi hija? — cuestionó.

—Mejor, se ha quejado poco —dije tratando de tranquilizarlo.

—Gracias —soltó de pronto en un leve susurro.

Lo observé extrañado sin entender.

—Joven Cullen usted ha estado todo este tiempo con Isabella, yo simplemente me marché en busca de Renée y no me preocupé por el bienestar de mi hija y mi nieta, mi deseo de traer a Renée de vuelta me cegó. Quiero pedirle una disculpa, se que si su padre autorizó esa unión no fue un inconsciente, él sabía que era lo mejor para los dos, nunca había visto a Isabella defender con tanto fervor a alguien, tanto que fue capaz de saltar de ese ventanal por usted, por ser libre, no digo que esté bien lo que ella hizo, pero… debo decir que mi hija lo ama de verdad y con los últimos hechos debo admitir que usted a ella la ama de la misma forma… solo le pido que la proteja de todo aquel que quiera hacerle daño, hasta de mi mismo si es necesario.

Guardé silencio analizando cada palabra dicha por Charlie Swan.

—De…verdad…papá piensas eso…—dijo mi Bella en un susurro apenas audible, sorprendiéndonos. Mi Bella había despertado al fin.

Mi corazón latió de felicidad, al ver sus preciosos ojos castaños abiertos mirándome y una pequeña y hermosa sonrisa atravesó por sus sonrosados labios al ver que la observaba con adoración.

—Amor —susurré besando delicadamente sus labios, sin importarme que estuviese Lord Swan, los días que había pasado con ella inconsciente habían sido un calvario — ¿Qué hiciste pequeña? —cuestioné acariciando su cabello.

—Yo…solo quería estar contigo…para siempre…—contestó en susurros, algo avergonzaba por sus irreflexivos actos.

—Y así estaremos amor, nunca más permitiré que nadie nos separe, te lo prometo —besé su frente y le susurré un te amo, ella respondió levantando una de sus pequeñas manos y acarició mi cabello dulcemente.

Luego nuevamente su atención se centró en Lord Swan que había permanecido en silencio observando la escena sin interrumpir.

— ¿De verdad papá? —preguntó nuevamente.

—Si mi niña, he recapacitado y siento haberlo hecho tan tarde, si tu hermano estuviera aquí, creo que él me habría golpeado por ser tan testarudo —dijo mi suegro con humor negro.

—No lo creo, el tan solo te hubiese hecho entrar en razón —dijo mi esposa tratando de levantarse y contrayendo su cara en una expresión de dolor al hacerlo.

—Ten cuidado cariño, mi padre ha dicho que debes quedarte en total quietud —le dije sosteniéndola y besando su cabello castaño.

—Debo retirarme hija, los negocios me esperan… y… Joven Cullen, se que se llevará a mi hija muy pronto, pero permítanos estar con ella en su recuperación tan pronto suceda eso podrán irse —me pidió mi suegro.

—Por supuesto Lord Swan, Isabella estará aquí hasta que esté totalmente recuperada —le indiqué encontrando una hermosa sonrisa de parte de mi esposa.

—Gracias —finalizó la conversación mi suegro para marcharse y darnos privacidad a Bella y a mí.

 

Los días siguientes, estuve todo el tiempo con ella, solo me separé unas cuantas horas en las cuales dejé a Danny, Florie y Julieta encargadas de Bella. En cuanto regresé ya eran amigas y confidentes, ellas le narraban historias de nuestra infancia mientras ella hablaba animadamente de cómo nos habíamos conocido aquel día en la ceremonia de su hermano y Anabella.

Ya entrada la tarde llegaban a visitarla Tía Sol, Annie y Vicko y partían a altas horas de la noche.

Alice había estado en varias oportunidades en casa de los Swan y la había llevado a ver la casa que seria para nuestra familia, en ella estaríamos, Bella, Alice nuestras Nanas, Silvia y Maya, Bree quien había accedido a trabajar para nosotros, dos doncella que había contratado para Bella, Mariana y Gabriela, quienes estarían todo el día pendientes de Bella y sus deseos. Había contratado tres personas para que se encargaran de todo lo concerniente al hogar, un ama de llaves, Sofía y me traería a Eleazar mi cochero.

Ya solo faltaban dos semanas para que mi padre diera por terminada la tortura de Bella como ella misma decía, su inmovilización era para ella era el  peor de los martirios.

En cuanto pudiese desplazarse me la llevaría para nuestra nueva casa. Allí seriamos felices los tres sin interrupciones y malos entendidos.

