Obligada a amar

Autor: Melii
Género: Romance
Fecha Creación: 28/06/2012
Fecha Actualización: 01/09/2014
Finalizado: NO
Votos: 30
Comentarios: 157
Visitas: 104622
Capítulos: 44

 OBLIGADA A AMAR

 

Me llamo Isabella Swan, pero todos me llaman Bella, tengo 22 años y siendo tan joven mi madre ya arruino mi vida por completo. Yo lo tenía todo, dinero, amor, felicidad y una familia muy unida. Pero mi familia quiebra, y pierde todo su dinero, quedándole solamente, mi casa y ahorros de una pequeña herencia. Al verse sin dinero, mi madre me ha hecho casar, enamorar, desenamorar, y lastimó lo que yo mas amaba en el mundo, mi novio Jacob. Ese hombre es Edward Cullen, un hombre de debo admitir que es muy apuesto, pero en fin, él junto con mi madre acabaron con la poca felicidad que me quedaba.

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Capítulo 36: Corazones rotos y verdades

Bueno primero que nada... Pueden matarme si quieren!!

Lo se, dije que el capitulo seria mas largo por el retraso de casi un mes que tuve..

Pero bueno, estuve primero con examenes, luego vacaciones, preparativos para el viaje de egresados, la fiesta de egresados,  y nuevamente tengo examenes dentro de dos semanas!!

Pero esta vez no les prometo, LES JURO que para antes de la semana que viene esta el nuevo capitulo (Ya lo tengo casi terminado, por eso jajaja)

Segundo: !!!!GRACIAS A VHICA!!! por betear el capitulo,  este y todos los que vienen...

Y por ulyimo!!!

Muchas gracias a ustedes, por bancarme tanto tiempo!!! Ya va un mes sin que publique algo y siguen ahi!!!

 

Edward llegó al hotel en el que se estaban hospedando él, Clara, Kate y Tanya.

—¿Y?  ¿Los viste?

—Sí, y Bella no quiere verme, dijo que puedo ir a verlo en el horario de visita y que tu puedes ir a verlos cuando quieras.

—Lo siento tanto.

—Está bien Clara no importa, me lo merezco.

—Pero es tu hijo, tienes derecho a…

—Y ella no me lo niega, puedo verlo.

—¿Cómo es?

—Es hermoso, es chiquito y estará en incubadora un tiempo hasta que gane un mas peso, pero fuera de eso es hermoso y de su color bueno, se ve que Bella abra tenido algún inconveniente en el parto y está mas moradito de lo común, pero en unos días o quizás menos ya estará bien.

—Fue niño.

—No importa, viviré por él, solo por él sí Bella ya no quiere saber de mi.

—No digas eso, ya verás que con el tiempo recapacitará las cosas.

—No, no lo hará, la dejé sola, no le permití volver a su propia casa.

—Estuvo en la casa de sus padres, estoy segura que nada le faltó, ya verás que con el tiempo pensará bien las cosas, esa chica te ama y se nota.

—¿Qué tal si ya no lo hace?

—Si lo hace, estoy segura de eso.

—Deberías tomarte vacaciones Clara, has estado tan pendiente de nosotros todo este tiempo.

—No importa, lo hago porque me importan ambos.

—Gracias, ni mi madre se preocupó tanto por mí.

—¿Tu madre? Estoy segura que Esme está igual de preocupada que yo.

Edward sonrió, claro que Esme se preocupaba por él, y por eso la amaba.

—No hablo de ella, no es mi madre, si del corazón, pero no biológica.

—Lo sé.

—¿Bella te lo contó?

—¿Qué? Oh, no ella… yo… Tengo algo que decirte Edward.

—¿Si?

—Conocí a tu madre.

Edward se paró de la silla y la miró desde su nueva posición.

—¿La conociste?

—No sé como decírtelo.

—Solo dilo, si sabes algo de ella, dímelo.

—Yo soy tu madre Edward.

—¿Qué? No, eso no puede ser.

—Lo sé, debe ser vergonzoso enterarse que tu madre trabajó como ama de llaves y luego como cocinera.

—No, no es vergonzoso, ¿hace cuando te conozco? ¿cinco, seis años y nunca me lo dijiste?

—Lo siento, porque crees que siempre que Carlisle iba a visitarte yo tenía compromisos, estoy segura que él me aborrecía.

—No lo creo, pero eso no importa, él encontró a Esme y se amaban.

—Lo sé.

—¿Por qué ahora?

—Porque no quería seguir mintiéndote.

—Creo que ya es tarde para preocuparte por eso ahora, lo hubieses pensado hace 20 años.

—Lo siento mucho.

—Perdón, no estoy en mis mejores días, mejor bajemos a tomar algo, tengo varias cosas que preguntarte.

—Lo sé y estoy dispuesta a responderlas.

.

.

.

