LA DAMA Y EL ¿CABALLERO? (+18)

Autor: bellsamy
Género: Drama
Fecha Creación: 19/02/2012
Fecha Actualización: 21/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 34
Comentarios: 231
Visitas: 91368
Capítulos: 37

EN EL AÑO DE 1890, AÑO EN QUE LA ECONOMIA DOMINA LA VIDA, QUE LAS CLASES SOCIALES SON ESTRICTAMENTE NECESARIAS, EN DONDE LAS DAMAS SON SIMPLEMENTE COMPAÑIA Y LOS CABALLEROS DECIDEN LA VIDA.

NACE EL AMOR ENTRE RENE Y CHARLIE.

FRUTO DE ELLO VIENE AL MUNDO ISABELLA MARIE SWAN, A QUIEN LE ESPERAN GRANDES VIVENCIAS QUE LA HARAN DOBLEGAR SUS PENSAMIENTOS, SU SENTIMIENTOS Y AUNQUE ODIANDO AL CONDE EDWARD CULLEN TERMINARA AMANDOLO HASTA LA LOCURA.....

 LAS INVITO ESTE ES MI NUEVO FIC ESPERO LES GUSTE.... 

ES MI PRIMER FIC DE EPOCA!!!!  Y ESTA CON AUTORIA Y AYUDA DE VICKOTEAMEC

 PROTEGIDO POR REGISTRO DE DERECHOS DE AUTOR  SAFE CREATIVE

 Disclaimer: los personajes no me pertenecen, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer

 

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Capítulo 23: APARICION!!!

hermanita annie te prometi mas cap pero ahhh esperame apenas me adapto a las vacas jejeje aqui les dejo uno medio larguito gracias prima vicko ´por tu apoyo incondicional!! te amo!!!!

 

POV BELLA

 

Habían pasado casi tres semanas desde la noche en la que Edward y yo habíamos consumado nuestro matrimonio, desde ese día nos habíamos unido más. Ahora, podría decir que éramos inseparables, cada momento que compartíamos era único y extraordinario. Él había cambiado era galante, caballeroso y estaba muy pendiente de mis deseos y necesidades.

No habíamos vuelto a tener intimidad debido a que nos encontrábamos en la mansión de los Vulturi, pero Edward había prometido que al regresar a casa nos amaríamos hasta el cansancio  y como buena esposa que era, había acepado  sus deseos; ya que esa noche había sido la mejor de mi existencia y soñaba con volver a repetirla una vez más.

Pasé toda la mañana en mi habitación. Cuando me disponía a arreglarme para el almuerzo, sentada frente al gran tocador, recordé que hoy se realizaría uno de los primeros bailes a los que asistiría con Edward como su esposa y me sentí sumamente nerviosa. Fue necesario recordarme la promesa que me había hecho Edward por la mañana: la presencia de Alice y toda la familia Cullen, los cuales, llegarían en unas horas. Fue entonces cuando aquel nerviosismo dio paso a la felicidad, ya soñaba con ver a mi pequeña Alice, ella no se alcanzaba a imaginar cuánto la había extrañado.

Edward, emocionado, decidió irse desde temprano con Lord Vulturi a realizar algunos negocios de hombres y prometió estar de vuelta antes de la llegada de su familia.

Me observé en el espejo, una sonrisa figuraba en mi rostro, esa misma que no tenía desde la muerte de mi hermano, esa que sólo Edward había hecho aparecer como por arte de magia.

Nana Sil entró refunfuñando, reí al verla de tan mal humor.

— ¿Sucede algo Nana?— cuestioné.

—Lo siento, mi Señora, pero la hija de Lord Aro me tiene al borde la histeria. A esa niña no le han enseñado modales y buenas costumbres— dijo exasperada.

— ¿Jane? — dije sorprendida.

—Sí, mi niña. Odio estar revelándole mis intimidades, pero de verdad que no la soporto más.

—Tranquila, Nana, sabes que puedes decirme lo que sea. Y sí, tienes razón, Jane es insoportable— le dije recordando lo sucedido en días pasados.