El tiempo pasaba lo suficientemente rápido para saborearlo, dos días atrás mi padre había retirado los vendajes de su cuerpo y le había pedido tener reposo, hoy se cumplía ese tiempo, había planeado que hoy mismo nos marcháramos a nuestro hogar, Alice se instalaría mañana, hoy me dedicaría a amar a mi Bella.

Totalmente recuperada de aquel incidente podría disfrutar y amarla como ella se lo merecía.

Al llegar a la casa, Bella observó detenidamente cada detalle de nuestro nuevo hogar.

Era una imponente construcción al centro de tres secciones enormes de frondosos jardines llenos de flores multicolores y árboles frutales. La fachada se extendía al cielo entre preciosas molduras de piedra, detalles de hierro forjado y exquisitas maderas en puertas y ventanas.

En la primera planta estaban las habitaciones de servicio, una cocina muy bien equipada; el comedor de servicio; la biblioteca; el despacho; el comedor principal que estaba bellamente decorado con preciosas piezas de porcelana, una hermosa lámpara de cristal al centro y flores en lugares estratégicos. El recibidor, la sala y el salón principal eran grandes habitaciones decoradas con excelsos muebles de roble, lámparas que iluminaban todo a la perfección, flores que perfumaban cada rincón y tapizadas a juego con las alfombras, los pisos de madera y las preciosas cortinas.

En la segunda planta había cinco habitaciones, amplias, con baño propio, bellamente decoradas en distintos tonos cada una. Las tres habitaciones de huéspedes estaban decoradas en tonos beige, rojo y azul; tenían una preciosa vista, un baño espacioso, chimenea y el mobiliario suficiente para atender las necesidades de sus ocupantes. La habitación de Alice era un sueño en tonos dorados, una gran cama con dosel, pequeños muebles que le servían de librero, juguetero y un par de baúles, un gran ropero lleno de hermosos vestidos, una cómoda con accesorio a juego con cada uno de sus vestidos y zapatos, un tocador precioso de madera blanca, chimenea y un gran baño.

Nuestra habitación era la más grande de todas. Tenía el espacio suficiente para un par de sofás y una mesita que antecedía a la recámara. La cama se imponía al centro entre los gruesos barrotes del dosel, los almohadones y los cojines; tenía un enorme vestidor como si fuera otra habitación independiente; una puerta de cristal que daba a una hermosa terraza y otra puerta más que correspondía al baño.

La casa también tenía un gran patio trasero bordeado con vallas de madera en los linderos de la propiedad, ideal para los juegos de Alice entre las flores y los matorrales perfectamente cuidados.

Mientras mi Bella admiraba los jardines traseros desde el balcón de una de las habitaciones de invitados, la tomé sorpresivamente en mis brazos logrando que ella soltara un pequeño grito de la impresión y después me regalara unas melodiosas carcajadas. No aguantaba un minuto más sin volver a hacerla nuevamente mi mujer, mucho tiempo había pasado desde la última vez que la tuve entre mis brazos.

La besé con amor y pasión de camino a nuestra habitación, ella respondía a mis besos tímida.

—Esta noche no se me escapará Condesa de Cullen. —Susurré en su oido besándola—. Muero por volver a hacerte el amor.

—Edward —susurró suspirando en mis labios, rindiéndose al efecto que mis ardorosos besos le provocaban.

Abrí la puerta de nuestra habitación sin dejar de adorar sus labios y al traspasar el umbral la cerré con un pie. Caminé hasta la cama y la deposité suavemente como si se tratara del más delicado pétalo de una flor.

Me recosté junto a ella y nuevamente nos comenzamos a besar, besos que cada segundo subían y subían de intensidad. Mi lengua atrapaba codiciosa la suya, perdido en el éxtasis que me provocaba el sabor de sus labios.

Nuestras manos tímidamente fueron recorriendo cada curva de nuestros cuerpos por encima de la ropa, reencontrándose, redescubriendo y aprendiendo juntos nuevamente a amarnos sin razón ni medida.

La necesidad de fundirnos en uno solo comenzó a ser cada vez más intensa, por lo que mutuamente sin preguntar ni pedir permiso comenzamos a despojarnos de nuestra ropa.

Nos arrodillamos frente a frente en la mullida cama. Mi bella desabotonó con una rapidez única los botones de mi camisa y sus  manos se colaron olvidando su timidez hasta mi piel, enterrando sus pequeños y suaves dedos en mi piel, recorriéndola en ardorosas y necesitadas caricias que me hacían cerrar los ojos del más puro placer. Recorrió mi torso, mis brazos hasta que finalmente me despojó de ella y la lanzó al piso.

