Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63198
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 5: La primera vez

El sábado siguiente, Edward me llamó para que nos juntáramos. Cuando vi su nombre en el móvil, sentí que mi corazón estallaría de alegría. Obviamente, le dije que sí y nos reunimos a las diez en "La Cueva del Ratón", donde ambos íbamos regularmente a bailar, y donde el gorilote me ponía problemas para entrar. Llegué y él, ya estaba en la fila para entrar. Sus ojos se iluminaron cuando me vieron.

—Hola —me besó en la mejilla y eso me desilusionó un poco.

—Hola —me obligué a sonreír, yo no era así, romanticona.

—¿Cómo estuvo el colegio? —preguntó suspicaz.

—Bien, gracias y ¿Tu universidad? —contra pregunté nerviosa.

—Muy bien —me miró y sonrió.

Él pagó su entrada, las mujeres teníamos free pass, así que el gorilote me tuvo que dejar pasar no más. Antes de entrar y sin que Edward se diera cuenta, le saqué la lengua en venganza, jajaja. Una vez dentro, fui donde Andrew y le pedí una roncola —por cuenta de la casa, por supuesto— y Edward bebió lo mismo. La música se oía fuerte, conversamos harto, mientras yo tomaba mi trago y él, el suyo, pero con más calma. No podía dejar de mirarlo, era demasiado hermoso. Cuando se terminó mi primer ron, fui por el segundo, pero él me detuvo en seco y me arrastró a la pista de baile. Nos divertimos muchísimo, yo sentía su cuerpo fuertemente apegado al mío, hasta que lo tomé por el cuello y lo besé. Él sonrió con sus labios pegados a los míos y respondió de inmediato a mi beso.

Mi estómago se contraía cada vez que nuestras lenguas se unían, era una sensación fenomenal, única; me costaba controlar la respiración, sentía que perdería los estribos. Él olía de maravilla, era una mezcla de frescura y masculinidad perfecta. Mientras lo besaba, inspiraba su aroma exquisito, que nunca le había sentido a nadie. Seguí acariciando su cabello broncíneo con suavidad, quería que su textura se impregnara en cada célula de mis manos ¡Era divino! No podía ni quería dejar de besarlo, quería devorármelo a besos y él lo notó, porque de repente cortó el beso y me miró tan exquisitamente, que me derretí ante él, sobre todo, por su sonrisa preciosa y sensual.

Ya era más de la una y por fin, pude tomar un segundo ron. Él me observaba —eso era lo único malo que tenía… parecía supervisar cada uno de mis movimientos—. Me tomó la mano y preguntó.

—¿Quieres conocer mi departamento? —sonrió con picardía.

Ahora ya me sentía más alegre.

—Bueno —respondí de inmediato.

Fuimos a buscar nuestras cosas a la guardarropía y nos largamos juntos en su Volvo plateado, último modelo. Llegamos a su edificio y descendimos al subterráneo para que estacionara su modelito. Era un barrio muy exclusivo y el departamento era moderno, minimalista, finamente decorado. Puso algo de música y bailamos, mientras nos besamos por un largo y delicioso rato.

Entramos a un dormitorio oscuro, tan sólo iluminado por la luz de la luna que se colaba en la ventana. Edward me miró fijamente y me besó con pasión. Él me besaba, pero me observaba, quería ver mi reacción. Cogió mi polera con sutileza y la sacó, con paciencia, pero sin dejar de mirarme ni un solo segundo. Me tomó por las caderas para sentarme sobre un escritorio de madera; mi piel se erizaba, sabía lo que venía, era como si tuviese frío, pero en realidad una necesidad imperiosa nacía en mí, quería estar con él sobre todas las cosas.

Yo no quise desilusionarlo y lo acaricié con ímpetu, le quité la polera y luego, esa bella camisa azul, dejando su torso pálido al descubierto, era perfecto, parecía una estatua esculpida, pero con la diferencia que su piel era tibia y sabía deliciosa. Pasé mis manos por su espalda y lo aferré más hacia mí, mientras, Edward humedecía mi cuello con sus besos, haciéndome experimentar sensaciones indescriptibles en mi parte más íntima, invitándome a seguir besándolo sin pausa. Tal como alguna vez había leído en una revista de mi mamá, para mujeres grandes, bajé mi boca hacia su cuerpo y pasé mi lengua tibia sobre su piel, logrando que se erizara por completo. Él se estaba excitando, tan sólo de mirar su rostro lo percibí. Tomó mi cara en sus manos de hombre hecho y derecho, desde la quijada, cubriendo parte de mi cuello y me besó con más fuerza, como queriendo sofocarse en mí.

Delicadamente, y con experiencia de hombre hábil, desabrochó mi corpiño, bajando un tirante de éste a la vez, mordisqueando mis hombros, mientras, creaba una atmósfera de necesidad del uno al otro. Me miraba, a la vez que bajaba sus exquisitos labios cereza hacia uno de mis pechos, lo acarició primero con su mano y luego, hundió su boca húmeda en ellos, provocándome un corrientazo eléctrico en todo el cuerpo. Pasó su lengua por encima de mis pezones, provocando que ellos se erizaran, al igual que toda mi piel. Yo acaricié su pelo de príncipe, en tanto él se deleitaba en mis pechos.

Se separó un segundo de mí, sus ojos ahora eran fogosos, insinuantes y la temperatura de la piel se nos había elevado. Cogió una de mis piernas y bajó el cierre de la bota, luego hizo lo mismo con la otra. Se acercó a mí, me volvió a besar y con sus manos de ángel me desabrochó el pantalón, luego me tomó por las caderas para bajarlos completamente, hasta dejarlo por debajo de mis glúteos. Yo lo miraba ensimismada, lo que venía era mejor, aunque nunca lo había experimentado antes. Sacó mis pantalones definitivamente y los lanzó al suelo. Se acercó nuevamente a mí, y subió su mano por el borde interior de mis muslos, llegando a mi parte más íntima. Me besó y me tocó, haciéndome estremecer y decidirme a ser de él.

