Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63194
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

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Capítulo 10: Ira

Lo odiaba ¡Maldita sea! Me odiaba a mí misma por haber llegado tan lejos con Edward. Mi mamá tenía razón cuando insistía en que los hombres sólo querer acostarse con uno y nada más ¡Qué rabia tenía! Había caído redondita en sus garras ¡Uyyyyyyyy! ¡Te odio Edward Cullen! ¡Te odio con toda mis fuerzas! ¿Por qué mierda me hiciste esto? ¡Arg!

Ahora, creo que hubiese preferido tener mi primer encuentro sexual con Rob, en vez de este espécimen aparecido, al menos con Rob teníamos una especie de amistad que no se hubiese roto con una acostadita más o una de menos.

En toda la semana no pude dejar de acordarme de él, a pesar de que intentaba bloquearlo al máximo. El día que lo encontré con la mina saliendo de su pieza, merodeé por varios lugares, no podía llegar a la casa tan luego. Por esa misma razón lo odié cada vez más.

Lloré, pero lloré de rabia, hirió mi ego, él había hecho lo que se le antojó conmigo, pero estaba segura de que alguna vez se arrepentiría. Mi móvil no dejó de sonar en todas la semana ¡Era Edward! ¡¿Qué quería ese imbécil?

—¡Mamá! ¿Puedo cambiar el celular? —espeté con rabia mientras el celular se retorcía en brincos y centellas de colores, avisando que llamaban.

—¿Para qué? No llevas ni cinco meses con ese aparato nuevo —respondió irritada.

—¡Está muy viejo!, además quiero cambiar el número —insistí.

—¿Para qué? No, Bella, lo siento —decretó definitivamente y salió de la cocina.

Era viernes en la tarde. Mi móvil volvió a vibrar ¡Era Joyce!

—¡Hola Chuck! — exclamó animosa.

—¿Por qué Chuck? —reclamé, últimamente andaba algo mal genio.

—¡Desaparecida en acción! —rompió a reír en una carcajada.

Mmmm, es verdad, pero eso ya pasó —determiné con pica.

—Y ¿Dónde andabas? —podía ver sus verdes ojos esmeraldas cargados de intriga.

—Una larga historia… —respondí, intentando esconder mi desgano.

—Pero… ¿Volvemos a la acción? —soltó una risotada perversa.

—¡Hoy mismo! —reí picada.

—¡Bakán! Te paso a buscar como a las diez ¿te tinca?

—Obvio, voy a estar lista, ¡Muero de ganas por salir! —lo recordé a él y quise carretear con más ganas.

—Entonces nos vemos… —utilizó ese tono ladino, como cuando los niños hacen maldades.

¡Bien! Eso era lo que tenía que hacer: salir, carretear, pasarlo bien y olvidarme de estupideces o estúpidos. Me metí a la ducha. Me arreglé con énfasis, tomé mi pelo en una cola, levantado de adelante, unos jeans pitillos, hiper ajustados y una polera strapless, que hace tiempo no usaba. Me maquillé los ojos negros y la boca la pinté roja ¡Me veía guapísima! Cualquier hombre caería a mis pies, sin pensarlo mucho.

Joyce me pasó a buscar a la hora. Nos fuimos directo a "La Cueva del Ratón". Corrí a la barra donde Andrew a pedirle una roncola —como en los viejos tiempos—. Él se puso feliz de verme.

—¡Hola, desaparecida! —sus verdes ojos se iluminaron, esbozando una gran sonrisa.

—Pero ¡Volví! Es lo que importa ¿no? —lo besé en la mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios ¡Quedó feliz! Y yo me sentí satisfecha.

Me tomé el ron mientras bailaba junto Joyce. Las luces nos daban un aspecto muy sensual, y lo confirmábamos porque había muchos ojos observándonos hipnotizados. Fuimos por el segundo ron. Ahora estaba como , pero en fin, a mi me gustaba así. Empecé a olvidarme de todos esos rollos con Edward.

Ya me sentía media arriba de la pelota mientras bailaba, sin embargo estaba feliz. Alguien me cogió por la cintura y comenzó a bailar conmigo, muy sensualmente ¡Era Rob! Pasó sus brazos por detrás de mi cintura y pegó su rostro de mino regio al mío. Joyce se había desaparecido con un desconocido, así que daba lo mismo, no se pondría celosa.

Nuestros cuerpos estaban completamente sudados por el baile, la música y el calor ambiental. Rob me fue a buscar un tercer ron. Volvió con él y cuando se disponía a pasármelo y yo extendí la mano para coger el vaso, hizo el brazo hacia atrás. Lo miré una risita en los labios.

—¿Qué pasó? —pregunté media ebria.

—Es con peaje —rompió a reír.

—Bueno —me acerqué y le di un piquito.

Se entusiasmó y me aferró por la cintura, introduciendo su lengua tibia y fresca, como cuando recién has bebido un trago. Yo respondí sin pudor, él igual me gustaba. Seguimos bailando, nos tomamos el resto del ron y ahora sí que estaba bastante arriba de la pelota. Me cogió, y al ritmo de la música me arrastró hacia uno de los lugares más privados. Sus manos tibias y ansiosas comenzaron a recorrer mi cuerpo, especialmente mis pechos y mi entrepierna, pero por encima de la ropa. La temperatura se nos fue elevando y su voz se tornó bastante errática.

—Quizás podemos terminar lo que empezamos la vez pasada —susurró en mi oído.

—Puede ser, no es mala idea —sonreí, dispuesta a todo.