Un llanto despertó a Isabella, vio hacia la incubadora de su bebé pero ya no estaba, había sido reemplazada por una cunita celeste.

Se trató de incorporar lo más rápido que pudo, pero el dolor que sentía en todo su cuerpo le impidió incorporarse sin tener que quejarse.

Una vez que estuvo sentada en la cama lentamente se inclinó para tomar a su bebé.

—Shhh… — Dijo mientras lo acunaba en sus brazos y lo mecía.

—Bebé, es la primera vez que te escucho llorar, fuiste muy fuerte pequeñín, ya pronto nos iremos los dos a casa. —Comenzó a hablarle una vez que había dejado de llorar. – Te encantará tu cuarto, yo me encargué de él, te compré muchas cosas para que puedas jugar, los primeros meses dormirás en la habitación de mamá.

Unos golpecitos en la puerta la hicieron callarse, luego de los suaves golpes entraron dos enfermeras.

—Hola Señora Cullen, ¿Cómo se encuentra?

—Swan.

—Bueno no importa, estoy segura que dentro de poco querrá ser Cullen de nuevo.

—¿Por qué lo dice?

—Yo solo lo digo.

—Bueno, veamos cómo está el muchachito más hermoso de todos. —Dijo la otra enfermera.

—¿Cuando lo cambiaron de la incubadora?

—Oh… Tenía que pasar al menos tres días en la sala neonatal dentro de ella, pero su color de piel ya está bien y mírelo, hasta puede llorar, tiene unos increíbles pulmones, escuchamos desde afuera su llanto.— Dijo la enfermera haciéndole cosquillitas al bebé, que no tardó nada en reírse.

—¿Tú te encargas? —Preguntó la enfermera que había hablado primero.

—Sí. — Contestó la otra.

La enfermera se retiró quedando solo una en la habitación.

—Bueno, hay que ponerse serios, ¿de acuerdo? — Preguntó dirigiéndose al bebé que aun se reía por las cosquillas.

—No te tomas nada en serio ¿verdad? — Preguntó divertida—. ¿Puedo cargarlo?— Preguntó esta vez mirando a Isabella.

—Sí, claro. — Le tendió al bebé para que lo tomara.

—Bueno campeón, te dejaré aquí un segundo mientras reviso a mami.

—¿Me dirá por qué no está en la incubadora? Digo ¿no es malo para él?

—No, para nada, estuvimos dándole leche para recién nacidos, es buena pero no es como la leche materna, y estoy segura que en unos días recuperará todo el peso que necesite y más, mírelo como está ahora, en perfectas condiciones.

—Sí, es hermoso.

—Sí, lo es, es igualito al padre. — Comentó mientras revisaba a Bella.

—¿Al padre? ¿Cómo lo conoce?

—Bueno, él ha estado aquí. Solo se fue a su casa unas horas y volvió, no se despegó de la sala neonatal hasta que sacamos al pequeñín.

—Estuvo aquí, pero no sabía que se había quedado.

—Pues sí, luego de haberla visitado a usted, y vio que llevamos al niño a la sala, pff…   le cuento, no se despegaba de la mampara, igual es mucho más  tranquilo que cualquier otro padre primerizo.

—Es pediatra, cuando lo vea, dígale que pase por favor, tenemos cosas que hablar.

—Se lo diré, ahora es turno de atender a esta hermosura. — Dijo tomando al bebé. — ¿Supongo que no sabe darle pecho?

—Supone bien.

—Bueno, le explicaré, así este chiquitín dejaré de ser tan chiquitín.

—¿Le gustan los bebés?

—Amo los niños, son tan hermosos, mi compañera la que entró conmigo los odia, no sé cómo puede trabajar en este sector del hospital y odiar a los bebés.

—Es bueno saberlo.

—No es mala, solo es un poco rara.

Se despidió de la enfermera una vez que le había explicado como amamantar a su pequeño.

—Bueno, mami está cansada y le duele el cuerpo, así que es hora de dormir. —Dijo mirando al bebé que estaba muy entretenido mirándose los pies mientras de los intentaba agarrar, pero cuando no podía se reía. —¿O es hora de jugar con nuestros pies?

Media hora pasó mientras intentaba dormirlo, pero seguía tan despierto.

—Veo que no tienes ganas de complacer a mami. Pero no importa, eres tan hermoso pequeño.

—Hola. — Una voz la sobresaltó, pero ni se molestó en ver quien era porque ya lo sabía.

—Hola.

—Veo que te tiene sin dormir.

—Sí, acabo de amamantarlo, tiene todas las pilas puestas.

—¿Puedo cargarlo?

—Edward…

—Por favor.

—Está bien. —Dijo alzándoselo.

—Es hermoso Bella, gracias.

—Gracias ¿por qué?

—Lo cuidaste de la mejor forma por nueve meses.

—Es mi hijo también, no haría nada para dañarlo.

—Lo sé.

—Lo sacaron de la incubadora, aun no recupera su peso, ¿te explicaron por qué?

—Dijo la enfermera que en unos días lo recuperará si sigo dándole pecho.

Edward se fue hasta la cuna y vio la libreta que estaba enganchada al pie.

—¿Qué haces?

—Nada.

—Edward.

—Solo miro cuánto pesa.

—¿Y?

—2.200 Kg — Dijo dirigiéndose a Bella—. Vamos campeón, unos gramos más y te darán el alta.

Ambos se quedaron en silencio, Bella solo porque él lo hizo y él por ver algo en la misma libreta que había visto el peso.

—Le pusiste Anthony como yo.

—Sí.

—Bella, ¿podemos hablar?

—Sí.

—¿Podrás perdonarme por lo que hice?

—No.

—Bella, en serio estoy arrepentido, fui un estúpido.

—Lo sé, pero no cambia nada, ¿te das cuenta que dudaste de mi? ¿De la paternidad de mi hijo? ¿Qué le creíste mas a un idiota a que a tu mujer?

—Si lo sé y lo siento mi amor, fui un idiota lo reconozco, pero no puedo vivir sin ti Bella.

—Lo has hecho durante nueve meses.

—Sí, con la única esperanza de recuperarte.

—Ya es tarde para eso Edward.

—No lo es mi amor, por favor, haré lo que me pidas.

—¿Lo que te pida?

—Sí, lo que me pidas.

—Entonces quiero el divorcio.

—¿Es broma verdad?

—No.

—Bella no me puedes hacer esto.

—Lo siento, deberías haber pensado en eso antes.

—No puedo vivir alejado de ustedes.

—Tú ya sabes donde vivo, nadie te impide que veas a tu hijo.

—¿Y a ti? ¿Podré verte?

—No.

—Bella, yo te perdoné una vez y lo haría mil veces, solo dame una oportunidad.

—Cállate, creí que ese tema ya estaba olvidado.

—¿Podrías olvidar si yo me quisiera ir con otra mujer el día de nuestra boda?

—Nos estaríamos ahorrando esto — Acotó Bella, pero no pudieron seguir con la discusión porque un llanto los interrumpió.  —Pásamelo.

—No importa, yo lo tranquilizo.

—Pásamelo Edward.

—¿Dijiste que nos estaríamos ahorrando esto? Yo no me arrepiento de nada y lo viviría las veces que sea necesario si nos llevaría a esta hermosura.

—¿Lo quieres?

—¿Bromeas? Claro que lo quiero, es mi hijo, míralo es imposible no quererlo.

—La última vez que te vi no dijiste eso.

—Bella por favor, no sigas torturándome más.

—Lo siento, pero es algo que me costará olvidar.

—Por favor, haz el intento.

—Está bien.

—¿Me perdonarás?

—No lo sé.

—Bella por favor.

—Nada volverá a ser igual, al menos hasta que…

—Lo sé, créeme que para mí fue difícil estar contigo en un principio  y te entiendo, se que estuve mal y te traté de…

—Edward.

—Lo siento.

—Está bien.

—Gracias.

—Mira, se quedó dormido en tus brazos.

—Sí, ya respira bien, ayer cuando vine le constaba respirar, pero ahora está perfecto.

—No lo cuidé bien.

—¿Por qué dices eso?

—Porque hubiese nacido sin ningún problema.

—Fue mi culpa.

—¿Qué?

—Si Bella, yo te sometí a ese estado, fue la presión, el estrés, se acumuló todo.

—Si puede ser que haya sido tu culpa pero no lo fue.

—¿Gracias?

—Eso supongo.

—¿Lo quieres tomar?

—Sí.

Edward le pasó a Anthony para que ella lo pudiera cargar.

—Tiene tus ojos.

—Sí, ayer lo vi.

—¿Estuviste todo el día aquí verdad?

—Sí.

—No es necesario Edward, no me siento cómoda si estás dando vueltas, ya sabes los horarios de visitas, no tiene sentido que te quedes…

—Quiero quedarme.

—Pero yo no.

—Tienes razón, no quiero incomodarte.

—¿Me dejas sola con él?

—Sí, puedo volver en un rato si quieres.

—No, vuelve mañana si lo quieres ver.

—Pero son las cinco de la tarde, todavía no acaba el horario…

— ¿Para qué preguntas entonces?

—Lo siento, tienes razón, volveré mañana.

—Adiós.

—Adiós… ¿Bella?

—¿Si?

—Perdón.

—Está bien, ve Edward, no te creas que podrás salir de aquí o volver a tu casa sin que Esme te reprenda.

—Lo sé, fui un estúpido y estoy arrepentido.

—Sí, lo fuiste.

—Te amo Bella.

—Hasta mañana Edward.

—Hasta mañana.

.

.

.

 

 

Capítulo 35: Errores Capítulo 37: Avances

 
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