Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63185
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

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Capítulo 31: Nueva aventura juntos... Parte 1

Lo que había pasado del verano había sido espectacular, junto a Edward en realidad, era imposible que fuese de otro modo. A diario nos veíamos y como él también estaba de vacaciones, nos dedicábamos a hacer millones de actividades juntos.

Una semana y media, y a regañadientes por parte de mi madre, me fui con Edward de vacaciones y fue ¡Uf! Realmente de ensueño… Dos semanas antes, él llegó con una propuesta ¡Súper!, estábamos en su departamento, en la tarde, cuando el sol ya se ponía. Fue al dormitorio algo despistado y volvió con un sobre blanco, al que no le tomé mayor importancia. Sus ojos brillaban a punto de estallar de alegría, expectantes a mi reacción.

–¿Qué pasó? –noté su ansiedad.

–Te tengo una propuesta indecente –rompió a reír.

–Mmmmm, si viene de ti ¡Me encantaría! –posé mis labios delicadamente en los suyos.

–Creo que te gustará. Toma, ¡Ábrelo! –me pasó el sobre blanco.

Saqué muy rápido el contenido y me di cuenta que contenía un para de voucher.

Destino: Buzios, Brasil.

Salida: Miércoles 12 de agosto de 2009, 21 hrs.

–¿Y esto? –exclamé emocionada.

–Para los dos…, es tu regalo, atrasado, de graduación –tenía una sonrisa nerviosa pegada en su rostro.

–¿En serio? Es, es, ¡Uf, grandioso! –me lancé a sus brazos y lo besé bruscamente. Él sonreía.

–Pero, Bella, hay un pero –dijo algo frustrado.

–¿Cuál? Todo se puede arreglar –estaba demasiado emocionada.

–El permiso de tu padre –fue categórico.

Quedé atónita y toda felicidad se esfumó en un segundo.

–Verdad –tuve voz de ultratumba.

–Necesitas convencerlo –insistió.

–¿Cómo? –dije desilusionada.

–Mmmm, no sé, dile que si te da permiso te vas a estudiar donde él, el próximo semestre –sonrió perverso.

–¡Pero yo no quiero eso! –fui tajante.

–Y después cuando te tengas que ir… nos casamos y todo solucionado –sus palabras fueron directo a mi corazón y me hizo estremecer.

No pude evitar morder mi labio inferior, tan fuerte, que lo rompí, y sentí como un leve líquido salado salía de mi piel, pero lo ignoré.

–¿Tú proposición de matrimonio es verdad Edward? –pregunté sorprendida, jamás pensé que hablaba en serio.

–Por supuesto –parecía sorprendido– está es tercera y última vez que espero tu respuesta –sus bellos ojos de miel se dulcificaron a tal punto, que derramarían gotas en cualquier instante.

–¡Uf! Pensé que bromeabas… –lo miré con preocupación.

Él me siguió con la vista y enarcó una ceja, mientras esbozaba una maravillosa sonrisa en esos labios de azúcar. Esperaba mi respuesta.

–¡Sí, claro que sí! –me lancé a sus brazos y nos dimos un largo y apasionado beso, mientras el sol se escondía por el mar y dejaba rastros de cielo azul en el horizonte.

–¿De verdad? –insistió él mientras acariciaba mi cabello y yo, oía como su corazón latía desenfrenadamente.

–Sí, obvio ¡Te amo! Como te podría haber dicho que no…

–¡Te adoro ! –me tomó por la cintura, aferrándome hacia él, elevándome de emoción.

–¡Uf! Pensé que jamás contestarías mi amor –vi el alivio en sus ojos.

–Es que creí que era una reacción post-sexo –dije entre risas.

–¿Cómo es eso? –reía divertido.

–Eso, que después de hacer el amor, sentías ganas de decirlo, pero que en realidad no lo sentías –mordí nuevamente mi labio inferior.

Rompió a reír y negó con la cabeza.

–Primera vez que escuchó eso de post-sexo –no paraba de sonreír.

–Para que veas.

–Tú y tus teorías raras Bella –me besó en la frente con ternura.

De manera instintiva elevé mi rostro y le pedí un beso y él con calma, inclinó su rostro y entreabrió mis labios, dejando pasar su sensual lengua a mi boca ¡Era lo mejor! Bueno, casi lo mejor, jajaja.

–¿Estás de acuerdo con mi plan? –rompió a reír.

–Sí, obvio, como sea convenzo a Charlie, no me pierdo ese viaje por nada –dije divertida.

–Lo pasaremos maravillosamente bien, Brasil, es un país muy bello.

–¿Lo conoces?

–No, pero mis hermanos sí y me han dicho que es espectacular, agua tibia, sol, rica comida, entretención ¡Todo!