Era cada vez más insufrible y sus ataques en mi contra habían ido evolucionando. Una mañana, cuando los hombres se habían ido al pueblo, me dijo abiertamente que no era de su agrado por haberle robado el amor de mi marido, reí ante su absurda afirmación. La mañana siguiente a ese pequeño altercado misteriosamente apareció un ratón entre mis objetos personales, por supuesto el susto que me llevé fue brutal.

La última de sus hazañas la maquinó el día de ayer, cuando me había dejado encerrada en mi habitación para poder pasar tiempo con Edward, lo sabía porque así me lo había manifestado antes de marcharse en búsqueda de mi marido. Rendida, tuve que esperar hasta que Edward, sumamente preocupado, me rescató; percatándose de que alguien me había encerrado. En un primer momento no quise arriesgarme a acusarla, porque sabía que Edward no me creería, pero él insistió tanto que me obligó a decirle quién había sido. Al  final resulté delatándola y, para mi sorpresa, mi esposo me creyó y apoyó.

—Sé lo que es capaz de hacer esa mujer, Nana. Aléjate de ella y no le tomes importancia— dije abrazándola.

—Tienes razón, mi niña. Vamos a ponerte hermosa para Alice- me dijo sonriendo y buscando en mis cosas el vestido favorito de Alice, aquel que me había regalado Anabella.

Cuando estuve lista bajé al comedor, ahí estaban reunidos los caballeros; incluyendo a Lord Jacob Black, hijo del Márques de Black, el cual estaba a su izquierda.

Seguido de ellos había más de tres caballeros que hablaban animadamente, busqué entre todos a mi noble y hermoso esposo. Al encontrarlo, nuestras miradas se conectaron y le sonreí enamorada. Él me devolvió la sonrisa y se acercó a mí emocionado.

— ¿Cómo se encuentra hoy la Señora de Cullen? — preguntó juguetón.

—Excelente ahora que lo veo, su alteza- respondí siguiéndole el juego.

—Me hiciste falta.

—Y tú a mí. ¿Tardará Alice en llegar? — cuestioné emocionada e impaciente.

—No creo, debemos pasar a la mesa— me indicó besando mis labios levemente y arrastrándome en dirección a nuestros puestos; quedando a mi costado izquierdo Lord Jacob y mi marido al derecho.

El almuerzo transcurría entre conversaciones amenas cuando las puertas principales se abrieron. Intrigada, traté de observar  de quién se trataba, no tardé mucho en saberlo ya que los primeros en entrar al salón fueron mis suegros; tras ellos, en un andar excelso, entraron el Conde Edmund y la Condesa Sol seguidos del Barón Anthony  y su esposa, la Baronesa Verónica. Quien falto en aquel despliegue de elegancia fue el patriarca de los Cullen, el abuelo de Edward. De la mano de la Baronesa entró Jasper; tras él, aminados y sonrientes, venía Lord Emmett de la mano de Lady Hale; y tras ellos Victoria y Annie. Me sentí plena al ver a toda la familia, pero mis ojos se centraron en la pequeña figura enfurruñada que iba de la mano de Victoria.

Al verme su rostro se transformó y una gran sonrisa cambió su expresión. Miró a los lados, yo observé a Edward, quien en señal de apoyo asintió indicándome con un gesto que me pusiera de pie para recibirla; lo hice lentamente, ella soltó la mano de su tía y corrió a mis brazos.

— ¡Mami! — gritó mi niña, haciendo que el corazón me brincara de felicidad.

Se lanzó a mis brazos y besó mi rostro. La levanté en mis brazos, aunque pude sentir algunas miradas de indignación ante nuestra actitud, no me importó. Sencillamente, ella era la luz de mi vida y lo más importante. No nos separamos, durante lo que me pareció mucho tiempo.

—Isabella, creo que necesitamos alimentarnos y aún más la pequeña Alice— nos separó  la voz gruesa del Conde Edmund.

—Lo siento, abuelo— se disculpó mi Alice y le hizo una reverencia antes de pasar a la mesa.

Reí, qué buenos modales le habían enseñado a la pequeña en tan poco tiempo. Volví a mi lugar junto a mi marido, Alice se coló entre la familia y reemplazó a Lord Black a mi lado.

—Es usted un caballero, Lord Black. Gracias por cederme su puesto— dijo en una muestra de fina coquetería y delicadeza.