El mundo giraba a mi alrededor, pero lo podía controlar. Me tomó de la mano y nos fuimos por la orilla de la barra, pero antes de salir, fue por otro Ron. Cuando volvió me aferró por la cintura, apoyando mi espalda en la barra, a vista y paciencia de quien quisiera mirar. Inclinó su rostro para besarme largamente, y luego, cariñosamente, me dio un agarroncito en el trasero. Rompí a reír, él estaba frente a mí, pasándolo también como yo. De repente tuve la mala ocurrencia de mirar para el lado y ahí estaba él ¡Con los ojos como platos! Y el rostro deformado.

—Voy a buscar mi chaqueta y nos vamos —partió Rob y Edward se acercó.

—¿Podemos hablar? —masculló con la mandíbula apretada.

—No tengo nada que hablar contigo —articulé como pude algunas palabras.

Enseguida llegó Rob. Saludó a Edward con una gran sonrisa en los labios.

—¿Vamos? —musitó, mirando de reojo a Edward.

—Vamos… —contesté y le di la mano.

Nos fuimos por el pasillo y sé que él no dejó de observarme ni un segundo. Llegamos a un motel que quedaba cerca de "La Cueva" ¡Nunca había ido a uno! Era sencillo, pero daba lo mismo. Rob atrapó mi cuello y me dio un gran beso, húmedo y ansioso. Yo saqué su polera y él la mía, liberando mis pechos de inmediato, con los que jugó, presionando a uno de ellos y luego, hundiendo su boca tibia en ambos. Se deshizo de mis zapatos y luego, continué yo desabrochando su dificultoso cinturón, para seguir con el botón del jeans y el cierre. Siempre acariciando su masculinidad con ímpetu. Él me cogió por la cintura y me arrastró a la cama, abriendo mis pantalones hasta quitarlos por completo. Nuestros cuerpos hervían.

Dirigió sus manos hacia mis pantaletas para quitarlas. Hice lo mismo con sus boxer. Nuestras partes íntimas estaban desnudas y se rozaban a poco andar, incrementando el calor ambiental hasta que, al parecer, le dieron sus cinco minutos de conciencia y se paró para ir en busca de su pantalón. Volvió con un sobrecito plateado y lo abrió. Se puso un preservativo y luego se acomodó entre mis piernas, introduciéndose en mí, con fuerza y decisión.

Era distinto, no podía sentir lo mismo, y no sabia si era a raíz del alcohol o del condón. Me costaba apreciarlo, no como a Edward. Él noto algo extraño en mí.

—¿Pasa algo, Bella? —preguntó con la voz deformada por la emoción.

—Nada —intenté sonreír.

Rob continuó entrando y saliendo de mí, hasta que lo sentí llegar al clímax, sin embargo, yo no pude, no podía sacarme a Edward de la mente. Salió de mi interior y fue al baño a deshacerse del preservativo. Yo me paré y me vestí como pude, porque me costaba trabajo mantenerme en pie. Él salió con una gran sonrisa de victoria del baño y dijo.

—Creo que me mentiste —exclamó con picardía.

—¿Por qué? —no procesé bien su pregunta, creo que el alcohol entorpecía mi entendimiento.

—¡No eras virgen! —esbozó una gran sonrisa.

—Bueno, a pasado un tiempo desde la última vez que estuvimos juntos —fui honesta.

—Y ¿Me vas a decir que en ese lapsus pasó? ¡Vaya! Es peligroso dejarte sola un tiempo —exclamó divertido.

Asentí.

—Bueno no te creo mucho, pero de todos modos estuvo ¡Genial! —claramente teníamos conceptos distintos de la palabra genial. Sonrió nuevamente y con sus dos manos cogió mi rostro para besarlo.

Nos fuimos del motel. Él me dejó en la entrada de la casa. Me bajé, pero antes, tomó mi mano.

—Lo pasé maravillosamente ¡Espero que tengamos una segunda! —me dio un beso suave.

Abrí la puerta y me bajé. Por como estaba la calle noté que hacía frío, pero yo no sentía nada, el alcohol me hacía inmune. Tomé las llaves y cuando las iba a introducir en el portón, una mano tibia y fuerte me tomó por el brazo.

—¡Bella! Necesito que hablemos —musitó ansioso. Era exquisitamente bello.

Me di media vuelta como pude y respondí.

—¿Qué?

—¿Por qué estás haciendo esto? —me increpó.

—¡Tú lo hiciste primero! —respondí con rabia.

—No hice nada… ¡Te lo juro! —dijo al borde la desesperación, lo pude ver en sus ojos de miel que brillaban angustiados.

—Pero yo sí, así que, da igual. Nada nos obliga a estar juntos —fui perversa.

—¿Te acostaste con él? —preguntó incrédulo.

—Sí, recién y también me gustó, no tienes la exclusividad —le conté sólo para herirlo.

Su rostro se deformó ante lo que le acababa de escuchar.

—¿De verdad? —no daba crédito a lo que oía.

—Sí —ahora ya me estaba medio arrepintiendo.

—¿Y lo dices así como si nada…? —espetó sorprendido y muy molesto.

—Da igual, nosotros no tenemos nada —eso era lo que más me dolía.

—¡Bella! No sabes lo que dices…

—Sé que no quiero saber nada de ti Edward, eso lo tengo clarísimo.

—¡Qué lástima! Yo pienso totalmente distinto…

—Así y ¿Por qué? —fui desafiante.

—Sólo quería decirte que realmente ¡Te amo!

Quedé atónita ante sus declaraciones. Enmudecí. Él dio media vuelta, tomó su Volvo último modelo y se fue. En mi interior, quedé con el corazón hecho añicos, creo que a mí me pasaba lo mismo que a él, aunque no quería reconocerlo.

Capítulo 9: Bola de cristal Capítulo 11: ¿Arrepentimiento?

 
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