Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63192
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 15: Hombre de ensueño

Me levanté cerca de las seis de la mañana ¡Día domingo! Impensado en mí, pero lo de anoche no me dejaba en paz. Las imágenes de Phil tocándome me atormentaban una y otra vez, sin pausa. Quería salir corriendo y escaparme, pero ¿Dónde iría? No me marcharía con Charlie, porque eso significaba alejarme de Edward, y era lo último que querría en la vida, él era el único que me comprendía, por eso lo amaba.

Salí de mi pieza y fui a la cocina, muy sigilosamente. Reneé estaba ahí, preparándole desayuno a su marido. Las palabras no fluían con facilidad, me hice de valor y le hablé.

–Mamá necesito conversar contigo… –dije algo incómoda.

–¿Ahora? No puede ser más tarde. Phil me está esperando en el dormitorio –contestó ignorándome.

Me puse a su lado.

–Es importante… –insistí.

–¡Ay! Tanto Bella, que no puedes esperar un par de horas… –exclamó molesta.

–Sí, por favor –me sentía angustiada.

De mala gana se dio media vuelta hacia mí y sus ojos celestes como el cielo me increparon.

–¿Qué pasó? –puso las manos en su cintura, desafiante.

–Mamá… eeee, bueno…

–¡Dime de una vez por todas!

–Es sobre Phil –dije sin más titubeo.

–¿Qué le sucede a Phil? –exclamó alarmada.

–Bueno, a él nada… es a mí.

–¿Cómo Bella? ¡No te entiendo! Sé directa –tenía los ojos desorbitados.

–Él anoche, bueno, intentó tocarme –mi voz estaba a punto de quebrarse.

–¿Cómo es eso? ¡Explícate! –iba subiendo el tono de su voz.

–Entró a mi pieza e intentó acostarse conmigo… –sentía que las manos me transpiraban helado.

Quedó muda. Me observaba con rabia.

–¿Qué dices?

–Eso pasó… –dije a punto de llorar.

–Tiene que haber sido idea tuya Bella…

–¿Qué dices? ¿Cómo puede ser idea mía?

–Bueno tu vives llegando ebria y quizás te imaginaste todo… –ahora volvía a hacer las cosas de la casa normalmente.

–¿Qué? No mamá ¡Es cierto! –contesté furiosa.

–Lo siento Bella, no te creo. Tú eres demasiado conflictiva y estás buscando cómo descomponer mi relación con Phil, pero no lo vas a lograr ¡Te juro que no lo harás! –tenía los ojos inyectados de ira.

–Pero mamá, es cierto…

–Y ¡Qué mierda! Si no estás a gusto te vas con Charlie y se acabó el cuento –dijo indignada.

Tomó la bandeja y se fue a su dormitorio. Sentí que un gran nudo en la garganta se apoderó de mí y quise llorar. Fui a mi cuarto, tomé mi móvil y salí. No tenía rumbo fijo, pero al menos, aquí, en la calle, me sentía a salvo. Me senté en un banco de una plaza cercana y un mar de lágrimas invadió mi rostro y mi corazón ¿Cómo podía pensar Reneé que le inventaría algo así? ¿Tan mala persona era yo para que creyera eso? ¡Oh, por Dios! Qué pena tenía… Sentía que mi mundo se hundía sin parar, entonces, sonó mi móvil. Miré la hora, eran casi las nueve.

–Hola mi vida –dijo con su voz dulce y perfecta.

–Hola –contesté con la voz tapada por el llanto.

–¿Qué te pasó Bella? –exclamó alarmado.

–Nada… –mentí, no quería que él se enterara de semejante aberración.

–¿Cómo nada? Estás llorando mi amor –estaba muy preocupado.

–Es sólo que tengo pena –contesté para desviar su atención.

–¿Por qué mi amor? –su voz de terciopelo me envolvía en vida.

–De verdad nada importante… sólo discutí con mi mamá.

–Te voy a buscar –preguntó impaciente.

–Yo voy a tu casa… –corté el móvil.

