Mi departamento estaba lleno, como varios no teníamos clase en la primera hora, mis compañeros organizaron una junta, como lo hacíamos siempre que teníamos horas libres. Claro, que este último tiempo había cambiado todo, ya no eran tan recurrentes estas reuniones, porque la verdad, mi tiempo, estaba casi en un ciento por ciento dispuesto a Bella y obviamente era, el mejor aprovechado.
Kristen me siguió hasta la cocina, estaba seria, pero yo intentaba no estar a solas con ella, sabía lo que venía: un sinnúmero de recriminaciones… y la verdad, nunca había tenido la intención de herirla, pero, fue inevitable. Saqué hielo, y sentí su hálito tibio susurrar en mi oído.
—Te espero en tu habitación, necesito que hablemos —la miré y sus ojos parecían inquietos.
No tuve opción, ya no me podía seguir escapando de decirle la verdad.
—Bueno… —dije no muy convencido.
Cuando entré a mi habitación, Kristen ya estaba ahí, sentada en la orilla de mi cama, como lo había estado una infinidad de veces. Me quedé parado en la entrada de la pieza y me habló tan seductoramente como siempre.
—No muerdo, puedes venir con confianza —guiñó un ojo.
—Lo sé —sonreí.
Me puse a su lado, de pie, y ella se instaló en frente de mí, me llegaba un poco más arriba del hombro.
—De un tiempo a esta parte te he notado medio extraño —dijo con picardía, mientras acercaba sus labios suaves a los míos.
—Puede ser… —no sabía cómo se lo iba a tomar.
—¡Qué lástima! Un hombre tan sexy y distante —posó sus labios y entreabrió los míos con un beso suave.
Lo que venía era evidente, pero tenía que pararlo, pero ¡No era de fierro! Sus manos se fueron directo a friccionar mi masculinidad y empecé a sentir esa sensación incontrolable. Insistió con el beso y pasó su lengua hasta encontrarse con la mía, pero yo sentía la mandíbula tensa, esto no estaba bien. Inspiré hondo y le hablé de una vez, muy frío, era el único modo.
—Estoy saliendo con alguien —dije sin preámbulos.
Sentí que su cuerpo se puso rígido por unos segundos, pero insistió con más efusividad.
—Qué importa, ahora no está aquí —sentí que puso mis manos en el botón de su jeans para que yo los bajara. Sus ojos estaban expectantes a mi respuesta.
—Kristen, no… —dije con mucha dificultad, apreciaba las secuelas de sus caricias.
Me miró fijo y habló.
—¿Esto es algo más importante que salir con alguien solamente? —exclamó con rabia contenida.
—Lo es…
—Yo nunca te importé cierto… era sólo sexo ¿O acaso me equivoco? —su voz era tensa.
—No se trata de eso Kristen —intenté ser dulce— sólo que es diferente.
Vi que sus ojos se pusieron cristalinos y algo roja de ira, contestó.
—Claro, ahora que te aburriste, la perra ya no sirve ¿cierto?
Me impresionó la agresividad de su conversación e intenté bajarle el perfil a la situación.
—Nunca te vi así... —ahora ya estaba algo más distante de ella.
Se acercó y casi me dio vuelta la cara de una cachetada.
—Ey, ey, ey ¿Por qué hiciste eso? —exclamé molesto y con el rostro ardiendo.
—Eres una mierda Edward —si las miradas fulminaran, hubiese caído carbonizado en ese mismo instante.
Oí unos golpecitos en la puerta, era la voz de Eve.
—¡Edward! ¡Edward! Te buscan… —dijo con su voz dulce tan particular.
Ella era una gran persona y creo que también, una gran amiga. Tenía una vida llena de obstáculos y sacrificios, estudiaba becada y trabaja en la noche, atendiendo mesas para poder mantenerse, porque su familia estaba en la quiebra.
Fue mi oportunidad para escapar, pero Kristen se adelantó en salir. Caminé algo desconcertado por la reacción que había tenido Kris. Eve me hizo una seña y miré hacia la entrada y ahí estaba mi Bella, parecía un pollito en corral ajeno. Sus ojos marrones se abrieron de par en par cuando me vieron, pero también, habían visto a Kris.
Salió disparada y pegó un tremendo portazo. Tomé las llaves de mi auto, y pedí el ascensor, pero estaba en el piso -3, así que se demoró en llegar. No tenía más opción que seguirla en el auto. Mi corazón estaba muy acelerado ¿Cómo mierda le explicaría esto? Ella era demasiado niña, jamás creería la verdad.
Me crucé en su camino a toda velocidad y Bella, como era de imaginar, me ignoró por completo. Aposté el auto en el primer lugar que encontré, daba lo mismo, tenía que conversar con ella urgente, si hubiese pasado algún policía lo más seguro era que me hubiesen multado, o en fin, robado el auto, porque ni siquiera lo cerré.
Corrí a su encuentro, Bella caminaba rápido y con la cabeza gacha.
—Ey, mírame por favor —dije desesperado— no te pases rollos, no pasó nada…
—¡Ándate Edward! No te quiero volver a ver en mi vida —su furia era evidente.
Quedé atónito… tendría que darle tiempo. Insistí toda la semana llamando a su móvil, pero nada. Ahora me sentía inquieto ¡La extrañaba demasiado! Su piel, sus besos, su rostro y hacer el amor con ella. Esto se venía muy fuerte, jamás había sentido algo parecido por nadie. Sabía que el viernes, las probabilidades de que ella saliera eran de más de un ciento por ciento. Tomé las llaves del auto y partí a "La Cueva del Ratón", donde iba siempre Bella con sus particulares amigos.