–Esto será como una luna de miel anticipada –le susurré al oído.

–Así es –me volvió a besar.

Hablé con Reneé y por supuesto, su primera reacción fue una negativa rotunda, pero luego, le dije que me iría a estudiar donde Charlie y accedió, de tal modo, que ella misma habló con mi padre para convencerlo de que me diera una autorización.

Llegó el gran día y nos fuimos al aeropuerto, nos fue a dejar Jasper. Nos subimos y yo no lo podía creer ¡Me iba de viaje con mi novio! ¡Qué más podía pedir! ¡Fabuloso! Mucho más de lo que soñé.

Cuando aterrizamos en Río de Janeiro, inmediatamente las ventanas del avión se nublaron, al parecer por la condensación del ambiente, recién había llovido. Subimos a unos de esos buses que acercan a la entrada y al llegar, noté el aire denso, húmedo y tibio, que me dio en primera instancia sensación de ahogo, creo que un asmático se muere ahí, definitivamente.

Pasamos por la policía y luego, llegamos a la entrada. Ahí había muchas personas con carteles y los nombres de los pasajeros. Miramos bien, y en una esquina diminuta de uno de ellos, decía: Edward Cullen. Nos acercamos y nos llevaron a una Van, bastante confortable y menos mal, con aire acondicionado. Esperamos un par de minutos y subió otra pareja joven, al parecer, eran recién casados, porque se veían muy enamorados, pero no más que nosotros, creo.

Partimos e intenté mirar por la ventana, pero no vi nada, estaba oscuro, sólo una carretera y muchos autos. De repente me di cuenta que por los dos lados estaba lleno de barcos, enormes, y nosotros íbamos por un puente interminable, después me enteré que ese puente tenía nada más ni nada menos que 14 kilómetros ¡Por eso no se acababa nunca!

Miré a Edward, estaba sonriente y feliz de verme, claro, él estaba acostumbrado a los viajes, pero yo no, y menos tan lejos y con una cultura tan distinta. La oscuridad se apoderó del entorno y pasado tres horas después llegamos a Buzios. No vi mucho, sólo distinguí el mar, que parecía una piscina, las calles eran de adoquines y una frondosa y bella vegetación decoraba el nocturno paisaje.

Llegamos a la posada y eran una casa enorme, en escalada, blanca, con palmeras, luces y grandes paredes blancas, con tejas españolas ¡Eran lindísimo! Nos condujeron a la habitación y camino a éste, miré la pared y vi una lagartija ¿Roja? Miré a Edward algo desconcertada, a punto de entrar en pánico y me dijo.

–Son más inofensivas que tú –me guiñó un ojo y me aferró por la cintura.

Su cuerpo fuerte esa tranquilidad tan particular de él, me calmaron. Entramos en la habitación y una inmensa habitación, toda de blanco, cama blanca, paredes blancas, piso rústico y madera, daban una acogedora bienvenida. Corrí al ventanal y lo abrí. Había una hermosa terraza con vista a la bahía, además estábamos en altura y el paisaje era maravilloso, se veía la callecita de adoquines iluminada y adornada con palmeras y unos especies de miradores peatonales, con flores y asientos de madera ¡Era demasiado! Llamé a Edward, y él llegó luego, me tomó por la cintura y feliz me preguntó.

–¿Te gusta? –sus ojos brillaban de emoción y una leve brisa, desordenaba su pelo y erizaba mi piel.

–Esto es ¡Uf! ¡Espectacular!

–Es muy lindo y junto a ti mi vida, es todo perfecto –tomó mi rostro entre sus manos y me besó.

Contemplamos el horizonte infinito, abrazados, él arrullándome entre sus brazos y haciéndome estremecer con su hálito tibio y sensual. El mar era tan tranquilo en ese lugar que ni siquiera se oía, era de una calma absoluta.

¡Me sentía tan feliz! ¡Qué mejor! Él y yo ¡Solos! Sin que nadie nos molestara en miles de kilómetros de distancia ¡Guauuuuuuu! Era maravillooooso. Me di vuelta a verlo y sus ojos estallarían de emoción, esos ojos miel me traspasaban el alma y podía sentir su energía limpia, entusiasta y embriagadora, el paraíso, definitivamente, tenía que ser, junto a él, sin duda alguna.

Me di vuelta y me lancé a sus brazos a besarlo con lujuria, no podía desperdiciar esta oportunidad ¡Amarnos aquí! ¡Uf! ¡Qué sueño! Aún con la ventana abierta y la brisa nocturna colándose sobre nuestros cuerpos, nos amamos con tal intensidad que ¡Madre mía! No volvería a mi cable a tierra nunca más en la vida.

La mañana siguiente, oí que Edward se levantaba y cariñosamente me dio un beso en la frente.