Cogí una micro y me fui hasta su departamento. Cuando llegué Alice y Edward estaban desayunando, eran casi las diez de la mañana.

–¿Quieres algo? –me preguntó ella entusiasmada.

–No, gracias –no tenía apetito.

–De verdad mi amor, estoy seguro que no has tomado desayuno aún –me miró intentando de descifrar mi rostro.

–No, en verdad no tengo hambre, gracias.

Ellos conversaron algunas trivialidades, comentaron unas noticias del periódico y Alice se levantó de la mesa con sus cosas, lista para llevarlas a la cocina.

–Yo me baño y después me dejan en el aeropuerto –me guiñó un ojo.

En cuanto se paró Alice de la mesa, Edward se fue a mi lado, tomó mis manos y después de buscar mi mirada, tomó mi mentón con una de sus manos, obligándome a incrustarme en sus ojos de miel.

–¿Qué pasó mi vida? –preguntó con demasiada ternura.

–Nada… –rompí a llorar como una Magdalena.

Edward, se inquietó, sus ojos mi miraban angustiados e insistía en su pregunta.

–Vamos Bella, me lo puedes contar…

–Es complicado –contesté, no quería que él me fuera a dejar por eso, si él me abandonaba ahora, moría.

–Dímelo por favor –suplicaba con tensión.

Inspiré hondo y comencé a hablar.

–Anoche, después de que tú me dejaste en la casa me acosté…

–Y ¿Qué pasó? –me miraba con ternura.

–Phil se metió a mi cama…

–¿Qué? ¿Phil? ¿El marido de tu mamá? –casi se le cayó la mandíbula por la impresión.

Asentí.

–¿Qué te hizo? –ahora estaba más descolocado– ¿Qué más hizo aparte de tocarte?

–Nada, no alcanzó, porque yo me encerré en el baño y no salí hasta que llegó Reneé.

–Y ¿Le contaste?

–Sí, pero no me creyó –las lágrimas no acababan de salir de mis ojos.

–¡Maldito infeliz! ¿Cómo te pudo hacer algo así? –decía con desesperación– ¿Alguna vez antes te hizo algo? –insistía demasiado angustiado.

–No… que yo me acuerde al menos.

–Mi amor, mi vida linda ¿Por qué te pasan estas cosas? –apretó mi cabeza en su hombro y acarició mis cabellos con ternura.

Luego tomó mi rostro entre sus manos y me miró con los ojos humedecidos.

–Te juro, por mi vida, que si te llega a tocar un pelo ¡Lo mato! –me besó suavemente en los labios.

En poco rato salió Alice, lista para irnos. Edward ya estaba levantado, así que tomó su maleta y partimos al aeropuerto a dejarla. La despedida fue corta, mi amor había quedado extraño con la noticia, estaba en otra. Antes de embarcar Alice me abrazó y dijo.

–Espero que nos veamos pronto Bella –besó mi mejilla.

Le devolví la sonrisa, pero sin mucho ánimo. Ella realmente me agradaba, pero ahora, no era el mejor momento. Edward me tomó de la mano, pero antes de subirnos al auto, me dio un largo beso, apasionado y cálido. Yo lo abracé con fuerza, lo miré a los ojos y dije mi verdad.

–¡Te amo!

Él me abrazó nuevamente y volvió a posar sus labios a los míos. Esa tarde nos fuimos a pasear, sólo quería estar con él y con nadie más. Fue espectacular, conversamos, nos reímos y compartimos muchas cosas que nunca antes habíamos hablado. A las cinco y media partimos a su departamento.

Llegamos y aún quedaban los residuos del desayuno en la mesa del comedor. Lo tomé por el cuello y lo besé desenfrenadamente. Él sonrió y me aferró a su cintura con pasión. Pasó una de sus tibias y suaves manos por mi frente y me miró con sus ojos critalizados por el amor.

–¡Te amo Isabella Swan! Y no dejaré que nadie te haga daño nunca –besó mi frente.

–Y yo a ti Edward Cullen.

