LA DAMA Y EL ¿CABALLERO? (+18)

Autor: bellsamy
Género: Drama
Fecha Creación: 19/02/2012
Fecha Actualización: 21/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 34
Comentarios: 231
Visitas: 91382
Capítulos: 37

EN EL AÑO DE 1890, AÑO EN QUE LA ECONOMIA DOMINA LA VIDA, QUE LAS CLASES SOCIALES SON ESTRICTAMENTE NECESARIAS, EN DONDE LAS DAMAS SON SIMPLEMENTE COMPAÑIA Y LOS CABALLEROS DECIDEN LA VIDA.

NACE EL AMOR ENTRE RENE Y CHARLIE.

FRUTO DE ELLO VIENE AL MUNDO ISABELLA MARIE SWAN, A QUIEN LE ESPERAN GRANDES VIVENCIAS QUE LA HARAN DOBLEGAR SUS PENSAMIENTOS, SU SENTIMIENTOS Y AUNQUE ODIANDO AL CONDE EDWARD CULLEN TERMINARA AMANDOLO HASTA LA LOCURA.....

 LAS INVITO ESTE ES MI NUEVO FIC ESPERO LES GUSTE.... 

ES MI PRIMER FIC DE EPOCA!!!!  Y ESTA CON AUTORIA Y AYUDA DE VICKOTEAMEC

 PROTEGIDO POR REGISTRO DE DERECHOS DE AUTOR  SAFE CREATIVE

 Disclaimer: los personajes no me pertenecen, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer

 

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Capítulo 16: BODA II

 

HOLA MIS NIÑAS GRACIAS POR EL APOYO Y ESPERO QUE LES GUSTE!!! GRACIAS VICKO POR TODO!!!

LAS AMO!!

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POV EDWARD


La ceremonia trascurría con una calma asombrosa, había llegado la hora de dar el sí.

-Lord Edward Anthony Cullen Platt, ¿acepta usted a Isabella Marie Swan Dwyer como su legitima esposa? – preguntó el Obispo. Miré a Isabella, se mordía el labio impaciente. Guardé silencio, ésta sería una de mis primeras venganzas.

-¿Lord Cullen?- volvió a preguntar el Obispo.

Sonreí – Por supuesto –respondí con calma.

-¿Y usted, Lady Isabella Marie Swan Dwyer, acepta a Lord Edward Anthony Cullen Platt como su legítimo esposo?- lo dudó un momento. Después de un silencio extenso respondió  -Sí..- su respuesta fue nerviosa.

-Aceptado esto haremos los votos-  ratificó el Obispo -Lord Cullen repita usted: yo, Edward Anthony Cullen Platt, tomo a  Isabella Marie Swan Dwyer para amarla, respetarla y velar por ella hasta que la muerte nos separe- repetí.

-Ahora usted, Lady Swan, repita después de mí: yo, Isabella Marie Swan Dwyer, acepto a Edward Anthony Cullen Platt para amarlo y respetarlo hasta que la muerte  nos separe- ella repitió observándome con odio inicialmente, pero al ver al Obispo su expresión cambió.

Sentí una extraña emoción al escuchar aquellas palabras de sus labios, era algo inexplicable, ese fue el momento en donde logró confundirme, no sabía qué pensar de aquella mujer. Sus palabras ante el Obispo las dijo con tanta devoción que logré creer que ella en realidad me amaba; si no la conociera, y no hubiese visto su mirada al inicio de aquellos votos, apostaría mil veces que en realidad el matrimonio era nuestro destino.

El Obispo le pidió a Alice que trajera ante nosotros las argollas. La pequeña, en la hermosa danza que era su andar, se acercó a nosotros y nos entregó lo que simbolizaría nuestra unión, beso la mejilla de Bella y corrió a los brazos de mi prima Victoria.

 

Pequeñas lágrimas brotaron de los ojos de mi madre, puedo apostar que tal vez mi padre también deseaba llorar. Deseé que esta boda se realizará con  verdaderas intenciones y que lo que acababa de prometer ante Dios fuese cierto, que la unión se realizará por amor y no por dinero.