–Buenos días mi amor –sonrió, perfecto, vestido ya con ropa más liviana y sensual.

–Hola –sonreí mientras pasaba mi brazo por la frente.

–Dormilona, vamos… tenemos muchísimo por visitar.

–Está bien –me levanté sin más preámbulo y cuando iba camino al baño, él me preguntó.

–¿Quieres desayunar aquí o en el salón?

–Allá… no me quiero perder nada –le guiñé un ojo.

Cuando salí, me tenía un bolsito preparado con pareo, sombrero, bloqueador y cuánta cosa menor pudiésemos necesitar ¡Era tan adorablemente preocupado! Cuando íbamos saliendo, me tomó por el brazo y dijo.

–No te puedes ir todavía, falta algo muy importante –me devolví algo entusiasmada, pero lo que me esperaba eran sus manos cubiertas de bloqueador, que pasó por mi rostro, tal como si fuera una niña, y parte de mis brazos, luego, susurró en mi oído– no quiero que te insoles, sino hasta aquí no más llegará el paseo –besó mi frente.

Bajamos y una mesa redonda de varios pisos, nos esperaba a nosotros y a otras mesas, cubierta de frutas, cereales, dulces, pan, café, leche y cuánta cosa te puedas imaginar. Saqué la mayor cantidad de fruta y café para desayunar, y nos quedamos como cuarenta y cinco minutos deleitándonos de toda esa comida rica y fresca.

Salimos y el sol ya estaba en pleno, así que antes de salir, Edward me colgó un enorme sombrero, y aunque me sentí ridícula, era la única manera de que el sol no nos asara. Caminamos por esas calles de adoquines, por la orilla de la playa y vimos el esplendor del agua entre verde y celeste, pacífica, rodeada de naturaleza y caminamos hasta la primera de las playitas que encontramos, era pequeña, pero bella, que la anticipaban un pequeño jardincito con palmeras y flores. En cuanto llegamos un hombre que vendía se nos acercó, pero en realidad no les entendíamos nada, así continuamos a la playa.

Prontamente se acercó un hombre del lugar y nos acomodó un par de sillas, una mesa debajo del quitasol y nos sentamos a disfrutar del mar. No resistí mucho y saqué mi vestido, tomé a Edward del brazo y lo arrastré al mar. Era una deliciosa y tibia piscina, nos sumergimos y era ¡Uf! ¡Exquisito! Edward tomó mi mano y me lancé sobre él, cruzando las piernas por detrás de sus caderas.

–¡Te amo! –me dijo con el pelo más desordenado de lo habitual y las mejillas ya coloraditas por el exceso de sol ¡Qué bello se veía!

–Y yo te adoro mi vida –acerqué mis labios a los suyos y lo besé ante la inmensidad del cielo, encandiladormente celeste.

Nos volvimos a sumergir y cuando salimos, unas nubes tímidas se asomaron y opacaron el sol por unos instantes, pero luego, cuando salimos del mar, comenzaron a caer unas gotitas, que cuando llegamos a la posada, ya eran unos inmensos goterones, que nos obligó a cambiarnos de ropa, porque luego se transformo en el diluvio más sensacional que hubiese visto, pero sin una pizca de frío.

Con un paraguas improvisado fuimos a arrendar un Buggy, tan típico del lugar. Eran unos autitos pequeños con motor de escarabajo y cubierta de fibra de vidrio, que simulaban unos autitos de juguetes, y habían de diversos colores y estilos. Edward prefirió uno que simulaba un deportivo, color verde oscuro. Nos subimos en él y fuimos al centro de la ciudad. Encontramos un restaurante de comida muy típica brasilera y almorzamos. Durante la tarde húmeda, tras la lluvia, paseamos por el centro de Buzios, hicimos algunas compras y nos volvimos caminando por la costanera.

Llegamos a la posada y nos fuimos a la piscina, mientras caía la noche y al salir, nos esperaban un par de caiphiriñas, con mucho limón y hielo. Aún mojados, subimos a nuestro cuarto y terminamos ahí de tomarnos nuestros tragos. Me metí a la ducha y me di una tibia y deliciosa ducha, cuando tuve la brillante idea de incorporarlo a mi baño.

–¡Edward! –lo llamé.

Él apareció de inmediato.

–¿Qué pasó? –dijo sonriendo por mi urgencia.

–¡Ven! –lo llamé con un dedo.