Desabroché su cinturón y él me ayudó con su botón. Con mis piernas, más hábiles de lo que alguna vez imaginé, bajé su jeans, que él se terminó de quitarse con las suyas. Me tomó por las caderas, aferrándome hacia él, volviendo a besar mi cuello con ansiedad. Finalmente, me tomó con ímpetu por los muslos y besándonos con apremio, nos fuimos hacia la cama. A esas alturas era evidente nuestra urgencia por amarnos, aunque fuéramos unos desconocidos, había algo más fuerte que nos atraía. Me recostó sobre la cama y él se arrodilló a un costado de ésta, jalándome lentamente la tanga, tocando mis pechos.

—¿Lo has hecho alguna vez? —preguntó por si acaso.

Dudé en decir la verdad.

—No.

Él pareció sonreír y descendió por la línea de mi ombligo hacia mi parte más íntima para besarla, di un saltito que me hizo arquear la espalda y sentí su lengua que humedecía aún más mi entrepierna. Esto me complicaba un tanto, no sabía qué hacer, sólo podía sentir sus labios en mí. Edward, subió hacia mí y me besó, fue una sensación muy extraña, él estaba empapado en mí y yo ahora sabía una parte de mí que jamás imaginé. Me cogió por las caderas y me ayudó a acomodar mi cabeza sobre la almohada. Volvió a tocar mi parte más sensible, y luego, se deshizo de sus boxer apretados que lo hacían ver tan sexy, dejando al descubierto su masculinidad y despertando mi curiosidad, hasta que se acomodó sobre mí y con suavidad separó mis piernas.

—¿Estás segura? —me preguntó serio, pero evidentemente excitado. Su voz estaba considerablemente más ahogada.

—Sí —respondí y mi estómago se contrajo.

Se acercó aún más y bajó su mano hacia su masculinidad para introducirse en mí. Primero lo sentí levemente, hasta que ejerció un poco más de presión. Fue extraño experimentar como él se iba dando paso en mi cavidad, que se iba separando de a poco y con algo de obstáculo. Me dolía, pero no sabía si decirle que parara o no, era una sensación dolorosa, pero placentera a la vez. Podía sentir como su parte más íntima se unía con la mía perfectamente, eran como dos piezas perfectas que habían esperado para encontrarse en ese momento. No pude evitar dar un gritito de dolor en su oído.

—¿Estás bien? —me miró asustado, pero sentía su pecho agitado contra el mío.

—Sí, sigue —le dije mientras enterraba mis uñas en su espalda.

Él continuó dentro de mí hasta que llegó al fondo, para volver a salir lentamente y entrar de nuevo, esta vez con más confianza. Así continuó, entrando y saliendo de mí, mientras me observaba en todo minuto. Mantuvimos las miradas siempre, era una sensación demasiada enérgica. Sus movimientos se acrecentaron, y su piel se fue sonrojando cada vez más, sus quejidos se intensificaron y sentí como pasaba algo de él en mí, una especie de contracciones en su masculinidad, que depositó dentro de mi cuerpo.

Cuando terminó, notó mi rostro algo extraño y preguntó preocupado.

—¿Te duele mucho? —agregó abatido.

—Un poco —sonreí.

Con suavidad se echó hacia tras, saliendo de mí para recostándose a mi lado. Yo estaba muda.

—¿Qué pasó? —sonrió dulcemente— ¿Te arrepentiste? —dijo afligido.

—No, no sé, no es eso…

Cogió mi rostro por el mentón y me besó, volviéndome a estremecer, algo había hecho un clic extraño en mí. Me paré brusco y partí al baño, me sentía rara. Cerré la puerta, tomé un papel de baño y me di cuenta que estaba sangrando, casi me desmayo ¡Qué horror! Por eso me dolía tanto. Abrí la puerta y él estaba ahí, bello y perfecto.

—¿Algún problema? —insistió.

—Nada —fui cortante.

Ante mi reacción, Edward me tomó por la cintura y me aferró hacia él, besándome con más pasión que antes, con necesidad de tenerme y yo, de tenerlo a él. Me arrastró a la cama nuevamente y no pude evitar preguntarle.

—¿Habías estado con una virgen? —me sentí ridícula por mi duda.

—No, nunca —sonrió.

—¿Tiene que haber sido aburrido, cierto?

—Al contrario, fue perfecto… —sonrió y me pasó un mechón del cabello por detrás de la oreja.

Cogí mi ropa y me vestí, mientras él hacía lo mismo.

—Me voy —fui seca, aún no procesaba lo que acababa de vivir.

—Yo te voy a dejar —masculló extrañado, pero muy dulce.

—No, no importa —di media vuelta, dispuesta a salir del dormitorio lo antes posible. Me jaló del brazo, mirándome directo a los ojos.

—No me digas que nunca más no veremos —agregó muy complicado.

—No lo sé —respondí culpable.

—Necesito verte otra vez —sus ojos se enternecieron a tal punto, que sentí mariposas en el estómago.

—Edward, sin compromisos —giré la puerta y me fui.


CHICAS LAMENTO LA TARDANZA PERO EN REALIDAD ES DIFICIL ORGANIZAR MI HORARIO, NO SABEN TODO LO QUE TENGO POR HACER.

SOLO ESPERO QUE LES ESTE GUSTANDO ESTA HISTORIA, LAS QUIERO A TODAS.

BESOS

Capítulo 4: Acierto de Cupido Capítulo 6: Borrón y vida normal

 
14437409 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios