Los años pasaron imparables, insolentes y sorprendentemente rápido.
Alice vivía consentida por sus abuelos y su tía; mientras sus padres se daban a la tarea de educarla correctamente.
Por su parte, Isabella creció hasta llegar a ser una refinada jovencita, muy culta para su edad, expresiva, decidida, entregada y guerrera de sus convicciones.
Bella, nombre que habían dado de cariño a Isabella, contaba ya con doce años.
Un día estaba en la biblioteca, se encontraba recibiendo sus clases asesorada por su madre.
Entonces, cuando nadie lo esperaba tres hombres enmascarados irrumpieron la tranquilidad de la mansión y penetraron en aquella habitación.
Los hombres golpearon brutalmente a Bella y se fueron secuestrando a René.
Diez minutos bastaron para que Charles decidiera regresar a casa a buscar algunos documentos que había dejado en la mansión.
Dejó en el carruaje a su mujer y su hija, y entró con paso apresurado. Los gritos del mayordomo lo guiaron hasta la biblioteca, se encontró con una escena desgarradora y a su pequeña hermana tendida sobre los brazos del mayordomo, inconsciente y sangrante.
El sirviente explicó rápidamente lo que sabía, Charles se dio a la tarea de buscar a René inmediatamente.
Por desgracia, no encontró rastro alguno de la mujer que en años anteriores se había convertido en una verdadera madre para él.
Volvió a la biblioteca y ayudo a su pequeña hermana.
Horas después del infortunio, Charlie llegó a su hogar, sólo para encontrar su hogar impregnado de la soledad de la presencia de su amada.
René, su gran compañera, su amada esposa, había desaparecido y con ella se había llevado la alegría y la luz que guiaba a la familia.
|