Observé a Bella, fruncía el ceño de una forma adorable, parecía concentrada en algo, no logré determinar qué era, pero no podía negar que me intrigaba.

 

Al concluir la ceremonia con la bendición del Obispo, todos los reunidos en la iglesia rompieron en sonoros aplausos y exclamaciones de felicitación. No podía permitir que la boda terminará sin que la selláramos con un beso, así que descubrí el rostro de Bella echando su delicado velo hacia atrás, la tomé por la cintura y la obligué a mirarme, ella pareció entender mis intensiones porque intentó alejarse, pero en un hábil movimiento la retuve  cerca de mí y la besé con tanta pasión que hasta sentí que ella podía amarme en algún momento. Sus labios al principio fueron titubeantes, temerosos... pero después, Isabella se dejó llevar por mis movimientos pausados. Al terminar el beso, me separé levente de ella, la vi directo a los ojos, me desconcertó su mirada transparente, era como si ella en verdad me... me... amara. Agité la cabeza para desechar mis alocados pensamientos y antes de girar hacia los invitados pude ver un hermoso sonrojo en sus mejillas, entonces deseé que me dejara amarla.

 

-¿Acaso has enloquecido, Edward? Una mujer como ella no está hecha para ti- me reprendí mentalmente.


 Tomados de la mano recibimos las bendiciones y buenos deseos de los ahí presentes. Nos abrazaron y felicitaron. Posteriormente nos encaminamos al carruaje, que permanecía aparcado en la entrada de la iglesia, la recepción se realizaría en casa de mis padres, por lo que todos debíamos ir en carruaje.



Ayudé a Bella a entrar, después lo hice yo y esperé a que mi sirviente cerrara la puerta. El camino fue corto pero incómodo, Isabella no pronunció palabra alguna, permaneció en silencio, observándome con odio.


-¿Es que piensas mirarme así toda la tarde?- cuestioné.

 

-¿Tiene algún problema con mi forma de mirarle, Lord Cullen?- preguntó descaradamente.

 

-No es la forma en la que me mira, es su actitud hacia mí la que me molesta. ¿Cree usted que podría cambiarla al menos por una cuantas horas?, se supone que es el día más feliz de su vida– dije con toda la sinceridad que fui capaz.

-No estoy segura de poder hacerlo pero lo intentaré- contestó con desdén. Sonreí.

-Es todo lo que necesito para que sobrevivamos esta tarde, ya después veremos qué hacemos para tolerarnos el uno al otro-reí.

-¿Se puede saber qué es lo gracioso de la situación, Lord Cullen?- preguntó escandalizada.

-¡Por supuesto! Observar su cara de molestia tal vez sea un motivo de alegría para mí- le respondí antes de abrir la puerta para bajarme del carruaje. 

Al estar fuera giré mi cuerpo para darle la mano a mi esposa, quien molesta la tomó, pero al ver algunos invitados me sonrió de la forma más falsa, recordándome una vez  más el motivo de este matrimonio.

La dejé que entrara primero que yo, fue en ese momento que pude ver cómo lucía el vestido de Bella por la espalda. Estaba tan distraído que no lo había apreciado en su totalidad. Si de frente era hermoso, por la parte posterior no se quedaba atrás. Tenía un impresionante escote que llegaba hasta su espalda baja, el cual era cubierto por la delicada tela de encaje; a lo largo de su columna descendían delicados botones de satén. Era lo más atrevido que haya visto jamás, pero ella lo portaba de maravilla, haciéndolo lucir glorioso, ajustado a su cuerpo a la perfección. 

Antes de entrar de lleno a la recepción, una de las doncellas guió a Isabella a un pequeño cuarto, cuando la tuve de nuevo frente a mí pude ver que la habían ayudado a quitarse su largo velo. Dejando a un verdadero ángel a mi lado.