Entré al recinto, y la busqué, por todos lados, pero no la encontré bailando, hasta que fui al sector más privado. A lo lejos la distinguí. Su pelo marrón era inconfundible. Llevaba unos jeans ajustados y lo peor, vi que estaba muy entusiasmada besándose con alguien y las manos de él la tocaban por todos lados. Sentía que el pecho se me saldría y la ira casi nubló mi mente. Pensé en ir a buscarla y agarrar a combos a ese idiota, pero ¿Qué mierda era yo de ella? ¡Nada! Bueno, para mí era mucho más importante que cualquier mujer que hubiese pasado por mi vida o mi cama, era única, ella me había enamorado por completo y esta escena me estaba matando.
La esperé en la barra y me tomé como tres ron al hilo, pero no hacían ni un efecto. La esperé, hasta que apareció, el idiota la pegó en la barra y le dio un agarrón el trasero. Nuevamente sentí la sangre hervir, pero me calmé. Ahora lo reconocía, era Rob, su amigo jote que la tenía aferrada a él como si fuera de su propiedad el día que James me invitó a la casa de Christian. En cuanto dio media vuelta me acerqué a ella.
—¿Podemos hablar? —dije inseguro.
—No tengo nada que hablar contigo —sus palabras fueron hirientes.
No tuve más tiempo… Rob llegó, me saludó con ironía y luego, se la llevó de la mano. No podía seguirlos, no ahora. Esperé que se fueran y me largué directo a su casa. Estacioné en la casa del lado y esperé que llegara. Paso una hora, dos y la impotencia se apoderó de mí ¡Era evidente que ahora se estaba revolcando con ese pelotudo! ¡Qué rabia! Las escenas de ella siendo de otro me descomponían el estómago. Él sentiría su aroma, su piel y su interior ¡Qué yo estúpidamente pensé que eran míos! Estuve a punto de desistir, cuando vi una camioneta blanca que se estacionó frente a su casa. Por fin, era ella. Bajó del auto y zigzagueaba un poco ¡Venía borracha! ¡Por Dios! ¿Cómo me había enamorado de una niña caprichosa y tan desorientada? La camioneta se fue y ella intentaba abrir el portón de su casa. Bajé del auto y la enfrenté.
—¡Bella! Necesito que hablemos… —murmullé intentando controlarme.
—¿Qué? —le costaba articular las palabras. Estaba más ebria de lo que había pensado.
—¿Por qué estás haciendo esto? —dije con rabia.
—Tú lo hiciste primero —fue brusca.
—No hice nada ¡Te lo juro! —exclamé al borde de la desesperación.
—Pero yo sí, así que, da igual. Nada nos obliga a estar juntos.
Sus palabras calaron hondo ¡Confirmaba mis terribles sospechas! Quise pegarle al portón con furia, pero me contuve.
—¿Te acostaste con él?
—Sí, recién y también me gustó, no tienes la exclusividad —fue hiriente.
No podía creer lo que oía ¡Sería posible! Como tan fría.
—¿De verdad? —insistí con furia.
—Sí —respondió dubitativa.
—Y lo dices así como si nada —estaba muy molesto.
—Da igual, nosotros no tenemos nada —eso era cierto ¡Qué mierda!
—¡Bella! No sabes lo que dices… —insistí.
—Sé que no quiero saber nada de ti Edward, eso lo tengo clarísimo —dijo con los ojos inyectados de rabia, su mandíbula estaba tensa.
—¡Qué lástima! Yo pienso totalmente distinto… —dije con tristeza.
—Así y ¿Por qué? —fue desafiante.
—Yo quería decirte que realmente ¡Te amo!
Me fui, creo que perdía el tiempo frente esa niñita, era como hablarle a una pared y ni siquiera estaba con sus cinco sentidos lúcidos. Tomé el auto y me fui a todo lo que daba ¡Esto había llegado hasta aquí! No sé en que minuto estuve pensando en que esto podría resultar ¡Imposible! Y ella, ni un atisbo de arrepentimiento, realmente yo le importaba un huevo.
La madrugada del lunes estaba durmiendo cuando oí el citófono. Me paré medio saltón por la hora, cinco para las siete.
—Don Edward —era el conserje.
—¿Qué pasó? —pregunté extrañado.
—Va su amiga escolar para arriba…
—Gracias… —corté el citófono y miré por el ojo mágico.
No pude evitar que una sonrisa involuntaria saliera de mis labios, pero ella no podía notarlo. Tocó y no abrí, mientras sonreía por el otro lado. Ella estaba muy seria, de uniforme y mochila. Volvió a insistir, pero no abrí, no aún. Hasta que me di cuenta que dio media vuelta y pidió el ascensor, ya era el momento, abrí la puerta y la llamé.
La reconciliación fue espectacular, habíamos estado más afiatados que nunca haciendo el amor, pero, ahora, no se me escapaba, por lo que decidí pedirle pololeo y si mal no recordaba, sería mi primera novia formal, porque a pesar de que había salido con muchas, jamás le había pedido a nadie que fuera mi novia, pero si no lo hacía esta vez, corría el riesgo de que Bella volara por ahí sin rumbo, y yo, quería que ella fuera sólo mía.
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