Giré el cuerpo  de mi amada para comenzar a desatar su vestido, aquella cantidad enorme de tela, me impedía contemplar la belleza del cuerpo y de la piel de mi amada esposa. Con rapidez fui desarmando la intricada cinta hasta que finalmente el vestido cedió.

La ayudé a levantarse de la cama un momento y una vez estuvo de pie, la tomé de la cintura levantándola para liberarla de aquella enorme y molesta prenda. Nuevamente la recosté en la cama.

Quité sus zapatos y los míos, para continuar con mi tarea ahora de retirar aquel molesto corsé. Con destreza lo desaté, quité sus medias y su ropa interior hasta que mi amada Bella al fin estuvo expuesta para mí. Admiré su cuerpo sin contemplación, su nívea u cremosa piel, sus hermosas piernas y aquellos dos pequeños montes coronados por esos apetecibles pezones rosados.

—Perfecta, eres tan hermosa mi Bella —susurré ardiente, muriendo de deseo por probar el exquisito sabor de su piel.

Bella me miraba algo cohibida, pero totalmente entregada a la pasión que nos embargaba.

Adoré su cuerpo con mis labios de la cabeza a los pies, no hubo parte que no redescubriera, hasta aquella más escondida y la más íntima y los suaves gemidos de mi esposa, me indicaban que lo estaba haciendo muy bien.

Mi lengua se enroscaba  sin compasión en sus pezones, de uno en uno, succionado, lamiendo, adorando, una de mis manos acariciaba suave y placenteramente su intimidad, las manos de Bella tiraban suavemente de mis cabellos. Su calidez era el mismo cielo, estaba húmeda y preparada para mí, pero no quería invadir su cuerpo sin permiso, quería que ella me lo pidiera.

—Edward —gimió llamándome— te necesito, ahora…

Y solo bastó escuchar aquello para que terminara de sacarme lo que me quedaba de ropa en un abrir y cerrar de ojos. Mi Bella nuevamente admiró mi cuerpo con los ojos muy abiertos sonrojándose y mordiendo su labio inferior. Era tan pecaminosamente adorable, mi hermosa esposa.

Cuidadosamente me fui recostando sobre su cuerpo cuidando que no soportara un solo gramo de mi peso, hasta que suavemente mi miembro erecto acarició su húmeda intimidad, roce placentero que provocó que ambos soltáramos un gemido.

Bella se aferró a mi espalda y con un leve movimiento de caderas me invitaba a que comenzara a hacerle el amor.

Besé sus labios, sus párpados y su frente con absoluta adoración y lentamente la penetré, sintiendo que desfallecería simplemente con solo un instante de estar nuevamente dentro de su cuerpo fundidos como uno solo.

Suavemente comencé a embestirla, sin dejar de besarla, quería que con cada arremetida que le daba sintiera el inconmensurable e infinito amor que sentía por ella. Ella era mi vida, ella lo era todo.

—Te extrañé tanto —jadeé esforzado en sus labios.

—Te amo, Edward…—gimió mi Bella ahora abrazándome con piernas y brazos invitándome a que la amara con más urgencia, con más pasión.

El roce era enloquecedor y así ambos rendidos al placer carnal, aumentamos el ritmo de nuestra apasionada danza, hasta llegar a tocar juntos el cielo con nuestras manos.

Extasiados y felices de estar nuevamente juntos amándonos, nos quedamos abrazados por largo rato normalizando el latir de nuestro corazón, de nuestra respiración, disfrutando de aquel perfecto silencio donde no son necesaria las palabras, ya que no existía nada más hermoso en esta vida que estar protegido en los brazos de la persona que amas.

Esta noche me perdería en el cuerpo de mi bella dama una y otra vez, y ahora que nuevamente  comenzábamos nuestra vida juntos, me encargaría de que así fuera cuan larga sean nuestras vidas.  

 

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BUENO QUE LES PARECIO?? QUE DUDAS TIENEN? COMENTARIOS?? SUGERENCIAS SOLO DIGAMNE NO MAS !!! LAS QUIERO

 

 

 

 

 

 

Capítulo 27: MEDIDAS DESESPERADAS Capítulo 29: ¿DE LA FELICIDAD A LA INCERTIDUMBRE POR CELOS?

 
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