No pude evitar reír.

—Es usted una dama en todo el sentido de la palabra, Lady Swan— dijo Lord Black admirándola, se posó en el puesto siguiente,  Alice sonrió y tomó mi mano por debajo de la mesa.

—Tía… ¿te molesta que te haya llamado mamá? — preguntó asustada.

—Por supuesto que no, mi vida. Tú eres como mi hija. Sólo que ya sabes lo especiales que son estos Señores y tal vez tu abuela se pueda ofender— expliqué entre susurros —hum… haremos una cosa, cada vez que quieras llamarme así lo harás en casa o más bien cuando nadie nos escuche. Para evitar faltas a la etiqueta— le dije con amor.

— ¡Me gusta!, ¡me hace muy feliz! Ahora tendré a mami Anabella, que en paz descanse, y a mi mami Bella— dijo sonriente. Reí con añoranza. — ¿Crees que Lord Cullen quiera ser mi papá de mentiras? — preguntó indecisa.

—Pregúntaselo a él, cariño. Aunque, estoy segura que dirá que si— miré a mi alrededor, las conversaciones se había convertido grupales, por tanto Alice tendría acceso a Edward.

—Cariño— le llamé. Inmediatamente, él se giró para centrar toda su atención en mí.

— ¿Dime, amor?

—Alice quiere preguntarte algo— le dije tocando a Alice para que se motivara a contarle su deseo.

—Lord Cullen, le preguntaba a mi ma… a tía Bella que si le molestaría que en algunas ocasiones le llamara papá. Extraño a mi padre y… usted es muy parecido a él— dijo mi niña esperando con cara de terror una negativa por parte de Edward.

Él permaneció en silencio, observando dulcemente a Alice. Lo codeé suavemente en las costillas para que sacara a Alice de la incertidumbre.

–Por supuesto, princesa, para mí sería un honor. Jamás seré como tu padre, pero trataré de esforzarme para hacer muy bien mi trabajo— dijo emocionado.

Alice le sonrió

– ¡Los quiero, nuevos papás! — dijo besando mi mejilla.

—Es un placer para mí tenerlos en mi castillo el día de hoy, disfruten del festín— anunció Lord Aro acallando las distintas conversaciones.

—Para nosotros es un placer acompañarte en él, querido amigo— dijo mi suegro con la elegancia que lo caracterizaba.

Terminada la cena, Lord Aro volvió a tomar la palabra.

—Ahora, los caballeros pasaremos a mi estudio, quisiera discutir una serie de acuerdos antes del gran baile de esta noche. Las damas, si gustan, Jane y Dídima las llevarán de compras al pueblo; creo que les agradará conocer los alrededores— indicó, invitando con la mano a los caballeros a seguirlo.

Nosotras, las damas, asentimos y cautelosamente nos levantamos de la mesa. Edward se despidió de mí con un beso y siguió a los caballeros. Victoria  y Annie se acercaron a saludarme seguidas de la marquesa, la baronesa y la condesa.

—Bueno, damas, creo que debemos partir— se acercó  Lady Dídima, esposa de Lord Aro, para indicarnos el camino a los carruajes.

El viaje no fue muy largo, pero en él relaté lo sucedido en estos días a Victoria, Annie y mi adorada Alice.

Al llegar varias doncellas nos recibieron en la puerta de una exclusiva tienda de vestidos, emocionadas todas entraron para probarse los diseños. Alice fue el centro de atención por su delicado gusto, me recordó mucho a su madre.

Tras varias suplicas de Vicko y Annie entré al probador y me medí un hermoso vestido. Era un exquisito diseño en delicados tonos dorados; la falda se ensanchaba desde la cadera para caer con gracia como una espumosa neblina de tela, tenía grabados unos diseños de pequeñas flores y guías en un apenas perceptible tono rosado; la orilla de la falda rozaba el piso con un hermoso y delicado encaje que adornaba a la perfección la inmaculada línea de caída de la falda; el corsé abrazaba mi cintura con fuerza, haciendo que mis pechos sobresalieran sensualmente sobre el escote; el diseño de la parte superior estaba engarzado con jirones de la misma tela de la falda y otras dos más, haciendo que el diseño luciera totalmente diferente a los vestidos convencionales; los tres tipos de tela terminaban a la altura de mi cadera derecha en un moño; las mangas y la mitad de la espalda estaban confeccionados con una tela de encaje con los mismos diseños que el borde de la falda.

