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POV BELLA

Desperté sobresaltada, algo a mi lado no me permitió moverme con libertad, observé qué me aprisionaba y encontré unas fuertes pero delicadas manos sobre mi cuerpo. El pánico se apoderó de mí, entonces recordé lo sucedido ayer: la boda… recordé que quien estaba a mi lado era mi nuevo marido.

-Ahhhhhhhhhhhhhhh- grité en un falso intento por parecer asustada y no aliviada. Tenía que cobrarle sus múltiples humillaciones de la noche anterior, aunque sentí algo de remordimiento en cuanto lo observÉ, allí dormido de forma angelical y en una paz absoluta.

-¿Q...ue… Sucede?- preguntó desorientado, frotándose los ojos y tratando de enfocar bien la escena.

-¿Qué haces en mi cama?-  cuestioné al borde de un ataque de risa; se veía adorable con su rostro recién levantado.

-Pero..pero..Isabella..- trato de excusarse inútilmente, reaccionando y liberándose del sueño. Reuní todas mis fuerzas para no reírme -Es absurdo lo que preguntas, ¿qué haces, Isabella? Deberías comportarte un poco- bufó molesto levantándose de la cama y entrando al cuarto de aseo.

En cuanto cerró la puerta reí a carcajada limpia por su reacción.Dos golpes en la puerta interrumpieron mi alegre momento.

-Adelante- dije con  voz pausada.

Nana entro con una bandeja en sus manos, tras ella venia una mujer que no conocía.

-Mi Lady, tenga usted muy buenos días- me saludó Nana Sil.

-Buenos días, Nana- le respondí poniéndome de pie y acercándome para besar su mejilla.

-¿Mi Lord?- pregunto la mujer mayor que había entrado con mi dulce Nana.

-Está en el cuarto de aseo- dije molesta.

-Mi Lady, dejaré todo dispuesto para mi Lord- dijo con amabilidad- Mi nombre es  Maya, soy la Nana de Edward- me sonrió.

-Perfecto- dije tranquilizándome. Ya que, aunque no quisiera admitirlo, sería incomodo que tuviese que intervenir en tales cosas de Edward: como sus pertenencias, su atuendo y cualquier cosa que tuviera que ver con él.

-Mi Señora, ya está listo su equipaje- me dijo mi Nana. Dejando nuestros desayunos en una pequeña mesa al lado de la cama.

-mmm… gracias, Nana- le respondí  desanimada.

Edward salió del cuarto de baño en todo su esplendor, no podía negarlo era hermoso.

-Nana Maya, buenos días- dijo en tono tierno.

-Buenos días, mi niño. He dispuesto tu vestimenta en la cama-le dijo en el mismo todo -tu equipaje está listo-

-Estupendo, ahora esperen afuera, por favor. Debemos terminar de arreglarnos- le dijo a nuestras Nanas.

-Nana- llamó Edward antes de que las dos abandonaran nuestra… bueno mi habitación. –dígame, mi señor- respondió Maya

-¿Le informaron que usted y Nana Silvia irán con nosotros hoy?- dijo observando también a mi Nana.

-No, mi señor- respondió ella tranquilamente.

-Pues es mejor que empaquen, tendrán solo unos minutos para eso. Partiremos en una hora- dijo sonriendo.

-Sí, mi señor- aseguró saliendo de la habitación y cerrando la puerta.

-¿De verdad llevaras a mi Nana?-pregunté anonadada.

-Por supuesto, ¿sabes?, le tengo bastante aprecio a tu Nana y Maya es como mi segunda madre- me dijo.

-¡Oh, Edward, gracias!- le dije emocionada y me lancé a sus brazos.

Sin darme cuenta su rostro estaba frente al mío, sin pensar me acerqué  y lo besé. No medí las consecuencias ante lo que hacía, sólo lo disfrute. Al inicio Edward parecía sorprendido por mi reacción, pero pasados algunos segundos respondió a mi beso con la misma necesidad. Nuestros labios se movían en una perfecta y deliciosa sincronía, era un beso intenso con sabor a gloria. La conciencia retornó a mí, implacable; estaba segura que no debía enamorarme de Edward. Pero, ¿qué podía hacer ante esos encantos?, lo había deseado desde el mismo momento que desperté: tocar sus delicados y deseosos labios con la fuerza de nuestro primer beso.

-Lo siento- dije apenada y sonrojándome.

Él no dijo palabra alguna, sólo besó mi frente, tomó su ropa y se encaminó al cuarto de baño. Casi lloré por su reacción, esperaba que dijese algo; no sé, que peleara conmigo por mi atrevimiento, pero sólo se había ido, dejándome allí sola.

Lo odié mil veces, entonces enfoqué mis pensamientos. Más decidida que nunca traté de tatuar en mi mente que jamás podría enamorarme de Edward Cullen; porque era un falso que sólo me haría daño de eso estaba segura.

Cuando Edward por fin salió decidí ignorarlo, tomé mi vestido para entrar al cuarto de baño y no tener que verlo. Cuando salí Edward ya se había ido, bajé en su búsqueda y lo encontré en el estudio de mi padre.

-¿Qué hace aquí?- le dije con frialdad.

-Sólo observaba, planeo establecer mi propio estudio mientras estamos en tu casa- me dijo.

-Hay dos habitaciones al fondo donde podrías hacerlo- le indiqué.

-Lo decidiré en cuanto volvamos- me respondió.

Luego, sin más, se acercó a mí. Tanto que casi sentí desfallecer las piernas por su aroma, su calor, me odié por reaccionar así.

-Siento lo de la habitación, querida Isabella, me tomaste por sorpresa- dijo poniendo sus labios muy cerca de los míos.

-No se preocupe, Conde, fue un impulso que jamás se volverá a repetir- le dije furiosa, sabía que él jamás se enamoraría de mi y lo único que quería era jugar conmigo.

Edward no dijo nada pero mantuvo su cercanía.

-Ahora, debemos irnos y recuerde que esta unión es sólo por necesidad, dinero- le dije zafándome de su agarre.

Su rostro se desencajó, sabía que el golpe había sido bajo, pero tenía que protegerme de él y de lo que tanto miedo me daba sentir hacia aquel hermoso hombre.