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POV EDWARD
Estaba en la puerta de la iglesia, permanecería unos minutos allí, luego debería entrar y ubicarme frente al altar. Las manos me sudaban a pesar de tener guantes, el sombrero se desacomodaba constantemente; tanto, que decidí quitármelo. Me había propuesto no pensar en lo que sucedería.
-Lord Cullen, permítame felicitarlo- saludó mi hermosa Florie.
-Debo agradecer su gesto, bella dama- respondí con mi mejor sonrisa.
-¿Me permite unas palabras en privado?- me preguntó casi en un susurro.
Asentí y la guié a una parte solitaria de la iglesia, tenía pocos minutos así que casi corrí.
-¿Sucede algo malo?- cuestioné angustiado.
-No… bueno, realmente me preocupo por ti, ¿estás seguro de lo que vas a hacer?-
Dudé en responder. Cuánto deseaba decirle que no, que tenía miedo, pero ya había aceptado todo lo que tenía que ver con la boda, así que ahora tendría que enfrentarme a lo que viniera con ella.
-Por supuesto- afirmé.
Ella pareció meditarlo y al convencerse de mi expresión me abrazó.
-Deseo que seas muy feliz, Edward, eres un gran hombre y te lo mereces- me dijo, besó mi frente y salió dejándome solo.
Entonces deseé que lo que Florie había dicho fuera cierto y pudiese ser feliz con aquella dama. Caminé hacia el altar y me ubiqué en mi lugar observando hacia la puerta. Mi madre ya estaba en la parte izquierda, junto con la Nana de Isabella, a quien ella había exigido traer. Mi familia se encontraba más atrás: tía Verónica, con quien había hablado días antes y me había aconsejado que no me casara con Danny; mis hermosas primas Vicko y Annie, como les decía de cariño a escondidas de mis padres; Emmett y su hermano Jasper, quien cada día estaba más grande, tanto como la hermosa Alice; Emmett estaba acompañado de Lady Rosalie, lo observé y levante mi ceja de para cuestionar la presencia de la dama, él solo río y levanto los hombros despreocupadamente, intuí que el próximo en casarse sería él. Mi querida Tía Sol y el Tío Edmund acompañaban al abuelo; también estaba el Tío Anthony.
La familia de mi madre también estaba presente, su único hermano Alec Platt, padre de Natalia, abrazaba a su esposa: Jane. A su lado se encontraba el pretencioso marido de Natalia, Jacques, quien observaba la puerta alternativamente; asumo que esperando que mi prima apareciese por ésta. Las notas musicales detuvieron mi inspección por el templo, concentré mi vista en la puerta en donde un pequeño ángel se asomaba. Alice usaba un vestido de un tenue color azul, con figuras doradas plasmadas por todas partes, formando patrones de flores y curvas; la falda ancha se mecía al compás de sus pasitos, las manguitas caían con gracia por sus hombros y el detalle de encaje alrededor del cuello hacía resaltar su rostro angelical enmarcado por un elaborado peinado de tirabuzones. En verdad lucía adorable.
Tras ella venía mi padre, todo un elegante caballero; de su brazo venía la que sería mi esposa, Isabella Swan.
Ella lucia hermosa, no podía negarlo; el vestido era muy atrevido, pero lo portaba de tal manera que lucía en ella sofisticado y elegante. Era de un inmaculado color blanco, tenía un corte recto sobre sus pechos, después de una línea ancha de te tela y encaje, se formaba un cuello y las mangas de encaje dejando entre ver la piel de su cuello, clavícula, hombros, brazos y la parte superior de su pecho; se ajustaba con fuerza a su cintura y caía en líneas perfectas hacia su cadera izquierda; el corsé era más largo de lo convencional y caía en un pico a la izquierda; en la punta del pico se alzaba la tela del vestido, dejando ver las capas de tela; la falda era delicadamente ancha, nada que ver con los convencionales y exageradamente vaporosos vestidos de novia; la falda se abría delicadamente hacia la parte inferior guiándose hacia la parte trasera para formar la cola; su cabeza estaba coronada por una tirara de plata con pedrería de cristal, del moño de su peinado se sujetaba un delicado y largo velo que la cubría hasta los tobillos. Lucía como un verdadero ángel caído del cielo.
Caminaba con paso inseguro y observaba a cada persona del lugar, por un segundo quité mi mirada de la joven y observé las expresiones de las personas presentes en la iglesia; todos parecían anonadados con tanta belleza, algunos no podían ocultar la sorpresa, sabía que esperaban a Danny, pero ella permanecía feliz una bancas más atrás con Oliver, junto a Julieta y Florie cada una con sus prometidos.
Volví a centrar mi atención en Isabella, justo a tiempo para recibirla del brazo de mi padre.
-Debes cuidarla tanto como te sea posible-sentenció éste y se alejó dejándome a la joven temerosa entre mis manos.
Ella con timidez tomó mi mano y la entrelazó con la suya. Caminamos ante el obispo y al recibir la bendición inicial supe que ya nada sería igual... que no podría dar un paso atrás.
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