Cuando salí todas volcaron su atención en mí, me hicieron girar sobre mi propio y caminar por toda la tienda para admirar el hermoso diseño. Alabaron mi manera de portarlo y calificaron el modelo como irreverente pero sofisticado.

Cuando todas estábamos listas para irnos, la dueña del lugar me informó que el vestido que me había probado no estaba disponible, inmediatamente observé a Jane, quien con una sonrisa burlona me dio a entender que esto era obra de ella.

Alice me rogó que fuéramos a la tienda siguiente, no pude evitar cumplir su deseo. Annie y Vicko nos acompañaron, mientras las demás damas se deslizaban por el pueblo en busca de joyas y demás. Entramos a la tienda con agilidad para evadir a Jane y evitar otro de sus ataques.

— ¡Arg! ¡Cómo la odio! — dije molesta.

— ¿A quién, Isabella? — preguntó Vicko.

—A Lady Jane. Es una bruja. ¿Vieron cómo misteriosamente el vestido ya no estaba disponible?, es obra de ella— dije furiosa.

—Ya se había tardado, ¿no crees, Vicko? — cuestionó Annie mientras se reía.

—Lo sé, parece increíble. Tranquila, Bella, Jane siempre ha estado tras Edward; pero, por supuesto, mi primito es muy listo y jamás se ha dejado atrapar por semejante dama. Bueno, si es que a ella se le puede llamar dama— debatió Vicko con seriedad.

Sorprendida las observé, ahora entendía por qué Edward me había creído.

—Vamos, mi querida Bella, la haremos arrepentirse de sus acciones. Encontraremos un vestido aún más perfecto y entre Alice, Annie y yo te dejaremos más hermosa de lo que ya eres— me animó Vicko, obligándome a entrar al probador con casi diez vestidos.

Cuando salí con uno de los últimos, ya rendida, las tres formaron una gran “O” con la boca.

— ¡Vaya! Te ves hermosa— dijo Annie.

—Preciosa, tía, le gustarás mucho más a mi tío— exclamo Alice radiante.

—Luce usted muy hermosa, mi Lady- me alabó una voz diferente, las cuatro giramos el rostro ante aquella dama, encontrándonos con Lady Hale.

—Gracias, mi Lady. Pero, no creo verme más hermosa que usted— dije sinceramente.

Ella rió

— ¡Qué modesta eres!

— ¿Rose, que haces por aquí tan sola? — cuestionó Annie.

—No lo sé, sólo buscaba adquirir un vestido hermoso y no me apetecía la idea de estar en compañía de Jane. Así que me refugie aquí, encuentro que los vestidos son más hermoso que allá— dijo señalando la tienda en la que no había podido comprar mi vestido.

—Nos lo llevamos— dijo Annie en tono autoritario.

La encargada del lugar empacó el vestido y las cinco salimos hablando animadamente.

El camino de regreso al castillo no fue largo. Al llegar cada dama se refugió en su habitación para estar  lista para la recepción de esa noche, Alice me acompañó a la mía. Edward fue privado de entrar a la habitación mientras me arreglaba, entre las dos Nanas me ayudaron para lucir realmente sorprendente. Ya lista me puse mis joyas, una de mi madre y la otra un regalo de la Condesa Sol. Me observé en el gran tocador, sorprendiéndome de mi aspecto.

El vestido era un diseño color uva que no me había tocado ver en alguna otra ocasión. El corsé tenía el escote recto, sin mangas, con la mitad de la espalda descubierta, la tela se pegaba a mi piel realzando la curva de mi cintura y redondeando mis pechos; desde la cinta que abrazaba mi cintura comenzaba la falda, que caía armoniosamente hasta el piso; desde la bastilla se alzaban unos diseños bordados en color negro que se iban haciendo cada vez más pequeños hasta que se perdían a la altura de la cadera. Mi cabello estaba acomodado en un hermoso peinado trenzado en varias direcciones desde la coronilla, las puntas se guiaban hacia un lado, a forma de coleta, cayendo en pronunciadas ondas por mi hombro izquierdo, en el nudo que amarraba mi cabello descansaba una peineta plateada con cristales que simulaba guirnaldas apuntando en varias direcciones. Bajo la tenue luz tintineaban los minúsculos diamantes de los pendientes que me había obsequiado Sol y el precioso dije de mi mamá que pendía de una pesada cadena de plata.