Al entrar a la animada fiesta, en donde ya se encontraba gran parte de los invitados, guié a Isabella a nuestra mesa. Mis Padres y demás familiares no tardaron en llegar y poco después el baile comenzó. Pasados alrededor de 20 minutos decidí que era tiempo de bailar con Isabella. La tomé de la mano indicándole la pista, ella pareció asustada ante mi propuesta y se negó inmediatamente. 

–No es una pregunta, es una orden, ¿acaso no debes obedecerme?- dije en tono sarcástico.

-Pero … pero… ¿no sería mejor que permaneciéramos sentados?-

-¡No! Mi deseo es bailar, así que vamos - le indiqué sonriendo.

La tomé de la mano y la arrastré a la pista, ya la música de nuestra primera pieza como pareja se alzaba con fuerza en el salón. De pronto, la expresión de Isabella cambió y se formó una sonrisa malvada en su rostro.

-No respondo si en algún momento lo golpeo, es usted mi marido y por tanto debo cumplir sus deseos- dijo con cierto tono de maldad.

No presté atención a su comentario. Me dejé llevar por la música suave, clásica, mi favorita. Me dispuse a bailar y la tomé de la cintura; no sé por qué pero al conectar nuestras miradas sentí el impulso de decirle que estaba a salvo conmigo y que no la dejaría caer. Tal vez su miedo era al baile, o su placer era verme humillado ante ella, deje volar mi deseo y sin más giramos al ritmo de la música, ella parecía sorprendida por la gracia con la que nos movíamos y yo estaba estupefacto.

Al terminar la pieza se alzaron una gran cantidad de aplausos e incluso la multitud aclamó una muestra de cariño. Con el orgullo de un caballero, tomé el rostro de Isabella entre mi manos y con la confianza la besé suavemente, ésta vez no fue tan agradable ya que tuve que fingir que el gran mordisco que le dio a mi labio inferior  jamás sucedió. Sentí como un pequeño hilo de sangre descendía por mi garganta.

-¡Es el mejor beso que me han dado en mi vida!- exclamó a los gritos y la ovación del público no se hizo esperar.

La fiesta no duró bastante, en cuanto el crepúsculo se alzó ante nosotros decidí que era hora de darle la mejor sorpresa del día a mí querida esposa.

-Debemos irnos, querida- le dije en un intento por sonar como un buen esposo.

Ella levantó una ceja en señal de duda y se giró para despedirse de las personas con las que hablaba. Dicho todo y con la bendición de mis padres volvimos al carruaje que nos había traído hasta aquí.

Isabella parecía agotada por sus zapatos, pero no me atreví a hablar de ello, me aparté de ella unos segundos para cerciorarme de que Alice estuviese bien y que sus pertenencias hubiesen llegado hasta casa de mis padres.La pequeña iría con mis tíos de viaje por Europa por un mes, así que Isabella y yo estriamos solos. Cuando volví al carruaje mi esposa parecía exasperada por mi tardanza.

-¿Has podido despedirte de Alice?- pregunté cauteloso.

-Sí... pero me sigue pareciendo innecesario que se vaya con el Conde y su esposa- me reclamó.

-Lo sé y, aunque no lo creas, la extrañaré. Pero el viaje lo haremos tu y yo, ella se divertirá por Europa- le dije tratando de apaciguar la situación.

Durante el camino a la mansión Swan no me atreví a realizar ningún otro comentario y a Isabella no pareció molestarle. En cuanto el carruaje se detuvo frente a la gran casa que de ahora en adelante seria mi hogar, sentí temor, no por la gran casa, sino porque aquí estaría solo.

-Que poco hombre- me dijo una vocecita ridícula en mi cabeza.

-Mi Lady, Lord-saludó el mayordomo de la mansión.

 -Buenas noches- saludé.

-buenas noches, mi niña, Lord- saludó la Nana de Isabella.

-Nana lleva al Lord Cullen a la habitación que le he pedido a Bree que disponga para él- ordenó Isabella, mientras reía en mi fuero interno.

-Pero, mi Lady..- trató de hablar su Nana, pero ella no prestó atención y continuó su camino escaleras arriba. 