Se acercó ilusamente y lo besé invitándolo a entrar, él aún estaba con su traje de baño y polera, que se me mojaron de inmediato, pero no le importó. Tomé una de sus manos y le puse sobre uno de mis pechos. Cogí los cordones de su pantalón de baño y lo desaté, ayudándolo a sacarlo. Mientras, yo me arrodillé en la tina y llevé su masculinidad a mi boca, humedeciéndolo y provocando una respuesta de su parte. Él estaba demasiado excitado, a tal punto, que estallaría, y yo, obvio, no me quería perder la mejor parte, así que me incorporé y él inmediatamente me apoyó contra uno de los muros de azulejos y elevó una de mis rodillas que pasó por encima de sus caderas, en tanto, el flectó sus piernas un tanto e introdujo su erección en mí. Con fuerza me tomó por los glúteos y yo me aferré a él con si fuese un imán.

La noche ya estaba en toda su extensión y nos cambiamos de ropa para salir. Nos fuimos directo a una especie de pub, que era mitad también, discotheque. Tomamos un par de caiphiriñas más y luego, comenzamos a bailar. No existía más mundo que él y yo ¡Cuánto amor! Me colgaba a su cuello en cuanto podía y movía mis caderas para él, que me miraba absorto, como si fuese la primera vez en su vida que me viera bailar ¡Me encantaba su entusiasmo y esa capacidad de asombro! La música era típica de la zona e intentamos, dentro de lo que pudimos, bailar en son de la melodía, pero a veces resultaba imposible, sin embargo, procuraba tenerlo cerca mío, las miradas de muchas mujeres eran demasiado evidentes cuando Edward pasaba.

Salimos de ese sudoroso lugar y paseamos por la orilla de una de las playas más próximas y nos embobamos a besos y caricias ¡Qué maravilloso sueño!

Al otro día, nuevamente, casi al alba, nos levantamos, hoy nos pasaban a buscar para ir a un tur a Cabo Frío que incluía un paseo en barco. Pasó la Van y nos fuimos cerca de las nueve de la mañana. El recorrido al lugar fue de poco menos de una hora, pero ahora pude distinguir el maravilloso paisaje, todo grande, libre, verde y tranquilo. En las calles la gente conversaba, algunos trabajadores, estaban haciendo arreglos en el camino.

Llegamos a un pueblito más humilde, pero igualmente pintoresco. La gran mayoría de los edificios, que no eran muy altos, eran recubiertos en una especie de azulejos, que le daban un aspecto algo particular. Y un poco después llegamos a una especie de fuerte donde al lado había una playa ¡Preciosa y paradisíaca! De Agua celeste, calipso y arena blanca con el polvo talco. Eran extensa y el mar apacible, por lo que no tuvo que pasar mucho tiempo más, para que corriera al agua, y Edward, a mi lado. Flotamos, nadamos, nos sumergimos en el mar infinito y esa tibia y agradable agua se incorporaba por nuestros poros. Nuestra siguiente parada: el barco.

Llegamos arriba y tenía el aspecto de un galeón, con la proa y popa decorada en madera. Una vez dentro comenzaron a repartir el trago ya tan tradicional: cahipiriña.

El barco se detuvo en medio del mar, a paso de la playa y nos lanzamos al agua, aquí ¡Uf! Era cristalino, bello. Edward se lanzó primero y me llamó desde el mar. Me tiré y él, esperó, y me cogió con su mano.

Nadamos por el agua paradisíaca y no pude contenerme de darle un fogoso beso. Su testosterona lo puso en alerta enseguida y no pude evitar susurrarle al oído.

–¿Se darán cuenta si lo hacemos aquí? –mordí el lóbulo de su oreja.

Él me miró y vi el cielo reflejado en esos ojos de miel.

–Me encanta tu propuesta, pero yo creo que es demasiado evidente… no estamos ni a 30 metros de ellos –sonrió apagando mi idea, pero vi el deseo en sus ojos.

Me acerqué mi parte más íntima a la suya y acomodé mis piernas a su lado. Vi esos exquisitos labios cereza y los besé, mordisqueándolos y pasando mi lengua por el borde de ellos.

–Tú te lo pierdes –guiñé un ojo y me puse a nadar hacia el barco.

Él, por supuesto, no tardó en seguirme…

 


CHICAS DE VERDAD LAMENTO HABERME DEMORADO TANTO PERO USTEDES NO SABEN LA CANTIDAD DE COSAS QUE DEBO HACER... DE VERDAD LO SIENTO Y GRACIAS POR TODO ESTE APOYO QUE ME HAN DADO, SUS VOTOS Y COMENTARIOS ME MOTIVAN A SEGUIR ESCRIBIENDO, ES MUY LINDO VER DESDE DONDE ME LEEN...

2.

POR AHI VI UN COMENTARIO QUE DECIA QUE SUBIERA LOS CAPITULOS DIARIOS, CHICAS ESPERO SUS RESPUESTAS DE COMO PREFIEREN QUE LOS SUBA...

LAS QUIERO A TODAS. BESOS

Capítulo 30: Fiesta de Graduación Capítulo 32: Parte II

 
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