 —Estás… radiante— alabó mi Nana haciéndome sonrojar.

—Espectacular- concordó Nana Maya.

—Gracias— murmuré bajando la mirada apenada.

Mi pequeña sólo me miraba con una resplandeciente sonrisa y un brillo especial en sus ojitos. Ella también estaba radiante, lucía totalmente encantadora. Cuando estuve lista salimos de la habitación con mis Nanas y Alice, ella me tomaba de mano, parecía una hermosa princesa.

Al llegar a las escaleras pude observar a toda la gente que había llegado, sentí temor y me paralicé. El aroma de Edward, tan varonil y penetrante, me invadió y sentí sus labios en mi cuello.

—Tío— saludó Alice emocionada.

—Mis hermosas damas, lucen ustedes más bellas que nunca— dijo orgulloso y prácticamente comiéndome con la mirada.

Lo observé y me quedé boquiabierta de lo hermoso que lucía mi ángel.

—Tú no te quedas atrás, tío— dijo Alice sonriendo.

—Bueno, mis bellas damas, debemos bajar— nos indicó entrelazando nuestras manos.

Asentimos y nos encaminamos a las grandes escaleras.

—Les presento al Duque Edward Anthony Cullen Platt y a la Duquesa Isabella Marie Swan de Cullen, herederos del imperio Cullen— dijo la voz de un  hombre —en compañía de la pequeña Mary Alice Swan Cullen Brandon, hija de los difuntos Marqueses  Anabella y Charles Swan.

Los tres descendimos, las miradas estaban concentradas en nuestra presencia y más de uno se sorprendió y sonrió conmigo; supuse, admirando el arduo trabajo que no había llevado toda la tarde a nuestras Nanas y a mí. Todos aplaudían emocionados, mientras yo me aferraba muy fuerte a Edward para no caer. Un silencio absoluto se hizo presente en cuanto Edward de ubicó en la parte media de la escalera.

—Para mí es un honor que Lord Vulturi nos haya acogido en su casa y me permita  iniciar su baile presentando a la nueva Duquesa, mi amada esposa, Isabella Swan de Cullen— dijo Edward orgulloso.

Los aplausos no se hicieron esperar, Edward levantó sus manos en señal de silencio, unos aplausos sobresalieron de entre la multitud, secos y feroces, pero nítidos a medida que quien los producía se acercaba.

La gente iba abriéndole camino a aquel hombre, cuando estuvo a unos cuantos metros de mí puede reconocer aquellos ojos chocolate que hace meses que no veía, pero lo que lo  no reconocí en ellos fue la mirada resentida y de odio que los invadía. El hombre caminó sin retirar su mirada de la mía, solté a Edward de la mano y bajé a su encuentro. Pude sentir cómo Edward y, tras él, Alice, me seguían.

—Padre— saludé emocionada al recién llegado.

—Isabella— dijo él tajante.

No reconocí la expresión en el rostro de aquel hombre. Ese no era mi padre, el consentidor… era el condenador. Observó nuestras manos nuevamente entrelazadas y me fulminó con la mirada.

—Así que son esposos— recriminó en tono leve.

—Charlie Swan, deja ese tema para más tarde. ¿Me permites saludar a mi hija? — dijo una voz cantarina y melodiosa tras mi padre; provocando que mis ojos se enajenaran en lágrimas.

Él se movió, revelándome a una mujer de ojos claros y cabello rubio. La observé anonadada y todo se desconecto. No podía sentir la mano de Edward, ni sus palabras, sólo observaba aterrada la perversa visión que me ofrecían mis ojos y, odiándome, permití que todo se volviera negro a mi alrededor.

 

Capítulo 22: ÉXTASIS (+18) Capítulo 24: APARICION II !!!

 
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