-Sólo pude seguirla y pedirle silencio a la Nana. Me miró con desaprobación pero no continuó hablando.

Al llegar a la segunda planta ella giró hacia la izquierda, la seguí, me ignoró, por lo que no me molesté en discutir con ella. Se detuvo en la tercera puerta y la abrió, la seguí de cerca para observar su reacción y disfrutarla.


No sabía exactamente como lucía la habitación de Isabella antes del cambio, pero había ordenado a unos cuantos de mis sirvientes que en cuanto ella saliera de la casa dispusieran su habitación con una cama matrimonial y ubicaran mis pertenencias ahí.

-¿Qué significa esto?- susurró.

-Espero que no te moleste que me haya instalado en tu habitación, no esperarás que duerma en una habitación de huéspedes. Soy tu esposo y debemos compartirlo todo- le dije pasando de largo para tomar mi ropa de dormir dispuesta sobre la cama.

-¿Qué?- cuestiono con voz débil.

-Lo que has oído, querida- le dije entrando al cuarto de baño para cambiar mi atuendo.

Podía imaginarla aún en shock, con el rostro desencajado, a la entrada de la habitación, temiendo entrar y compartir conmigo su intimidad. Sonreí ante la perspectiva.

Entonces se me ocurrió algo más ingenioso, como no hacia frío porque estábamos en verano, sólo me dejé puesto mi pantalón de dormir, era poco decoroso y hasta yo me sentía cohibido por mi acción, pero me animaba su reacción.

Salí del cuarto de baño sin camisa, ella parecía espantada ante mi aparición.

-¿pi…ens..a usted do…do..doo..rmir en ese atuendo?- preguntó tartamudeando.

-No... es sólo que he olvidado la parte superior- ironicé tomando el gran camisón y poniéndomelo.

-No sé si estas cansada pero yo sí, querida- le dije entrando bajo las cobijas de nuestra cama.

Isabella caminó hacia la cama, tomó su ropa de dormir y entró en el cuarto de baño. Minutos después de salir con un hermoso camisón rosa, Isabella por fin me encaró, con su actitud déspota y soberbia.

-¿Piensas que dormiremos los dos esta noche?-

-No lo pienso, querida. Es un hecho, ésta será nuestra habitación y si no lo deseas así. Ahí está el gran sillón, puedes dormir en él si así lo deseas- le dije en un despliegue de lo que mi madre llamaría pésimos modales.

La ignoré totalmente, sólo sentí el peso de su cuerpo en la cama.  Me recosté al lado contrario, sobre las delicadas almohadas, sin querer me dejé llevar en un inevitable y profundo sueño.

No fui consciente de los gritos a mi lado hasta pasado u tiempo, tardé en reaccionar para saber de quién se trataba. Lo logré cuando la verdad de lo que pasaba llegó a mí.

Isabella se removía inquieta en la cama, gritaba y lloraba. Pensé que estaba despierta, pero en cuanto la observé bien con el reflejo de la luna en su rostro noté que aun dormía.

-¡No….!- gimió -No te lo lleves a él, no Charles, ¡no por favor!-

-Isabella- traté de llamarle, fue inútil.

-¡Nooooo! Charles, déjalo conmigo; hermano, no te lo lleves, ¡deja que Edward se quede conmigo!- gritó desesperada.

Me paralicé.

-¡Nooooo!- vociferó sentándose de golpe. La atraje hacia mi cuerpo.

-Shhhh, ya, pequeña.. ya pasó, sólo fue un sueño- le dije.

Ella se aferró a mi abrazo y lloró amargamente. Le acaricié el rostro con devoción. Aquí, así, se veía tan vulnerable que me sentí un miserable por tratarla como lo hacía.

-No te vayas, por favor. Quédate conmigo- me rogó

-Jamás te dejare- le dije como un idiota.

Se aferró a mi abrazo con más fuerza y  la obligué a recostarse, lo hicimos juntos para dormirnos profundamente, en un estrecho abrazo.

 

Capítulo 15: LA BODA I Capítulo 17: VIAJE I

 
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