En ocasiones quería ser más grande, para tener más libertades y estar con él todo el tiempo que quisiera, sin tener que llegar al infierno de la casa donde vivía. Edward me tomó un muslo y acarició su borde interno. Mi corazón rápidamente se empezó a acelerar y la sangre recorría mi cuerpo en un tiempo récord. Me recostó sobre el sofá grande y sacó mis zapatillas. Luego mis pantalones, y con demasiada sutileza, se dirigió a mi polera y polerón y se deshizo de ellos, dejándome sólo en ropa interior. Con paciencia me hizo doblar una de mis piernas y comenzó a besar el borde interno de éstos.

–¡Eres exquisita! Déjame sentir tu aroma… –insistía mientras recorría mi cuerpo.

Luego subió hacia mí y me besó con calma. Tomó mi sostén, que se abría por delante y a la perfección lo abrió, liberando mis pechos, ya erizados sólo por el contacto con su piel. Pasó sus manos por mis pezones y luego hundió su boca en uno de ellos, lamiéndolo con intensidad y provocando que se endurecieran aún más. Con cuidado, bajó su mano a mi intimidad y la acarició, sonriendo satisfecho al darse cuenta que estaba completamente húmeda. Metió su mano por mi pantaleta y metió uno de sus dedos en mi interior, haciéndome estremecer, pero rogando que se introdujera en mí.

–¡Ven! –le dije con voz suave, pero impaciente.

–No aún –posó sus labios sigilosamente en los míos.

Me dio su mano y ayudó a levantarme, haciéndome arrodillar en la orilla del sofá, apoyando las manos sobre el respaldo. Él se puso tras de mí y me susurró al oído.

–Cierra los ojos… sólo disfruta –su hálito testosterónico me enloquecía.

Sus manos tibias bajaron mi pantaleta azul y él se acomodó entre mis piernas para besar mi intimidad, haciéndome olvidar todo mal rato que pudiese haber pasado. Su lengua, deliciosa, recorría cada parte de mí y me hacía necesitarlo más y más cada vez. Oí como deshizo de su cinturón y luego, escuché como se bajaba sus pantalones, mientras yo me humedecía cada vez más. Me tomó por las caderas y con delicadeza me habló al oído nuevamente.

–Agáchate un poquito más –bajó mi espalda un poco e instantáneamente me hice hacia atrás.

Llegó uno de los momentos más exquisitos y lo sentí introducirse en mí, con habilidad y maestría. Él entraba y salía de mí, mientras sus manos estaban pegadas a mis caderas, que se movían con rigurosidad para complacerlo. Oía sus quejidos cada vez más intensos y poco a poco se inclinaba para besarme en una de mis orejas y mi espalda ¡Cuánto amaba estar con él! Era lo mejor del mundo.

Nos seguimos amando con ansias y yo seguí siendo suya por un par de horas más al menos, pero eso me hacía feliz ¡Era maravilloso sentirlo dentro de mí! Lo amaba cada día más y cada vez que hacíamos el amor, parecía que me llenaba de una sensación de felicidad y saciedad que no sabía explicar.

Ese domingo nos quedamos hasta entrada la madrugada, yo no me atrevía a llegar a mi casa, tenía miedo de encontrarme con él. Pero antes de bajar del Volvo, Edward tomó mi rostro entre sus manos y me dijo.

–Tú eres mía, sólo mía y no dejaré que nadie te haga daño ¡Te lo prometo!

Asentí.

–Si me necesitas, estaré en mi móvil, por favor, no dudes en llamarme –posó sus labios en los míos y los entreabrió para dejar pasar su lengua dulce y deliciosa.

Llegué a la casa y mi madre me ignoró por completo. No preguntó nada, pero tan sólo con su mirada me hizo sentir sucia, mal ¿Por qué estaba haciendo eso? Me encerré en mi dormitorio y quedé absorta en mi mundo, con Edward en la mente, que era lo único que me permitía vivir en paz.

Capítulo 14: Sorpresas Ingratas Capítulo 16: Mis dulces 17

 
14436702 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10755 usuarios